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“Hay que enseñar a los niños que en nombre de los símbolos se cometen barbaridades”

De mitos y laberintos sabe lo suyo este estudioso de la Historia que ha trabajado como arqueólogo en varios países y acaba de publicar en editorial Alba “El laberinto. Historia y mito”. Unas 400 páginas en su mayoría descriptivas y apretadas de datos de la laberíntica historia de los laberintos, desde la Grecia Antigua hasta hoy. Desde los que conforman el filón de la leyenda, como el de Minos, hasta su expresión en formas como jardines o inscripciones pétreas como en los petroglifos gallegos, toda una historia sorprendente y de ricos significados que llegan hasta el presente.

F. FRANCO – VIGO Son muchos los caminos del laberinto, igual que los mitos conforman una galería interminable, diversificada y muchas veces discordante entre sí desde el principio de los tiempos, dice Marcos Méndez.

–Es usted un licenciado en Historia apasionado por los mitos. ¿Historia y mito están relacionados?

Hasta el punto de que los mitos pueden ser resultados de la historia, cuando por ejemplo un pueblo incorpora a su mitología leyendas de otro que lo invadió. Pero a veces el mito, en forma de creencia religiosa, hace la historia. Piense en el 11-M, provocado por unos fanáticos mitómanos o, si mira hacia atrás, las Cruzadas, motivadas por ideas míticas sobre dioses.

–¿Y qué me dice de la importancia de la simbología?

Es una obviedad decir que el hombre es un animal simbólico; eso le diferencia del resto y por tanto el pensamiento simbólico y la conducta simbólica se hallan entre los rasgos más característicos de la vida humana y en todo el progreso de la cultura. Sin embargo, es fundamental dotar a los niños de capacidad para descifrar los símbolos porque amparados en ellos se cometen las mayores barbaridades. Piense en la esvástica. Hay quienes actúan por los símbolos.

–¿Hay algún mensaje unívoco en los mitos o son cada cual de su padre y su madre?

Lo último. No hay un mensaje unívoco ni en el mito del cristianismo, que está lleno de cismas y caminos secundarios. Desde el momento en que no es algo científico sino literatura, es normal que surjan diversos autores y leyendas.

–Hay un universo mítico en todo nacionalismo…

Preocuparse de señas de identidad relacionadas con viejos mitos de origen es una visión claustrofóbica. Lo hermoso de los mitos es que no son locales, rompen fronteras: un Dios griego puede reaparecer siglos después entre los vikingos noruegos. Que viajan.

–¿No se han desvanecido en el mundo de hoy las fuentes tradicionales de la mitología?

Si pensamos en fuentes como la cosmogónica o teogónica es cierto pero sólo en parte: los mitos clásicos reaparecen en los nuevos soportes y, si en el cine está la guerra de Troya, en los dibujos animados está la Odisea, etc. Los mitos hablan de cuestiones permanentes del hombre y los autores del guión de cine o del cómic siguen nutriéndose de ellos.

–Escribió 400 páginas de un libro sobre los laberintos. ¿No son ya figuras del pasado?

El laberinto tiene una cara lúdica que en el mundo presente aparece en muchos videojuegos. Los promotores de la cultura de la New Age también hablaban de laberintos como centro de energía… En general la palabra es una metáfora recurrente en el lenguaje actual. Por ejemplo el filósofo José Antonio Marina escribió “El laberinto de los sentimientos”. Está muy presente también en escritores como Borges…

–Tras decretarse la muerte de Dios, se repite la figura del hombre perdido en ellos…

Yo es que creo, con perdón, que a los dioses hay que matarlos. Lo que sí es cierto es que la pérdida de Dios origina orfandad y desasosiego en quien antes lo tenía como recurso y sostén de sus grandes preguntas y de su vida cotidiana. Y quizás sin un Dios unívoco que te dicta el camino el hombre se sienta más en un laberinto.(…)