Jason Bourne

Jason Bourne es un personaje de ficción creado por Robert Ludlum en sus novelas de espionaje, conocidas como El caso Bourne, El mito de Bourne y El ultimatum de Bourne donde Jason Bourne un miembro élite de los cuerpos especiales de la CIA sufre episodios de “Amnesia Traumática” a raíz de un incidente en una operación secreta en Europa, y mientras lucha por recuperar su identidad, se ve involucrado en una red de espionaje y manipulación de gobiernos por parte de los Estados Unidos donde será perseguido por asesinos profesionales, mercenarios paramilitares, y ex compañeros de la CIA.

También existen unas adaptaciones cinematográficas de las novelas con el mismo nombre, interpretadas por Matt Damon, siento estas muy fieles a las novelas, y aunque a veces adopten lineas temporales diferentes, las peliculas son un fiel refelejo de lo que Robert Ludlum intentaba transmitir. Un personaje manipulado médicamente y psicológicamente que vuelve tras sus pasos para encontrarse a sí mismo descubriendo continuamente unos comportamientos extraños, basados continuamiente en analizar todo cuanto hay a su alrededor y con una capacidad de deducción asombrosa, que le hace saber que no es un vendedor de barcos y sí un individuo que manipula, predice, se infiltra y mata con la misma facilidad y rapidez que desaparece.

Existen teorias que dicen que la novela está basada en unos archivos clasificados de la CIA que pudieron ver la luz, donde supuestamente un grupo de espías secretos esparcidos por Europa cada cierto tiempo atentaban en varias capitales europeas a la vez causando confusión, lo que luego se averiguó es que no eran varios sino un solo individuo que actuaba aleatoriamente carente de sentido, siendo este mito lo que motivó a Robert Ludlum.

Las razones de Bourne

Es nuestra saga.

Ni Harry Potter ni El Señor de los Anillos. Si hay una serie cinematográfica que define el aquí y el ahora, y será emblema de nuestra era como espectadores, es ésta. Es la única que se ha hecho eco de los experimentos más recientes en cómic (The Ultimates) y televisión (24, The Shield) a la hora de exprimir el realismo escénico y argumental como una herramienta al servicio del espectáculo. En ese sentido, las películas de Bourne ha hecho morder el polvo a las franquicias superheroicas, en las cuales no hay más que vacío entre la condescendencia pop y la gravedad psicológica de tres al cuarto. Entre el infantilismo mal entendido y la adultez aún peor entendida. Aunque… Deme un cuarto de hora y le convenzo de que Jason Bourne es un superhéroe…

El cacao mental.

Ayer lo comentaba con el Pianista: Si algo define el relato de espías es la condición melancólica del mcguffin: El protagonista siempre consigue lo que busca pero a cambio de jamás conseguir lo que realmente busca. El respeto a la norma que hay en la saga Bourne es absoluta, pero su actualización (que toma las novelas de Ludlum como punto de partida, y no como excusa) es magnífica. Lo explica Noelio: Si James Bond es todo identidad, Bourne es todo menos identidad. En esta serie la psicología es tan limpia como honesta. Tan sencilla como madura. Incluye una confesión en su tercer episodio que pasa de largo sin violines de fondo pero que condensa todo en muy pocas palabras: Bourne reconoce que le horroriza matar pero que es lo que más le pone. Así de claro. Luego resulta que, en El Ultimátum, Jasón Bourne, en pocos minutos, rechaza echar un polvo a la chica y meter un tiro a bocajarro al malo. Pero eso ya son cosas mías.

¡Parece televisión!

En estos tiempos locos en los que decir “parece televisión” es un piropo, y no un descrédito, las películas de la saga Bourne son las que más flirtean con su condición de serie, hasta el punto de que resulte complicado calificar una película por encima de las otras, o en ocasiones, distinguirlas. Los guiones de cada entrega se pliegan sobre los otros con una naturalidad casi imperceptible (los villanos de la tercera se anuncian en la primera, por ejemplo). Y la solidez del tono hace que el “Más de lo mismo” sea celebrado, como en nuestras series favoritas. Además, fíjense qué provocación: ¡Las tres películas tienen la misma canción en créditos finales!

El cásting

Dos universos en colisión, el de los actores que no parpadean nunca (Matt Damon, Clive Owen, Edgar Ramírez, Kark Urban y demás asesinos a sueldo inexplicablemente bellos) y los que se deshacen entre sudores a la sombra (David Strathairn, Albert Finney, Scott Glenn, Brian Cox, Chris Cooper, ese gigantesco personaje que compone Joan Allen). La inexpresividad implacable contra la intensidad gestual desaforada componen una excitante (y setentera) batalla actoral. ¡Y unos y otros casi nunca comparten plano!

Paul Greengrass

El británico se ha labrado una de las más prestigiosas carreras actuales a base de combinar blockbusters y cinema verité. Y el nexo común entre sus proyectos no es sólo la cámara en mano. En todas, desde Bloody Sunday hasta este Ultimátum de Bourne, queda patente un fracaso del colectivo organizado frente a la pulsión individual: Poderes en la sombra asisten impotentes a una destrucción del orden establecido o impuesto a través de radios y monitores que ofrecen información pero no soluciones.

Doug Liman

El productor ejecutivo de la serie y director de la primera entrega es uno de esos extraños artífices con el mismo grado de cariño para el detalle minúsculo y la espectacularidad obscena. Su estilo, menos contundente que el de Greengrass pero más elíptico y nervioso, marcó el estándar de las películas de Bourne, y con ello, el de todo el cine de acción de última generación. De su Mr y Mrs Smith me cuesta hablar. Es tal la devoción que siento por la película del matrimonio contra el ejército sin cara que esperaré a un post diez veces más grande que este para comentarla con propiedad. Y Jumper… Es imposible que una futura saga de películas tenga mejor pinta que esa. Imposible.

La cámara en mano

Un recurso en boga, de un tiempo a esta parte. Muy socorrido a la hora de no-planificar secuencias de acción, embarullar la coreografía y dejar que la pista de sonido haga el apaño (Como sucedió en Batman Begins), en esta saga es un recurso bien entendido y perfeccionado hasta límites sin precedentes. La información y confusión se alternan con precisión y el público bota con la contundencia de cada uno de los hostiones. ¿Mi momento favorito? La caza mañanera de Clive Owen en El caso, con los cambios de punto de vista más enloquecedores.

Los guiones

La crítica negativa que más he oído acerca de los guiones de las aventuras de Bourne es su supuesta linealidad. En una época en la que los guiones de los blockbusters son más innecesariamente complicados que nunca (Piratas del Caribe, Star Wars), cada una de las películas de Bourne es una implacable línea recta entre dos puntos, pero en la que la riqueza del detalle y la trampa siempre están bajo la alfombra. Por poner un ejemplo, uno de los mejores hallazgos de guión, repetido en todas las entregas, es la capacidad de improvisación de Jasón Bourne a la hora de proveerse de mapas y recursos varios, en mitad de las huidas imposibles. Y luego está la habilidad a la hora de estirar situaciones en prácticamente tiempo real… Y ¿Qué les parece que el epílogo de la segunda parte… se reinterprete en el tercer acto de la tercera? ¿A quién se le ha ocurrido esa locura?

Las pirulas al volante

Hay una necesidad, película tras película, de superar a la anterior a la hora de renovar la tradición de la persecución automovilística. Algo que nos inyecta ganas de que haya cien películas de Bourne, y que en la última los coches lluevan del cielo. Si en El caso las maniobras callejeras eran algo que ya habíamos visto antes, lo que sucede en el túnel moscovita de El Mito, y el desastre neoyorkino en El Ultimátum no tiene nombre. Además, fíjense en el malicioso reverso que hay entre las dos secuencias, en las que Bourne pasa de ser el empotrador a ser el empotrado. Así da gusto que los personajes evolucionen: ¡Al volante y a hostia límpia!

Las tollinas

De igual manera, cada película contiene una larga pelea entre dos. Si en las secuencias en coche la espectacularidad crece y la catástrofe sube de volumen, las peleas de Bourne ganan en bajeza y crueldad. En El Ultimátum la pelea en el cuarto de baño es, en ese sentido un no va más. La coreografía poco a poco se va difuminando y los golpes se van embruteciendo hasta extremos insoportables. Hasta el momento en el que Greengrass nos corta a un gran angular en cenital (una sorpresa visual en la saga) que anuncia el paso del combate sucio a la ejecución a pulso. Lo digo de nuevo: Si la evolución se mantiene, quiero cien películas de Bourne, y que en la última la pelea sea con flato, en el bar Palentino, tirándose donuts duros y carajillos hirvientes.

Europa

Nuestro continente por fin se reinventa como escenario de cine de género más allá de aristocracias y brumas. Europa se convierte en un gélido laberinto en el que el tópico (Madrid se presenta con una plaza de toros) combina con el retrato realista de una tecnocracia bañada en una urgencia constante. Todas las cafeterías de las películas de Bourne parecen a punto de estallar. En ese sentido, el retrato del personaje de Franka Potente, como una renegada de la era Erasmus perdida en un punto entre España y Finlandia no puede ser más exacto.
[url=http://blogs.elpais.com/nachovigalondo/pelculas/]http://blogs.elpais.com/nachovigalondo/pelculas/[/url]

« (Previous Post)
(Next Post) »

Comments are Closed