El Kitsch, Milan Kundera

Cuando redacté el post en el topic de Concepto de Historia ( https://rojointenso.net/mybb/?p=3571 ), recordé cuál era el ambiente en las aulas de la facultad. No hacía mucho estaba leyendo “La insoportable levedad del ser”, de Milan Kundera. No me he encontrado con demasiados autores hablando del tema, y me emocioné. Creo que el problema que él denomina Kitsch, tal y como lo define, influye aún demasido en la interpretación de la historia, en la política, y en las vidas de muchos individuos que ni siquiera tienen porqué relacionarse con las dos primeras.

Texto largo pero que, para mí, vale mucho la pena.

(…) De eso se desprende que el ideal estético del acuerdo categórico con el ser es un mundo en el que la mierda es negada y todos se comportan como si no existiese. Este ideal estético se llama kitsch.
Es una palabra alemana que nació en medio del sentimental siglo diecinueve y se extendió después a todos los idiomas. Pero la frecuencia del uso dejó borroso su original sentido metafísico, es decir: el kitsch es la negación absoluta de la mierda; en sentido literal y figurado: el kitsch elimina de su punto de vista todo lo que en la existencia humana es esencialmente inaceptable.
(…)
Pero lo que le producía rechazo era mucho menos la fealdad del mundo comunista (los palacios destrozados convertidos en establos) que la máscara de belleza que se ponía o, dicho de otro modo, el kitsch comunista. Su modelo es la festividad denominada primero de mayo.
Había visto las manifestaciones del primero de mayo en la época en que la gente aún estaba entusiasmada o aún fingía plenamente el entusiasmo. Las mujeres vestían camisas rojas, azules, blancas, de modo que, vistas desde los balcones y las ventanas, formaban diversas figuras: estrellas de cinco puntas, corazones, letras. En medio de las distintas partes de la manifestación iban pequeñas orquestas que tocaban marchas. Cuando los manifestantes se acercaban a la tribuna, hasta las caras más aburridas se iluminaban con una sonrisa, como si quisiesen demostrar que se alegraban convenientemente o, más exactamente, que estaban convenientemente de acuerdo. Y no se trataba de un mero acuerdo político con el comunismo, sino de un acuerdo con el ser en tanto que tal. La festividad del primero de mayo bebía de la profunda fuente del acuerdo categórico con el ser. La consigna tácita, implícita, de la manifestación no era «¡viva el comunismo!», sino «¡viva la vida!». La fuerza y la astucia de la política comunista consistían en haberse apoderado de esta consigna. Era precisamente esta estúpida tautología («¡viva la vida!») la que atraía a la manifestación comunista incluso a aquellos que eran indiferentes a las tesis comunistas.

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Diez años más tarde (cuando vivía ya en Norteamérica), un amigo de sus amigos, senador norteamericano, la llevaba en su enorme automóvil. En el asiento trasero se apretujaban cuatro niños. El senador detuvo el coche; los niños bajaron y corrieron por el amplio césped hacia el edificio de un estadio en el que había una pista de patinaje sobre hielo. El senador, sentado al volante, miraba enternecido a las cuatro figuritas que corrían y se giró luego hacia Sabina: «Mírelos». Dibujó con la mano un círculo que pretendía abarcar el estadio, el césped y a los niños: «A esto lo llamo felicidad».
Tras aquellas palabras no sólo había felicidad porque los niños corrieran y el césped creciera, sino también una expresión de comprensión hacia una mujer que procedía de uno de los países del comunismo donde, a juicio del senador, el césped no crece y los niños no corren.
Pero Sabina se imaginaba precisamente en aquel momento al senador en la tribuna de la plaza praguense. Tenía en la cara precisamente la misma sonrisa que los gobernantes comunistas dirigían desde lo alto de su tribuna a los ciudadanos que sonreían del mismo modo, abajo, en la manifestación.

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¿Cómo sabía aquel senador que los niños son la felicidad? ¿Es que podía ver sus almas? ¿Y si en el momento en que desaparecieran de su vista, tres de ellos se lanzaran sobre el cuarto y empezaran a pegarle?
El senador tenía un solo argumento para su afirmación: sus sentimientos. Allí donde habla el corazón es de mala educación que la razón lo contradiga. En el reino del kitsch impera la dictadura del corazón.
Por supuesto el sentimiento que despierta el kitsch debe poder ser compartido por gran cantidad de gente. Por eso el kitsch no puede basarse en una situación inhabitual, sino en imágenes básicas que deben grabarse en la memoria de la gente: la hija ingrata, el padre abandonado, los niños que corren por el césped, la patria traicionada, el recuerdo del primer amor.
El kitsch provoca dos lágrimas de emoción, una inmediatamente después de la otra. La primera lagrima dice: ¡Qué hermoso, los niños corren por el césped!
La segunda lágrima dice: ¡Qué hermoso es estar emocionado junto con toda la humanidad al ver a los niños corriendo por el césped!
Es la segunda lágrima la que convierte el kitsch en kitsch.
La hermandad de todos los hombres del mundo sólo podrá edificarse sobre el kitsch.
Nadie lo sabe mejor que los políticos. Cuando hay una cámara fotográfica cerca, corren en seguida hacia el niño más próximo para levantarlo y besarle la mejilla. El kitsch es el ideal estético de todos los políticos, de todos los partidos políticos y de todos los movimientos.
En una sociedad en la que existen conjuntamente diversas corrientes políticas y en la que sus influencias se limitan o se eliminan mutuamente, podemos escapar más o menos de la inquisición del kitsch; el individuo puede conservar sus peculiaridades y el artista crear obras inesperadas. Pero allí donde un solo movimiento político tiene todo el poder, nos encontramos de pronto en el imperio del kitsch totalitario.
Cuando digo totalitario, eso significa que todo lo que perturba al kitsch queda excluido de la vida: cualquier manifestación de individualismo (porque toda diferenciación es un escupitajo a la cara de la sonriente fraternidad), cualquier duda (porque el que empieza dudando de pequeñeces termina dudando de la vida como tal), la ironía (porque en el reino del kitsch hay que tomárselo todo en serio) y hasta la madre que abandona a su familia o el hombre que prefiere a los hombres y no a las mujeres y pone así en peligro la consigna sagrada «amaos y multiplicaos».

(…)

En el imperio del kitsch totalitario las respuestas están dadas de antemano y eliminan la posibilidad de cualquier pregunta. De ello se desprende que el verdadero enemigo del kitsch totalitario es el hombre que pregunta. La pregunta es como un cuchillo que rasga el lienzo de la decoración pintada, para que podamos ver lo que se oculta tras ella.

(…)

Sólo que quienes luchan contra los llamados regímenes totalitarios difícilmente pueden luchar con interrogantes y dudas. Ellos también necesitan su seguridad y sus verdades sencillas, comprensibles para la mayor cantidad posible de gente y capaces de provocar el llanto colectivo.
En cierta ocasión, una organización política le preparó a Sabina una exposición en Alemania. Sabina cogió el catálogo: se encontró con que encima de su fotografía habían dibujado alambres de espino. En el interior publicaban su biografía, que se parecía a las biografías de los mártires y los santos: padeció, luchó contra la injusticia, tuvo que abandonar la patria destrozada y sigue luchando, «Lucha con sus cuadros por la libertad», decía la última frase de aquel texto.
Protestó, pero no la comprendieron.
¿No es verdad que en el comunismo se persigue al arte moderno?
Dijo con rabia:
-¡Mi enemigo no es el comunismo sino el kitsch!
Desde entonces empezó a inventar su propia biografía y cuando, más tarde, llegó a Norteamérica, logró incluso ocultar que era checa. Aquello no era más que un desesperado intento por huir del kitsch en el que la gente quería convertir su vida.

(…)

Esa canción le emociona, pero Sabina no se toma su emoción en serio. Sabe muy bien que esa canción es una hermosa mentira. En el momento en que el kitsch es reconocido como mentira, se encuentra en un contexto de no-kitsch. Pierde su autoritario poder y se vuelve enternecedor, como cualquiera otra debilidad humana. Porque ninguno de nosotros es un superhombre como para poder escapar por completo al kitsch. Por más que lo despreciemos, el kitsch forma parte del sino del hombre.

(…)

La fuente del kitsch es el acuerdo categórico con el ser.
¿Pero cuál es la base del ser? ¿Dios? ¿El hombre? ¿La lucha? ¿El amor? ¿El hombre? ¿La mujer?
Las opiniones sobre este tema son diversas y por eso hay también diversos tipos de kitsch: católico, protestante, judío, comunista, fascista, democrático, feminista, europeo, americano, nacional, internacional.
Desde la época de la Revolución francesa la mitad de Europa se denomina izquierda mientras la otra mitad se llama derecha. Es casi imposible definir la una o la otra a partir de algún tipo de principios teóricos en los que se apoyen. Eso no es nada extraño: los movimientos políticos no se basan en posiciones racionales, sino en intuiciones, imágenes, palabras, arquetipos, que en conjunto forman tal o cual kitsh político. La idea de la Gran Marcha, por la que se deja embriagar Franz, es el kitsch político que une a las personas de izquierdas de todas las épocas y corrientes. La Gran Marcha es ese hermoso camino hacia delante, el camino hacia la fraternidad, la igualdad, la justicia, la felicidad y aún más allá, a través de todos los obstáculos, porque ha de haber obstáculos si la marcha debe ser una Gran Marcha.
¿Dictadura del proletariado o democracia? ¿Rechazo a la sociedad de consumo o incremento de la producción? ¿Guillotina o supresión de la pena de muerte? Eso no tiene la menor importancia. Lo que hace del hombre de izquierdas un hombre de izquierdas no es tal o cual teoría, sino su capacidad de convertir cualquier teoría en parte del kitsch llamado Gran Marcha hacia adelante.

(…)

El kitsch es una estación de paso entre el ser y el olvido.

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5 Commentsto El Kitsch, Milan Kundera

  1. Yisus dice:

    Haber si entendí. Ser kitsch es rechazar lo artificial que algunas personas son para demostrar algo? Por tanto, no ser superficial. No estar en la categoria de alguíen o algo, sino simplemente “ser” de acuerdo a ciertos valores.

    Vamos bien o nos regresamos.

  2. Vaelia dice:

    Mmmmm yo diría que es todo lo contrario. Kitsch aquí y como yo lo entendí sería modificar la visión de una realidad “x” poniéndole un filtro que deje fuera todo lo incómodo de la misma; o tratar de recortar la vida a la medida de un comercial, bien ocultando cosas, bien deformándolas, bien poniéndoles un filtro que “las mejore”. Va de la manita con la creación/repetición estereotipos, lemas, etc. con la que un colectivo determinado puede identificarse a nivel emocional, aunque se trate de aparentar racional.

    Aprovecho para comentar que el término Kitsch suele usarse en contexto de arte con definiciones que no van en la línea existencial de Kundera. Para la definición “normal” de kitsch aquí: [url=http://es.wikipedia.org/wiki/Kitsch]http://es.wikipedia.org/wiki/Kitsch[/url]

  3. yusuf dice:

    otra: (como yo entiendo esto)

    kitsch es tratar a las experiencias de la vida como si fueran obras de arte que necesitan restauracion…les quitamos toda suciedad, mugre y deterioros y les pintamos encima para que queden, en nuestra opinion emocional, mejor que el original…

    lo que hizo el americano, (encerrar a los niños en el cesped, en un circulo imaginario ) es como poner un marco mas pequeño a una obra de arte, cuya totalidad no nos gusta

    no conocia este concepto.. si piensan que lo dicho esta errado, por favor corrijanme…( antes de que lo integre como idea valida)…gracias

  4. Yisus dice:

    YA me ha quedado más claro, me había confundido, había que voltearlo. Mi referencia era en lo estetico pero no hab+ia considerado en lo ético. Sobre todo en la asociación del concepto de “falsa conciencia” que viene en la wiki me aclaro el asunto.
    Estaria bueno ver la función práctica. p.ej. hablar de momentos historicos, sus referencias sin caer el lo kitsch. que pueda ser útil… haber, vamos a pensar…

  5. Meripedes dice:

    Pues lo que veo el Kitsch esta muy relacionado con el nacionalismo o con lo politicamente correcto. El primero por el reinvento de la historia en el primero y en el segundo por el enmascarmiento a traves del lenguaje de realidades