Bujutsu

De: alexander ojosabiertos.org
Fecha: Mié Nov 3, 2004 2:02 pm
Asunto: Bujutsu – Parte I xandersukey

Tras una serie de sueños donde se me aconsejaba la practica de algun estilo de
arte marcial, y tras mostrarme cual era el idoneo para mi quiero compartir esto
para todo el que este interesado.

Quiero recordar,tras estos dias tan intensos, que se cumple el aniversario de la
lista Ojos Abiertos,felicidades.

Quien encuentra realmente su Michi se abre de brazos al poder,deja que fluya, no
lo intenta controlar.

Saludos

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El ryu

La existencia de armas específicas de combate, así como referencias directas e indirectas a modos, estilos y técnicas particulares de usarlas en combate, presuponen la existencia de centros de instrucción sistemática (desde las más rudimentarias hasta las más sofisticadas), donde los practicantes del bujutsu podían familiarizarse con la teoría y la práctica del combate individual. En estos centros, los practicantes aprendían a hacer frente a las innumerables e impredecibles circunstancias que podían esperar encontrar en una situación de combate. Documentos compilados por escribas de los clanes militares a partir del siglo XI, especialmente las crónicas del período Edo, generalmente se refieren a estos centros como «escuelas de técnicas marciales» (bujutsu-ryu). Esta definición, naturalmente, es aplicable sobre todo a los centros de instrucción marcial a los que asistía el luchador profesional del Japón feudal, el guerrero (bushi), puesto que es quien domina la historiografía de este período.

Así, por definición, un ryu representaba una escuela en la que un experto reconocido públicamente enseñaba a un cierto número de estudiantes el uso estratégico de un arma concreta, en un estilo determinado y según conceptos particulares. El propósito principal del ryu marcial, por consiguiente, era educativo en el sentido de que suponía la transmisión de conocimientos sistemáticos en las especializaciones del bujutsu mediante el empleo de especialistas en la enseñanza considerados capaces de producir especialistas en la lucha. Tal como se ilustra en la tabla 11, cada escuela solía identificarse por el nombre de familia del fundador o inventor de un estilo particular de lucha enseñado en esa escuela, por el nombre del clan bajo cuya protección el ryu estaba autorizado oficialmente a operar, por nombres muy imaginativos asignados a las estrategias y técnicas típicas de la escuela, o por un cierto principio «esotérico» de combate, según dicen considerado como la piedra angular didáctica o como la característica destacada de su enseñanza.

La cultura marcial del Japón antiguo y feudal permitió ampliamente la proliferación de la mayor variedad de estos ryu marciales. La era de desòrdenes desde el siglo IX hasta el XVII proporcionó un terrero fértil para la invención, prueba y refinamiento de armas, estilos, estrategias y prácticas de combate -y para enseñarlos sistemáticamente. En la doctrina, sin embargo, parecen predominar seis tipos básicos de ryu. Estos seis tipos a menudo se superponían y mezclaban, siguiendo los caprichos del tiempo, del lugar y de las circunstancias.

El primer tipo de escuela marcial puede calificarse como original; es decir, era administrada por el propio fundador o por sus sucesores inmediatos bajo su supervisión personal. El segundo tipo era la escuela derivada, que era supervisada por instructores y maestros que habían estudiado bajo la dirección de otros expertos de la especialización y del estilo que enseñaban antes de abrir sus propios centros de instrucción. No hay un criterio firme que pueda emplearse para determinar el grado de originalidad de una escuela concreta, puesto que todas compartían una tradición similar, y, según las biografías de muchos destacados maestros, de todos ellos puede decirse sin temor a equivocarse que habían desarrollado estilos, estrategias, técnicas, etcétera, individuales (con frecuencia, también nuevas armas de combate) tras haber estudiado con los mejores expertos de las diversas técnicas marciales del período. Obviamente, estos hombres estaban ansiosos por aprovechar el mayor abanico posible de experiencia en bujutsu antes de establecerse para enseñar sus propias interpretaciones estratégicas y conocimientos especializados.

El tercer tipo de escuela de arte marcial está representado por el ryu hereditario, una escuela que operaba bajo la dirección de una familia o maestros específicos que transmitían su experiencia sistemática en el bujutsu de padres a hijos, durante generaciones. Cuando no era posible transmitir las técnicas de un cierto ryu hereditario por línea familiar, porque un maestro no tenía ningún hijo o porque el que tenía estaba incapacitado o no reunía las cualidades necesarias, la adopción de un estudiante dispuesto y capaz era una costumbre aceptada. A este heredero aceptado se confiaban los documentos de la escuela y la tradición didáctica, así como el nombre del maestro.

Contrastando directamente con este tipo de escuela de arte marcial había el ryu no hereditario, llamado con frecuencia en la doctrina del bujutsu ryu-ha (Draeger, 84). Parece, sin embargo, que fue un tipo menos común -quizá porque los documentos de las escuelas no hereditarias carecían de la duración y generalmente no eran conservados con tanto cuidado como las escuelas
de tipo hereditario (y por tanto, más permanentes).

Un quinto tipo estaba representado por la escuela pública, a la que las autoridades de la época habían autorizado oficialmente a operar en un lugar específico ya la que se habían asignado unos ingresos en forma de tierra productiva o, con mayor frecuencia, en estipendios de arroz. El sexto tipo lo representaba la escuela privada, que operaba sin permiso oficial y que era tolerada en tierra de un feudo pero sin estipendios, o bien era ignorada, cuando no verdaderamente prohibida.

El número total de estos centros de instrucción marcial comentados en las crónicas del Japón antiguo y feudal ha variado de un período a otro, ya menudo las cifras dadas deben considerarse con un cierto grado de escepticismo, puesto que un censo cuidadosamente tabulado de los distintos ryu marciales en los tiempos pre Tokugawa era algo imposible de llevar a término. Incluso más adelante, cuando, por razones de conveniencia política y de su propia supervivencia, los bakufu de Edo compilaron sus propios registros de los ryu marciales, éstos se ocupaban principalmente de las escuelas selectiva- mente aprobadas por las autoridades centrales, que en general eran de los tipos primero y cuarto. Las listas no incluyen, por tanto, aquellas escuelas menores meramente toleradas en algunos feudos apartados ni, evidentemente, las escuelas clandestinas de técnicas marciales que operaban fuera de la ley en muchos niveles de la sociedad del Japón feudal.

En 1843, por ejemplo, el clásico Bujutsu Ryuso-roku, citado por Dore, relaciona 159 escuelas importantes de artes marciales, subdivididas por orden de su «importancia relativa» en ocho especializaciones principales de bujutsu: sesenta y una se ocupaban de la esgrima, y otras cinco se especializaban en iaijutsu (las técnicas de desenvainar la espada con rapidez y de forma coordinada); veintinueve para la enseñanza del manejo de la lanza, probablemente yarijutsu, puesto que el mismo autor cita dos escuelas
adicionales especializadas en el uso de la alabarda (naginata); diecinueve
escuelas de mosquetería; veinte escuelas de combate sin armas, probablemente
jujutsu, el predecesor feudal del judo; catorce escuelas de tiro con arco, y
nueve de equitación. Escuelas menores incluidas también en la lista se ocupaban
de la natación y de la equitación en el agua, así como del manejo del tambor y
de cómo hacer sonar el caracol marino, usados ambos como «medios para dar
señales de batalla» .

Otras escuelas también relacionadas lo están de forma secundaria, evidentemente en respuesta a las exigencias del período Tokugawa, tales como las que se ocupaban de la captura de criminales vivos, en el cual las obligaciones de la clase guerrera de antaño pasaron a ser Io gradualmente de las fuerzas policiales.

En cuanto a su situación, los ryu se encuentran en todas partes. Cada clan militar en el Japón antiguo y en el Japón feudal tenía centros de instrucción marcial especializada dentro del territorio que se hallaba bajo su jurisdicción. Desde el clan más pequeño con sólo una residencia principal hasta el más grande con varias, todos tenían dentro de sus recintos espacio suficiente para campos de tiro y para salas de entrenamiento, donde podían usarse armas y practicarse las técnicas de combate empleándolas bajo la guía de un experto, hasta haber alcanzado un grado suficiente de pericia y al estudiante se le consideraba capaz de enfrentarse a un enemigo en el campo de batalla (o en cualquier otro lugar). Las mansiones de los clanes pertenecientes a los buke (e, incluso antes, a los kuge del período Heian aristocrático) parecen haber incluido siempre grandes áreas específicamente asignadas para la enseñanza y la práctica de varias especializaciones de bujutsu tales como el tiro con arco, la equitación, el uso de la lanza y la esgrima. En estas áreas, los líderes y los miembros de alto rango de cada clan recibían naturalmente una atención especial, mientras los más numerosos criados de los rangos inferiores eran instruidos y entrenados hasta cierto punto y en un estilo considerado adecuado para su posición.

En el siglo XIX, tal como ha indicado Dore, cada clan militar empleaba los servicios de un maestro en cada técnica militar, al que se le permitía enseñar en su propia sala de entrenamiento o la compartía con el maestro de otra técnica marcial «en días altemos» . Clanes más prósperos podían permitirse tener «varios maestros de cada técnica, pertenecientes todos a distintos ryu», que enseñaban en sus propias casas o que iban a enseñar a las casas de los guerreros de categorías y rangos superiores. Abundaban las escuelas privadas en las que un solo especialista de un arma o de un estilo enseñaba a alurnnos selectos, hasta el extremo de que algunos autores han propuesto la teoría de que todas las escuelas marciales en los distintos feudos fueron en su origen simplemente escuelas privadas -una teoría apoyada también por el hecho de que la mayoría de los guerreros entrenaban personal- mente a sus propios hijos, al menos en las artes de combate más tradicionales. Si privado, en este contexto, significa algo distinto a público, en el sentido de Que las escuelas no pertenecen a un sistema nacional uniforme, la teoría es válida. Sin embargo, puesto que la escuela del feudo era establecida generalmente por las autoridades del clan para beneficio de sus propios guerreros, el calificativo de «escuela privada» adopta un significado más
general y global que el de una escuela en la que un solo maestro enseñaba a
estudiantes individuales selectos. Desde nuestro punto de vista, «escuela
privada» se usa más correctamente en referencia a este último tipo de escuela.

Tal como se ha descrito antes, las órdenes militares de sacerdotes y monjes tenían sus propios, a menudo intensamente activos, centros de adoctrinamiento marcial en edificios adyacentes a los templos y santuarios principales o en áreas aisladas de montaña, durante el último período Heian, así como a lo largo de aquellas épocas que precedieron a la toma del poder por los Tokugawa. A un cierto número de ellas asistían no sólo monjes con una inclinación militar, sino también miembros de las demás clases, no con poca frecuencia los mismos guerreros. La mayoría de estos centros fueron implacablemente suprimidos por los buke durante los «tiempos de dificultades» (en realidad desde el final del período Heian hasta la toma del poder supremo por los Tokugawa) y nunca recuperaron su preponderancia como campos de entrenamiento para el reclutamiento y preparación de ejércitos de profesionales cualificados de combate con indumentaria religiosa. No obstante, los que sobrevivieron, aunque mantenidos bajo una estrecha vigilancia, siguieron siendo considerados como valiosos centros de adoctrinamiento teórico por guerreros con mentes inquisitivas, incluso tras el establecimiento del shoguna- to Tokugawa.

Los campesinos, en los tiempos pre- Tokugawa, eran entrenados en las artes y las técnicas del bujutsu por sus superiores inmediatos -bien por la familia guerrera a la que estaban afiliados o por el jefe del pueblo al que pertenecían (ambos tipos de líderes pertenecían generalmente a los rangos inferiores de los buke). Sin embargo, una vez desarmados por Hiyedoshi y limitados a sus pueblos y campos de arroz por Ieyasu durante más de dos siglos, parece que tuvieron poco tiempo y todavía menos oportunidades para entrenarse sistemáticamente en aquellas artes de combate que, por aquel entonces, los bushi consideraban como de su dominio exclusivo. y aun así leemos en las crónicas del período Edo sobre hijos de campesinos de alta reputación y prestigio a quienes se permitía asistir a la escuela del feudo para guerreros e incluso llevar espadas, y sobre campesinos que podían permitirse practicar las artes marciales bajo la guía de un guerrero en peregrinación o, más comúnmente, un ronín que pagaría la hospitalidad ofreciendo lecciones sobre el manejo de la lanza o de esgrima.

Si la pericia de los campesinos en el bujutsu tradicional, que había sido notable en los tiempos pre- Tokugawa, dejó de tener trascendencia a gran escala tras el siglo XVI, siguieron destacando en formas menos tradicionales u ortodoxas de combate que no eran menos letales, como los bushi que estuvieron expuestos a una revuelta de campesinos comprobaron a menudo (aunque fuera demasiado tarde). y no es necesario decir que los campesinos eran generalmente hábiles en el tipo de guerra de guerrillas adoptado por los labradores de todo el mundo siempre que era necesario: es decir, aquellos métodos de combate basados en el uso de herramientas agrícolas tales como el bastón, la guadaña, la honda y varias combinaciones de cuerdas y lazos (habiendo representado estas formas siempre el tipo de combate heredado al que se adaptaban de forma más natural, ya que el uso de tales herramientas formaba parte de sus vidas cotidianas). El sistema de enseñanza del uso de estas herramientas en el combate era generalmente responsabilidad del cabeza de familia o de su equivalente en la jerarquía del pueblo. La mayoría de las veces, tales artes eran enseñadas por un experto del pueblo cuya familia había conservado siempre una determinada técnica tradicional en un método particular de combate, o por alguien que había adquirido su destreza de manos de un luchador viajero.

En las ciudades y pueblos, los heimín y sus corporaciones, gremios y uniones habían establecido también centros de instrucción marcial, reflejando un enfoque más local al problema de la violencia y el desorden social. Estos centros, naturalmente, incrementaron su importancia durante los tiempos de trastornos sociales y desorden persistente, tales como los que fueron comunes durante el declive de la cultura Heian y el período precedente a la aparición de los Tokugawa, cuando las ciudades y pueblos del Japón feudal estaban expuestos a los estragos de la guerra, así como a los ataques de bandas errantes de guerreros, monjes y grupos diversos de proscritos y bandidos, organizados principalmente con el propósito de producir guerreros que pudieran defender el vecindario en tiempos de dificultades, en muchos casos ampliaron sus cometidos hasta el punto de preparar verdaderos ejércitos de guerreros que intentaron llevar a cabo las políticas expansionistas de los mercaderes y artesanos ricos. La ira de los buke se abatió también sobre ellos, yo bien fueron aplastados completamente o se les permitió continuar sólo dentro de los límites de la autoprotección local e individual. Durante el período Tokugawa en particular, grandes cuadras y campos de tiro para el entrenamiento de grandes números de plebeyos (heimín) en las artes tradicionales del tiro con arco y de la equitación eran impensables. Los controles de la época y su vasta red de espías hacían que cualquier intento fuera no sólo vano, sino también extremadamente peligroso. Sin embargo, las mansiones de ciertos mercaderes que tenían ambiciones marciales (y por tanto, políticas) facilitaban espacio suficiente en sus diseños arquitectónicos para la posible adaptación, y con frecuencia el uso ilegal, del espacio para el entrenamiento en las artes marciales, tales como el empleo de la lanza y de la esgrima, bajo la dirección de un profesor particular que pertenecía a un ryu reconocido de bujutsu.

Centros de instrucción en combates sin armas parecen haber estado
particularmente activos en pueblos, ciudades y varios municipios de forma
cooperativa o en casas privadas -siendo la razón principal que los plebeyos
tenían prohibido por ley llevar armas y estaban, por tanto, sujetos continua-
mente a los caprichos temperamentales de los hombres armados que se hallaban en
medio de ellos. Esos plebeyos que habían heredado algún cono- cimiento de
métodos de combate de antepasados que habían luchado en el campo de batalla
durante los llamados «tiempos difíciles» parecen haber mantenido vivo este
conocimiento en muchos casos, o haberlos adquirido a cambio de unos honorarios
de cualquier maestro dispuesto y capaz de enseñárselos, tanto si se trataba de
un guerrero afiliado como de un samurai sin señor (ronín}. Las fuerzas de
policía en los pueblos y las ciudades, además, tenían sus propios centros de
instrucción en métodos de combate sin armas, a los que los plebeyos estaban
directamente expuestos y que con frecuencia aprendían para su propia defensa.
Que hubo estilos de combate transmisibles que variaban de un lugar a otro está
claramente indicado en referencias a los estilos de lucha que diferenciaban a
un guerrero de Osaka, por ejemplo, de un guerrero de Kioto.

En estructura, cada escuela se basaba en dos categorías principales de practicantes, con el maestro y sus auxiliares en un lado y los estudiantes en el otro. Como todas las demás unidades sociales del Japón feudal, desde la familia hasta el clan, desde la clase social a la nación, la estructura del ryu era vertical y reflejaba en su microcosmos todos los rasgos esenciales del clan patriarcal primordial: una cerrada organización dispuesta jerárquicamente bajo un jefe que ocupaba la posición de control más alta; una subordinación directa dé cada miembro de la escuela a su superior inmediato en la escala social; un intenso sentimiento de dedicación y obediencia a la organización ( correspondido, en las mejores escuelas, por un igualmente intenso sentido de responsabilidad hacia aquellos confiados, como inferiores y subordinados, a su cuidado dentro de la jerarquía), y, por último, un vínculo de secretismo y ayuda mutua destinado a proteger y preservar la práctica, las ideas y los miembros del ryu contra todos los intrusos. Esta estrecha correspondencia de relaciones internas, que creaban una tensión dinámica dentro de cada escuela y, al mismo tiempo, la mantenía como una entidad unificada entre todas las demás unidades sociales del Japón feudal, estaba presente en las escuelas de técnicas marciales a las que asistían todos los practicantes de bujutsu, desde las más grandes y ricas hasta las más pequeñas y pobres.

Los estudiantes eran aceptados por una escuela determinada casi siempre con la recomendación de personas consideradas de confianza por el maestro, si dicha escuela era del tipo no afiliado. A las escuelas afiliadas, los estudiantes eran asignados por las autoridades del clan que las mantenían. Los estudiantes solían estar divididos en dos grandes grupos, en el primero se incluían a todos aquellos que estaban seriamente decididos no sólo a sobresalir en una disciplina marcial concreta, sino a convertirse verdaderamente en maestros profesionales. Se les permitía «hospedarse con el maestro, de la misma manera que un aprendiz puede hospedarse con un artesano» y vivían, por tanto, dentro del recinto de la propia escuela, con lo cual se entrenaban constantemente y ayudaban a mantenerla del mismo modo que los monjes en sus monasterios, cuyo estilo de vida y dedicación los estudiantes de las artes marciales a menudo trataban de imitar. La estrecha y continua relación entre los aspectos dramáticos y violentos de la cultura japonesa de los tiempos feudales y los elementos religiosos, que eran usados para sustanciar y justificar sus rasgos marciales, se refleja en el nombre asignado a la sala de entrenamiento del ryu marcial. A esta sala generalmente se le daba el nombre de dojo -nombre prestado de la nomenclatura budista para las salas destinadas a la meditación y otros ejercicios espirituales en virtualmente todos los monasterios y conventos. Siguiendo la costumbre de la clase comerciante durante el período Edo, los estudiantes residentes de este grupo eran generalmente conocidos como aprendices (uchi-deshi).

Los estudiantes del segundo grupo se limitaban a asistir a las clases y luego regresaban a sus casas, pero todos los futuros practicantes de bujutsu se entrenaban hasta que su pericia en una especialización marcial elegida era considerada satisfactoria por su maestro, quien entonces expedía una graduada pero limitada serie de certificados de habilidad (menkyo), estampados con el sello de la escuela. En casos excepcionales de estudiantes destacados y de gran dedicación, se sabe de algunos maestros que habían expedido una «licencia completa» (mokuroku) indicando que el maestro había enseñado al discípulo todo lo que sabía» .

En este contexto es interesante comparar tales calificaciones escolares en el ryu antiguo y feudal del bujutsu con las prácticas adoptadas por la mayoría de escuelas modernas de artes marciales, que, aunque generalmente fundadas en el siglo XIX, proclaman como patrimonio suyo la tradición marcial del bujutsu, vinculándose frecuentemente con el ryu marcial de algún linaje antiguo o extinguido. En escuelas modernas de judo, karate, aikido, kendo, kyudo y similares, los estudiantes son asignados según su experiencia y pericia a las categorías y rangos ilustrados en la tabla 12, indicado cada uno generalmente por el color del cinturón (obi) llevado por el estudiante sobre su indumentaria de entrenamiento (gi). Los colores usados con mayor frecuencia son el blanco, amarillo, verde, marrón, negro, rojo y púrpura.

Según algunos autores, este sistema moderno, llamado sistema dan
(nombre asignado al graduado que ha alcanzado el rango de cinturón negro),
representa no sólo una modificación del sistema antiguo (denominado sistema
menkyo), desarrollado como respuesta a las circunstancias cambiadas de tiempo y
cultura, sino también una adulteración degenerativa de la antigua sencillez y
unidad marcial de calificación, convirtiéndola en una complejidad inferior de
rangos y categorías más vinculada con el formalismo institucional y los
requisitos organizativos de las artes marciales que con el profundo
conocimiento de su esencia: las técnicas. Mientras que, por un lado, parece
cierto que una excesiva preocupación por los procedimientos de promoción y por
los rangos puede a menudo sugerir una disminución correlativa de la finalidad
para la que fueron establecidos estos rangos inicialmente, hay indicaciones de
que algunos de los ryu feudales de bujutsu también dividían a sus estudiantes
en «hasta nueve grados de habilidad» (Dore[2], 90) y de que el sistema de usar
colores para identificar rangos, al fin y al cabo, remonta sus raíces hasta el
sistema burocrático de la cultura Heian, que, «en imitación de la dinastía Sui
contemporánea de China», presentaba una imagen caleidoscópica en la corte. «El
púrpura era para los oficiales a partir del quinto rango. Nin era verde, rei
rojo, shin amarillo, gi blanco y chi negro. Los príncipes y los primeros ministros llevaban la gorra del rango más alto, viz. toku» .

En cuanto al contenido de la instrucción marcial, cada ryu había adoptado desde su comienzo un programa que comprendía no sólo el lado práctico de una especialización marcial concreta, como por ejemplo las posturas y desplazamientos que preparaban el terreno para técnicas efectivas y decisivas
de combate, según modelos específicos de estrategias en ataque, contraataque y
defensa contra uno o más oponentes. El programa incluía también un
entrenamiento especializado para el desarrollo de factores tales como el
control mental, la fuerza de voluntad, la determinación y la máxima
concentración en las estrategias y objetivos específicos en el momento preciso
de la confrontación. Este tipo de programa global de instrucción marcial parece
haber sido el preferido por los ryu activos durantes los «tiempos difíciles» del
Japón pre- Tokugawa, cuando el ideal de un guerrero, con independencia de la
clase a la que pertenecía, era el de un hombre capaz de defenderse en combate
con cualquier arma disponible (desde su propio arco y flechas, lanza o espada,
hasta los de su oponente, en caso necesario) y capaz de hacer frente, con
ecuanimidad, a cualquier problema que la dramática y violenta realidad de los
tiempos pudiera presentar. El enfoque de la enseñanza en el ryu marcial
antiguo, por consiguiente, tenía claramente una mayor amplitud y profundidad
que el prevalente en períodos posteriores, e intentaba incluir el mayor número
de estas posibilidades de combate que podía esperarse que una personalidad
plenamente desarrollada manejara eficientemente y con estilo.

Parece, sin embargo, que este enfoque global del conocimiento del bujutsu empezó a erosionarse lentamente durante el período Tokugawa, hasta que fue completamente reemplazado por otro enfoque más limitado, pero definitiva- mente más especializado, con la intención de desarrollar quizá menos habilidades de lucha en los estudiantes, pero desarrollándolas hasta niveles excepcionales de eficiencia y competencia estratégica. Los ryu que operaban principalmente para preparar guerreros, en efecto, parece que habían aceptado el principio de las limitaciones del hombre en el aprendizaje y en rendir al máximo de su capacidad en un amplio nivel marcial, y consecuentemente desplazaron su interés teórico y práctico a un desarrollo súper especializado de conocimientos y rendimiento en cada rama y disciplina del bujutsu. Esta tendencia, que fue embriónica durante períodos previos (puesto que incluso entonces, aunque el guerrero necesitaba ser más ecléctico, también tendía a preferir aquellas armas y técnicas específicas más adecuadas a su temperamento), se convirtió en la norma en la era Tokugawa, cuando los ryu de los bushi, en particular, comenzaron a producir espléndidos especialistas de la lanza que no se sentían a gusto con la espada, y viceversa. El enfoque súper especializado afectó también los distintos estilos, técnicas y estrategias dentro de cada arte marcial. Tal como se ha indicado antes, los ryu que usaban la lanza como su arma principal eran muy numerosos, y se diferenciaban (a menudo, radical- mente) entre sí en los modos tácticos de emplear aquella arma.

Los ryu de esgrima eran incluso más extremistas en sus enfoques específicos de
las posturas, técnicas y estrategias basados en el uso de la espada en combate.
Por último, este énfasis en la especialización tendía a afectar el programa
básico de instrucción hasta tal punto que con frecuencia se lanzaban críticas
violentas contra los ryu acusados de favorecer únicamente los aspectos técnicos
de un arte marcial (postura, desplazamiento, técnica, estrategias, etc.),
descuidando al mismo tiempo los factores interiores que hacían que la práctica
fuera efectiva (desarrollo del control mental, de la fuerza de voluntad, la
concentra- ción, la determinación, etc.). Naturalmente, ciertos ryu fueron
acusados exactamente de la tendencia opuesta.

El problema de la especialización marcial que afligió a los ryu del período Tokugawa en particular es considerado por algunos autores como la
fuente principal de esa rivalidad escolar expresada no en inofensivos debates
doctrinarios, sino en confrontaciones violentas (con armas y sin armas) en
cualquier lugar en que coincidían estudiantes de escuelas distintas. En los
tiempos pre- Tokugawa en que la vida tenía poco valor, se iniciaban disputas
que con frecuencia duraban años y en las que los desafíos a un duelo a muerte
eran comunes. Estos enfrentamientos sangrientos se mezclaban y eran muchas
veces indistinguibles de los innumerables choques que sacudían a la sociedad
japonesa en los llamados «tiempos difíciles». Los dictadores Tokugawa, sin
embargo, no se sentían inclinados a tolerar desórdenes de ningún tipo,
especialmente si podían provocar una explosión todavía mayor. Durante el
período Edo, por tanto, «se llevaron a cabo intentos para desalentar este
espíritu de rivalidad» , para aislar a cada ryu dentro de su propio recinto
donde se le podía mantener bajo una estrecha vigilancia y donde incluso la
práctica de unas artes de combate que habían sido mortíferas pudieron
modificarse progresivamente en la dirección de una mayor seguridad para los
seguidores de cada escuela. Aquellos luchadores que tenían una reputación de
establecer o preservar una dedicación mortífera en su arte tuvieron que
enfrentarse a las consecuencias de la violación de tales leyes y edictos que
prohibían los duelos, o enzarzarse en tales enfrentamientos lo más lejos
posible de la jurisdicción de Edo. Una famosa confrontación entre dos maestros
de la espada del período, Miyamoto Musashi y Sasaki Kojiro, que defendían
estilos diferentes de esgrima, debió desarrollarse en un remoto islote en los
estrechos Kammon, aunque la confrontación fue promovida de forma encubierta por gobernadores provinciales y otros poderosos apostadores de la época.

Un rasgo de la instrucción en el ryu marcial del Japón antiguo (prefeudal) que ha intrigado mucho a los investigadores del bujutsu es el secretismo que constituía una característica dominante en casi todas las escuelas. Un voto de secretismo era el prerrequisito para ser admitido en una escuela, claramente especificado en el juramento que el alumno prestaba cuando se presentaba ante el maestro para que éste considerara su admisión como tal.

Este vínculo de absoluto secretismo, formalmente exigido y dado de buena gana,
suponía un mecanismo inhibidor que no estaba limitado a las técnicas marciales
solamente, ni a las escuelas paramilitares de combate enraizadas en la cultura
japonesa. «En Japón», escribe Yamashita, «se oye hablar continuamente de las
hiden (tradiciones secretas), las hijutsu (artes secretas) y los okugi
(misterios interiores) en casi cualquier actividad» .

El uso de este mecanismo estaba, en efecto, extremadamente
extendido; cada rama organizada dentro de esta cultura, con independencia de su
naturaleza y función, parecía seguir su propio modelo exclusivista, propio de un
clan, de autoengrandecimiento. Al ponerse a escribir, por ejemplo, las obras
populares de teatro (kyogen) heredadas de su padre (obras que se habían
«transmitido de generación en generación por tradición oral» ), Toraki se
excusó extensamente por divulgar secretos del oficio que cada grupo o familia
de actores se suponía que debía transmitir únicamente a sus propios miembros
que habían prestado juramento, nunca a extraños. Incluso las matemáticas
(consideradas como una «técnica rara y un tanto esotérica» ) se enseñaban en
ryu especiales, cada uno de los cuales tenía un método particular de enseñar la
materia, así como «terminologías y notaciones» particulares y, naturalmente,
«sus propios misterios que no se imprimían en sus libros sino que se reservaban
para la comunicación oral a alumnos avanzados» .

Estas enseñanzas «secretas» de los diversos ryu, que «al
examinarlas de cerca» Yamashita consideró que no tenían «absolutamente nada de
misteriosas o sobrenaturales» (Yamashita, 265), parecen haber consistido
principalmente en formas o métodos particulares de hacer algo, métodos
desarrollados de un modo algo distinto de lo usual, y por tanto «inesperado».
Searni, el erudito actor y dramaturgo del siglo XIV, expresó esta ,idea
fundamental con la mayor claridad cuando, al tratar del elemento principal de
una obra (la flor o la fase culminante de la representación), dijo que
consistía en imponer a la audiencia una emoción que ésta no esperaba. Según
Yamashita, el aura esotérica de misterio y de poder oculto típico de cualquier
cultura primitiva animista generalmente sale mal parada cuando es sometida a un
detallado y analítico escrutinio. «Algunos de los hiden de distribución de las
flores tan sólo explican el modo en que deben tratarse ciertas flores para
conservarlas frescas durante un largo tiempo. Hiden en la esgrima es con
frecuencia nada más que una cierta hábil manipulación de la espada que la
experiencia ha demostrado que es el mejor método» (Yamashita, 265). Aunque la
existencia de tantos secretos en la cultura japonesa ha sido explicada por
muchos autores japoneses como consecuencia del hecho de que «la falta de
imprentas exigía la enseñanza individual, y que los profesores obtenían no
pocos beneficios pecuniarios impartiendo los secretos a sus pupilos» , de todos
modos, hay que añadir para ser justos que estos hiden estratégicos tenían una
gran importancia práctica -especialmente en el bujutsu, puesto que la vida del
guerrero del Japón feudal dependía a menudo de ellos. Una vez divulgados, los
modos secretos de usar esta o aquella arma en cualquiera de las
especializaciones del arte de combate tendían a ser «esperados» y así a perder
una gran parte de su efecto sorpresa. Esto, a su vez, imponía una tensión
adicional sobre la técnica del luchador, cuando tenía que enfrentarse a un
oponente que también conocía aquellos secretos y que había sido bien adiestrado
en su empleo práctico en combate.

Sin embargo, aquí existía también una clara distinción entre el
estafador, que (como los ninja) estaba siempre inventando nuevas tácticas y
subterfugios, y el experto, que podía exhibir una técnica, estilo y eficiencia
excepcionales incluso dentro de las normas más estrictas y comúnmente aceptadas
de su especialidad marcial. Para el último, no se trataba tanto de una cuestión
de engañar al oponente con una estrategia desconocida, es decir, de
aprovecharse de su ignorancia y, por tanto, de su debilidad intrínseca (aunque
en muchas mentes el juego sucio equivalía a una buena estrategia), sino que,
más bien, el experto deseaba ser genuinamente superior al oponente en aquellas
artes en que se esperaba que ambos destacaran. Naturalmente, quienes se
adherían a este modo de comportamiento estaban claramente en minoría, tal como
indica la abundancia de los llamados sistemas secretos empleados para
sorprender y derrotar a los incautos. Esto era así no sólo porque los hombres
verdaderamente leales y honestos (en el sentido occidental de lealtad a una
persona o ética, que difiere radicalmente de la lealtad ciega a un superior)
han sido siempre raros, sino también porque un hombre puede necesitar toda su
vida para llegar a estar bien versado en los diversos métodos esotéricos y
exotéricos de combate, mientras, por otro lado, un desafío para luchar por la
propia vida podía lanzarse inesperadamente, en cualquier momento.

Del modelo antiguo de instrucción y sus características
destacadas, el que todavía prevalece en la mayoría de escuelas donde se están
enseñando y practicando derivaciones antiguas y modernas del bujutsu parece ser
el de tipo vertical de predominio absoluto del instructor jefe o maestro sobre
sus estudiantes y sobre todos los demás instructores de la escuela. Adaptándose
a los nuevos tiempos, y de acuerdo con ideas más democráticas asimiladas de la
cultura occidental, particularmente en relación con los métodos de enseñan- za,
grandes instituciones como la Kodokán en Toquio y la Budokway en Londres han
intentado facilitar una colaboración más colegial y horizontal de los mejores y
más imaginativos instructores de judo que, idealmente, participarían
cooperativamente (no en competición exclusivista) en la promoción del
desarrollo de su disciplina marcial. Los tiempos, y la creciente
sofistificación de los medios de comunicación, desde la imprenta hasta los
viajes, han contribuido también a alterar sustancialmente el carácter secreto
de muchas especialidades del bujutsu, haciendo que quienes todavía se aferran a
la exclusividad absoluta parezcan tristemente anacrónicos. Tal como observó
Yamashita, la antigua idea «exclusivista» de una edad primitiva de predominio
del clan cuyos sujetos parecían divididos y sellados dentro de sus propios
grupos secretos de iniciados recelosos, estrechamente egocéntricos, iba a dar
paso a una percepción y experiencia más amplias de la «cultura humana» cuyos
innumerables modelos y caminos «con las instalaciones actuales para imprimir y
el número siempre creciente de libros sobre temas técnicos… están siendo
expuestos a la luz del día y añadidos al fondo común de conocimientos» .

La calidad de la instrucción dada en los ryu marciales, tal como
se indica en el estudio de sus contenidos, varió con el tiempo, los hombres y,
por supuesto, las circunstancias. Si puede deducirse alguna tendencia general
en el modelo evolutivo del bujutsu a partir de los documentos disponibles
actual- mente, es que dos etapas cualitativas importantes parecen haber
caracterizado y afectado las enseñanzas del bujutsu en los centros importantes
de instrucción marcial: la primera, positiva y real, cuando el bujutsu era una
necesidad vital para los hombres que se veían forzados a hacer frente a una
realidad dramática de su existencia mediante la constante y extensa aplicación
de sus especialidades; la segunda, negativa y formalista, cuando la inmediatez
del bujutsu como medio de supervivencia o desarrollo se alejó en el tiempo y
disminuyó en su aplicación hasta convertirse principalmente en una tradición
romántica, expresada en exhibiciones rituales. Este ciclo es evidente incluso
dentro del ámbito de la cultura Heian, cuando los clanes aristocráticos con sus
virtudes y técnicas militares intentaron durante los tiempos arcaicos establecer
un equilibrio en e~ Reino de Wa (indicado por rangos e insignias oficiales)
convirtiéndose en calificaciones huecas que muchos nobles evitaban desdeño-
samente. «Que a alguien le den un puesto en el ministerio de la guerra»,
escribe un erudito en su estudio de la vida cortesana en el Japón feudal, «era
considerado como un acontecimiento de lo más desafortunado en la propia
carrera» (Morris, 97). Incluso las guardias de los regimientos de Nara, Nagaoka
y por último Kioto habían llegado a ser «en tiempos de Murasaki… completamente
ceremoniales» .

Este ciclo era también evidente en la cultura marcial del Japón
feudal, donde la práctica del bujutsu (y, por tanto, las escuelas que enseñaban
todas sus formas y estilos especializados) había alcanzado grandes niveles de
perfección durante los prolongados «tiempos de dificultades», así como a
principios del período Tokugawa, antes de comenzar a decaer durante las fases
media y final del dominio Tokugawa. Durante este extenso período de tiempo,
cuando la nación mantenía su paz y su marcha bajo la atenta mirada de las
cohortes del shogún en Edo (así como en las provincias), fue cuando se
prohibieron los duelos abiertos o las competiciones entre estudiantes de
diferentes ryu, y cada ryu se quedó aislado dentro de su propio recinto,
comenzando a extenderse un acusado declive en los niveles de perfección y una
actitud pasiva, casi de aburrimiento, hacia la enseñanza de las artes marciales
por el mundo antes vital y en fermentación del bujutsu. El combate con armas
reales o sustitutos «era cada vez menos práctico», y los ejercicios con la
espada y la lanza se convirtieron, en palabras de Dore, «de modo creciente en
una cuestión de gimnasia formal y coreografía disciplinada, nada más que un
juego para niños, tal como dijo Fujita Toko» .

La enseñanza, correlativamente, era calificada en los documentos
de críticas del bujutsu como «francamente aburrida y además casi sin sentido» .
La situación había degenerado tanto que los bakufu de Edo, preocupados por la
amenaza representada por las potencias occidentales y sus enviados militares
que asediaban Japón en el siglo XIX, tardíamente invirtieron su curso previo en
un intento por detener, si era posible, el avanzado estado de declive en la
calidad de la instrucción del bujutsu a disposición de los guerreros de los
nuevos tiempos industriales y expansionistas. Los gobernadores provinciales
«comenzaron a alentar los duelos como forma de entrenamiento» , y la primera
característica de la enseñanza del bujutsu que sufrió un ataque inmediato fue
precisamente el «exclusivismo secreto de los diversos ryu», ahora acusado de
constituir «un abuso y un obstáculo para el desarrollo de técnicas útiles». A
las escuelas de artes marciales se les instaba a «entrenarse juntas», y algunos
clanes militares llevaron sus intentos de reavivar la vitalidad marcial,
fuertemente diluida por controles y un formulismo vacío, hasta niveles
extremos. Cualquier experto desconocido en el manejo de la lanza y en esgrima
que se ofreciese para ocupar la posición de maestro en el ryu de un feudo tenía
que demostrar su capacidad de un modo práctico, «venciendo en al menos seis de
un total de diez duelos con posibles futuros maestros de otros ryu» , y
cualquier escuela que no pudiese encontrar un experto capaz de ganar seis
duelos «acabaría extinguiéndose».

En el siglo XIX, sin embargo, la fase cualitativa del declive se
había hecho demasiado pronunciada, e incluso los frenéticos intentos de las
autoridades militares para rectificar una situación que habían ayudado a
provocar demostraron ser inútiles. Aquella sana competencia y, con ella, el
proceso de selección entre centros vitales de instrucción marcial que había
sido común en el Japón anterior a los Tokugawa, cuando ciertamente la sociedad
era más turbulenta pero comparativamente más libre, no podía reproducirse
artificialmente en un breve lapso de tiempo tras tan prolongada exposición a
los paralizantes controles feudales. Hacia finales del período Tokugawa, el
bujutsu tradicional, así como los centros marciales de instrucción, se habían
vuelto obsoletos en gran medida y habían retrocedido a los dominios de las
prácticas y las costumbres con las que las naciones conservan un recuerdo de
glorias pasadas. Simultáneamente, la sociedad japonesa comenzó a desarrollar
nuevas prácticas y costumbres, a instituir nuevos centros de orientación y
nuevas escuelas capaces de cumplir las exigencias de una era dentro de la cual
el contexto histórico requeriría una transformación casi total de una tradición
marcial ya fuertemente diluida. El uso de términos tales como «caminos
marciales» o «ética marcial» (budo) en lugar de «técnicas marciales» (bujutsu)
era en efecto antiguo, puesto que se encuentran en crónicas del período Edo
inicial. Pero se hizo casi absoluto a finales del período Tokugawa y posterior-
mente, cuando casi la totalidad de las escuelas implicadas en la enseñanza
sistemática de especializaciones derivadas del bujutsu feudal se referían a
ellas principalmente como especializaciones budo, es decir, formas educativas
de alcanzar fines distintos a los buscados por los antiguos ryu de bujutsu.

El sensei

En el corazón del ryu encontramos esta, con frecuencia,
misteriosa figura de la cual dependía la misma existencia del bujutsu, así como
la preservación del desarrollo de su teoría y de su práctica: el maestro de
armas, el profesor, el instructor de artes marciales, el sensei. En este punto,
el tema de la educación marcial pasa de la dimensión colectiva de los ryu a la
dimensión individual del dispensador del conocimiento marcial. Por
consiguiente, en esta sección consideraremos el papel del sensei como un sujeto
importante del bujutsu y su relevancia en el establecimiento, preservación y
transmisión de las teorías y prácticas marciales de un modo sistemático.

Tanto si estaban destinadas a ser usadas en el campo de batalla
como en enfrentamientos individuales, las formas de bujutsu y la historia de
las artes marciales como un todo han estado siempre profundamente en deuda con
el sensei, ese individuo que, tanto si seguía una natural y espontánea
inclinación hacia el combate como si adaptaba los conocimientos obtenidos en
otros campos de la actividad humana a la resolución de los problemas de
confrontaciones con armas y sin armas, pasaba la mayor parte de su vida inmerso
en las formas del bujutsu. Experimentaba con sus armas, probaba las técnicas y
estrategias de las distintas especializaciones en combate real, e ideaba nuevos
estilos o formas de hacer frente con eficacia al mayor número de posibilidades
presentadas por aquel dramático acontecimiento en el que un hombre podía
fácilmente perder su vida. Por encima de todo, enseñaba sus métodos a otros.
Tales maestros ocupaban una posición de cierta prominencia en la doctrina del
bujutsu, según cánones antiguos de la historiografía, que tendían a situar los
acontecimientos en una perspectiva fuertemente determinada por el papel de
héroes y líderes. Sin minimizar el indudable papel desempeñado en la historia
del bujutsu por innumerables masas de desconocidos e ignorados combatientes de
todas las clases y rangos, que a menudo prepararon el camino y crearon un clima
favorable para la aparición de varios sensei destacados, es el sensei el que
hace un esfuerzo para establecer sistemas claramente definidos, para crear
escuelas, para organizar a estudiantes y para transmitir documentos de su
propia experiencia de modo que aseguren la preservación de sus ideas y
prácticas a lo largo de los tiempos venideros.

Se sabe muy poco sobre los criterios adoptados para evaluar a un
candidato a ocupar el puesto de maestro de armas. Hay que suponer que
(inicialmente, al menos) los hombres de armas más inclinados por su naturaleza
y con mayor talento de entre los miembros del clan eran los designados. En la
cultura china, esta designación había llegado a depender principalmente de los
méritos individuales, determinados mediante una serie de exámenes públicos, y
la constante supervisión del rendimiento del candidato durante su carrera
oficial. En Japón, sin embargo, llegó a adquirir en gran parte una naturaleza
hereditaria y, en consecuencia, se transmitía rígidamente del maestro original
a su hijo natural o adoptado. Por tanto, mientras que los documentos de
maestros de armas en China abundan con nombres de combatientes individuales
conocidos por su destreza en varias especializaciones del arte del combate, en
Japón leemos principalmente sobre «escuelas» de «familias» de expertos de
bujutsu que se sentían muy orgullosas de recordar una larga línea de
antepasados profesionales que les habían precedido y cuyas instrucciones
escritas u orales tendían a seguir con gran minuciosidad.

El período de inestabilidad política que siguió al colapso de la
cultura Heian, asociado con el inicio de la era militar, alteró los lazos
tradicionales con el pasado. Durante esta era, nuevos hombres, cada vez más
calificados como combatientes profesionales, comenzaron a aparecer en los
clanes, particularmente durante los desórdenes sociales de la era Rokuhara y
los períodos Kamakura, Ashikaga y Momoyama. Fue durante estos tiempos cuando
las artes tradicionales de combate parecen haber alcanzado sus niveles más
altos de sofisticación. Característicamente, estos nuevos hombres, a su vez, se
convirtieron en los fundadores de nuevas familias de instructores que
presentaron sus credenciales tradicionales a este o a aquel señor, o jefe de
clan, para convertirse en el maestro de bujutsu designado oficialmente para el
clan. Cuando los gobernantes Tokugawa consolidaron su poder, el antiguo modelo
de afiliación hereditaria a un clan fue firmemente restablecido y reforzado por
un carácter militar aún más pronunciado.

El futuro maestro generalmente empezaba como estudiante de una
especialización determinada de bujutsu, uniéndose a un ryu y entrenándose bajo
la guía generalmente severa y decisiva de su sensei o naciendo en una familia
de instructores de bujutsu. Después progresaba a través de aquellas fases de
desarrollo consideradas apropiadas por su maestro o por el mismo. Por último,
se comprometía en aquella especialización hasta que llegaba a ser un sensei en
la escuela de su maestro o se le permitía abrir su propio dojo en otro lugar. A
menudo completaba los programas de entrenamiento de varios ryu, en los que se
enseñaban y practicaban varias especializaciones de bujutsu, antes de
desarrollar su propio método sincrético, y abría su propia escuela
independiente.

Al tratar de este practicante del bujutsu, debe hacerse una
clara distinción entre los maestros de la clase militar y los que pertenecían a
otras clases. Los sensei de la primera categoría naturalmente eran la mayoría
-tal como cabe esperar de una cultura tan profundamente enraizada en el
carácter nacional. Esta categoría incluía (en orden de importancia) a sensei
que se habían especializado en las artes marciales del tiro con arco, el manejo
de la lanza, la esgrima, la estrategia general y varios estilos secundarios de
combate sin armas, tales como el jujutsu y el aikijutsu, que se usaban en
combinación con las especializaciones armadas tradicionales de la clase militar
.Entre éstos, los maestros del tiro con arco ecuestre, que había sido practicado
por los nobles antiguos (kuge) a quienes los buke habían reemplazado formalmente
en 1600, ocupaban un lugar de honor que les vinculaba con los períodos iniciales
de la cultura japonesa. Eran seguidos en orden de prestigio por los maestros de
esgrima, que adquirieron una creciente importancia durante el período Toku-
gawa, cuando las guerras de gran escala se hicieron raras mientras los choques
entre los sirvientes militares de distintos clanes, o entre los samurai y los
heimín, se hicieron progresivamente más frecuentes. Los últimos, con el clero y
los campesinos, tenían sus propios maestros, que reclutaban de entre los rangos
de aquellos bushi que habían cambiado sus posiciones o entre el número de
hombres cualificados que aparecieron de entre las filas de sus propias clases.
Este último grupo era una minoría, siendo hombres que generalmente se
especializaban en artes de combate que podían practicarse sin llamar la
atención ni preocuparse por las autoridades militares. Entre estos maestros
encontramos sensei de métodos de combate sin armas o de métodos basados en el
uso de instrumentos especiales por los miembros de varias clases, tales como el
bastón, por ejemplo, o el abanico, las pipas de hierro y varias hojas
encadenadas. Tal como puede deducirse por el tenor de toda la cultura marcial,
estos instructores incrementaron su relevancia social cuando el prolongado
período de paz impuesta durante el reino de los Tokugawa tendió a reducir un
poco el papel de las armas tradicionales como factores determinantes en la
resolución de conflictos de intereses; pero difícilmente puede decirse que
alcazasen el nivel de prestigio disfrutado en el Japón feudal por los sensei
que enseñaban formas tradicionales de bujutsu. Es interesante destacar que
incluso hoy, entre los inventores de métodos de combate basados en el bujutsu
japonés, quienes habían adquirido una cierta fama en los hemisferios oriental y
occidental generalmente habían estudiado las especializaciones tradicionales de
combate, tales como la lucha con lanza o la esgrima, en algún momento de sus
carreras, infundiendo así en sus metodologías el aura de trascendencia
tradicional que el Japón siempre ha otorgado, y todavía hoy otorga, a aquellas
especializaciones o artes desarrolladas siglos atrás. Este grado de
trascendencia social se reflejaba en el rango y en la posición asignados a cada
sensei dentro de la jerarquía de un clan. Generalmente se les recompensaba muy
generosamente, antes y durante el período Tokugawa, especialmente cuando sus
estudiantes eran líderes de clan, quienes, natural- mente, recibían una
atención especial. Tal como se ha mencionado antes, muchos clanes ricos tenían
un sensei para cada especialización del bujutsu reconocido como arte marcial
por los buke; algunos clanes incluso tenían más de un sensei para la misma
especialización. En tales casos, la proliferación de instructores se debió no
sólo al hecho de que debían entrenar a distintos rangos de criados, sino
también por el comprensible deseo por parte de los guerreros del clan (
especialmente de los de rango elevado) de dotarse del más amplio abanico de
conocimientos y técnicas posible en las artes de combate.

La segunda distinción que debemos hacer, al considerar a los
maestros de una sola especialización de bujutsu, se basa en el papel que
desempeñaron en la creación de nuevos estilo de combate o en simplemente
transmitir estos estilos de una generación a la siguiente. En este contexto,
distinguimos a los sensei que desarrollaron y enseñaron sus propios estilos de
bujutsu, fundando así sus propias escuelas (ryu), de los sensei que se
incorporaron o heredaron una escuela fundada por otro maestro, en la que
enseñaban el estilo de bujutsu transmitido a ellos desde el fundador de dicha
escuela. Los instructores de la segunda categoría eran con mucha diferencia la
mayoría en el Japón feudal, reponiéndose continuamente sus filas, generación
tras generación, con los sucesores, descendientes y estudiantes de sensei del
primer tipo, quienes, bien como creadores o como innovadores de armas,
técnicas, estrategias o estilos de bujutsu, son y siempre han sido
comparativamente pocos. Este tipo de sensei, en efecto, era un individuo que
había adquirido una reputación no sólo como inventor de nuevas armas o como
maestro que había mejorado otras tradicionales, sino como maestro que había
inventado nuevos métodos para usar aquellas armas con eficacia en el campo de
batalla, en duelos a muerte o en demostraciones públicas y en competiciones.
Sin embargo, tal como hemos dicho antes, a menudo se le conocía principalmente
por su habilidad para explicar las complejidades de su método a otros y por su
capacidad para entrenar sistemáticamente a otras personas de modo que
apareciesen individuos o equipos de estudiantes igualmente preparados para
arreglárselas y hacer frente a la dramática realidad del combate. Su técnica en
el manejo de las armas de la especialización con armas del bujutsu de su
preferencia, o en el uso de su propio cuerpo en los métodos de combate sin
armas, era estilísticamente propia y se diferenciaba inconfundiblemente de la
de otros combatientes u otros sensei que eran expertos en la misma o en
especializaciones similares. Pero lo que le convertía en un sensei en el
verdadero sentido de la palabra era, naturalmente, su especial capacidad de
comunicar a otros la esencia de su estilo particular, de transmitirlo
ampliamente y de asegurar con ello que no se perdiera para las generaciones
venideras. Esta capacidad le distinguía de aquellos expertos del bujutsu que
podían luchar con una inme- jorable eficiencia y estilo, pero no que no podían
o no querían explicar sus métodos particulares a otros, prefiriendo llevarse
sus secretos a la tumba, sin dejar discípulos ni escuela que dieran testimonio
de su paso. El carácter especial del estilo y de la enseñanza de un sensei era
la base de su reputación como maestro y de su escuela como centro vital de
instrucción marcial. Con el incremento del número de estudiantes que asistían a
su escuela y el paso del tiempo, dicha reputación tendía a adquirir la
naturaleza sagrada de una tradición, que, tal como hemos observado previamente,
sumaba su propio peso y énfasis al ya relevante y práctico atractivo de su
enseñanza.

Los sensei de la segunda categoría eran los herederos, los
sucesores y los administradores, que consolidaban la fama del primer fundador
de un ryu y que preservaban su existencia y función como centro de instrucción
marcial tras su fallecimiento. Este tipo de sensei era, y necesariamente tuvo
que ser, un tipo de hombre distinto, puesto que su función principal era la de
preservar un método determinado y transmitir su esencia tan en línea como fuera
posible con la concepción e intenciones del fundador original. Como tales, no
tenían una inclinación tan creativa como los hombres de quienes recibieron su
instrucción y validación como maestros. Al propio tiempo, podemos lògicamente
suponer que un innovador eligiría como sucesor a aquel individuo que le
ofreciese las mejores garantías de estricta adhesión a los cánones que el
fundador había establecido como base de su propia escuela o método. A pesar de
su falta general de originalidad, es al segundo tipo de sensei a quien el
bujutsu debe la conservación y transmisión de ciertos mensajes originales que
de otro modo se habrían perdido para nosotros. Y, a pesar de la tendencia
natural del hombre de ampliar el método heredado, de adaptar sus técnicas y
estrategias a las circunstancias cambiantes de tiempo, lugar y cultura, así
como de mejorar y por tanto cambiar dicho método, muchos sensei del segundo
tipo permanecieron fieles a un estilo determinado, aun cuando perdiera
progresiva- mente su sabor juvenil y su trascendencia en un mundo cambiante. Al
transmitir diversos métodos a otros o registrar sus connotaciones técnicas en
pergaminos y en manuscritos, estos sensei ayudaron a marcar su propia
progresión histórica ya determinar el valor de cada método como contribución a
la teoría y práctica de las artes marciales.

Los sensei de la primera categoría emergieron de todas las
clases y rangos durante el período de turbulencias comprendido entre el siglo x
y el siglo XVI, moviéndose con mucha mayor facilidad que en el antiguo período
Heian o en el período Tokugawa a través de las barreras establecidas para
sellar a cada súbdito japonés dentro de la célula social asignada por las
autoridades de la época. Esta turbulenta era de la historia japonesa, en
efecto, produjo individuos de una extraordinaria habilidad mencionados en la
doctrina del bujutsu como los creadores de especializaciones marciales o como
los innovadores de nuevos estilos y métodos para emplear armas nuevas y
tradicionales con una destreza excepcional. No obstante, incluso durante los
tiempos rígidamente estratificados de la dominación Heian y Tokugawa, los
individuos con talento siguieron exhibiendo su indiferencia por las
convenciones sociales, la rigidez política y las barreras hereditarias. Hay
ejemplos en ambas épocas de lucha- dores notables y de maestros extraordinarios
salidos del campo o de entre los heimín, a quienes los aristócratas del antiguo
kuge de Edo trataron de reprimir, suprimir o, con una maniobra más sutil y
quizá menos dolorosa, absorber en sus propios clanes, a menudo promocionándolos
al estatus de sirvientes. Estos hombres excepcionales, sin embargo, constituían
una clara minoría, puesto que tanto la cultura Heian como la Tokugawa se
basaban principalmente en los conceptos constitucionales de derechos
hereditarios establecidos oficial- mente en los documentos del clan y
transmitidos únicamente de padre a hijo, de antepasados a descendientes, en una
línea vertical que aseguraba que ambos seguirían finnemente enraizados en el
rango y la posición asignados al nacer y/o por el deseo de sus superiores.

Debe hacerse; por tanto, una tercera distinción; entre los
sensei afiliados a un clan y los sensei que no lo estaban, es decir, que
dirigían sus ryu sobre una base independiente o semi independiente. En este
caso también, en una cultura que seguía muy de cerca el modelo vertical del
clan, los maestros de la primera categoría constituían la mayoría. Podían
pertenecer a esta unidad social básica por nacimiento o por afiliación -y si
era por afiliación podía ser de forma voluntaria, como en el caso de un sensei
sin señor que solicitase ocupar la posición de instructor en el clan de un
señor, o de forma imperativa, como cuando a un sensei afiliado su propio señor
y maestro le pedía que prestase juramento a otro. Una vez efectuado el
juramento, se les permitía dirigir escuelas en el territorio del clan en cuyos
documentos se habían inscrito sus nombres. Se les asignaban unos estipendios
predeterminados cuyo valor dependía de la reputación y de la posición que
ocupaban dentro de la jerarquía del clan. Tenían sus propias salas de
entrenamiento y sus propios alojamientos, en las inmediaciones del palacio del
señor o en su castillo cuando instruían al propio señor ya los sirvientes de
alto rango, o en un lugar fácilmente accesible para los guerreros del clan a
donde eran llamados para ser instruidos. Como miembros de un clan, la
naturaleza exclusivista y altamente segregada de sus estilos y métodos de
combate se acentuaba todavía más. Conviene recordar que cada clan era una
unidad egocéntrica, territorialmente independiente e intrínsecamente celosa de
sus propias prerrogativas, tradiciones y poder, que conservaba y aplicaba a
través y mediante el bujutsu. Su misma existencia e individualidad entre tantos
otros clanes dependían de su sentido exclusivista de misión y de su exagerado
sentido de importancia en el orden nacional de las cosas. El sensei de un clan,
por tanto, procuraba que los métodos de bujutsu del clan siguieran siendo
secretos y sólo estuvieran disponibles para los miembros legítimos del clan o
para quienes estuviesen debidamente autorizados por el señor del clan para
asistir a sus clases.

Tal como se ha indicado antes, los sensei afiliados podían ser
los fundadores de un estilo concreto de bujutsu, que habían nacido y se habían
criado en un clan o que habían sido aceptados por las autoridades del clan como
miembros legítimos de la unidad y situándolos en un determinado nivel dentro de
su jerarquía. Una vez firmemente establecidos, evidentemente estos maestros
legaban los secretos de su estilo de lucha a sus herederos naturales -la
posición del maestro, como todas las demás posiciones y rangos en la sociedad
feudal japonesa, tendía a ser casi exclusivamente hereditaria y transmisible en
línea directa y vertical. Cuando la relatividad de la vida se ponía de
manifiesto al privar a un sensei de un heredero natural, a menudo adoptaba uno
eligiéndolo de entre los mejores (y generalmente de entre los más ortodoxos )
estudiantes de su dojo, asegurando así que su método, junto con su nombre y su
escuela, se preservaran dentro del clan. Estos sensei residentes, en
consecuencia, fundaron dinastías de instructores, la mayoría de los cuales
continua- ron formando parte de un clan y vinculados a la familia de sus
líderes durante muchísimo tiempo.

Sin embargo, algunos sensei, tales como los errantes «hombres
ola» (ronín), no estaban sujetos por ninguna afiliación a ningún clan. Se
limitaban a obtener permiso de las autoridades del clan para residir en un
territorio determinado y luego enseñar bujutsu a los guerreros de dicho clan o
a cualquiera que deseara aprender y pudiera pagar los honorarios. Naturalmente,
estos hombres eran una minoría, al igual que los sensei itinerantes que
visitaban las fortalezas de los clanes, una tras otra, acompañados por
estudiantes, ofreciendo demostraciones de su destreza y pasando limitados
períodos de tiempo instruyendo a los guerreros de aquellos clanes cuyos líderes
solicitaban formalmente sus servicios. Un famoso maestro de kenjutsu, por
ejemplo, Tsukuhara Bokuden, solía viajar a través del país seguido por más de
un c

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3 Commentsto Bujutsu

  1. Banned Chipola dice:

    De: chipola ojosabiertos.org
    Fecha: Mié Nov 3, 2004 11:27 pm
    Asunto: ohhhh chipola ojosabiertos.org

    Oye esa info la puedo poner en la page de chipola.ojosabiertos.org? obviamente
    con tus creditos.

    Es muy ilustrativa.

  2. alexander dice:

    De: “Alexander”
    Fecha: Jue Nov 4, 2004 2:31 pm

    chipola-san,
    si te refieres a el material de Bujutsu no hay problema, esa
    informacion esta disponible en la red.

    Tengo problemas para acceder al correo de ojosabiertos,en cuanto lo
    logre seguire mandando mas partes.Hay unas 20 o mas…

  3. Banned Chipola dice:

    De: chipola ojosabiertos.org
    Fecha: Jue Nov 4, 2004 8:44 pm
    Asunto: bujutsu

    Bueno mi amigo Alex, la subire en la seccion de cooperaciones, tu trabajo te ha
    costado encontrar esta info tan tan interesante.

    Y cuando vengas a Mexico avisa para pasar por ti al aeropuerto.