¿Qué ética para la ecología?

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¿Qué ética para la ecología?
12.02.08 – RANCISCO J. ALARCOS MARTÍNEZ

CON el mismo título de este artículo va a celebrar la Cátedra Andaluza de Bioética, dependiente de la Facultad de Teología de Granada, su II seminario interdisciplinar los días 22, 23 y 24 de este mes. También podría haberse titulado ¿qué ética y para qué ecología?, pues si la ética, es decir, el mundo del deber, está siempre en relación con una realidad concreta, en este caso con la de la casa-tierra, no parece que exista aún un acuerdo unánime en el modo de fundamentar una ecoética, como tampoco están claros los contenidos que encierra el termino ecología y qué tema, de los muchos que engloba, nos urge a una mayor responsabilidad. Si las últimas décadas del siglo pasado abrieron el camino a una disciplina como la bioética, cuando parecía que la ética era algo pasado de moda, el recién estrenado siglo inaugura una macro y micro-ecoética de la que va a ser muy difícil escapar irresponsablemente. La macro-ecoética dependerá fundamentalmente de las grandes corporaciones y organizaciones mundiales, así como de las instancias gubernamentales a nivel nacional y planetario. La micro-ecoética dependerá de las decisiones de los individuos en su vida diaria. Si con la bioética se planteaban los deberes hacia la vida, la ecoética plantea los deberes en relación con el medio ambiente en el doble nivel antes citado. La ética del siglo XXI habrá de ser ecológica o no será. El problema para elaborar esa ética se presenta a la hora de delimitar los contenidos del término ecología.

Hay ecologías light, aquellas indolentes ante el sufrimiento de dos tercios de los seres humanos de este planeta por falta de alimento pero que ponen el grito en el cielo por la tala de un árbol, enormemente comprometidas con la hoja e indiferentes ante el pan.

Hay ecologías conservacionistas y naturalistas, aquellas que mantienen como criterio moral la conservación de lo natural, con la ingenuidad de la que ya nos despertó David Hume, olvidando que hay bacterias, virus y cáncer producidos por la naturaleza que nadie afirmaría que son buenos. Aparece así un ‘terrorismo ecologista’ en ciertos colectivos conscientes de que su única manera de estar presentes en espacio público consiste en hacer ruido y atentar contra cualquier ‘establishment’, convirtiendo necesariamente el movimiento ecologista en un movimiento revolucionario drástico, radical e ingenuamente trágico por involucionista.

Hay ecologías pseudo-religiosas, aquellas que han descubierto para las sociedades postrreligiosas un nuevo demonio, el cambio climático, y un nuevo pecado, emitir CO2 cada vez que nos desplazamos, con su correspondiente complejo de culpa. Éstas olvidan que la vida en este planeta ha sido posible gracias al maldito gas y que no es éste ni el primer ni el último cambio climático del planeta, aunque seamos más conscientes y responsables que de ningún otro.

Hay ecologías estratégico-políticas, aquellas que se realizan en el discurso político no desde la responsabilidad solidaria de las convicciones, sino desde la rentabilidad electoral. Pierden de vista que tenemos problemas medioambientales mundiales sin instituciones responsables. Y, como la responsabilidad es proporcional al poder, no hay responsabilidad mundial porque no hay instituciones políticas con competencias mundiales. No todos los países están en igualdad de condiciones para llevar a cabo la apuesta por la política mundial medioambiental.

Hay ecologías liberales, aquellas que ponen en el mercado la capacidad de generar soluciones a los problemas sin mostrar nunca los intereses económicos que les mueven, los monopolios camuflados, el sistema de patentes, la desigualdad de oportunidades para hacerse presente en el mercado y el trasvase de estos problemas a los países y sectores sociales más empobrecidos. Pensemos cómo la disminución de los CFC (lacas y aerosoles) que eliminaban la capa de ozono se ha incorporado al mercado con extraordinaria rapidez, ‘lo ecológico vende’, trasladando la industria que los producía, por obsoleta, a los países del hemisferio sur en donde se siguen produciendo. Además, cuando la economía de mercado pretende analizar los costes de lo ecológico, se encuentra con que las bases teóricas clásicas ya no se cumplen. Así, por ejemplo, se requiere que haya un sujeto que detente una propiedad sobre los bienes y productos existentes. Porque, si algo no es de nadie o no se considera que escasee, no es un bien y nadie hay a quien reclamar en caso de desperdicio o daño, situación que es precisamente la que acontece con el aire o con el agua.

Hay ecologías técnico-instrumentales, aquellas que confían en la capacidad de la razón humana como el mejor instrumento para crear técnicas que aborden las cuestiones medioambientales, bacterias que se coman el petróleo contaminante o cultivos para alimentación resistentes a la sequía y a condiciones extremas del clima, por ejemplo. Olvidan que el mismo paradigma técnico-instrumental que permitió el crecimiento insostenible industrial, principal fuente de contaminación, es a la vez el que se ofrece para reparar las consecuencias. De ahí la ‘picaresca ecológica’ de exportar contaminación mientras la tecnología nueva no se asienta en la sociedad a precios competitivos; de ahí también que no se produzca una transferencia del saber desde los privados y caros institutos de investigación donde se descubre y exporta esa tecnología.

Y desde la sospecha del impacto medioambiental, hasta la movilización para estudiarlo pasa mucho tiempo en la llegada del consenso científico para la eficiencia en las medidas de intervención, tiempo nefasto para una ética de la emergencia que ha de ser la ética ecológica.

3 Commentsto ¿Qué ética para la ecología?

  1. Dark Crow dice:

    Recuerdo la respuesta de una alumna sobre que es ecologia:
    cuidar a los animalitos del bosque.

    Como si se tratara de bambi. Lamentablemnete en los jovenes por estos lares eso es ecologia.

  2. serpiente 8 dice:

    Por estos Sures, tenemos un problema grande en este momento, justamente relacionado con el tema de las papeleras ENCE y BOTNIA. Estas empresas se han instalado sobre una de las márgenes del río Uruguay, cuyas orillas son compartidas entre Argentina y Uruguay.Conclusión: una controversia internacional que enfrenta a dos países hermanos en la Corte Internacional de la Haya, un pueblo manifestando (y al que casi nadie escucha) y que está perdiendo su identidad ya que por años han vivido del turismo que visita sus playas y todo por unos pocos puestos de trabajo. Si no pensamos en el futuro, ¿qué les dejaremos a nuestro hijos?…agua contaminada?? S.G.

  3. Dark Crow dice:

    no a la mentira