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Cuando nosotros éramos pequeños los profesores eran lo máximo. Si te castigaban, lo comentabas en casa y muy probablemente aún te llevabas una leche extra. Ahora los niños – y en la historia que os voy a contar ya no tan niños – son como niños burbuja, piedras preciosas o delicados gorrioncillos. Los padres te piden explicaciones y te amenazan con represalias por haberles castigado, porque se aburren en clase o porque les confiscaste el teléfono móvil con el que jugaban en clase. El colmo de esta protección, condimentado con un pelín de una enfermedad mental llamada PARANOIA, está ilustrado en esta historia real, que sucedió este mes pasado en La Coru.

Una chavalita de tercero de la ESO – a ver, purilos, eso al cambio viene siendo primero de BUP, unos 13 años – suspende ONCE asignaturas (parece imposible, pero se puede). Desesperada, elabora un boletín falso en el que sólo suspende una y lo entrega en casa. Cuando el colegio le llama a casa para hablar del desastre, llega la madre y descubre el pastel.
– ¿Cómo que 11 suspensos? No es posible. Mi hija sólo suspendió una, he visto las notas.
– ¿Cómo? No, no. Mire usted. 11 suspensos. Estos son los exámenes.
– Esto es mentira.
– ¿Ein?
– Si mi hija dice que sólo ha suspendido una es que sólo ha suspendido una. Están mintiendo.´

La desquiciada quijótica ha incluso denunciado a ese centro hablando de complot y falsificaciones de exámenes por parte de los profesores en una conspiración que de ser cierta sería realmente maligna. Y mientras tanto, la niña, empieza a meditar sobre qué es el mundo. Puede hacer lo que le salga de los huevos que la madre la defenderá a morir pase lo que pase. Mmm…tantas posibilidades…