Judy, prisioera de guerra y heroína nacional

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El soldado británico Frank Williams tenía apenas 20 años cuando estalló la Segunda Guerra Mundial y se unió a la Real Fuerza Aérea en calidad de piloto. Fue enviado a Singapur donde poco después fue tomado prisionero por los japoneses y pasó 3 años y medio detenido en las selvas de Malasia. Este campo de prisioneros se encontraba en un terreno inhóspito, en medio de anegados arrozales, donde para sobrevivir él y sus compañeros tenían que cazar serpientes para comer ya que el trato y la alimentación eran deplorables. Además fueron forzados a trabajar construyendo los rieles de un ferrocarril en medio de la selva y bajo condiciones hostiles.

La mayoría de prisioneros murió debido a enfermedades tropicales, picaduras de víboras y a la pésima alimentación a la que fueron sometidos por sus captores. Entre esos pocos sobrevivientes se encontraba Frank Williams. Al poco tiempo fueron trasladados a otro campo de prisioneros en Sumatra. En este nuevo lugar, el soldado Williams se percató de que todas las noches llegaba sigilosamente un perro flaco y hambriento a robar comida. Frank le compartió de su ración que apenas consistía en un puñado de arroz hervido, y fue cuando se dio cuenta que “era una perra” de raza pointer, a la cual puso el nombre de “Judy”.

Ya luego se enteraría de que Judy también era una sobreviviente, pues había sido mascota de un barco de guerra inglés que fue hundido por los japoneses, y que estuvo entre los afortunados que lograron salvarse, pero que a todos los soldados los habían hecho prisioneros y la pobre perra había quedado desamparada y sola.
El soldado Frank la adoptó como suya aún contrariando las órdenes de sus captores, quienes no veían con buenos ojos a la perra, ya que era evidente que ésta sentía aversión hacia los japoneses y no dejaba de ladrarles y gruñirles cuando se acercaban demasiado a los ingleses. Frank tuvo que persuadir al comandante del campamento para que ponga a Judy en la lista de prisioneros, lo que le daba cierto estatus y protección, porque temía que algún momento sea disparada por uno de los guardias que la odiaban. El mejor momento para convencerlo fue una noche en que el comandante estaba borracho, situación que Frank aprovechó para hacerle firmar los papeles. Judy era ahora una prisionera de guerra. De hecho es el único animal en la historia que ha recibido ese estatus.

Muchos de los soldados ingleses salieron con vida de la selva de Sumatra gracias a Judy, ya que la noble perra era especialista en alertarlos cuando se acercaba algún alacrán o serpiente. En cierta ocasión alertó con sus ladridos a los guardias y prisioneros sobre la presencia cercana de un tigre, y hasta se ganó una gran herida al evitar que ingrese un caimán de un pantano cercano al campo de prisioneros.
Era muy inteligente y lograba entretener a los guardias cuando se aprestaban a castigar y golpear a los soldados capturados.
En junio de 1944 los prisioneros son trasladados a un barco para que los lleve a otro campo en Singapur, y se suponía que Judy no estaba en la lista, por lo que Frank Williams la escondió en una mochila y logró dejarla en la bodega del barco junto a los sacos de arroz, donde la perra se mantuvo sin llamar la atención.

Cuando apenas emprendían el viaje, el buque fue torpedeado y Frank logró ponerla a salvo rompiendo una escotilla de 30 cm por donde la arrojó al mar. Era el segundo naufragio de Judy. Hubo testigos que vieron a la perra aferrada a un trozo de madera y agonizante.

Frank Williams que estaba entre los sobrevivientes, había perdido la esperanza de volver a verla, y escribió en sus memorias:

” …regresamos al campamento al tercer día del naufragio, y un perro flaco se me posó en los hombros. Estaba todo cubierto de combustible y sus viejos ojos cansados destellaban, era Judy.”

Desde que regresó del naufragio, Judy no volvió a ser la misma. Ya no era dócil con nadie y se había convertido en un animal astuto que sólo obedecía a su instinto de supervivencia. Se volvió cazadora y se alimentaba de yuca, gusanos, monos y serpientes. Se volvió más agresiva con los guardias por lo que fue condenada a muerte. En un último intento por salvarle la vida, Frank la liberó en la jungla porque sabía que su instinto la haría sobrevivir. Los japoneses jamás la pudieron enc :offtopic:ontrar para matarla.
Frank y Judy se encontraban a escondidas entre la maleza mediante silbidos que él hacía cuando podía alejarse un poco de los guardias. Así se mantuvieron hasta su liberación en 1945. Irónicamente, siendo ya libre, Judy tuvo que viajar hasta Liverpool escondida en la cocina del barco, debido a las leyes inglesas de cuarentena.

Tras pasar seis meses en cuarentena, Judy se convirtió en una heroína nacional y la noticia de que iba ser condecorada con “La Cruz de la Victoria”, dio la vuelta al mundo. Fue condecorada en 1946 en una ceremonia especial que le organizaron los ex prisioneros de guerra. En el collar de la condecoración puede leerse:

“Por su magnífico valor y resistencia en los campos de prisioneros japoneses, contribuyendo así a mantener la moral de sus compañeros de prisión y por salvar la vida de muchos con su inteligencia y vigilancia.”

Pero las aventuras de Judy no terminaron ahí. Poco después Frank aceptó un trabajo en el continente africano y se la llevó con él. El 10 de mayo de 1948, Judy volaba al África hacia una nueva vida con su amigo piloto.

Después de dos años en el continente africano disfrutando de su nueva libertad, un día sorpresivamente Judy desapareció. Frank la buscó de casa en casa en la aldea de Tanganika donde vivían, hasta que encontró débil y enferma en la choza de un nativo. En el campamento le fue diagnosticado un tumor maligno, por lo que la pobre Judy debió ser sacrificada para que ya no sufra más.

Sobre su tumba Frank construyó un monumento de granito donde reposa una placa de bronce con los detalles de su valiente vida. Fue el último gesto de amor y respeto que pudo ofrecerle Frank a su leal mascota.

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