Bujutsu Parte IV

De: “alexander ojosabiertos.org”
Fecha: Jue Nov 4, 2004 3:30 pm
Asunto: Bujutsu – La mujer samurai – Parte IV xandersukey

La mujer samurai

Una destacada y mentalmente estimuladora característica de la mayor
parte de culturas antiguas es el papel predominante desempeñado por las
mujeres en la historia y dirección de los asuntos del clan. La
historiografía parece minimizar a menudo los iniciales aspectos
matriarcales de las unidades sociales del hombre; los frecuentemente miopes
puntos de vista de los cronistas de épocas posteriores, inclinados a
reforzar las nociones preconcebidas de sus mecenas, tendían en gran medida
a denigrar la función de la mujer en la historia militar de las primeras
civilizaciones o a ignorarla completamente. Las sagas antiguas, los
descubrimientos arqueológicos y el laborioso trabajo de los antropólogos
indican, sin embargo, una amplia participación de las mujeres en la vida
del clan o de la tribu en tiempos pre y protohistóricos, desde las tierras
heladas del norte de Europa hasta las culturas tropicales de Egipto y
Mesopotamia, en la antigua Esparta y en los clanes celtas de Europa
occidental, así como en las tribus nómadas vagando por las estepas de
Mongolia y, por supuesto, en las muchas culturas de clan del sudeste
asiático y China.

En Japón, el papel originalmente predominante de la mujer encuentra
su primera expresión en los documentos mitológicos de esta tierra, que
tradicionalmente ponen énfasis en la supremacía de Amaterasu, la diosa
solar, entre todas las deidades del panteón japonés, así como en la
igualación de la posición de Izanagi, la hembra, con la de Izanami, el
varón, en el nivel de la lucha. La larga sombra proyectada por la antigua
influencia matriarcal se observa asimismo en el predominio del culto solar,
que era femenino en su concepción japonesa original.

Incluso las primeras crónicas de la historia japonesa están llenas
de las hazañas de reinas dirigiendo sus tropas contra fortificaciones
enemigas en la tierra de Yamato o a través de los estrechos de Corea. Con
el tiempo, la creciente influencia de la doctrina confuciana comenzó a
reducir su posición de preeminencia, rodeándolas con restricciones de todo
tipo, que, de todas maneras, no fueron siempre aceptadas con tanta
docilidad como historiadores posteriores nos harían creer. En el período
Heian no las encontramos quizás en el campo de batalla, pero sí ocupando
una posición de preeminencia en la jerarquía cultural de la época.

Ciertas señoras aristocráticas de estatus kuge aparecieron como figuras
literarias de asombrosa perspicacia y sofisticación. Su producción
literaria, aunque no expresada en las formas rígidas y pedantes de las
escrituras chinas clásicas generalmente preferidas por los eruditos de
aquel tiempo, presenta una de las primeras manifestaciones de una forma de
expresión verdaderamente indígena, cuya profundidad de percepción, así como
su complejo contenido, ayuda a explicar por qué las distintas emperatrices
y las damas aristocráticas de Nara y Kioto tuvieran tanto poder, bien
gobernando directamente o bien orientando más sutilmente (pero con la misma
eficacia) los asuntos de estado desde lugares de retiro o aislamiento.

Desde las provincias, una nueva casta de mujeres, los miembros femeninos de los buke, se unieron a sus hombres en la lucha por el predominio político y militar. Estas mujeres no dirigían tropas como en los tiempos arcaicos, pero, saturadas de la misma tradición marcial y adhiriéndose a aquellas costumbres guerreras que caracterizaban a sus hombres como clase, eran un duro reflejo de sus equivalentes masculinos. Como tales, actuaban para consolidar y reforzar aquellas cualidades consideradas de importancia fundamental para la clase emergente de los buke. Producto de un sistema particular, la mujer samurai se convirtió en
su fundamento y transmisor más sólido.

Una de estas mujeres fue Lady Masa (Masako ), esposa del primer shogún Kamakura, Minamoto Yoritomo. Mere citaba a Brinkley al describirla a ella como «astuta, taimada, ingeniosa y heroica», añadiendo: Durante la vida de su marido, ejerció una enorme influencia y tras su muerte virtualmente gobernó el imperio. Éste parece ser el único caso documentado en la historia del Japón en que el poder supremo fue ejercido por una mujer que no era emperatriz ni emperatriz-viuda. Nominalmente, por supuesto, Lady Masa no gobernó, pero su poder e influencia fueron muy reales.

La mujer samurai era enseñada para ser tan leal y totalmente entregada como lo eran su padre, hermanos y marido con respecto a su superior inmediato en la jerarquía del clan, y, al igual que sus parientes varones, se esperaba de ella que cumpliese cada una de las misiones autorizadas, incluidas aquellas que pudiesen implicar la fuerza de las armas. Así, no es sorprendente encontrar en la literatura de los bujutsu la anotación de que las mujeres de los buke eran adiestradas en el uso de armas tradicionales, que se esperaba utilizarían contra un enemigo o, en
caso necesario, para acabar con sus propias vidas. Además, muchos episodios
relativos al ascenso de la clase guerrera mencionan a mujeres que desempeñaron papeles militares determinantes -incluso uniéndose en ocasiones a sus hombres en el campo de batalla.

Ciertas crónicas, por ejemplo, mencionan a Tomoe, la mujer de uno de los
sobrinos de Yoshimoto, Yoshinaka. Autores que han analizado sus hazañas son
casi unánimes «en ensalzar su gran fuerza y habilidad con las armas, su
esplendido dominio de los caballos y su intrépida valentía» (Mere, 15).
Solía cabalgar hacia la batalla con su marido, dirigiendo y alentando a sus
tropas con su iniciativa y su porte. Incluso desplegaba esta peculiar ira
típica del guerrero profesional cuando un oponente se comportaba
desdeñosamente. Se cuenta, en efecto, que mató a varios sirvientes enemigos
en combate singular en la batalla de Azazu-no-Hara: «cuando su líder,
Uchida Iyeyoshi, intentó capturarla, ella golpeó su caballo, y su manga,
que él había sujetado, se desgarró y una parte quedó en la mano de él.
Encolerizada ante esto, hizo girar a su corcel y, atacándole a su vez, le
cortó la cabeza, que en el acto presentó a su marido» .

Entre las armas que la mujer samurai manejaba con destreza estaba la lanza, tanto la recta (yari) como la curvada (naginata), que solían estar colgadas de las puertas de todos los hogares militares y que podía usar contra un enemigo atacante o contra cualquier intruso no autorizado descubierto dentro de los recintos de las casas del clan. También estaba igualmente bien versada en el manejo del puñal corto (kaiken), que, igual que el wakizashi del guerrero varón, llevaba siempre consigo (generalmente en su manga o en su fajín) y que podía emplear con destreza contra enemigos armados en combates a corta distancia o lanzar con una precisión mortífera. Este mismo puñal es el que la mujer samurai usaba cuando cometía un suicidio ceremonial, no cortando la parte inferior de su abdomen como hacían sus compañeros varones, sino más bien cortándose la garganta de acuerdo con las reglas precisas del suicidio ritual, que también le
indicaban la forma correcta de atarse juntos sus tobillos, con el fin de procurar que su cuerpo fuese encontrado en una postura adecuada, con independencia de. su agonía. Bajo el nombrejigai, en efecto, el suicidio le era tan familiar a ella como a sus compañeros.

Ella no sólo aceptaba la muerte resignadamente a manos de sus
parientes o superiores varones si su captura por fuerzas enemigas era
inminente, sino que incluso ella misma mataba a los hombres si, por alguna
razón, no podían o no querían ejecutar el acto ritual, no salvándose ni
ella ni sus hijos en una situación de esta clase. Uno de los episodios más
antiguos relativos a la preparación y ejecución de esta decisión de acuerdo
con la tradición marcial se encuentra en las sagas antiguas que describen
la destrucción del clan Taira durante la gran batalla naval de Dan-no-Ura,
en los estrechos de Shimonoseki. Nii-no-Ama, abuela del emperador niño
Antoku (hijo de la hija de Kiyomori, Tokuko o Kenreimon-in), cuando se
encontró ante la alternativa de rendirse a los guerreros de los clanes
Minamoto, abrazó con fuerza al niño en sus brazos y se lanzó con él a las
olas de los estrechos, seguida por otras damas de la corte y también por
Tokuko. La madre del emperador fue rescatada por la fuerza, pero las demás
lograron ahogarse y ahogar también al niño heredero.

La mujer samurai usaba también el suicido como una forma de protesta contra una injusticia perpetrada por un superior contra ella. Uno de los ejemplos más sorprendentes es el relatado por Fran~ois Caron (1600-1673). El poderoso señor de Higo había preparado el asesinato de uno de sus más leales vasallos a fin de poder incluir a la bella esposa del difunto entre sus concubinas. La mujer solicitó un cierto tiempo para llorar la muerte de su marido y enterrarlo después, luego pidió al señor que reuniese a los más altos dignatarios del clan ya los amigos de su
marido en la torre de su castillo, ostensiblemente para celebrar el fin del
período de luto. Puesto que ella podría haberse apuñalado a sí misma con su
kaiken si alguien hubiese intentado forzarla a violar su período de luto,
sus peticiones fueron atendidas.

En el día señalado, cuando la ceremonia en honor de su marido asesinado se
estaba acabando, se arrojó súbitamente desde la torre «y se rompió el
cuello» ante los mismos ojos del señor de Higo, de sus vasallos y de los
dignatarios del clan. Este tipo de suicidio, aunque no ejecutado
estrictamente de acuerdo con las normas sobre el suicidio ritual, era
reconocido como una protesta válida (kanshi) contra la injusticia de un
señor. Sin embargo, creaba un dilema en las mentes militares, puesto que se
trataba también de una quiebra del código de lealtad absoluta que dictaba
que una dama no podía disponer de su vida, especialmente en una forma tan
independiente.

Igualmente famosa en la literatura y en el teatro japoneses es la
historia de Kesa-gozen, la esposa de un guardia imperial en Kioto durante
el siglo XII, cuando los buke estaban siendo atraídos hacia el centro del
imperio en proceso de implosión y colapso. Esta dama era el objeto de la
pasión de otro guerrero que estaba determinado a conseguirla. Cuando su
perseguidor planeó matar a su marido mientras dormía, ella le sustituyó en
la cama y permitió ser decapitada en su lugar, salvando así su honor y la
vida de su marido al mismo tiempo.

Tan feroz y determinada como los miembros varones de los buke, la
mujer samurai también asumía, cuando era necesario, el deber de la venganza
que la particular interpretación japonesa de la doctrina confucionista
había convertido en una absoluta y virtualmente automática respuesta ante
la muerte o el deshonor de su señor. «No sólo eran los hombres los que
consideraban como su deber vengar a su familia o a su señor», escribió
Dautremer, «sino que las mismas mujeres tampoco vacilaban ante esta tarea.
De ello, la historia japonesa nos muestra muchos ejemplos» . Incluso
durante el largo y debilitador período Tokugawa, siguió generalmente
adhiriéndose (a menudo incluso con más fuerza que sus equivalente varones)
a la norma de lealtad del clan, es decir, al uji-no-osa y, por delegación,
a su marido. En una era caracterizada por la degeneración de las virtudes
marciales, el comporta- miento afeminado, el libertinaje y el vicio dentro
del «mundo flotante» (ukiyo) de una nueva cultura, ellas destacaban por su
castidad, fidelidad y autocontrol. Durante siglos, siguieron siendo una
figura severa, claramente tradicionalista y conservadora en sus puntos de
vista y en sus acciones, que permaneció tenazmente fiel al carácter marcial
de su clan no sólo en esencia (que el período Tokugawa estaba diluyendo
sustancialmente), sino también en sus formas y su vestimenta.

Como el núcleo de estos hogares que todavía hoy mantienen los lazos que los unen con el pasado feudal, muchas de estas mujeres continúan resistiéndose a los cambios y educan a sus hijos bajo la sombra aristocrática del kami de la familia -un antiguo traje de armadura ante el cual queman barras de incienso de día y de noche. Muchos de sus hijos entran en las academias militares del Japón, mientras sus hijas se enfrentan unas a otras a través del espacioso dojo, donde se les enseña el antiguo arte marcial del naginatajutsu, así como a otras niñas de linaje
militar inferior pero que sienten la misma intensa adhesión a la tradición que produjo a la mujer samurai.

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