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Bujutsu – IX Origenes del Bujutsu

De: alexander ojosabiertos.org
Fecha: Mié Nov 10, 2004 2:30 pm
Asunto: Origenes del bujutsu – Parte IX xandersukey

Orígenes del bujutsu

Los autores de libros y tratados que se ocupan de las artes
marciales japonesas, así como casi todos los maestros de gran importancia de
disciplinas y métodos antiguos y modernos de combate derivados de ellas, han
ofrecido sus puntos de vista sobre la cuestión de los primeros orígenes, la
primera presentación sistemática de técnicas, etcétera, en un esfuerzo por
proporcionar una respuesta satisfactoria a la pregunta: ¿Cómo, dónde y cuándo
comenzó el bujutsu?

La historia del Japón en general y de la doctrina de las artes
marciales en particular no nos proporcionan respuestas claras ni precisas a
esta pregunta. Tanto los documentos históricos de la nación japonesa (empleando
el sistema de caligrafía china), como los manuscritos más especializados de las
diversas escuelas de bujutsu, hacen referencia a una diversidad de prácticas y
métodos que ya eran antiguos y estuvieron codificados mucho antes de que se
mantuviera ningún verdadero registro. La mayoría de historiadores dicen que la
escritura china fue introducida en Japón en el siglo VI, probablemente junto
con los primeros textos budistas. Por aquel entonces, Japón ya había
evolucionado a través de los períodos pre y protohistóricos, tales como el
Jomon, Yayoi y Asuka, que culminaron en la formación de una organización
política que giraba alrededor de la capital Heijo, Nara (710-84), con su
resplandeciente corte imperial.

Estos períodos de desarrollo, que precedieron al período Heian
(794-1185), vieron la aparición y posterior consolidación de una de las
unidades sociales más antiguas de la historia de la humanidad: el clan. En
muchos libros de historia, de hecho, se hace referencia a estos períodos como
la era de los clanes originales (uji) y de los títulos hereditarios (kabane, o
sei). Estas unidades emergieron de una nebulosa «edad de los dioses»
(kami-no-oyo) y de una imperfectamente conocida fusión de tribus, algunas de
las cuales aparen- temente habían emigrado desde el continente asiático o desde
islas del sur, mientras se cree que otras habían sido los habitantes originales
de las islas del archipiélago japonés.

Referencias indirectas en documentos japoneses parece- rían indicar la
existencia de dos tribus principales: la primera incluiría a los clanes del
emperador y de los nobles (kobetsu), conocidas como la Ralna Imperial, mientras
la segunda incluiría la Rama Divina, o clanes de otros menos espectaculares
sujetos (shimbetsu). Ambos grupos de clanes proclaman los mismos orígenes
divinos, remontándolos hasta dos divinidades, Izanagi y Izanami, pero las
tribus kobetsu supuestamente se unieron «cuando el sol comenzó a existir»,
mientras que las tribus shimbetsu se formaron «cuando evolucionaron las fuerzas
inferiores de la naturaleza» (Brinkley[2], 5).

Según una extendida escuela de pensamiento, parece que «Ios invasores de Japón,
en el siglo sexto antes de la era cristiana, hallaron las islas ya habitadas
por hombres de tan buenas cualidades de lucha que de la contienda entre los dos
se desarrolló un mutuo respeto, y los vencidos recibieron de la nueva jerarquía
una posición poco inferior a la asumida por el vencedor» (Brinkley[2], 182-
183). Por debajo de estos dos grupos principales de tribus nobles estaba la
«masa del pueblo» formando la Rama Extranjera (bambetsu). Cada clan
perteneciente a una tribu particular parecía adoptar tanto directa como
indirec- tamente (lateral y colateralmente) descendientes de los mismos
antepasados, y su vínculo original era, por tanto, de sangre. Al igual que el
antiguo clan chino (tsu), el japonés uji desarrolló sus lazos de parentesco
convirtiéndolos en vínculos territoriales que estaban principalmente
relacionados con el campo y las aldeas de una cierta región.

Aunque el clan tenía una relación estricta (casi una identificación) con grupos
rurales de personas descendientes de antepasa- dos comunes, su modelo de
estructura y funcionalidad básico fue adoptado con bastante uniformidad y
eficacia por la vida de los pueblos y las ciudades, donde se fusionó, y
fortaleció, con otras formas de organización, tales como los gremios
profesionales y las corporaciones. El parentesco y la territorialidad,
cualquiera que fuese su base, parecen haber encontrado también su principal
expresión espiritual en un culto religioso centrado en los antepasados del clan
y en los orígenes de este último. Cada clan, por consiguiente, adoraba a sus
propias divinidades (uji-kami) y trataban de imponerlas a otros, como parece
evidenciar la progresiva invasión y posterior primacía del culto solar del clan
Yamato.

En estructura, cada clan constaba de una casa o familia central
dominante, que daba su nombre al clan, y varias unidades afiliadas conocidas
como tomo o be. En los documentos aparecen también confusamente otras
categorías de sujetos, entre ellos dos clases de hombres del clan y los siervos
o esclavos conocidos como yakko en el peldaño más bajo de la escalera (que
carecen de nombre familiar).
Todos estaban sujetos al poder de un cacique (uji-no-osa), que era el líder y
dueño absoluto e incontestable del clan. Esta interesante figura parece haber
desempeñado un papel predominante en la determinación de la dirección y el
funcionamiento de la vida del clan. Al principio, un líder militar, tal como
viene indicado en las referencias a una invasión procedente del Asia
continental, parece haber evolucionado posteriormente hacia un vínculo
jerárquico representativo de y con la divinidad. Conforme la destreza militar,
siguiendo el proceso natural de especialización de funciones y papeles en una
era de colonización, se fue delegando cada vez más en sublíderes, la específica
capacidad para contactar con los dioses, revelar misterios y apaciguar las
puertas del cielo mediante invocaciones (norito) y una intrincada liturgia
(matsuri) se convirtieron en el papel y la función más importante de los
líderes de más alto rango del clan y, en un grado supremo, del emperador.

Este carácter religioso, hay que destacar en este punto, acabó convirtiéndose
en una de las expresiones más destacadas de poder y privilegio. Todos los
clanes a los que posteriormente se les permitió desarrollarse, con
independencia de su particular razón de ser, encontraron su más alta
justificación y fuerza en los poderes místicos de sus líderes. Un modelo de
supremacía vertical y misteriosa se puso también de manifiesto en aquellos
grupos de personas con habilidades profesionales especiales, tales como los
fabricantes de artículos de loza (suebe), los carpinteros (takumibe) y
albañiles (ishizukuribe), tanto si pretendían operar solos o, como sucedía la
mayoría de las veces, se adherían a los clanes principales de los nobles. En el
primer caso, los miembros de estos gremios profesionales consideraban a sus
propios líderes como los depositarios de un imponente conocimiento profesional,
inspirado divinamente, que los líderes generalmente monopolizaban.

En el segundo caso, ellos y sus líderes profesionales consideraban al cacique
del clan (uji-no-osa) como el deposita- rio exclusivo de un tipo todavía más
global de conocimiento, cuyas sugerencias de inspiración divina lo hicieron
desde un punto de vista político doblemente potente. Los ejemplos más
destacados de la persistencia hasta la actualidad de esta concentración mística
de poder son los fabricantes de espadas y los maestros de artes marciales que
recurren, en sus prácticas y enseñanzas, a rituales y formas secretas directa o
indirectamente relacionados con las dimensiones metafísicas de la existencia
humana. Este elemento aparecerá una y otra vez como un importante factor en la
evolución del bujutsu.

El clan, como importante unidad social, alcanzó la
autosuficiencia mediante el cultivo de sus propios campos de arroz y la
fabricación de sus propios utensilios, tejidos, instrumentos agrícolas y,
naturalmente, armas. Desde el mismo comienzo, la historia de estos clanes no
fue de una coexistencia pacífica. Las armas arcaicas halladas en los montículos
y dólmenes del período comprendido entre el año 250 a.C. y el 560 de nuestra era
indican que, al igual que el resto de edades de formación nacional, la guerra
era la condición predominante. Hacia el año 600, estas armas estaban
notablemente desarrolladas. Documentos chinos, elaborados en la corte de la
dinastía Sui según los testimonios dados por enviados japoneses un siglo antes
de que el primer clásico escrito de la naci6n japonesa hiciese su aparici6n,
relatan que «arcos, flechas con puntas de hierro o hueso, espadas, ballestas,
lanzas largas y cortas, y armaduras hechas de pieles laqueadas constituían su
equipo para la guerra» .

Los historiadores están todavía buscando otras referencias más
ilustrativas de los cinco clanes originales kobetsu: Otomo, Kumebe, Nakatomi,
Imibe y Mononobe, que se mencionan en los primeros documentos de la naci6n
junto con el clan del emperador Jimmu, el Yamato. Con el tiempo, este clan
obtuvo la supremacía, pero no un dominio indiscutible sobre todos los demás. En
su jerarquía central y en sus descendientes tuvieron su origen los emperadores
que llegarían a ser la cabeza nominal de la nación, mientras que su culto de la
diosa del sol, Amaterasu, superó y absorbió a todos los demás cultos en la hasta
entonces sencilla adoración politeista de la época que es la raíz del Shinto, la
religión nativa del Japón.

Todos los clanes importantes tenían sus propias cohortes de guerreros, pero tres
clanes en particular parecen haberse ocupado del arte del combate y, por
consiguiente, de sus especializaciones tradicionales. El Otomo, por ejemplo,
recibía la denominación de Grandes Escoltas; el Kumebe, la de Corporaciones
Militares, y el Mononobe, el de Corporaciones de Armas, mientras el Nakatomi y
el Imibe estaban vinculados a funciones más específicamente religiosas y
políticas. No está claro si estos clanes militares y sus «corporaciones»
afiliadas (be) eran unidades indepen- dientes (como demostraron ser los clanes
feudales que aparecieron en las provincias siglos más tarde) o simplemente
ramas del clan imperial a través de las cuales seguían sus políticas de
expansión y centralización del poder. Dada la gradual pero implacable
consolidación del poder por el clan Yamato, la segunda tesis parece más
plausible.
Su mera existencia y la solidez específica de estos primeros clanes, sin
embargo, claramente indican la existencia de una fuerte oposición y competición
entre varias fuerzas militares, además de la resistencia proporcionada por los
extraños Ainos en las fronteras que se hallaban continuamente en retroceso.

El clan, por tanto, era la suma del alma japonesa. Selignan, de
hecho, calificó al súbdito japonés como, a lo largo de su larga historia,
«esencialmen- te un hombre de clan, con todos los sentimientos de grupo que una
organización de clan implica» (Seligman, 129). En tales «sentimientos de grupo»
muchos historiadores encuentran las primeras raíces de un compromiso huma- no
con la fuerza como principal instrumento para imponer una nueva entidad social,
así como para preservar la primacía de la forma social. Este comprorniso con el
uso de las armas en el desarrollo las primeras estructuras de la sociedad
japonesa parece haber sido particularmente intenso -hasta el punto de relegar
verdaderamente todos los otros rasgos de su psique nacional a una posición
subordinada incluso cuando la necesidad de luchar en defensa de los intereses
del clan dejaba de ser decisiva.

En sus observaciones relativas al carácter japonés, Seligman escribió que
«luchar era para él tan natural que cuando, como solía ocurrir, no había un
enemigo exterior, un clan luchaba contra otro clan y un distrito contra otro
distrito, de modo que la mayor parte de la historia japonesa, al menos hasta
los tiempos Tokugawa, es una serie de guerras civiles» (Seligman, 129). La
facilidad con la que los japoneses recurrían a la violencia con y sin armas
quedó identificada, ante los ojos de observadores occidentales, así como ante
los ojos de los propios japoneses, con su naturaleza, con su interpretación del
papel del hombre en la realidad y con su tradición. San Francisco Javier
(1506-1552) figuró entre los primeros occidentales en definirlos como «muy
inclinados hacia la guerra», y siglos después, incluso un esteta como Okakura
Kakuzo (1862-1913) todavía se refería a ellos como «feroces guerreros» .

Después del siglo Vll, con la adopción del sistema chino de centralización política y reconocimiento de la corte imperial como el núcleo de una nación homogénea en expansión, todos los clanes proporcionaron soldados para un ejército unificado mediante un sistema de reclutamiento general que, aunque ampliamente desdeñado, era la única respuesta posible a los constantes enfrentamientos en las fronteras con tribus de aborígenes que se iban retirando a regañadientes ante el sostenido avance del nuevo imperio por todo el archipiélago. Sin embargo, el reclutamiento con carácter masivo difícilmente podría haber sido un sistema permanente en aquella época, puesto que los súbditos del clan a los que se les pedía luchar eran también (en su mayoría) los agricultores del clan que producían los únicos medios de subsistencia que la nueva nación poseía.

El sustento mediante la conquista, al fin y al cabo, sólo fue posible donde los
pueblos conquistados poseían riquezas que entregar o avanzados sistemas de
producción que podían hacerse funcionar para el conquistador. Hay pocas pruebas
que demuestren que, en el Japón arcaico, los aborígenes locales fueran un pueblo
así. Los hombres de los clanes japoneses se enfrentaron, generalmente, con
tribus nómadas cuya agricultura era bastante primitiva y que dependían en gran
medida de sus toscos métodos agrícolas y de caza para la satisfacción de sus
necesidades cotidianas, tal como hacían la mayoría de las tribus del nordeste
de Asia. La única riqueza disponible, por i tanto, debe haber sido la propia
tierra. En consecuencia, parece que las I masivas organizaciones militares que
aparecieron en los documentos de esta era eran partes intrínsecas de un
esfuerzo masivo de colonización que mantuvo una fuerte identificación entre el
soldado y el labrador japonés, siendo con frecuencia ambos (como los
legionarios romanos) la misma cosa.

Si una suposición de este tipo parece bastante razonable en lo referente a grandes números de hombres de los clanes que llevaran armas, parece también razonable inferir de los documentos la existencia de una línea menor pero más estable de sucesión militar basada en la herencia. En las fronteras, por ejemplo, se mantuvo una organización militar de oficiales y veteranos para asegurar las condiciones esenciales para la expansión en un territorio administrado militarmente: continuidad y profesionalismo.

La mayoría de los historiadores consideran que los orígenes de los guerreros
feudales que implosionaron desde las provincias hacia el centro del poder
político en el siglo XVI se encuentran en estas organizaciones militares.
Grupos estrechamente unidos eran dirigidos por oficiales cuya vida estaba
dedica- da en su totalidad a las armas ya las artes de combate tales como el
kyujutsu, yarijutsu, kenjutsu (usando el largo tachi) y jobajutsu -artes que ya
eran antiguas en el siglo X, cuando se inició con claridad el ascenso de la
clase militar .

Parecería, entonces, que el bujutsu comenzó realmente a tomar
forma con los primeros hombres de los clanes japoneses, y que ha seguido así de
una u otra forma desde entonces. Cualquier intento de sondear más profundamente los orígenes del bujutsu se encontrará con la infinitamente más difícil cuestión de los orígenes de este bípedo luchador: el hombre. Lo que parece
incontrovertible, incluso en tiempos tan antiguos como los del uji original, es
la naturaleza exclusivista del bujutsu: el sentimiento de un compromiso total
con las teorías y prácticas de combate adoptadas por una unidad social
específica, hasta la exclusión (con frecuencia expresada violentamente) de
aquellas adoptadas por otras unidades sociales.

Ésta fue una acusada característica durante los tiempos feudales del Japón, no
sólo dentro de la clase militar, que, a fin de cuentas, era intrínsicamente
exclusivista, sino tambien en todas aquellas otras clases cuyos miembros se
organizaban en gremios o corporaciones según la jerarquía y estructura vertical
del clan arcaico. Incluso las órdenes religiosas del Japón, aunque supuestamente
alejadas de la dura competencia y el exclusivismo de las cuestiones mundanas e
inspiradas en la sencillez universal de la hermandad budista, generalmente
reproducían el modelo de clan en sus organizaciones religiosas o para
religiosas. Este modelo todavía oyes muy evidente en casi todos los clubes y
organizaciones modernas del Japón donde se practican formas tanto antiguas como
modernas de bujutsu. Y, quizá debido al dominio japonés de estas artes (al menos
en los niveles más altos), esta tendencia exclusivista se encuentra a menudo en
los clubes occidentales en los que se enseñan estas artes.

Si hemos de llegar a comprender de forma correcta y global la
totalidad de las especializaciones importantes y menores de las artes
marciales, deberemos examinar algo más detalladamente la naturaleza, historia y
papel de las diversas clases de temas que aparecen inextricablemente unidos al
bujutsu tras su entrada en escena durante la edad de los clanes, y que
contribuyeron a su desarrollo y evolución a lo largo de las épocas que
siguieron.

La tradición militar en la historia del Japón

De: alexander ojosabiertos.org
Fecha: Mié Nov 10, 2004 5:40 am
Asunto: La tradición militar en la historia del Japón – Parte VIII xandersukey

El extenso uso del calificativo «marcial» en la doctrina se
explica por la extraordinaria, algunos autores dirían excesiva, importancia
asignada por los japoneses hoy en día a sus tradiciones militares, a la función
de la clase militar en la formación del destino de la nación ya la ética
adoptada por esta clase para justificar su existencia y su política. Esta
importancia se basa en el hecho de que, cuando nos referimos genéricamente a la
experiencia marcial del Japón, nos referimos a una de las más prolongadas y más
antiguas implicaciones de una nación en esta cuestión. Tal como Lafcadio Hearn
acertadamente señala, «más o menos toda la auténtica historia japonesa se halla
comprendida en un vasto episodio: la ascensión y la caída del poder militar» .

En la tabla 2 se encuentra un estudio panorámico de los hechos a
través de los cuales se expresó este poder con varios grados de sutileza durante
casi nueve siglos, y con mayor detalle en la parte I. A lo largo de los siglos,
por tanto, la fibra más íntima de la nación japonesa estuvo imbuida por las
ideas, ética y sentido de la misión particular del guerrero.

Estos elementos, que estimularon la actuación del bushi en el escenario de la
historia, estaban enraizados en una firme creencia en los orígenes divinos del
Japón. en la determinación de confirmar esta creencia mediante la fuerza de las
armas. incluso si ello significaba la muerte. y en ese código de conducta que
exigía una obediencia ciega a las órdenes del superior inmediato de cada cual.
que constituía la conexión con el pasado divino. y así sabría las maneras de
cumplir con éxito la misión implícita en aquellos distantes orígenes. Durante
siglos estas verdades. así como el modo de vida que representaron. fueron
inculcados en el carácter japonés. impregnando a todos los niveles de la
sociedad y coloreando cada fase del desarrollo nacional. Fue un proceso de
implacable adoctrinamiento desde arriba. tanto consciente como inconsciente.
que empezó en serio al final del período Nara. con la aparición de los clanes
guerreros cuyos servicios demostraron ser de valor inestimable (aunque en
último término costosos) para los clanes enfrentados de los nobles cortesanos
(kuge) y del emperador (tenno) durante sus encarnizadas luchas por el poder.
Los bushi trajeron con ellos sus sencillas ideas de excelencia. traducidas
concretamente en lealtad personal hacia el superior inmediato. y en la
disposiciòn a luchar y morir sin la menor sombra de vacilación. Estas ideas.
según los documentos históricamente aceptados. contrastaban fuertemente con los
altamente sofisticados e introspectivos modelos de la cultura Nara.

El contraste y las desavenencias resultantes fueron solucionados en última instancia con la fuerza de las armas. Muchos clanes aristocráticos fueron totalmente destruidos. y los pocos nobles que sobrevivieron fueron despojados de cualquier influencia efectiva. quedando restringidos en los recintos figurativos de la corte imperial. junto con el emperador.

También fueron destruidos los enormes monasterios y bibliotecas que contenían
la esencia. la destilación de la cultura Heian: sus escrituras. sus registros y
sus obras de arte. Hacia 1600. la pizarra había sido borrada casi completamente.
Desde ese momento. el Camino del guerrero floreció tanto brutal como sutilmente
en la conciencia de toda la población: el campesino. una gran parte de cuya
cosecha de arroz era requisada por los secuaces del daimio local. o señor
provincial. levantando la mirada mientras trabajaba con la azada hacia un grupo
de samurai. con sus armas destellando al sol mientras corrían rítmicamente junto
a un palanquín en marcha hacia Edo; el viajero ocasional que hacía una pausa
junto a la carretera, un testigo silencioso de un duelo. frecuentemente a
muerte. entre dos espadachines; el agitado y alborotado populacho en los
festivales celebrados en varias ocasiones del año. contemplando con los ojos
asombrados las demostraciones de artes marciales que Con frecuencia eran el
punto central de tales festivales.

En miles de acontecimientos, tanto menores como de gran trascendencia social,
el drama de una confrontación potencialmente letal entre dos hombres era
representado una y otra vez, hasta que esta particular forma de experiencia
humana quedó grabada casi indeleblemente en el alma japonesa.

En realidad, durante el período Tokugawa, las tradiciones de la
clase militar, como continuación de la cultura antigua, condicionó tan a fondo
el carácter nacional que observadores occidentales de la época llegaron a
describir al pueblo japonés como «adicto por naturaleza a la guerra». La
intensidad de las guerras y de las luchas civiles en Japón asombró incluso a
aquellos observadores que, cabe recordar, venían de una Europa que por aquel
entonces no era (ni había sido nunca) un remanso de paz. Griffis, en un
artículo presentado en la Sociedad Asiática de Japón en 1874, destacó lo
endémica que había sido la guerra en Japón, indicando que la guerra era
considerada «normal» y la paz la «situación excepcional de sus habitantes» . El
mismo autor destacó también el contraste entre el placer Con el que los
japoneses llamaban a su país la Tierra de la Gran Paz y, por ejemplo, loS nombres de las calles en Edo -nombres tales como «Armadura», «Casco», «Flecha», «Arco» y «Carcaj», todoS ellos relacionados Con instrumentos de guerra. En su análisis del carácter japonés, Brinkley escribió lo siguiente:

Oculto tras una pasión por todo lo elegante y refinado, existe un fuerte anhelo
por el espectáculo de la guerra y por la rapidez de su mortífero inicio; e
igual como el shogun trataba de desplegar ante los ojos de los ciudadanos de su
capital una encantadora imagen en una dulce paz, aunque su escenario fuera un
marco de vastas preparaciones militares, al japonés de todas las épocas le ha
gustado pasar de la escuela de esgrima a la pérgola, del campo de batalla a la
sociedad del jardín rocoso y de la cascada, deleitándose en los peligros y
luchas de lo uno tanto como admirando la gracia y el reposo de lo otro .

¿Logró la clase militar saturar completamente la psique nacional
con su particular interpretación del espíritu nacional (Yamato-damashii),
imponiendo sus valores sobre el resto del país, congelando la historia en
aquella fase de desarrollo nacional que los historiadores identifican como
feudal ? La respuesta a estas cuestiones puede obtenerse sólo mediante el
estudio de la historia post-Meijí del Japón, a partir de 1868. Este estudio
debería revelar si la tradición militar y la influencia de la clase guerrera
habían terminado o solamente habían quedado limitadas con la restauración del
poder del emperador. En este contexto, parece haber un acuerdo general entre
los historiadores japoneses y occidentales en que no puede esperarse de ninguna
nación que emerja indemne de los siglos de implacable condicionamiento sufrido
por el Japón durante su era feudal. Nadie ha expresado mejor este punto que
Reischauer.

Los dos siglos de paz estrictamente impuesta bajo el vigilante
ojo y la firme mano del gobierno Edo han dejado una imborrable marca sobre el
pueblo. Los belicosos y aventureros japoneses del siglo XVI se convirtieron en
el siglo XIX en un pueblo dócil que miraba sumisamente a sus gobernantes en
busca de liderazgo y que seguía sin vacilaciones las órdenes procedentes de
arriba .

El pueblo había sido profundamente condicionado para mirar
«instintiva- mente» a los líderes militares del país a fin de que les guiaran y
para suponer que, debido a su posición, estos líderes «eran siempre honestos y
sinceros». El mismo autor concluye lo siguiente: «Siete siglos de dominio por
parte de la clase feudal militar han dejado modelos de pensamiento y
comportamiento que no han sido fáciles de deshechar en tiempos recientes, y que
no se borrarán fácilmente incluso hoy en día .

El protagonista de lo que Hearn consideraba «el conjunto de la auténtica
historia japonesa», el guerrero del Japón feudal, había alcanzado una posición
de tal importancia, por tanto, que su influencia no fue (probablemente no pudo
ser) eliminada, incluso después de la que la dictadura militar de los poderosos
barones feudales fuera abolida en 1868 y que a la sociedad se le diera una base
más amplia y firme mediante un masivo esfuerzo educativo para proporcionar las
bases para tener la pericia necesaria en una era industrializada y altamente
competitiva. No obstante, en la extraña manera en que una estructura de poder
firmemente establecida logra con frecuencia sobrevivir al amanecer de un nuevo
día adoptando diversos disfraces o, más frecuentemente, ampliando su base de
apoyo entre todas las clases del pueblo de modo que más ciudadanos empiecen a
identificarse con él, así consiguió la clase militar sobrevivir en Japón.

El poder del clan Tokugawa y de sus aliados fue limitado severamente por los
esfuerzos de otros poderosos clanes de guerreros, incluidos los Choshu y
Satsuma, que dotarían al «nuevo» Japón del núcleo de un ejército y de una
marina imperiales destinados a mayores glorias y mayores desastres en las
décadas siguientes. La restauración fue, en efecto, un cambio de guardia
«ritual», con olas de nuevos guerreros de las provincias avanzando sobre la
capital, donde empujaron y finalmente desalojaron a la anterior y privilegiada
clase de guerreros de sus atrincheradas posiciones. Significativamente, Yazaki
(300) nos dice que el Kyakkan Rireki Mokuroku, o d~rectorio de oficiales
gobernantes para el Consejo de Estado (Dajokan) celebrado en 1867-1868,
relacionó los porcentajes siguientes mediante el linaje en su composición:
78,9% pertenecientes a la clase guerrera, 18,1% a la clase superior de daimio,
1,8% a la antigua corte imperial recientemente restaurada en el poder junto con
el emperador, y 0,7% a los plebeyos.

En las aulas y en los barracones militares, al joven japonés se
le enseñaba a glorificar las tradiciones militares del Japón. Llegaba a creer
que la muerte en el campo de bata11a por el emperador era el destino más
glorioso del hombre y en las virtudes incomparables de una vagamente definida
«estructura nacional» y un todavía más vago «espíritu japonés». Juntos, el
gobierno y el ejército consiguieron en unas pocas décadas crear en el japonés
medio el fanático nacionalismo ya característico de las clases altas y una
todavía más fanática devoción por el emperador, que fue cultivada por
historiadores y propagandistas del Shinto y promovida por oligarcas que
rodeaban el trono .

Esto fue posible, según Mendel, debido a la vaguedad de la
constitución Meiji en relación con «la localización del poder político» -una
vagedad que los militares, que tenían acceso directo al trono, explotaron
rápidamente. Asumieron «privilegios especiales» e ignoraron en gran medida el
recién creado gabinete civil que seguía el modelo de los sistemas de gobierno
occidentales.
Esta independencia de acción en cuestiones de gobierno fue enseguida apodada
«diplomacia dual», y sus efectos fueron acosar a los miembros del gabinete
civil, que al final fueron incapaces de llevar hacia canales más pacíficos de
desarrollo nacional la singular dedicación de los militares a los ideales de
predominio exclusivamente racial. Los miembros de la clase militar continuaron
persiguiendo con firmeza la consecución de un objetivo que creían era su
destino y, en consecuencia, el destino de su país desde tiempos inmemoriales.
Con el tiempo, los miembros de todas las clases del Japón comenzaron a sentirse
plenamente justificados en considerar ese objetivo como suyo. A comienzos del
siglo xx, este proceso de identificación militar a escala nacional se había
desarrollado hasta tal punto que las autoridades habían «incluso conseguido
convencer a estos descendientes de campesinos, que durante casi tres siglos
habían visto denegado su derecho a poseer espadas, que no eran una clase
oprimida sino miembros de una raza guerrera. El adoctrinarniento político y
militar japonés tuvo desde luego un profundo y espectacular éxito» .

Tuvo también éxito durante el período Tokugawa, cuando la
tradición militar inculcada desde arriba había obtenido las respuestas deseadas
de abajo. Los repetidos intentos de innumerables plebeyos (heimin) a lo largo de
toda la era feudal de llegar al nivel privilegiado del guerrero quedaron
registrados en muchos documentos. Aunque tales ambiciones fueron oficialmente
desalentadas, la posibilidad de adopción por un clan militar existió -muchos
ricos comerciantes estaban dispuestos a desprenderse de sustanciales sumas a
cambio del derecho a tener la insignia de un clan guerrero bordada en sus
mangas.

Cuando el estatus deseado no era accesible, cualquier cosa que
se le pareciese, por remotamente que fuera, servía para satisfacer la mayoría
de las aspiraciones. Todas las asociaciones de plebeyos, tanto si eran de
agricultores, comerciantes o artesanos (incluso el clero), estaban organizadas
según el modelo vertical de la clase militar, un modelo que conectaba la
antigua estructura de clan al período contemporáneo, dotándolo así de un aura
de antigüedad que, en Japón (al igual que en muchos otros países), lo
divinizaba.

Incluso antes de la restauración Meiji, la tradición militar
había impregnado el conjunto de la vida japonesa hasta el extremo de perder su
identificación original con una sola clase. Que se convirtiese en la única
tradición de cada súbdito japonés quedó demostrado por el hecho de que, cuando
la clase militar intentó una vez más quitarle poder al emperador, los ejércitos
de «samurai espada en ristre» fueron aplastados en los campos de batalla por un
ejército imperial cuyas filas estaban compuestas por reclutas procedentes de
todas las clases sociales, incluidos muchos campesinos. El aplastamiento de una
de estas rebeliones, después de 1868, escribió Browne.

Significó mucho más que el colapso de la oposición feudal al
gobierno y al nuevo orden. En el conflicto, los soldados regulares como
Hidenori Tojo y los reclutas que lucharon junto a ellos demostraron que el
valor y la capacidad militar que había hecho de la elite samurai unos guerreros
tan formidables podían encontrarse en todos los niveles de la nación .

A partir de entonces, doblegándose a la conveniencia, los
líderes de la clase militar reconocieron gradualmente que cada uno de los
súbditos japoneses era heredero de la tradición que ellos habían considerado
como propia durante tantos siglos, y comenzaron a exhortar a sus compatriotas a
pensar en Japón como una nación de guerreros. Al mismo tiempo, descubrieron
nuevos y efectivos medios de traducir esa tradición en modelos políticos de
conducta, que la nación adoptó y aplicó con un celo irresistible en países
tales como Manchuria, China, Malasia y las Filipinas.

Estos modelos persistieron sin muchas dificultades hasta la rendición de Japón
el 2 de septiembre de 1945, cuando se hizo evidente que la derrota del esfuerzo
militar japonés había precipitado el colapso no sólo de una firme creencia en
una particular política de gobierno, sino realmente del entero universo moral
de la nación japonesa. La identificación entre política de gobierno, sujeta a
los caprichos de las conveniencias políticas y militares, y la moralidad de la
nación, que posee una naturaleza más estable y tiene intereses colectivos
profundamente enraizados que promover y defender, se había vuelto tan absoluta
en Japón que la derrota en el campo de batalla dejó a la mayoría de los
japoneses «completamente desorientados» . Les parecía increible 10 que el
destino les había deparado a los herederos de un pasado divino, una nación
cuyos orígenes se remontan al principio de la historia humana, o que el
«camino» (michi} de la raza no hubiese triunfado sobre todos los demás, que,
siendo extranjeros, habían sido automáticamente considerados imperfectos.

Hoy en día, estudios de muchas clases -antropológicos,
sociológicos, políticos y religiosos- han documentado (y continúan haciendo un
seguimiento) de la sorprendente recuperación de Japón de los desastrosos
efectos de la Segunda Guerra Mundial. El lado positivo de su tradición ayudó a
los japoneses a «soportar lo insoportable» y a enfrentarse con valentía ya
sobrevivir a la ocupación, a estrechar sus diezmadas filas ya reconstruir una
industria en ruinas, así como a recuperar con rapidez una posición de
preeminencia en el mundo moderno. Las virtudes militares del pasado se
aplicaron para la reconstrucción con la intensidad que había hecho de los
japoneses temibles enemigos en el campo de batalla, convirtiéndolos, esta vez,
en hábiles e incansables competidores en los mercados mundiales.

Pero el espíritu del bushi parpadea inquieto en los oscuros
rincones del alma japonesa. Dore, en su estudio de la vida en las ciudades de
Japón, ha destacado en detalle la tremenda dificultad hallada por los japoneses
en su intento de trasladar su concepto de moralidad y valores tradicionales de
la ética social del país, enraizada en la interpretación feudal de la realidad
propuesta e impuesta por el bushi, a una moralidad individual basada en una
interpretación personal de la realidad y en la responsabilidad individual de
cada hombre dentro de ella. Hoy todavía, la vida de un súbdito japonés está
dominada por la sociedad, de la misma manera que la vida de un hombre reclutado
está dominada por el ejército. Quizá más que en ninguna otra parte del mundo, la
solidez de la sociedad japonesa, como el protector pero monolítico abrazo de un
ejército moderno (o de un clan militar de otros tiempos), dicta desde arriba y
desde fuera lo que hay que creer, el modo en que deben estructurarse las
relaciones y cómo deben comportarse los individuos a fin de cumplir con sus
obligaciones.

Se sigue poniendo énfasis en los deberes, mientras se silencian los derechos,
que todavía buscan su expresión concreta en nuevas leyes o costumbres y, sobre
todo, en una nueva convicción espiritual del valor y la independencia del
individuo dentro del grupo, partiendo de lo profundo del ser individual -una
convicción que le mantendrá cuando su grupo y sus líderes, en su evolución
histórica, atraviesen las trágicas crisis que afligen a todos los grupos
nacionales. Esta certeza espiritual no necesariamente debe coincidir con los
dictados externos del grupo, expresados en leyes o costumbres, y puede incluso
estar en oposición a los pronunciamientos hechos en nombre del grupo por los
individuos en el poder.
En Japón, quizás hasta un grado raramente encontrado en otras culturas
sofisticadas del pasado o del presente, «la moralidad no emerge de las
profundidades del individuo» , sino que hay que buscarla todavía en otros
lugares de la sociedad -identificándose así fácilmente con un poder externo y
suplantada por él. Sin embargo, en este contexto hay que añadir que la sociedad
japonesa no es (ni ha sido nunca) la única en enfrentarse a este problema.

La tradición clásica, es decir, la tradición militar del país,
confronta a los japoneses actuales. Las expresiones artísticas de esta
tradición son muy reveladoras. El valeroso sirviente de un señor feudal, el muy
proclamado samurai, o el guerrero independiente sin señor, el ronin, todavía se
abre camino a través de un laberinto de maldad con cortantes espadas en los
kabuki y en incontables películas de aventuras (chambara). Dore nos cuenta que
incluso hoy, en barrios tales como Shitayamacho, los vendedores aparecen
vestidos como los samurai y gritan las virtudes de sus productos usando la dura
jerga de los guerreros Tokugawa.

El modelo marcial de la tradición feudal puede ser detectado todavía por
observadores occidentales del mundo de los negocios japonés actual en esta
peculiar relación entre el patrón, por un lado, con su paternalista pero
autoritaria actitud, y los empleados en sus ordenadas pero febrilmente
dedicadas filas, por el otro. Se refleja en la formación de complejos
industriales colosales que se han ganado «tanto el miedo como la envidia» en el
extranjero, ofreciendo su potencia combinada con una sorprendente similitud con
los carteles anteriores a la guerra (zaibat- su). En este contexto, la mayoría
de los analistas de la industria japonesa, de hecho, se han dado cuenta de que
el elemento que ha funcionado extremada- mente bien para los japoneses ha sido
su clásico «enfoque tradicional» aplicado a la productividad industrial.

De Mente nos dice, en la página 51 del ejemplar de marzo-abril de 1970 de
Worldwide Projects and Industry Planning (Proyectos mundiales y planificación
industrial), que estudios llevados a cabo por el Oriental Economist (Economista
oriental), en 1968 y 1969, revelaron que las más grandes corporaciones en Japón
nunca habían abandonado el sistema tradicional de dirección, «sino que en
realidad lo habían reforzado a lo largo de los últimos 10 años». Este sistema
sigue, en esencia, tal como ha sido durante siglos: un sistema de clan vertical
bajo la guía del líder patriarcal, ocupado en trabajar suave y eficientemente
para el bienestar del «clan». Esta omnipresente conciencia del pasado en todas
las formas de la vida japonesa, según Dore, «no es sorprendente a la vista de
lo reciente del pasado feudal, contrastando tan claramente con todo el tenor de
la vida urbana moderna» .

No es de esperar que esta conciencia desaparezca ni sea
reemplazada por una concepción organizada con menor rigidez de la soledad del
hombre en el corazón de la creación, por una mayor conciencia del yo como un
agente responsable capaz de tomar decisiones individuales que puedan chocar
contra los dictados del clan, el hogar, la familia o, finalmente, la sociedad,
mientras esa tradición feudal no haya sido re evaluada y redefinida. «La
«tradición real», escribe Y ves Montcheuil, «es constitutiva, no constituida .
Se desarrolla a medida que los hombres evolucionan individual, y
colectivamente. Se adapta a las ~uevas circunstancias de tiempo, lugar y
cultura, y estimula nuevas respuestas que se convierten ellas mismas en parte
de esa tradición.
No fuerza al presente a convertirse en un molde rígido del pasado, ni se aplica
inflexiblemente a los valores presentes desarrollados durante una era que
constituyó solamente una fase del desarrollo nacional. Una tradición
constantemente enriquecida y enriquecedora, resumiendo, no impone un sistema de
ética desarrollado y aceptado por los clanes militares del Japón feudal sobre
todo el país y, progresivamente, sobre el resto del mundo bajo principios
profesados de hermandad y armonía universal dentro de la familia humana
(hakko-ichiu).
Este sistema de ética, este código marcial, representaba sola- mente una
interpretación particular de la realidad y del papel del hombre en ella.
Incluso una rápida mirada a la historia japonesa, al fin y al cabo, proporciona
amplia evidencia de que otras interpretaciones precedieron y luego coexistieron
con las de la clase militar -interpretaciones que tuvieron menos éxito quizás
en el modo de enseñar a un hombre a usar una espada, pero que no por ello
fueron menos admirables y con frecuencia más útiles para ayudarle a comprender
el verdadero dilema de su existencia.

Considerando la gran trascendencia asignada por los japoneses a su
tradición militar, el calificativo de «marcial» (bu) tan liberalmente atribuido
a casi todas las especializaciones del arte del combate en la doctrina del
bujutsu halla su propia justificación semántica. Se aplicó mucho más
selectivamente durante la época feudal, cuando el guerrero generalmente la
usaba refiriéndose a aquellas artes que constituían su prerrogativa profesional
o cuando la extendió para incluir otras artes todavía estrictamente asociadas
con la primera. Su uso aumentó con la progresiva expansión de la tradición
militar entre todas las clases de los súbditos japoneses y con su empeño por
identificarse totalmente con ella.

Es innegable que el guerrero feudal desempeñó el papel principal
en el escenario nacional japonés. Fue él, al fin y al cabo, quien usó aquellos
métodos de combate, frecuentemente con una habilidad consumada, mientras se
afanaba por alcanzar el poder frente a una armada e igualmente determinada
oposición. Es cierto también que, consecuentemente, fue el activador indirecto
de un interés intenso en el bujutsu por parte de los miembros de otras clases
de la sociedad japonesa, que se vieron forzados a aprender sus métodos o a
inventar otros nuevos si deseaban competir con él aunque fuera por una
apariencia de influencia política, para desafiar su posición de privilegio
exclusivo o meramente para defenderse a sí mismos contra sus excesos o contra
su incapacidad para defenderlos de la criminalidad.

Puesto que no siempre, ni en todas las partes del país, fue capaz el guerrero de
imponer totalmente su interpretación de la ley y el orden. En tales casos, los
ciudadanos se veían forzados a depender en gran medida de sí mismos y de sus
organizaciones civiles en un esfuerzo por salvaguardar sus vidas y propiedades.

El bushi, sin embargo, continuó siendo el principal practicante
del bujutsu, puesto que siempre que se vio expuesto a nuevos métodos de combate
ideados para minimizar o reducir su propio poder militar fue forzado a
aprenderlos con el fin de sobrevivir.

El ejemplo más notorio de esta necesidad lo facilitaron sus dificultades con la
población de las islas Ryukyu. Fue en estas islas -según una teoría predominante
en la doctrina- donde aprendió lo inadecuado que su armadura y su colección de
armas tradicionales (que hasta entonces le habían ganado el respeto de los
guerreros enemigos en Corea) podían ser, cuando se enfrentaban a las manos y
los pies desnudos de un campesino suficientemente desesperado y adecuadamente
entrenado en las antiguas técnicas chinas de ataque. Estos métodos, de los que
se dice que tuvieron su origen en los distantes confines de Asia (India, China,
Tibet), ayudaron a los hombres a desarrollar su habilidad para golpear o atacar
con las manos, los pies y otras partes del cuerpo.

El bushi quedó, por consiguiente, atrapado en una espiral
ascendente. Tuvo que practicar métodos tradicionales de combate y seguir
aprendiendo otros nuevos -de un modo similar al estamento militar moderno, que
continúa ideando nuevos métodos de destrucción, aun cuando éstos pronto quedan
obsoletos, lo cual, a su vez, exige el desarrollo de métodos todavía más
destructivos, hasta el infinito. En cualquier caso, tal como se ha señalado
antes, después del siglo XVI sólo el bushi tuvo el derecho legal, y suficiente
tiempo, para practicar y perfeccionar diversos métodos de bujutsu. Las
principales escuelas de artes marciales solían estar dirigidas, de hecho, por
maestros de armas pertenecientes a un clan, o por guerreros independientes a
los que el señor del distrito les había concedido permiso para enseñar (a
cambio de unos honorarios). Estas escuelas conservaban registros de sus
estudiantes y métodos, facilitando así una continuidad en el proceso de
expansión y desarrollo de ciertas artes que otras escuelas, más alejadas de la
dimensión militar, no poseían -tal carencia dio con frecuencia como resultado
la desaparición de ciertas escuelas y métodos, que nos han dejado únicamente
referencias fragmentadas para indicar que existieron alguna vez.

Por último, las disciplinas modernas de combate sin armas, que
se han hecho famosas con sus nombres japoneses en todo el mundo, fueron
desarrolladas por maestros que reconocieron su deuda respecto al bujutsu de la
antigua clase militar japonesa. En realidad, y con sólo unas pocas excepciones,
estos maestros parecen enorgullecerse de que existan nexos entre ellos misticos
y sus innovaciones en el arte del combate, con una tradición que posee un
indefinible e irresistible carisma derivado de su misma antigüedad. Incluso en
aquellos casos en que los maestros modernos destacan las diferencias entre sus
métodos y otros (tanto antiguos como modernos), las diferencias que-convierten
a sus métodos en únicos y por tanto en una aportación al bujutsu en lugar de
ser meras repeticiones de sus antiguas teorías y prácticas, su posición dentro
de una corriente tradicional bien definida es, por implicación, inequívocamente
clara. Los únicos y, por supuesto, raros casos de una ruptura clara con esta
tradición tienen lugar cuando las premisas básicas del bujutsu como arte de
combate, como arte de guerra y subyugación violenta, son negadas y sus técnicas
transformadas en artes de pacificación e inofensiva neutralización.

Bujutsu VII – El arte de la guerra

De: alexander ojosabiertos.org
Fecha: Mié Nov 10, 2004 5:36 am
Asunto: El calificativo de «marcial» (bu) y el arte de la guerra -Parte VII xandersukey

El calificativo de «marcial» (bu) y el arte de la guerra

Tal como se ha indicado en los párrafos anteriores, el adjetivo «marcial» está semánticamente ligado a empresas militares y, por tanto, a la función principal de los militares como clase: hacer la guerra. En este sentido, ¿podemos decir que todas las especializaciones del arte del combate deben considerarse como artes de guerra?

Es obvio, incluso con una mirada superficial a la diversas especializaciones y
subespecializaciones relacionadas en nuestro cuadro preliminar, que no todos
estos métodos pueden ser usados con eficacia en el campo de batalla; en
consecuencia, el calificativo general de «marcial» o bien es inexacto o bien
descansa sobre fundamentos no directamente relacionados con una efectividad
práctica sólo dentro de las amplias dimensiones del arte de la guerra general.
Los primeros cronistas del bujutsu, al fin y al cabo, establecieron una especie
de distinción al relacionar las especializaciones siguientes del arte del
combate como artes exclusivas del guerrero, y por tanto como artes de la
guerra: tiro con arco, lanzas, esgrima, equitación, fortificaciones, y el uso
de armas de fuego y náutica militar (que incluía la natación).

Entre los métodos de combate desarmado usado por el guerrero de un modo
subsidiario, los mismos cronistas mencionan el arte de la flexibilidad, o
jujutsu. En estos documentos militares se omite un número sustancial de
especializaciones -un hecho que no debería sorprendemos, puesto que desde el
punto de vista de un guerrero el arte del abanico de guerra difícilmente puede
compararse con el tiro con arco, ni el arte del palo de madera con la ciencia
de las armas de fuego. ¿Por qué, entonces, esta determinación tan aparente en
la doctrina general del bujutsu, y tan ampliamente desplegada por casi todos
los maestros de artes y disciplinas de combate, de usar el adjetivo «marcial»
(bu) para calificar todos estos métodos?

Al menos una respuesta parcial, creemos, puede obtenerse examinando la importancia asignada por los japoneses a la tradición militar en la historia de su país. Sin embargo, antes de pasar a discutir estas tradiciones en los párrafos siguientes, hemos de reiterar brevemente que el arte de la guerra como estrategias que implican a grandes cantidades de hombres en confrontaciones masivas en el campo de batalla no forma parte de este estudio. Aquí, nuestro principal interés se centra en el combate individual: el arte de la confrontación directa y personal entre dos ( o unos pocos) hombres y las armas, las técnicas, y las actitudes usadas al respecto. No debemos zambullimos en los debates doctrinarios relativos al grado de sofisticación del arte de la guerra japonés, que, en opinión de ciertos autores, era más bien rudimentario.

Brinkley, por ejemplo, al describir a los guerreros individuales del Japón como
componentes de «la mejor unidad de combate de Oriente, probablemente una de las
mejores unidades de combate que el mundo haya producido», añadía en el mismo
párrafo que «fue, quizá, debido a esta excelencia que sus capitanes no pasaron
de ser unos tácticos mediocres» (Brinkley[l], 1972). Pueden encontrarse
referencias repetidas en tratados antiguos sobre el arte de la guerra, del alto
nivel de desarrollo del arte de la guerra en China y de sus principales
teóricos, tales como el general Suntzu, que repetidamente puso de relieve el
carácter social masivo del combate en la guerra y el absoluto predominio de las
masas y de la logística para derrotar al enemigo.

Pero en los siglos precedentes al período Momoyana ( 1568-1600), los ejércitos
japoneses estaban todavía «formados por pequeñas bandas independientes de
soldados que luchaban más como individuos que como unidades de una formación
táctica» . Este era el modo en que el guerrero Japonés de un clan luchaba
contra los guerreros de otro clan; éste el modo en que luchó contra los coreanos durante la primera, legendaria, invasión del continente asiático, y ésta fue la manera en que se enfrentó a las hordas mongolas invasoras en 1274 y en 1281.

El carácter individual del arte de la guerra resultaba todavía
mucho más evidente en las colosales confrontaciones en Sekigahara, presenciadas
por William Adams (1564-1620), y en el castillo de Osaka en 1615. El «Japón
feudal», concluye Wittfogel, quizás un poco a la ligera, «igual que la Europa
feudal, no logró desarrollar el arte de la guerra» .

El carácter individual del arte de la guerra en el Japón feudal, tan románticamente resaltado en las sagas nacionales y por cronistas de la época, ciertamente facilita nuestro estudio de las especializaciones particulares del bujutsu, ya que nos permite adoptar la individualidad de la confrontación directa y personal como nuestro principal término de referencia.

A su vez, la matriz de nuestro estudio de todas las posibles aplicaciones del
bujutsu será el encuentro hombre a hombre -tanto en el campo de batalla como en
las calles de una populosa ciudad, en una solitaria carretera de montaña o en un
templo, o incluso dentro de los confines de la casa de un hombre. y esto facilitará también nuestra inclusión de todas las armas, técnicas y actitudes ideadas para resolver los problemas de la confrontación individual.

Bujutsu VI – Exponentes

De: alexander ojosabiertos.org
Fecha: Mié Nov 10, 2004 5:34 am
Asunto: El calificativo de «marcial» (bu)- Parte VI xandersukey

El calificativo de «marcial» (bu) y los exponentes del bujutsu

El extendido y general uso del calificativo marcial por los
autores occidentales cuando tratan del arte del combate (aunque ciertamente
basándose en documentos japoneses) puede dar lugar a confusión. Podemos con
facilidad suponer erróneamente, por ejemplo, que el guerrero (bushi) del Japón
feudal, el prototipo del hombre militar , fue el único inventor de estas artes
o que era el único que las practicaba. «Marcial» está, por supuesto,
etimológicamente relacionado con Marte, el dios romano de la guerra, y en
consecuencia con la guerra, los guerreros, las actividades militares y los
soldados. Por tanto, esta suposición puede llevarnos también a calificar las
especializaciones del arte del combate como artes de la guerra, asociándolas en
consecuencia más con el campo de batalla y con las intervenciones masivas de
hombres y material que con confrontaciones individuales. Ninguna de estas
suposiciones, sin embargo, sería del todo correcta.

Para empezar, el guerrero japonés de la era feudal no fue el único practicante
del bujutsu, ni fue tampoco, en absoluto, el único inventor de sus
especializaciones. Su identificación predominante con el guerrero japonés por
excelencia puede retrotraerse, con un cierto grado de precisión, hasta el año
1600, cuando el clan militar de los Tokugawa se hizo con el poder y,
organizando enérgicamente a todos los demás clanes importantes en una clase
separada con deberes, derechos y privilegios separados, exaltó y elevó a sus
miembros, de jure y de facto, por encima de los miembros de todas las demás
clases sociales. Antes del año 1600, sin embargo, la historia japonesa
proporciona abundantes pruebas de que, durante los tiempos de los clanes (uji)
originales y los nobles o aristócratas (kuge) de la corte en Nara y Kioto, la
distinción entre el agricultor miembro de un clan, el artesano y el comerciante
(incluido el sacerdote miembro de un clan) y el guerrero miembro de un clan
aparentemente no estaba tan claramente perfilada como lo estuvo durante la era
feudal.

En los tiempos precedentes a la consolidación del país en la
sociedad rígidamente estratificada de los Tokugawa -que convirtieron el paso de
una clase a otra entre los plebeyos (heimin) en extremadamente difícil y la
admisión de un miembro de otra clase en la clase militar ( buke ) casi imposi-
ble-, las líneas de demarcación entre clases no eran estrictas. Hasta el mismo
final del siglo xv, tal como señala Cole en su estudio de Kioto durante el
período Momoyama, «casi cualquier hombre de talento podía labrarse una carrera
por sí mismo»

El decreto que desarmaba a todos los plebeyos y al clero
militar, emitido el séptimo mes, del octavo día de Tensho (1588) por el sucesor
de Nobunaga, Hideyoshi, nos da la prueba más clara y reveladora de que muchos
plebeyos no solamente habían poseído armas tales como arcos y flechas, lanzas y
espadas, sino que evidentemente habían estado bien versados en su uso. «La
posesión de instrumentos de guerra», admitía francamente el decreto, «dificulta
la recogida de impuestos y deudas y tiende a fomentar las sublevaciones». De
este modo, Hideyoshi procedió a privar a todas las demás clases de aquellas
opciones marciales que su propia clase había encontrado tan efectivas. Durante
los siglos que llevaron al absoluto predominio de la clase militar, de hecho,
su derecho a gobernar fue con frecuencia desafiado vehementemente, en especial
por las órdenes militares de sacerdotes y monjes budistas, que al final
tuvieron que ser masacradas en masa durante los períodos Ashikaga (Muromachi) y
Momoyama antes de fuera posible dejar de considerarlos como oponentes efectivos.

La suposición de que los miembros de la clase militar fueron los
únicos practicantes e intérpretes del bujutsu es incluso menos válida en
relación con aquellos métodos menores de combate que implicaban el uso de
instrumentos de madera tales como el palo (o incluso el propio cuerpo humano)
como principales armas de combate. Durante la era feudal japonesa, florecieron
numerosos métodos de utilización de estas armas, particularmente tras el
establecimiento de la dictadura militar Tokugawa.

Las escuelas de artes marciales frecuentadas por los samurai incluían a menudo
un número determinado de estas artes en sus programas de entrenamiento, pero
resulta también muy evidente en la doctrina del bujutsu que fueron practicadas
con igual fervor y dedicación por miembros de otras clases. Incluso un poeta,
el famoso Basho, se dice que había estado versado en el manejo del palo (bo ),
e inmumerables ermitaños, abades y filósofos, así como plebeyos de todas
clases, podían usar sus palos o caños con una especial aptitud y mortífera
precisión -incluso contra espadas. En ciertos casos, a esta gente se les
reconocía como los fundadores de especializaciones particulares del arte del
combate que incluso al gueuero le impresionaban lo suficiente como para
incluirlas en su propio programa de preparación militar. La habilidad de
ciertas sectas religiosas en el uso de los puños y los pies está ampliamente
documentada no sólo en las crónicas chinas, sino también en manuscritos
escritos por maestros japoneses que afirmaban haber estudiado sus métodos de
combate desarmado en China.

En realidad, respecto a aquellas artes marciales que, por ley,
sólo los guerreros podían practicar -tales como la esgrima (kenjutsu) y la
lucha con lanzas (yarijutsu)- hallamos pruebas de que miembros de otras clases
las practicaron y las aplicaron contra los propios guerreros, aunque sólo ellos
tenían el derecho legal de poseer y usar tales armas. Muchos de estos usuarios
ilegales eran evidentemente proscritos de la clase militar. Pero otros muchos
no, y éstos con frecuencia formaban la columna vertebral de tales grupos, como
por ejemplo las famosas bandas de soldados profesionales contratados por
mercaderes para proteger los transportes de sus mercancías de los ataques de
bandidos o para vigilar almacenes, o los grupos de guardaespaldas emplea- dos
por patronos que necesitaban y podían permitirse el coste de la protección, o
las asociaciones de guardianes contratados por agricultores para proteger las
cosechas cuando éstas tenían lugar.

Estos guerreros no eran reclutados sola- mente entre los rechazados de la clase
militar (aunque, naturalmente, estos hombres constituían una fuente importante
de mercenarios guerreros). Durante el declive de los Tokugawa, por ejemplo, «El
jefe número uno de Tokaido», Jirocho de Shimizu (1820-1893), que controlaba los
bajos fondos del lugar, pertenecía a la clase de los mercaderes. Los orígenes
del jovial Ishimatsu, sin embargo, uno de sus lugartenientes, cuya violenta
muerte a manos de asesinos tras una prolongada lucha con espadas en el bosque
les costó muy cara a éstos, eran tan oscuros que ni siquiera se documentaron.
Retrocediendo todavía más en el tiempo, hasta el principio de la era Tokugawa,
época de un control más rígido, el famoso Chobei de Banzuiin, jefe del
Otokodate en Edo, era un chonin (ciudadano ), no un sirviente militar

Bujutsu V

De: alexander ojosabiertos.org
Fecha: Mié Nov 10, 2004 5:31 am
Asunto: Definicion de bujutsu – Parte V xandersukey

Definición de bujutsu y sus especializaciones

La larga historia y la compleja tradición del arte japonés de combate están encarnadas en una diversidad de formas, métodos y armas, cada uno
de los cuales constituye una particular especialización de este arte. Cada
especialización, a su vez, es conocida como un jutsu, una palabra que puede ser
traducida como «método», «arte» o «técnica» y es indicativa del modo o modos
concretos en que se ejecutan ciertas acciones. Históricamente, cada arte o
método ha desarrollado ciertos procedimientos o modelos que lo han distinguido
de los procedimientos y modelos de otras artes. En el contexto del arte japonés
de combate, por tanto, una especialización consiste en un método particular
sistemático de usar un arma específica.

Con mucha frecuencia, una especialización de combate se
identificaba con el nombre del arma usada por sus practicantes. Un ejemplo de
este sistema de identificación sería el kenjutsu -es decir, el arte (jutsu) de
la palabra (ken). Sin embargo, un método de combate puede identificarse también
por el modo concreto funcional de usar un arma para lograr la subyugación de un
oponente. Entre las especializaciones del arte de combate sin armas, por
ejemplo, el jujutsu identifica el arte (jutsu) -es decir, el arte de usar la
fuerza del oponente para derrotarle a él mismo. Con frecuencia, una
especialización principal de combate da lugar a subespecializaciones, muchas de
las cuales, mediante un constante refinamiento, mejoran de manera eficaz el
método original hasta el punto de sustituirlo por completo, convirtiéndose así
en especializaciones de combate independientes de las mismas. En tal caso, la
su especialización generalmente se indentificará mediante el nombre de su rasgo
principal. Kenjutsu, el arte de la espada, por ejemplo, siguió desarrollándose
hasta convertirse en una mortífera especialización conocida como iaijutsu -el
arte (jutsu) de desenvainar (iai) y simultáneamente cortar con la espada; fue
también la matriz del nito-kenjutsu, el arte (julsu) de esgrimir con dos (nito)
espadas (ken). Finalmente, una especialización puede indentificarse con el
nombre del maestro que ha ideado su propio estilo de lucha o con el nombre de
la escuela donde se enseñó este estilo concreto.

Las especializaciones del arte japonés de combate que tienen
particular relevancia para este estudio son aquellas que fueron desarrolladas y
llevadas hasta el más alto grado de perfección sistemática durante el período
feudal de la historia japonesa.

Este período abarca un lapso de aproximadamente nueve siglos, desde finales del
siglo IX y principios del siglo x hasta el siglo XIX -más concretamente, hasta
el año de la restauración Meiji (1868), cuando, de un modo característicamente
japonés, la era feudal fue declarada formalmente concluida. Durante los siglos
de dominio de los Tokugawa (1600 a 1867 ), las especializaciones del arte de
combate heredadas de anteriores eras de conflictos fueron profundamente pulidas
y perfeccionadas por un sistema de estudio sorprendentemente moderno en sus
métodos de experimentación y observación; al mismo tiempo, se idearon y
aplicaron nuevas especializaciones para ayudar a resolver los eternamente
precarios problemas de combate. La era de paz relativa impuesta mediante la
fuerza por los Tokugawa, de hecho, hizo posible que muchos maestros del arte
del combate investigaran profundamente los misterios y técnicas de la
confrontación violenta y probaran sus descubrimientos sin la reprimida, y por
tanto extremadamente virulenta y explosiva, realidad del combate individual
(siendo las batallas a gran escala muy pocas y muy separadas unas de otras en
el tiempo).

En la doctrina de las artes marciales japonesas encontramos
largas listas de I especializaciones de combate. Suelen estar divididas
sistemáticamente de I acuerdo con los particulares puntos de vista del autor
que las discute. Ciertos autores, por ejemplo, hacen una clara distinción entre
aquellas especializaciones formalmente practicadas por los guerreros japoneses
(bu-hi) y aquellas que despreciaron porque eran practicadas por los miembros de
otras clases, «inferiores», dentro de la jerarquía rígidamente estratificada de
la nación japonesa. Otros autores las dividen en categorías armadas y
desarmadas de acuerdo con el predominio de las armas mecánicas o anatómicas
como instrumentos principales de combate.

Con el fin de dar al lector una visión panorámica de las
especializaciones del guerrero en el arte del combate individual, nos hemos
impuesto relacionar en la tabla 1 el mayor número posible de los diversos julsu
que hemos descubierto en la doctrina. El único intento que hemos hecho para
clasificarlos en este momento es dividirlos en dos grupos principales -armados
y desarmados-, subdividiendo el primero en tres categorías según la importancia
y prestigio que tradicionalmente se les ha asignado dentro de la cultura del
Japón feudal. No hemos intentado facilitar una traducción específica de cada
nombre usado en la doctrina japonesa para identificar una especialización
particular de bujutsu o una de sus posibles subespecializaciones, puesto que
pueden usarse muchos nombres diferentes para identificar el mismo método básico
de combate.

Es obvio que la nomenclatura japonesa presenta un conjunto
inicial de problemas en la identificación de estos jutsu, puesto que son muchos
los nombres que implican o se refieren a conceptos y funciones de una naturaleza
más bien compleja y esotérica hasta el punto de desafiar los intentos por
establecer una clara identificación en inglés, sin un examen preliminar de
estos conceptos y funciones.

Al cuerpo entero de estas especializaciones, el arte genérico de
combate, se le da la mayoría de las veces la denominación de bujutsu. Esta
palabra es la transcripción fonética de dos ideogramas chinos, (bu) y (jutsu).
Incluso en los primeros documentos escritos de la nación japonesa, bu se
empleaba para denotar la dimensión militar de su cultura nacional,
diferenciándola, por ejemplo, de la dimensión pública (ko) o la dimensión civil
(bun), relacionadas ambas principalmente con las funciones de la corte imperial.
Bu aparece así en las palabras compuestas buke y bumon para identificar
«familias militares», a diferencia de kuge y kugyo (siendo ku una variación
fonética de ko) que hace referencia a «nobles públicos». Bu aparece también en
bushi, «nobles militares», y en buke seiji, «gobierno militar», ambas
claramente diferenciadas de bunji y bunji seiji, «nobles» y «gobierno civil».
Incluso después de que la clase militar, tras la toma del poder nacional,
quedase enfangada en su propia burocracia, las asociaciones semánticas
originales con bu continuaron en un grado considerable. Tal como señala un
investigador:

En lenguaje contemporáneo, el shogunato Tokugawa fue un ejemplo concreto de buke
seiiji o bumon seiiji, es decir, «gobierno militar». En general, esa expresión
significaba gobierno por los soldados, o al menos por oficiales cuyos títulos
implicaban mando militar. Sugería el sentido filosófico de un gobierno que se
basaba para su control en la fuerza o en la amenaza de la fuerza.

Combinada con jutsu, que, tal como se ha indicado antes, puede
traducirse literalmente como «técnica», «arte» o «método», bu se usa para
representar la idea de técnica o técnicas militares (poniéndose de manifiesto
el plural por el contexto en que se usa), artes militares, o métodos militares.
Puesto que el aspecto militar de la cultura japonesa estaba casi totalmente
dominado por la figura del guerrero feudal japonés (el prototipo del hombre
luchador, conocido como bushi o samurai), el término bujutsu fue, y en gran
medida todavía es, empleado para denotar las técnicas, artes y métodos de
combate desarrollados y practicados principalmente (si no exclusivamente) por
los miembros de la clase militar. Por implicación semántica, por tanto, el
término bujutsu identifica las artes marciales de Japón.

Había, naturalmente, otros términos empleados por la doctrina de
estas artes a fin de intentar expresar tan clara y específicamente como fuera
posible su naturaleza y finalidad. La palabra bugei, por ejemplo, es una de
éstas -formada por la combinación del ideograma bu (militar, marcial) y el
ideograma gei (método, logro). Bujutsu, sin embargo, parece estar más
particularmente relacionada con la naturaleza técnica y la funcionalidad
estratégica de estas artes, con el instrumental «como», o camino, en que estas
técnicas de combate alcanzaban su propósito, mientras bugei parece ser un
término más genérico y global, incluyendo e implicando técnicamente formas muy
especializadas de bujutsu, así como varias subespecializaciones.

La palabra bujutsu, por tanto, se usa en la doctrina japonesa
del arte de combate para representar todas aquellas especializaciones del arte
general de combate practicado por el guerrero japonés, así como por varios
miembros de otras clases sociales que practicaban cualquiera de las artes de
combate individuales. El bujutsu, queremos destacar, está especialmente
relacionado con los aspectos prácticos, técnicos y estratégicos de aquellas
artes, indicadas con el ideograma de la técnica. Cuando estas especializaciones
se pretende que sean disciplinas con una finalidad o propósito de una naturaleza
más educativa o ética, «técnica» se convierte en «camino» ( do ), que significa
la «senda» hacia una realización más espiritual que puramente práctica.

El criterio usado por los autores para decidir si una
especialización debe incluirse en este estudio es como sigue: debe haber
ocupado una posición de importancia tradicional en la cultura feudal japonesa;
debe ser estratégicamente relevante en y para el combate individual, y, por
último, debe haber sido ampliamente conocida y practicada.

El orden seguido en la presentación de las diversas artes marciales asigna una
posición de prioridad al tiro con arco, la utilización de lanzas, la esgrima,
la equitación y la natación con armadura, puesto que el principal protagonista
de la historia japonesa, el guerrero o bushi, practicó estas artes con carácter
profesional. La discusión de estas especializaciones, denominadas «artes
marciales mayores», irá seguida por un examen de las otras artes, llamadas
«artes marciales menores», tales como el arte del abanico de guerra y el del
palo, que también fueron considerados tradicionales, así como estratégicamente
importantes y muy populares entre los miembros de algunas otras clases de la
sociedad japonesa. Por último, examinaremos varias especializaciones del arte
del combate que no satisfacen simultáneamente los tres criterios mencionados
antes y, por tanto, reciben la denominación de «artes colaterales de combate».
La ciencia de las armas de fuego (hojutsu), la de la fortificación (
chikujojutsu ) y la del despliegue en el campo ( senjutsu ) se han excluido de
este estudio puesto que están relacionadas más específicamente con el arte de
la guerra más con el arte del combate colectivo que con el arte del combate
individual.

T odas estas especializaciones mayores, menores y colaterales de
bujutsu están clasificadas como armadas puesto que se basan predominantemente
en el uso de armas o surtidos de armas, que las distinguen de aquellas
especializaciones del arte del combate en las que el arma principal era una o
varias partes del cuerpo humano.

Además de un análisis de los antecedentes históricos, la
discusión de cada arte incluye un estudio de sus factores característicos,
tales como las armas empleadas, las técnicas particulares o los medios de
emplearlas, la actitud mental adoptada para enfrentarse al combate con
confianza y el tipo de potencia o energía necesaria para usar aquellas armas
adecuadamente -todos los factores que se mezclan en la formación del arte y
garantizan su eficacia estratégica en combate, así como su importancia como
contribución a la teoría del combate.

Los autores han dividido los factores antes mencionados en dos categorías: la
primera incluye factores tales como las armas y las técnicas de cada
especialización, que pueden calificarse como exterinres o externas puesto que
son fácilmente percibidas; la segunda abarca factores tales como el control y
el poder mental, que pueden no ser visualmente ( o inmediatamente) tafi
impresionantes como los factores de la primera categoría, pero que determinan,
desde dentro, el grado de eficacia de ambas, las armas y las técnicas. Esta
segunda categoría de factores, por tanto, contiene los factores internos o
interiores del bujutsu.

La razón principal para tratar estos factores por separado es que mientras las
armas y las técnicas de bujutsu diferían hasta cierto punto en la estructura y
funcionalidad de una especialización a otra, la actitud y el poder mental
necesarios para controlarlas desde dentro parecen haber sido sustancialmente
idénticos. Por ello, se decidió ilustrar estos factores internos por separado y
como un todo sistemático, evitando una repetición de conceptos e ideas que son
básicamente uniformes en las diversas especializaciones. Aun así, se hacen
referencias particulares a los modos en que estos factores internos fueron
interpretados y aplicados en las especializaciones más importantes.

La estructura de Shu, Ha, Ri y Shosin

De: alexander ojosabiertos.org
Fecha: Vie Nov 12, 2004 5:58 am
Asunto: La estructura de Shu, Ha, Ri y disertación sobre Shoshin xandersukey

Entre las palabras que usamos comúnmente y supuestamente entendemos,
están aquellas que cuando se les pone atención para explicar su significado,
revelan lo poco claro y oscuro de nuestro entendimiento.

La palabra “Shoshin”, que es usada comúnmente por los practicantes de
artes marciales es una de ellas. Se sabe que Budo inicia con Shoshin y termina
con Shoshin. Budo, por tanto, no puede ser entendido sin primero tener una
clara la definición de Shoshin. Shoshin está compuesto por dos caracteres:
“Sho” significa principiar y “Shin” significa mente, espíritu o actitud, por lo
que Shoshin a sido traducida como “mente de principiante.” Shoshin representa la
mente (o espíritu o actitud) de un principiante que inicia su estudio del Budo.
Este estudio o entrenamiento deberá estar marcado por la modestia, docilidad,
sinceridad y pureza, así como una sed por seguir el camino.

En Japón, se entiende y se espera que la disciplina del Budo es sea
severa y dura, y que se requiera de muchos años de entrenamiento para poder
dominarla. Por medio de Shoshin uno encuentra un espíritu de paciencia,
sacrifico, devoción y auto control. Pero ¿Por qué los japoneses ven al Budo de
esta forma? (en contraste con la actitud occidental, donde en general el gozo y
el placer vienen primero). Los japoneses entienden que es imposible dominar un
arte sin la determinación de pasar por muchos años de entrenamiento, pasar a
través de muchas etapas y que muchas veces se le requiera a uno llegar hasta el
límite físico (¡y algunas veces aun más allá!). Los japoneses también reconocen
que al llegar a dominar físicamente un arte, existe una realización espiritual
que lo lleva a uno aun más allá.

Al estado al que se llega a través de la realización espiritual, el
estado superior del Budo, se le conoce como Mushin, o el estado de No-Mente.
Este se representa como un espejo que refleja todo lo que se pone frente a él
exactamente como tal es. El estado de No-Mente refleja todo lo que pasa frente
al él sin la interferencia de la voluntad o una visión con prejuicios o auto –
impuesta. Sin embargo, existe una diferencia importante entre un espejo
estático y este estado mental activo. La mente activa responde espontánea y
simultáneamente a la imagen reflejada sin fijaciones o interferencias, bien o
mal, ganar o perder, vida o muerte. Lo que hace difícil llegar a este estado es
que requiere de un movimiento físico (técnica) que simultáneamente acompaña la
mente que responde a la imagen reflejada en ella.

Este estado de Mente – Espejo, o de No – Mente, puede alcanzarse por
medio de otras disciplinas espirituales como la meditación. Lo que hace único
al Budo, sin embargo, se encuentra en la simultanea e inseparable encarnación
de la mente y el movimiento físico (la técnica). Este nivel de entrenamiento es
conocido como la Espada de la No-Mente, o la Espada de la No-Forma, y aun es
conocida como la Espada en un Sueño. Solo cuando se logra este estado, el arte
de uno se puede considerar completo.

Shoshin es la mente o actitud requerida para seguir una enseñanza. Este
contiene sinceridad, modestia, humildad, franqueza, paciencia, sacrificio y un
auto control no afectado por la auto voluntad, el prejuicio o la
discriminación. Es como un pieza de seda pura antes de ser entintada. Es
también una condición importante del primer estado o fase, en la cual un
principiante aprende a percibir lo básico en forma precisa, punto por punto,
línea por línea, con una fe inamovible en lo que se le enseña.

Sin embargo, Shoshin no es solo el estado mental requerido por el
principiante, sino que debe estar presente a lo largo de todas las etapas del
entrenamiento. La manifestación de Shoshin por tanto varía dependiendo de
estado en que uno se encuentre; ya sea un estudiante principiante, medio o
avanzado. Lo que es más importante es que al final uno se hace un solo cuerpo
por dentro y por fuera, desarrollando finalmente la Mente de la No-Mente. Esto
es la culminación del entrenamiento del Budo.

La determinación para mantenerse dentro de la mente del principiante es
un factor clave para el cumplimiento del estudio. Pero que difícil es hacer
esto. Esta determinación es muy vulnerable a ser destruida por la fama,
posición y rango, o perderse por el orgullo y la presunción.

Como todo, Shoshin encuentra y experimenta varios retos y puede
debilitarse, decaer o corromperse. Pero también puede hacerse más clara y más
fuerte. Es vital mantener una estricta actitud auto reflexiva a lo largo de
todo el estudio para prevenir que Shoshin decaiga o se descomponga. Es
necesario ser firme, salir de las crisis no solo una, sino dos, tres veces y
continuar con el empeño. La pérdida de Shoshin significa detener el crecimiento
y esto puede suceder aun cuando uno no lo ha reconocido. Esta es la
característica de la perdida de Shoshin. Es también un signo y el resultado de
la arrogancia humana.

Si la arrogancia es la principal causa de la pérdida de Shoshin, la
modestia, su contra parte, será necesaria para mantenerla. Una mente modesta es
aquella que reconoce la profundidad del camino, conoce el miedo, conoce la
existencia de algo más allá de la propia realidad, mientras continua aferrada
al desarrollo interno. Shoshin es también una idea fuertemente asociada con el
auto rechazo, mientras la arrogancia se funda e inculca en la auto afirmación y
en una auto aserción superficial. En muchos sentidos, la auto negación trabaja
como una partera que estimula el nacimiento de una verdadera riqueza del
corazón. Paradójicamente, mientras el auto rechazo se ensancha, la reflexión y
entendimiento de la naturaleza humana se profundiza.

En general, la diferencia entre los japoneses y los occidentales en
cuanto a trabajo o placer/gozo puede también esperarse en el estudio del Budo.
Esto se debe mayormente a la diferencia de las dos culturas. Aun existe una
gran influencia de las ideas medievales dentro de toda la tradición de las
disciplinas artísticas japonesas, incluidas el Budo, así como en la conciencia
japonesa de nuestro días.

Es debido en gran medida la trabajo de Yoshikawa sobre Miyamoto Musashi
que la vida de éste es muy apreciada por los japoneses. Musashi se ha
convertido en un héroe nacional. Esto se debe no solo a sus logros con la
espada, sino también por el reconocimiento de su vida austera que conmueve
grandemente la conciencia japonesa. Un aspecto similar puede encontrarse en la
actitud de los japoneses hacia O’sensei, el fundador del Aikido. A pesar de las
diferencias entre O’sensei y Musashi (La influencia del Zen caracterizó en gran
medida la vida de Musashi, mientras el Shintoismo influyó a Osensei), lo que es
común entre estos dos gigantes es lo profundo de su auto negación.

Es necesario poner gran atención en la profundidad de esta auto negación
porque esto contribuye al nacimiento de una aun más fuerte auto afirmación. La
auto negación es una fuerza vital que contribuye paradójicamente al desarrollo
del hombre. A través de la auto negación, uno puede alcanzar la conciencia
cósmica y lograr un gran auto reconocimiento trascendiendo las restricciones
del ego. Este proceso es básico para el desarrollo progresivo que se utiliza
dentro de las disciplinas artísticas tradiciones, incluido en Aikido. Sin
embargo antes de entrar de lleno en este tema, quisiera tocar brevemente el
significado de Kata.

El estudio y la disciplina por medio de la Kata son métodos
fundamentales y comunes encontrados a lo largo de todas las artes tradicionales
japonesas, como la ceremonia del Té, el arreglo floral, la pintura, la
caligrafía, la danza, el teatro, y el Budo. Kata ha sido traducida como
“forma”, sin embargo forma parece solo cubrir una parte del total, limitándose
a lo superficial y a la apariencia física de la Kata. Mientras forma solo cubre
la parte física del total, la parte visible de la Kata, existe otro elemento que
trabaja en conjunto y que es de naturaleza invisible. Este es la energía interna
asociada con el flujo de la conciencia (Ki). Existen escuelas que describen a la
Kata como la Ley de la Energía (o el Orden la de energía). Kata por tanto, no
limita su significado tan solo a la apariencia física. Kata puede enseñarse y
transmitirse en su forma física con tan solo un esfuerzo razonable. Sin
embargo, la parte interna requiere de una perspectiva y una habilidad
completamente diferente para dominarla puesto que no puede ser vista
físicamente. No pude ser mostrada pero se puede censar y sentir.

Ki, por ejemplo, como una manifestación de control y flujo de la
conciencia, trabaja de la mano con la energía física dentro y fuera del cuerpo
en conjunto con la Kata. Está sensitivamente asociada con la calidad y la
combinación de los elementos opuestos que la integran y que se intercambian: la
pureza y la impureza, la claridad con la oscuridad, el todo y el vacío, la
contracción y la expansión, la pasividad con la actividad, la dureza y
suavidad, lo ligero y lo pesado, la explosividad y la calma, velocidad y
lentitud, etc.

Kata se transforma en una forma con vida orgánica cuando los dos
elementos opuestos, dentro y fuera, en conjunto con los otros elementos
opuestos se integran armoniosamente dentro de una necesidad marcial. La Kata
entonces respira, se manifiesta, aparece y muere al momento de su ejecución.
Uno debe entonces dejarla ir. Aun más, lo que hace significante a la Kata es
que ésta caracteriza profundamente a la escuela, especialmente a la escuela del
fundador, así como a las sucesivas personalidades y experiencias. Finalmente
cristaliza como una filosofía particular, la cual se transmite a los sucesores.
Esto es el corazón de la escuela.

En su forma original, Kata es descrita como un movimiento de combate
(contra un enemigo) y es el logro y la esencia colectiva de cada escuela.
Resulta de la búsqueda de la eficiencia, la economía y el pensamiento racional
en una circunstancia dada. Al ser uno expuesto y entrenado en la Kata bajo la
metodología única de cada escuela (o maestro) por un número de años, se puede
aprender la forma física y el orden interno de energía así como ser penetrado
por el corazón de una escuela en particular.

Aunque la base del entrenamiento del Aikido se funda en la repetición de
la Kata, su entendimiento de ella tiene mayor libertad y mayor flexibilidad que
en las viejas escuelas. Se puede decir que es Kata más allá de la Kata. La
razón detrás de ello se puede encontrar primero en el echo positivo de que el
Aikido reúne una gran variedad de gente comparada con otras disciplinas del
Budo. Sin embargo, del lado negativo, esto contribuye también a un sobre flujo
de individualismo superficial.

La Segunda razón puede encontrarse en el echo de que el fundador
continuamente transformaba y cambiaba su arte y en particular su presentación
física. Estos cambios fueron sinónimo de su desarrollo personal y de su edad.
Sin duda, ésta es una de las razones por la que vemos diferentes estilos de
Kata, o diferentes formas de expresar la esencia del arte entre todos sus
seguidores. Distintos estudiantes completaron su entrenamiento bajo el fundador
en diferentes periodos de la vida de éste.

Este continuo desarrollo del Aikido se debió claramente a la búsqueda
sin fin del Camino por el fundador, una búsqueda con la cual, que yo creo,
nunca estuvo satisfecho. La mejor manera que tengo para describir su actitud en
este sentido es que el solía decir a sus seguidores que si ellos avanzaban 50
pasos, el avanzaba 100. Aunque parecen haber diferencias en la forma de definir
la Kata entre el Aikido y otras artes, su dominio aun lleva un peso sustancial
en nuestro estudio. Debo, por tanto, ayudar a describir los tres estados
progresivos que existen en el estudio de las artes tradicionales que existen en
el Japón. Alguna de estos los ilustraré con la esperanza de que su visualización
ayudará al lector a entenderla.

El primer estado o nivel es conocido como “Shu” y puede traducirse como;
Proteger, defender, guardar, obedecer, observar, permanecer (en), adherirse (a),
ser recto. De estas definiciones, se puede ver que la característica de este
nivel particular es; protección (al enseñar), ser defendido (al enseñar),
obedecer la orden (de enseñar), observar (la enseñanza), mantener los ojos
abiertos (a la enseñanza).

Como se puede ver existen dos factores, uno un elemento subjetivo, el
otro objetivo. Por ejemplo, el ser protegido (por la enseñanza), el ser
defendido (por la enseñanza), el ser guardado (por la enseñanza), todo esto se
refiere a defenderse contra influencias negativas externas, y de caer en
peligro y de cometer errores. Todos estos son puntos objetivos. Por otro lado,
el obedecer la orden (de enseñar), el observar (la enseñanza), el adherirse (a
la enseñanza), el ser verdadero (a la enseñanza), son todos puntos internos y
subjetivos.

Técnicamente, lo que es característico de este nivel es el aprendizaje y
la incorporación de los fundamentos por medio de la repetición de las Katas,
exactamente como son presentadas, sin la imposición de la voluntad, la opinión
o juicio, sino con una total apertura y modestia. Este es un periodo importante
de acondicionamiento básico tanto físico como mental, donde todas las
condiciones necesarias son preparadas para el siguiente nivel. Físicamente, es
el momento en el que varias partes de nuestro cuerpo son entrenadas; las
articulaciones, los músculos, los huesos, la postura general, como usa la
gravedad y su control, el balance, el uso de las manos y el trabajo de pies,
etc.

Mentalmente uno aprende como enfocarse y concentrar la atención en una
parte particular del cuerpo a un momento dado, como generar energía interna y
su flujo natural por medio del uso del poder de la imaginación. Aun más, uno
aprende sobre la fe, confianza, respeto, entereza, modestia, sacrificio y
valor, todo esto que es deseado como las virtudes del Budo. No existe un
periodo o tiempo determinado de cuanto toma pasar por esta etapa. Todo depende
de la fortaleza, calidad, habilidad y capacidad tanto de parte del maestro como
del estudiante. Generalmente ablando, esto no debe tomar mucho, digamos de tres
a cinco años. No es necesario decir que se presume que se entrena seriamente,
todos los días y de que se hace al entrenamiento la principal prioridad en
nuestra vida.

La etapa que sigue a Shu es conocida como “Ha”. Ha se puede traducir
como: rasgar, romper, destruir, violar, agredir, abrir, etc. Como estas
definiciones indican, ésta es una etapa con características dinámicas y que
lleva fuertemente hacia la negación y la negatividad. Sin embargo, esta
negatividad lleva progresivamente hacia la auto – afirmación.

La etapa de Shu descrita anteriormente, se centra en la negación del
individualismo que después desarrolla y lleva a uno a una etapa de auto-
afirmación que se basa en la negación de la primera etapa. Un nuevo horizonte
entonces se abre y que requiere de una percepción totalmente diferente para
poder entender el significado de lo que está sucediendo en ese momento. Sin
ninguna duda, esta etapa demanda un preparación cuidadosa tanto del maestro
como de alumno. Son esenciales la fortaleza de la enseñanza así como una visión
profunda y el reconocimiento del potencial del estudiante por parte el maestro,
así como el incesante y serio estudio llevado a cabo por el estudiante en
respuesta a la enseñanzas. Esto no es un auto aserción superficial o la actitud
de un individualismo porque su fuerza viene de haber pasado por la flama de la
auto negación.

Técnicamente, esta también es la etapa donde se requiere de re-arreglar
o reconstruir lo que el maestro ha enseñado. Esto incluye la eliminación de lo
que es indeseable, innecesario o inadecuado y permite que nuevos elementos sean
traídos al estudio como alimento para crecer. Estos cambios están basados en el
verdadero reconocimiento del yo junto con las condiciones que rodean, tal como
temperamento, personalidad, estilo, edad, sexo, peso, estatura, y fortaleza.

Esta es la etapa, espiritual o mental, donde es necesario tener una
mente inquisitiva y de auto reflexión. Más que nada, se requiere lograr un
entendimiento verdadero e imperturbable del yo como individuo. En otras
palabras, es necesario tener una clara visión del propio potencial y saber cual
es la mejor manera de estimularlo. Esto puede requerir de que uno abandone o
niegue lo que actualmente es un bien o una fortaleza del propio arte. En esta
etapa en particular, ganar no necesariamente significa ser creativo sino a
veces significa perder o abandonar, y este juego es una parte importante en el
proceso. Es realmente una tarea difícil de llevar a cabo y uno a menudo no lo
ve necesario debido a la falta de un verdadero coraje y visión.

Como parte de la naturaleza humana, es realmente difícil negar y
desprenderse de lo que una ya tiene, especialmente cuando esto es considerado
como algo valioso dentro de las posesiones de nuestras posesiones. Aquí es
donde la mayoría de la gente se atora y deja de crecer. Es cuestión de visión y
percepción en relación al verdadero reconocimiento del ser. En relación al
crecimiento humano, esta etapa es aun el periodo de la niñez y la juventud y
por tanto se está aun bajo las alas del maestro. Otro aspecto muy importante de
esta etapa es moverse de la pasividad de la etapa previa a la responsabilidad
activa de propio entrenamiento.

Lo que sucede en esta etapa es que el que da (por parte del la enseñanza
– un esfuerzo externo) y el que recibe (por parte del estudiante – esfuerzo
interno) simultáneamente contribuyen hacia el nacimiento del individualismo. Es
como el momento en que un pájaro dentro del huevo empieza a romperlo desde
adentro y el pájaro padre ayuda a romperlo desde afuera. Si en ese momento no
se está maduro, resultará en la muerte. Nuevamente, no existe un periodo o
tiempo definido de cuanto dura esta etapa. Sin embargo, este es un periodo
importante de transición. El crecimiento desde la infancia y la juventud está
completa, un individuo completamente maduro aparecerá solo después de este
periodo. La etapa final es conocida como “Ri”. La definición de este es la
siguiente: separación, partir, abandonar, liberar, desatar.

Como la definición lo indica, este es el momento de graduarse, la
terminación de los estudios se encuentra aquí. En esta etapa se le da a uno el
reconocimiento de Maestro de un arte, así como el reconocimiento como individuo
completo e independiente. Obviamente, en esta etapa uno debe haber adquirido
todas las habilidades técnicas, conocimiento y experiencia, así con una
personalidad templada. Espiritual o mentalmente uno no depende más de ayuda
externa o de una guía. Uno depende del propio cuestionamiento continuo. Esta es
la etapa donde uno empieza a ver a través de un aun horizonte brumoso la Mente
de la No-Mente, o la Espada de la No-Mente.

No es necesario decir que para llegar a esta etapa se requiere de
trabajo y estudio que está más allá de la expresión de las palabras. Aquí es
donde uno libera el ser de dependencias externas, incluyendo a el propio
maestro, hasta llegar a una conciencia cósmica, la Mente de la No-Mente y la
Espada de la No-Espada son reveladas. Shoshin con su continuo crecimiento que
es la clave para lograrlo.

He dado una pequeña descripción de Shu, Ha y Ri con su desarrollo
progresivo y su estructura. Sin embargo, estos tres estados no necesariamente
se dan en una forma mecánica con fronteras claras entre ellos, aunque su
progreso y transformación son reconocidos por medio del certificado dado por el
maestro.

La relación del sistema anterior con el sistema actual de grados que se
utiliza en el Aikido de hoy día, el nivel de Sho se aplica a partir del rango
de 3er Dan, el estado de Ha a partir del Quinto y el estado de Ri de Sexto en
adelante. Obviamente esto no aplica a los grados de todos por razones positivas
y negativas. La calidad del grado es muy a menudo cuestionable y también existen
los genios, aquellos que no están restringidos por ningún sistema. Aquel que ha
alcanzado el nivel de Ri está considerado como un Maestro del Arte. El se ha
convertido en uno de los sucesores del Camino que representan la encarnación
del arte para todos los demás. Obviamente, uno aun es considerado como
discípulo para el propio maestro dentro del linaje de transmisión. A pesar de
esto, uno es igual a cualquier otro maestro incluyendo el propio ante la
responsabilidad de transmitir el arte a los demás. Y por medio de esta
transmisión continúa de responsabilidad, el arte se desarrolla a través de las
generaciones futuras.

Si el sistema mencionado anteriormente está aun en practica en el Aikido
del Japón de hoy día, o si funciona bajo una cultura occidental donde el estilo
de vida y la forma de pensar son diferentes no es realmente importante. Estoy
convencido sin embargo, que este sistema aun conlleva valores profundos para la
sociedad de hoy y que representa una profunda entendimiento del crecimiento de
la humanidad. Aun más, aclara las responsabilidades del maestro y del alumno,
contribuyendo así al establecimiento de una relación ideal entre los dos.

A pesar de los cambios del Aikido practicado en occidente, aun requiere
de una asociación cercana con el Japón. Y esto no se limita al nivel técnico,
sino a una más amplia perspectiva cultural. La cultura existe como una
corriente subterránea dentro del arte en donde el conocimiento, la sabiduría,
experiencia y la visión en cuanto al crecimiento humano por medio de un
entrenamiento físico y espiritual se puede encontrar.

Ver a todos los cambios como un desarrollo creativo es un concepto
peligroso, especialmente cuando se le da un reconocimiento afirmativo basado en
la aserción superficial de la creatividad de uno. Igualmente peligroso es la
demanda de independencia del arte basada en razones políticas o raciales, o el
dar un gran énfasis a las diferencias entre las dos culturas (“el Este es el
Este y el Oeste es el Oeste” es una actitud extrema). Esto es importante
especialmente ya que el Aikido en occidente como un todo, está aun en su
juventud.

Los cambios son inevitables y algo natural. Sin embargo, es ilógico
pensar solo en los cambios y no reconocer aquellas cosas que no cambia. Los
cambios derivan de las diferencias, y su contraparte, o los no – cambios,
vienen de lo que es común y unificado entre las diferencias, aun cuando el
valor de un arte se convierte en un bien universal o propiedad de la humanidad.

Aunque uno le de importancia a la parte que cambia o a la parte que no
cambia, será necesario que exista un balance delicado. Finalmente es el Shoshin
el que le dará a cada uno un mayor entendimiento y un sentido de balance.

En un análisis final, es a lo mejor Shoshin lo que necesita el Aikido como un
todo para ser verdaderamente creativo e independiente en el futuro.

Nin jitsu

De: alexander ojosabiertos.org
Fecha: Vie Nov 12, 2004 5:56 am
Asunto: NIN JITSU xandersukey

NIN JITSU

La partícula NIN de Ninjutsu o Ninpo Tai Jutsu, esta formada en el idioma japonés por dos radicales : el Trazo Ha y el trazo To ; Ha significa corazón y mente , y To representa la espada la unión de estos dos radicales provoca el resultado de sufrir, soportar, aguantar tanto física como espiritualmente, también puede traducirse como deslizarse sin ruido, en silencio, esconderse etc…

Muchos mitos y conceptos equivocados abundan en las artes marciales, que pueden llevar a los neófitos a confiar su enseñanza a personas no preparadas ni
serias, o incluso a rechazar un estilo o arte por desconocimiento o falta de
información veraz.

El Ninjutsu es un arte muy especializado que enseña a sus practicantes a
existir, a sobrevivir a cualquier precio y en cualquier lugar o situación.

Cuando el sistema feudal japonés desapareció en 1868, y el emperador abolió
formalmente el sistema de clases, todos los “títulos” relativos a ese sistema
murieron con él. Así pues, dejando aparte el significado histórico de las
palabras; las referencias tales como ninjas, samurais, etc., son hoy día
anacrónicas y sin sentido.

Sin embargo, todavía existen los budokas, los artistas marciales. Así pues
podemos hablar de karatekas, kempokas, judokas, aikidokas, y por supuesto
ninjutsukas o ninpokas,etc.

El sufijo “ka” significa “casa”, por lo que un aikidoka es aquel que pertenece a
la “casa del aikido” y un ninjutsuka o ninpoka el que pertenece a la casa del
ninjutsu o ninpo.

En el presente, los budokas que pertenecen a la Bujinkan entrenan 9 escuelas
tradicionales, de las cuales 3 son específicas de ninjutsu (Togakure Ryu,
Kumogakure Ryu y Gyokushin Ryu) y las otras seis son diferentes ryus algunos
practicados por los antiguos ninjas y otros no, que pueden considerarse en todo
caso como artes marciales completos e independientes (Gyokko Ryu, Kuki Shinden
Ryu, Shinden Fudo Ryu, Takagi Yoshin Ryu, Koto Ryu y Gikkan Ryu).

Con el fin de unificar el sistema y dotarlo de una entidad que traspase el
concepto de ninjutsu, Masaaki Hatsumi Sensei, heredero y Gran Maestro de estas
nueve tradiciones, decidió hace unos años re-bautizarlo con el nombre de Budo
Taijutsu.

El Budo Taijutsu es pues un arte marcial tradicional y milenario que promueve la
paz y la armonía con la Naturaleza, la búsqueda del conocimiento, la
conservación de las tradiciones, de lo auténtico….valores cada vez más
apreciados y siempre difíciles de encontrar.

El Ninjutsu necesita tener su lugar entre las honorables artes marciales
orientales; necesita ser contemplado con objetividad y fundamento, como un arte
creado en su origen para proteger la libertad religiosa, practicado en su inicio
por monjes y luego por guerreros. Hubo un tiempo en que también fue pervertido
por mercenarios (samurais ronin, renegados o sin señor al que servir) que lo
practicaban sin honor y que quizás nunca comprendieron el verdadero significado
del arte debido también a las especiales circunstancias en las que se vieron
obligados a vivir.

Podemos comparar esto con los actuales mercenarios, que se nutren del
entrenamiento de los cuerpos de élite, de la misma manera que en el Japón
feudal aquellos “mercenarios” se nutrieron también de la élite guerrera del
momento, los ninjas.

Los “ninjas” actuales, son personas íntegras, auténticos budokas que siguen
entrenando las mismas técnicas que en la antigüedad y también las adaptan a
nuestros días, si bien siempre dentro de la más estricta legalidad y siempre
con el corazón puro de cualquier artista marcial tradicional que se precie de
serlo. Son personas que únicamente utilizarían sus conocimientos para proteger
su vida, la de sus familias u otras personas en peligro, procurando siempre
infligir el mínimo castigo posible. No en vano uno de los preceptos más
importantes en nuestro arte dice : La violencia debe ser evitada.

El Ninjitsu contiene 36 partes esenciales y estas están subdivididas en 2
grandes grupos :

Bugei Juhappan – las 18 categorias del samurai

Ninja Juhakkei – las 18 categorias del ninja

Los 3 pilares donde se apoya el entrenamiento son:

– Taijutsu – tecnicas sin armas contra uno o mas atacantes armados o desarmados.

– Bojutsu – tecnicas con baston variando de longitud desde 15 cm hasta 180 cm

-Bikenjutsu – tecnicas con espada , incluido tanto , kodachi , odachi , ninja-to
, ittojutsu , nitijutsu , iaijutsu y battojutsu.

Estos 3 pilares son necesarias para poder aprender el resto. Estos son como los
fundamentos donde mas tarde se construira la casa.Para mantener la casa unida
es necesario el cemento . Este cemento es Seishinteki Kyoyo , el refinamiento
espiritual.El refinamiento espiritual contiene la practica de entre otros
“Butoku , Seishin Toitsu , Hasshodo , yojo Shiketsu , etc…

Los tres pilares de Nin Jitsu combinados con seishinteki kyoyo nos llevan hasta
“shin gi tai ichi”(corazon , tecnica y cuerpo combinados) y finalmente hasta
“Shin Shin , Shin Gan” ojos de Dios y corazon de Dios

El nivel de refinamiento mental y espiritual es evaluado por medio de tests
especiales;

4 dan – Renshi

5- 6 dan – Kyoshi

7 dan – Jun – Shihan

8- 9 dan – Shihan

10 dan – Shihan-Cho

Entrenamiento habitual

Un clase normal comienza siempre con “Junbi undo” (estiramientos ,
calentamiento) seguido por “kaiten” (caidas) y “Kihon” ejercicios basicos como
golpes, bloqueos, patadas, etc…) Despues cada alumno entrena su programa bajo
la mirada supervisora del profesor. Cuando un alumno esta preparado para su
proximo grado , pide a su profesor la conceda la fecha mas adecuada para
realizar su examen.El minimo porcentaje para aprobar es de 80%.

Partes de Ninpo Taijutsu

1) Hokojutsu – formas de andar

2) Senkojutsu – infiltración

3) Hichojutsu – formas de saltar

4) Muto Dori – desarmado contra armado

5) Tai Gaeshi – escapes

6) Ju-taijutsu – sujecciones , llaves y lanzamientos

7) Dakentaijutsu – golpes , patadas mas ju- taijutsu

8) Koppojutsu – especial tipo de karate proveniendo de China

9) Kosshijutsu – tecnicas con los dedos en puntos debiles

El arte de la estrategia ninja

De: alexander ojosabiertos.org
Fecha: Vie Nov 12, 2004 5:53 am
Asunto: El Arte de la Estrategia Ninja xandersukey

El Arte de la Estrategia

NINJAS

El talento de los Ninjas, data del periodo (794-1185), (1192-1333); desde la era
Heian (China) hasta la era kamakura (Japón). Esta época fue el apogeo de oro del
Ninjutsu. Este arte se basa en una amalgama de trucos mágicos y de sus
capacidades técnicas. Teniendo como origen los lamasterios del Tíbet
desarrollándose por completo en los templos Shaolin de la China

Posteriormente pasó al Japón para desarrollarse en mayor grado. Aquí crearon
técnicas increíbles que las documentaron en manuscritos llamados Torimakis.
Muchos de estos registros no se han podido decodificar hasta el día de hoy,
debido a que usaban códigos secretos para que no cayeran en manos enemigas.
Solo las familias que se han conservado hasta el día de hoy tienen acceso a
Torimakis y saben la correspondiente traducción Ninja.

Desarrollaron sus técnicas por necesidad, debido a que existía mucha opresión en
los lugares donde vivían, especialmente en China y Japón. Antiguamente la
transmisión era difundida de padres a hijos, es por eso que se consideraba una
familia, no una escuela.

Muchas de las técnicas de los Ninjas se basaron en la naturaleza, en los
animales, en el cuerpo humano y sobre todo en la astucia del modo de atacar de
los animales. Por esto sus técnicas se desarrollaron en los montes, en los cerros, en los lagos, ríos, mares, etc. Hoy en día sus técnicas se siguen enseñando de la misma manera, a diferencia de cualquier otro arte marcial; estas practicas a campo abierto se realizaban con el objetivo de ser más rápidos, más audaces y más fuertes.

Consideraban que la naturaleza era el mejor circuito de entrenamiento, mejor que
un Dojo. Convivían con la naturaleza al grado de depender de ella, es por eso
que consideraban al Ninjutsu una forma de vivir y no un arte marcial. Muchos
pueden pensar que sus entrenamientos ya no sirven para la vida cotidiana hoy en
día, y solo sirven para enfrentar una guerra, esto es totalmente contradictorio
al pensamiento del Ninja, que se entrenaba y se entrena para ayudar a la gente
y para ser mejor como persona, teniendo valores en un sistema perdido y
caótico.

Estos diestros maestros en el arte del camuflaje desarrollaron técnicas y arsenales para infiltrarse en cualquier lugar. Por ejemplo, el Ukidari que les servia para caminar en el agua; los Torinokos, que les servia para desaparecer tras una cortina de humo (todo estaba genialmente pensado), al igual que el Kyororo Kaki que servía para forzar ventanas o el Kikigami que les servia para escuchar conversaciones tras las paredes, etc. Sus técnicas de espionaje se basaban en el libro “El Arte de la Guerra” de Sun Tzu

Su resistencia al hambre y al dolor era prodigiosa, su coraje era superior al
del Samurai. El Ninja, sin embargo, no consideraba deshonroso huir, por que asi
tenia una segunda oportunidad para atacar, lo que le importaba era cumplir su
misión. Si era capturado y tenia que quitarse la vida, lo hacia para no ser
sometido a torturas, porque los Samurai se deleitaban con ellas. Los Ninjas no
dudaban en sacrificarse, en honor de la supervivencia de su especie.

FUNDADOR: Desconocido. AÑO: s. VI (estimado). ORIGEN: China (estimado).
EXPANSIÓN: Las luchas feudales en Japón por el Shogunato.

El ninjutsu posee unos orígenes poco conocidos o datados, pero se cree que su
origen es Chino, traído al Japón por guerreros o monjes emigrantes y que
portaron con ellos las técnicas y conocimientos las cuales darían origen a los
futuros ninjas. La primera referencia conocida al uso de espías data del reinado
del Príncipe Shotoku (574-622), el cual utilizó las ideas y estrategias de los
mismos para combatir a sus enemigos. A raíz de su ayuda, Shotoku concedió el
título de “shinobi” al más destacado de sus estrategas, dándose así la primera
referencia a los guerreros de las sombras

Durante los siglos siguientes el uso de ninjas fue muy moderado, pero existen
referencias al empleo de ninjas por los señores feudales durante los siglos IX,
X, y XI. Durante este período también cabe citar a los monjes guerreros de las
montañas (yamabushi), grandes luchadores a la par que místicos. Se piensa que
muchos clanes ninja poseen maestros que fueron o aprendieron de estos monjes
guerreros.

Pero fue durante el período Kamakura (siglos XII y XIII) cuando los ninjas son
usados masivamente. En este período los conflictos generalizados obligaron al
uso de todas las técnicas de combate posibles, y por supuesto los métodos
ninja, dada su gran eficacia, calaron rápidamente. Numerosos señores adoptaron
o contrataron clanes ninja para sus luchas, proliferando estos Ryu ninjas sobre
todo en las provincias de Iga y Koga, así como en Kyoto, la entonces capital
Imperial.

Durante los siglos XIV y XV continuó el uso generalizado de los ninjas. De esta
época provienen las historias más conocidas sobre ellos. Una sería el rescate
que realizó Yasushimaru Takane, salvando al emperador Go-Daigo en el año 1336
de un secuestro mediante el uso del disfraz. Otra es la de la misteriosa
muerte del señor Uesugui Kensin, en guerra con Takeda Shinguen de Kai. Se
cuenta que fue un ninja del clan Takeda el que provocó la muerte de Kensin
infiltrándose en el castillo del mismo.

Con esto se llega al reinado de Oda Nobunaga primero, e Hideyoshi después. Entre
ambos unificaron el Japón en el último cuarto del siglo XVI. Pero en ese
esfuerzo se produjo la famosa matanza de ninjas de Iga, cuando Nobunaga
conquistó dicha provincia matando en el proceso a cerca de 5000 ninjas, aunque
algunos escaparon, entre ellos el famoso Sandayu Momochi. A Hideyoshi le
sucedió Tokukawa Ieyasu, que fue más permisivo con los ninja. Durante su
reinado se produyo el último empleo en masa de ninjas, cuando participaron en
la sofocación de la revuelta cristiana de Kyushu, en 1637.

¿Qué es el guerrero Nipòn?

De: alexander ojosabiertos.org
Fecha: Vie Nov 12, 2004 5:52 am
Asunto: Què es el guerrero nipon xandersukey

Què es el guerrero nipon

Este legendario guerrero proviene de una de las tantas culturas existentes en el
territorio japonés, antes de conformarse éste como Imperio. No nace, como muchos creen de una fusión guerrero – religiosa, ni proviene de países limítrofes a
Japón en tiempos posteriores. Esta cultura se mantuvo por mucho tiempo aislada
del resto, era una cultura que cultivaba tanto el ocultismo, las ciencias
(medicina, psicología, etc) lo que se evidencia en la sofisticación de sus
armas, como así también se dedicaron, como es sabido, al “Arte de la Guerra”,
llevado al límite de la perfección.

Antes de existir la propia documentación histórica, los ninjas existían como
realidad cultural, es decir una cultura (Ninja) dentro de otra cultura (Japón).
Inmersos en las más inaccesibles montañas del antiguo Japón, vivían los NINJAS y
entre ellos la casta que daría origen siglos después a la “Escuela Tradicional”,
JUTSU BUDO RYU.

Para comprender mejor el significado del Ninjitsu, Ninjutsu ó Ninpo es necesario
saber que éste vocablo es de origen Japonés al igual que el propio estilo, y
hace referencia a las técnicas mismas del Ninja (jutsu=técnica nin=secreta).

Su origen se remonta a la propia leyenda donde se los menciona como
descendientes o más bien discípulos de unos espíritus mitad hombre y mitad ave,
los tengu, los cuales habitaban los bosques de las altas montañas. Fué este el
entorno donde se desarrollo el Ninjitsu, dentro de las clases sociales de
escasos recursos (campesinos, artesanos, etc.) desde los comienzos del mismo
Imperio Japonés hasta su etapa feudal (época feudal de Japón), donde comienza a
sufrir profundos cambios que afectan notablemente su seguridad cultural.

Estos acontecimientos se originaron debido al conflicto social que vivía el
Imperio Nipón y forzaron a monjes Yamabushi (monjes guerreros) y Ronin (Samurai
renegados) a refugiarse en los lugares inaccesibles de las montañas. Allí en
contacto con familias Ninjas aprendieron parte del conocimiento y ganaron
nuevamente lugar en la casta guerrera, asumiendo el papel de espías, comandos e
incluso asesinos políticos, siendo estas las imágenes que cultivó el negocio
cinematográfico. Estas escuelas originadas a partir de guerreros no Ninjas nada
tiene que ver con la verdadera tradición Ninja.

La Tradición mencionada respeta ante todo la vida, y un claro ejemplo de ello se
demuestra frente a la posibilidad de poder matar con total facilidad y seguridad
a otro guerrero y sin embargo no hacerlo, venciendolo de manera que pueda seguir una vida normal. El Ninja más allá de ser considerado simplemente como un
guerrero, era visto a los ojos de los demás como seres sobrenaturales no
humanos.

Esto no se debía a sus facultades paranormales, desconocidas por el vulgo y
dificilmente comprendidas, sino por las cualidades del guerrero ninpo de
moverse sin ser detectado, visto o escuchado, tanto cuando penetraba una
fortaleza o bien cuando realizaba una fantasmal huída. Todo lo antes expuesto
se lograba, más allá de sus facultades físicas, gracias a elaboradas técnicas
de desplazamiento, como así también de ocultamiento y psicológicas.

¿Qué es un shodan?

De: alexander ojosabiertos.org
Fecha: Vie Nov 12, 2004 5:51 am
Asunto: ¿Qué es un Shodan? xandersukey

¿Qué es un Shodan?

Desde un punto de vista técnico, diferentes escuelas tienen diferentes
criterios de lo que es un Shodan, es decir, la cantidad de técnicas que el
alumno debe aprender y dominar para ser considerado un cinta negra.

Generalmente, en cualquier arte marcial tradicional, de un Shodan se espera que
demuestre un conocimiento práctico y facilidad de ejecución de lo que se
considere como los principios y técnicas básicas del sistema. Y después de
esto, se espera que aprenda formas más complejas a partir de estos principios
básicos y se haga más y más espontáneo y fluido en su uso.

Pero más allá de la técnica, existen ciertas expectativas no escritas de
su desarrollo interno. En el nivel Shodan, se espera que el estudiante actúe
como un “hermano mayor” de los mudansha, y que sea un buen ejemplo viviendo la
etiqueta, principios y tradiciones del dojo. Y al mismo tiempo, se espera que
el Shodan continúe trabajando para mejorar y expandir sus habilidades.

La cinta negra es importante, porque los seres humanos necesitamos
pruebas tangibles para medir nuestro progreso. Cualquiera que diga que los
rangos y títulos no son importantes, no entiende la necesidad emocional
fundamental que la mayoría de los seres humanos tienen de obtener un símbolo de
su dedicación, de su desarrollo y del avance de sus habilidades y conocimientos.
Tal como la mayoría de la gente necesita de las bodas y bautizos, funerales o
graduaciones como símbolos tangibles de nuestro paso por la vida.

Es muy importante que los estudiantes comprendan que la cinta es un
símbolo de sus logros, y no que la cinta confiere esos logros. Cualquiera puede
comprar una cinta negra. Es vital desarrollar la habilidad que la cinta negra
simboliza, antes de pedir aplicar para ese grado. También, uno nunca debe
pensar, “entrenaré muy duro para obtener mi cinta negra.” Porque esto pone a la
cinta en una posición de mayor importancia que las habilidades en sí.

En otras palabras, el deseo de aprender el arte debe ser el motivo de
entrenamiento, no el deseo de recibir una cinta negra – que es el símbolo del
logro en el arte. Pero, una vez que las habilidades se han desarrollado, el
cinta negra debe enorgullecerse de sus logros y de su derecho a llevar este
rango, pero debe recordar que Shodan es solo un inicio, y que debe continuar su
estudio para mejorar y llevar sus habilidades al siguiente nivel, así como estar
conciente de las responsabilidades que vienen con este logro.

En un concepto más profundo, el Shodan es considerado como el inicio de
un estudio más serio en la búsqueda del arte. Es como tener que aprender el
alfabeto para aprender a leer y a escribir y así poder aprender gramática,
antes de ser aceptado como un estudiante de literatura.