Transmetropolitan: Oda al periodismo subjetivo

ransmetropolitan: Oda al periodismo subjetivo

Edición original: septiembre 1997/noviembre 2002; Helix-Vertigo (DC Comics).
Edición España: I Norma Editorial (finalizada); II Planeta DeAgostini (ago. 2006/-).
Guión: Warren Ellis.
Dibujo: Darick W. Robertson.
Entintado: Rodney Ramos, Jerome K. Moore.
Portadas: VV.AA.
Color: Nathan Eyring.
Rotulista: Clem Robins.

Introducción y notas a la edición

En 1996 DC Comics apostó por el género de ciencia ficción dedicándole todo un sello: la línea Helix que, casualmente, iba a llamarse inicialmente Matrix. Para sacarla adelante, se hizo con los mejores profesionales del medio; nombres que iban desde Michael Moorcock a Garth Ennis (cuya contribución fue Bloody Mary, de próxima aparición en España), pasando por Howard Chaykin, Walt Simonson, Lucius Shepard… y Warren Ellis. La propuesta de Ellis o, para ser justos, de Ellis y el dibujante Darick Robertson (pues son co-creadores) fue una serie con gran contenido político centrada en un periodista de investigación en un mundo postcyberpunk. Era 1997, y había nacido Transmetropolitan.

El sello Helix no cuajó y acabó cerrando en 1998 por bajas ventas. Pero sin embargo, la salud de Transmetropolitan y la fuerza de Spider Jerusalem permitieron continuar la serie en la línea adulta por antonomasia de la casa: Vertigo. Cosechando un mayor éxito si cabe a cada entrega, y adquiriendo toda una legión de seguidores y premios, la obra se prolongó hasta 2002 abarcando un total de 60 números y dos especiales –luego recogidos en 11 TPBs– estructurados como si fueran cinco años completos de la vida del protagonista (doce números por año ficcional y real). Todos ellos con el mismo equipo creativo al frente, descontando la ausencia de Ramos como entintador en los primeros números y los portadistas, siempre mutables si exceptuamos al propio Robertson.

En España la serie fue publicada íntegramente por Norma Editorial mediante el ya famoso formato “prestigio” con el que editaba todo el material de la época. Estos volúmenes, de 48 y 72 páginas (en función de si recogían dos o tres números USA), agrupaban arcos argumentales y hoy en día se encuentran descatalogados, si bien es posible encontrarlos en mercados de segunda mano. Sin embargo, cuando Planeta DeAgostini Cómics consiguió los derechos de DC en España, Transmetropolitan fue una de las obras recuperadas desde su comienzo, mediante un formato paradójicamente similar al de Norma: “prestigios” de dos números USA cada uno. Antes de que esta forma de publicación fuera globalmente clausurada a finales de 2007, se había conseguido llegar hasta el #15 español (#30 USA). No obstante desde Planeta se ha informado de que la colección continuará en tomos recopilatorios sin problemas de concatenación, puesto que el sexto TPB estadounidense empieza justamente en el #31. Quedan, por tanto, cinco volúmenes por publicar más el dedicado a los dos especiales de la serie (que lleva por nombre Tales of Human Waste al otro lado del Atlántico y está numerado como volumen 0).

Portada del #1 USA
Obsérvese el logotipo de Helix
Argumento

En un lejano futuro todo ha cambiado para que todo siga igual… o peor. La tecnología ha mejorado la existencia de los ciudadanos, ha aumentado la esperanza de vida y ha creado incontables variantes de la especie humana; pero las tensiones sociales, las desigualdades, la pobreza, los conflictos religiosos y la corrupción política han crecido al mismo paso. Nadie, o casi nadie, es capaz de enunciar la verdad de una forma clara y comprensible. Nadie excepto el periodista Spider Jerusalem. La última vez que el mundo supo de Jerusalem fue hace cinco años. Acababa de escribir un libro de éxito, cáustico y demoledor, sobre la campaña del peor candidato a la presidencia que hubiera conocido su país; un político obsceno y corrupto apodado “La Bestia”. Además, llevaba las riendas de una cínica columna en el mejor periódico de la ciudad. Pero se quemó, se hartó de todo y se retiró de la vida pública y la contaminación urbana para refugiarse en un pequeño terreno de las montañas. Sin embargo, ahora tiene que volver: su contrato con la editorial para la que escribió el libro lo obligaba a entregar otros dos manuscritos en un plazo establecido. Dicho plazo acaba y la única forma de inspirarse es volver a respirar toda la podredumbre de la corrupta civilización.

Spider abandonando el campo, con pintas
sospechosamente parecidas a las de Alan Moore

Establecido de nuevo como reputado periodista para The Word –o La Palabra, pues la edición española usa uno u otro término de forma algo molesta– Spider ha vuelto a convertirse en un célebre adalid de la causa pública: sus artículos, mezcla de nihilismo y periodismo a lo gonzo, levantan pasiones poniendo contra las cuerdas a las autoridades públicas, al descubrir sus oscuros tejemanejes. Secundado por dos jóvenes ayudantes y protegido por su editor, Mitchell Royce, Spider irá destapando asuntos turbios uno tras otro, hasta encontrar la inspiración perfecta para cumplir su contrato: una nueva elección presidencial.
Personajes principales

Spider Jerusalem. Misántropo, cínico, drogadicto, mordaz, malhumorado, impulsivo, profesional, malhablado, individualista, sensacionalista, ególatra, comprometido, fullero, insobornable… todos estos adjetivos son los que componen una de las personalidades con mayor número de aristas que se han visto en el Noveno Arte, protagonista absoluta de la obra que le vio nacer. Surgido de las clases populares y enriquecido con el fruto de su esfuerzo, Jerusalem es el prototipo del periodista de investigación, amante del trabajo de campo y con multitud de contactos allá a donde vaya. Su estilo, directo y subjetivo –como sólo la proximidad permite–, tiene por objeto destapar la hipocresía de los gobernantes y líderes sociales para agitar las conciencias de una población entumecida por el desinterés y el consumismo. Hastiado por esta indeferencia de sus congéneres hacia sí mismos, se sabe Quijote frente a molinos de viento, por lo que su mayor interés es vivir físicamente como vive espiritualmente: aislado en la naturaleza y ajeno a la civilización. Pero, aunque no lo reconozca, ése no es él; él lleva el periodismo, la política y la metrópoli en las venas. Y aunque tenga que hacer suya la frase de Ibsen –“el hombre más fuerte es el que está más solo”– es lo único que sabe hacer. Le guste o no. La imagen, un clásico: calvo, gafas asimétricas (una lente verde rectangular y otra roja circular), traje negro y holgado, botas negras, sin camisa y muy tatuado.

Channon Yarrow. Primera de las ayudantes de Spider, Yarrow es una mujer hecha a sí misma que pagó sus estudios de periodismo bailando entre las barras de un club de streptease. Subyugada por el trabajo de Spider durante los distubios de Angels 8 que suponen la vuelta de éste al periodismo combativo, es contratada por Mitchell Royce –editor de The Word– para asistir al protagonista en su trabajo diario; un puesto que podríamos calificar como “de becaria”. Sin embargo, diversas circunstancias personales la llevan a caer en una crisis personal y a ausentarse un tiempo, sólo para volver más tarde mucho más curtida y aceptar el puesto de guardaespaldas de Jerusalem. Y si bien al principio de la obra ya se la ve dura, la mala leche y el cinismo se le pegan de su nuevo y carismático jefe, al que sería fiel hasta la muerte.

Yelena Rossini. Perteneciente a una de las familias más ricas y acomodadas de la ciudad, Yelena es una licenciada en periodismo que quiere aprender todo lo que pueda de la profesión; y nadie mejor que Spider para eso. Aprovechando la ausencia de Channon, consigue que Mitchell Royce la enchufe como nueva asistente de nuestro protagonista, si bien es cierto que usando alguna que otra treta para vencer la resistencia de este último (se hace pasar por sobrina de Royce). Como Yarrow, inicialmente odiará a su jefe, pero a medida que su idealismo vaya siendo socavado por todo lo que ve en el transcurso de su trabajo, acabará por transigir con sus heterodoxos métodos y, finalmente, por cogerle cariño. Tras la vuelta de Channon mantiene su puesto, generándose entre las dos una profunda amistad que le hará ambas mucho más llevadero el soportar al tipo más cruel –aunque en el fondo entrañable– de la ciudad.
El origen de Transmetropolitan

Como hemos dicho, la iniciativa de crear un cómic de ciencia ficción parte de DC Comics cuando, desde el sello Helix, le proponen a Warren Ellis sacar adelante una serie regular para el mercado estadounidense. Sin embargo, más allá del género al que adscribir la obra, la editorial le proporciona al guionista británico total carta blanca para desarrollar lo que desee. ¿Cómo, entoces, se llega a la concepción de una serie tan rica en matices políticos como Transmetropolitan? La respuesta hay que buscarla en lo que Ellis entiende por ciencia ficción: un tipo de ficción social que usa el futuro como herramienta para explorar el presente, en la estela de las obras de H.G. Wells. ¿Y qué mejor forma de elaborar un retrato de la sociedad que a través de los ojos –y palabras– de un periodista?

Partiendo de esa base, nuestro guionista empieza a componer un personaje que, aún siendo profundo, tenga la capacidad de ser lo suficientemente carismático como para poder atrapar al lector y arrastrarlo a la tienda de cómics cada mes. Su personalidad, por tanto, debe ser irresistible, arrolladora, iconoclasta… así que, ¿por qué no basarse en un periodista de esas características ya existente, no en su estilo, sino en su carácter y método de trabajo? Así es como llegamos a la figura de Hunter S. Thompson. Periodista renegado, en la mejor estela de los escritores muckraker –aquellos que se dedicaban a investigar y exponer los puntos más oscuros de nuestras cultura– Thompson fue el creador del llamado “periodismo gonzo”, un subgénero –cultivado en la revista Rolling Stone– que preconiza un acercamiento a la noticia subjetivo en el que el profesional influye en los acontecimientos y se vuelve parte importante de los mismos así como protagonista del relato; relato en el que otorga mayor importancia al contexto de la situación, enfocándola desde un punto de vista combativo. El periodismo gonzo –nacido con el artículo de Thompson “El Derby de Kentucky es decadente y depravado”– se ha asociado tradicionalmente a la contracultura y al movimiento beatnik, claros referentes en la concepción de Spider Jerusalem.

Cartel reivindicativo
Gonzo

Pero las similitudes entre Spider y Thompson –autor de Miedo y asco en las Vegas– no acaban ahí: el uso y abuso de drogas y alcohol del primero se basa en la vida del segundo, cuyas teorías apoyaban el uso de estas sustancias como un factor capaz de distorsionar la mirada objetiva del periodista y otorgarle motivación e inspiración, contexto en el que Spider la consume a lo largo del cómic. Por otra parte, los principales adversarios intelectuales de Thompson en su vida profesional son también claro precedente de los de la obra de Ellis. No es difícil ver en “La Bestia” un reflejo del presidente Richard Nixon, o en “El Sonrisas” ciertas reminiscencias de Robert Kennedy (ambos tienen al Ulysses de Tennyson como su poema preferido) e incluso de Tony Blair, primer ministro británico durante la época de publicación del cómic. Hasta las revueltas de estudiantes cuando se declara la Ley Marcial en Transmetropolitan son fiel reflejo de los disturbios del estado de Kent, cuando la Guardia Nacional abatió a varios universitarios que protestaban violentamente contra la guerra de Vietnam (y así con multitud de situaciones políticas puntuales retratadas a lo largo y ancho de la serie).

Para ya cerrar el círculo, cabe decir que hasta las dos ayudantes de Spider tienen su correlato real en las figuras de Deborah Fuller y Anita Bejmuk, asistente y esposa respectivamente de Thompson. Y por último, por si el referente gráfico de Thompson no fuese suficiente, tenemos al Tío Duke de las tiras satíricas Doonesbury cuyo autor, Garry Trudeau, reconoce taxativamente la inspiración que le supuso el periodista. No obstante, Robertson –ahora con Garth Ennis en The Boys– también usó a este respecto referentes fotográficos, bien de amigos como Andre Ricciardi (Jerusalem), Mike V. O’Brian (Royce) o Janice Corfield-Ricciardi (Channon), o bien de personas y grupos que se encontraba por la calle. Sobre esta base, el dibujante construía figuras de 12 pulgadas a modo de modelos.

Tío Duke, de Garry Trudeau, y Hunter S. Thompson

En fin… podríamos acabar diciendo que en Transmetropolitan como en casi cualquier obra de Ellis, el número de referencias concretas se hace inabarcable (¿he oído Planetary?), pudiéndose encontrar detrás de la viñeta más insospechada, del personaje más secundario o de la situación más anodina, un hecho concreto y real que sirvió de inspiración. Por cierto… ¿queréis saber de dónde le viene el nombre a Spider? Pues de Spider Robinson, celebérrimo autor de ciencia ficción ganador, entre otros, de premios tan prestigiosos como el Hugo y el Nebula.
Diseñando el futuro

Uno de los placeres más reseñables que produce esta obra es la capacidad de Warren Ellis para idear toda una sociedad futura hasta el más mínimo detalle, así como la de Darick Robertson para plasmarla. Cuando la mayoría de las obras ficcionales que versan sobre el futuro se limitan a una arquitectura vistosa, unos interiores mecanizados y unos cuantos detalles tecnológicos sorprendentes, Ellis sigue la línea de películas como Blade Runner y Minority Report o libros como El Fin de la Eternidad y Neuromante, definiéndolo todo con precisión a fin de conseguir coherencia interna e incluso plausibilidad. Por supuesto, hay muchas muestras de arquitectura extravagante y construcciones estrambóticas a lo largo y ancho del cómic, pero incluso ahí sorprenden los matices en función de la extracción social –más cercano a nosotros cuanto más baja es–, las preferencias de los personajes o incluso su personalidad. Es evidente que, tanto en este punto, como en los vehículos, Robertson abusa de un exceso de colorido, tal vez para alejarse de ese futuro siempre gris, lluvioso y tétrico que siempre se nos ha mostrado en los distintos medios.

Sin embargo, donde destaca Ellis es en su concepción de los avances del futuro: desde las gafas con cámara de foto integrada hasta los hacedores (una especie de mayordomo tecnológico que manipula materiales base a nivel molecular para crear lo que se desee, incluida comida o ropa), pasando por armamento no letal, ropajes y vestidos de muy diversa índole, domótica controlada por voz, pantallas gigantes que cubren toda una pared o los feeds de noticias, una especie de RSS aplicado a cualquier medio de comunicación. Otro punto relevante son los alimentos y productos de belleza e higiene, usados para introducir un componente de denuncia social, bien por su exclusividad o bien por su origen (por ejemplo, cremas hechas con fetos de niños del tercer mundo en una suerte de capitalismo desporporcionado neocolonialista).

El hacedor de Spider tiene
el aspecto de Vito Corleone

Igualmente llamativas son las posibilidades médicas y evolutivas planteadas: hibernación, ingestión de factores genómicos protectores contra el cáncer y enfermedades infecciosas, transmisión de la conciencia a entes nanotecnológicos, alteración del genoma para producir mejoras físicas y estéticas, etc. Pero, lo mejor de todo son los guiños que hay a nuestro pasado, de forma que se establece una línea histórica que nos conecta con el futuro. En efecto, los personajes hacen referencia al pasado citando tanto acontecimientos contemporáneos (de nuestro presente) como otros que son igualmente históricos para nosotros. Por otra parte, una de las posibilidades de entorno para la vida en el futuro consiste en ir a reservas naturales (gestionadas por empresas privadas) que recrean sociedades del pasado al más puro estilo amish… algunas por cierto realmente peligrosas.

En conclusión, un cuidadísimo universo ficcional coherente y plausible que nos sumerge en un futuro que podemos asimilar como propio sin demasiada dificultad e, incluso, me atrevería a decir que hasta con familiaridad.
Análisis conceptual

Transmetropolitan es una obra a la que se le puede sacar mucho jugo en un análisis conceptual profundo, tanto más si nos ponemos a analizar, como hemos visto en los anteriores apartados, cada una de las situaciones e inspiraciones de Warren Ellis. Pero se me ocurren dos que no pueden faltar en una buena aproximación –general y divulgativa como ésta– a la obra y al personaje: la comparación héroe clásico/antihéroe, y la reivindicación de un tipo concreto de género periodístico.

Sobre lo primero, podemos empezar diciendo que se ha hablado mucho de la naturaleza antiheroica de muchos personajes protagonistas en los cómics mainstream: desde Holden Carver a Elijah Snow, pasando por Frank Castle o incluso Batman –y eso sin meternos en supergrupos como The Authority– son muchos los iconos que al amparo de los ochenta y noventa, de cierta “desinfantilización social”, han ido descubriendo a los lectores que hay formas mucho más efectivas, aunque heterodoxas, de luchar y vencer al crimen. Eso está muy bien… ¿pero desde qué óptica podemos ver en Spider Jerusalem un héroe de cómic? Mi respuesta es: desde muchísimas. En primer lugar, Jerusalem tiene un poder evidente, y es la capacidad de movilizar a la masa utilizando un simple portátil y una columna periodística –“la pluma es más poderosa que la espada”–; un poder que aterra paroxísticamente a aquellos a quienes persigue. Pero es más: es el hecho de que nadie escriba como Spider lo que lo eleva sobre el poder real que tiene la prensa tanto en su mundo como en el nuestro. Lo importante para sus lectores no es “el artículo” sino “el artículo de Spider”.

Spider en plena concentración

A su vez, podríamos fijarnos en otras dos figuras esenciales para cualquier superhéroe: los acompañantes y los villanos. Tanto Channon como Yelena son, en el más clásico y estricto sentido, dos sideckiks; dos acompañantes colaboradoras del personaje central, con sus mismas inquietudes y su misma formación sólo que menos dotadas en cuanto a “poderes” se refiere (no son capaces de escribir como Spider). Mucho más interesante se torna el asunto si nos fijamos en el archivillano de la serie: Gary Callahan no sólo tiene evidentes paralelismos con el Joker –sus carteles de campaña son casi idénticos a los anuncios del personaje en el Batman de Burton– sino que además tiene un “nombre de guerra” (El Sonrisas o, en inglés, The Smiler, como crítica a la costumbre de los políticos de sonreír forzadamente). Pero es que, si aceptamos la teoría –tan extraordinariamente explicada en El Protegido– de que un archivillano posee una naturaleza idéntica y a la vez contraria a la del héroe, veremos cómo también se cumple. Como los políticos más temibles, Callahan tiene la capacidad de adormecer las conciencias de los ciudadanos a partir de palabras vacías e intenciones obtusas, con el fin de manipularlos a su antojo; justo al contrario que Jerusalem, que con frases llenas de significado busca reforzar su individualidad en aras de tornarlos inconformistas.

Carteles de propaganda política de
“El Sonrisas” y “La Bestia”

Y es aquí donde podemos introducir el siguiente punto para la reflexión. Si Spider es un antihéroe o un héroe, es algo que sólo puede discernirse por el método que emplea para lograr su objetivo: el periodismo gonzo, que Ellis introduce además para hacer girar en torno a él una reivindicación. Si lo que se busca es remover conciencias, la provocación es el único método para conseguirlo; si lo que se busca es atacar a un político corrupto, desacreditarlo públicamente es la única forma viable para alcanzar tal fin. En un tiempo en que pueden darse las situaciones más injustas y deleznables sin que ningún responsable, político o administrativo, presente su dimisión; en una época en la que continuamente estamos expuestos a los horrores de la vida diaria hasta el punto de insensibilizarnos y directamente desistir de buscar culpables y soluciones; en unos años, en fin, en que los personajes de Bob Woodward y Carl Bernstein en Todos los hombres del Presidente poco o nada tendrían que hacer (la elección de Nixon como espejo no la veo ni mucho menos casual)… en este contexto está demostrado que el periodismo clásico sirve, a nivel político, para muy poco, pues cualquier artículo riguroso puede ser rebatido con mentiras bien ordenadas. La solución que al respecto propone Ellis es apelar con el periodismo al sentimiento del que lee para que, desde esa emoción, se procese luego intelectualmente lo que es justo y lo que no. No hablo de irreflexión, sino de entusiamo y pulsión.

Y como es imposible poner en las palabras sentimientos que no se poseen, es asimismo imposible generar esos sentimientos desde la posición imparcial del mero observador. Se hace pues necesario que el periodista, conservando su ética profesional, viva activamente las situaciones de las que escribe, que las subjetivice sin dejar de faltar a la verdad. Personalmente, no le pido a un periodista que sea imparcial, sino que transmita la realidad sin tergiversar los hechos que narre. Porque en el fondo… ¿no es manipular la realidad rebajar una situación a la fría y desapasionada descripción de una mirada imparcial y objetiva? ¿acaso somos capaces de hablar de guerras, asesinatos, injusticias y corrupción sin que nos hierva la sangre? ¿por qué entonces, exigimos del periodismo que nos los narre de esa forma? Puede por tanto que ahora entendamos que si Spider Jerusalem constituye o no un héroe es algo que sólo debe decidir la corrección política pues, por mi parte, echo de menos en una sociedad tan adormecida como la nuestra, conciencias como la suya.
Aspectos técnicos

La composición de página en Transmetropolitan se mantiene muy estable a lo largo de toda la obra. El número de viñetas suele ser de 4-5 por página, aunque en numerosas ocasiones se recurre a un formato de tres viñetas si se quiere destacar la importancia del entorno físico de los personajes (algo esencial en un cómic futurista). Por otra parte, en muchos ocasiones se recurre a la splash-page, si bien en estas situaciones lo que se busca potenciar es un clímax determinado o una acción grandilocuente del personaje central. Por ello, muy rara vez estas splash-page son dobles. En algunos números, las viñetas a página completa funcionan casi como componiendo un libro de ilustraciones (aquellos números que se basan exclusivamente en poner en prosa los artículos de Spider con imágenes de acompañamiento).

Ejemplo de uso del cuadro de texto
amarillo para artículos de Spider

Sobre lo que no existe ninguna regla es acerca del formato de viñeta y del espacio interviñeta. Respecto al formato, se usa de todo: las típicas viñetas panorámicas, viñetas verticales, pequeñas, grandes… Lo único que se puede decir de ellas es que son siempre cuadrangulares y que casi nunca llevan ornamentación en los marcos. Por su parte los espacios interviñeta pueden ser clásicos (viñetas sobre fondo blanco o negro), desaparecer o incluso romperse para generar la sensación de profundidad, bien con personajes en primer plano o bien con escorzos sobresalientes. En gran cantidad de veces, se opta por superponer las viñetas, en un ejercicio que parece querer proyectar en el lector el estado anímico de los habitantes de ese futuro étnica, arquitectónica y socialmente caótico. Y un último detalle: a lo largo de la serie destaca el uso del recuadro de texto con fondo amarillo para resaltar que lo que se lee es un artículo que Spider Jerusalem ha escrito para su periódico.

¿Qué podemos decir sobre el dibujo de Robertson? Dos cosas: que se complementa genialmente con el entintado de Ramos (algo que se nota al comparar los primeros números de la serie, que no estaban entintados por él) y que es increíblemente preciso. Su estilo se basa en la definición perfecta de la silueta de los personajes mediante una línea de grosor medio para, después, realizar todos los detalles fisonómicos mediante una profusión de líneas de diverso grosor, en su mayoría finas, apoyándose en gran medida tanto en el entintado como en el color sin depender de ellos totalmente a la hora de estructurar la volumetría.

Pero donde destaca el autor es en la recreación de los fondos, artefactos y edificios de esa enorme urbe en la que transcurre Transmetropolitan. Además de dominar la perspectiva, Robertson se muestra amante absoluto del detalle y la definición sin caer, ni mucho menos, en el hiperrealismo. La profusión de líneas, prolongadas y continuas pero intrincadas entre sí, supone el principal activo de este dibujante que, aunque no puede aplicar esta trama a los personajes (pues los complicaría y afearía excesivamente) se explaya en demasía en los elementos ornamentales y, en general, en todo elemento no humano. Ropajes, animales, edificios, objetos… todo aparece extraordinariamente detallado. A destacar la paleta de colores como complemento realmente indispensable, aportanto una gran variedad de registros, gamas y notas que refuerzan el carácter cosmopolita y amable (por ausencia de dramatismo) de la obra.

Acerca de las portadas, hay que decir que, como casi siempre, Warren Ellis pone un cuidado especial en ellas, algo que ya hemos visto en series suyas cuyo diseño de portada era una auténtica obra maestra (Planetary, Global Frequency). En esta ocasión, y aunque en muchas la ejecución recae en Robertson, se opta por hacer de las mismas la única nota de variación en un equipo artístico por lo demás enormemente compacto. La galería de autores que hacen las labores de portadista es sencillamente impresionante: Frank Quitely, Moebius, Gene Ha, Glenn Fabry, Geof Darrow, Jae Lee, Tony Harris, Matt Wagner, John Cassaday, J.G. Jones, etc. Una curiosidad: según José Antonio Serrano en su Guia del cómic, dos portadas fueron rechazadas (una por considerarse inapropiada tras el 11-S y la otra por parodiar la silueta de Los Ángeles de Charlie).

Portadas de Moebius y Glenn Fabry para los
números #50 y #53 USA respectivamente
Valoración personal

Transmetropolitan es un grandísimo cómic y debería ser de lectura obligada para todo buen periodista. A medida que va pasando el tiempo, uno cae en la cuenta de que el mensaje de inconformismo y el retrato que contienen sus páginas son universales. Todo el contexto cyberpunk, magníficamente plasmado por Robertson, es sólo un medio que permite a Ellis forzar la máquina, trascender los referentes contemporáneos para aumentar la carga cínica de la ácida crítica política, religiosa y social que plantea. A todo esto hay que sumar el enorme carisma de sus personajes. Spider Jerusalem es un gigante del Noveno Arte y, sus dos ayudantes, las mejores sidekicks de los noventa. Pocas veces en los últimos años se ha conseguido componer una creación con la garra de este malhumorado, independiente, entrañable e iconoclasta periodista.

Portada del penúltimo
número USA

Pero el cómic tiene una pega: su descarada voluntad provocativa. La provocación es un potente agitador de conciencias; pero cuando cae en la reiteración se vuelve cargante chabacanería y, para colmo, pierde todo su efectismo. La innumerable cantidad de insultos y situaciones escatológicas en Transmetropolitan tienen su gracia en los primeros números pero después centran excesivamente la acción. Cuando leemos por enésima vez la idéntica salida de tono de Spider, o vemos cómo ha hecho “cagarse” (literalmente) a otro descerebrado, no podemos evitar pensar si el reportero (y por tanto Ellis) no tiene capacidad para ser más inteligentemente agudo. La riqueza de la provocación no está en la ofensa impersonal y genérica, sino en la mordacidad selectiva. No en insultar, sino en saber cómo herir. Es, quizás, el único pero (junto con algunos números autoconclusivos que demuestran que Ellis no es buen prosista) de un cómic al que, si algo puede achacársele, es no haber sabido abandonar el exceso de una sátira frívola a tiempo para volverse más dramático; más tenso. Aunque entonces, quizás, no estaríamos hablando de una alegoría exagerada de nuestra sociedad; sino de nuestra sociedad en sí misma.