Bujutsu VI – Exponentes

De: alexander ojosabiertos.org
Fecha: Mié Nov 10, 2004 5:34 am
Asunto: El calificativo de «marcial» (bu)- Parte VI xandersukey

El calificativo de «marcial» (bu) y los exponentes del bujutsu

El extendido y general uso del calificativo marcial por los
autores occidentales cuando tratan del arte del combate (aunque ciertamente
basándose en documentos japoneses) puede dar lugar a confusión. Podemos con
facilidad suponer erróneamente, por ejemplo, que el guerrero (bushi) del Japón
feudal, el prototipo del hombre militar , fue el único inventor de estas artes
o que era el único que las practicaba. «Marcial» está, por supuesto,
etimológicamente relacionado con Marte, el dios romano de la guerra, y en
consecuencia con la guerra, los guerreros, las actividades militares y los
soldados. Por tanto, esta suposición puede llevarnos también a calificar las
especializaciones del arte del combate como artes de la guerra, asociándolas en
consecuencia más con el campo de batalla y con las intervenciones masivas de
hombres y material que con confrontaciones individuales. Ninguna de estas
suposiciones, sin embargo, sería del todo correcta.

Para empezar, el guerrero japonés de la era feudal no fue el único practicante
del bujutsu, ni fue tampoco, en absoluto, el único inventor de sus
especializaciones. Su identificación predominante con el guerrero japonés por
excelencia puede retrotraerse, con un cierto grado de precisión, hasta el año
1600, cuando el clan militar de los Tokugawa se hizo con el poder y,
organizando enérgicamente a todos los demás clanes importantes en una clase
separada con deberes, derechos y privilegios separados, exaltó y elevó a sus
miembros, de jure y de facto, por encima de los miembros de todas las demás
clases sociales. Antes del año 1600, sin embargo, la historia japonesa
proporciona abundantes pruebas de que, durante los tiempos de los clanes (uji)
originales y los nobles o aristócratas (kuge) de la corte en Nara y Kioto, la
distinción entre el agricultor miembro de un clan, el artesano y el comerciante
(incluido el sacerdote miembro de un clan) y el guerrero miembro de un clan
aparentemente no estaba tan claramente perfilada como lo estuvo durante la era
feudal.

En los tiempos precedentes a la consolidación del país en la
sociedad rígidamente estratificada de los Tokugawa -que convirtieron el paso de
una clase a otra entre los plebeyos (heimin) en extremadamente difícil y la
admisión de un miembro de otra clase en la clase militar ( buke ) casi imposi-
ble-, las líneas de demarcación entre clases no eran estrictas. Hasta el mismo
final del siglo xv, tal como señala Cole en su estudio de Kioto durante el
período Momoyama, «casi cualquier hombre de talento podía labrarse una carrera
por sí mismo»

El decreto que desarmaba a todos los plebeyos y al clero
militar, emitido el séptimo mes, del octavo día de Tensho (1588) por el sucesor
de Nobunaga, Hideyoshi, nos da la prueba más clara y reveladora de que muchos
plebeyos no solamente habían poseído armas tales como arcos y flechas, lanzas y
espadas, sino que evidentemente habían estado bien versados en su uso. «La
posesión de instrumentos de guerra», admitía francamente el decreto, «dificulta
la recogida de impuestos y deudas y tiende a fomentar las sublevaciones». De
este modo, Hideyoshi procedió a privar a todas las demás clases de aquellas
opciones marciales que su propia clase había encontrado tan efectivas. Durante
los siglos que llevaron al absoluto predominio de la clase militar, de hecho,
su derecho a gobernar fue con frecuencia desafiado vehementemente, en especial
por las órdenes militares de sacerdotes y monjes budistas, que al final
tuvieron que ser masacradas en masa durante los períodos Ashikaga (Muromachi) y
Momoyama antes de fuera posible dejar de considerarlos como oponentes efectivos.

La suposición de que los miembros de la clase militar fueron los
únicos practicantes e intérpretes del bujutsu es incluso menos válida en
relación con aquellos métodos menores de combate que implicaban el uso de
instrumentos de madera tales como el palo (o incluso el propio cuerpo humano)
como principales armas de combate. Durante la era feudal japonesa, florecieron
numerosos métodos de utilización de estas armas, particularmente tras el
establecimiento de la dictadura militar Tokugawa.

Las escuelas de artes marciales frecuentadas por los samurai incluían a menudo
un número determinado de estas artes en sus programas de entrenamiento, pero
resulta también muy evidente en la doctrina del bujutsu que fueron practicadas
con igual fervor y dedicación por miembros de otras clases. Incluso un poeta,
el famoso Basho, se dice que había estado versado en el manejo del palo (bo ),
e inmumerables ermitaños, abades y filósofos, así como plebeyos de todas
clases, podían usar sus palos o caños con una especial aptitud y mortífera
precisión -incluso contra espadas. En ciertos casos, a esta gente se les
reconocía como los fundadores de especializaciones particulares del arte del
combate que incluso al gueuero le impresionaban lo suficiente como para
incluirlas en su propio programa de preparación militar. La habilidad de
ciertas sectas religiosas en el uso de los puños y los pies está ampliamente
documentada no sólo en las crónicas chinas, sino también en manuscritos
escritos por maestros japoneses que afirmaban haber estudiado sus métodos de
combate desarmado en China.

En realidad, respecto a aquellas artes marciales que, por ley,
sólo los guerreros podían practicar -tales como la esgrima (kenjutsu) y la
lucha con lanzas (yarijutsu)- hallamos pruebas de que miembros de otras clases
las practicaron y las aplicaron contra los propios guerreros, aunque sólo ellos
tenían el derecho legal de poseer y usar tales armas. Muchos de estos usuarios
ilegales eran evidentemente proscritos de la clase militar. Pero otros muchos
no, y éstos con frecuencia formaban la columna vertebral de tales grupos, como
por ejemplo las famosas bandas de soldados profesionales contratados por
mercaderes para proteger los transportes de sus mercancías de los ataques de
bandidos o para vigilar almacenes, o los grupos de guardaespaldas emplea- dos
por patronos que necesitaban y podían permitirse el coste de la protección, o
las asociaciones de guardianes contratados por agricultores para proteger las
cosechas cuando éstas tenían lugar.

Estos guerreros no eran reclutados sola- mente entre los rechazados de la clase
militar (aunque, naturalmente, estos hombres constituían una fuente importante
de mercenarios guerreros). Durante el declive de los Tokugawa, por ejemplo, «El
jefe número uno de Tokaido», Jirocho de Shimizu (1820-1893), que controlaba los
bajos fondos del lugar, pertenecía a la clase de los mercaderes. Los orígenes
del jovial Ishimatsu, sin embargo, uno de sus lugartenientes, cuya violenta
muerte a manos de asesinos tras una prolongada lucha con espadas en el bosque
les costó muy cara a éstos, eran tan oscuros que ni siquiera se documentaron.
Retrocediendo todavía más en el tiempo, hasta el principio de la era Tokugawa,
época de un control más rígido, el famoso Chobei de Banzuiin, jefe del
Otokodate en Edo, era un chonin (ciudadano ), no un sirviente militar

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