Pedir Ayuda

Cuando las cosas empiezan a ponerse feas, puede llegar un momento en el que creamos necesario pedir ayuda. En contadas ocasiones se tratará de desear que alguien haga el trabajo por nosotros, sino más bien de recibir cierta información u orientación necesaria para resolver el problema por nosotros mismos.

Este es un momento de riesgo, ya que lo que en principio es una búsqueda de soluciones, puede devenir un agravamiento del problema inicial. En cierto modo, estamos actuando como el cachorro perdido que llama a gritos a su madre, sin tener en cuenta que multitud de predadores escuchan al mismo tiempo el mensaje de “no me valgo por mí mismo, y estoy solo”, que traducido a sus intereses significa: “soy una presa ideal”.

Es necesario entender que en la vida todo tiene un precio, y que el valor real de éste, no se paga en dinero. No todo lo que se presenta como “apoyo” o “ayuda” va a ser válido o aceptable.

Imaginemos, por ejemplo, el caso de una persona acosada en su centro de trabajo, que empieza a tener problemas serios por los ataques que recibe de sus compañeros o superiores. Algo debe hacer, y tal vez tan hundido está en el pozo que no ve otra salida que pedir “ayuda” a un brujo de los que se anuncian en el periódico, para que le quite a los agresores de encima. Lo mejor que le puede pasar es que el tipo sea un mero impostor y se eternicen los trabajos y las visitas hasta que por fin se de cuenta de que sus brujerías no tienen ningún efecto. Pero puede no tener tanta suerte, y encontrarse con una persona con el conocimiento necesario y la falta de ética necesaria para hacerlo caer, débil como está, bajo sus propias garras, e irse alimentando de él poco a poco, hasta acabarlo. Es cómo pedir a la Mafia que te saque de encima a un enemigo… y pretender olvidarse después de la cuenta que queda pendiente.

Puesto que la vida no es paz y amor fraterno universal, uno debe ser precavido, y debe, en cualquier situación, aprender a cuidarse por sí mismo; incluso allí dónde piense que no alcanzará. No existe otro camino, pues los Dioses no harán por los hombres nada que los hombres no estén dispuestos a hacer por sí mismos.

Así que lo primero es no desesperar, pase lo que pase, y mantener la confianza en las propias capacidades. En función de la persona que seamos, tenemos nuestros puntos de correspondencia repartidos en el basto universo. En función de la persona que seamos, estamos conectados a ciertas fuerzas desde lo profundo de la tierra hasta lo lejano del cielo. Formamos parte de un bando, de un equipo, con sus propios elementos de defensa.

Nunca estamos completamente solos e indefensos; esa no es más que una ilusión provocada por el miedo. Y el miedo, junto al deseo, son aquello que abre la puerta al enemigo desde dentro.

Basta con empezar el trabajo y resistir, permaneciendo atentos: la “ayuda” adecuada para cada cuál llegará, si es necesaria, en el momento preciso, y a través del canal preciso; que puede ser una persona, un suceso, o una lectura, algo visible o invisible, o quién sabe que cosa en apariencia completamente casual.
Y si alguien nos ofrece su ayuda, sin haberla pedido, estamos en nuestro entero derecho de rehusarla educadamente (tampoco hace falta ser bruscos), si no estamos dispuestos a pagar lo que nos piden por ella.

“Cuando una verdadera necesidad tengas, a la codicia ajena no servirás”.

No es válida la ayuda que no necesitamos, ni aquella que emana de una persona con cuyos principios no estamos de acuerdo, (o , simplemente, no están claros); no es válido aceptar la ayuda de alguien que busca provecho de ese “ofrecimiento”, ya sea material, o de otro tipo; ni es válida la ayuda que se ofrece a cambio de crear un vínculo de dependencia que puede acabar convirtiéndonos en esclavos psíquicos o incluso físicos.

Lo único válido es ser fiel a uno mismo, y enfrentar las situaciones difíciles con confianza; en lugar de tratar de esquivarlas cuando ya las tenemos encima, o pararse a llorar. Hay que respetar, y tener confianza en aquello que forma parte de nosotros, y en aquello más grande de lo que formamos parte.

Ante la necesidad, busca aquello que te haga fuerte, no aquello que te haga sentir débil; busca la capacidad en lugar de la incapacidad. Y aún cuando creas que todo está en tu contra, confía, sé tu propio aliado, y haz tu declaración de guerra como si contararas con un ejército al completo. Y tal vez, incluso aparezca.

Ellos están ahí, los compañeros de bando; “tu empieza, yo te sigo; puedes contar con mi apoyo, si me demuestras que sabes contar con el tuyo”. Cada uno es su primer guardián, su escudo más resistente y su mejor espada. Cuando haces un movimiento, tu parcela del universo, desde la menor partícula, hasta la mayor extensión, lo hacen contigo.

Nunca estamos solos.

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One Commentto Pedir Ayuda

  1. Vaelia dice:

    Pedir Ayuda II ( de un mensaje viejito)

    Teniendo en consideración lo anteriormente expuesto, ante un ataque no deberíamos temer exponer el tema que nos preocupa con franqueza por la opinión de aquellos que nos rodean.

    Todo problema debe ser solucionado, todos tenemos el derecho y el deber de estar en las mejores condiciones posibles. Cuando sentimos miedo, aun cuando sea sin base, es importante poderlo expresar; no hacerlo es como guardar un pañuelo empapado en un cajón en lugar de tenderlo al sol.

    Recordar que el miedo no siempre se expresa con lamento y languidez, a veces arde en llamaradas de agresividad autodefensiva.
    Incluso en el caso de que nos estemos victimizando es mejor sacarlo fuera y darnos cuenta de que nos hemos excedido en nuestras consideraciones, que hundirlo en las profundidades y permitir que se extienda la podredumbre.

    Creo que esto es importante tanto para aquellos que puedan sentirse atacados, como para aquellos a los que éstos acudan.

    Hay un tiempo para “juzgar” el asunto y contrastar opiniones, o añadir matices, o dejar que la persona se haga tonta sola si es el caso y su elección. Pero es importante escuchar antes de hablar, aunque no se esté de acuerdo con lo que se oye, o parezca exagerado. Puedes no dar crédito a una persona que se sienta bajo ataque, pero nunca debería tratársela como a un loco, al menos a priori, por motivos obvios.