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Pensamiento Nómada
#17

Nietzsche, Sonámbulo del Día (Tercer Capítulo)

(...)A los 16 años Nietzsche escribe, perseguido por el demonio de la melancolía, que nunca lo abandonaría y por un precoz cansancio del mundo:

“Ay, si en mi cansancio del mundo

pudiera volar lejos

y como la golondrina hacia el sur

caminar hasta mi tumba:

el aroma de la tarde de estío alrededor mío,

y cintas doradas.

Aroma de las rosas de las coronas mortuorias

y risas infantiles y discursos”.

La ruta esta prefigurada ya sin saberlo. Hacia el sur para salvarse de la nausea del mundo: “La verdad es que a propósito de todo joven yo acostumbraba a fechar la época de autoconocimiento precisamente en el momento en que éste arrojaba sus poemas al fuego, exactamente como hice yo mismo en Leipzig. ¡Paz también para estas cenizas!”, escribe en 1866. Olvido para estas insignificantes cenizas, pero no para el alma de un hombre que había sellado la apetencia de vida y el gusto de la muerte, consumando una vez más el olvido de la metafísica con un gesto, donde esta rinde homenaje a Platón y exorciza la visión de lo orgiástico cegándose ante lo inevitable del destino.

El cansancio del mundo propio del temple romántico será luego el Daimón de Zaratustra y el Dios escondido, la experiencia primera acerca de la imposibilidad de Dios. “Mi Dios - no Dios (dirá luego Nietzsche) -, es el verdadero signo de la religiosidad”.

De aquella época data el poema que mejor refleja la búsqueda de Nietzsche de una nueva experiencia de lo divino. Helo aquí:

“Una vez más, antes de que me marche

y mis miradas lance hacia el futuro,

vuelvo a elevar en soledad las manos.

Hacia ti, a quien me acojo,

a quien solemnemente he dedicado

altares en mi corazón, en lo más hondo

de él, para que en todo tiempo

tu voz vuelva a llamarme.”

“Sobre ellas arde

profundamente inscrita

esta palabra: al Dios desconocido:

soy tuyo, aunque uno más entre los

malhechores

yo haya venido siendo hasta el momento:

soy tuyo - y los lazos percibo

que en la lucha tiran hacia mi hacia abajo

y, aunque quisiera huir,

me fuerzas a servirte.”

“Desconocido: conocerte quiero

a ti que penetras en mi alma,

que mi alma atraviesas cual borrasca

¡tú, incomprensible, afín a mí!

Yo quiero conocerte, y aún servirte.”

Voluntad de conocimiento y necesidad de absoluto se dan la mano y luchan en la experiencia poética por dar forma a lo informe, es decir, a lo que carece de nombre. Nietzsche abre de un portazo el mundo del desierto propio de la experiencia nómade y con ello, todos los riesgos de la experiencia posmoderna. Por eso Nietzsche sigue siendo el más grande. Es aquí donde aún hoy sigue extraviándose el pensar contemporáneo. Así Colli, a quien no podemos seguir cuando afirma: “Nietzsche poeta no es otra cosa que Nietzsche filósofo, y ni siquiera más esotérico (...), porque dicha poesía se une intrínsecamente a toda la prosa de Nietzsche, y muchas otras cosas en el fondo, es decir, carece en sí de una autonomía expresiva auténtica.”

Creemos sin embargo, que lo que para Colli aparece como un déficit - autonomía expresiva - constituye lo más propio y personal de una experiencia poético filosófica fundante. La poesía no es ya solo expresión, es experiencia de un vacío que constata abismándose allí donde solo se arraiga el pensamiento y por ello, deja detrás de sí y por debajo de sí, el orden del discurso y el de la pura nominación del habla poética. Más cerca de la verdad, Bachelard escribe: “Y, a nuestro juicio, la poética de Nietzsche desempeña precisamente ese papel precursor, prepara la moral nietzscheana”. Pero yerra también cuando pretende fundamentar la autonomía expresiva de la imagen literaria de este modo: “El ejemplo de Nietzsche es notable, puesto que manifiesta una doble vida: la vida de un gran poeta y la vida de un gran pensador. Las imágenes nietzscheanas tienen la doble coherencia que anima - por separado - la poesía y el pensamiento.”

El Nietzsche poeta no es anterior ni viene en ayuda o convive con el Nietzsche filósofo. Ya en 1861 con la seguridad propia de un iluminado, escribe la famosa Carta a un amigo en la que le recomienda la lectura de mi poeta favorito. Cien años antes que Hallingrath reivindica para su tiempo la experiencia y el lenguaje de Hölderlin. “Esos versos - dice - (para hablar únicamente de la forma externa), han brotado de un alma purísima, delicadísima, esos versos que con su naturalidad y orginariedad oscurecen el arte y la elegancia formal de Platón, esos versos que a veces se ondulan con un sublime aliento de odas, y a veces se pierden en los más delicados sonidos de la melancolía (...), el más puro lenguaje sofócleo y con una riqueza infinita de hondísimos pensamientos”. La palabra “melancolía” denota una vez más comunes procedencias de un temple de ánimo con el que más tarde buscaría romper definitivamente Nietzsche. Su profesor escribió para confundir más las huellas del laberinto: “Tengo que dar al autor el amigable consejo de que se apoye en un poeta más sano, más claro, más alemán.”

Hasta los epigramas de la Gaya ciencia, Nietzsche olvida el escribir versos. Nietzsche simplemente olvida. El olvido, lo sabemos, constituye un ejercicio como muchos y los pensadores - Nietzsche lo sabrá mejor que nadie - son duchos en esta tarea. El aforismo lo llevará nuevamente, sin delatar el movimiento de retorno, hacia las fuentes vivas de una cosmovisión poética del mundo, que será siempre musical, porque en todo este tiempo Nietzsche sigue torturado por el ritmo y la melodía y escribe música con bastante frecuencia.

“Él, para pasar el tiempo, una palabra

vacía, contra el cielo disparó,

Y herida por tal flecha en lo alto,

una mujer caída se encontró.”

Confundido por las reacciones de Nietzsche frente al fracaso de una sistémica englobante y totalizadora concepción del mundo, Colli escribe al respecto: “Es notable que este fracaso final, no sea acompañado en absoluto por un aflojamiento, por un estado de depresión, sino que se manifieste, por el contrario, un sentimiento de ligereza; el de haberse sacado de encima un pesado lastre, e, inclusive más exaltación y una euforia irreversible”. Así cree que para acercarnos al poeta falta “una suficiente caracterización de forma y contenido”, justamente allí donde los poemas muestran un estado patológico que presenta las derrotas del pensamiento especulativo como conquistas “mediante una transpropiación aberrante que tiende frenéticamente a rápidas realizaciones literarias”. Allí donde Colli ve un vacío en el que se inscriben rápidas realizaciones literarias, Klossowski ve el modo en que el pensar ha trabajado subterráneamente para liberar el pathos de la visión poética y liberar, en la imaginería de la parodia, las pulsiones dormidas durante mucho tiempo. “Pero esta supresión del mundo aparente - escribe Klossowski - con su referencia al mundo verdadero se traduce por un largo proceso que solo se puede seguir en Nietzsche si se tiene en cuenta la coexistencia en él del sabio y del moralista, más esencialmente, del psicólogo y del visionario; de ahí resultan dos terminologías diferentes, que por su perpetua interferencia forman una trama que no podría deshacerse: la lucidez del psicólogo destructor de imágenes no habrá hecho a fin de cuentas sino trabajar para el poeta, o sea, para la fábula, cuando, al querer estructurar la experiencia vivida del poeta, ese sonámbulo del día, el psicólogo, descubre las regiones en que él mismo soñaba en voz alta.”

Zaratustra - acota Klossowski - “es en cierta forma el astro del que Nietzsche no será más que el satélite, mejor, diría yo, Nietzsche, tras haber desbrozado el camino para el triunfo de Zaratustra permanecerá en retaguardia en una posición de sacrificio en el curso de una retirada victoriosa”. De este modo, el Nietzsche para cuyas imágenes aún el pensar de hoy se muestra remiso, no es sino aquél que da al mito el poder de diferir ampliando el territorio del sueño hacia el momento en que el mundo deviene fábula y el principio de identidad, intensidad y parodia. Dionisios es finalmente el Dios que nos remite a un más allá de la identidad y es sólo intensidad y huella. Paul Valadier ha escrito bellamente: “Mientras el Dios cristiano deja morir a su hijo sin morir él, el Dios Dionisios pasa por la muerte, por ser auténticamente signo, debe querer borrarse y desaparecer. Para permitir de nuevo la afirmación, su presencia debe ser ausencia. Es camino, como lo es el hombre. No contentándose con indicar al hombre el camino, sin él (tras) pasarlo, este Dios pasa y muere verdaderamente.”

A pesar de ello, el discípulo de Dionisios no estará jamás lejos de la tenaz melancolía y de ello dará cuenta Zaratustra, pero mejor aún, los destellos de los Ditirambos Dionisíacos, actos sacrificiales en los cuales el nombre también debe desaparecer, pasar del otro lado, ser puro estado, ser señal, ser pura huella”.

De este temple da testimonio el siguiente fragmento:

“Naves perdidas. Restos esparcidos,

envejecidos soles,

mares del porvenir, inescrutables

cielos. Yo lanzo mi dorado anzuelo

a todo aquel que solitario vive.

Dadle respuesta a la impaciente llama.

Pescad para mi que pesco en las alturas

mi última soledad.”

Conciencia extrema de la crueldad de todo acto creador de destino, Nietzsche vuelve a menudo hacia atrás sus miradas para ver lo que pudo ser y no fue. Los Ditirambos son peones en medio de un campo minado de cadáveres, en el cual el vencedor ya no se reconoce a sí mismo sino por el número de sus victorias y por la fatiga que a veces lo embarga. “¿Acaso anduve mi camino presto - pregunta - puesto que mis pies encuentro fatigados?”.

Fatiga pródiga después de la cosecha, victoria sobre los deseos y sobre la fatalidad; el que va a ser sacrificado canta de este modo:

“En torno mío el juego de las olas

únicamente siento; lo que un día

pesaba sobre mí se ha sepultado

en el azul arcano del olvido.

Detiénese mi barca ya indolente;

carreras, tempestades, los deseos,

las locas esperanzas, sumergido

está todo en el mar, y el alma mía

calma y serenidad han recobrado”.

Serenidad y calma, y atención a la soledad donde va a ser ejecutada la tragedia de quien se atrevió a querer más allá de la voluntad tal como suena, dulcemente ominoso, en este canto:

“Junto al puente me hallaba

hace un momento en la grisácea noche.

Desde lejos un cántico venía:

gotas de oro rodaban una a una

sobre la temblorosa superficie.

Todo, góndolas, luces y la música

ebrio se deslizaba hacia el crepúsculo...

Instrumento de cuerda, así mi alma,

de manera invisible, conmovida,

en secreto cantábase, temblando

ante los mil colores de su dicha

una canción de góndola.

¿Alguien había que escuchase a mi alma?”

En todo momento se trata de dar forma a lo incomunicable, de in-formar lo informe, de seducir la beance (caos o abismo en una de sus posibles traducciones). Nietzsche canta bajo un péndulo fatídico en la hora de suprema tensión y angustia - incit tragoedia - donde la sospecha desdibuja el contorno de las cosas y la luz confunde la sombra del viajero con su cuerpo:

El II canto de la danza de Zaratustra dice:

“Acabo de mirar en tus ojos,

¡Oh vida! Oro he visto lucir

en tus ojos nocturnos,

y ante esa voluptuosidad

han cesado los latidos de mi corazón.

Una barca de oro

he visto brillar sobre las aguas

de la noche, una cabeceante barca de oro

que se hundía,

reaparecía y volvía a hacer señas”.

Y en el final de “Los Siete Sellos”:

“Si alguna vez extendí cielos apacibles sobre



y volé con alas propias,

hacia propios cielos,

si nadé retozando en profundas lontananzas

de luz

Y si una sabiduría alada fue el logro

de mi libertad.”

Victoria de Marcias sobre Apolo en la que el Dio cruelísimo estalla en la fragmentación de Dionisios y en el sacrificio órfico en el cual puede verse poéticamente concebido el juego del mundo como modo en que el espacio se temporaliza:

“Mira, no hay arriba ni abajo,

ve de un lado a otro,

de arriba hacia abajo,

de delante hacia atrás,

tú, que eres ligero, canta,

no hables más!

¿No están hechas todas las palabras para

los pesados?

¿No mienten todas las palabras para

los ligeros?

Canta y no hables más”. (...)

©Oscar Portela, publicado el 07 de Abril

http://www.antropoetica.com/itinerario/a...00055.html

&quot;Ni los muertos estarán seguros si el enemigo gana&quot;<br /><br />W. Benjamin
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