GUERRA DE LOS MUNDOS

GUERRA DE LOS MUNDOS
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A propósito del reciente estreno de Guerra de los mundos, la última película de Steven Spielberg, les ofrecemos un repaso por la obra de H.G. Wells y su traducción a otros medios de expresión artística.

Es difícil encontrar un autor de ciencia-ficción más influyente que H.G. Wells (1866-1946). Sus textos aparecieron a finales del siglo de las invenciones, el XIX, y cautivaron a un gran número de lectores de periódicos de circulación masiva. Durante la época de las revistas pulp (décadas del 20 y del 30 del siglo pasado), fueron reeditados en revistas como Amazing Stories, marcando el camino de lo que los autores de ciencia-ficción harían en buena parte del siglo XX. La máquina del tiempo, la invisibilidad, la antigravedad, son algunos de los temas que popularizó Wells.

Y por supuesto, la invasión alienígena. La guerra de los mundos apareció en 1898 y tuvo un enorme impacto en el artista brasilero Henrique Alvim Corrêa (1876-1910). Radicado en Bélgica, Corrêa produjo decenas de originales aprobados por Wells para ilustrar una edición especial de 1906. Fue, tal vez, el mejor intérprete de la obra, superando al inglés Warwick Globe y al estadounidense Frank R. Paul. Wells afirmaba que Corrêa era su favorito. ¿Comienza allí el trásito por diferentes medios de La guerra de los mundos?

Cuando Orson Welles realiza su versión radiofónica en 1938, las historias de guerra no eran muy populares en Europa -debido a los traumas originados por la Primera Guerra Mundial-, pero sí eran consumidas en los Estados Unidos. También en 1898, aparecerían Fighters from Mars: The War of the Worlds in and near Boston y Edison’s Conquest of Mars, de Garrett Serviss, donde Edison creaba la tecnología que llevaba la guerra a Marte. La versión de Welles es sólo otra actualización del original y el máximo ejemplo de las parodias que eran entonces comunes en la prensa estadounidense -como «The Great Balloon Hoax» de Poe (1846), por ejemplo-. En 1996 aparecería la antología de cuentos War of the Worlds: Global Dispatches, que globalizaba el conflicto a través de la mirada de grandes figuras como Albert Einstein y Jack London, pero narrado por autores contemporáneos. El hecho de que lo global de esa colección editada por Kevin J. Anderson se resuma sólo a autores norteamericanos, me llevó a escribir «A Vitória dos Minúsculos» (1997), cuento en el que el escritor brasilero Machado de Assis narra la invasión marciana en Río de Janeiro.

No sorprende, entonces, que Steven Spielberg recurra al clásico de Wells para cerrar su trilogía sobre alienígenas iniciada con Encuentros cercanos del tercer tipo (1977) y ET, el extraterrestre (1982). La elección pone en evidencia los cambios en la mentalidad del cineasta y del público, que pasa del deseo del contacto o la simpatía por el extraño amenazado por la frialdad tecnocrática, a la agresión sin posibilidad de diálogo. Los invasores no vienen ya de Marte, la ciencia ha demostrado que es un mundo estéril.

Alusiones al 11 de septiembre aparecen en esa nieve color ceniza que queda después de la desintegración de los seres humanos, y en las máquinas de guerra, subterráneas como las «células terroristas latentes» que se supone que todavía existen en los Estados Unidos.

El héroe con aspiraciones intelectuales de la novela es sustituido por un norteamericano común, interpretado por Tom Cruise. El científico de la película de 1953 (la dirigida por George Pal), se transforma en apenas un interesado por la mecánica de los automóviles, símbolo de un medio de movilidad destruido por la invasión. El film sigue acertadamente los pasos de la trama original, en especial en el diálogo en el sótano con el personaje del Artillero (así llamado en el libro original). Interpretado por Tim Robbins, en la película es un hombre que inútilmente sueña con contraatacar a los alienígenas: ¿caricatura del belicismo exagerado del gobierno de Bush? En el libro, el personaje es un fiel retrato del militar imperial británico, del que el héroe huye para abrazar el destino común de la humanidad, cualquiere que éste fuese.

El libro de Wells exige dos interpretaciones: la crítica descarnada al colonialismo que «chupaba la sangre» de los pueblos colonizados, y el ataque cruel a las ilusiones de seguridad de la especie humana. La película se concentra en la segunda interpretación, cabalmente representada por la sollozante hija del protagonista (Dakota Fanning). Hacia el final, el héroe abandona la locura armada y se une al destino común de la humanidad, que en la visión de Spielberg es el reencuentro de la familia. Si nuestro deseo de seguridad es infantil, el deber de proveerla es una de las características de la civilización.

Traducido por Horacio Moreno

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