Cuentos sobre defensa psi

Buscando otra cosa por ahí, encontré un par de viejos cuentos. Me hicieron pensar que un buen cuento a tiempo puede ahorrar muchas explicaciones posteriores, así que voy a dejarlos como están. Están relacionados con la defensa psi, y marcan unas pautas a seguir contra males más comunes, si dejamos de lado el considerarlos un ejemplo literal.

6 Commentsto Cuentos sobre defensa psi

  1. Vaelia dice:

    Fuente: “Criaturas de la Noche”, VV.AA. Ed. Folio, Barcelona, 2002 pp.55-56

    I. Cuento Noruego.

    (…) La narración se inicia con el sueño de un pescador que faenaba en las grises aguas de la costa septentrional del país. Era joven, vigoroso, y tenía las mejillas coloradas por los días y días de exposición al aire frío y salado. Pero aconteció que, sin saber por qué, sus ojos empezaron a apagarse, a perder brillo, y sus manos temblaban. Vivía solo y nadie le esperaba en su choza. Algo se había apoderado de él y, noche tras noche, soñaba cosas que era incapaz de recordar al despertarse.

    En una ocasión, en la que se resistía con todas sus fuerzas a conciliar el sueño, pudo ver al causante de todos sus tormentos. Las horas transcurrían en silencio, con la única excepción de los crujidos de la casa y el traqueteo de las ventanas azotadas por el viento del norte. Estaba echado a oscuras, pero aún así, vio unos dedos de neblina ascendiendo al interior de la cabaña a través de una grieta que había en la piedra del muro situado junto a su cama. Luminoso y formando caprichosas volutas, el vapor flotaba suavemente en el aire, hasta que unos delicados zarcillos se introdujeron entre las sábanas.

    Entonces, el pescador pasó a la acción. Saltó de la cama y se abalanzó sobre la grieta por la que había entrado la niebla. Le fue muy fácil enmasillarla con grasa de la lámpara e igualmente encenderla con una brasa de la chimenea. Cuando, después de prender, la llama dejó de parpadear, dirigió la luz hacia el lugar en que vio por última vez aquel extraño vapor neblinoso.

    Pero había desaparecido. En su lugar, pudo ver a una mujer que, por su aspecto, no se asemejaba en nada al de una rubicunda sirvienta del pueblo. Su piel era tan pálida que parecía translúcida y su pelo era negro como el azabache. Le estaba mirando. Sus ojos eran limpios y transparentes, y le resultaban muy familiares. El pescador apagó la lámpara.

    A la mañana siguiente, aún seguía junto a su cama, con la mirada inquieta y atrapada por la luz del día. El pescador pensó que ya que le había elegido para amedrentarlo, ahora le podría servir de esposa. Según dijo, era muy bella y le proporcionaba mucho placer. Así que le ordenó que se ocupara de los quehaceres domésticos.

    La mujer obedeció sin decir una palabra, sin la menor objeción, realizando las tareas asignadas de un modo admirable. Cocinaba y zurcía las redes, y con sus blancas manos ponía a secar las caballas y los arenques, colgándolos sobre hoyos llenos de algas que, al arder, despedían una gran cantidad de humo.

    A menudo, los vecinos preguntaban al pesador dónde había encontrado a su obediente esposa, por él hacía como si no les oyese y cambiaba radicalmente de tema. De manera que, al poco tiempo, nadie volvió a mencionarlo. No obstante, a la gente no les pasó desapercibido el hecho de que aquella mujer, otrora pálida como la luna, iba adquiriendo, poco a poco, una tez más sonrosada y que parecía mucho más fuerte y robusta que antes. También advertían en ella una leve sonrisa en sus trémulos labios rojos cuando se posaban en el pescador, el cual, dicho sea de paso, iba tornándose más y más huraño y retraído cada día que pasaba. Su rostro palideció hasta adquirir una tonalidad grisácea, que resaltaba el intenso brillo de los ojos.

    Durante largas noches de invierno, nunca se veía una luz a través de las ventanas. En el interior de la cabaña, iluminada por la tenue luz del hogar, el pescador vigilaba a su prisionera y le preguntaba una y otra vez “Dime quién eres y de dónde vienes”.

    Pero por la noche ella era más fuerte. Con una sonrisita burlona le respondía “No lo sé”. Después, ella le hacía una seña y él obedecía cómo si estuviese hechizado.

    El pescador se convirtió en un ser espectral; bebió y, cada vez más encolerizado, repitió su invariable pregunta: “Dime quién eres y de dónde vienes”.

    “No lo sé”.

    El enojo salvó al pescador. Una noche, totalmente ebrio y cansado ya de hacerle la acostumbrada pregunta y de recibir la no menos acostumbrada respuesta, no hizo caso de su seña, se dirigió, tambaleándose, hacia la pared y, con los dedos torpes, arrancó la grasa endurecida que había sellado la grieta junto a la cama. Al sentir el aire nocturno, se volvió hacia la mujer y le dijo “Entraste por este portal, mi bella dama. Márchate también por él”.

    Al oír aquellas palabras, ella tembló de pies a cabeza, su pálido cuerpo empezó a difuminarse y se convirtió en vapor. Unas finas bandas de niebla se elevaron en el aire, ligeras como un suspiro, y se filtraron por la grieta del muro. (…)

  2. Vaelia dice:

    Bueno, creo que es un cuento muy apropiado para tratar la cuestión de defensa psi respecto a vampiros energéticos, obsesiones, y fantasmas auto-creados… por nombrar unos cuantos.

    El hombre en principio está sano y saludable, pero inexplicablemente empieza a palidecer porque se siente solo. Lo segundo que vemos es esa grieta al lado de su cama. Y acto seguido, el bicho succionador que se cuela por la ranura.

    El hombre cierra la grieta, pero el bicho ya está dentro. Y tiene la forma de una mujer fabulosa.

    Así que lo primero que piensa es cómo sacar provecho de la nueva situación, en lugar de darse cuenta del peligro que corre.

    Puede que sea un intento de racionalizar el tema, puede que sea, simplemente, dejarse vencer por el deseo o la auto-compasión.

    A medida que pasan los días, él cree que tiene dominada en todo momento la situación. Pero hay una inversión de papeles, és él el que progresivamente se debilita, y acaba obedeciendo.

    Hasta que, finalmente – y esto resulta bastante paradójico- durante una borrachera, puede más su instinto de supervivencia. El caso es que se enfrenta al bicho, y le hace la pregunta adecuada, y no se permite aceptar una evasiva más como respuesta. Como el bicho no puede responder, es expulsado.

    Expulsarlo era muy fácil, el problema era que el hombre no lo quería hacer, pensando en los beneficios que obtendría…

  3. Vaelia dice:

    Fuente: “Criaturas de la Noche”, VV.AA. Ed. Folio, Barcelona, 2002 p.60

    II. Cuentos Húngaros

    Los devoradores de almas eran demasiado fuertes y sus poderes crecían cuando conseguían que sus víctimas obedecieran sus órdenes. Como es natural, nadie se sometía intencionadamente, aunque (…) la puerta de la oscuridad solía dejarse abierta inadvertidamente en más de una ocasión.

    La clave residía en el mayor o menor grado de aflicción que sufrían las víctimas. Los desconsolados hombres y mujeres que lloraban en demasía y apelaban repetidamente a sus seres queridos eran quienes tenían más probabilidades de obtener una respuesta que les situara en una situación de máximo riesgo. (…)

    Eso fue precisamente lo que acaeció en Hungría, donde la reiterada evocación de la muerte inspiró a los demonios-amantes. La mayoría de los cuentos eran casi idénticos. Una viuda se lamentaba amargamente por la pérdida de su esposo y deseaba poder estar con él aunque sólo fuera durante una hora. Aquella misma noche, una fulgurante estrella con una larga cola de fuego describía un arco en la oscuridad de la bóveda celeste y un hombre se aparecía a la afligida mujer: la viva imagen de su difunto marido.

    Pero en realidad no lo era, sino que sólo se le asemejaba físicamente. Se trataba de un cadáver poseído por un espíritu demoníaco. Durante las noches siguientes, se citaban en secreto y , a pesar de los placeres nocturnos que ello le reportaba a la desdichada viuda, iba marchitándose poco a poco, palideciendo y debilitándose hasta que, al final, si no conseguía descubrir la verdad acerca del extraño visitante, exhalaba su último aliento y moraba eternamente en el reino de las tinieblas. Su verdugo era un lidérc , es decir un espíritu que se alimentaba de su amor y su dolor, y sólo podía eludir su fatídico destino si era capaz de (…) detectar una anomalía anatómica muy característica (…).

  4. Banned Chipola dice:

    Estos cuentos estan dirigidos especialmetne a alguien?? X-P

  5. Vaelia dice:

    Este segundo cuento fue el primero que encontré y el que más me llamó la atención, pues señala claramente de qué se alimentan los atacantes ´psíquicos de cualquier condición: del temor y el deseo.

    El temor y el deseo son las emociones que a menudo nos traicionan, para ir a abrir la puerta al enemigo desde dentro. No importa si estamos hablando de una entidad o de un acosador laboral, o de una obsesión: el proceso es exactamente el mismo.

    Se abre una brecha en nosotros y ellos se cuelas, toman posiciones, y se hacen fuertes mientras nosotros nos debilitamos. Y se hacen más fuertes en la medida que no somos realmente concientes del peligro, y nos entregamos a estas emociones desbordadas, dándoles más y más alimento.

    Temer no significa necesariamente ser consciente del peligro, el “temor” al que me refiero es el tipo de miedo que nos hace sentirnos vencidos de antemano, que nos convierte en víctimas.

    El temor y deseo, que se enlazan con relativa facilidad, suelen encenderse con fantasías; y el problema es cuando llegan a convertirse en obsesiones, tomando una fuerza que puede llegar a escapar de nuestro control y atraer a tantos bichos cómo hormigas atraería un kilo de azúcar derramado en un jardín.

    Algunas personas sienten la necesidad de entregarse. Ocurren desgracias e injusticias, y muchos momentos dolorosos que sacuden a las personas, y las llegan a sacar de sí mismas y tirarlas por ahí como despojos. Momentos en los que seguir vivo no parece resultar ningún aliciente, y no parece que haya nada que perder. Y uno puede sentir la necesidad de entregarse a lo que venga, al dolor, a un estímulo que se asemeje a un consuelo… a lo que sea.
    Son momentos en los que uno está receptivo, vulnerable. Y sobretodo en la adolescencia, cuando por lo general tienes todo el tiempo del mundo para abandonarte a estos fantaseos y pocas responsabilidades que te aten al suelo.

  6. Vaelia dice:

    No Chip, te doy mi palabra.