EL FINAL DE LA METAFÍSICA

EL NIHILISMO EUROPEO
Martin Heidegger
Traducción de Juan Luis Vermal, en HEIDEGGER, M., Nietzsche II, Ediciones Destino, Barcelona, 2000.

EL FINAL DE LA METAFÍSICA

Para comprender la filosofía de Nietzsche como metafísica y delimitar su lugar en la historia de la metafísica, no basta con explicar historiográficamente como «metafísicos» algunos de sus conceptos fundamentales. Debemos comprender la filosofía de Nietzsche como metafísica de la subjetividad. También respecto de este título, «metafísica de la subjetividad», vale lo que se dijo sobre la expresión «metafísica de la voluntad de poder». El genitivo tiene el doble sentido de genitivus subiectivus y genitivus obiectivus, expresiones en las que las denominaciones subiectivus y obiectivus tienen y adquieren un significado fuerte y estricto.

La metafísica de Nietzsche y por lo tanto el fundamento esencial del «nihilismo clásico» se pueden definir ahora con mayor precisión como metafísica de la incondicionada subjetividad de la voluntad de poder. No decimos simplemente «metafísica de la incondicionada subjetividad» porque esta determinación vale también para la metafísica de Hegel, en la medida en que es la metafísica de la incondicionada subjetividad de la voluntad que se sabe a sí misma, es decir del espíritu. Correspondientemente, el modo de la incondicionalidad se determina en él desde la esencia de la razón que es en y por sí, a la que Hegel piensa siempre como unidad de saber y voluntad, y nunca en el sentido de un «racionalismo» del mero entendimiento. Para Nietzsche, la subjetividad es incondicionada como subjetividad del cuerpo, es decir de las pulsiones y los afectos, es decir de la voluntad de poder.

En cada una de estas figuras de la subjetividad incondicionada la esencia del hombre se integra en un papel diferente. De modo general y permanente, la esencia del hombre está fijada a lo largo de la historia de la metafísica como animal rationale. En la metafísica de Hegel, la rationalitas, entendida de modo especulativo-dialéctico, se vuelve determinante para la subjetividad; en la metafísica de Nietzsche, la animalitas (animalidad) se convierte en hilo conductor. Consideradas en su unidad histórico-esencial, ambas llevan la rationalitas y la animalitas a una validez incondicionada.

Por lo tanto, la esencia incondicionada de la subjetividad se despliega necesariamente como la brutalitas de la bestialitas. Al final de la metafísica se encuentra la proposición: homo est brutum bestiale. La expresión nietzscheana de la «bestia rubia» no es una exageración ocasional sino la caracterización y la consigna de un contexto en el que estaba conscientemente, sin llegar a captar sus referencias histórico-esenciales.

En qué medida, sin embargo, la metafísica, pensada desde la situación comentada, está, en su esencia, acabada, e histórico-esencialmente, en su final, es algo que requiere una discusión propia.

Aquí sólo insistiremos nuevamente en lo siguiente: hablar del final de la metafísica no quiere decir que en el futuro no «vivirán» ya hombres que piensen de modo metafísico y elaboren «sistemas de metafísica». Aún menos quiere decirse con ello que la humanidad en el futuro no «vivirá» ya basándose en la metafísica. El final de la metafísica que se trata de pensar aquí es sólo el comienzo de su «resurrección» bajo formas modificadas; éstas dejarán a la historia en sentido propio, a la historia ya pasada de las posiciones metafísicas fundamentales sólo el papel económico de proporcionar los materiales con los que, correspondientemente transformados, se construirá de «nuevo» el mundo del «saber».

Pero ¿qué quiere decir entonces «final de la metafísica» ? Respuesta: el instante histórico en el que están agotadas las posibilidades esenciales de la metafísica. La última de estas posibilidades tiene que ser aquella forma de la metafísica en la que se invierte su esencia. Esta inversión es llevada a cabo no sólo efectivamente sino también a sabiendas, aunque de manera diferente en ambos casos, en la metafísica de Hegel y en la metafísica de Nietzsche. Este ejercicio a sabiendas de la inversión es, en el sentido de la subjetividad, la única inversión real que le es adecuada. El propio Hegel dice que pensar en el sentido de su sistema quiere decir hacer el intento de estar y caminar cabeza abajo. Y Nietzsche ya en época temprana designa a toda su filosofía como inversión del «platonismo».

El acabamiento de la esencia de la metafísica puede ser, en su realización, muy imperfecto y no precisa excluir que sigan existiendo las posiciones metafísicas fundamentales habidas hasta el momento. Lo verosímil es que se llegue a un cómputo de las diferentes posiciones metafísicas fundamentales, de sus diversas doctrinas y conceptos. Pero este cómputo, nuevamente, no sucede de modo arbitrario. Es dirigido por el modo de pensar antropológico que, no comprendiendo ya la esencia de la subjetividad, continúa la metafísica moderna aplanándola. La «antropología» como metafísica es la transición de la metafísica a su forma última: la «cosmovisión».

Queda por decidir, sin embargo, la cuestión de si, y cómo, todas las posibilidades esenciales de la metafísica son abarcables de manera concluyente. ¿No podrían acaso quedar reservadas para el futuro posibilidades de la metafísica de las que nosotros no tenemos ninguna idea? En efecto, no estamos nunca «por encima» de la historia, y menos que nada «por encima» de la historia de la metafísica, si es cierto que es el fundamento esencial de toda historia.

Si la historia fuera una cosa podría aún resultar convincente que se exigiera estar «por encima» de ella para poder conocerla. Pero si la historia no es una cosa, y si nosotros mismos, al ser de modo histórico, somos también ella misma, el intento de estar «por encima» de la historia es quizá una aspiración que jamás podrá alcanzar el lugar desde donde tomar una decisión histórica. Presumiblemente, la meditación sobre la esencia más originaria de la metafísica nos conduce a la cercanía del lugar de tal decisión. Esta meditación es equivalente a la intelección de la esencia del nihilismo europeo según la historia del ser.

Martin Heidegger

« (Previous Post)

Comments are Closed