Gerardo Olivares rueda la vida real del niño lobo de Sierra Morena

Fuente: [url=http://www.elperiodico.com/default.asp?idpublicacio_PK=46&idioma=CAS&idnoticia_PK=712266&idseccio_PK=1013]http://www.elperiodico.com/default.asp?idp…dseccio_PK=1013[/url]

OLGA PEREDA
PARQUE DE CARDEÑA Y MONTORO

Marcos Rodríguez Pantoja nació en Añora (Córdoba) en 1946. Conoció el infierno tres años después cuando su madre murió y su padre se volvió a casar con una mujer, que lo maltrató hasta el infinito. Cuando tenía 7 años, su padre lo vendió a un cabrero que vivía en el monte. Un buen día, el cabrero desapareció y Marcos se quedó solo. O no, porque encontró una nueva familia: los lobos, con los que estuvo viviendo doce años en plena Sierra Morena. Comía lo mismo que los animales, cazaba como ellos, vestía con pieles y aullaba. Era salvaje y libre. Y así hasta 1965, año en el que la Guardia Civil lo cazó. Literalmente. Tenía 19 años y le quedaba un suplicio por delante: reinsertarse entre los seres humanos.
El director Gerardo Olivares (14 kilómetros, La gran final) llevará al cine la vida de Marcos, que actualmente vive en un pueblo gallego y ha dado su pleno consentimiento al rodaje. «Yo ya soy persona. Antes era animal. Pero los animales son mejores que las personas», asegura Marcos, un niño metido en un cuerpo de hombre de 64 años.
La película se llama Entrelobos y se está rodando en el corazón del parque natural de Cardeña y Montoro (Córdoba). El plató está instalado en un maravilloso enclave al que solo se puede acceder en vehículo todoterreno. Ahí están, ahora encerrados detrás de una amplia valla, cuatro lobos ibéricos criados en cautividad pero no amaestrados.
El director advierte de que Entrelobos no es un documental sobre la vida de Marcos. «Es una película de ficción con la que intentamos devolverle la dignidad», sostiene. La cinta, en la que el Marcos real tendrá un pequeño papel, no abarca la reinserción en la sociedad del niño lobo, algo que Truffaut ya contó en El pequeño salvaje (1970). Olivares ha optado por centrarse en los años en los que el chaval vivió en plena naturaleza. «Lo que me interesa es contar cómo Marcos sobrevivió gracias a los lobos, cómo los animales se convirtieron en su familia», apostilla.
Al analizar la vida de Marcos, la primera pregunta es obvia. ¿Cómo nadie le vio en 12 años? La respuesta, a cargo del cineasta cordobés, es inquietante. «Él huía cuando veía a una persona. No quería ningún trato humano porque pensaba que le devolverían con su madrastra, que le daba unas palizas brutales».

APRENDIENDO A AULLAR / Juanjo Ballesta, que conquistó un Goya por su papel de niño maltratado de El Bola (2000), da vida a Marcos. El actor madrileño aprendió euskera para rodar La casa de mi padre (Gorka Merchán, 2009) y para Bruc (filme que todavía no se ha estrenado y en el que da vida al timbaler del Bruc) hizo lo propio con el catalán. Para Entrelobos ha aprendido a aullar. Y lo demuestra: «Se hace así, de flojo a fuerte. ¡Auuuuuuu!». «Admiro a Marcos. Es un hombre sin maldad», añade el joven intérprete.
Toda película debe tener un malo malísimo. En Entrelobos, el título lo ostenta Carlos Bardem, que interpreta al capataz del señorito del pueblo y la persona encargada dar caza a Marcos. Su personaje tiene entre ceja y ceja a un maquis (Álex Brendemühl) que será una de las pocas personas que tengan contacto con el niño lobo. «Entrelobos es una maravillosa película que mezcla las aventuras con el wéstern. Está llena de belleza, alegría y miedo», explica Bardem mientras se limpia las manos de tinta roja (acaba de rodar la escena de una cacería de lobos).
Sancho Gracia (el cabrero), Luisa Martín (la maltratadora madrastra) y Dafne Fernández (la joven Pizquilla) completan, entre otros, el reparto de la película, que se estrenará en noviembre y que ha costado 4,5 millones de euros, un auténtico dineral para Wanda Visión, una productora y distribuidora acostumbrada a pequeñas producciones. «Tengo un nudo en el estómago. Un presupuesto así supone mucha responsabilidad», reconoce Olivares. Mientras, el productor, José María Morales, le acaricia la espalda y le dice que no hay nada que temer, que la película es un peliculón.
Ahora, lo que hay que hacer es comer el arroz campero que han preparado unos vecinos del pueblo para los actores y el resto del equipo. Después, a seguir rodando. H

Comments are Closed