De la miseria a la universidad de Harvard

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PABLO SCARPELLINI desde Los Angeles

23 de junio de 2009.- Nunca quiso que sus compañeros supieran que cada noche se buscaba un sitio distinto donde dormir, que se crió entre putas, chulos y drogadictos en Skid Row, el barrio más temido de Los Angeles. Durante años, Khadijah Williams tomó precauciones para no oler mal y que nadie pudiera señalarla. Se centró en hacer sus tareas, en navegar con sigilo por su doble vida. Hasta que pudo levantar la cabeza para contarle al mundo que por fin tendrá residencia fija. La esperan en la Universidad de Harvard.

En Boston tendrá un techo y podrá comer caliente sin escudriñar bolsas de basura ni rebuscar en la parte trasera de los supermercados. Su madre, una vagabunda afroamericana, le dio un curso acelerado de supervivencia callejera, trasladándola de una ciudad a otra cada vez que se ponían feas las cosas, que era casi siempre.

La joven Khadijah, que ahora tiene 18 años, puede presumir de tener un largo expediente académico. Ha estado en 12 colegios en sus 12 años de educación primaria, de motel en motel y de albergue en albergue. Eso si había suerte. Muchos días en la calle. Pero Khadijah tenía un don y perseveró en ir al colegio pese a lo humillante de la situación. Se dio cuenta de su talento en un examen estatal que superó con honores, con mejor calificación que el 99 por ciento de los estudiantes de California.

“Sabía que si quería ser una persona inteligente, debía rodearme de personas inteligentes”, escribía la estudiante en sus ejercicios escolares siendo una niña. “Sentía la rabia por tener que ir por detrás en el colegio, ser objeto de burlas por ser pobre, por ser diferente, por leer demasiado”.

Y es que la pequeña Williams consumía todo lo que agarraba en sus andanzas callejeras, desde periódicos hasta cinco libros al mes, todo con tal de saciar su hambre de conocimientos y mantener el nivel educativo. Con sólo 9 años, los profesores ya sabían que era una niña superior al resto, pero eso no la libró de seguir de centro en centro. Cada vez que cerraban el punto de acogida, había que largarse a otra parte, de San Diego a San Francisco, de punta a punta de California.

Su suerte cambió cuando decidió buscar ayuda. Recurrió a educadores e instituciones de apoyo a estudiantes que le dieron acceso a ordenadores y programas de verano, lo que le abrió las puertas del instituto Jefferson High de Los Angeles. Decidió no moverse más, hiciera lo que hiciera su madre. Necesitaba estabilidad y las cartas de recomendación de gente que conocieran bien su trabajo.

Pese a todo no censura a la mujer que le trajo al mundo. Prefiere no cuestionarse por qué es así su vida, el porqué de las andanzas de su progenitora y qué la llevó a vivir en la calle, a dar a luz cuando sólo tenía 14 años. Opta por destacar lo positivo. “Siempre me dijo que tengo un don y me llamaba Oprah”, cuenta la joven al diario Los Angeles Times.

Después de 12 colegios, de pasar de la droga por las noches, y de viajar en rutas eternas de autobús hacia su educación, a Khadijah la admitieron en 20 de las mejores universidades del país. El viernes pasado se graduó con honores del Jefferson High y pondrá rumbo en breve hacia la costa Este, a Massachusetts para estudiar donde antes lo hicieron Barack Obama, Ban-ki Moon o Natalie Portman.

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