El Muchacho lobo

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Una vez, en un campamento Kiowa, vivían en el mismo tipi un joven guerrero, su mujer y el hermano de éste. Una mañana, el guerrero partió en busca de caza. dejando a su hermano menor y a su mujer en el campamento. Como de costumbre, cuando el hermano mayor hermano se iba, el chico subía a una colina cercana y se sentaba allí todo el día hasta que regresaba la parida de caza. Una vez, antes de que el chico se fuera, su cuñada le dijo:

– ¿Por qué eres tan solitario? Seamos amantes.
– No, amo a mi hermano y no querría hacer eso -contestó el chico.
– Tu hermano no lo sabría. Sólo tú y yo lo sabríamos. El no se enteraría -añadió ella.
– No, estimo mucho a mi hermano. No querría hacer eso.

Una noche, cuando todos se fueron a dormir, la mujer fue a donde el chico solía sentarse en la colina. Se puso a cavar. Cavó un hoyo lo bastante profundo como para que nadie le oyese nunca a quien pudiera caer en él. Lo cubrió colocando una piel sobre el agujero, y lo dejó de manera que pareciese natural y nadie reparase en ello. Volvió al campamento y se acostó. Al día siguiente, el hermano mayor se fue a cazar, y el menor, hacia donde solóa sentarse. La mujer le siguió con la mirada y vio cómo desaparecía. Subió a la colina y miró dentro del hoyo, diciendo:

– Imagino que ahora sí querrás hacer el amor. Si estás dispuesto a ser mi amante, te dejaré salir. Si no, tendrás que permanecer aquí hasta que mueras.
– No quiero -dijo el chico.

Cuando el esposo regresó al hogar, le preguntó a su mujer dónde estaba su hermano menor.

– No le he visto desde que te fuiste, pero subió a la colina” -dijo ella. Aquella noche, cuando se iban a dormir, el hombre le dijo a su mujer que le parecía oír una voz en alguna parte. Ella dijo: “Sólo oyes a los lobos”. El hombre no durmió en toda la noche y, al amanecer, le dijo a su mujer:

– Debes de haberle regañado, para que se fuera; debe de haber vuelto con nuestros padres.
– No le dije nada. Cada día, cuando te vas a cazar, se va a aquella colina -dijo la mujer.

Al día siguiente levantaron la tienda y regresaron al campamento principal para ver si estaba allí. No le halló. Sacaron la consecuencia de que había muerto. Su padre y su madre le lloraron.
El chico, en el hoyo, lloraba; se moría de hambre y d esed. Mirí hacia arriba y vio algo. Un lobo levantaba la la vieja piel que cubría el agujero. El lobo dijo:

– ¿Qué haces ahí abajo?

El chico le contó lo ocurrido, que la mujer era la causante de que estuviese allí. El lobo dijo: “Te sacaré. Si lo hago, serás mi hijo”.
Oyó aullar al lobo y cuando volvió a mirar hacia arriba, había una manada. Empezaron a cavar un lado del hoyo, hasta que llegaron hasta él y pudo salir a rastras. Hacía mucho frío y, como llegaba la noche, los lobos se tumbaron a su alrededor y encima de él para que conservara el calor. A la mañana siguiente, los lobos le preguntaron qué comía. Contestó que comía carne y los lobos se marcharon. Encontraron bisonte y cazaron una cría y se la llevaron. El chico no tenía con qué despedazarlo, así que los lobos la despedazaron y dejaron que cogiera lo que quisiese. El chico comió hasta hartarse.
El lobo que lo había sacado preguntó a los demás si sabían dónde había un cuchillo de piedra. Uno de ellos dijo que había visto uno en alguna parte. Le pidió que fuera a buscarlo. En adelante, cuando los lobos matasen para el chico, él mismo despedazaría la carne.

LobosPasaron tres inviernos hasta que un hombre del campamento se hallaba cazando por allí. Observó una manada de lobos y, entre ellos, a un joven. Se acercó con la intención de reconocer a aquel hombre. Se acercó sólo lo justo para evitar el peligro de ser atacado por la manada. Volvió al campamento y contó a su gente lo que había visto. Concluyeron que debía de ser el joven que habían perdido tiempo atrás.
Días después, una nueva partida de caza salió del campamento. El azar quiso que se cruzaran en el camino de la manada que había cuidado del joven de la colina. Cuando los lobos vieron a los hombres comprendieron que deberían huir para no ser cazados. Su amigo humano no dudó en irse con ellos.

Al día siguiente, todo el campamento salió a ver quién era el joven. Vieron a los lobos, y al joven que les acompañaba. Le persiguieron hasta darle alcance y le cogieron. Se defendió como un animal -mordiendo y arañando- . mientras los guerreros oían a sus compañeros lobos aullar a lo lejos. Cuando consiguieron que el joven se calmara, le llevaron ante su padre y su hermano, a quienes pidió que le dejasen libre para ir a escuchar lo que los lobos decían. Su familia, apesadumbrada, pensaba que si lo soltaban, no iba a volver. No obstante, accedieron y fue a reunirse con sus amigos. Cuando volvió al campamento le preguntaron:

– ¿Cómo llegaste a estar entre ellos?. Él les contó cómo su cuñada había cavado el hoyo, cómo él había caído y cómo los lobos le rescataron, viviendo ya desde entonces con ellos. El lobo que le ayudó le había pedido que alguien debería ir en su lugar, que tenían que envolver a la mujer con tripa de bisonte y llevársela. El padre y la madre de la joven se enteraron de lo que le había hecho al muchacho. Le dijeron al marido que ella se había portado mal y que él hiciera lo que el lobo le había ordenado: que la llevase, para que aquél se la comiese entera. Así pues, el marido de la joven la cogió, la envolvió con las tripas y la condujo a donde el lobo había dispuesto.
Todo el campamento salió para ver y el muchacho lobo dijo:

– Dejadme llevársela a mi padre lobo.

A continuación, la llevó y, a cierta distancia, se detuvo y aulló como lo hacen los miembros de la manada. Toda la gente del campamento puedo ver llegar lobos de todas partes. Él le dijo a su padre adoptivo: “Ahí tienes a la que querías en mi lugar”.

… y los lobos llegaron y la despedazaron.

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