octubre, 2006

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Tecaztlipoca

Duplicado con

tezcatlipoca el espejo humeante

los toltecas un simbolo mitico y religioso

Los Aztecas, Un Símbolo Mítico y Religioso.
Monter García Margarita

Quizás en clase algún profesor nos ha narrado historias llenas de símbolos en las que se trata de explicar un fenómeno o algún acontecimiento histórico, sin embargo, al escucharlas nos damos cuenta que lo llamativo de estas historias es la magia, la fantasía y la religiosidad con las que, en su momento, probablemente fueron utilizadas para instruir a la gente en algunas ideas determinadas.

Los pueblos mesoamericanos, y, en general, los antiguos pueblos, han mostrado una gran inclinación religiosa, la cual, entrelazada con eventos astronómicos, dan como resultado lo que nosotros conocemos como mitos. Pues bien, los aztecas no son la excepción de dichas concepciones sobre nuestro universo.

El mito que narraremos en este artículo será sobre el dios azteca Quetzalcóatl. Se dice que era un dios fuerte y poderoso (temido por todos), que reinaba en Tula. Como en la mayoría de las historias míticas existe el malo, el dios Tezcatlipoca, quien junto con los dioses Ihuimécatl y Huémac (dioses del vino) planearon debilitar a Quetzalcóatl, y lograr así su huida de Tula.

Existen varias versiones sobre la manera en que Tezcatlipoca consiguió su objetivo. Primera, su acción contra Quetzalcóatl empezó cuando le enseñó un espejo y éste viéndose muy feo y viejo, dudó por primera vez de su poder. Luego se efectuó una cena durante la cual Quetzalcóatl, bebiendo demasiado pulque con su hermana Quetzalpetlatl, se emborrachó y olvidó actuar en algunas ceremonias religiosas. La negligencia en estos servicios fue la causa de su salida.

Otra versión de este mito nos dice que mientras Tezcatlipoca y Quetzalcóatl jugaban a la pelota, el primero se transformó en jaguar, de tal manera que la gente que los miraba huyó y cayó en el abismo. Aquí el juego de pelota simboliza “el juego de los astros”, quizás un eclipse. En esta versión lo anterior fue el motivo de su viaje a Tlillan Tlapallan, donde desapareció.

Por otro lado en la narración de Fray Bernardino de Sahagún se cuenta que los enemigos de Quetzalcóatl debilitaron su poder gradualmente, y, cuando se sintió viejo, Tezcatlipoca le dió el vino del maguey para emborracharlo. En el mismo lugar, Tezcatlipoca habla sobre el país Tlillan Tlapallan, donde debía ir Quetzalcóatl para volver convertido en joven.

Una vez obligado a salir de Tula, ¿qué ocurrió?. Al respecto también encontramos divergencias sobre la estancia final de su vida:

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Quetzalcoatl se dirigió a Tlillan Tlapallan (lugar del negro y rojo)
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En este lugar se quemó, entró en el cielo y se convirtió en el planeta Venus matutino.
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Fue solo a Cholula para gobernar esta provincia.
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Antes estuvo en Cholula por un tiempo, pero nuevamente fue expulsado de ese lugar por su enemigo yéndose al país de
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Tlillapa o Tlilapan -en la costa del mar- donde murió. Su cuerpo fue quemado y su alma se convirtió en estrella o cometa.
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Caminaba paseando por muchos lugares hasta que llegó a la costa del mar donde hizo una balsa y salió navegando hacia Tlapallan.

La Luna (en forma creciente) se encuentra asociada a los recipientes de pulque, con el líquido fermentado. También se creía que el vino del maguey (su afluencia) dependía de las fases de la Luna después de la transformación del líquido dulce en licor embriagante, misma que necesita un ciclo y cuyas etapas también estaban asociadas a las fases lunares. Con lo ya mencionado confirmamos la asociación entre Tezcatlipoca, el pulque y la Luna, es decir, la Luna creciente del cielo vespertino.

Entonces podemos decir: Tezcatlipoca -Luna creciente del cielo vespertino- encontró a Quetzalcóatl – Venus vespertino- y lo debilitó de tal manera que éste se movió hacia el Sol, convirtiéndose en el Venus matutino. Muy probablemente los encuentros narrados pueden referirse a la conjunción de ambos astros.

Este mito azteca habla directamente de la conversión de Quetzalcóatl en estrella o el planeta Venus. Una fuente muy importante son los Anales en los que se dice que cuando Quetzalcóatl murió y se convirtió en la estrella que sale al alba, ésta fue nombrada también como Tlahuizcalpentecuhtli (señor del alba), bien conocido como el dios del planeta Venus y con quien fue asociado Quetzalcóatl.

Así esta interpretación astronómica del mito de Quetzalcóatl de nuestro pueblo antecesor azteca es símbolo sobre la manera de dejar volar la imaginación y de la gran afición, ya existente en esa época, por la observación de nuestro cielo nocturno (y por qué no, también matutino).

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Bibliografía

MORENO CORRAL Marco Arturo , comp., Historia de la Astronomía en México, La ciencia desde México 4., pp. 102- 122.

Toltecas

LOS TOLTECAS

Después de la caída de Teotihuacan hacia el año 700, hubo en Mesoamérica varios siglos de tinieblas y concusión, cambió el índole de su civilización, las ciudades sin fortificaciones y gobernadas por sabios sacerdotes se desmoronaron y dieron lugar a ciudades guerreras y a religiones más belicosas.

Una de estas ciudades surge hacia el año 950 Tula, la capital de los Toltecas.

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La historia de los Toltecas comienza con una leyenda que los describe como una tribu Chichimeca que viene del norte a principios del siglo X conducida por un rey llamado Miscoatl y que se establece en Culhuacán. No se sabe con exactitud si Miscoatl existió o fué solo leyenda, pero su hijo Topiltzin vivió realmente y es el primer personaje de carne y hueso que aparece en la Historia de México.

De joven Topiltzin estudió para sacerdote y se consagró al servicio de Quetzalcoatl, la serpiente emplumada, antiguo dios de Teotihuacan, protector de la cultura y la civilización. Cuando accedió al trono Tolteca Topiltzin tomó el nombre de Quetzalcoatl, como a menudo hacían los sacerdotes que tomaban la personificación del dios a quien serían. Este nombre causará enormes confusiones a lo largo de la Historia de México entre Quetzalcoatl el Dios y Quetzalcoatl el rey.

Hacia 950 Quetzalcoatl traslada la capital de los Toltecas a Tula convirtiendola en una gran ciudad, enseño a su pueblo las artes civilizadas y su devoción y celibato fueron siempre admirados. Pero Topiltzin Quetzalcoatl cometió un grave error, al querer hacer de Quetzalcoatl la deidad principal de los Toltecas, lo que no agradó a los sacerdotes de Tezcatlipoca, un dios bélico que exigía ser alimentado por la sangre de los sacrificios humanos.

Según la leyenda Tezcatlipoca se vistió de anciano y usando sus poderes de persuasión consiguió que Topiltzin se embriagara, luego dejó en su habitación a Quetzalpetlatl, hermana del rey. Por la mañana Topiltzin se dió cuenta que había perdido la castidad y se había cubierto de ignominia, por lo que abdicó al trono y se marchó al exilio con un grupo de fieles.

Los historiadores concluyen que Tula se dividió entre los seguidores de Quetzalcoatl y los de Tezcatlipoca, desatando una batalla en la que salió victorioso el segundo, por lo que Topiltzin fué expulsado de Tula.

En la última parte de la leyenda se confunde al dios con el hombre. Después de 20 años en el exilio Quetzalcoatl se fué a la costa. Una versión dice que se internó en el mar en una balsa de serpientes; otra que subió al cielo y se convirtió en la estrella de la mañana. Pero antes de marcharse Quetzalcoatl prometió volver de la dirección de donde sale el sol y dió una fecha correspondiente al año de 1519, mismo año en que aparecieron los españoles, creando una de las coincidencias más extrañas e importantes de la Historia.

En ciertos aspectos, Tula fué otro tipo de ciudad. En vez de levantarse indefensa en una llanura, como Teotihuacan, su templo y sus zonas residenciales coronaban una cima fácilmente defendible. Después de todo hay que considerar que se construyó en la frontera Chichimeca y debe haber estado continuamente amenazada por ataques bárbaros. La sociedad Tolteca era una sociedad militarizada, gobernada por los jefes militares y sostenida por la reanudación de riqueza de las poblaciones conquistadas, como centro del primer estado Mesoamericano que impuso tributos claramente definidos, sentó la pauta gubernamental económica y religiosa que había de seguir el resto de Mesoamerica hasta la conquista Española.

Una generación después de fundada Tula, los ejércitos toltecas, probablemente una amalgama de muchas razas y tribus se había esparcido por la mayor parte de México. Dominaron ambas costas y llegaron hasta Guatemala, en el sur y al interior del país se adentraron en las tierras de sus antepasados Chichimecas hacia el norte. Hacia el año 1000 hicieron su más espectacular avance y llegaron hasta Yucatán, donde aún florecía la cultura Maya, algunos relatos seguro ayudados por la leyenda, dicen que llegaron por mar y que venían dirigidos por el mismo Quetzalcoatl.

Es cierto que los Toltecas destruyeron muchas ciudades Mayas, pero también participaron en la construcción de otras, con ayuda de los Mayas construyeron gran parte de Chichen itza y utilizaron su excelente arte para representar en sus pirámides el sacrificio humano.

En Chichen Itza se conoció un nuevo estilo de sacrificio desconocido en Tula, al norte de la constricción más importante de la ciudad (El castillo) está el famoso Cenote Sagrado, el cual es un profundo pozo abierto en la roca. Cuando no llovía o los sacerdotes veían algún otro signo de desagrado divino consagraban algunas doncellas elegidas por su belleza y las arrojaban al Senote junto con grandes joyas y objetos de gran valor.

Según las crónicas Españolas que fueron escritas varios siglos después que se sacrificó a la última víctima, las doncellas eran arrojadas al amanecer, si lograban sobrevivir hasta la tarde las sacaban de las aguas y les pedían que repitieran los mensajes de los dioses.

Tula fué destruida hacia el 1160, tal vez por otra ola de invasiones bárbaras que nunca dejaron de constituir una amenaza. La ciudad quedó desierta, pero sobrevivió el nombre de sus constructores, algunos grupos nómadas que afirmaban ser de ascendencia Tolteca se dispersáron por todo el territorio de México y llegaron hasta Nicaragua, al sur, estableciéndose donde podían o convirtiendose en la clase gobernante de los pueblos conquistados.

En el siglo IX la desaparición de los grandes centros del periodo Clásico provocó movimientos migratorios, no sólo de grupos mesoamericanos sino también de algunos provenientes de Aridoamérica. Los grupos chichimecas, con una cultura diferente de la mesoamericana, penetraron en este territorio y originaron un intercambio cultural del que surgieron nuevas instituciones y rasgos que caracterizaron al Posclásico.

Los pueblos poderosos del periodo Posclásico, justificaron su posición hegemónica al ostentarse como herederos del orden político instaurado por los toltecas, lo que dificulta precisar sus orígenes, así como la ubicación de Tula —como la Tollan legendaria— y la historia del gobernante Quetzalcóatl.

Por la forma en que los supuestos herederos hablaban de la Tollan —una Tula

maravillosa— en donde las mazorcas de maíz y las calabazas eran tan grandes que cada una tenía que ser cargada por un hombre; el tamaño de las matas de huauhtli era tan grande que parecían árboles; el algodón de todos colores brotaba de la planta y cruzaban su cielo aves tropicales. Los toltecas eran imaginados como los artistas del pasado, y Quetzalcóatl como el sabio, el descubridor de los grandes secretos del mundo, que vivía en aposentos preciosos decorados con oro, plata, piedras preciosas, conchas marinas y plumas finas.

Estos relatos crearon dudas acerca de la identificación de la Tula histórica y la Tula arqueológica, que se solucionaron cuando algunos accidentes geográficos mencionados en los testimonios históricos fueron identificados en la geografía de la Tula Xicocotitlan, en el estado de Hidalgo. La historia de Tula se cargó de exageraciones y la leyenda de su grandeza se convirtió en el soporte político de los jefes dominantes de épocas posteriores, que decían descender de aquellos viejos toltecas con el linaje noble fundado por Quetzalcóatl, para acceder al poder. En realidad no existió una sola Tula, sino varias, conformadas como centros de poder que en sus momentos de gloria legitimaron a los gobernantes de los pueblos dependientes.

La vida del santo gobernante también se derrumbó cuando se le privó de su aura mágica. Todos aquellos gobernantes penitentes que creían ser depositarios del fuego divino del dios Quetzalcóatl, hombres cuyas vidas y características tenían que ajustarse a los atributos y al mito divinos. Estos gobernantes ritualizados, incluyendo su gran pecado, eran tenidos más como centros de atracción de las fuerzas divinas que como seres humanos. Tula o las Tulas delegaban el poder, los gobernantes que recibían el título de Quetzalcóatl actuaban en nombre de este dios sobre la tierra e instalaban ritualmente a quienes dirigían los pueblos subordinados a su esfera de influencia religiosa.

Tula es, entre las ciudades de Mesoamérica, el primer pueblo prehispánico del cual se tienen datos coherentes de su historia y cultura: listas dinásticas, nombres de reyes y gobernantes, relatos de migraciones, la fundación de la ciudad, su desarrollo, sus conquistas y su decadencia.

Localización geográfica

La ciudad arqueológica de Tula se encuentra en el sur del estado de Hidalgo, 60 kilómetros al norte de la cuenca de México y del noreste de la ciudad de Teotihuacan, cerca de la frontera ambiental del norte de Mesoamérica.

Fue edificada en un fértil valle regado por un río y protegida por una serie de colinas y cerros, como el Nonoalcatépec, actualmente llamado La Malinche, El Cielito y Xicococ, hoy Jicuco, por lo que a la ciudad se le conoce también con el nombre de Tula-Xicocotitlan. Más al norte se extienden las llanuras desérticas de Teotlalpan.

Orígenes

Tula Xicocotitlan estuvo habitada en un principio por los pueblos provenientes del norte de Teotihuacan. Más tarde, durante el siglo IX de nuestra era, con la incesante movilidad social y la contracción de las fronteras mesoamericanas, aparecieron en el actual estado de Hidalgo los tolteca – chichimecas. A Tula llegaron los nonoalcas probablemente de Tabasco, pueblo de habla náhuatl que rendía culto a Quetzalcóatl en su advocación de Tlahuizcalpantecuhtli o “Señor de la casa de la aurora”. El registro arqueológico muestra que Tula era una pequeña aldea pluriétnica, y no fue hasta el siglo X que Tula Xicocotitlan alcanzó su verdadero apogeo como el centro urbano de mayor importancia del Altiplano Central. Su ubicación facilitó la rápida expansión de las fronteras, nunca antes vista, y la sedentarización de muchos de los grupos que poblaban la Gran Chichimeca.

Tula y los toltecas se transformaron en símbolos de un pasado idealizado en el que se confundían la historia y el mito. En algunas crónicas se entremezclan eventos y sucesos históricos de la Tollan real con relatos sobre una Tollan mítica habitada por seres excepcionales, a quienes se atribuía la invención de la escritura, la metalurgia y otras artes y ciencias.

Durante el dominio de Ce Ácatl Topiltzin Quetzalcóatl, rey – sacerdote y personaje legendario fundador de Tula, un periodo de gran prosperidad y florecimiento se interrumpió debido a la rivalidad entre los seguidores de Quetzalcóatl y los partidarios de Tezcatlipoca, dios de la guerra y del sacrificio humano. Después del triunfo de Tezcatlipoca, Quetzalcóatl y su gente fueron expulsados y obligados a emigrar al oriente, hacia el Golfo y después a Yucatán.

Gracias a los relatos de los viejos cronistas se elaboró una legendaria historia tolteca con la dinastía de los reyes, entre los que mencionan a Chalchiutlanetzin, lztlicuecháhuac, Huetzin, Totepeuh, Nacáxoc, Mitl, Tecpancaltzin, Mixcóatl y Topiltzin. Esta dinastía representa los primeros grupos nahuas, que entraron en relación con los teotihuacanos del último periodo.

Toltecas: mitos y leyendas

Los ltecas fueron un grupo nahua que, según sus leyendas, procedía de un lugar mítico llamado Huehuetlapalan, situado probablemente entre los ríos Gila y Colorado. La ruta de los emigrantes recorría los estados de Sonora, Sinaloa, Nayarit, Zacatecas, Jalisco, el norte de Michoacán y el sur de México hasta llegar al estado de Hidalgo, de donde fueron arrojados por los huastecos para después establecerse en la cuenca de México.

Quetzalcóatl, dios creador

“Nuestros padres y abuelos nos dicen que él nos ha creado y formó, él cuyas criaturas somos: nuestro príncipe Quetzalcóatl. También ha creado el cielo, el sol y la deidad de la tierra.”

El dios Quetzalcóatl es uno de los cuatro hijos de la pareja suprema: Tonacatecuhtli y Tonacacíhuatl, “el señor y la señora de nuestra carne o de nuestro sustento”.

Dos de estos dioses, hijos de la pareja suprema, Quetzalcóatl y Tezcatlipoca, forman la tierra y el cielo, cada uno a base de una mitad de la diosa de la tierra. Para consolarla por lo sufrido, los demás dioses, enojados por el proceder de Tezcatlipoca y Quetzalcóatl, crearon de las diversas partes de su cuerpo toda la naturaleza: montañas, valles, ríos, árboles, etcétera.

Quetzalcóatl raptó del cielo a la diosa Mayahuel (encarnación de dicha planta) e hizo nacer de sus huesos los primeros magueyes después que la diosa había sido muerta y destrozada por las deidades de la oscuridad.

Quetzalcóatl y Tezcatlipoca estuvieron en pugna constante, y de tales luchas resultaban victorias o derrotas que fueron creando y destruyendo los mundos-soles, los cuatro espacios-tiempos consecutivos. Quetzalcóatl, quien intervenía en la construcción o destrucción de cada uno de ellos, se transformaba él mismo en uno de los soles.

El cielo se cayó sobre la tierra en el cuarto sol; y fueron otra vez Quetzalcóatl y Tezcatlipoca quienes lo levantaron con la ayuda de cuatro hombres creados por ellos. Quetonacatecuhtli los compensó haciéndolos señores del cielo y por esto se ven representados en él. Entonces, Quetzalcóatl creó a los hombres. Bajó al inframundo para conseguir de Mictlantecuhtli el hueso precioso de generaciones anteriores. Luego de pasar por una serie de pruebas lo consiguió, pero el hueso se rompió en fragmentos que llevaron al Tamoanchan, de los cuales se formaron los hombres después de que todos los dioses, siguiendo el ejemplo de Quetzalcóatl, los rociaron con su sangre en una acción de autosacrificio. Entonces, para alimentar a los hombres, Quetzalcóatl se convirtió en hormiga y consiguió el maíz que estos animales guardan en el interior del cerro de las subsistencias.

Historia

Las ruinas, monumentos, tradiciones orales y escritas, formaban parte de una sociedad viva y compleja, de una ciudad de miles de personas, que a través de sus restos materiales nos cuenta su historia.

La historia tolteca comenzó cuando llegaron, a la Cuenca de México, procedentes del norte de Jalisco y sur de Zacatecas, las hordas

ichimecas del caudillo Mixcóatl, quien luchó y dominó a los otomíes que ocupaban el Valle de México para establecer su capital en Culhuacan, junto al Cerro de la Estrella (hoy lxtapalapa, D. F.) conquistando desde allí el Valle de Toluca, hasta llegar al Valle del Mezquital. Lo anterior significa que el imperio tolteca era originalmente nahua-otomí y abarcaba los valles de México, Toluca y el Mezquital.

Mixcóatl conquistó el sur llegando hasta Huatulco (Oaxaca); invadió el estado de Morelos venciendo a los huitznahuacanos, quienes probablemente pertenecían a una vieja familia nahua (tlahuicas). En aquel lugar tomó por esposa a una mujer del sur, llamada Chilmalma, con quien Mixcóatl tuvo un hijo, que llegó a convertirse en el héroe de mayor fama en el ndo precolombino: Quetzalcóatl.

Quetzalcóatl nació después de que su padre fuera asesinado por un jefe chichimeca llamado lhuitímal; al nacer murió su madre, por lo que fue recogido y educado por sus abuelos maternos. Vivió su infancia en Tepoztlán, Morelos en donde las leyendas lo identifican como el héroe legendario Tepoztécatl, que acaudilló a la tribu de su madre contra los habitantes de Xochicalco y los venció. Sin embargo, al vencerlos también asimiló su civilización y adoptó el culto a Quetzalcóatl, dios tutelar de aquella metrópoli sagrada. Su nombre completo era Ce-Ácatl Topiltzin

Quetzalcóatl.

Un grupo de fieles partidarios de su padre llamó a Topiltzin para que ocupara el trono de Culhuacan, y al aceptarlo combatió y venció al usurpador Ihuitímal. Consagrado rey de los toltecas adoptó el título de Quetzalcóatl, rey-sacerdote a la usanza de las teocracias de Teotihuacan y de otros pueblos del horizonte Clásico.

Topiltzin trasladó la capital de su reino a Tulancingo, Hidalgo, donde permaneció algunos años y edificó sobre los antiguos restos teotihuacanos. Después instaló la capital en la ciudad de Tula, Hidalgo, como una medida estratégica para contener las invasiones de los teochichimecas que habitaban en la región esteparia (llamada Teotlalpan), y para contar con la alianza de los otomíes y de los matlatzincas.

Después de la fundación de Tula, los toltecas se mezclaron con los otomíes y atrajeron a los nonoalcas y a los amantecas, depositarios de la “cultura clásica”, cuyos adelantos asimilaron rápidamente. El Imperio tolteca creció y entró en relación con las más altas culturas de Mesoamérica, de las cuales recibió importantes elementos con los que llegó a formar una cultura nueva que se extendería a lo largo de la Costa de l Golfo hasta Yucatán, y por el sur hasta Oaxaca, Chiapas y Centroamérica.

Topiltzin luchó por implantar nuevas formas de cultura que lo convirtieron en el símbolo de la lucha de la civilización contra la barbarie, y gracias a la paz y prosperidad de que gozó, su reinado es considerado como la “Edad de Oro” de Tula. Durante esta época se reformó el calendario, se introdujo la metalurgia, la ciudad se llenó de templos y palacios, y todas las artes recibieron un nuevo impulso que mejoró las costumbres.

Topiltzin inició una reforma religiosa de régimen teocrático, en la que asumía todos los poderes y relegaba a segundo término a los antiguos jefes de las tribus

lteca-chichimecas, de tradición militarista y cuya deidad representativa era Tezcatlipoca. Durante algunos años Topiltzin logró dominar a sus rivales, pero finalmente los grupos militares rechazaron la opresión político-religiosa de éste y lo obligaron a abandonar Tula Xicocotitlan (Tula Chico). Relatos legendarios agregan que su derrota fue precedida por una serie de catástrofes (sequías, epidemias, incendios de bosques), posibles advertencias de sus enemigos para obligarlo a renunciar, por lo que decidió marcharse después de incendiar sus palacios y ocultar sus tesoros.

Quetzalcóatl se marchó hacia Cholula acompañado de los nonoalcas, donde permaneció algunos años. Continúo su éxodo hacia la Costa del Golfo (Coatzacoalcos), perseguido por sus adversarios. Al llegar a la costa sur de Veracruz (la zona de los Tuxtlas) se embarcó en una balsa de juncos entrelazados y navegó hacia Tlapallan donde, según la leyenda, fue quemado en una pira conforme se acostumbraba hacer con los soberanos muertos.

Una nueva dinastía de reyes comenzaba; su fundador, impuesto por los partidarios de Tezcatlipoca, se llamó Matlacxóchitl. Después de él siguieron otros gobernantes como Matlacóatl, Tlilcóatl, Nauyotl y el famoso Huémac. Durante el reinado de este último ocurrió la destrucción de Tula. Las luchas internas y la llegada de nuevos grupos de chichimecas bárbaros (teochichimecas) destruyeron la ciudad y obligaron a Huémac a refugiarse en Chapultepec (hacia 1168), donde murió seis años después.

A la salida de Huémac permaneció en Tula el último rey: Nauyotl, a quien las nuevas hordas de chichimecas obligarían emigrar hacia el sur al frente de los grupos colhuas, los que a vez desplazarían en Cholula a los olmecas históricos.

Al desintegrarse el imperio tolteca comenzó la emigración de sus antiguos habitantes, y los grupos nahua-otomianos que formaban parte de él se dispersaron en diversas direcciones. Dichos grupos, conocidos desde entonces con el nombre de tribus nahuatlacas, se unieron a las hordas de Xólotl para venir a ocupar el Valle de México hacia 1224.

Cronología

El área donde surgiría la ciudad de Tula estuvo habitada por pueblos sedentarios casi dos milenios antes del apogeo de los toltecas. Poco se conoce sobre este periodo, pero los datos que hay indican la existencia de pequeñas y dispersas aldeas de agricultores. La población total de la región era poco numerosa durante este periodo, denominado Preclásico medio, ubicado entre los años 800 y 600 a. C.

Entre 400 y 200 a. C. (periodo Preclásico tardío) existió, en el extremo sur del área, un asentamiento que ocupaba la cima de una loma 20 kilómetros al sur de Tula, cuya población era varias veces mayor que la de las aldeas precedentes. Se trata del sitio de mayor importancia para su época en el centro de México y cuyas características sugieren la existencia de cierto grado de estratificación y complejidad social que no había en las aldeas antes. Contaba, dentro de una superficie cercana a las 20 hectáreas, con una zona de habitación y cultivo muy extensa que al centro tenía una plaza de estructura piramidal y otros edificios de carácter administrativo y religioso.

Durante los primeros siglos de la era cristiana la región de Tula, al igual que otras zonas del Altiplano Central, formaba parte del área controlada por la ciudad de Teotihuacan bajo su periodo de máxima expansión y desarrollo, conocido como época Clásica. La urbe teotihuacana contaba con sitios que funcionaban como centros de control político y administrativo de la comarca. Estos centros estaban ubicados en zonas cercanas al área donde más tarde surgiría la ciudad de Tula. El más importante, con una extensión de 2.5 kilómetros cuadrados, se encuentra 10 kilómetros al este de Tula, otro de menor tamaño, se localiza al norte. Ambos asentamientos tenían una urbanización semejante a la de Teotihuacan. La ocupación de estos sitios y de otros más pequeños se llevó a cabo entre 300 y 600 d. C. Con la caída de Teotihuacan como centro de poder político y económico, la mayor parte de los sitios teotihuacanos en ésta área fueron abandonados a finales el siglo VII de nuestra era.

La primera etapa en el desarrollo urbano de Tula se inicia en el siglo VIII d. C. La ciudad nació como una síntesis cultural y étnica que integró tanto elementos de la cultura teotihuacana como de la tradición “norteña”, representada por los grupos relacionados con el Bajío y el norte de México, que constituyeron un factor importante en el proceso de formación de Tula.

En el año 1000 d. C., la ciudad sufrió profundos cambios que la transformaron de manera radical. La plaza principal de Tula Chico y sus edificios más importantes fueron abandonados definitivamente; en otro lugar, y sobre un amplio y complejo sistema de terrazas, se erigió un nuevo recinto cívico-religioso que llegó a convertirse en una verdadera acrópolis. Un siglo después se realizó otra transformación importante en el plano de Tula, al cambiar nuevamente la orientación de la traza de la ciudad.

La ciudad tuvo una larga vida de más de cuatro siglos, durante los cuales sufrió múltiples transformaciones que la convirtieron de un pequeño centro urbano en una ciudad de gran extensión y complejidad, cuyo apogeo se ubica entre los años 1000 y 1100 de nuestra era.

En el siglo XIV, la región de Tula, sujeta a los tepanecas de Azcapotzalco, quedó incluida en las provincias de Jilotepec, Atotonilco y Ajacuba; a la caída de Azcapotzalco, pasó al dominio de los mexicas. La conquista española transformó profundamente la estructura política y el orden económico y social de los territorios dominados. De esta manera, la región de Tula fue integrada al nuevo sistema poco tiempo después de la caída de Tenochtitlan.

Influencia tolteca en el mundo mesoamericano

La influencia cultural de Tula se extendió en un área que sobrepasaba las fronteras de su imperio. Muchos aspectos de la civilización nahua, que alcanzaron su máxima expresión con el imperio mexica, nacieron en el mundo tolteca. Éste fue el primer pueblo, posterior a la decadencia de Teotihuacan, que unificó extensas áreas de Mesoamérica en un gran sistema cultural. A partir de estos cambios se pueden agrupar tres grandes procesos interrelacionados:

1. La propagación de poblaciones toltecas de habla nahua (y a veces de habla otomí) hacia regiones fuera del centro de México, y la fundación, en las distintas zonas, de dinastías reales que proclamaban su origen tolteca.

La influencia de Tula abarcaba centenares de kilómetros, pues controlaba gran parte del centro de México, importantes zonas del Bajío, la Costa del Golfo, Yucatán y posiblemente el área del Soconusco, las vertientes del Pacífico de Oaxaca, Chiapas y Centroamérica.

Durante la conquista de provincias, surgían importantes movimientos en los pueblos de habla nahua (alianzas y matrimonios con las familias reales de otros Estados) que eran dirigidos por el Estado tolteca; de esta manera los reyes de Tula reforzaban su poder político.

Esta tradición permaneció fuertemente arraigada, pues cinco siglos después, las dinastías reales de muchos pueblos mesoamericanos reclamaron el derecho de descendencia directa de los reyes de Tula, enorgulleciéndose de sus antepasados. Los reyes toltecas ejercían funciones de árbitros de poder entre los pueblos de Mesoamérica.

2. La consolidación de una red comercial desde Costa Rica hasta los actuales estados de Nuevo México y Arizona, en EUA.

La variedad del mundo tolteca se refleja en los productos foráneos que llegaron a Tula desde lugares muy alejados del Altiplano Central. Durante la exploración de los recintos de Tula, se encontraron vasijas de cerámica nicoya de Costa Rica y Nicaragua, fragmentos de vasos policromados mayas de Campeche, vasijas y fragmentos de otros vasos de loza plumbate del Soconusco, junto con cantidades importantes de cerámica procedente de la Huasteca, el centro de Veracruz y el norte de Mesoamérica (probablemente Zacatecas y Jalisco), así como fragmentos de serpentina y jade de Guerrero (y tal vez de Guatemala), tecali (ónix), procedente quizá de Puebla, pequeños fragmentos de turquesa de Nuevo México o Arizona; conchas marinas de posible procedencia de las costas del Pacífico o del Golfo y miles de fragmentos e instrumentos de obsidiana. El hecho de que casas habitadas por gente común de la ciudad contuvieran materiales exóticos procedentes de tantos lugares distintos, resalta la extensión y la fuerza de la red de comercio y tributo del imperio tolteca.

Algunos de los productos foráneos llegaban a Tula seguramente como tributo de las provincias dependientes del imperio, y muchos otros fueron llevados de zonas muy distantes por comerciantes profesionales equivalentes a los pochteca mexicas. Durante los siglos X y XI d. C., muchos sitios en la región maya y Centroamérica que comerciaban con los toltecas obtuvieron herramientas de obsidiana verde a cambio de productos tropicales.

3. Importantes cambios en la religión y la ideología de los pueblos mesoamericanos: introducción de algunos dioses nahuas, y un énfasis en el complejo épico del hombre-dios Quetzalcóatl.

La expansión de la cultura tolteca entre los siglos IX y XI d. C. cambió el pensamiento y la religión de muchos pueblos mesoamericanos. Los toltecas introdujeron algunos dioses nahuas a grupos mayas y otros pueblos centroamericanos, el más importante fue Quetzalcóatl. También aparecieron imágenes de Xipe Tótec, Mictlantecuhtli (el dios de la muerte) y otras deidades.

Quetzalcóatl y Tezcatlipoca (como Huitzilopochtli) simbolizan la transformación de los pueblos mesoamericanos, inspirada por los toltecas. La victoria de los seguidores de Tezcatlipoca en Tula aumentó la atención en la guerra y el sacrificio humano en muchas culturas que tenían contacto con los toltecas; sin embargo, la herencia de Quetzalcóatl era aún más grande que los bélicos cultos a Tezcatlipoca. El ciclo épico de Ce Ácatl Topiltzin Quetzalcóatl llegó a ser la leyenda central de la civilización mesoamericana y siglos después de la época tolteca los antiguos mesoamericanos todavía esperaron el regreso de Quetzalcóatl, hasta que la conquista española destruyó su mundo.

Organización social y económica

La cultura tolteca es el producto de la asimilación de las culturas clásicas del centro de México por un grupo nahua, que al mismo tiempo introdujo varias innovaciones derivadas de otras tradiciones culturales, como la zapoteca, la mixteco-cholulteca y la maya. Una vez fusionada, aun cuando era una entidad muy compleja y heterogénea, conservó sus propios rasgos. Se trata de una sociedad teocrática, dividida en ases sociales: gobernantes – sacerdotes, administradores, guerreros, comerciantes, artesanos y agricultores, todos con distintos rangos y funciones.

La clase gobernante estaba especializada en la dirección y organización de la sociedad, en el control de la producción, la distribución y el consumo; en la planeación de las ciudades y sus obras públicas; era poseedora del poder y del conocimiento científico y religioso. Esta clase también era experta en el arte de la escritura, la arquitectura, la astronomía y las matemáticas; en el calendario y los sistemas de medición del tiempo e interpretación de los días propicios o nefastos— y en todo el complejo ritual de las ceremonias públicas y privadas que regulaban la vida de la sociedad. Junto a esta élite dirigente, existía completamente separado de la producción agrícola y artesanal un aparato administrativo y burocrático que abarcaba distintos niveles y actividades.

La base del sistema estaba constituida por la mayoría de la población, quien tenía a su cargo la realización de todos los procesos y actividades productivas que permitían el sostenimiento y reproducción de la sociedad. Productora de alimentos, de bienes de consumo y objetos suntuarios, esta clase también constituía la fuerza de trabajo que edificaba y mantenía las innumerables obras públicas, algunas de ellas de gran magnitud: plazas, pirámides, palacios, vastos conjuntos de terrazas artificiales, sistemas de canales, calles, calzadas y drenajes.

En los barrios habitados por la mayor parte de la población, los numerosos edificios piramidales distribuidos aquí y allá constituían los templos de barrio para el culto y las ceremonias religiosas en que participaban los habitantes de cada una de estas zonas. Gran parte de estos barrios se definieron con base en el trabajo especializado que realizaban sus habitantes.

Algunas actividades especializadas practicadas por extranjeros, como sucedía en Tenochtitlan y en otros centros urbanos de Mesoamérica, formaron barrios de grupos; hay indicios de la existencia de pequeñas colonias de mayas, huastecos, mixtecos y de grupos del centro de Veracruz y de la costa del Pacifico de Chiapas y Guatemala.

Cada cinco días se instalaba el mercado principal de la ciudad en algunas de las plazas o espacios abiertos cercanos al recinto monumental, mientras que algunos grandes conjuntos albergaban las escuelas para jóvenes nobles, semejantes al calmécac de los mexicas.

Religión

Los toltecas eran politeístas pero reconocían sobre todos sus dioses a un ser divino superior llamado Tloque Nahuaque, a quien adoraban ofreciéndole flores y resinas aromáticas.

Creían en una divinidad creadora doble: Ometecuhtli y Omecíhuatl (también Tonacatecuhtli y Tonacacíhuatl, “el señor y la señora de nuestra carne o de nuestro sustento”), fuerza inicial y ordenadora de todas las obras de la naturaleza. Ometecuhtli creó 13 cielos en donde moraban él y los demás dioses.

La deidad de los tolteca-chichimecas era Tezcatlipoca, protector de los cazadores y de los hechiceros, relacionado con el cielo nocturno. Quetzalcóatl era una deidad extraña para los toltecas y aunque su rito era muy antiguo en las culturas clásicas, era considerado como el dios del agua que fecunda la tierra. Para los toltecas era el dios del bien y de la civilización, relacionado específicamente con Ce-Ácatl Topiltzin Quetzalcóatl, quien lo impuso durante su reinado.

También adoptaron dioses de otras culturas, como Tlahuizcalpantecuhtli (el lucero del alba y una de las advocaciones de Quetzalcóalt), ltzpapálotl (el dios mariposa), Cintéotl (la diosa del maíz) y Tláloc (dios de la lluvia).

Vestido y adorno

En las esculturas toltecas se aprecia la indumentaria que los hombres usaban: un braguero (máxtlatl), y en algunos casos llevaban una especie de “delantal” sujeto por un cinturón.

Entre los tocados que portaban los toltecas había una especie de diademas de piel adornadas con piedras preciosas, que usaban los caciques y la gente principal; había también yelmos o cascos adornados con cabezas de animales o con plumas, y vendas frontales que servían para sujetar los tocados.

Los guerreros llevaban cinturones, sandalias, escudos circulares adornados con plumas, y cascos; algunos señores usaban bastones adornados con plumas, y los comerciantes portaban cayados y abanicos.

la creacion

LA CREACION
Victor Antonio Caso
Referencia
Caso, Antonio. “La Creación de los Dioses” en El Pueblo del Sol. México: FCE, 1971. Ometecuhtli y Omecíhuatl -también llamados Tonacatecuhtli y Tonacacihuatl-, tuvieron cuatro hijos a los que encomendaron la creación de los otros dioses, del mundo y de los hombres. Los cuatro dioses hijos de la primitiva pareja divina fueron el Tezcatlipoca rojo, llamado también Xipe y Camaxtle; el Tezcatlipoca negro, llamado comúnmente Tezcatlipoca; Quetzalcóatl, dios del aire y de la vida, y Huitzilopochtli, el Tezcatlipoca azul.

Una de las ideas fundamentales de la religión azteca consiste en agrupar a todos los seres según los puntos cardinales y la dirección central, o de abajo arriba. Por eso en la mentalidad mexicana son tan importantes los números 4 y 5, como en la mentalidad mágica occidental es importante el número 3.
Los cuatro hijos de la pareja divina (que representa la dirección central, arriba y abajo, es decir, el cielo y la tierra) son los regentes de las cuatro direcciones o puntos cardinales; por eso vemos que tres de ellos se nos presentan con colores diferentes: rojo, negro y azul, que corresponden al este, al norte y al sur, mientras que Quetzalcóatl está quizá en el lugar que debió tener en el mito primitivo un Tezcatlipoca blanco, que correspondería al oeste.

En efecto, en el Códice de Bolonia o Cospi aparece un Tezcatlipoca blanco, con todas las características del dios de la providencia, del que no difiere sino por el color. El Códice de Bolonia pertenece a la misma región poblano-tlaxcalteca que el Códice Borgia ya mencionado, y estos manuscritos están pintados en un estilo idéntico al de las pinturas que decoran los altares de Tizatlán en Tlaxcala y a la cerámica policroma que se encuentra en este mismo lugar y en otros muchos sitios del valle de Puebla, como Tepeaca, Atlixco, Totimihuacán, etc., lo que demuestra que los códices o manuscritos pictóricos de lo que se ha llamado, con razón, el Grupo del Borgia pertenecen a las culturas que florecieron en la región poblano-tlaxcalteca.

Esta idea fundamental de los cuatro puntos cardinales y de la región central (abajo-arriba), que da la quinta región o sea la región central, se encuentra en todas las manifestaciones religiosas del pueblo azteca y es uno de los conceptos que sin duda este pueblo recibió de las viejas culturas de Mesoamérica.
No sólo los colores y los dioses quedan agrupados en esta forma; también los animales, los árboles, los dias y los hombres, por el día en que nacen, pertenecen a una de las cuatro regiones del mundo, pues el hombre recibe el mismo nombre del dia en que nace, dentro del calendario ritual de 260 dias, que después explicaremos, y que se divide en cuatro partes de 65 dias cada una, que corresponden al este, al norte, al oeste y al sur, y que se repiten en la infinitud del tiempo.

El mundo y el hombre han sido creados varias veces, según la concepción azteca, porque a una creación ha seguido siempre un cataclismo que ha puesto fin a la vida de la humanidad. La última vez que el hombre fue creado, según uno de los mitos, conservado por Mendieta, Quetzalcóatl, el Prometeo mexicano, el dios benéfico para todos, bajó al mundo de los muertos para recoger los huesos de las generaciones pasadas y, regándolos con su propia sangre, creó la nueva humanidad.
El hombre ha sido creado por el sacrificio de los dioses y debe corresponder ofreciéndoles propia sangre. El sacrificio humano es esencial en la religión azteca, pues si los hombres no han podido existir sin la creación de los dioses, éstos a su vez necesitan que el hombre los mantenga con su propio sacrificio y que les proporcione como alimento la sustancia mágica, la vida, que se encuentra en la sangre y en el corazón humanos. Esta idea de que el hombre es un colaborador indispensable de los dioses, ya que éstos no pueden subsistir si no son alimentados, se encuentra claramente expresada en el sangriento culto de Huitzilopochtli, que es una manifestación del dios solar.

Huitzilopochtli es el Sol, el joven guerrero que nace todas las mañanas del vientre de la vieja diosa de la tierra, y muere todas las tardes, para alumbrar con su luz apagada el mundo de los muertos.
Según la leyenda, Coatlicue, la vieja diosa de la tierra, era sacerdotisa en el templo y vivia una vida de retiro y castidad, después de haber engendrado a la Luna y a las estrellas; pero un dia, al estar barriendo, encontró una bola de plumón, que guardó sobre su vientre. Cuando terminó sus quehaceres, busco la bola de plumón, pero había desaparecido, y en el acto se sintió embarazada. Cuando la Luna, llamada Coyolxauhqui, y las estrellas, llamadas Centzonhuitznáhuac, supieron la noticia, se enfurecieron hasta el punto de decidir matar a la madre. Lloraba Coatlicue por su próximo fin, pues ya la Luna y las estrellas se armaban para matarla, pero el prodigio que estaba en su seno le hablaba y consolaba diciéndole que, en el preciso momento, él la defendería contra todos. Cuando los enemigos llegaron a sacrificar a la madre, nació Huitzilopochtli y, con la serpiente de fuego, cortó la cabeza a la Coyolxauhqui y puso en fuga a los Centzonhuitznáhuac. Por eso, al nacer el dios, tiene que entablar combate con sus hermanos, las estrellas, y con su hermana la Luna, y armado de la serpiente de fuego, el rayo solar, todos los días los pone en fuga y su triunfo significa un nuevo dia de vida para los hombres. Al consumar su victoria es llevado en andas hasta el medio del cielo por las almas de los guerreros, que han muerto en la guerra o en la piedra de los sacrificios y, cuando empieza la tarde, es recogido por las almas de las mujeres muertas en parto, que se equiparan a los guerreros porque fallecieron al tomar prisionero a un hombre, el recién nacido. Durante la tarde, las almas de las madres conducen al Sol hasta el ocaso, en donde mueren los astros, y adonde el Sol, que se compara al águila, cae y muere y es recogido otra vez por la tierra. Todos los dias se entabla este divino combate; pero para que triunfe el Sol es menester que sea fuerte y vigoroso, pues tiene que luchar contra las innumerables estrellas del norte y del sur, y ahuyentarlas a todas con la flecha de luz. Por eso el hombre debe alimentar al Sol; pero, como dios que es, desdeña los alimentos groseros de los hombres y sólo puede ser mantenido con la vida misma, con la sustancia magica que se encuentra en la sangre del hombre, el chalchiuatl, el “líquido precioso”, el terrible néctar de que se alimentan los dioses. El azteca, el pueblo de Huitzilopochtli, es el pueblo elegido por el Sol; es el encargado de proporcionarle su alimento; por eso para él la guerra es una forma de culto y una actividad necesaria, que lo llevó a establecer la Xochiyaóyotl o “Guerraflorida”, que a diferencia de sus otras guerras de conquista no tenía por objeto apoderarse de nuevos territorios, ni imponer tributo a los pueblos conquistados, sino procurarse prisioneros para sacrificarlos al Sol. El azteca es un hombre que pertenece al pueblo elegido por el Sol, es su servidor y debe ser, en consecuencia, antes que nada, un guerrero y prepararse desde su nacimiento para la que será su actividad más constante, la Guerra Sagrada, especie de torneo al que concurrían especialmente los enemigos “de la casa”, los tlaxcaltecas, los hombres del bezote curvo en forma de garra, adornados como los aztecas con sus mejores galas y haciendo ostentación de los grandes penachos de plumas ricas y de las armaduras, divisas y escudos, suntuosamente adornados con mosaicos de plumas y piedras preciosas, y láminas y cascabeles de oro.

Dos son los dioses que alternativamente han creado las diversas humanidades que han existido: Quetzalcóatl, el dios benéfico, el héroe descubridor de la agricultura y de la industria, y el negro Tezcatlipoca, el dios todopoderoso, multiforme y ubicuo, el dios nocturno, patrono de los hechiceros y de los malvados. Los dos dioses combaten y su lucha es la historia del universo; sus triunfos alternativos son otras tantas
Las tradiciones no están de acuerdo en el orden que deben seguir las diversas creaciones. Según una de ellas, la primera época del mundo o Sol se inicia así:Tezcatlipoca el nocturno, el que tiene por nahual o disfraz al tigre, cuya piel manchada semeja el cielo con los enjambres de estrellas, fue el primero que se hizo sol y empezó la era inicial del mundo. Los primeros hombres fueron entonces los gigantes, que habían sido creados por los dioses y no sembraban ni cultivaban la tierra, sino que vivían comiendo bellotas y otras frutas y raíces silvestres. Tezcatlipoca era también la constelación de la Osa Mayor, que a los aztecas se les figuraba un tigre, y cuando gobernaba el mundo como sol que era, su enemigo Quetzalcóatl le dio un golpe con un bastón y cayó al agua transformándose en tigre y se comió a los gigantes, quedando despoblada la tierra y sin sol el universo. Esto ocurrió en el día llamado “4. Tigre”.

Quetzalcóatl se hizo entonces sol y lo fue hasta que el tigre Tezcatlipoca lo derribó de un zarpazo. Se levantó entonces gran viento y todos los árboles fueron derribados y la mayor parte de los hombres perecieron, pero algunos quedaron convertidos en monos; es decir, en hombres disminuidos. Esto sucedió en el día “4. Viento”. Los hombres sólo comían entonces piñones de los pinos o acocentli.
Los dioses creadores pusieron entonces por sol al dios de la lluvia y el fuego celeste, Tláloc, pero Quetzalcóatl hizo que lloviera fuego y los hombres perecieron o quedaron convertidos en pájaros. Esto sucedió en el día “4. Lluvia.” La comida de los hombres durante esta edad era una semilla llamada acecentli o sea “maíz de agua”. Entonces Quetzalcóatl puso por sol a la hermana de Tláloc, la diosa Chalchiuhtlicue, “la de las faldas de jade”, diosa del agua, pero fue quizá Tezcatlipoca el que hizo que lloviera con tal fuerza, que la tierra se inundó y perecieron los hombres o fueron transformados en peces. Esto sucedió en el día llamado “4. Agua”. Durante esta edad comían cencocopi o teocentli. El cielo, que es de agua, cayó sobre la tierra y fue menester que Tezcatlipoca y Quetzalcóatl lo levantaran para que empezara a aparecer ésta; por eso vemos a Quetzalcóatl sosteniendo el cielo con sus manos, en el Cddice de Viena.
Siguiendo otras tradiciones, la primera destrucción debía haberse hecho por el agua, y los hombres quedaron convertidos en peces, la segunda por el fuego y los hombres quedaron convertidos en aves, la tercera por el viento y los hombres quedaron convertidos en monos, y la cuarta y última por los tigres que se comieron a los gigantes, quedando entonces despoblada la tierra. En favor de esta tradición tenemos el hecho de que los gigantes, llamados quinametzin, se mencionan ya en las tradiciones históricas habitando la tierra y aun peleando con los hombres, principalmente en la región de Tláxcala.

Por otra parte, la destrucción por el agua, fuego, aire y tigres, y la conversión de la humanidad en peces, aves, monos y gigantes, parece ya señalar una idea no de evolución, pero si de progreso en los diversos ensayos que hacen los dioses, idea que también se encuentra, como vamos a verlo, en las tradiciones de otros pueblos de Mesoamérica, así que en el primer ensayo la humanidad se transformaría en peces, y en el segundo en aves; en el tercero, el intento de crear a la humanidad resultaria también fallido, pero los hombres ya quedarían convertidos en monos, mientras que en el cuarto intento ya eran hombres, sólo que con características de bárbaros, que no sembraban y que vivían, como dice la tradición, de comer bellotas y raíces.
Del mismo modo las diversas plantas que se citan como comida de la humanidad van acercándose progresivamente al ideal de alimentación del indio mesoamericano que, casi es inútil deeirlo, está representado por el maíz. En efecto, la última planta citada, el cencocopi, no es otra cosa que el teocentli, planta tan semejante al maíz; que se ha llegado a considerar que es el antepasado silvestre de esta graminea, o bien, según las últimas investigaciones, una de las plantas que por hibridación ha engendrado el maíz actual. A veces se citan sólo los nombres esotéricos de los alimentos de las humanidades pretéritas; así las bellotas se llamaban “7. Hierba”; el acocentli se llamaba ”1. Serpiente”; el acecentli (Milium) se llamaba “4.Flor” y el teocentli, “7. Pedernal”; mientras que el maiz actual se llamaba “7. Serpiente”.

Había en la idea de las múltiples creaciones, además de ese sentimiento de ensayo divino, que los dioses destruyen por imperfecto, la idea de que los mundos que se van creando se van acercando a la perfección. Para el azteca, en consecuencia, no todo tiempo pasado fue mejor; la edad de oro no hay que colocarla en el principio de las cosas, sino que son los dioses los que al ir ensayando sus múltiples creaciones lograron encontrar al fin la solución que los lleva a la creación de una humanidad perfecta y un alimento perfecto.
Concuerda en gran parte esta idea de las múltiples creaciones con los mitos que nos han quedado de los quichés, pues en su libro sagrado, el Popol Vuh, se relata que el creador hizo varios intentos antes de realizar su obra perfecta. Así se crearon primero los venados y las aves; pero, como no pudieron elevar al cielo sus plegarias, fueron condenados y sus “carnes serán molidas entre los dientes”. La segunda creación fue de hombres de barro, la tercera de hombres de madera, pero tuvieron que ser destruidos porque carecían de corazón y no podian alabar a los dioses. Sólo cuando éstos emplearon la semilla del maíz para const~uir el cuerpo del hombre, éste pudo vivir~ y los cuatro hombres construidos con maíz pudieron al fin dar gracias a los dioses por su creación. También aquí encontramos la idea de que los dioses exigen de los hombres un culto constante, y que la creación no es un don gracioso hecho al hombre por el dios, sino un compromiso que implica la obligación de una adoración continua por parte del hombre.

El mito quiché, como el mito azteca, indica además que para estos pueblos los bárbaros que no sembraban maíz y que no tenian el culto organizado de las grandes teocracias centroamericanas eran como remedos de hombres que tenían que ser destruidos, pues no había aparecido para ellos el alba de la cultura, según se expresa en el Popol Vuh, y vemos también que la idea de las creaciones múltiples es, como entre los aztecas, la expresión de ensayos progresivos que hacen los dioses, creando primero los animales y ensayando después materias más y más nobles, hasta dar con el maiz, que es aquí otra vez la sustancia divina de la que está formado el cuerpo del hombre.
Después que se destruyó la última humanidad-sea por el agua como lo quiere una de las tradiciones, o porque los dioses acabaron con los gigantes como lo quiere la otra, es de todos modos cierto que el Sol se había perdido en la catástrofe, y que no había quien iluminara al mundo. Entonces se reunieron todos los dioses en Teotihuacán y determinaron que uno de ellos se sacrificara y se convirtiera en Sol.
Dos dioses se prestaron para este sacrificio; uno de ellos, rico y poderoso, se preparó ofreciendo al padre de los dioses bolas de copal y liquidámbar, y en vez de espinas de maguey, tintas en su propia sangre, ofrecía espinas hechas de preciosos corales. El otro dios, pobre y enfermo, no podía ofrecer más que bolas de heno y las espinas de maguey teñidas con la sangre de su sacrificio.

Cuatro días seguidos ayunaron y se sacrificaron los dioses que iban a intentar la prueba, y al quinto todas las deidades se colocaron en dos filas, al final de las cuales se encontraba el brasero sagrado, en el que ardía un gran fuego, para que se arrojaran los que habían de intentar la prueba y salieran purificados para alumbrar con su brillo al mundo. El dios pobre y el dios rico se prepararon para intentarla. Tocó el primer lugar al rico, como más poderoso, pero aun cuando se lanzó tres veces siempre se detuvo al borde de la hoguera sin atreverse a dar el salto.
Probó entonces el desvalido su valor, y cerrando los ojos dio un salto y cayó en medio del brasero divino que alzó gran llama. Cuando ésta se apagaba, el rico, avergonzado de su pusilanimidad, se arrojó a la hoguera y se fue consumiendo. También el tigre entró en las cenizas y salió con la piel manchada, y el águila también entró, y por eso tiene las plumas de la cola y de las alas ennegrecidas. Los dioses que se sacrificaron habian desaparecido, pero el astro no se mostraba aún y las otras deidades inquietas se pregunt~ban por dónde aparecería. Por fin salió el Sol y casi inmediatamente brotó la Luna, que brillaba tanto como el primero. Los dioses indignados por su osadía le dieron en el rostro un golpe con un conejo, dejándole esta señal que aún conserva, pues para el azteca las manchas de la Luna representan la figura de un conejo. Pero el Sol no se movía; estaba en la orilla del cielo y no parecía dispuesto a hacer su camino.
Preguntáronle entonces el motivo las deidades, y la respuesta fue terrible. El Sol exigía el sacrificio de los otros dioses; es decir, de las estrellas. Uno de ellos, el planeta Venus, le lanzó una flecha para herirlo, pero el Sol la tomó y con }a misma flecha lo dejó muerto, siguiendo después los otros dioses y muriendo al final Xólotl, el hermano gemelo de Venus, que es a veces la primera y otras la última estrella que desaparece entre los rayos del Sol. Pero como Xólotl, además de ser el dios de los gemelos y por esta misma razón el dios de monstruos, era un extra ordinario hechicero, su muerte no fue tan sencilla, pues se transformó primero en maguey doble que se llama mexólotl, y en el maíz doble y en otras muchas cosas dobles o monstruo sas, y por último se transformó en el axólotl o “ajolote” que vive en el agua, y allí lo mató el Sol.

Pero en el mito azteca de la creación de los soles hay una idea que no encontramos en el libro quiché; la de que este quinto Sol que actualmente nos alumbra también ha de acabar como los otros, y que su fin lo han de causar los terremotos en un día llamado “4. Temblor”.

Esta catástrofe se esperaba que ocurriera precisamente al terminar un siglo indígena de 52 años. Llegada la noche de ese día, se apagaban todos los fuegos en la ciudad y se encaminaban los sacerdotes en procesión, seguidos por el pueblo, hasta un templo que estaba en la cumbre del cerro de la Estrella, cerca de Ixtapalapa. Llegados allí, esperaban hasta la medianoche, y si una estrella, con la que ellos tenían su cuenta, que probablemente era Aldebarán o el conjunto de las Pléyades o “Cabrillas”, pasaba en su curso por lo que ellos consideraban que era el medio del cielo, quería decir eso que el mundo no teminaría, y que el Sol saldría a la mañana siguiente , para combatir contra los poderes nocturnos. Pero si Aldebarán, llamado Yohualtecuhtli, no hubiera pasado del medio del firmamento en esa noche, entonces las estrellas y los planetas, los tzitzimime, habrían bajado a la tierra y convertidos en fieras espantables devorarían a los hombres, antes que los terremotos arruinaran al Sol.

Por eso cuando Aldebarán pasaba el meridiano, se encendía el fuego y con gran alegría se llevaba a los templos locales y de allí a los hogares, indicando en tal forma que los dioses se habían apiadado de la humanidad y le concedían un siglo más de vida.
Nótese cómo el fin de cada época, en la leyenda de los soles, acaece precisamente en un dia que tiene el numeral 4; lo que también sucede con las épocas mayas, pues precisamente la anterior a la actual terminó, según los mayas, con un día de nombre “4. Ahau”, y la época que había precedido a ésta también terminó con otro día que llevaba el mismo nombre.

La mala gente

En La mala gente, obra galardonada con el premio de la Crítica y el premio del Público 2006 del Festival Internacional de BD de Angulema, Étienne Davodeau refiere los recuerdos de sus padres sindicalistas, de la iglesia a la fábrica. Un documento apasionante acerca del mundo del trabajo y la Francia de los años 1950 a 1981.

Étienne Davodeau procede de una región católica y obrera, los Mauges. Sus mismos padres son un ejemplo perfecto de gente cuya educación se ha forjado entre la iglesia y la fábrica, con una temprana voluntad de actuación. Su trayectoria y aspiraciones son las de una Francia en busca de justicia y de progreso social, desde el fin de la guerra a la elección de Mitterrand…

Nació en Anjou el 19 de octubre de 1965. Tras obtener su licenciatura de artes plásticas, Davodeau escribe un guión que se convertirá en 1992 en el primer tomo de la trilogía Les Amis de Saltiel, publicada por Dargaud. Dos años necesita para la elaboración de su siguiente álbum, relato titulado Le Constat, donde se revela plenamente su sentido de la narración. Le siguen Quelques Jours avec un Menteur, Le Réflexe de survie, La Gloire d’Albert, Anticyclone y Ceux qui t’aiment, crónica sarcástica sobre la relación entre hinchas y futbolistas millonarios. En 2001, realiza Rural!, acerca de la vida de una familia de agricultores bio enfrentados a la construcción de una autopista, que recibió el premio de los Verdes y el premio Tournesol 2001 en Angulema. Gracias a este reportaje en cómic, confirmó su decisión –poco frecuente en el cómic- de inscribir el mundo real en lo más profundo de su trabajo. Dicha singularidad, empero, no lo limita en absoluto. Se interesa también por la experimentación narrativa con L’Atelier, y en el cómic infantil (con las aventuras de Max & Zoé, con dibujo de Joub). A principios del 2005, Étienne Davodeau recibió el premio de las Librerías especializadas por Chute de vélo (Ed. Dupuis).
Reseña

Posiblemente esta reseña no fue escrita para ti… porque no fue escrita para los visitantes habituales de Zona Negativa. Incluso podría añadir que, si eres un simple lector de cómics, no es necesario que la leas.

Esta reseña fue escrita para mí y para gente que comparten conmigo un determinado sentido del vivir. Es una reseña que me debía y les debía. Por eso te digo que, si insistes en seguir leyendo, sepas que pisas territorios íntimos, espacios sagrados… y ante ellos espero que sepas del valor del respeto.

La Mala Gente es la historia de una generación, de un territorio, de una manera de crecer y sentir. Explica cómo, al amparo de una Iglesia Católica renovada por los vientos del Concilio Vaticano II, colectivos de obreros sin apenas estudios se descubrieron interlocutores válidos para con el mundo.
Ponent Mon/Davodeau

Ponent Mon/Davodeau

Niños que se hicieron hombres a fuerza de trabajo y fábrica y nada más, que crecían sin crecer, tan sólo enseres de producción, fueron interpelados, preguntados, considerados. Devinieron personas. Intuyeron que podían ser protagonistas de sus vidas… y que sus vidas merecían ser protagonizadas.

La Mala Gente explica el día a día de los incipientes Movimientos de Acción Católica Obrera, allá en Francia. Y cómo, a base de reuniones, actividades y desafíos, sus militantes aprendían de su valor, de su fuerza, de su dignidad.
Ponent Mon/Davodeau

La Mala Gente señala que hay causas por las que luchar, que la injusticia tolerada no es menos injusta, que el poder puede ser inmisericorde. La Mala Gente muestra que la traición es debilidad y que la integridad puede surgir de rincones insospechados.

Y habla de un Dios, una hipótesis, que gusta de estar al lado del agredido, del débil, del que necesita reconocerse valioso. Un Dios Padre que reclama justicia. Un Dios Madre en cuyo regazo hacerse fuertes.
Ponent Mon/Davodeau

La Mala Gente es una obra improbable que ha llegado a existir. Que habla de una gente improbable que también existe. Cristianos de izquierdas, incómodos compañeros de camino, no queridos por nadie salvo cuando conviene usarlos. Y de esta obra improbable, probablemente no pueda hablar con imparcialidad.
Ponent Mon/Davodeau

Ponent Mon/Davodeau

Os puedo decir que me emocionó, que reconocí veraces miles de detalles. Os puedo decir que ocupará un lugar de privilegio en mi recuerdo y que la recomendaré a aquellos que gustan de caminar a mi lado por según qué senderos. Os puedo decir que me sorprendió la naturalidad con la que su discurso se desplegaba, saltando de un tema a otro, haciendo incisos, de manera nada artificiosa, cual anécdota que se explica a un amigo. Pero a buen seguro, explique lo que explique, esta obra sólo os interesará si de alguna manera reconocéis en vuestra vida algo de lo que cuenta.

El maximortal: El superman del 1945

El Maximortal
Escrito por Toni Boix el día 24 Octubre, 2006

Colección: EL DÍA DESPUÉS nº 10
Autor: Rick Veitch
Norma 192 pág – BN – 15 €

Descripción Editorial

Un niño con superpoderes llegado del espacio exterior, dos judíos que sueñan con escribir cómics de superhéroes, un editor sin escrúpulos y un país atrapado en la Segunda Guerra Mundial dispuesto a lanzar la bomba atómica… Ha llegado la hora de que Maximortal, el mayor superhéroe de la historia, se alce sobre la humanidad.

La deconstrucción del mito del superhombre y del negocio editorial de los cómics sirve a Rick Veitch (SWAMP THING, EL UNO) de columna vertebral para idear con EL MAXIMORTAL un nuevo universo de superhéroes, cargado de humor negro y referencias a la historia del cómic, donde todo es demasiado parecido a la realidad.
Reseña

¿Os imagináis a Superman, de niño, subido a hombros de Jonathan Kent? Sí, eso es fácil. Pero, ¿y si os digo que, en plena rabieta infantil, le destroza el cráneo a porrazos?

Y si ahora os digo que la única debilidad del Hombre de Acero no es la kriptonita, sino las heces diarreicas de Jerry Siegel, el creador argumental de sus cómics, ¿qué pensaríais?

¿Creeríais que el fundador de DC Comics era llamado el “Sin Huevos” porque quedó castrado cuando se topó con Clark Kent por primera vez?

¿Sabíais que en verdad la primera bomba atómica no tuvo nada de atómica?

No entendéis nada, ¿verdad? Y es que Maximortal es un cómic con muchas caras. Detalle que obliga a tener que atenderlas todas si realmente queremos hacernos una idea del interés que pueda tener para nosotros lo que explica. Por este motivo, esto serán unas pinceladas locas de algunos de sus motivos argumentales más que no una reseña propiamente dicha. Conviene también decir aquí que Veitch no utiliza nunca exactamente los nombres reales de las personas y personajes en los que se inspira, a pesar de que estos son fácilmente reconocibles en la mayoría de los casos.

Maximortal cuenta la historia de un mundo de verdad en el cual Superman existe realmente. Es decir, un mundo como el nuestro, casi nuestro mundo. Un mundo en el que, por lo tanto, Superman convive con los creadores de su cómic y el primer protagonista de sus seriales cinematográficos. Pero esa misma existencia de Superman lo altera todo. Y nuestro mundo ya no es tampoco propiamente nuestro mundo. Ni en un mundo como el nuestro Superman sería tampoco el de los tebeos. Mucho menos si la historia la explica Rick Veitch. Porque si este cómic tiene aparentes semejanzas, en cuanto a planteamiento e intenciones, con obras como It’s a Bird y Superman: Secret Identity, el tratamiento que le confiere Veitch lo aleja del todo de ellas.

Tres son los ejes principales de este relato:

Cómo ese Superman llega a existir y cómo se relaciona con el mundo que le rodea.

La historia de los comic-books desde que apareciera el Hombre de Acero como primer personaje publicado originalmente en ellos.

El uso de Superman en la Segunda Guerra Mundial y cómo su aparición afectó a la carrera nuclear.

Es por esos derroteros que Veitch desarrolla su propuesta, con una tosquedad en el dibujo que corre pareja a la aspereza del guión en ciertos momentos.

Superman aparece de niño, incapaz de comprenderse a si mismo y de comprender el mundo que le rodea. Desconocedor de su fuerza. Escatológica resulta esa escena, ya mencionada, en la que se pasea montado sobre un Jonathan Kent con el cráneo destrozado. Por no hablar del granero lleno de cabezas humanas, recolectadas cual mazorcas de maíz, que acaba saltando por los aires provocando una lluvia macabra. Un Superman que, evidentemente, acabará en manos del gobierno estadounidense, sin que el gran público sepa de su existencia.

Jerry Siegel y Joe Shuster extrañamente, no obstante, se verán impelidos a contar las historias de un True-Man que vino del cielo y, con él, inaugurarán la producción de material original para los comic-books. Con ellos, asistiremos a las manipulaciones a las que eran sometidos los artistas por parte de las editoriales en aquellos tiempos. Les veremos conocer a Will Eisner y Lou Fine. A Joe Simon y Jack Kirby. Al mismísimo C.C. Beck, creador gráfico del Capitán Marvel. Con Siegel y Shuster sabremos de la evolución de DC Comics y de los tejemanejes de sus editores para sacar de en medio a William Gaines y a sus EC Comics mediante la creación del Comics Code. Y sentiremos en propia carne todo el descrédito de que te sea negada la potestad sobre un personaje que tú creaste.

Mientras, Superman se halla bajo la potestad de J. Robert Oppenheimer, uno de los principales científicos responsables de la creación de la bomba atómica… pero quizás ya es hora de que me calle, y seáis vosotros quienes escojáis si queréis saber el final de esta extraña, desconcertante e incomoda historia.

Aunque si queréis saber más cosas de ella, no dejéis de consultar esta excelente reseña que le hizo Tebeonauta en La Hora de las Tortas.

Contencion

Contención
Escrito por Victor Aguilera el día 24 Octubre, 2006

Edición original: Containment 1 a 5
Guión: Eric Red
Dibujo: Nick Stakal
Entintado: Nick Stakal
Color: Nick Stakal
Publica: Norma, colección Made in Hell nº 35
120 páginas, color, 12 €

Todo el mundo ha soñado con ser astronauta alguna vez en la vida. Ya sea después de haber visto uno de esos documentales donde se nos muestra la belleza del espacio infinito o tras leer alguna historia espacial de los 4 fantásticos, a todos nos ha picado el gusanillo de meternos dentro de uno de esos colosos volantes y ver nuestro planeta desde fuera. Por no mencionar lo de probar el celebérrimo test de resistencia a la fuerza centrífuga. A fin de cuentas, lo peor que te podía pasar es que se te colara en la nave un bichito con aspecto fálico cuyo único fin es reproducirse dentro de tus entrañas. Pero bueno, todas las profesiones tienen sus riesgos.

Bien, después de Contención, se os quitaran las ganas.

La historia, guionizada por Eric Red e ilustrada por Nick Stakalnos pone en la piel de la tripulación del NASA Explorer, una estación espacial con destino a Saturno. Dentro, sus tripulantes duermen plácidamente durante los 30 años que dura el viaje. Pero la Comandante Stark abre los ojos cuando sólo han pasado 26. Eso ya supondría un problema en circunstancias normales, pero la capitana tiene otro más acuciante: uno de los miembros de su tripulación está intentado devorarla. Solucionado ese pequeño inconveniente, se da cuenta de que la mayoría de las cápsulas ya están vacías. Sólo unos pocos siguen dormidos, y sabe que fuera de la pequeña habitación el resto (o los restos) de los que fueron sus compañeros está esperando, agazapado en las sombras, buscando su sangre. Pero no terminan ahí sus problemas. Los zombis han destrozado el sistema de soporte vital, así que sólo les quedan unas pocas horas de oxígeno. Tienen que salir, llegar hasta los sistemas auxiliares, recorrer los estrechos pasillos, sabiendo que detrás de cada esquina unos seres que no están ni vivos ni muertos los acechan hambrientos.

Así comienza la pequeña odisea de estos personajes que tendrán que enfrentarse a una pesadilla claustrofóbica. Los enemigos son muchos, y el peor de ellos no son los zombis. Ante la cercanía de la muerte saldrá a la luz la realidad que esconden dentro de sí mismos: la amargura por lo que han dejado atrás en su búsqueda de gloria, el egoísmo mezquino del que está dispuesto a sacrificarlo todo por salvar el pellejo, o la incapacidad de asumir que los que antes eran amigos, ahora quieren destruirte. Pero también hay lugar para el heroísmo cotidiano, para la necesidad del ser humano de no sentirse sólo, e incluso para el amor.

Publicada originalmente en 5 números mensuales, Norma la publica en un tomo dentro de la colección Made in Hell que recoge este tipo de relatos de terror. En general, la historia resulta corta, muy corta, y quizás los oscuros dibujos de **** que siguen la estela de Templesmith favorezcan a ello, ya que (especialmente desde que se produce un apagón) es complicado diferenciar un escenario de otro, quedando bastante diluida la sensación de progreso de la historia, del que tenemos constancia únicamente por los diferentes encuentros con los zombis que pueblan alegremente la estación espacial. Esto conlleva una narración algo atropellada, que quizás podría haberse evitado con un poco más de tiempo (y espacio). Aún así la obra no puede sacudirse el lastre de ser demasiado parecida a cosas que ya hemos visto muchas veces antes, siendo un trasunto de Alien vs. The Walking Dead, obras que, cada una en lo suyo, son infinitamente superiores a esta Contención.

Ea, me ha quedao una reseña apañaíta, ¿no?

Sustained Reaction y hacer el oso Link interesante, pero en ingles.

Hace unos dias Frank Diaz y Julio Diana empezaron a salir en defensa de Ferrer en un foro en ingles, y ha derivado en una serie de preguntas interesantes hacia mi, y que he tratado de ocntestar en la mejor manera posible.

Viene un nuevo ciclo, y una buena parte del material que escribo en ese link con los nicks LoboGuardian y loboGuardian2, pueden ser interesantes y quiza merecen ser traducidos.

Se los dejo por si les interesa.

Evidentemente, Frank diaz se quedo callado cuando le preguntaron detalles para validar a sus informantes ( inexistentes) y donde estudió.

[url=http://p197.ezboard.com/fsustainedreaction98489newandimproved.showMessageRange?topicID=5032.topic&start=81&stop=88]http://p197.ezboard.com/fsustainedreaction…tart=81&stop=88[/url]

Ya lo pasé a kinam.com.mx

Salvavidas para perros

[url=http://migadget.blogspot.com/2006/10/flotador-salvavidas-para-perros.html]http://migadget.blogspot.com/2006/10/flota…ara-perros.html[/url]

Beatiful people

[url=http://www.bulapictures.com/gallery/coolpeople.html]http://www.bulapictures.com/gallery/coolpeople.html[/url]