Juan del Oso

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Joan de lÓs (Juan del Oso)

Es una de las leyendas populares con más elementos míticos, extendida por toda Cataluña, sobretodo en los Pirineos. Juan es hijo de un oso y de una muchacha raptad por éste. El oso rapta a la mujer y la recluye en una cueva con la entrada protegida por una gran piedra. Al crecer, Juan puede apartar la piedra y regresar al poblado con su madre. Allí pide una vara muy pesada y sale al camino donde encontrará a un hombre que arranca pinos con las uñas (Arrancapins), uno que se abre paso empujando las montañas con la espalda (Regiramuntanyes) y uno que hace correr las nubes (Bufim-bufaina).
Los cuatro acuden a casa del Demonio y toman posesión de ella, mientras uno cocina y los otros trabajan en el huerto, se siente desde la chimenea un “Ay, que me caigo” y caen piernas, cabeza, tronco… hasta que se forma un demonio que se sienta, enciende la pipa, escupe en la olla y golpea al cocinero.
Esto lo repite hasta que le toca a Juan del Oso, que apalea al demonio maleducado con la vara y lo lanza a un pozo. Después de cenar, quieren bjar al pozo, sólo lo consigue Juan del Oso, y encuentra tres muchachas encantadas por el demonio, las reclama, luchan y pierde el demonio. Juan le corta una oreja y éste queda a su servicio. Los “compañeros” tratan entonces de traicionarlo pero Juan los apalea a los tres.

En otros lugares en el fondo del pozo hay una serpiente o un buey de fuego, así como puede ser un viejo el que se aparece.

Esta leyenda se puede emparentar con las figuras de los “peludos”: San Juan Peludo de Pollença, Nicolas el Velloso de Alemania, Wilfredo el Velloso e incluso con Hércules o la tribu pirenaica de los Beribracis (los hijos del oso), procedentes de la Europa central, quienes intrudujeron la cultura del hierro.

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One Commentto Juan del Oso

  1. Vaelia dice:

    Otra versión de la leyenda, Juan se enfrenta a una vieja bruja.

    Fuente: [url=http://miquelturo.lacoctelera.net/post/2009/06/05/joan-l-s-miquel-guillem]http://miquelturo.lacoctelera.net/post/200…-miquel-guillem[/url]

    (…) El oso es el animal con más presencia en los cuentos del pirineo. El más conocido de todos es el de Joan de l’Ós – Juan del Oso -, que está presente en todos los puntos de la sierra y que forma parte, por otro lado, de la cuentística universal.
    En él es Juan, hijo de oso y humana, el único capaz de adentrarse en las entrañas de la tierra y enfrentarse con las fuerzas subterráneas encarnadas por una bruja. Pep Coll ha recogido el cuento de esta manera en Norís, en el valle Ferrera, de boca de Miquel de Guillem. ( Pep Coll: “Muntanyes maleïdes” Empuries, Barcelona, 1994 )

    Eugeni Casanova, en “L’ ós del Pirineu, crònica d’ un extermini” , Pagès editors, Lleida, 1997.

    Había una vez una mujer que cada día iba a cultivar un huerto que se había hecho cerca del bosque. Ella no sabí que mientras regaba la lechuga, emparraba los guisantes o recogía hojas de col, el oso estaba espiando detrás de un pino. Una tarde salió el oso, tomó a la mujer con un haz y se la llevó hasta la cueva enmedio del bosque. Una vez hubieron entrado a la cueva, la béstia hizo correr una roca enorme para cerrar la entrada. Al terminar, le quitó la ropa y la hizo suya.

    Al día siguiente, el oso se levantó de buena mañana, movió la losa y salió de la cueva. Una vez fuera cerró de nuevo la entrada para que la prisionera no escapara. Por la noche se presentó con unas costillas de cordero para la mujer. Cada día el oso solía hacer lo mismo: se iba de buena mañana y no volvía hasta que oscurecía, cargado de carne.

    A los nueve meses, la mujer parió una criatura estraña. Tenía la fisonomía de una persona, pero era peluda y corpulenta como su padre. Hasta que un día, cuando el oso estaba ausente, el chiquillo movió la piedra de la entrad y escaparon ambos.

    Aún no habían salido del bosque, cuando el oso les cerró el paso. La fiera lanzaba unos alaridos que hacían estremecer. Juan, en lugar de aturdirse, se lanzó sobre la fiera, agarrándola del cuello, y la ahogó. Al cabo de un rato, madre e hijo llegaron al pueblo.

    En el pueblo, todos le llamaban \”juan del Oso\”. Iba a estudiar con los otros niños, que al lado de Juan parecían unos patitos. Cuando jugaban con él, siempre salían descalabrados. La maestra tampoco podía obligarlo a esforzarse y al final lo echó de la escuela. Harto de oír quejas de su madre y de todos, Juan decidió salir de aquel pueblo de piltrafas.

    Antes de irse, pasó por el herreri y le encargó un bastón de hierro macizo. El bastón pesaba más de 40 kg, pero él la llevaba como si fuera un bastón de almez . Con un solo golpe de garrote podía quebrar un roble.

    Al cabo de un rato de caminar, vió como un hombre se abrazaba a un pino y de un tirón arrancaba el árbol de raíz.

    \”Éste debe ser aún más valiente que yo\”, pensó Juan.

    – ¿Cómo te llamas?

    – Arrencapins [Arrancapinos]- contestó el forastero.

    – Si quieres venir conmigo, podemos ganarnos la vida juntos.

    – Estoy harto de trabajar solo – resopló Arrencapins. Y se fue con Juan.

    Caminando caminando, encontraron un caminant, van trobar un ganapán que de una sentada allanaba un monte.

    – ¿Cómo te llamas?- le preguntaron.

    – Xafa-serrats [ Aplasta-sierras].

    – ¿Quieres venir con nosotros?.

    – ¡Vamos! – dijo el gigante, sacudiéndose el culo de los pantalones.

    Un rato después, vieron al final del bosque un mozo que soplando hacía correr las nubes por el cielo como si fueran plumas de gallina.

    – ¿Cómo te llamas?- le gritaron desde lejos.

    – ¡Ventdeport! [Vientodelpuerto].

    Le propusieron unirse a ellos y sin dudarlo bajó de la montaña. Los cuatro acordaron quedarse en el bosque y vivir de la caza. Juan fue al pueblo más cercano a comprar utensilios de cocina para preparar la comida, mientras los otros cortaron unos cuantos árboles y construyeron una cabaña.
    El primer día, Arrencapins se quedó en la cabaña para cocinar la comida. A la hora de comer, los compañeros cazadores acudieron con un hambre tal que hubieran deborado un buey con cuernos incluidos.

    – No sé que ha pasado – dijo el cocinero – pero cuando tenía todo preparado, alguien ha venido y se lo ha llevado.

    – ¡Estúpido, más que estúpido! – le gritaron los demás.

    – Mañana me toca a mí – dijo Xafa-serrats -. Si alguien se me acerca lo dejaré hecho un mapa.

    Però a Xafa-serrats le pasó lo mismo que a su compañero; cuando quiso darse cuenta, el caldero ya había desaparecido. Y aún al tercer día, a Ventdeport también le desapareció la comida.

    – ¡ Sois un puñado de imbéciles! – bramó Juan del Oso -. Ya veréis como mañana comemos caliente.

    Al día siguiete se quedó de cocinero. Armado con el bastón hacía guárdia junto al fuego, sin apartar la vista del caldero. Cuando la olla ya hervía sobre las llamas, se distrajo un momento avivando las brasas. Al levantar la vista, la caldera ya había desaparecido. Se gira y ve una vieja que se aleja como un rayo con la caldera en los dedos. El va corriendo detrás con sus piernas de gigante y, cuando le faltaba poco para atrapar a la vieja, ésta se cuela por un agujero. Con las prisas, la ladronzuela perdió una manzana. Juan la recogió y la guardó en su faja.

    Cuando llegó la banda, Juan les mostró el escondite de la vieja y todos quisieron entrar para recuperar el caldero. Primero lo intentó Arrencapins. Lo aseguraron con una soga y antes de descongarlo, le dieron un cencerro.

    – Si lo ves muy negro, lo haces sonar y tiraremos hacia arriba – le dijeron.

    Casi al instante, sonó el cencerro. Salió completamente asustado.

    – ¿ Qué has visto?

    – Nada, ¡pero está oscuro y tengo miedo!.

    – Eres un cobarde – dijo Xafa-serrats – Ya bajo yo.

    Bajó algo más, pero también sonó el cencerro y lo sacaron con los pelos de punta de tan asustado. El tercero, Ventdeport, aguantó un buen trozo de cuerda, pero también hizo sonar el cencerro y cuando lo vieron estaba muerto de miedo.

    – ¡Sois una banda de miedosos! – renegó Juan -. Atadme a mí, y si toco el cencerro quiere decir que dejéis ir más cuerda.

    Así lo hicieron y Juan iba haciendo sonar el cencerro y los otros desde la boca del pozo iban soltando soga. Cuando ya no quedaba más soga, oyeron una voz lejana al fondo del pozo.

    – Ya he llegado. ¡Tiradme mi bastón! – pedía Juan.

    Cuando tuvo el bastón, Juan continuó caminando por un pasillo muy oscuro.

    Derrepente, llegó a una especie de palacio muy hermoso. Estaba cerrado a cal y canto, pero él, al primer golpe de bastón rebentó la puerta. Dentro había tres muchachas muy bonitas.

    – Somos prisioneras de la bruja – le dijeron llorando.

    – Hace rato que me muero de hambre – dijo Juan -. ¿ No tenéis aunque sea un pedazo de pan?

    – Nosotras estamos encantadas, no tenemos hambre – dijeron ellas.

    Entonces Juan recordó que traía una manzana en la faja. La sacó y le dió un mordisco. En ese momento aparece la vieja, sollozando:

    – Pídeme lo que quieras pero no muerdas la manzana, ¡porque es como si me mordieras a mí!

    – Entonces saca ahora mismo a estas muchachas de la prisión y haz que se reúnan fuera con mis compañeros – pidió Juan.

    Al instante las muchachas se perdieron de vista, como por arte de magia. Juan dio un paseo por allí dentro, pero pronto se cansó y volvió hacia el fondo del pozo por el que había entrado. La cuerda que había quedado colgando del pozo había desaparecido.

    – Esos desgraciados – maldijo -, ¡ Por Dios que cuando salga les alisaré las costillas!.

    Muerde la manzana y se le presenta otra vez la vieja llorando.

    – ¡ No muerdas, por favor! ¿ Qué quieres que haga?.

    – ¡Llévame a fuera el bastón!.

    Justo desapareció el bastón, dió otro mordisco a la manzana.

    – ¡ Ahora, sácame a mí! – exigió.

    En un abrir y cerrar de ojos, se encontró en la salida de la cueva. Sus compañeros habían desaparecido con las muchachas que él había rescatado de aquel infierno. Con pasos de gigante, corrió hacia la cabaña y tampoco vió a nadie allí.

    – ¿ Qué te juegas que se han ido al pueblo? – Y enfiló el camino como si fuera a apagar un fuego.

    Desde lejos oyó campanadas de boda. Entró en la iglesia en el momento en el que el cura se disponía a casar a sus compañeros con las tres muchachas desencantadas. Juan se acerca al altar, golpea con el bastón a Arrencapins y le rompe un brazo. Garrotada a Xafa-serrats y le rompe la cadera. Levanta otra vez el bastón hacia Ventdeport, pero éste es más rápido y cruza la puerta como una exhalación.

    Entonces Juan escogió la muchacha más hermosa de las tres y allí mismo se hizo casar por el cura. Y con Juan del Oso casado, este cuento se ha acabado.