JiuJitsu – XIII

De: alexander ojosabiertos.org
Fecha: Jue Nov 11, 2004 5:29 am
Asunto: Jujutsu – Parte XIII xandersukey

Jujutsu

No hay prácticamente duda alguna de que casi todas las principales escuelas de jujutsu, basadas como están en el interesante principo de flexibilidad estratégica (ju), fueron influidas por (cuando no dependían completamente de) la doctrina del haragei. A menudo se practicaban métodos de combate sin armas en las mismas salas y bajo la dirección de exactamente los mismos maestros que enseñaban bujutsu con armas (considerándose los métodos sin armas como artes subsidiarias), permitiendo de este modo las ideas y conceptos de centralización interna, de poder coordinado activador de lo anterior, que fluyeran libremente y fueran adoptados por lo primero.

A principios del siglo xx comenzaron a emerger revelaciones relativas a
estos factores y dimensiones internas del arte, cuando el declive temporal de
la clase militar tras la restauración Meijí habían convertido en un poco
intrascendentes la mayoría de los métodos de combate, ocasionando de este modo
una relajación del paralizante secretismo que la competición entre diferentes
escuelas y clanes había hecho antes imperativo. Fue en aquel tiempo, de hecho,
cuando el señor Kunishige Nobuyuki, un famoso maestro del ryu Shinden Isshin,
ofreció a Harrison una de las presentaciones más sistemáticamente claras e
impresionantes de la importancia estratégica del haragei en el jujutsu, que
Harrison relató en su antes mencionado Fighting Spirit of Japan. Este maestro
comenzó afirmando cuan fundamental era desarrollar la región abdominal de la
anatomía (shita-hara), sutilmente distinguiendo la centralización activa del
hombre de armas (bujín) de la centralización pasiva del hombre contemplativo,
aunque ambos solían desarrollarse inicialmente mediante el ejercicio de
sentarse en meditación (zazen) y de respiración abdominal.

Al señor Kunishige le gustaba relatar con muchas risitas de aprecio la
forma en que muchos años atrás tuvo un conflicto con uno de los sacerdotes de
la secta zen que inculcaba la respiración profunda como una cuestión esencial
concomitante de su sistema de concentración mental, los beneficios de la cual,
por lo que respecta a la misma, ni siquiera el señor Kunishige se hubiera
molestado en negar […] La cuestión importante es que la meditación no es lo
único importante ni el único fin de la existencia mundana, y en relación con
esta fase del sujeto el señor Kunishige y el sacerdotal defensor del zen se
enfrentaron a bofetadas verbales. «Sí», dijo el primero, tras escuchar cortés y
atentamente una larga disquisición de su antagonista sobre las virtudes del
sistema, «que todo él está muy bien siempre y cuando sigas agachándote sobre tu
plataforma de 1 metro por 1 metro sin que nadie te moleste. Allí podemos
desarrollar nuestro shita-hara en proporciones enormes libre de rudas y
sacnlegas interferencias; pero en el momento en que descendemos de nuestra
elevada posición y tropezamos con un bujín que ha desarrollado su shita-hara,
no mediante flexiones constantes sino mediante movimientos constantes, ¿dónde
estamos?» y el señor Kunishige le enseñaba, tal como me había enseñado a mí, la
forma en que mediante un simple contacto con un solo dedo pudo derribarlo. No
hace falta decir que el discípulo sacerdotal de zazen se mostró encolerizado
por este ataque y el modo en que se lo habían ilustrado, partiendo muy enojado
(Harrison).

El objetivo de la forma activa de centralización en jujutsu era
claramente el de coordinar los poderes combativos de los bushi, hasta el punto
de que todos los términos empleados por la doctrina del bujutsu -carentes de
sentido cuando se consideran individualmente- adquieren significado al
fusionarlos. Manuscritos antiguos de jujutsu habían intentado analizar los
factores internos del bujutsu, presentando una lista de términos que iban desde
las capas más internas de la personalidad humana hasta sus elementos físicos o
musculares. Uno de estos intentos es descrito por Mr. Harrison como sigue: «Los
términos técnicos shi, ki y chikara pueden definirse en general como idea,
espíritu y poder. La intención de un hombre de recoger algo es shi; su sumisión
al dictado del shi es ki, y el verdadero manejo del objeto se debe al chikara
que obedece el impulso del ki (Harrison). La primera fusión parecía mezclar la
fuerza interior de la intención, la determinación coordinada (ki), con la
fuerza exterior del sistema muscular (chikara) en casi la misma medida,
convirtiendo de este modo lo uno en complemento de lo otro. Pero el ki se hizo
innegablemente más importante que el chikara en las altas esferas de la
doctrina del jujutsu, porque si se da prioridad al poder (chikara), el
resultado está condenado a ser desventajoso. El poder o fuerza física debe
relagarse a una posición secundaria y hay que esforzarse para ganar experiencia
en el control y empleo del espíritu o de la mente (ki), puesto que, cuando se
consigue, la correcta aplicación de la fuerza se convertirá en espontánea
(Harrison).

Así, también en jujutsu, el problema de diferenciar entre poder muscular
(chikara) -que en el bujutsu con armas aumentaba por las armas y la técnica (los
factores externos del arte )- y la energía intrínseca de volición o voluntad, de
coordinación mental y extensión del ki (los factores internos), fue reconocido y
superado fundiendo las dos esferas. A los factores internos (ki), sin embargo,
se les solía conceder una posición predominante que se hizo más absoluta a
medida que cada arte se fue refinando cada vez más por los esfuerzos de
estudiantes avanzados, expertos y maestros de larga experiencia.

A menudo se observó que un guerrero joven, lleno de la natural
exhuberancia de la juventud pero carente de experiencia, solía confiar mucho en
el poder muscular (chikara); pero este poder externo, dependiente de la plenitud
de la juventud, tendía a desaparecer con el transcurso del tiempo. Por otro
lado, el estudiante que basaba su entrenamiento y estrategia de combate en la
coordinación de sus poderes mentales, activando y controlando de este modo sus
poderes físicos desde dentro, parecía hacerse más fuerte con el paso de los
años o, al menos, mantener una condición de positiva coordinación estratégica
durante un período de tiempo más largo que el primero. Tal como expuso
Kunishige: hombre viejo debe, por lo general, ser inferior a la de un joven que
tenga la misma asiduidad por el Bujutsu, mientras que el bujín veterano (experto
en las artes de combate) experto en el esoterismo del Ju-jutsu siempre puede al
final vencer a su antagonista más joven aun cuando en la lucha esotérica puede
ser derribado una y otra vez (Harrison).

Por esoterismo del jujutsu, los maestros de este principio estratégico
de combate se referían al control del poder coordinado basado en el centro
abdominal de integración. «El estudiante hará bien en entrenar su shira-hara
hasta que haya puesto su ki a su disposición» (Harrison). Este entrenamiento,
como de costumbre, ponía énfasis en la práctica de la respiración abdominal y
en ejercicios activos de coordinación, más que en aquellos ejercicios de
meditación y concentración que Kunishige consideraba demasiado estáticos para
los fines del guerrero.

La pregunta que naturalmente se presenta es: ¿Era el guerrero japonés,
entrenado en los «factores esotéricos del jujutsu» (tal como solían referirse
al haragei en el contexto de este arte), un guerrero tan poderoso como nos
podría hacer creer este interesante principio de combate? La única respuesta
posible a esta pregunta debe basarse en la información recogida en los
documentos y manuscritos de las diversas escuelas de jujutsu, referencias que,
hemos de recordar, han sido calificadas incluso por los investigadores
japoneses como frecuentemente «no fiables», «sectarias», «contradictorias» e
incluso a veces simplemente «ridículas». Por nuestra parte sólo podemos citar
una vez más los relatos personales de Harrison sobre las exhibiciones dadas por
el maestro Kunishige del ryu Shiden Isshin de jujutsu a principios del siglo xx,
tras haber explicado que el poder que iba a desplegar no se basaba en aquel
famoso poder de sugestión empleado por tantos maestros de artes marciales. Este
maestro, heredero de una antigua tradición, procedió entonces a demostrar unos
pocos ejemplos prácticos de haragei aplicados al combate sin armas (anticipando
de este modo otras demostraciones dadas por maestros de artes marciales más
modernas), comenzando con el ejercicio de una postura inamovible que se halla
también en varias formas de la doctrina del aikido.

Kunishige sabía, por supuesto, que era posible hipnotizar a un oponente,
poniéndolo así bajo una forma de control mental. Usando el poder del ki, sin
embargo, los efectos eran más seguros, pensaba, y procedió a demostrarlo
permaneciendo tan quieto e inmóvil como una roca mientras Harrison y uno de los
estudiantes avanzados del maestro intentaban en vano moverlo de la posición que
había asumido sobre la estera -incluso usando cinturones atados alrededor de su
cuello para incrementar la presión. El señor Harrison observó con su usual raro
sentido del humor que Kunishige procedió entonces a arrastrar a los dos hombres
alrededor de la habitación, a pesar de su resistencia, y con apenas ninguna
indicación de tensión o esfuerzo excesivo por parte del maestro.

Puede conjeturarse que quizá tales hazañas eran posibles debido a que un
experto bujín como el maestro Kunishige estaba extremadamente bien desarrolIado muscularmente, como cabe esperar de un hombre que ha pasado la mayor parte de su vida sobre el tatami de una antigua escuela de bujutsu. Pero, tal como comentó Harrison, el maestro, a pesar de su larga experiencia en jujutsu, tenía bastante más de sesenta años y su peso no superaba los 72 kg -un peso que lanzó con éxito contra un sumotori en otra demostración de este mismo poder .

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