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La vivinización del Lobo en Extremadura

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REVISTA DE FOLKLORE, Caja España, Fundación Joaquín Díaz
Año: 1992 – Tomo: 12b – Revista número: 139 Páginas en la revista: 3-9

Autor: DOMINGUEZ MORENO, José María
Tema: Mitos
Título del artículo: LA VIVINIZACIÓN DEL LOBO EN EXTREMADURA

Hace aproximadamente 600.000 años, en el transcurso de la denominada época Villafranquiene, encontramos ya al lobo (canis lupus) completamente consolidado, es decir, en el mismo estado biológico que presenta en la actualidad. Desde el período glacial dicha especie registra una expansión considerable y coloniza, sin que las oscilaciones climáticas lo detengan o le afecten mínima1ente, todo el Hemisferio Norte. El lobo se va a convertir en toda la región holártica en el único competidor serio del Homo Sapiens. En una Eurasia prácticamente cubierta de taigas y de tundras, donde pasta una poderosa o abundante fauna de renos, caballos salvajes, bisontes, uros y ciervos, los grandes cazadores se reparten el inmenso tesoro de proteínas vivientes: canis lupus y hombre paleolítico. Uno y otro muestran un conjunto de aspectos esenciales paralelos: se muestran capaces de abatir animales grandes y pequeños (desde el toro al conejo) gracias a la cooperación de grupos. Ambos viven y conviven de y en un mismo espacio, y todo apunta a que el hombre siente por el cánido una casi veneración y ve en él la síntesis de todas las virtudes del cazador perfecto. Tal aseveración nos es permitido hacerla mediante el apoyo tanto de los datos que nos proporciona la arqueología y la historia como de los estudios sobre el comportamiento de los llamados cazadores paleolíticos históricos (1).

La revolución neolítica es un proceso lento durante la cual el hombre llega a alcanzar los grados de pastor y de agricultor. Es el tiempo en el que se produce la domesticación de algunas especies animales y la correspondiente adaptación de ciertas plantas para el cultivo. Ello va a repercutir en el logro de una concepción del sentido de la propiedad muy diferente a la que se tenía en las etapas anteriores. El hombre, en un contexto general, es dueño absoluto de todo. De esta manera no sorprenderá que el lobo, que hasta ahora había sido un “noble” competidor, se convierta en un animal antagónico, siempre al acecho de la ganadería, y, por consiguiente, en una especie de parásito del naciente ganadero en amplias zonas ya colonizadas y de las que el cánido quiere ser alejado.

En esta adaptación hacia un nuevo hábito por parte del lobo influyen de manera considerable los cambios ecológicos motivados por la acción del pastoreo, entre los que no es el menos importante la desaparición de los animales salvajes que hasta ahora habían sido sus presas. Tan es así que hoy podemos afirmar con rotundidad que la secular lucha hombre-lobo se inicia en el Neolítico por una manifiesta contraposición de intereses. Pero veamos las relaciones de estas dos especies enfrentadas en las etapas anteriores y posteriores a la revolución neolítica, incidiendo, siempre que ello sea factible, en el espacio que actualmente ocupa Extremadura; cuando no, también nos acercaremos a las tierras extremeñas mediante deducciones e inducciones propias de este tipo de investigación.

II

El arte rupestre en la Península es parco a la hora de representar figuras de lobos y ello va a dificultar enormemente el conocimiento de la ya indicada relación del hombre con el animal. En el Tajo de las Figuras (Cádiz) y el abrigo de Los Arcos (Jaén) se observaban siluetas de cuadrúpedos que, al decir del investigador francés H. Breuil, representan lobos. Estos mismos animales figuran en pinturas esquemáticas del valle de Las Batuecas (Salamanca), concretamente en los abrigos conocidos como El Canchal de la Pizarra y El Risco de las Torres (2). Parece ser que a estos primitivos artistas les guió a la hora de confeccionar estas pinturas una intencionalidad mágico-religiosa, sin que hasta el momento nos quepa precisar o concretizar al respecto sin meternos en el terreno de la especulación.

Si la imagen escasea, no podemos decir lo mismo de los restos lupinos hallados en yacimientos arqueológicos peninsulares pertenecientes al período que se extiende entre el Neolítico y los finales de la Edad del Bronce. En una breve reseña caben citarse los localizados en Cantabria, Asturias, Guipúzcoa, Alava, Vizcaya, Navarra, Alicante, Guadalajara y Granada, así como en distintas áreas portuguesas y en Gibraltar. Por lo que respecta a Extremadura, la prueba material más antigua que documenta la presencia del lobo la encontramos en la cueva de Maltravieso (Cáceres), donde se localizaron molares de esta especie en estratos con materiales paleontológicos. El no hallazgo de otras piezas óseas del animal nos abre la posibilidad de que tales piezas dentarias debieron ser utilizadas con sentido mágico, profiláctico o, en menor medida, decorativo. Leite de Vasconcellos nos muestra una serie de dientes de cánidos con los que los hombres de la antigüedad lusitana persiguieron tales fines (3). Difícilmente aceptaremos que el lobo formara parte de la dieta alimentaria de quienes habitaron la cueva de Maltravieso o de quienes ocuparon el solar extremeño en los períodos prerromanos. No significa tal afirmación que estas gentes no recurrieran, en ciertos momentos, a ingerir determinadas partes del cuerpo del lobo por “imposiciones” de tipo religioso o mágico. Quizás aquí tendrían cabida razones de índole totémica, cual pudiera ser la comunión del grupo humano con el lobo.

Maltravieso podemos considerarlo casi como una excepción, ya que son mínimos los restos Óseos lupinos hallados en la región extremeña. Como una muestra afirmativa de cuanto decimos nos vamos a fijar en dos yacimientos arqueológicos de Extremadura que se consideran como representativos. En la cueva de El Conejar, fechada en el último siglo del segundo milenio antes de Cristo, no se encontraron restos de lobos, aunque sí de otros animales salvajes: bóvidos, ciervos, conejos, liebres, gatos monteses, tejones y zorros (4). Algo semejante sucede en el castro de Medellín, cuyas excavaciones tampoco han proporcionado ninguna muestra del canis lupus, a pesar de que la fauna que se constata es abundante en cuanto al número de especies no domesticadas: ciervo, jabalí, cabra montés, conejo, liebre, sisón, perdiz… (5). En esta época, en lo que hoy es la Baja Extremadura, se observa, siguiendo una tendencia generalizada, un auge de la ganadería en detrimento de la actividad cinegética. El perro comienza a jugar un importante papel a la sombra del pastoreo. La función de este animal, función que marcará su comportamiento hasta los tiempos actuales, se encamina hacia una doble vertiente: carea de los ganados y defensor de los rebaños del ataque del depredador. Sin embargo, esto no es todo; de ninguna manera se debe olvidar que su carne también forma parte de la dieta de estos hombres (6). Así nos lo confirma el hecho de que en el ya citado yacimiento de Medellín los restos óseos de perros (canis familiaris) son ligeramente inferiores en número a los de vacas y cabras/ovejas, pero llegándolos a superar incluso en los niveles X, XII y XIV. Si aceptamos la teoría que apunta en el sentido de que el perro se ha configurado como tal mediante un derivación gen ética del lobo, su exclusión de entre los posibles alimentos cárnicos, como más arriba se dijo, respondería a creencias supersticiosas o totémicas.

Hemos apuntado que la ausencia de restos lupinos en Extremadura no se corresponde con la importancia real que el lobo tiene en la Hispania prerromana y, por ende, en esta región, donde este cánido también traspasa los límites de lo puramente ecológico para adentrarse en el terreno cultural. El lobo llega a ser un objeto de culto, sobre todo por lo que en él se manifiesta, constituyendo un importante y sólido eslabón en el sistema de creencias. Vamos a adentrarnos en algunos de estos aspectos.

III

En el yacimiento ibérico de Pozo Moro (Albacete), de inspiración neohitita, se esculpieron distintos grabados mitológicos. En uno de ellos se representan tres cabezas de felinos superpuestas, cabezas que, al decir de M. Almagro Gorbea, son de lobos (7). Si aceptamos el hecho de que este monumento turriforme es de carácter funerario, nos encontramos ante una clara vinculación del lobo con el mundo de ultratumba, algo que también resulta común a todo el área mediterránea. Nada de extraño tiene, por consiguiente, que en la Tumba del Ogro, del siglo II a. C., Hades aparezca pintada con un tocado de piel de lobo (8) y que sea otra piel de lobo precisamente la que cubra el sarcófago hallado en Illiturgi, que en la actualidad se conserva en el Museo Arqueológico de Jaén. Dentro de este mismo contexto entraría la urna encontrada en el Castro de la Corja de Torrecilla de la Tiesa (Cáceres), cuya parte superior se adorna con un lobo de hocico puntiagudo (9). Inciden en el mismo sentido infernal del lobo una serie de platos ceremoniales o páteras fechadas en torno al siglo III a. C. Entre ellas destacamos las dos páteras halladas en Tivisa (Tarragona). En ambas una cabeza de lobo repujada ocupan la parte central. Todo apunta en estos casos a que el dios infernal está simbolizado en el lobo. La clasificada como segunda de las páteras de Tivisa muestra alrededor del cuerpo central una serie de figuras o motivos emparentados, en opinión del profesor José M. Blázquez, con las mitologías mediterráneas. El mellizaje se observa claramente con las figuras que aparecen en el Tumba de las Haspías. Igualmente está fuera de dudas la vinculación de los linces, águila, jabalíes y caballo del plato de Tivisa con los dioses de la religión ibérica (10). A estos animales cabe añadir, entre otros, la serpiente, que se halla presente en la pátera de Perotitos (Santisteban del Puerto, Jaén) circundando a una cabeza de lobo que oprime entre sus fauces a una cabeza humana. El reptil tuvo en la Hispania antigua la “misión” de conducir las almas al más allá (11).

Si partimos de la base, como quedó señalado, de que el lobo es la expresión plástica de un dios infernal, todo apunta a verificar una hipótesis que se deduce tras la observación, sobre todo, de la pátera de Perotitos: el lobo abre sus fauces para ingerir o, lo que es igual, acoger en sus entrañas al muerto y procurar de este modo su salvaguardia en el mundo de ultratumba. La boca del lobo, por consiguiente, es el paso o el umbral a las entrañas de la tierra, al paraíso que el hombre va a disfrutar después de su muerte. Y a través de la simbólica boca lupina puede emerger a la superficie algo de lo que se esconde en el paraíso de ultratumba. Desde este prisma nos resulta comprensible el que la toponimia de Extremadura refleje una estrecha relación entre el lobo y determinados acuiferos que con relativa frecuencia llegan a tomar su nombre: Fuente de los Lobos, Baño del lobo… El agua que se ve o que el lobo nos ofrece es sólo una muestra de la que se esconde en el subsuelo y que está al igual que todo lo que se oculta en el más allá, bajo su protección.

Volvemos a insistir en que este sentido fúnebre del lobo entre la población prerromana peninsular no difiere del de otras áreas del Mediterráneo donde este animal, al igual que el león, procura la defensa de la tumba. Es muy probable que semejante aspecto cultural haya trascendido hasta tiempos relativamente cercanos en el espacio que hoy ocupa la comunidad extremeña, sin una ruptura que no nos permita adivinar huellas emanadas de la protohistoria. ¿Qué significado que no fuera el escatológico desde la indicada perspectiva tendrían los lobos y leones grabados o esculpidos en los cojinetes que sostienen sepulcros o que velan junto a esculturas funerarias en algunas de nuestras iglesias? Puestos a señalar ejemplos, sirva de muestra el mausoleo del comendador don Antonio Bravo de Jerez, del siglo XVI, que se conserva en la iglesia de Santa María de Almocóvar, de Alcántara (Cáceres), al que custodia media docena de leones.

IV

El lobo, dios infernal, quizás símbolo de la tierra misma, es vigía del mundo de ultratumba e imposibilita que el paraíso subterráneo, del que ya disfrutan los muertos, sea violado por cualquiera de los humanos. A este mito parecen aludir viejas leyendas extremeñas, como la que se conserva en Villasbuenas de Gata acerca de un tesoro que se halla oculto en el paraje conocido por El Púlpito de los Lobos y que todavía a finales del pasado siglo trajo en jaque a los ilusos habitantes de los contornos (12). En el subsuelo de dicho lugar se ocultan inmensas riquezas inalcanzables para los vivos. En el verano de 1980 pude escuchar de boca de algunas personas del pueblo la razón sobre la imposibilidad de conseguir el tesoro. Un lobo siempre permanecía acechante y sus continuos aullidos petrificaban y mataban a quienes tenían la osadía de acercarse por sus inmediaciones. Lo que se esconde bajo la tierra sólo debe ser disfrutado por quienes moran en el mundo de ultratumba.

Pero veamos algunos ejemplos más que incitan a pensar en una pervivencia escatológica de nuestra protohistoria. Junto a la fuente de El Salugral de la Jarilla una familia excava una supuesta mina. Una tarde se oyeron en el pueblo incesantes aullidos de lobos que provenían de aquel lugar. Los vecinos, armados hasta los dientes, corrieron hacia la mina y observaron que la galería se había desplomado sobre los cuatro obreros que trabajaban en su interior. Los cadáveres fueron rescatados y todos ellos presentaban los síntomas evidentes de haber sido atacados y muertos por lobos. En Piornal, otro pueblo cercano al anterior, se habla de unas cuevas que se abren en los cordales montañosos de la comarca de La Vera en las que se creyó que habitaban unas reses que tomaban forma de distintos animales, entre ellas de lobo, y secuestraban tanto a los ganados como a las personas que tenían la osadía de acercarse o de penetrar en las grutas. Una leyenda de esta misma índole aunque ya concretizada, se me narró en Losar de la Vera. Una joven pastora buscaba en la Sierra de Tormantos una cabra que se le había perdido, cuando oyó unos balidos que procedían de una cueva y hacia ella se encaminó con la idea de recuperar a su animal. A escasos metros del antro un gigantesco lobo le cerró el paso y, tomándola en sus fauces, la introdujo en la cueva. Nunca más se supo de la joven. Mi informante aseguraba que “en una fuente de Guijo de Santa Bárbara aparecieron las hebillas de los zapatos y una horquilla del pelo” que la pastora llevaba cuando fue sorprendida por el lobo que la secuestró. En este último “suceso” se constata la más arriba enunciada relación lobo-mundo subterráneo-fuente y se deja ver el parentesco de estas leyendas míticas con otras de distintos puntos de la península (13).

V

El carácter infernal del lobo queda aún más clarificado tras la interpretación que A. García y Bellido hace de una de las estelas funerarias de Ponga (Asturias), en la que se ve a un lobo persiguiendo a un ciervo. Dentro de la silueta de aquél aparece inscrito el nombre del difunto. Tal detalle ha hecho pensar al citado investigador que el lobo no es otra cosa que la reencarnación del muerto, que en el más allá sigue perpetuando las actividades cinegéticas que practicó en vida (14). No ha de sorprender, por tanto, la creencia griega sobre la aparición a los humanos de los difuntos cubiertos con piel de lobo (Pausanías, VI), aspecto éste que se recoge en el arte religioso de aquel pueblo, como ponen de manifiesto ciertos grabados de sarcófagos en los que la imagen del difunto ha sido suplantada por una figura lupina (15). En toda la plataforma euroasiática durante la protohistoria el ciervo, entre otras prerrogativas, fue considerado “animal funerario y guía de los muertos” (16). El primero de los aspectos se evidencia con claridad meridiana entre las poblaciones indígenas peninsulares, especialmente entre los íberos, los turdetanos, los lusitanos y los vadinienses, siguiendo todos ellos una tradición que probablemente hunde sus raíces más profundas en el paleolítico franco-cántabro (17).

Por lo que atañe a la Lusitania, esta opinión queda fundamentada por algunos hallazgos arqueológicos. Así, por ejemplo, tenemos el jarro ritual lusitano de la Colección Calzadilla de Badajoz, del siglo IV a. C., rematado con una cabeza enastada con la boca abierta; tras utilizarse en ceremonias funerarias fue colocado en una tumba. Más importante si cabe es una lápida funeraria, también lusitana, del siglo III, en la que se grabó una cierva con su cría. A este mismo carácter, pero quizás con una mayor incidencia en su aspecto psicopompo o de conducción de las almas, aluden los ciervos grabados en el petroglifo de Esparragosillo, ubicado en un paraje de Alcántara que cabe calificarse como un auténtico santuario funerario (18). En la parte inferior del grabado se observa la figura de un cánido, seguramente un lobo, sin aparente relación con el conjunto. Sin embargo, estamos ante una esquematización de una escena de caza que se hilvana en el contexto cinegético de ultratumba. La persecución de un ciervo, como el artista reflejó en la estela de Ponga, supone una mutación del cazador, un paso de lo profano a lo sagrado, la elevación a un estadio superior. Por tal razón en dicha estela, al igual que ocurre en el petroglifo de Esparragosillo, se ha producido una metempsicosis, es decir, una reencarnación del muerto en lobo. El difunto encarnado en lobo no tiene límites en el disfrute del paraíso animalístico del más allá, como pone de relieve una estela de Clunia (Burgos) en la que una vaca es atacada por un lobo que se le ha subido a las costillas. Varias serpientes y peces completan este conjunto, lo que sirve para darle a la composición un mayor carácter infernal.

Desde el anterior contexto de la metempsicosis cabe interpretar una leyenda de corte mítico que, en el invierno de 1985, recogí en el cacereño pueblo de Pedroso de Acim, según la cual los lobos fueron creados y condenados por Dios a vivir escondidos en el interior de la tierra:

“Pero un día estaban ya cansaos de cazar debajo del suelo y le pidieron permiso a Dios pa salir. Y va Dios y dijo: Salir. Y los lobos salieron pa defuera, y desde entonces es que está corriendo por el mundo. Solitamente se quearon endentro de la tierra dos lobos que debían ser mu vagos… qu’estaban dormíos sin cazar… P’allí están los dos lobos que se quearon, allí están… Cuando llega un terremoto es cuando se dispiertan y por eso se mueve la tierra: qu’es porque ha pasao alguna pieza cerca y es cuando se mueven” (19).

En este mismo contexto escatológico incide una leyenda localizada en Casar de Palomero. Se dice que en la ermita de la Cruz Bendita, que se alza en el Puerto del Gamo a poco más de un kilómetro de la población, se celebraba una misa votiva previa a una batida de lobos en la Sierra de Altamira. En el instante de la consagración un gamo, al que perseguía una manada de lobos, cruzó los umbrales del santuario repleto de cazadores. El celebrante ya había sido alertado por los aullidos y, como viera dentro al indefenso animal, no le faltó tiempo para gritar a los asistentes que cerraran la puerta para de este modo atrapar aquella pieza que había caído en una trampa peor que la de las fauces del lobo. Pero antes de que ningún cazador reaccionara el gamo, temiéndose lo peor, estaba de nuevo en el monte:

“Entonces va el cura que se olvía de la hostia de consagrar y se pone a voces que si él fuera lobo ya vería el gamo. Resulta que decir eso cuando está la hostia a consagrar es una maldición, y así qu’el cura se queó convertío en lobo… Echó a correl de chapesco detrás del gamo y los dejó sin que acabara la misa… Pos a mí m’han contao qu’es de verdá que hasta que el cura no cace al gamo y aluego no s’encuentre a otro cura dijendu la misa, pos no se quita de ser lobo y se jace cura otra vez. Primero, a cazar el gamo; después, toparse con el cura…; porque del resvés no sirve” (20).

La ermita en esta narración, como es obvio, funciona como un espacio sagrado, con equivalentes en la cueva o en la gruta, pasos vaginales hacia el subsuelo, es decir, el lugar en el que moran los muertos. Desde esta perspectiva comprenderemos que la leyenda del cura-Iobo es el producto que ha derivado del mito del cazador fúnebre. El difunto sufre una metamorfosis mediante la cual se transforma en lobo para mejor dar caza al gamo. Semejantes a esta leyenda se han recogido otras en diferentes lugares. En el País Vasco son bastantes las versiones recopiladas del mito, recibiendo el cazador diversos nombres, el más popular de los cuales es el de eiztari-beltza (cazador negro) (21). También Cataluña nos ofrece el relato del Lo mal cassador (22). En San Ciprián de Sanabria (Zamora) me hallaba realizando trabajos de campo en 1980 y una de las noches se levantó un fuerte viento que los vecinos “identificaron” como “los jadeos de los perros de un fraile que van detrás de la liebre”. En estos casos, al contrario de lo que ocurre en el “suceso extremeño”, el cazador no se transforma en perro (o en lobo), sino que está condenado a correr al lado de éstos. Versiones de esta leyenda las hallamos en Francia, donde el cazador salvaje, amén de otros nombres, es llamado Monsieur de la Fôret; en Suecia. donde se le conoce por Odinjäger; y en Alemania, donde recibe la denominación de Helljäger. Parece que estas versiones se aglutinan en el mito de Odín, en el que parecen encontrar su fundamento. Odín es primo de los Ases o divinidades vikingas, puede tomar toda su suerte de figuras de animales y a él le están consagrados el lobo y el cuervo, lo que no podrían ser menos dado el carácter infernal de los mismos. Se hace acompañar de Geri y de Freki, dos insaciables lobos que ya muestran algunos rasgos de Fenrir, el máximo representante de la maldad lubuna que tan claramente se manifiesta en los tratados mitológicos vikingos.

VI

Ya ha quedado demostrado el carácter funerario del lobo. Nada tiene entonces de extraño que la cabeza de este depredador aparezca representada en las conteras de bronce de cuatro lanzas de carro que fueron halladas en 1860 en el Cortijo de Maquiz (Jaén). Sobre dos de estas lanzas hay grabadas escenas de interés religioso: jinetes sobre hipocampos, lobos atacando a jabalíes, genios alados, etc.(23). García y Bellido compara estos bronces con la ya citada pátera de Tivisa (24), lo que nos parece lógico desde el tratamiento infernal de todo el conjunto. Desde nuestro punto de vista el carro se presenta estrechamente vinculado con el mundo de ultratumba, ya sea como elemento votivo, alegórico o mitológico, ya sea, cuando a tamaño real se deposita en el sepulcro, orientado al “uso natural” por el difunto en el más allá.

En Extremadura se han localizado varios carros que aluden a la caza fúnebre. A través de ellos vemos una sublimación del difunto, no ya sujeto a una mutación en lobo, sino adquiriendo su forma humana o, en último caso, trasplantado a un nuevo espacio de heroización ecuestre. Sobre el carro de Almorchón, del siglo VI a. C., va un jinete con casco que blande en su mano derecha una lanza. El carro de Mérida, de la misma época que el anterior, es más conocido. En él se representa una escena de cacería en la que un jinete, ayudado por dos perros (uno ha desaparecido) persigue a un jabalí. Como ya se ha dicho, el jabalí es un animal estrechamente vinculado a las creencias funerarias. Idéntico tratamiento al del carro de Mérida recibe una estela de Lara de los Infantes (Burgos), en la que aparece un jinete alanceando un jabalí, todo ello sobre el nombre del difunto. El que cabalga, según la interpretación que me parece más afortunada, es el fallecido que en el otro mundo sigue practicando la actividad cinegética. Curiosamente, aun salvando las distancias, constatamos que el viejo escudo de armas de Arroyo de la luz presenta idéntico motivo: un jinete acosa aun jabalí aliado de un roble o fresno. ¿Estamos ante una pervivencia dentro de la heráldica de un tema de índole mítica? No hay que olvidar que Arroyo de la luz se sitúa geográficamente en las proximidades del santuario funerario de Alcántara, al que nos hemos referido con anterioridad.

Profundicemos un poco más en la vertiente cultural del lobo en Extremadura. Muy cerca de la comarca cacereña de la Vera se encuentra el paraje conocido como Portoloboso, ya en término de Candeleda (Avila). En este punto se han localizado diecinueve aras votivas, diez de las cuales están empotradas en los muros de una ermita. Todas ellas están dedicadas aun dios indígena llamado Vaelico. El radical celta +uailos significa lobo. Este hecho, unido a la toponimia del lugar, nos induce a pensar que nos encontramos ante un santuario a una divinidad lupina o estrechamente relacionada con el lobo, con una segura influencia sobre una extensa área de la Alta Extremadura. Como bien apunta José M. Blázquez, siguiendo a Dion Cassio, 37, 53-54, no sorprende el que el lobo fuese objeto de veneración en los sitios en los que la ganadería era la mayor fuente de riqueza y el bien más estimado por los nativos (25). la sincretización de esta devoción quizás la tengamos en Nuestra Señora de la Chilla, en Candeleda. Ante la imagen, en su santuario, se halla postrado un pastor que mantiene a su vera una cabra y un perro.

Se cuenta, además, en la Extremadura prerromana con un Dios nocturno semejante al dios de los galos Sucellus (= el que golpea bien). Aunque no contamos con inscripciones relativas a esta deidad, diferentes estudios, especialmente los llevados a cabo por L. Lambrino (26), demuestran que fue objeto de un culto en Lusitania. Así parece confirmarlo el hecho de que en este área abunden los monumentos funerarios en forma de tonel y de que el tonel sea precisamente uno de los atributos de Sucellus. Pero más importante es el hallazgo de una serie de bronces relativos al dios indígena, uno de los cuales se localizó en la localidad pacense de Puebla de Alcocer. Este Sucellus de Badajoz, al igual que los galos, se cubre los hombros con una piel de lobo y, aunque le haya desaparecido, debió portar un martillo. El pellejo lupino es su emblema. Sucellus está considerado guardián de las almas de los muertos (27), cosa nada sorprendente tras conocer el carácter infernal atribuído al lobo. Cabe la posibilidad de que nos encontremos ante un dios o un dios-lobo de ultratumba, del que en buena medida depende la actividad cinegética del más allá. Como dios infernal, Sucellus refrenda los pactos y el cumplimiento de la palabra dada, ya que su implacable mano siempre castiga a los traidores. Los heraldos hispanos se cubrían con una piel de lobo en señal de paz. Según Apiano (Iber., 48), los nertobrigenses, sitiados por Marcelo en el año 152 antes de Cristo, enviaron a éste un emisario cubierto con una piel de lobo, sin duda alguna para testimoniar que la promesa de su pueblo quedaba tutelada por el mismo dios. Es decir, se pone por testigo al dios infernal, bajo cuyo atributo se acoge, del cumplimiento de la palabra dada. Los dioses infernales velan por la ejecución de las alianzas, acuerdos y tratados, razón por la cual, entre otros ejemplos menos conocidos, los lusitanos, al ser engañados por Galba y aniquilados en el año 150 antes de Cristo, no dudan en apelar a los dioses garantes de las promesas del romano (28).

Otro dios infernal, en este caso una diosa, es Ataecina. Su culto se extendía entre los ríos Tajo y Guadalquivir, encontrándose muy estrechamente vinculada a las riberas del Guadiana. Han aparecido inscripciones a ella dedicadas en Mérida, Medellín, Herguijuela, Ibahernando y Salvatierra de Santiago. Entre su exvotos, fechados hacia los siglos II-I antes de Cristo, destaca el jinete de bronce hallado en Torrejoncillo y que actualmente se custodia en el Museo Provincial de Cáceres. Tal vez se ha querido representar en él al cazador fúnebre en un estado de esquematización superior al de la estela de Lara de los Infantes o al del carro de Mérida, en los que ya nos fijamos anteriormente. También con la diosa Ataecina están relacionados unas pequeñas cabras de bronce encontradas en Torrejoncillo y el Aliseda. Semejantes animales debieron sacrificarse en los rituales a esta diosa infernal y señora de los difuntos para buscar su propiciación y defensa del lobo.

NOTAS

(1) En muchos cuentos populares, en leyendas y en historias hagiográficas se manifiestan estas mismas relaciones “amistosas” del hombre con el lobo.

(2) GRANDE DEL BRIO, R.: Pintura rupestre de Zamora y Salamanca. Salamanca, 1988. Pág. 135.

(3) El investigador portugués no hace una clara distinción entre piezas dentarias pertenecientes a perros y a lobos.

(4) CERRILLO MARTIN DE CACERES, E.: La vida rural romana en Extremadura. Cáceres, 1984. Pág. 34.

(5) ALMAGRO GORBEA, M.: El Bronce Final y el Periodo Orientalizante en Extremadura. Valencia, 1977. Pág. 510.

(6) Actualmente la carne de perro sigue comiéndose en Extremadura, en especial por parte de determinados grupos (quintos, comparsas, peñas…). En Campo Arañuelo, hasta hace algunas décadas, el integrarse en una panda carnavalera exigía para el solicitante el aporte y la condimentación de un perro.

(7) ALMAGRO GORBEA, M.: “Los relieves mitológicos orientalizantes de Pozo Moro”, en Trabajos de Prehistoria, 35 (1978), 251 ss.

(8) BLAZQUEZ, J. M.: Primitivas Religiones Ibéricas, II. Madrid, 1983. Pág. 33.

(9) RlVERO, C.: “Algunas cerámicas ibéricas decoradas del Castro Plaza del Tercio (Torrecilla de la Tiesa, Cáceres)”, en Zephyrus, XXV. Salamanca, 1974, pág. 356.

(10) BLAZQUEZ, J. M.: Diccionario de las religiones prerromanas de Hispania. Madrid, 1975. Págs. 84 ss.

(11) GRANDE DEL BRIO, R.: el lobo ibérico: biología y mitología. Madrid, 1984. Pág. 236.

(12) HURTADO, P.: “Supersticiones extremeñas”, en Revista de Extremadura, IV (Cáceres, 1902); págs. 350-351.

(13) BARANDIARAN, J. M.: Mitología Vasca. Bilbao, 1989. Págs. 94 ss.

(14) GARCIA Y BELLIDO, A.: “El jarro ritual de la colección Calzadilla”, Arch. Esp. Arq. Madrid, 1957, vol. XXX, 132 ss.

(15) BLAZQUEZ,J. M.: Primitvas…, 244 ss.

(16) ELIADE, M.: Historia de las creencias y de las ideas religiosas, II. Madrid, 1979. Pág. 132.

(17) BLAZQUEZ,J. M.: Primitivas…, 272.

(18) DOMINGUEZ MORENO,J. M.: “Microlitos y megalitos funerarios en Alcántara, Cáceres”, en Revista de Folklore, 125 (Valladolid, 1991), págs. 147-156.

(19) A. M., 1985.

(20)J. A. M., 1983.

(21) CARO BAROJA, J.: Algunos mitos españoles. Págs. 71 ss.

(22) MENENDEZ PELAYO, M.: Historia de los Heterodoxos Españoles, I. Madrid, 1980. Pág. 248.

(23) BLAZQUEZ, J. M.: Primitivas…, 146-149.

(24) Esculturas romanas de España y Portugal. Madrid, 1949. Págs. 464 55.

(25) Religiones…, 231.

(26) Empereurs romains, 237.

(27) GRANDE DEL BRIO, R.: El lobo ibérico…, 236.

(28) Apiano, Iber., 60.

Perros asilvestrados

[url=http://www.lne.es/secciones/noticia.jsp?pRef=2009061900_54_770760__Centro-Cerco-canes-salvajes-Nava]http://www.lne.es/secciones/noticia.jsp?pR…s-salvajes-Nava[/url]

Nava, Mariola MENÉNDEZ

El centro canino El Xelán, con el que el Ayuntamiento de Nava tiene contratada la recogida de perros abandonados, apresó ayer a un último animal a quien se le achacan los recientes ataques a ganado ovino y caprino en la zona de La Cueva. Al parecer, esta perra, un cruce de pastor alemán, estaba deambulando en las inmediaciones del Cabañón, según señala Ignacio Antuña, gerente del centro canino. El día anterior, el miércoles por la tarde, colocaron comida como señuelo para que ingiriera tranquilizantes y así poder capturarla al día siguiente con una correa.

Antuña señala que llevaban semanas intentando apresar al animal, desde que recogieran a otros dos canes, en las cercanías de Ceceda y El Cabañón, y con quienes parece que cometía las tropelías contra el ganado. Son machos mestizos y para uno de ellos tuvieron que utilizar tranquilizantes y el otro fue apresado después de encerrarlo en una cuadra, afirma Ignacio Antuña. Ninguno de ellos disponía de microchip de identificación. Cree que la perra puede estar preñada, hecho que confirmarán una vez que se encuentre en las instalaciones del centro canino, donde se le realiza una ficha de entrada. A partir del octavo día de su custodia el animal pasa a integrase en el programa de adopción. El año pasado gestionaron 300.

Ignacio Antuña manifiesta que los casos de recogida de perros asilvestrados «son mínimos» al darse más habitualmente los de dueños que entregan a sus animales o los de abandonos. Este adiestrador profesional (campeón de España) explica que «los ayuntamientos, por ley, tienen que disponer el servicio de recogida de animales vagabundos y si no tienen perrera municipal lo hacen a través de una empresa privada o de una protectora».

Los perros vagabundos, como los que realizaron los recientes ataques en la zona de La Cueva, son animales abandonados o extraviados, apunta Antuña. «Suelen tener un comportamiento tímido, esquivo y les sale el instinto de la evitación. Son desconfiados, introvertidos y huyen de los humanos», indica. Este profesional canino matiza que los perros asilvestrados son aquellos que «nunca han estado en contacto con humanos». Es decir, serían los cachorros de los canes vagabundos, que «aprenden el comportamiento de la madre», quien les enseñará a buscar comida en vertederos o cazando ovejas, gallinas y otro ganado. «Si no se les captura, sí es un problema», afirma. Antuña agrega que los perros abandonados «al no tener el instinto arraigado, como el lobo, matan por matar, por ver a la presa en movimiento. Ése puede ser un comportamiento genético y no se puede modificar, sólo controlar».

El centro canino El Xelán, además del servicio de recogida de animales sin dueño a ayuntamientos (en la Comarca de la Sidra, a Nava y Villaviciosa), imparte clases de adiestramiento y dispone de residencia. Los 20 años de trayectoria profesional de Ignacio Antuña le sirven para interpretar la comunicación gestual de los canes. Apunta que los animales «aprenden por estímulos positivos y negativos. Hay que educarlos».

El Lobo en la cultura popular giennense

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REVISTA DE FOLKLORE, Caja España, Fundación Joaquín Díaz
Año: 1989 – Tomo: 09b – Revista número: 104 Páginas en la revista: 39-45

EL LOBO EN LA CULTURA POPULAR GIENNENSE
AMEZCUA, Manuel

Una de las relaciones atávicas desaparecida hace años del panorama antropológico giennense se refiere a la presencia del lobo y su influencia en la cultura popular en una época en que este animal, al menos en las zonas más rurales, era considerado como la encarnación misma del mal. Aún viven ancianos pastores que cuentan historias de sus encuentros con la fiera, pero lo cierto es que el lobo, como animal mitológico que es, únicamente pervive como un motivo literario que en forma de romances y cuentos sirve para alimentar la fantasía de los niños.

El tiempo que me he movido entre los numerosos testimonios de su presencia en las sierras de Jaén, de sus costumbres y el proceso de su desaparición, así como el acercamiento al mundo que envuelve a la relación entre el hombre y el lobo, ha constituido una de esas apasionantes aventuras que alguna vez se vive en nuestro empeño de la investigación etnográfica, y es que por momentos he tenido la sensación de haber topado con una cultura milenaria en la que los datos históricos no son más que secuelas de una relación más profunda, que cae dentro del complejo mundo de la alegoría (1).

LAS RESERVAS NATURALES DEL LOBO EN JAEN

No abundan las fuentes a las que recurrir para conocer nuestra riqueza ecológica desde una perspectiva histórica; sin embargo, en lo que a fauna se refiere, quizá sean las «Relaciones Topográficas» de Felipe II las que con más detalle identifiquen las especies más abundantes en nuestras montallas allá por el siglo XVI. El manuscrito escurialense, en lo que a la provincia de Jaén se refiere, sólo conserva las informaciones de los pueblos pertenecientes a las comarcas de Sierra de Segura y Sierra Mágina, y entre los que declaran la existencia de lobos en su término se cuentan: Albánchez, Beas, Benatae, Chiclana, Hornos, Orcera, La Puerta, Segura, Siles y Sorihuela, existiendo además otras muchas especies hoy desaparecidas o en vías de serio, como venados, ciervos, corzos, gatos cervales, quebrantahuesos, gavilanes, halcones baharies, ánades, azores, osos, nutrias y un largo etcétera (2).

Sin embargo, la auténtica reserva del lobo en nuestra provincia se encontraba en Sierra Morena, desde donde se trasladaba siguiendo a los rebaños en sus migraciones invernales, consiguiendo adentrarse en el mismo corazón de la Sierra de Segura. Allí se refugiaba en rincones tan sombríos como «las Malezas» o «las Tablas», desde donde no salía más que para rondar las tiendas de los pastores o algún cortijo apartado.

LA CAZA Y OTRAS ARTES DE EXTERMINIO

Si hay algo que ha determinado en buena parte la existencia del lobo, ha sido la manía persecutoria por parte del hombre, que no ha podido superar ni el propio instinto de conservación del animal. ¿Qué daños causó el lobo que justificasen su total erradicación? Antiguos documentos del Cabildo de Andújar nos hablan de estragos en el ganado en un tiempo en que la ganadería era principal fuente económica (3), pero cuando uno habla con los pastores se percibe un extraño sentimiento de competencia hacia una fuerza oculta.

Y es que el lobo no siempre mata por necesidad, según dicen. Cuando entra en la majada degüella a las ovejas y se bebe su sangre, y contra este instinto feroz nada pueden hacer los perros ni los pastores. Ataca sobre todo de noche, en manada, haciendo alarde de su astucia cuando acomete contra reses más grandes, como toros o vacas. En este sentido hay quienes sostienen que bajo la piel del lobo se encuentra el mismo diablo (4).

Con tales argumentos se entiende que la caza del lobo haya sido algo implícito a su propia existencia. Ya en el siglo XVI, las «Ordenanzas del Común de la villa de Segura y su tierra» dedican un capítulo a «los que tomaren lobos» en su término, designando las cantidades que habían de pagar los concejos según se tratara de un lobo mayor, un lobezno o una camada entera, con la sola condición de presentarlos en el concejo con la oreja derecha cortada (5).

Dos siglos antes, en la Sierra Sur se recompensaba a las personas que mataran lobos, como es el caso de Fernand Martínez del Palomar y Alonso Martín de Córdoba, que recibieron del Concejo de Alcalá la Real diez mrs por uno que mataron en su término (6).

Los lobos de Sierra Mágina también sufrían continuos acosos por este tiempo. Así el concejo de Huelma se quejaba del mucho daño que cometían en el ganado, y en 1578. basándose en cierta pragmática de Su Majestad sobre asignación de un salario a las personas que matasen lobos, pregonaba públicamente que cualquier persona que viniere a matar lobos a su término y dehesa recibiría la cantidad de 22 rs. por cada cabeza de lobo o camada de ellos que presentara muertos. Expertos vecinos de Huelma y de pueblos comarcanos como Cambil, Campillo de Arenas, Jódar, Montejícar, Bélmez y Albánchez, además de otros de Linares, comenzaron una incesante cacería que en aquel quinquenio saldaron una cuenta de ocho camadas, dos lobas y tres lobos procedentes del término de Huelma, de lugares como la dehesa de Alequillas o el río de Polera (7).

Pocos años más tarde, ya en el siglo XVII, se toman medidas similares contra los lobos de Sierra Morena, llegando incluso a realizarse una lista de los cazadores de Andújar para exigirles a cada uno de ellos que presenten un lobo en cada año natural, so pena de tres ducados de multa, que se darían a otra persona capaz de hacerlo. Finalizado el siglo, Cabildo agradecerá la buena disposición de los ganaderos de esta ciudad por ofrecerse a hacer un arca por su cuenta para pagar a los cazadores que matasen lobos, y en 1720 los tratantes de ganado exigirán el importe de algunas recaudaciones destinadas a perseguirlos y matarlos (8).

También la villa de Linares de comienzos del seiscientos gratificará con dos ducados a quienes presentaren lobos matados dentro de su término; así ocurrió en 1610 cuando se presentan en el Cabildo cuatro vecinos de las tierras de Segura que llevaban diez lobos procedentes de los confines y rayas de esta villa, por lo que recibieron su recompensa además de las gratificaciones de los ganaderos (9).

De acuerdo con las costumbres biológicas del lobo, la caza de ejemplares sueltos se verificará fundamentalmente en los meses de invierno, desde diciembre hasta abril, las camadas se obtendrán nada más iniciado el verano, de mayo a julio. En las últimas décadas del siglo XVIII se reciben en los Ayuntamientos reales cédulas en las que se previene el exterminio de los lobos y demás animales considerados dañinos. En su consecuencia, ciudades y villas organizan cacerías a nivel de comarca, con un despliegue de recursos que difícilmente justifican los resultados obtenidos.

Atendiendo a alguna de estas Reales Cédulas, el Cabildo de Noalejo libraba en el mes de mayo de 1778 la cantidad de 365 rs «que se gastaron en el aleo de lobos practicado en el referido año por mano de dho Rexidor como su comisario» (10) .Diez años más tarde, por la expedida en 27 de enero de 1788, la ciudad de Ubeda organiza con la colaboración de los pueblos de su partido una gran batida que tuvo lugar el día 29 de octubre, por ser la época más propicia para tales monterías, llevándose acabo en los torcales de la Sierra de las Cabras y Pinar Negro, distantes cinco leguas de la ciudad. Participaron ciento veinte hombres, ochenta como tiradores y los cuarenta como ojeadores, además de cincuenta perros que unidos a los gastos de repostería y aderezos de caza, montó la cuenta en más de mil reales, que fueron sacados del arca de propios de la ciudad. El resultado no fue tan opulento: dos días de penalidades para acabar con tres o cuatro lobos y con algunos accidentes propios de tal montaje, de lo cual se lamentó el propio corregidor de Ubeda, solicitando en balde el cese de tales monterías (11).

EL OFICIO DE MATAR LOBOS

Pero si los efectos depredadores de las grandes batidas dejaban mucho que desear, no fue así con las acciones de ciertos particulares que hicieron de la caza del lobo un singular oficio, «los loberos». Ellos tenían un especial instinto para descubrir las camadas de los lobos y, desafiando los rigores del invierno, no les importaba andar grandes distancias entre montañas con tal de lograr su objetivo.

A veces pasaban varios días esperando el parto de la loba, y al menor descuido le sustraían los lobeznos que criaban en su casa y después exponían en el interior de unos cajones a modo de jaulas en los pueblos de la sierra durante toda la primavera y el estío. Todo ganadero que se preciara no pasaba sin dejar una limosna a quienes tanto contribuían a preservar la integridad de sus ganaderías, con lo cual el negocio se mantenía hasta encontrar nueva camada al siguiente invierno. Mañas tales contribuyeron a la definitiva desaparición de la especie en nuestras montañas hace treinta o treinta y cinco años, según testimonios de quienes aún dicen que si no hay lobos es porque ellos se fueron.

LA DANZA DEL LOBO Y EL PASTOR

La relación entre el lobo y el pastor era otra cosa, teniendo en cuenta que éste raramente ha ejercido de cazador. Los testimonios de pastores octogenarios relatan curiosas escenas de esta rara sincronía.

El pastor puede ser consciente de la presencia cercana del lobo sin necesidad de descubrirlo o percibir su humo. Si así ocurre, un pelo frío recorrerá su cuerpo y hará que le baile la gorra encima de la cabeza, ya sabe que el lobo anda cerca.

Si está en la tienda o la majada, encenderá una buena lumbre, con abundante leña, rodeando el corral con bardas o red de guita; la oportuna tirada de unos tizones incandescentes originará un círculo de fuego que hará imposible la penetración del lobo. Si, en cambio, va solo y la fiera le sale al encuentro, aflojará inmediatamente su faja y la dejará que arrastre por el suelo mientras camina; el lobo se pegará a su extremo y le seguirá sin atacarle hasta que alcance lugar poblado, en cuyo caso huirá. Si no lleva faja podrá mantenerlo a distancia usando el mechero de pedernal, chisqueándole continuamente a la cara.

González-Ripoll narra la historia de cierto aserrador de la Sierra de Cazorla que estuvo a punto de perder la vida como consecuencia del susto que le produjo el encuentro con unos lobos que le salieron una noche en los campos de Hernán Pelea. El hombre le quitó unas vueltas a la faja y la iba arrastrando por el suelo hasta que encontró abrigo en el cortijo de Viana, donde un sudor frío se apoderó de él y perdió el habla durante bastantes días, hasta que fue llevado por su mujer a lomos de mula hasta una saludadora famosa en el contorno, la Tía Telesfora, que de forma inexplicable le devolvió la salud. Desde entonces el Tío Julián Leiva, que así se llamaba, quedó apodado como «el de los lobos. (12).

LOCOS, SABIOS Y HOMBRES-LOBO

También se cuenta de personas con la particular facultad de poder comunicarse con el lobo, como el tío Bartolo Ferreiro, personaje medio sabio o medio brujo que a finales del siglo pasado, entre tantas diabluras que hacía, como la de trasladarse por los aires de un cerro a otro, amenizaba las noches de Sierra Mágina aullando como los lobos, y dicen que a sus aullidos le contestaban los lobos de la Serrezuela.

El autor anteriormente citado se refiere a un hombre que le decían el Tío Gil «el de los lobos», vecino de la Iruela, que parecía cruzado en lobo y sabía imitar el aullido lo mismo que ellos y los llamaba y acudían. Podía decirse que se había criado entre ellos, pues desde pequeño quedó huérfano y lo recogió su abuelo, viviendo ambos completamente solos, de transeúntes por la sierra. Sin casa ni choza y llevando un atajo de cabras levantiscas, dormían donde les pillaba la noche. Cuando el abuelo tenía que ir a Cazorla a por el suministro, que echaba un día y una noche en ir y volver, dejaba al nietecillo con sus cuatro o cinco años escondido en el ahuecado tronco de un viejo roble para que no se lo comieran los lobos. Y así se fue criando hasta que fue mayor y se le murió el abuelo y él siguió solo en la sierra con las cabras. Y como estaba tan acostumbrado a oir el aullido de los lobos, aprendió a imitarlo y lo hacía de forma idéntica, y al terminar hacía un castañeo con los dientes que ponía los pelos de punta (13).

También hemos encontrado algún caso de auténtica metamorfosis. Lo recoge Andrés Cárdenas y se refiere a cierta familia que habitaba en un apartado cortijo de Cazorla y que les llamaban “los locos». Se decía de ellos que tenían un libro mágico que leían al revés y se convertían en lobos. Todo parece suponer que fueran descendientes de alguna familia de moriscos, de tantos que se asentaron en las más escabrosas sierras giennenses, y la leyenda en torno a ellos, fruto del aislamiento y tradicional rechazo social al que estuvieron sometidos, lo cierto es que de ellos se cuentan tantas fechorías que la gente procuraba no acercarse a su escondido imperio; sobre todo, en noches con luna llena (14).

El ULTIMO LOBO

Dicen los viejos que los años veinte fueron años de mucho lobo (15); después, poco a poco, los fueron mermando y era raro escuchar de alguien que los hubiera visto. Varios factores se fueron sumando: la acción de los loberos, especialmente los de Andújar, que en tiempo en que paren las lobas se metían en sus cuevas y les quitaban las crías, la aparición de las escopetas de fuego central, que vendían los recoveros por los cortijos sin necesidad de papeles, y como daban premio por lobo muerto, además de las limosnas de los ganaderos, los fueron apocando hasta que los acabaron.

En varias comarcas he escuchado relatos sobre la desaparición del último lobo, pero tal vez sea la historia que recogió González-Ripoll en Cazorla la que mejor se acerque a esa especie de duelo entre el hombre y la naturaleza que ha constituido todo el proceso de la desaparición de esta especie de nuestras montañas.

El hecho ocurrió hacia los años veinte, cuando cierto cazador hirió a un lobo mientras estaba acechando a los conejos. A partir de aquí la historia se asemeja a aquella de la loba parda del romance, ya que el lobo herido hubo de vérselas con un gran mastín que le persiguió incesantemente hasta que fue a caer en un poyato del que no pudo salir por la debilidad y la gran pérdida de sangre. Finalmente, fue rematado por alguno de aquellos serranos, y sus pellejos fueron a parar a manos de unos zagales que los llenaron de paja, como era costumbre, y salieron a pedir con él, obteniendo de los ganaderos la poco despreciable cantidad de cuarenta reses entre borregas y chotas (16).

Testimonio de la presencia del lobo en nuestro suelo provincial son algunos topónimos como el «Collado del lobo» en la población minera de El Centenillo; la «Cueva de la lobera» de Castellar, que es a la vez un importante yacimiento ibérico, o la aldea alcalaina de «Villalobos», por citar sólo algunos, además de algunos motes como el de «Negro Lobero» en Bélmez de la Moraleda, o la pervivencia del apellido «Lovera».

Sin embargo, como ese último rayo de esperanza, nos llega un estudio publicado hace poco tiempo por Isidoro Ruiz Martínez, que identifica un grupo de lobos compuesto por cuatro a seis ejemplares de «Canis lupus signatus» (lobo ibérico) que se asienta principalmente en Sierra Morena, con movimientos esporádicos hacia la provincia de Ciudad Real y hacia el Este en los meses donde se celebran monterías, catalogando, además, a estos ejemplares como de los mejores de España (17).

UN ARQUETIPO LITERARIO

El lobo ha sido y es un motivo literario dentro del amplio abanico de la cultura popular. Prueba de ello es que el bebé inicia sus primeros juegos al son de la conocida letrilla de «Los cinco lobitos» y que el que tal vez sea el cuento infantil más popular, el de «Caperucita Roja», está basado en la ancestral relación hombre-Lobo. Es en este género de cuentos maravillosos, así como en la leyenda y en el cancionero tradicionales, donde la figura del lobo alcanza su carácter mítico.

Un ejemplo muy ilustrativo es el «Romance de la Loba Parda», de origen pastoril y muy realista en cada una de sus descripciones. Menéndez Pidal piensa que nació en Extremadura y que los pastores trashumantes lo propagaron por otras regiones (18); lo cierto es que es tan popular que aún se puede escuchar cantado de boca de los niños en sus juegos de corro y comba. La versión que sigue me la cantó un niño de Noalejo, que la había aprendido de su abuelo, un pastor fallecido hacía unos años:

Estando en la mi choza / pintando la mi cayada las cabrillas altas iban / y la luna rebajada,
mal barruntan las ovejas / no paran en la majada
vide venir siete lobos / por una oscura cañada,
venian echando a suertes / a ver a cual le tocaba,
le tocó a una loba parda, / cana y patituerta,
que tenía los colmillos / como puntas de navaja.
Dió tres vueltas al redil / y no pudo sacar nada
a la otra vuelta que dió / sacó a la borrega blanca,
hija de la oveja Churra, / nieta de la Orejisana,
la que tienen mis amos / para el domingo de Pascua.
-Aquí mis siete cachorros, / aquí perra trujillana,
aquí perros de los hielos, / a correr la loba parda,
si me cobrais la borrega / cenareis leche y hogazas,
si no me la cobrais / cenareis de mi cayada.
Los perros tras de la loba / las uñas se esmigajaban.
siete leguas la corieron / por unas sierras muy agrias,
al subir un costarrillo / la loba ya va cansada.
-Tomad perros la borrega / buena y sana como estaba.
-No queremos la borrega / de tu boca alobada
que queremos tu pellejo / para el pastor una zamarra,
el rabo para correas / para atarse las bragas,
de la cabeza un zurrón / para meter las cucharas,
las tripas para vihuelas / para que bailen las damas.

Para finalizar, diremos que el lobo ha sido animal también tratado en otro género popular como es el refranero, que enseña desde las costumbres biológicas del animal:

«Primero día de mayo corre el lobo y el venado».

«La casa del lobo, donde le toma la noche»

resaltando su astucia:

«Muda el lobo la lana, mas no la maña»

su instintiva necesidad de la caza:

«La loba y la espada, si no hallan presa, muerden la tierra de rabia»

«El lobo no come carne que muere, sino la que por su pie hubiere».

y sus costumbres depredadoras:

«Cuando el lobo va a hurtar. lejos de su casa va a cazar»,

hasta el esfuerzo del pueblo por combatir sus fechorías:

«Con cabeza de lobo gana el raposo».

Demonio o no, necesidad de alimento o de muerte, lo cierto es que hace muchos años ya que dejó de verse por las agrias laderas de sierra Morena, de Segura o Mágina, imagino que para la tranquilidad de muchos. La última duda es si fue más lobo el hombre que la propia fiera a la que acabó venciendo y aniquilando:

«Quien lobo nació, lobo murió», reza la última conseja.

____________
(1) Consecuencia de estos trabajos han sido otras publicaciones:

La danza del lobo y el pastor. Presencia, costumbres y exterminio del lobo en Jaén. Dominical Diario JAEN, 24-IV-88.

Una cuestión antropológica: la relación entre el hombre y el lobo en la Sierra de Segura. I Encuentro Histórico-costumbrista de la Sierra de Segura. Junio de 1988.

(2) VILLEGAS DIAZ, L. y GARCIA SERRANO, R. : Relación de los pueblos de Jaén, de Felipe II. Boletín del Instituto de Estudios Giennenses, núms. 88-89, 1976.

(3) TORRES LAGUNA, C.: Historia de la ciudad de Andújar y de su patrona la Virgen de la Cabeza. Libro quinto. Andujar a través de sus Actas Capitulares (1600-1850). Instituto de Estudios Giennenses, 1981.

(4) Los testimonios orales los tomé en los días de Semana Santa de 1988 de boca de Antonio Fernández Bautista, de 85 años, y de Antonio y Ramón Femández Beteta, de 84 y 88 años respectivamente, todos pastores jubilados de Santiago de la Espada (Jaén).

(5) CRUZ AGUIILAR, E.: Ordenanzas del Común de la villa de Segura y su tierra de 1580. Instituto de Etudios Giennenses, 1980. El cáp. 63:

“De los que tomaren lobos en el termino de Sigura.

Item. ordenamos y mandamos que qualquier persona de
cualquier calidad que sea que en nuestros terminos tomare lobos mayores e camas dellos de este concejo de Sigura pague a la tal persona que los tomare deste nuestro cavildo de cada lobo mayor quatro ducados y de cada lobecino quinientos mrs. y cada concejo de las villas deste común pague a cada lobo mayor un ducado y de cada lobecico cien mrs. y cada una aldea pague por cada lobo mayor doscientos mrs. y de los lobecicos no paguen nada y de cada una çorra pague esta villa un real y las demás villas de su término medio real todo lo cual se entienda que se ha de pagar registrándose en el dicho concejo de Sigura con los dichos lobos e camas dellos y çorros donde se corte a cada uno la oreja derecha y jure la tal persona ora sea vecino o forastero que los tomaron en nuestros términos e mandamos que los dichos concejos paguen lo aquí declarado e para ello sean apremiados porque ansí conviene”.

(6) JUAN LOVERA, C.: Colección Diplomática de Alcalá la Real. 1988, pág. 57.

(7) Arch. Municipal de Huelma. Actas Capitulares, años 1571 a 1576.

(8) TORRES LAGUNA, ob. cit.

(9) Arch. Municipal de Linares. Libros de Actas Capitulares. Años 1608 y 1610.

(10) Arch. Municipal de Noalejo. Libro de cuentas de propios, año 1775. También se libraron 60 rs. en premios dados por zorros muertos.

(11) Arch. Municipal de Ubeda. Expediente sobre la batida de lobos correspondiente al mes de octubre de 1778.

(12) GONZALEZ-RIPOLL, J.L.: Narraciones de caza mayor en Cazorla. 1978, pág. 55 y ss.

(13) Gira anterior, pág. 25.

(14) «Ocurrió también una vez que uno de los hermanos de los «locos” llevaba todas las noches un cordero a casa y la mujer siempre le preguntaba de dónde lo había sacado. El contaba que se la daba un amigo suyo que tenía un caserío. Un día la mujer le dijo que quería acompañarlo a conocer a su espléndido amigo y se empeño tanto que la mujer no tuvo más remedio que decirle que sí. Cuando iban por mitad del camino, el hombre le dijo a su esposa que se quedara allí, debajo de una encina, pues él iba a comprobar si su amigo estaba en casa. Así lo hicieron. Al rato a la mujer se le apareció un lobo. Ella se subió rápidamente al árbol y el lobo pegaba saltos para ver si podía pillarla. Cada salto que daba le arrancaba un pedazo de refajo. Cuando el lobo se fue y regresó el marido, ésta le contó llorando el miedo tan terrible que había pasado. Se fueron a la casa y se acostaron. Pero a la mañana siguiente, cuando la mujer se levantó, vio que en los dientes del marido, pues él siempre dormía con la boca abierta, habla trozos de refajo que el lobo la había arrancado. Entonces fue cuando comprendió qui era su marido el que se convertía en lobo y que lo que quería era asustarla para que no fuera más con él. Le pegó una paliza que lo dejó casi muerto”.

CARDENAS, A.: Carriles de Silencio. 1986, pág. 53.

(15) Juan Sánchez Caballero, cronista de Linares que me ha facilitado los datos referentes a esta ciudad, me comentaba que los lobos de su comarca duraron hasta los años de 1928 al 30, y que cerca de la estación de Vadollano se recomendaba tener cuidado a los caminantes ante la posible presencia de lobos procedentes de Sierra Morena. El mismo recuerda haber presenciado de niño la visita de algunos con ocasión de encontrarse en la casería de las Correderas.

(16) Ob. cit., pág. 24.

(17) RUIZ MARTINEZ, I.: Fauna y flora de La Carolina. Seminario de Estudios Carolinenses, 1986.

(18) MENEZ PIDAL, R.: Romancero Hispánico. 2 vols. Espasa Calpe, 1953.

Tras las huellas del lobo

Fuente: [url=http://www.alonsoquijano.org/cursos2004/animateca/recursos/Biblioteca%20virtual/C1.%20Tradiciones%20y%20Literatura%20Infantil/5.%20Julia%20Valenzuela.pdf]http://www.alonsoquijano.org/cursos2004/an…0Valenzuela.pdf[/url]

María Sahuquillo / Julia Valenzuela
Facultad de Educación, Universidad Complutense

I. PRESENTACIÓN

La tradición cultural, tal y como la entendemos, contribuirá a la formación de la conciencia de un “nosotros” siempre que sea una realidad actual, viva. Dicho de otro modo, el patrimonio cultural distintivo, propio, es siempre algo que se vive en el presente (los recuerdos son recuerdos de personas vivas). Así ocurre, por ejemplo, con las lenguas o los dialectos, que dejan de considerarse comunes, vivos, en el momento en que dejan de compartirse porque ya nadie los recuerda.
Desde esta óptica, la tradición habrá de ser restaurada, y nos preguntamos si de la misma manera en que se restauran los edificios, las obras pictóricas, las
esculturas,… podremos restaurar fiestas, costumbres, formas peculiares de hablar, textos mutilados, fragmentados por el tiempo, creencias o juegos. Evidentemente, al igual que el restaurador artístico o arquitectónico precisa para hacer su trabajo de vestigios, restos de las piedras, las tallas, los colores… antiguos, el restaurador de la
tradición cultural necesitará procurarse documentos, vestigios sonoros, gráficos o materiales que le permitan recrear la tradición. Y esta ha sido la tarea que múltiples estudiosos llevan y han llevado a cabo durante décadas. Pero esta labor de documentación nunca será suficiente si consideramos que la cultura de un pueblo no es sustancia inerte (como las piedras, los óleos, las tallas), sino una compleja trama de procesos dinámicos que se construyen en el seno de marcos compartidos de significado, negociados y renegociados en comunidad, en diálogo social. Así, quien quiera restaurar la tradición se verá abocado a propiciar que sus protagonistas, hombres y mujeres, niños o ancianos, recojan el testigo de la misma haciendo intervenir a todo su cuerpo, participando con todos sus sentidos y en cooperación con los otros (para llegar al “nosotros”) en fiestas, bailes, juegos, ritos,… eso sí,
después de haber conocido los documentos antiguos, después de haber oído los ecos de la vieja lengua, de los viejos ritmos, de las remotas melodías. Porque, volviendo al símil del habla perdida, sabemos que los trabajos histórico-descriptivos que se han llevado a cabo para reconstruir una lengua o un dialecto olvidados, fuera del valor filológico intrínseco que tales investigaciones comportan, no han servido, ni servirán para revivirlos, para reanimarlos: con ellos no se logra que el habla se hable, se use, se comparta en comunidad (principal función de una lengua).

Así, el modo o procedimiento de trabajo que proponemos pretende una búsqueda, siempre desde la actualidad, lo más exhaustiva posible de las huellas, las manifestaciones, los vestigios, las cristalizaciones y derivaciones, de todo lo que pueda conducirnos a determinar el significado, la supervivencia, la difusión de algunos tópicos (temas recurrentes) en la tradición cultural de nuestro pueblo y que permanecen aún vivos, ya sea en los libros actuales para niños, ya en otras manifestaciones tradicionales o folklóricas de toda índole.
Entendemos que a lo largo de este tipo de búsqueda diversificada y extensa niños y adultos, como si de arqueólogos se tratara, irán encontrando múltiples restos, unos enteros, otros fragmentados, de la propia historia, de las raíces culturales de su pueblo, de su civilización, que irán siendo llamados a la vida, recreados, compartidos en cooperación, negociados, en una búsqueda de sentido con que poder reconstruir, restaurar, nuevas fotografías retrospectivas, nuevos mapas que al tiempo les lleven a entender mejor lo que les mueve y les conmueve.
Nuestra propuesta incumbe a niños y jóvenes de todos los niveles educativos de la enseñanza obligatoria –cada cual en la medida de sus posibilidades-, e incluso podría hacerse extensiva a niveles superiores, de modo que podría incardinarse tanto en centros educativos (E. Infantil, E. Primaria, E.S.O., Bachillerato), como en otro tipo de entidades o instituciones que asuman la iniciativa (Ayuntamientos, Diputaciones Provinciales, Bibliotecas públicas,…) y que puedan responsabilizarse de organizar y coordinar los trabajos preparatorios (determinación del tópico, objeto de estudio y reparto inicial de tareas); los de desarrollo (búsqueda de las fuentes para la obtención de datos, testimonios, textos…), así como los de difusión del producto
final (jornadas, exposiciones, puestas en común).

II. ELECCIÓN DEL TEMA: JUSTIFICACIÓN.

Para ejemplificar el procedimiento hemos elegido como tópico el de EL LOBO, animal omnipresente en la cultura y la tradición de la Península Ibérica,
tanto como ente real que acecha y amenaza a hombres y animales, a pueblos enteros, como en sus representaciones simbólicas en mitos, leyendas o cuentos infantiles. El lobo reúne las condiciones que antes considerábamos como necesarias para iniciar en torno a él el trabajo que propugnamos:

I. ANTIGÜEDAD.- Se puede afirmar que la figura del lobo es una constante en la cultura ibérica ya desde la prehistoria. Así, aparece como motivo decorativo en escenas de caza de vasijas de cerámica prerromana ibéricas, del levante español, desde el siglo VI a.d.C.. Y se tienen noticias de que los guerreros numantinos más feroces se cubrían en las batallas con pieles de lobo, como símbolo de su fuerza y arrojo.

En Roma, el lobo era un animal con rasgos valorados y temidos a la vez. Recuérdese que Rómulo y Remo, fundadores de la capital del Imperio, fueron
amamantados por una loba. El lobo estuvo muy arraigado en la cultura latina a juzgar por la abundancia de proverbios y frases hechas en que aparece como protagonista. El Diccionario Latino-Español, de Agustín Blázquez Fraile recoge, entre otros, algunos registrados en autores clásicos: así, TERENCIO atestigua la frase “hacer guardar el rebaño por el lobo”, como equivalente a “confiar algo a alguien de quien no debemos fiarnos”; PLAUTO proporciona “sacar al cordero de la boca del lobo”, como expresión sinónima de “intentar algo imposible” y VIRGILIO utiliza la frase “el lobo huirá de las ovejas”, también con este mismo significado. Por otra parte, LUPUS fue, no sólo el nombre del animal, sino también un antropónimo muy frecuente entre los latinos. Este arraigo del lobo en la cultura latina y la valoración en que se le tenía, mezcla de admiración y temor, se trasladó, como era de esperar, a nuestra península (y a todos los dominios de la Romania), en donde se incorporó profundamente a su cultura, persistiendo hasta la actualidad. De la antigüedad que este elemento cultural ha tenido entre nosotros dan testimonio, en el terreno meramente lingüístico, la toponimia y la antroponimia.

José GODOY ALCÁNTARA, en su Ensayo Histórico Etimológico Filológico sobre los Apellidos Castellanos afirma que “El lobo es el (animal) que a más hombres ha denominado en las lenguas antiguas y modernas (en vascuence Ochoa). Las referencias a sus instintos, habilidades y movimientos han engendrado también nombres, como Golfanguer, del alemán Wolfang (=”andares de lobo”)”. Y en este mismo estudio (p.123) recoge los nombres y apellidos castellanos formados la base del nombre de este animal (entre los que destacan Lope y López) y que se encuentran abundantísimamente en toda la documentación medieval y moderna.
La toponimia de la península ibérica está plagada de topónimos a base de lobo y derivados. Son nombres de caminos o cañadas transitados por los lobos (Correlobos, Carrelobos, Carrelobar, Cañada Llobera…), de los pozos en los que se colocaban trampas para cazarlos (Pozo Lobo, La Poza de los Lobos, El Chorco de los Lobos…), de los parajes en donde solían ser vistos (Los Lobos, Los Lobicos, El Chano los Lobos, Miralobos, La Peña los Llubercos,…), etc., etc.

II. ACTUALIDAD.- Es el lobo un animal todavía presente en la vida de los niños y los jóvenes (de pueblos enteros) de grandes zonas rurales, sobre todo de las montañosas, donde aún los lobos de carne y hueso alcanzan gran protagonismo y viven rodeados de un aura legendaria de muerte y destrucción: las historias recientes de lobos se narran en nuestras aldeas como vivas, se recogen en las crónicas, se citan en la prensa diaria. De sus correrías dan cuenta abundantes noticias documentadas, como lo ocurrido en septiembre de 1970 en Lena (Asturias), en 1976, en Boal. Todavía hoy en algunas comarcas se conservan restos de arquitectura popular que dan fe de los procedimientos comunales empleados para la caza del lobo. Es el lobo, en fin, tema recurrente en documentales que se difunden en televisión: primero fue F. Rodríguez de la Fuente, pero otros han retomado su testigo y la vida
del lobo, sus costumbres, sus mañas para la caza conmueven a nuestros jóvenes.

III. VALOR SIMBÓLICO.- Al tiempo, el lobo en su faceta simbólica está aún presente y muy presente en la vida cotidiana: sería difícil, casi imposible,
encontrar un niño que no haya aprendido a contar los dedos de su mano cantando los Cinco Lobitos, que no haya crecido oyendo de boca de sus mayores los cuentos de Caperucita y el Lobo, Los Tres Cerditos y el Lobo, Los Siete Cabritillos y el Lobo, o romances, como el de La Loba Parda, o fábulas en las que el lobo esté presente, como las de ESOPO o IRIARTE.

Esta presencia del lobo-símbolo en la infancia –prueba de su fuerte raigambre- resurge en el hombre maduro y ahí tenemos a nuestras más recientes
generaciones de escritores reviviendo la tradición en sus obras de juventud: Julio LLAMAZARES escribe en 1985 Luna de Lobos, una de sus primeras novelas; Julián MARÍAS, Los Dominios del Lobo, la primera de su ya extensa novelística, que acaba de ser reeditada.

Pero, aquí no termina la presencia de nuestro protagonista, porque el lobo, junto a los tres cerditos, ha servido recientemente a “creativos “publicitarios como pretexto en la elaboración de un spot que habla de las maravillas de un vehículo todo-terreno (“Donde te lleva un Montero no llega nadie”, ni siquiera el lobo); y estas misma Navidades, junto a Caperucita Roja, reaparece en su papel de seductor para anunciar un afamado (y casi también mítico) perfume.

Por último, no queremos dejar de mencionar que, a medio camino entre el lobo real y el legendario se sitúan algunas creencias fronterizas que aún perviven en algunas regiones, como Asturias, y que podrían ubicarse en el territorio de la superstición o la brujería. Así, Luciano CASTAÑÓN, en su obra Supersticiones y creencias de Asturias, cita, entre otras, las siguientes:
“La presencia del lobo quita el habla y pone los pelos de punta. El caballo se niega a caminar por un lugar en el que haya un pelo de lobo. El lobo no se aproxima a una persona que lleve una luz en la mano o la faja arrastrando. Cuando come a una persona, no le come el brazo derecho. (…) En algunas casas suelen tener un diente de lobo, incluso con un engarce de plata; , colmillo que es muy apreciado por sus funciones curativas y como propiciador de suerte, ya como amuleto, ya para hacer cruces mientras se ensalma. Algunas enfermedades a que se aplica: cuxillos, dixipelas, meadas de sapo, hinchazones extrañas, picaduras de culebra, picaduras de alacrán, de avispa”.

Consideramos que la del lobo es una figura en la que se aúnan lo real y lo mitológico y en la que se entrecruzan múltiples factores culturales, históricos,
lingüísticos, folklóricos, antropológicos y mitológicos. Así pues, creemos que el lobo será un magnífico pretexto para indagar en el pasado y traerlo al presente, porque aún está vivo en nuestras conciencias y en las de nuestros niños y jóvenes.

III. DESARROLLO

Por tratarse de un tópico tan extendido, consideramos necesario orientar nuestra búsqueda hacia múltiples fuentes, tanto orales como escritas, fílmicas o
gráficas y que, esquemáticamente ordenamos así:

ESTUDIO LINGÛISTICO

Para conocer en profundidad el término y los vocablos con él relacionados, tanto en el plano diacrónico, como en el sincrónico, acudiendo a diccionarios de todo tipo y a manuales y estudios que permitan conocer: -Su etimología y su significado: etimológico; figurado o metafórico.-Familia léxica a la que pertenece: derivados y compuestos. Campo semántico. -Sinónimos y antónimos.-Antropónimos: nombres propios; apellidos o patronímicos.-Topónimos.

ESTUDIO HISTÓRICO

Para reconstruir con objetividad la trayectoria histórica del lobo. Revisión de fuentes locales, regionales, documentos, tratados, legislación, etc. En esta
investigación será conveniente señalar “a priori” algunos hitos o momentos históricos que pudieran ser significativos. En nuestro caso nos situamos en la
Prehistoria, el Imperio Romano y la Edad Media para llevar a cabo tres calas que den muestra de la antigüedad y la trayectoria de nuestro protagonista.

ESTUDIO FILOSÓFICO–PSICOLÓGICO

Para determinar la simbología, los significados asociados del tópico, que son muy numerosos y varían de unas culturas a otras (símbolo de luz entre los griegos y los pueblos nórdicos, alegoría guerrera entre los indios americanos, símbolo del sol entre los chinos, divinidad infernal en la cultura greco-latina, brujo en la imaginería europea, representación de los terrores de la infancia,…) para lo que habrá que ahondar en su misma naturaleza y en la del ser humano. Consulta de diversas fuentes, como diccionarios de símbolos, tratados sobre mitología, estudios psicoanalíticos de los sueños, los cuentos, etc.

ESTUDIO FOLKLÓRICO-ETNOLÓGICO

De recopilación de refranes, frases hechas, leyendas, cuentos, romances, canciones, juegos infantiles y de todas aquellas manifestaciones que den cuenta de cómo la tradición ha tratado el tópico estudiado. Para ello será necesario llevar a cabo encuestas orales (trabajo de campo), así como consultar todo tipo de antologías y recopilaciones folklóricas.

ESTUDIO ANTROPOLÓGICO

Que permita reconstruir la vida, costumbres, trabajo, organización social de todo un pueblo. Visitas a museos etnológicos; consulta de tratados y monografías sobre el pastoreo, la trashumancia, la mesta,… que den cuenta de cómo se evitaba el ataque del lobo, de cómo se organizaban las distintas comunidades para cazarlo, etc.

ESTUDIO ARTÍSTICO

De recopilación de manifestaciones artísticas en las que el lobo aparezca, ya sea por su valor simbólico o por su significado real. Las fuentes literarias serán prioritarias en esta investigación y se atenderá a todos los géneros (lírica, narrativa,dramática, didáctica). Las manifestaciones pictóricas también serán atendidas, y muy especialmente las ilustraciones de las obras literarias recopiladas, sin olvidar los cómics, donde el lobo aparece con frecuencia. También se indagará en otras artes, como la música, e incluimos en este apartado las creaciones cinematográficas donde el lobo esté presente (sin dejar de lado la figura del hombre-lobo).

ESTUDIO CIENTÍFICO

Orientado al conocimiento biológico y ecológico del lobo: su morfología, su reproducción, alimentación, su hábitat, agrupamiento, su difusión geográfica … Consulta de tratados de Zoología o Ecología y, sobre todo, de obras de divulgación (también de documentales) en que se difundan tales conocimientos.

MASS-MEDIA

Organización de un archivo sonoro-visual con documentos en torno al lobo: programas divulgativos, vídeos didácticos o ecologistas, dibujos animados, textos publicitarios o de otra naturaleza. Organización de una hemeroteca donde se archiven noticias de prensa, reportajes, entrevistas, etc.

Dejemos ya que el lobo vuelva a su guarida con el convencimiento de que aún no hemos explorado totalmente sus dominios, pero en la creencia de que sí hemos sido capaces de tenderle un buen cerco, esperemos que el próximo invierno podamos darle alcance.

Madrid, enero, 2000

Benditos Lobos

Fuente: [url=http://www.diariodelpuerto.com/intranet/php_lib/edicion_impresa.php?eimp_id=2218#zoom=75#page=2]http://www.diariodelpuerto.com/intranet/ph…#zoom=75#page=2[/url]

Miguel Jiménez Rollán

Ha vuelto el lobo a Madrid, anunciaron el otro día en la televisión local. El lobo ibérico, el de Félix Rodríguez de la Fuente: “Hoy apenas se escucha en España el canto del lobo”, que sentenciara un día en “El hombre y la tierra”. La prueba evidente de su regreso eran los restos de un macho, sobre la camilla gélida del quirófano de un veterinario, al inicio de la autopsia de lo que claramente había sido un atropello. “Regresó el lobo”, insistía la presentadora. “Y nada más plantar la primera huella volvió a irse, con las patas por delante”, sentenciaba mentalmente la audiencia, aplastada por la lógica de un regreso que no es regreso porque el que volvió está ahora muerto. (…)

cómo no vamos a creer en la vuelta del lobo pues, aunque nos los han enseñado de cuerpo presente, daba miedo ver sus dientes asomarse por la comisura de los labios, como si fuera a despertar de un momento a otro. Decía Rodríguez de la Fuente en uno de sus documentales, mientras daba de comer trozos de carne a una manada como si fueran patos de El Retiro, que el lobo suscita tanto miedo en España como el tigre en la India o el león en África. Claro que ni en la tierra de Gandhi ni en la sabana del Kilimanjaro los naturalistas se plantan con un puñado de chuletitas de cordero y se dedican a susurrar a diestro y siniestro “pitas, pitas”. No conviene.
Rodríguez de la Fuente sí lo hacía con los lobos, ante todo para desmitificar su leyenda, aunque eso sí, con reportajes que hoy son míticos, quizá porque nunca nos creímos del todo que aquel inmenso amigo de los animales fuera del todo humano. (…) “Los lobos son animales sociales, son animales jerárquicos, son animales que tienen rígidos protocolos para no herir a sus semejantes o a las personas que los cuidan”, decía el naturalista para explicar cómo aquella manada revoloteaba inocente a su alrededor.

No pueden pensar lo mismo los que vieron, ven y verán agonizar a sus ovejas y corderos por el ataque raudo, sagaz y letal del lobo. “Benditos lobos, que dan de comer a todos”, murmura mi abuelo cuando recuerda sus tiempos de pastor y los estropicios que hacían en los rebaños: tres, cuatro, cinco ovejas muertas en cada ataque para tener que salir corriendo con apenas un trozo de carne. Luego quedaba el consuelo de no desperdiciar el alimento y poder asar los restos.
Hace sesenta años aquel era el único riesgo incierto junto con alguna que otra traicionera helada, el lobo era la única desgracia, el único contratiempo que podía poner en jaque el negocio, debilitarlo, socavarlo, ponerlo en crisis. Aún así, tenía su parte buena. El lobo se cargaba el sustento futuro, la inversión,
pero garantizaba el sustento presente, lo único que realmente existe. (…)

El coyote y el wasichu

Fuente: [url=http://www.nacionesindias.com/mito08.html]http://www.nacionesindias.com/mito08.html[/url]

Érase una vez un wasichu(*) comerciante que presumía de haber sido capaz de engañar a todos los indios con los que había traficado. Pero un día un anciano lakota le dijo a la puerta de su tienda.

– Quizás sea cierto lo que dices. Pero hay alguien a quien no puedes engañar.
– Imposible. No existe nadie que se resista a mi palabra ni a mi ingenio -y soltó una sonora carcajada que atrajo la atención de los que andaban cerca. El anciano no cambió su gesto e insistió indiferente
– Ríes porque no le conoces.

El wasichu se sintió ofendido en su orgullo y retó al anciano a que le presentara a tal personaje.
Coyote

– Está bien -contestó el lakota- pero no te extrañe su apariencia. Si así lo deseas, esta misma noche te lo presentaré.

El comerciante esperó nervioso, dejando pasar las horas y poco después de la caída del sol se acercó al tipi del anciano. Cuando entró vio con sorpresa que un coyote estaba recostado cerca del anfitrión, mordisqueando un hueso. El wasichu volvió a sonreír y preguntó:

– ¿Es él quien puede superarme a mí en el arte del engaño? -Se puso en jarras y exigió- A ver si es capaz de demostrarlo.
– No pensaba que había venido a demostrar mi ingenio. Tan sólo he aceptado la invitación de mi amigo lakota a comer.
– Lo dices porque eres incapaz de aceptar mi reto.
– Esta bien -contestó el coyote- pero no tengo aquí mi “saco medicina”. Es él el que me da la sabiduría el que agudiza mi ingenio.
– Pues ve a buscarlo -requirió el wasichu-.
– Imposible. Mi refugio está lejos. Tardaría toda la noche en ir a buscarlo. Quizás mañana.
– No, esta misma noche. Te dejo mi caballo para que vayas a buscarlo. Quiero demostraros a todos que soy más inteligente que tú.

El coyote se quedó pensando, mientras masticaba con calma un pedazo de carne.

– Si me acerco a tu caballo se dará cuenta de mi olor. Sabrá que soy un coyote, se asustará y no dejará que le monte.
– Pues vístete con mi ropa. Así pensará que soy yo.

Tras meditarlo unos instantes, el coyote aceptó la propuesta. El wasishu se desprendió de su camisa, sus pantalones y su sombrero y vio desde el tipi partir al coyote a lomos de su caballo.
Tres días estuvo en la tienda esperando el comerciante el regreso del coyote, pero nunca le volvió a ver. Ni a él, ni a su caballo, ni a su ropa.

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[url=http://www.nacionesindias.com/wasichu.html]http://www.nacionesindias.com/wasichu.html[/url]

(*) Wasichu (o was’chu)

Término despectivo lakota con el que se definía a los blancos que mostraban su ambición por las tierras y bienes nativos. Textualmente puede traducirse por “el que acapara la sustancia” (=”avaro”, “codicioso”).
Inicialmente no era aplicado a todos los recién llegados; tan sólo a los que demostraban su intención depredadora, arrebatando vidas o propiedades indias. Con el tiempo es fácil comprender que la expresión se generalizara para describir a todos los blancos.
“Wasichu”, pues, no era inicialmente una expresión racista que con el que se pretendiera abarcar a cualquier blanco recién llegado. Era la descripción de una actitud. (…)

Shunka, la pequeña coyote

Fuente: [url=http://www.nacionesindias.com/mito04.html]http://www.nacionesindias.com/mito04.html[/url]

Shunka gimió al sentirse empujada bruscamente dentro del grasiento saco de piel. Apenas había despertado sin embargo ahí estaba, asida por el cuello y secuestrada del refugio de sus padres. Al principio pensó que seguía soñando dentro de la cálida cueva, acurrucada junto a sus hermanos y hermanas. Ella siempre se había sentido bastante segura bajo las raíces del gran abeto. Los retoños del árbol habían formado un amplio círculo a su alrededor, brindando un buen lugar para ocultar a una familia de cuatro cachorros peludos. Al menos eso es lo que pensaron los padres de Shunka.
LobosPero Shunka no estaba soñando. Sus padres habían ido de cacería y habían dejado cerca a un tío para cuidar a los cachorros. El tío era muy joven y no tenía experiencia en estas cosas. Su atención había sido atraída por una ardilla que corría por un tronco caído y, mientras él estaba distraído, una criatura extraña había venido a la guarida de los coyotes, atrapando a Shunka y a uno de sus hermanos. Los otros cachorros se había ocultado fuera de alcance en el fondo del refugio, así que no fueron atrapados.

Shunka y su hermano fueron empujados a la bolsa mientras y cargados a la espaldas de las criaturas. Después de un largo y agitado tiempo, Shunka se asomó por encima del hombro de la Criatura de Dos Piernas. Allí, frente a ella, estaba un panorama sorprendenemente maravilloso. En una pradera había un grupo de refugios que se erguían altos como árboles en círculo, con cada entrada mirando al este, hacia el sol naciente. Muchas Criaturas de Dos Piernas salieron corriendo para saludar a las abuelas que volvían. Había mucho ruido y confusión. Todo era un remolino de nuevas vistas, nuevos sonidos y olores desconocidos. Olores maravillosos llenaban el campamento. Shunka sólo había conocido el olor de su guarida de tierra, el aroma dulce de la leche de su madre, y más tarde, cuando sus pequeños dientes blancos habían brotado, el olor a la carne agria que su padre regurgitaba como desayuno para sus hijos todas las mañanas.

Había sido el olor de las ofrendas de su padre el que había guiado a las abuelas a encontar la guarida. Mientras buscaban raíces y hierbas, las experimentadas narices de las abuelas detectaron a los cachorros astutamente escondidos el árbol. De repente, Shunka sintió que era depositada rudamente en el suelo. A su lado gemía su hermano, asustado y confundido. “No te preocupes,” murmuró ella, “nos tenemos el uno al otro. Yo permaneceré contigo. Di ‘huká’, no tengo miedo”.

Pero él tenía miedo a pesar de las valientes palabras de Shunka, y aulló con fuerza cuando un pequeño Dos Piernas lo abrazó estrechamente contra su pecho. “A-i-i-i,” él gritó. Los pequeños Dos Piernas rieron y lo alzaron para que todos lo vieran. “Este es mi cachorro” -dijo el aprendiz de guerrero- “Mi abuela me lo ha dado como regalo”.

– Sí -respondió la Abuela Unchí- y si cuidas de él tan bien como cuidarías a tu propio hermano, será tu compañero de confianza por el resto de sus días.

Diciendo esto, levantó a Shunka y le habló suavemente. “Toma,” dijo la Abuela Unchí, tomando del fuego algunos pedazos de carne que olían muy bien, y dándoselos a la pequeña coyote. “Shunka” -le dijo- “estoy muy contenta por haberte encontrado. Eres un gran regalo para mí. De ahora en adelante tendré a alguien que me ayude y una amiga para hacerme compañía”.

Y así fue como Shunka fue separada de su familia como una winú -una prisionera- y forzada a vivir en la aldea de las Criaturas de Dos Piernas por el resto de su vida. Pero la Abuela Unchí era bondadosa con ella, y alababa y reconocía su trabajo. Así que cuando Shunka tuvo su propia familia, llegó a ser una especie de hunka –póxima, familia- para las Criaturas de Dos Piernas. Se convirtió en un pariente por elección, y todos sus hijos y sus nietos también.

Héchetu yeló – Esto es cierto-.

El Muchacho lobo

Fuente: [url=http://www.nacionesindias.com/mito03.html]http://www.nacionesindias.com/mito03.html[/url]

Una vez, en un campamento Kiowa, vivían en el mismo tipi un joven guerrero, su mujer y el hermano de éste. Una mañana, el guerrero partió en busca de caza. dejando a su hermano menor y a su mujer en el campamento. Como de costumbre, cuando el hermano mayor hermano se iba, el chico subía a una colina cercana y se sentaba allí todo el día hasta que regresaba la parida de caza. Una vez, antes de que el chico se fuera, su cuñada le dijo:

– ¿Por qué eres tan solitario? Seamos amantes.
– No, amo a mi hermano y no querría hacer eso -contestó el chico.
– Tu hermano no lo sabría. Sólo tú y yo lo sabríamos. El no se enteraría -añadió ella.
– No, estimo mucho a mi hermano. No querría hacer eso.

Una noche, cuando todos se fueron a dormir, la mujer fue a donde el chico solía sentarse en la colina. Se puso a cavar. Cavó un hoyo lo bastante profundo como para que nadie le oyese nunca a quien pudiera caer en él. Lo cubrió colocando una piel sobre el agujero, y lo dejó de manera que pareciese natural y nadie reparase en ello. Volvió al campamento y se acostó. Al día siguiente, el hermano mayor se fue a cazar, y el menor, hacia donde solóa sentarse. La mujer le siguió con la mirada y vio cómo desaparecía. Subió a la colina y miró dentro del hoyo, diciendo:

– Imagino que ahora sí querrás hacer el amor. Si estás dispuesto a ser mi amante, te dejaré salir. Si no, tendrás que permanecer aquí hasta que mueras.
– No quiero -dijo el chico.

Cuando el esposo regresó al hogar, le preguntó a su mujer dónde estaba su hermano menor.

– No le he visto desde que te fuiste, pero subió a la colina” -dijo ella. Aquella noche, cuando se iban a dormir, el hombre le dijo a su mujer que le parecía oír una voz en alguna parte. Ella dijo: “Sólo oyes a los lobos”. El hombre no durmió en toda la noche y, al amanecer, le dijo a su mujer:

– Debes de haberle regañado, para que se fuera; debe de haber vuelto con nuestros padres.
– No le dije nada. Cada día, cuando te vas a cazar, se va a aquella colina -dijo la mujer.

Al día siguiente levantaron la tienda y regresaron al campamento principal para ver si estaba allí. No le halló. Sacaron la consecuencia de que había muerto. Su padre y su madre le lloraron.
El chico, en el hoyo, lloraba; se moría de hambre y d esed. Mirí hacia arriba y vio algo. Un lobo levantaba la la vieja piel que cubría el agujero. El lobo dijo:

– ¿Qué haces ahí abajo?

El chico le contó lo ocurrido, que la mujer era la causante de que estuviese allí. El lobo dijo: “Te sacaré. Si lo hago, serás mi hijo”.
Oyó aullar al lobo y cuando volvió a mirar hacia arriba, había una manada. Empezaron a cavar un lado del hoyo, hasta que llegaron hasta él y pudo salir a rastras. Hacía mucho frío y, como llegaba la noche, los lobos se tumbaron a su alrededor y encima de él para que conservara el calor. A la mañana siguiente, los lobos le preguntaron qué comía. Contestó que comía carne y los lobos se marcharon. Encontraron bisonte y cazaron una cría y se la llevaron. El chico no tenía con qué despedazarlo, así que los lobos la despedazaron y dejaron que cogiera lo que quisiese. El chico comió hasta hartarse.
El lobo que lo había sacado preguntó a los demás si sabían dónde había un cuchillo de piedra. Uno de ellos dijo que había visto uno en alguna parte. Le pidió que fuera a buscarlo. En adelante, cuando los lobos matasen para el chico, él mismo despedazaría la carne.

LobosPasaron tres inviernos hasta que un hombre del campamento se hallaba cazando por allí. Observó una manada de lobos y, entre ellos, a un joven. Se acercó con la intención de reconocer a aquel hombre. Se acercó sólo lo justo para evitar el peligro de ser atacado por la manada. Volvió al campamento y contó a su gente lo que había visto. Concluyeron que debía de ser el joven que habían perdido tiempo atrás.
Días después, una nueva partida de caza salió del campamento. El azar quiso que se cruzaran en el camino de la manada que había cuidado del joven de la colina. Cuando los lobos vieron a los hombres comprendieron que deberían huir para no ser cazados. Su amigo humano no dudó en irse con ellos.

Al día siguiente, todo el campamento salió a ver quién era el joven. Vieron a los lobos, y al joven que les acompañaba. Le persiguieron hasta darle alcance y le cogieron. Se defendió como un animal -mordiendo y arañando- . mientras los guerreros oían a sus compañeros lobos aullar a lo lejos. Cuando consiguieron que el joven se calmara, le llevaron ante su padre y su hermano, a quienes pidió que le dejasen libre para ir a escuchar lo que los lobos decían. Su familia, apesadumbrada, pensaba que si lo soltaban, no iba a volver. No obstante, accedieron y fue a reunirse con sus amigos. Cuando volvió al campamento le preguntaron:

– ¿Cómo llegaste a estar entre ellos?. Él les contó cómo su cuñada había cavado el hoyo, cómo él había caído y cómo los lobos le rescataron, viviendo ya desde entonces con ellos. El lobo que le ayudó le había pedido que alguien debería ir en su lugar, que tenían que envolver a la mujer con tripa de bisonte y llevársela. El padre y la madre de la joven se enteraron de lo que le había hecho al muchacho. Le dijeron al marido que ella se había portado mal y que él hiciera lo que el lobo le había ordenado: que la llevase, para que aquél se la comiese entera. Así pues, el marido de la joven la cogió, la envolvió con las tripas y la condujo a donde el lobo había dispuesto.
Todo el campamento salió para ver y el muchacho lobo dijo:

– Dejadme llevársela a mi padre lobo.

A continuación, la llevó y, a cierta distancia, se detuvo y aulló como lo hacen los miembros de la manada. Toda la gente del campamento puedo ver llegar lobos de todas partes. Él le dijo a su padre adoptivo: “Ahí tienes a la que querías en mi lugar”.

… y los lobos llegaron y la despedazaron.

Los lobos de Cernogratz

[url=http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/ing/saki/lobos.htm]http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/ing/saki/lobos.htm[/url]

Los lobos de Cernogratz
[Cuento. Texto completo]

Saki

-¿Y no hay viejas leyendas vinculadas al castillo? -preguntó Conrad a su hermana.

A pesar de ser un próspero comerciante de Hamburgo, Conrad era el único miembro de carácter poético de una familia eminentemente práctica.

La baronesa Gruebel alzó sus abultados hombros.

-En estos viejos sitios no faltan las leyendas. Son fáciles de inventar y no cuestan nada. En el caso presente, dicen que cuando alguien muere en el castillo todos los perros de la aldea y las fieras del bosque aúllan la noche entera. No sería agradable escucharlo, ¿verdad?

-Sería misterioso y romántico -dijo el comerciante de Hamburgo.

-De todos modos no es verdad -dijo la baronesa, llena de complacencia-. Desde que adquirimos el lugar hemos podido comprobar que nada de eso ocurre. Cuando mi buena suegra murió en la pasada primavera todos prestamos atención, pero no hubo aullidos. Se trata simplemente de un cuento que le imprime dignidad al lugar sin costo alguno.

-La leyenda no es como usted la ha contado -dijo Amalie, la vieja y peliblanca institutriz.

Todos volvieron hacia ella la cabeza, llenos de asombro. De costumbre se sentaba a la mesa en silencio, compuesta y apartada, sin hablar nunca, a menos que alguien le dirigiera la palabra; y eran pocos los que se tomaban la molestia de entablar conversación con ella. Hoy la invadía una locuacidad insólita. Siguió hablando, con voz rápida y excitada, mirando al frente y al parecer sin dirigirse a nadie en particular.

-Los aullidos no se escuchan cuando alguien muere en el castillo. Sólo cuando alguien de la familia Cernogratz moría aquí los lobos venían de lejos y de cerca y se ponían a aullar en la linde del bosque justo antes de la hora final. Únicamente unos cuantos lobos tenían sus guaridas por estos lados, pero en aquellas ocasiones los guardabosques decían que se contaban por montones, deslizándose en la oscuridad y aullando en coro. Y entonces los perros del castillo, la aldea y las granjas de los alrededores empezaban a ladrar y aullar de miedo y rabia contra el coro de los lobos; y cuando el alma del moribundo abandonaba el cuerpo se escuchaba el estrépito de un árbol que caía en el parque. Eso es lo que pasaba cuando moría un Cernogratz en el castillo de sus ancestros. ¡Pero si un forastero muere aquí, es claro que ningún lobo va a aullar y ningún árbol se va a desplomar! ¡Ah, eso no!

Había un dejo desafiante, casi despreciativo, en estas últimas palabras. La bien alimentada y demasiado bien vestida baronesa le clavó una mirada colérica a esa anciana anticuada que se había atrevido a abandonar la apropiada y usual posición de humildad para hablar con tanto irrespeto.

-Todo indica que está muy enterada de las leyendas de los Cernogratz, Fräulein Schmidt -dijo incisivamente-. No sabía que las historias familiares se contaban entre las materias que se supone usted domina.

La respuesta a este sarcasmo fue todavía más inesperada y asombrosa que el arrebato verbal que lo había motivado.

-Soy una Cernogratz -dijo la vieja-; y por eso conozco la historia familiar.

-¿Usted, una Cernogratz? ¡Usted! -sonó el coro incrédulo.

-Cuando nos arruinamos -explicó ella- y tuve que salir a dar clases particulares, cambié de apellido. Me pareció más apropiado. Pero mi abuelo basó gran parte de su infancia en este castillo y mi padre solía contarme muchas historias acerca del lugar; y, como es lógico, me aprendí todas las historias y leyendas familiares. Cuando a una sólo le quedan los recuerdos, los guarda y desempolva con especial cuidado. Poco me imaginaba, cuando entré a trabajar con ustedes, que algún día me traerían a la antigua residencia familiar. Casi desearía que hubiera sido a otra parte.

Reinó el silencio cuando dejó de hablar, hasta que la baronesa desvió la conversación a un tópico menos embarazoso que el de las historias familiares. Pero más tarde, cuando la vieja institutriz se hubo retirado sigilosamente a sus quehaceres, se armó una algarabía de burlas y escarnios.

-¡Qué impertinencia! -bramó el barón, dejando que sus ojos saltones asumieran una expresión de escándalo-. ¡Imagínense, esa mujer hablando así en nuestra mesa! No le faltó sino decirnos que no éramos nadie. Y no le creo ni una palabra. Es una Schmidt y nada más. Seguro estuvo hablando con algún campesino sobre la antigua familia Cernogratz y se apropió de su historia y sus leyendas.

-Quiere darse importancia -dijo la baronesa-. Sabe que dentro de poco habrá pasado la edad para trabajar y se quiere ganar nuestra simpatía. ¡Su abuelo, ya lo creo!

La baronesa también tenía sus abuelos, pero nunca jamás se jactaba de ellos.

-A que su abuelo era ayudante de despensa o algo así en el castillo -se burló el barón-. Esa parte del cuento puede ser verdadera.

El comerciante de Hamburgo no dijo nada; había visto lágrimas en los ojos de la anciana cuando hablaba de guardar los recuerdos… o quizás, por ser tan imaginativo, creyó haberlas visto.

-Le voy a dar aviso de despido apenas terminen las fiestas de Año Nuevo -dijo la baronesa- Hasta entonces voy a estar demasiado atareada para arreglármelas sin ella.

Pero de todos modos tuvo que arreglárselas sin ella, pues con el frío penetrante que empezó a hacer después de Navidad la vieja institutriz cayó enferma y tuvo que guardar cama.

-¡Qué provocación! -dijo la baronesa, mientras sus huéspedes se calentaban a la lumbre del hogar en una de las últimas tardes del año que moría-. En todo el tiempo que ha estado con nosotros no recuerdo que nunca haya estado gravemente enferma; quiero decir, demasiado enferma para cumplir con su trabajo. Y ahora que tengo la casa llena y podría servirme de tantas maneras, corre a caer postrada. La compadezco, desde luego. Se ve mermada y decaída, pero de todas formas la cosa es sumamente molesta.

-Muy molesta -convino la mujer del banquero, llena de comprensión-. Es el frío intenso, me figuro. Acaba con los viejos. Y este año ha estado extraordinariamente frío.

-Las heladas de diciembre han sido las más fuertes en muchos años -dijo el barón.

-Y ella ya está muy vieja -dijo la baronesa-. Ojalá la hubiera despedido hace unas semanas; así se habría marchado antes de que le sucediera esto. ¡Eh, Wappi! ¿Qué te pasa?

El perrito faldero había saltado de repente de su cojín y se había metido, en un solo temblor, bajo el sofá. En ese mismo instante los perros del castillo rompieron a ladrar llenos de furia, y a lo lejos se oyeron los ladridos de otros perros.

-¿Qué será lo que inquieta a esos animales? -preguntó el barón.

Y entonces los humanos prestaron atención y captaron el sonido que suscitaba en los perros tales muestras de rabia y temor: un prolongado y quejumbroso aullido que subía y bajaba, de modo que ahora parecía provenir de leguas de distancia y ahora se arrastraba a través de la nieve y parecía brotar al pie de los muros del castillo. La fría y famélica miseria de un mundo congelado, la implacable voracidad de la naturaleza, en combinación con otras melodías desoladas e imposibles de definir, parecían concentrarse en aquel grito lastimero.

-¡Lobos! -exclamó el barón.

La música se avivó en un violento estallido que parecía venir de todas partes.

-Cientos de lobos -dijo el comerciante de Hamburgo, que era un hombre de poderosa imaginación.

Movida por un impulso que no habría sido capaz de explicar, la baronesa dejó a sus invitados y fue hasta la estrecha y triste habitación en donde la vieja institutriz yacía contemplando el paso de las horas del año que moría. Aunque el frío de la noche invernal era cortante, la ventana estaba abierta. Con una exclamación de escándalo a flor de labios, la baronesa corrió a cerrarla.

-Déjela abierta -dijo la anciana, con una voz que, pese a su debilidad, tenía un tono autoritario que la baronesa jamás había oído salir de su boca.

-¡Pero se va a morir de frío! -protestó.

-De todos modos me estoy muriendo -dijo aquella voz-; y deseo escuchar la música que hacen. Han venido de todas partes a cantar la música funeral de mi familia. Es bello que hayan venido. Soy la última Cernogratz que morirá en nuestro viejo castillo y ellos han venido a cantarme. ¡Escuche qué tan recio llaman!

El grito de los lobos se elevaba en el aire estancado del invierno y flotaba alrededor de las murallas con lamentos sostenidos y desgarradores. La anciana descansaba en el lecho, el rostro iluminado por una mirada de felicidad por mucho tiempo postergada.

-Váyase -le dijo a la baronesa-. Ya no estoy sola. Soy parte de una antigua y noble familia…

-Creo que está agonizando -dijo la baronesa cuando volvió a reunirse con sus huéspedes-. Creo que lo mejor sería mandar por un doctor. ¡Y esos horribles aullidos! ¡Ni por mucho dinero me dejaría cantar esa música fúnebre!

-Esa música no se compra con ninguna cantidad de dinero -dijo Conrad.

-¡Escuchen! ¿Qué es ese otro sonido? -preguntó el barón cuando se oyó el ruido de algo que se partía y desplomaba.

Era un árbol que caía en el parque.

Hubo un momento de silencio forzado, hasta que habló la esposa del banquero.

-Es el frío intenso lo que parte los árboles. Y también fue el frío lo que trajo tal cantidad de lobos. Desde hacía muchos años no teníamos un invierno tan frío.

La baronesa se apresuró a convenir en que el frío era la causa de esas cosas. Y fue también el frío de la ventana abierta lo que causó el ataque cardíaco que hizo innecesarios los servicios del doctor para la vieja Fräulein. Pero el aviso de prensa quedó muy lucido:

El día 29 de diciembre, en Schloss Cernogratz, falleció Amalie von Cernogratz, durante muchos años dilecta amiga del barón y la baronesa Gruebel.

FIN

Animales de fuerza (comentarios)

En mi vida he notado que todos los seres humanos tienen preferencia por un determinado animal, árbol, planta o pedazo de tierra. Si las personas prestaran más atención a estas preferencias y buscaran qué pueden hacer para hacerse dignas de aquello que les atrae, tendrían sueños con los que purificar su vida.

hace unos dias tuve un sueño de animales de poder, estaba con un grupo de personas, y cada quien tenia algun animal cuando llegue a mi lugar me encontre con una roca de color rosado con blanco, desestime este sueño y de echo en el mismo sueño lo hice, por creer que debiera de haber visto algun animal, hasta que me encuentro con esto, alguien me podria orientar al respecto?