Sobre el engaño

Estos 2 mensajes, que ya tienen algunos meses, iba destinado a otros foros, finalmente no se publicaron porque el responsable de lo mismo mostró actitudes completamente contrarias a las que aquí se recomiendan.

Lo reciclo para defensa psi, porque habla acerca de una de las trampas en las que se puede caer, y un tipo de personas que más vale evitar.

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“¿Sería infiel si nadie se enterase?”

Al principio creí que se trataba de una “broma”, de una de aquellas estrategias publicitarias basadas en la sorpresa o la provocación.

Pues no, es en serio; se trata del lema publicitario de una empresa que se encarga elegantemente de ofrecer coartadas a sus clientes; excusas y pretextos para ausentarse del trabajo, rehuir compromisos, mantener relaciones paralelas…

En su página web podemos leer: “Todos hemos mentido alguna vez. En muchísimas ocasiones, no contar toda la verdad es inevitable y somos inducidos por presiones familiares, sociales, laborales…
Pequeñas o piadosas, [nuestra empresa] hace que sus ficciones sean creíbles y no tengan consecuencias que usted no desea
“.

Es prácticamente increíble, pero, por otro lado, tampoco sorprende la idea cuando miramos a nuestro alrededor. No nos escandalizamos, porque hoy en día esa es una actitud desfasada y lo políticamente correcto es verlo como “una opción al servicio del consumidor que uno es libre de tomar o desechar”.

En realidad, para ver de qué está hecha una persona, partir de esa visión políticamente correcta está muy bien. Todo es cuestión de elecciones.

He aquí una empresa que brinda el servicio, previo pago, de crear y mantener engaños; de modo que cuando tu propio entorno no te resulta satisfactorio, puedes escapar a otro lugar, y hacer “lo que realmente quieres”, sin que nadie se entere, y sin “consecuencias no deseadas”.

Suponemos que es la opción adecuada cuando el individuo renuncia a la responsabilidad sobre la propia vida, entregándola a los demás, para echarles la culpa de todo.
También es una opción válida para aquellos que incapaces de lograr sus objetivos por ellos mismos, necesitados de mantener relaciones parasitarias con otros individuos.

Es la opción de los que creen que pueden permitírselo todo sin rendir cuentas ante el espejo, para acabar descubriendo que son incapaces de verse a los ojos en él.
Y es la opción para las personas que tratan de eludir el pago del precio de la conciencia, y que, por esto mismo, aumentan en mucho la suma al llegar el momento.

Es una opción, entre dos.

Pues sólo existe una alternativa real y es tomar las riendas de la propia existencia, asumir el deber de mantenerse por uno mismo, y no mentir. Saber que sólo depende de uno la elección de un empleo, de una pareja, o un entorno…

Para no acabar viviendo a hurtadillas, dependiendo de un servicio de coartadas.
Para no acabar escapando de los propios monstruos creados, fuera de control.

Es una opción, entre dos, porque en ocasiones las cosas sí son “blancas o negras”, y no hay más dónde escoger.

One Commentto Sobre el engaño

  1. Vaelia dice:

    Cuando no hay nada detrás de la máscara.

    Después de escribir la nota acerca de la empresa dedicada al suministro de coartadas previo pago (…)

    Recordé aquellos que no necesitan ninguna empresa que los respalde en su proceder. En todas aquellas personas que diseñan sus propias coartadas, que entregan sus energías a la confección de un plan de evasión que los ayude a fugarse del mundo que ellos mismos han creado, y a regresar después como si nada hubiera sucedido… Aquellos cuyas primeras víctimas son ellos mismos.

    En ocasiones decimos de las personas que llevan esta clase de vida, que tarde o temprano se tendrán que mirar en el espejo, y que se romperán de dolor al comprender, y que pagarán el precio que han tratado de eludir, de una sola vez. Y así es.

    Pero no es lo peor.

    Hay quienes pasan años enredándose en su propia telaraña, anudando el laberinto, para no llega nunca al centro; mientras tallan con los mismos cuchillos con los que hieren a su paso, una o varias máscaras que les sirvan de rostro.
    Pues estos no se reflejan en el espejo, como se dice de los vampiros; porque sencillamente, como ellos, carecen de alma y no existe de ellos más que la huella trágica de los crímenes cometidos.

    Cualquiera puede convertirse en uno de ellos, por el sencillo proceso de negar compulsivamente la responsabilidad sobre los propios actos y la realidad de los mismos. Negar la conciencia y moldear con pasión y entrega la memoria hasta acondicionarla al momento.

    Estas personas empiezan por adornar motivos, falsearlos o inventarlos, no sólo para explicarse a los demás, sino ante todo a sí mismos. Más tarde ya no se trata de motivos, sino de excusas. Al final, niegan que nada haya sucedido o haya hecho. Y llega el momento en el que no hay vuelta atrás; son incapaces de ver por ellos mismos lo que son o lo que hacen más allá de sus necesidades inmediatas.

    Tarde o temprano, algún inocente se acerca a ellos y les pregunta por pura necesidad, ¿porqué hicieron esto o aquello? Y ellos responden que no fueron ellos, o que ni siquiera estuvieron allí. Les preguntan porqué hicieron promesas de amor que no pudieron cumplir , y responden “no te conozco”, porqué abandonaron a sus hijos, y responden “los alejaron de mí”; porqué dañaron a sus padres, porque traicionaron a sus hermanos, porqué estafaron a los vecinos, porqué dejaron en la estacada a aquellos que confiaban en ellos … pero ellos no recuerdan. Ellos no estaban allí. Ellos no han hecho nada malo. No han hecho nada… “Mira mi Máscara, yo soy esto, no lo que dices; porqué me acusas, mira mi Máscara, yo siempre he sido así”.

    Y entonces te das cuenta de que lo que algún día vivió tras la máscara está perdido ya por siempre, y no quedan lágrimas por derramar. Entonces están perdidos, como golems abandonados a su suerte. Pueden funcionar, pero no ser. Tal vez incluso no mueran, sólo se acaben. Su vida no es más que los restos de la Vida, un manojo de nervios palpitantes… a los que sólo el corazón negro de la tierra podría conceder otra oportunidad.

    Aunque su imagen se desvanezca de los espejos, siempre existirá un Testigo de los actos. No siempre será una persona. La Tierra no olvida; el Cielo no olvida.

    Testigo está allí dónde es preciso, sin importar lo secreto o remoto; una entidad inocente que, tocando el punto adecuado, derrumbe toda la arquitectura de pretextos y mentiras.

    Y en ocasiones, Testigo es también la vía a la salvación, al reencuentro con el propio ser, a través de la conciencia. Su toque duele; no es agradable, ver de golpe la mierda que hemos sido; todo aquello en lo que pudimos ayudar, y no ayudamos, por egoísmo… todo aquello que pudimos evitar, y no evitamos, por cobardía. Detenerse en cada estación de nuestros errores. Ver las consecuencias de nuestros actos, el daño que hemos podido causar, a menudo, a aquellos que más nos han querido. Sufrir un acceso de empatía y vivir en nuestras carnes las torturas a las que sometimos a otros. Desear morir de culpa, y al mismo tiempo suplicar una oportunidad.

    Nos sentiremos enfermar, nos acosaran las pesadillas. Testigo desencadena terribles tormentas en nosotros, despertando la conciencia por largo tiempo dormida, que se agita como una bestia enloquecida, liberándose de las cadenas impuestas.

    Hay que soportar sus sacudidas o morir en el intento, hasta que aceptemos que no fue nadie más que nosotros quien cometió los actos de los que nos acusa, y asumamos que aquello que ya hemos hecho no tiene vuelta atrás.

    Pero, si en algo apreciamos nuestra alma, hay que abrazar a Testigo, nuestra última oportunidad. Ver en el espejo el monstruo negado, ganar el necesario dolor de la conciencia; aceptar la responsabilidad es tomar el poder sobre la propia existencia, y abrazar la posibilidad de cambio real.