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Tambien son polifaceticos.

Sin ‘rastas’ no hay paraíso
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Mochilero en un hostal peruano. | Y. J.
5 de Mayo de 2009.- Centenares de jóvenes europeos, norteamericanos y sudamericanos recorren cada año la ruta turística de América Latina viajando de un país a otro con la mochila a cuestas. Ya hace seis meses que yo también inicié ese camino pensando que era original. ¡Qué equivocada estaba! Veo que nos reproducimos como champiñones por estas tierras y todos terminamos haciendo lo mismo en idénticos lugares. Aunque el ‘buen mochilero’ dice huir de ‘lo turístico’ como si visitar los lugares más bonitos contagiara la gripe porcina. Él es diferente, él es genuino. Su marca de identidad es que tiene ‘rastas’ o aspira a hacérselas o asegura que en algún momento de su vida las tuvo.

Pero no todo son rastas, mochila y frases típicas. Hay otros detalles que pueden ayudar a identificar al mochilero como las pulseras de macramé, los pantalones de colores y alguna prenda adquirida en el mercado local del país de turno, especialmente hecha para turistas, por mucho que queramos pensar que es ropa realizada por ellos y para ellos y que colaboramos con su economía local disfrazándonos como auténticos payasos. Estas características dan la idea equivocada de que somos todos iguales y no es así. Aquí tienes una lista de los subgrupos dentro del gran grupo:

– El ‘hippie’: No te preocupes que no tienes que identificarlo a través de mi descripción. Este tipo se presenta como hippie y trata de comportarse como un hippie hablando del amor, de la paz, de la marihuana y sus múltiples virtudes. Después de tanta tolerancia y buen rollo te sorprende con un discurso en el que muestra su odio hacia al resto de mortales que no entiende sus argumentos y acepta vivir dentro del sistema. Suele tocar algún instrumento y, si no tienes la mala suerte de que esté hospedado en tu hotel, hasta te alegras de conocer a un músico principiante.

– El ‘artesano’: Cuando el dinero empieza a menguar en la cuenta del viaje siempre hay una opción: hacer artesanías de macramé. Este tipo absorbe las técnicas de los verdaderos artesanos y los dejan ‘compuestos y sin novia’. Forma parte de la nueva y abundante competencia para los trabajadores locales. La mayoría intenta aprender también algo de malabares y encaja perfectamente en la primera categoría: el hippie.

– El ‘rata’: Malos cálculos económicos antes de iniciar el viaje han generado un subgrupo difícil. Éste debió pensar que en América Latina era todo gratis o que acá se podía vivir con un euro al día. Suele moverse en grupos grandes, se cuela en los parques nacionales, alquila un coche con otros siete ‘ratas’ y siempre cocina en el hostal o albergue, depende de lo que sea más barato. También se le ha visto caminando en la oscuridad de la noche, lloviendo y cargado con la mochila pateándose la ciudad entera buscando un lugar para dormir que le permita ahorrarse diez céntimos.

– El ‘deprimido’: Esta categoría está muy unida a la anterior. No tiene mucho dinero pero en vez de ser un ‘rata’ y dejar en paz al resto del personal, se pasa todo el día quejándose y llorando por lo carísimo que es este continente. El deprimido debería haber empezado el viaje por Canadá o EEUU.

– El ‘buena onda’: Al principio, contagia con su buen humor y su alegría desmedida. Después, puede llegar a cargar. Da gracias constantemente por la posibilidad de estar viajando y es capaz de enfadarse si observa a alguien serio a su alrededor. Mucho cuidado con este tipo de mochilero que puede aparecer, sin avisar, en cualquier categoría de esta lista. ¡No todo va a ser hablar, llorar o ahorrar!

– El ‘aprovechado’: En todos los lugares tiene que haberlos. Aspira a ser una mezcla del ‘hippie’ y del ‘buena onda’, sólo que termina cabreando a todo el que se acerca. Viaja libre, sin responsabilidades y, por supuesto, sin dinero. Al principio me preguntaba intrigada cómo sobrevivía este subgrupo. Huye si te encuentras con uno porque el secreto es simple: viven de los demás.

– El ‘lonely-planetero’: No se mueve sin su biblia: la guía de viajes. Hotel, buses, agencias… Todo tiene que ser una recomendación del libro sagrado. No suele mezclarse con la gente local y vive en un constante estado de pánico: si lees la Lonely Planet entenderás de que hablo. La guía ha convertido a casi todos los latinoamericanos en timadores, ladrones o asesinos; en cualquier lugar acecha el peligro. El ‘lonely-planetero’ viaja acojonado y nunca, jamás, bajo ningún concepto, se sale de la ruta marcada por la guía. Predecible y cobarde, pero una fuente de información adicional para cualquier viajero de otra categoría.

– El ‘energético’: Es aquel que asegura sin pestañear que lleva un mes parado en un lugar porque las energías fueron propicias. Conoce a gente interesante cuando la energía es positiva y chusma cuando se vuelve negativa. Su filosofía suele basarse en la imposición del bolsillo: viaja sin un céntimo y espera que las energías lo lleven de un lugar para otro.

– El ‘guarro’: A este se le identifica por el olor. A veces las exigencias del camino te privan de la ducha diaria, pero de ahí a castigar al resto con un profundo desprecio por la higiene personal existe un trecho largo. Esta categoría confunde ser ‘hippie’ con ser un auténtico cerdo.

– El ‘gigoló’: Viaja para ser el terror de las ‘nenas’. Su objetivo es colarse entre tantas faldas como países. Cansa su discurso repetitivo sobre sí mismo, se considera un trotamundos seductor, y su invariable técnica de ataque. Ninguna mujer está a salvo si el ‘gigoló’ está cerca.

– El ‘pijo’: Por último, pero no menos importante, está el ‘pijo’, que también existe entre los mochileros. Sabe que cuando regrese a Europa o a Norteamérica (en esta modalidad no hay latinoamericanos) disfrutará mucho contando el viaje a sus colegas, pero aquí está viviendo un auténtico infierno. Hay lugares que huelen mal, duchas sin agua caliente, váteres sin cisterna y mucha, demasiada, gente pobre.

Mentiría si dijera que me aburro sudando por América.