Segundo Arcano

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Algo de las Lineas de trabajo

En la primera líne, el trabajo escencial s el estudio de la enseñanza, el estudio de uno mismo, la observaciñon de uno mismo, y en el trabajo se debe mostrar cierta iniciativa respecto a sí mismo.

En la segunda línea se participa de un trabajo oganizado, donde cada uno hace sólo lo que se le indica. Aquí no se exige y nisiquiera se admite iniciativa alguna. Lo esencial es la disciplina; se trata de conformarse exactamente con lo que se os dice, sin dejar intervenir la menor idea personal, aun si ésta parece mejor que las que han sido dadas.

En la tercera línea se puede de nuevo manifestar cierta iniciativa, pero se debe siempre ejercer un control sobre sí y no permitise tomar decisiones contrarias a las reglas y principios, o contrarias a lo que se ha sido indicado

LA PSICOLOGIA TRANSPERSONAL Y LA FILOSOFIA PERENNE, KEN WILBER

LA PSICOLOGIA TRANSPERSONAL Y LA FILOSOFIA PERENNE, KEN WILBER
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Por: Carlos Macías Vences

Introducción :

La psicología se divide en tres grandes escuelas o corrientes. La primera es la escuela psicoanalítica surgida a finales del siglo XIX y fundada por el neurólogo vienés Sigmund Freud. Se basa fundamentalmente en el descubrimiento de la mente inconsciente y de la pugna que se establece entre las pulsiones infantiles y las exigencias sociales. De la resolución de esta es que se integra la personalidad. La tesis de Freud se puede sintetizar en la frase: “Infancia es destino” en la que revela el carácter profético que le da a los primeros años de vida.

La segunda escuela es el Conductismo impulsada por el psicólogo estadounidense Frederick Skinner. Esta surge como una postura crítica al psicoanálisis al cuestionar la “solidez” de la evidencia psicoanalítica. El conductismo crea un modelo científico más positivista argumentando que lo único realmente “observable” de la psique era la conducta y su origen residía en las estímulos que la originaban.

Estas dos corrientes se podrían clasificar juntas como teorías deterministas, ya que ambas están basadas en un modelo de causa y efecto, en donde se explican las reacciones humanas como “mecanismos” sin contemplas aspectos como la libertad o la espiritualidad de los seres humanos. Otro rasgo de las teorías deterministas es que al igual que las demás teorías que se generaron dentro de la modernidad, son ateas y por lo mismo no contemplan un para qué de la existencia humana o de lo que le acontecía. En el conductismo el gran objetivo de la existencia es adaptarse sin reparar en la circunstancia en la que esto sucede, y el psicoanálisis contempla en la compulsión a la repetición una especie de condena patológica que no tiene otro sentido que atraparnos en las vivencias infantiles.

La Tercera escuela de psicología es conocida como humanismo. Esta difiere de las dos anteriores ya que no es creada por un autor que después tiene seguidores o discípulos que continúen con sus investigaciones, si no que alrededor de los años 40’s y 50’s en diferentes lugares surgen personas que llegan a consideraciones similares. Algunas de estas son la preocupación por los aspectos que las teorías deterministas habían dejado fuera como la libertad, la responsabilidad, la espiritualidad y el sentido de la vida. Autores como Jung, Rogers, Fromm, Maslow, Frankl y otros versan sobre la importancia de retomar el estudio del ser humano visto más allá de sus mecanismos. Y contemplando como objeto central de estudio el aspecto esencial de la humanidad.

De aquí es de donde se desprende lo que hoy conocemos como cuarta fuerza de psicología o psicología transpersonal. Dedicada fundamentalmente a estudiar el aspecto trascendente del ser humano. Algunos autores como Carl Jung inician como discípulos del psicoanálisis y se topan en sus investigaciones con aspectos que no podían explicar desde este encuadre teórico por lo que se hace necesario ir más allá de los modelos preestablecidos e incursionar en esferas que hasta ese momento pertenecían a otras disciplinas como las religiones o el esoterismo. Otros autores inician con la convicción de que las teorías hasta entonces existente dejaban fuera aspectos fundamentales del ser humano sin los cuales no era posible entender realmente a las personas, así Viktor Frankl insiste en que la vida debe tener un para qué, y ese para qué solo se puede explicar entendiendo que el se humano es colocado en la vida con una misión de la que tendrá que dar cuenta a una instancia creadora en algún momento, incluso después de su muerte.

En un principio a aquellos estudios de aspectos transpersonales se les denominó como parapsicología, ya que el estudio de estos fenómenos rebasaban lo que la psicología comprendía, sin embargo el surgimiento de una nueva ciencia, la física cuántica, vino a traer nueva luz sobre estos fenómenos. La ciencia positivista consideraba que la persona estaba flanqueada por dos límites fundamentales. Uno era el tiempo que tenía dos claras fronteras, una el nacimiento y la otra la muerte. Estas dos enmarcaban lo que era observable científicamente como existencia, antes o después de estos momentos no eran objeto de estudio de ninguna ciencia positivista ya que no era perceptible algo por los métodos reconocidos. El segundo límite de la persona era su piel, desde la función de ser la capa envolvente que establece una frontera entre el interior y el exterior del ser humano, fuera de la piel ya no era la persona, sino el “exterior”, y por lo tanto ajeno al estudio de la psicología. La física quántica demostró la relatividad del tiempo y la inexistencia de la materia y por lo tanto lo relativo que era nuestra comprensión del ser humano, pero también de la realidad en su conjunto. Con esto se colapso el paradigma de la ciencia experimental positivista y surgió uno nuevo denominado fenomenología. Occidental miro a oriente y encontró en las antiguas cosmovisiones enormes coincidencias con lo que comenzaba a descubrirse con la nueva ciencia.

La física Quántica vino a comprobar científicamente lo que las antiguas tradiciones ya sabían, los límites temporales y espaciales del ser humano son ilusorios y por lo tanto la existencia necesariamente también va más allá de estas dimensiones. Con estas revelaciones cobra fuerza la tesis de la psicología transpersonal que contempla al hombre como a un ser que trasciende estas dos dimensiones de la existencia material. Por lo tanto un ser trascendente, que está aquí con un fin superior a la mera existencia en este plano.

La psicología transpersonal, también contempla un nuevo método, la fenomenología, basando su estudio en la conciencia.

La diferencia central entre la ciencia positivista y la fenomenología radica en que en la ciencia el camino a la verdad se podría sintetizar en la frase “ver para creer” refiriéndose, evidentemente, a la comprobación indispensable del método científico. Mientras que la fenomenología podríamos representarla en el enunciado inverso: “creer para ver”. Con este tipo de aproximaciones el hombre regresa a lo que la ciencia positivista abandonó, el estudio de la conciencia como instrumento de conocer. Y partiendo de la premisa de que la modificando la conciencia se modifica también el resultado de la observación, por lo que ahora el camino del conocimiento, no es un camino de la observación de los acontecimientos exteriores, si no uno de la modificación de la conciencia con que uno observa esos acontecimientos.

Uno de los autores más representativos de la psicología transpersonal y considerado como una de las mayores autoridades en el estudio de la conciencia, hoy día, es Ken Wilber, quien a través de estratificar los diferentes niveles de conciencia y explicar los límites y alcances de cada uno, nos lleva a la comprensión del papel que cada uno juega en nuestra existencia y nos coloca frente a la posibilidad de trascenderlos para acceder a niveles más elevados de comprensión.

Reseña Biográfica

Ken Wilber nació en 1949 en la ciudad de Oklahoma, vivió en muchos lugares durante sus años de escuela ya que su padre trabajaba para la fuerza aérea. Terminó sus estudios secundarios en Lincoln, Nebraska y comenzó la carrera de medicina en la Duke University. Durante el primer año de estudios comenzó a leer psicología y filosofía tanto de oriente como de occidente. Perdiendo interés por la medicina, regresó a Nebraska para estudiar bioquímica. Luego de algunos años se aleja del mundo académico para dedicarse totalmente al estudio independiente y a escribir sus propios libros.

Con 16 libros sobre espiritualidad y ciencia traducidos en varios idiomas y publicados en veinte paises, Wilber es hoy en día el autor académico más traducido de los Estados Unidos. Es reconocido como un importante representante de la psicología transpersonal, corriente que emerge hacia fines de los años sesenta a partir de la psicología humanista y que se relaciona fundamentalmente con la inclusión de la dimensión espiritual del ser humano. Por la profundidad y originalidad de su pensamiento ha sido llamado “el Albert Einstein de la Consciencia”.

Su primer obra “El espectro de la conciencia” publicado en 1977 estableció su reputación como un pensador original que busca integrar las psicologías de Oriente y Occidente. En 1979 publica “Conciencia sin fronteras” obra que compendia sus trabajos y se ha convertido en su libro más conocido. En 1980 escribe “El Proyecto Atman” proponiendo un interesante enfoque dentro de la psicología evolutiva. En 1981 con “Desde el Eden” expresa su pensamiento en relación a la historia de la cultura.

En su trabajo reciente, especialmente en los tres volúmenes de Sexo, Ecología y Espiritualidad (1995), ha criticado aspectos de la cultura occidental, además de movimientos como el “New Age”. Según su opinión, ninguno de estos alcanza la profundidad y detallada naturaleza de la filosofía perenne, el concepto de realidad que subyace al corazón de las principales religiones y que constituyen la base de todos sus escritos. Este trabajo fundamental en su obra ha sido sintetizado en “Breve historia de todas las cosas” publicado en 1996.

En su trabajo más personal titulado “Gracia y Coraje”, Wiber cuenta su relación con su segunda esposa, Treya, quien murió de cáncer en 1989. En su trabajo más reciente “One Taste” presenta un diario personal del año 1997, relatando sus insights en relación a su vida y experiencias espirituales. Actualmente vive en Boulder, Colorado.

Filosofía Perenne

La filosofia perenne constituye la tesis central de Ken Wilber y representa el legado de la experiencia universal del conjunto de la humanidad, que en todo tiempo y lugar ha llegado a un “acuerdo” sobre ciertas profundas verdades referidas a la condición humana y sobre cómo acceder a lo trascendente.

Wilber observa que existen en la humanidad lo que el denomina “estructuras superficiales” y “estructuras profundas”. Las estructuras superficiales son aquello que es diferente en cada cultura, sociedad o grupo humano, es aquello que cambia. Y las estructuras profundas es aquello que permanece inamovible sin importar la cultura, la época, el lugar, etc. La mente humana posee estructuras superficiales que varían entre las distintas culturas, y estructuras prufundas que permaneces esencialmente idénticas, independientemente de la cultura considerada.

Una de las estructuras profundas en el ámbito de lo mental lo constituye la tendencia del espiritu humano a producir universalmente intuiciones sobre lo divino. Y esas intuiciones cosntitiuyen en eje de las grandes tradiciones espirituales de todo el mundo.

Las estructuras superficiales de las diferentes tradiciones espirituales, son muy diferentes entre si, sin embargo sus estructuras profundas, son idénticas. Y la filosofía perenne es precisamente este conjunto de coincidencias que se ocupan del encuentro humano con lo divino. Porque aquello en que los hindúes, los cristianos, los budistas, los taoístas y los sufies, se hayan en completo acuerdo, suelen referirse a algo profundamente importante, algo que nos habla de verdades universales y de significados últimos, algo que toca la esencia fundamental de la condición humana.

Para Wilber estas condiciones fundamentales que constituyen la herencia espiritual humana se pueden resumir en siete puntos fundamentales:

1.- El espíritu existe

2.- El espíritu está dentro de nosotros

3.- A pesar de ello, la mayor parte de nosotros vivimos en un mundo de ignorancia, separación y dualidad, en un estado de caída ilusorio, y no nos percatamos de ese espíritu interno.

4.- Hay una salida para ese estado de caída, de error, de ilusión; hay un camino que conduce a la liberación

5.- Si seguimos ese camino hasta el final llegaremos a un renaciomiento, a una liberación suprema.

6.- Esa experiencia marca el final de la ignorancia básica y el sufrimiento.

7.- El final del sufrimiento conduce a una acción social amorosa y compasiva hacia todos los seres sensibles.

Además de la suma de estos siete puntos los maestros de la espiritualidad humana comparten también el camino que sugieren para alcanzar esta conciencia: la experiencia directa. Sus afirmaciones no se basan en meras creencias, ideas, teorías o dogmas, sino en la experiencia directa, en la experiencia espiritual Real. Y es esto lo que diferencia a los verdaderos místicos de los religiosos dogmáticos.

La experiencia mística no es algo que se pueda traducir en palabras, sin embargo lo mismo ocurre con la mayor parte de las experiencias, ya sea un amanecer o una sinfonía de Mózart.

A lo largo de décadas, siglos y milenios, los místicos han estado comprobando y refinando las experiencias y creando un record de constancia histórica que haría palidecer incluso a la ciencia moderna.

Las prácticas espirituales y contemplativas utilizadas por los místicos como la oración contemplativa o la meditación, pueden ser muy poderosas, tanto que han logrado prevalecer en la historia de la humanidad y han encontrado eco en las diferentes culturas por diversas que puedan parecer.

Los místicos de piden que no creas absolutamente en nada y te ofrecen un conjunto de experimentos para que los verifiques en tu propia conciencia. El laboratorio del místico es su propia mente, y el experimento en la meditación. Tu mismo puedes verificar y comparar los resultados de tu experiencia con los resultados de otros que también hayan llevado a cabo el mismo experimento.

Wilber afirma que el espíritu está dentro de uno, y que ahí reside todo un universo en nuestro interior. El asombrosos mensaje de los místicos es que en el centro mismo de su ser, cada uno vive la divinidad. Dios no esta dentro ni fuera, ya que el espíritu trasciende toda dualidad, pero uno lo descubre buscando fuertemente adentro. Hasta que ese “adentro” termina convirtiéndose en más allá. Y es el yo individual o el ego lo que impide que tomemos conciencia de nuestra identidad suprema.

Ese “tu”, por el contrario es nuestra esencia más profunda, o si lo preferimos, nuestro aspecto más elevado, la esencia sutil, como lo describe el upanishad, que trasciende nuestro ego mortal, y participa directamente de lo divino. En el judaísmo se le llama en Ruach, el espíritu divino y supraindividualidad que se halla en cada uno de nosotros, y que se diferencia del nefesh, el ego individual.

En el cristianismo por su parte, es el pneuma, el espíritu el esíritu que mora en nosotros y que es de la misma naturaleza que Dios, y no la psique o lama individual que, en el mejor de los casos, solo puede adorar a Dios. Como dijo Coomarawamy, la distinción entre el espíritu inmortal y eterno de una persona y su alma individual y mortal (el ego) constituye un principio fundamental de la filosofía perenne.

Tercer punto, la razón por la que no puedo percibir mi verdadera identidad, mi unión con el espíritu, es porque mi conciencia esta obnubilada y obstruida por alguna actividad; aunque recibe muchos nombres diferentes, es simplemente la actividad de contraer y centrar la conciencia en mi yo individual, en mi ego personal. Mi conciencia no se halla abierta, relajada y centrada en Dios, sino cerrada, contraída y centrada en mi mismo. Y es precisamente la identificación con esa contracción en mi mismo y la consiguiente exclusión de todo lo demás lo que me impide encontrar o descubrir mi identidad anterior, mi verdadera identidad con el Todo. Mi naturaleza individual, “el hombre natural” ha caído y vive en el error, separado y alienado del espíritu y del resto del mundo. Estoy separado y aislado del mundo de ahí afuera, un mundo que percibo como si fuera completamente extraño, ajeno y hostil a mi propio ser. En cuanto a mi propio ser en si, desde luego que no parece ser uno con el Todo, con todo lo que existe, uno con el espíritu infinito, si no que por el contrario, permanece encerrado y aprisionado dentro de las paredes limitadoras de este cuerpo mortal.

A este fenómeno se le conoce como dualismo. Ya que me divido a mi mismo en un “sujeto” separado del mundo de los “objetos” ubicados ahí afuera y a partir de este dualismo original, sigo dividiendo el mundo en todo tipo de opuestos en conflicto: placer y dolor, bien y mal, verdad y mentira, etc. Ya que al trazar una frontera divisoria entre aquello que pretendo separar automáticamente genero una zona de conflicto. Según la filosofía perenne, la conciencia que se haya dominada por el dualismo sujeto-objeto, no puede percibir la realidad tal como es, la realidad en su totalidad, la realidad como identidad suprema. En otras palabras el error es la contracción de uno mismo, la sensación de identidad separada, el ego. El error no descansa en algo que hace el pequeño yo, sino en algo que es. Ese ser contraído, ese sujeto aislado, al no reconocer su verdadera identidad con el Todo experimenta una aguda sensación de carencia, de privación, de fragmentación, En otras palabras: la sensación de estar separado, de ser un individuo separado, de nacimiento al sufrimiento, de nacimiento a la “caída”.

El sufrimiento no es algo que ocurre al estar separado, sino que es algo inherente a esa condición. “Pecado”, “sufrimiento”, y “yo” no son sino diferentes nombres para un mismo proceso que consiste en la contracción y fragmentación de la conciencia. Por eso es imposible rescatar al ego del sufrimiento. Como dijo Gautama el Buda: para poner fin al sufrimiento debes abandonar al pequeño yo o ego; pues ambas cosas nacen y mueren al mismo tiempo. Un místico Ingles del siglo XVIII lo expresa de la siguiente forma: “He aquí la verdad resumida. Todo pecado, toda muerte, toda condenación, y todo infierno no son sino el reino del yo, del ego. Las diversas actividades del narcisismo, del amor propio y del egoísmo que separan el alma de Dios y abocan a la muerte y al infierno eterno”. O las palabras del Sufi Abi l-Khayr:”no hay infierno si no individualidad, no hay paraíso si no altruismo”. Y también encontramos este mismo tipo de declaraciones entre los místicos cristinos, como nos lo demuestra la afirmación de la teología germánica de que “lo único que arde en el infierno es el ego”.

El cuarto principio de la filosofía perenne se refiere a la forma de superar la caída, una forma de superar este estado de cosas, una forma de desatar el nudo de la ilusión y el error básico: Rendirse o morirse a esa sensación de ser una identidad separada. Esta caída se puede revertir instantáneamente comprendiendo, que en realidad, nunca ha tenido lugar, ya que solo existe Dios y, por consiguiente, el yo separado nunca ha sido mas que una ilusión.

En otras palabras el cuarto principio de la filosofía perenne afirma que existe un Camino y que, si lo seguimos hasta el final, terminará conduciéndonos desde el estado de caída hasta el estado de iluminación. Desde el Samsara hasta el Nirvana, desde el Infierno hasta el Cielo.

Existen muy diversos caminos, cada tradición ha generado desde su estructura superficial un Camino particular, pero todos comparten una sola estructura profunda. Y esta se puede dividir en dos grandes posibilidades: una es expandir el ego hasta el infinito y la segunda es reducir el ego a la nada. La primera es una vía de conocimiento, mientras que el segundo es una vía devocional. Un sabio hindú dice: “Yo soy Dios, la verdad universal”. Un devoto, por su parte dice: “Yo no soy nada ¡oh Dios! Tu lo eres Todo”. En ambos casos aparece la sensación de identidad separada”.

El quinto gran principio de la filosofía Perenne es el del Renacimiento o la Iluminación. El pequeño yo debe morir para que dentro de nosotros pueda resucitar el gran Yo. Las distintas tradiciones describen esa muerte y nuevo renacimiento con nombres muy diversos. En el cristianismo Jesús representa la muerte del yo separado y la resurrección constituye el arquetipo de la muerte del yo separado y la resurrección a un destino nuevo y eterno dentro de la corriente de la conciencia. San Agustín lo expresa de la siguiente manera: Dios se hizo hombre para que el hombres se pudiera hacer Dios.

El sexto principio es que al morir el ego y por lo tanto liberarnos de los deseos y apegos, se extingue el sufrimiento. Y no se trata de que después de la iluminación o de la práctica espiritual en general ya no experimentes dolor, angustia, miedo, o daño. Todavía sientes eso. Lo que simplemente ocurre es que esos sentimientos ya no amenazan tu existencia y, por tanto, dejan de constituir un problema para ti.

El séptimo punto nos dice que la verdadera iluminación deriva en una acción social inspirada por la misericordia y la compasión, en un intento de ayudar a todos los seres humanos a alcanzar la liberación suprema. La actividad iluminada no es más que un servicio desinteresado. Como todos somos uno en el mismo Ser, entonces, al servir a los demás estoy sirviendo a mi propio Ser.

Bibliografía

Kuhn, T, “La estructura de las revoluciones científicas” Ed. Fondo de cultura económica, México1971

Lafarga, Juan, “Desarrollo del potencial humano”, Ed. Trillas, México. 1990

Wilber, Ken, “La conciencia sin fronteras” ,Ed. Kairos, Barcelona, 1999

Wilber, Ken, “El espectro de la conciencia”,Ed. Kairós, Barcelona, 1991

Wilber, Ken, “Biografia”, www. Yogakai.com, 2007

Wilber, Ken, “Filosofia Perenne”, www. Yogakai.com, 200

Breviario de religiones comparadas

[url=http://www.webislam.com/?idt=3434]http://www.webislam.com/?idt=3434[/url]

A mi amigo y maestro, Dr. Mansur Escudero, en agradecimiento.

Todas las religiones creadas con intención de conducir al hombre hacia Dios son ontológicamente iguales. No hay religiones superiores y religiones inferiores. Leemos en nuestro Sagrado Corán:
“Hemos dado a cada pueblo los ritos por los que se guían”.1
Por tanto, las diferencias entre unas religiones y otras serán de otra índole, que no ataña a su objetivo y fundamento sino a sus peculiaridades en el modo de articular sus objetivos, tal como trataremos de desentrañar en el artículo que sigue, para concluir afirmando que existen diferentes religiones porque existen diferentes constituciones en la naturaleza del hombre, todas las cuales deberían tener, en justicia, un camino que las llevase al centro.
De entre las religiones que van quedando en esta especie de cósmica —y actualmente incruenta— confrontación teológica que tiene lugar en la etapa de consolidación del sistema ideológico de la Aldea Global, cada una va actualizando su propia idiosincrasia: El Budismo ha acabado consolidándose como la religión del sosiego mental, el Cristianismo como la religión de la caridad, el Hinduismo la de la mística y el Islam la de la contestación ante la tiranía. Sé que se nos puede achacar por parte de los creyentes de cualquiera de las religiones mencionadas que la suya también tiene aquello que hemos adjudicado a las otras.
Naturalmente, ninguna religión que no abarcara todas las necesidades del ser humano hubiera podido llegar a ser religión de masas; pero hablamos de aquello de estas cuatro religiones que ninguna teología futura podrá cambiar porque es lo constitutivo de dichas religiones. Cada una de ellas ha sido concebida en una tradición humana con una u otra tendencia y, por lo tanto, se apropiará en el futuro de aquellas naturalezas humanas que encuentren en ellas lo que necesitan: habrá unas para las cuales será mas fácil trascender a través de la propia mente en armonía, y encontrarán el Budismo; o a través del amor al prójimo, el Cristianismo; por medio de la experiencia ascética pura, otras desembocarán en el Hinduismo, y las que lo hagan a través del cuerpo social en orden abrazarán el Islam.
Así, las naturalezas humanas de Kierkegaard, más o menos modificadas —hombre estético:Sólo existe el yo; hombre ético: Hay algo fuera del yo llamado tú; hombre místico: La emergencia del Él, Huwa, Allah, Dios, Brahma, ante el que desaparece el yo y el tú; a las que habría que añadir el hombre político: Soy parte de un nosotros, con el que trascenderé o me embruteceré— encontrarán cada una su religión, su camino propio hacia el centro de la circunferencia, hacia el origen.
Con las limitaciones consustanciales a la divulgación pedagógica y sin ánimo de crear la menor polémica, paso a dar unos apuntes sobre cada una de las religiones mencionadas y algunas otras todavía en liza, a fin de dibujar un somero esquema de la evolución teológica que han sufrido hasta el presente y las posibilidades de futuro que, desde nuestro punto de vista, tienen:
Catolicismo
Es posible que haya podido superar en el inconsciente colectivo la lacra histórica de la Inquisición, no tanto la verdadera edad de tinieblas a que sometió a los habitantes del Medioevo europeo con las dificultades puestas desde la iglesia al pensamiento libre, y en particular, a la investigación científica.
Actualmente convertida en una religión de burgueses, sus ministros son poco mas que administradores de bienes inmuebles llamados “parroquias” y, por tanto, carentes de una verdadera piedad personal y tensión espiritual en la comunicación con sus fieles. Sufre más que ninguna otra religión la llegada del entusiamo evangélico protestante. El colosal esfuerzo teológico de un Teilhard de Chardin —que habría vacunado al Catolicismo del futuro contra el ateísmo que se contagia por amor a la Ciencia y contra la apostasía de los que no encuentran en la iglesia tanta mística como en las religiones orientales— se ha visto refrenado por el retroceso ideológico promovido por Juan Pablo II, incansable predicador y buen estratega de las religiones a pesar de ser un teólogo mediocre.
La Teología de la Liberación, hoy en día, no tiene fuerza para presentarse como ‘Verdadera Iglesia’, ya que incluso los indios más ignorantes saben que estos excepcionales luchadores por la liberación de sus comunidades están solos, mal vistos y peor tratados por su propia jerarquía eclesiástica, y que su noble lucha por una liberación en este mundo, previa a la del Otro, tenderá paso a paso a verse sustituída en el futuro “por la religión natural de la lucha contra la tiranía”, por el Islam.
Respecto al movimiento teológico católico de acercamiento al Islam, es desalentadoramente estéril para los que tratan de promoverlo, por la ‘incomprensible’ indiferencia del Islam. Mucho más fructíferas han sido las ingerencias teológicas católicas en el terreno del Orientalismo puro (Willigis Jaëger, Thomas Merton, Enomiya-Lasalle, De Mello, Kadowaki Kakichi…), logrando —concretamente con el Zen— una síntesis ingeniosa y estable, quizás incluso perpetua si recordamos lo que en circunstancias parecidas hizo, cuando llegó a China, el Budismo con el Taoísmo —con el que se unió en un matrimonio feliz en forma de Zen— o lo que hizo, cuando llegó a Japón, el Budismo con el Shinto, cuyo vástago, el Ryobushinto, es una síntesis absolutamente definitiva.
Evangelismo y/o Protestantismo
Su extraordinaria expansión en los sectores menos atendidos del Catolicismo (gitanos, barriadas marginales, pueblos cercanos a grandes ciudades, etc.) no aporta nada nuevo, ideológicamente hablando, con respecto al precedente católico.
Se sigue trabajando con las ideas de ‘pecado’, ‘mortificación’, ‘expiación’, ‘demonio’, etc., que funcionaban en el Catolicismo más tradicional y que funcionan en la sociedad puritana norteamericana (el movimiento evangélico usa de los procedimientos del marketing norteamericano). El mensaje es fácilmente comprensible, en parte porque tras siglos de Catolicismo resulta familiar y, en parte, porque la principal novedad —la denuncia de una Iglesia por sí misma desprestigiada en los ambientes donde se mueve el Evangelismo— es compartida por la mayor parte de los que reciben dicho mensaje.
De hecho, está haciendo perder miles de fieles a la religión Católica. Como fenómeno sociológico es apasionante, aunque sus anticuadas bases teológicas harán que sufra en un futuro cercano un inevitable efecto soufflé en favor de cualquier otra oferta religiosa.
El Budismo
En sus dos modalidades más influyentes en el mundo occidental —zen y tibetano— está siendo la religión de moda a fines del siglo XX, como lo fuera el Hinduismo en los años sesenta. Si bien ambos tipos de Budismo son, naturalmente, mucho más que eso, tienen cierta dificultad para ser directamente asumidos por la mentalidad occidental. Figuras como Suzuki Daisetsu o el actual Dalai Lama, geniales estrategas de la difusión de esta forma de religiosidad, son claves para la comprensión del asombroso éxito del Budismo en Occidente. Una religión que, pese a no lograr en general, adhesiones integrales y estables, está contribuyendo seriamente a modificar las conductas de un Occidente consumido por el estrés y la violencia en las relaciones humanas.
Su ámbito de expansión es fundamentalmente el Primer Mundo, al que no crítica estructuralmente y al que incluso hace un buen servicio relajando aquellos de sus elementos más próximos a constituirse en desestabilizadores —reajustando aquellas de sus piezas más próximas a saltar, las que no encajan en la maquinaria— y reubicándolas en su papel de consumidores/productores. Su futuro como “religión de la aldea global”, al menos del área central de la misma —porque mientras existan arrabales del Sistema habrá un Islam que trate de dar dignidad a esa vida humana— es incuestionable, como pensaba Einstein, seguramente por su utilidad para el hombre occidental, más en el ámbito de lo terapéutico que de lo religioso.
Hinduismo
Quizá la más difícil de las metafísicas que haya estructurado una sociedad humana y la más ambiciosa aspiración mística del hombre, que confieso desconocer en profundidad (en realidad ¿quién puede saber algo cierto sobre la India, esa explosión extraña de trascendencia en medio de un mundo profundamente humano?).
Es una religión que se vuelve agotadoramente escurridiza para el occidental, aún más que el Budismo, que no es tan complejo de comprender como de vivir. Las teorías que niegan aquello que nuestros sentidos nos muestran como real son admisibles como cualesquiera otras dentro del terreno de las ideas, pero absolutamente invivibles en Occidente.
Se extiende, bien mediante sectas como los Hare Krishna, o bien mediante discípulos de discípulos de sabios, gurús de gurús, que sin control alguno forman sus pequeños círculos humanos de encuentro con el Conocimiento, a veces sólo con el “conocimiento”. Estos últimos podrían considerarse, fuera de su ámbito tradicional, como especies de sectas modestísimas, que, en cualquier caso, no pasan de tener una presencia anecdótica en las sociedades occidentales, afectando sólo a una minoría de la misma y no necesariamente a una élite.
Los integrantes de estos grupos, tras abandonar los esquemas de su propia tradición, y no acabando de entrar en una nueva, tan compleja de asimilar como la hindú, no logran por lo general una coherencia plena en su nuevo mundo de ideas, entremezclando en él: Chamanismo, Cábala, Astrología, Parapsicología, Catarismo, Templarismo, etc., de una forma que dudamos llegue a tener repercusión social significativa. Ni siquiera pensamientos importantes como los de Aurobindo o Madre salen del ámbito de la esoterofilia.
Shintoísmo
Si el Budismo japonés en general —con honrosas excepciones— ha sido calificado por los más cáusticos como “poco más que una extraordinaria empresa nacional de pompas fúnebres”, el Shintoísmo, tras el fracaso japonés en la Segunda Guerra Mundial, podría compararse a un paciente con vida artificial asistida por el Estado.
Del Shintoísmo, una de las más hermosas, quizá por ‘primitiva’, de las religiones que hayan existido alguna vez sobre la superficie del planeta —naturalmente, con anterioridad a su mutación nacionalista— no ha quedado absolutamente nada: nada que vivir, nada en que creer, nada que exportar. Los centenares de sectas de inspiración neoshintoísta, fundadas por visionarias/os y seguidas por amas de casa con más ocio del que pueda soportar una criatura, no logran crear realidades teológicas dignas de mención, aunque —al igual que comentamos del fenómeno evangélico— su difusión y progresivo aumento de poder merecen un estudio sociológico serio.
Judaísmo
Religiosidad menos interesada en la propagación de su pensamiento que en seguir siendo el elemento cohesionador de un pueblo elegido que —quizá por serlo, permítaseme la ironía— posee incalculables sumas del capital que se mueve en el planeta, cuenta con una teología paupérrima y una evolución de la misma que no merece ser tenida en consideración como religión de masas. El Hassidismo no consigue hacerse un nombre entre las ofertas místicas que compiten en la sociedad actual religiosamente inquieta, al contrario que el Sufismo y las otras místicas orientales.
El judaísmo es tan sólo el modo de ser de un pueblo, en concreto, un modo de ser poderoso, más que una espiritualidad que pueda ser difundida por las diferentes culturas.
Islam
Y, por último, según mandan las normas de la modestia, el Islam. La única de las religiones tradicionales de ámbito universal arraigada en el extrarradio de las corrientes de opinión, entre la incivilización y el desconocimiento de todo marketing, y que sufre de una consciente incomprensión promovida por los más afectados respecto a su inflexible condena de la usura —la Banca— y que nutre la lucha por la independencia real de los países del Tercer Mundo respecto de las multinacionales, en especial las de los recursos energéticos.
A diferencia del Cristianismo, que nunca ha dejado de verse como “una religión del hombre blanco”, el Islam es llevado por los propios autóctonos de una tribu a otra, de un pueblo a otro, cumpliéndose así la predicción de sir Richard Burton —el primer traductor de Las mil y una noches— de que “los negros hallarían tarde o temprano en el Islam su religión natural”.
Tanto en África como en Asia se extiende el Islam clamando por el final de la explotación y en pro de la defensa de la dignidad de los países del Tercer Mundo, reivindicación que apenas había sido soñada hasta el impacto, de repercusiones incalculables, de la Revolución Iraní. Su tajante denuncia del Capitalismo le está suponiendo la adhesión masiva de los elementos más decepcionados del Marxismo, aquellos que, a pesar de todo, han decidido no dejar la lucha activa por sus ideales.
Las campañas de descrédito difundidas en Occidente, presentan la idea de un Islam oscurantista, fanático, ignorante, machista y terrorista, aunque inevitablemente una imagen tan acabada de “todo lo malo posible sin mezcla de bien alguno” hace sospechar a muchos que se trate más de una caricatura que de una imagen real con luces y sombras, convirtiéndose a veces en causa de bastantes de los acercamientos al Islam que se producen, principalmente entre los ciudadanos europeos, cuyos escrúpulos de conciencia respecto a los desmanes del Colonialismo no siempre son saciados con la simple participación en Organizaciones No Gubernamentales.
Pese a la turbulencia de los tiempos que se avecinan, en los que el Islam ha expresado abiertamente su oposición al Sistema, aquel seguirá siendo, guste o no, la religión de la lucha —Yihad— por la dignidad del hombre, la religión del cultivo de los sentidos, la religión de la hospitalidad y del gusto por el trato humano, y la religión del amor sexual. Estos cuatro rasgos le auguran buen futuro entre los seres humanos menos separados de la Naturaleza.
Escollos
Con respecto a los ‘escollos’ en los que, a nuestro juicio, embarrancan las principales naves de las religiones, impidiéndoles surcar libremente el mar de una Humanidad necesitada de vivir una fe en lo trascendente, los del Judaísmo son un excesivo ritualismo y neurótico normativismo y la creencia firme en la noción de ‘pueblo escogido’ con la que se relegan ellos mismos al ghetto y se hacen odiosos al resto de los hombres, los cuales no comprenden en qué son inferiores a los judíos; el del Cristianismo es sin duda la ausencia de una comprensión sana de la sexualidad humana; el del Hinduísmo, su complejidad —por no decir incomprensibilidad— metafísica que niega la realidad de lo evidente a los sentidos; el del Budismo, su dificultad de adiestrar físicamente al cómodo mundo civilizado, el único que puede comprenderlo y por el único que muestra interés en su expansión proselitista; y el del Islam, el tema de la mujer. Mientras tanto no se produzcan desde el seno del Islam explicaciones convincentes del papel de la mujer en la sociedad en general y de la islámica en particular, según el Corán, o se difundan las ya dadas desde el Pensamiento Islámico, este punto seguirá siendo su talón de Aquiles.
Según nuestro criterio, uno de los factores decisivos que marcará las posibilidades de futuro de las religiones será el de su posicionamiento teológico en la cuestión de la personalidad —antropomorfidad— de Dios. En esta gran confrontación teológica de la que hemos hablado, el Animismo sucumbió a manos del Politeísmo, el Politeísmo a las del Monoteísmo, el Monoteísmo del Dios terrible a las del Monoteísmo del Dios amable, éste a las del Ateísmo, y el Ateísmo a las de los Panteísmos extremo-orientales.
Estas son las líneas rectoras que van dirigiendo la evolución religiosa de la Humanidad en sus diferentes áreas. En relación con estas tendencias de la psique humana en su comunicación con lo sagrado ¿que papel juegan las principales religiones institucionalizadas?
Marco conceptual
Mientras el Cristianismo y el Judaísmo siguen adscritos a la idea de un Dios personal que está llamado a desaparecer en los siglos venideros de la conciencia humana como los diosecillos del Olimpo ante la llegada del ‘Dios desconocido’ de San Pablo, el Hinduísmo y el Budismo trabajan con la de un Dios cósmico, intelectualmente más seductor pero sin la capacidad de consuelo del Dios-padre o el Dios-amigo, sobre todo para el individualismo occidental.
Sólo el Islam, debido a su compleja realidad teológica —exoterismo y esoterismo— mantiene al mismo tiempo, sin que ninguna Iglesia pueda controlarlo —pues, como se sabe, no hay nada parecido en el Islam— ambas posturas: la existencia del Dios personal que protege y la del Dios que abarca el cosmos entero. Dependiendo del nivel en que se encuentre el fiel, se sitúa a sí mismo en una u otra posición, sin que esto provoque la menor violencia ni disensión interna en la comunidad de Muhammad, la paz y las bendiciones sean con él.
Conclusión
Para concluir, me gustaría unir mi voz a esas otras tantas que claman, a fines del siglo XX, por un reconocimiento —más que ‘tolerancia’— entre las religiones, por aumentar nuestra capacidad de aprendizaje mutuo, olvidándonos de viejas comezones proselitistas que tanto han incomodado hasta ahora al género humano.
Naturalmente que los reproches entre religiones, en la actualidad, podrán seguirse produciendo y, como en un fuego cruzado, podremos seguir recordando los mártires, los libros quemados, las expulsiones, los autos de fe, las guerras de religión, las destrucciones de los templos, etc, los de unos y los de otros.
Incluso desde una perspectiva menos visceral, más teológica, un budista podría acusar a un musulmán de poseer una ideología violenta y el musulmán al budista de complicidad con la injusticia de un Sistema que no trata de cambiar, lo cual podría hacer extensivo a los cristianos. Un hindú podría acusar a un musulmán de primitivo y el musulmán al hindú de no reconocer la realidad, un cristiano podría acusar a un musulmán de ser licencioso y el musulmán al cristiano de neurótico, un judío a un musulmán de inflexible y el musulmán al judío de alimentar al gran Shaitán —el Capitalismo— etc, etc. Pero probablemente, y ojalá así sea, haya llegado el momento del respeto final, de la Paz de Dios.
Nos gusta comparar la historia humana de las religiones con la historia de los miembros de una misma familia, de una misma casa, hermanos y hermanas, padres e hijos, hermanos mayores y hermanos menores que, por exceso de trato y por inmadurez, están perpetuamente enzarzados en interminables peleas sobre insignificancias, pero que, cuando llega un enemigo común —un vecino terrible y demente que ha logrado prender fuego a la casa— olvidan sus pueriles reproches y se aplican a apagar ese fuego que amenaza con destruirlo todo.
Ese fuego es el Materialismo que ha nutrido el gregoriano siglo que ahora muere. Pero no el inocente materialismo de un Epicuro o un Lucrecio, ni el conmovedor materialismo de un D’Holbach o Helvetius, ni siquiera el escandaloso materialismo de un Nietzsche, no. Se trata de un materialismo real, aquel que no dialoga con ideas sino que materialmente —valga la redundancia— embrutece al género humano, lo aliena y lo encarcela en la prisión de un yo sin posible comunicación con el resto de la Creación ni con lo Trascendente.
NOTAS.
1. Otras citas coránicas sobre el tema, son: “A cada pueblo le ha sido enviado su profeta.” Y: “No hay diferencias entre los profetas.”

Filosofía Perenne Por Ken Wilber

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Filosofía Perenne
Por Ken Wilber

La filosofía perenne se ocupa fundamentalmente de las estructuras profundas del encuentro humano con lo Divino, porque aquellas verdades en las que concuerdan plenamente los hindúes, los cristianos, los budistas, los taoístas y los sufíes suelen referirse a algo profundamente importante, a algo que nos habla de verdades universales y de significados últimos, a algo que toca la esencia fundamental de la condición humana.

La Filosofía Perenne es esa visión del mundo que comparte la mayoría de los principales maestros espirituales, filósofos, pensadores e incluso científicos del mundo entero. Se le denomina “perenne” o “universal” , porque aparece implícitamente en todas las culturas del planeta y en todas las épocas. Lo mismo la encontramos en India, México, China, Japón y Mesopotamia, como en Egipto, el Tíbet, Alemania o Grecia. Y dondequiera que la hall e mos , presenta siempre los mismos rasgos fundamentales: es un acuerdo universal en lo esencial.

Para nosotros, los seres humanos contemporáneos, que somos prácticamente incapaces de ponernos de acuerdo en nada, esto es algo que se nos hace difícil de creer. Como lo resumió Alan Watts: “Apenas somos conscientes de la extraordinaria singularidad de nuestra propia postura, de modo que nos resulta muy difícil de admitir el hecho evidente de que haya existido un consenso filosófico único, de amplitud universal, sostenido por muchos (hombres y mujeres) , quienes han compartido las mismas experiencias y han transmitido esencialmente la s mismas enseñanzas, hoy o hace seis mil años, y desde Nuevo México , en el Lejano Oeste , hasta Japón , en el Lejano Oriente”.

Esto es realmente muy notable. Creo que estas verdades de naturaleza universal constituyen fundamentalmente el legado de la experiencia universal del conjunto de la humanidad, que en todo tiempo y lugar ha llegado a un acuerdo sobre ciertas verdades profundas referidas a la condición humana y sobre cómo acceder a lo Trascendente . Esta es una forma de describir la Philosophia perennis .

Estructuras Profundas Superficiales

TKW (Terry Killiam Wilber) : Dices que la filosofía perenne es esencialmente la misma en culturas muy diversas. Pero , en la actualidad, se afirma que es el lenguaje y la cultura lo que modela todo nuestro conocimiento. Desde este punto de vista , no existe una condición humana, como tal, sino tan sólo historia humana; y esa historia es muy diferente en cada caso ¿Qué opinas respecto de toda esta noción de relatividad cultural?
KW (Ken Wilber) : Hay mucha verdad en ello. Existe , sin duda, una diversidad de culturas que poseen un “conocimiento local” diferente , y la investigación de esas diferencias constituye una actividad muy interesante. Pero si bien es cierta la existencia de una relatividad cultural, ello no es toda la verdad.

Además de las diferencias culturales evidentes, como el tipo de alimentación, las estructuras lingüísticas o las costumbres de apareamiento, por ejemplo, existen también muchos otros fenómenos en la existencia humana que son, en gran medida, universales o colectivos. El cuerpo human o tiene , por ejemplo , doscientos ocho huesos, un corazón y dos riñones, tanto si se trata de un habitante de Nueva York como de Mozambique, y tanto hoy en día como hace miles de años. Estas características universales constituyen lo que se denomina “estructuras profundas” , porque son esencialmente las mismas en todas partes.

Sin embargo, puede que las diversas culturas utilicen esas estructuras profundas de maner a muy divers a , como los chinos , que vendaban los pies de sus mujeres , o los de Ubangi , que estiraban sus labios, o bien el uso de tatuajes y de prendas de vestir , los juegos, el sexo y el parto, todo lo cual varía considerablemente de una cultura a otra. Todas estas variables reciben el nombre de “estructuras superficiales”, porque son locales en vez de universales.

Lo mismo ocurre también en el ámbito de la mente humana. Ésta posee estructuras superficiales , que varían entre las distintas culturas ; y estructuras profundas , que permanecen esencialmente idénticas independientemente de la cultura considerada. Las estructuras mentales superficiales varían considerablemente entre sí, y las estructuras mentales profundas son, por su parte, extraordinariamente similares.

La filosofía perenne se ocupa fundamentalmente de las estructuras profundas del encuentro humano con lo Divino, porque aquellas verdades en las que concuerdan plenamente los hindúes, los cristianos, los budistas, los taoístas y los sufíes suelen referirse a algo profundamente importante , a algo que nos habla de verdades universales y de significados últimos, a algo que toca la esencia fundamental de la condición humana.

Siete Principios Fundamentales

TKW: A primera vista, resulta difícil ver en qu é podrían estar de acuerdo el budismo y el cristianismo. ¿Cuáles son, pues, los principios fundamentales de la filosofía perenne? ¿Podrías postular sus tópicos fundamentales? ¿Cuántas son esas verdades profundas y esos puntos de acuerdo fundamentales?
KW: Son muchos, pero veamos los siete que considero más importantes: 1, el E spíritu existe; 2, el E spíritu está dentro de nosotros; 3, a pesar de ello, la mayor parte de nosotros vive en un mundo de ignorancia, separación y dualidad, en un estado de caída ilusorio, y no nos percatamos de ese Espíritu interno; 4, hay una salida para ese estado de caída, de error o de ilusión; hay un Camino que conduce a la liberación; 5, si seguimos ese camino hasta el final , llegaremos a un Renacimiento, a una Liberación Suprema; 6, esa experiencia marca el final de la ignorancia básica y el sufrimiento; 7, el final del sufrimiento conduce a una acción social amorosa y compasiva hacia todos los seres sensibles.

TKW: ¡Has dicho muchas cosas! Vayamos paso a paso. Dices que el espíritu existe.
KW: El Espíritu existe, Dios existe, existe una Realidad Suprema, ya sea que se le d é el nombre de Brahman, Dharmakaya, Yahwel, Atón, Kether, Tao, Allah, Shiva: “Muchos son los nombres que recibe lo Uno”.

TKW: Pero , ¿ c ómo sabes que el Espíritu existe? Los místicos dicen que existe , pero ¿en qu é basan esa afirmación?
KW: En la experiencia directa. Sus afirmaciones no se basan en meras creencias, ideas, teorías o dogmas, sino en la experiencia directa, en la experiencia espiritual r eal.

Esto es lo que diferencia a los verdaderos místicos de los religiosos dogmáticos.

TKW: Pero ¿qué hay del argumento de que la experiencia mística no es un conocimiento válido , porque es inefable y , por consiguiente , incomunicable?
KW: Ciertamente , la experiencia mística es inefable y no puede traducirse enteramente en palabras, pero lo mismo ocurre con cualquier otra experiencia, ya se trate de una puesta de sol, el sabor de un trozo de torta o la armonía de una fuga de Bach.

En cualquiera de estos casos , debemos haber tenido la experiencia real para saber de qu é se trata. Pero no por ello se debe concluir que la puesta de sol, la torta o la música no existen o son experiencias no válidas. Además, aunque la experiencia mística sea, en gran medida, inefable, igualmente puede ser comunicada o transmitida. Así, por ejemplo, de la misma manera que la danza se puede enseñar aunque no se pueda transmitir con palabras, también es posible aprender una determinada práctica espiritual bajo la tutela de un determinado maestro espiritual.

Conocimiento Empírico

TKW: Pero esa experiencia mística que le parece tan verdadera al místico bien podría estar equivocada. Los místicos pueden afirmar que están fundiéndose con Dios , pero ésa no es ninguna garantía de que lo que dicen es lo que ocurre en realidad. Ningún conocimiento es absolutamente seguro.
KW: Estoy de acuerdo en que la experiencia mística no es más cierta que cualquier otra experiencia directa. Pero ese argumento, lejos de echar por tierra las afirmaciones de los místicos, l a s eleva, en realidad, al mismo nivel que yo acepto definitivamente . En otras palabras, el mismo argumento que se puede aducir en contra del conocimiento místico , puede aplicarse, en la práctica , a cualquier otra forma de conocimiento basado en la experiencia evidente, incluida la experiencia empírica. Creo que estoy mirando la luna, pero bien pudiera estar errado; los físicos creen en la existencia de los electrones, pero podrían estar equivocados; los críticos consideran que Hamlet fue escrito por un personaje histórico llamado Shakespeare, pero podrían estar en un error, etc.

¿Cómo podemos estar seguros de la veracidad de nuestras afirmaciones? Mediante más experiencias.

Pues bien, eso es precisamente lo que han estado haciendo históricamente los místicos a lo largo de décadas, siglos y milenios: comprobar y refinar sus experiencias, un logro de constancia histórica que hace palidecer incluso a la ciencia moderna. El hecho de que este argumento, lejos de echar por tierra las afirmaciones de los místicos, les confiere -de una manera sumamente adecuada, a mi juicio- el nivel de auténticos expertos e informados sobre su especialidad , los convierte, por lo tanto, en los únicos verdaderamente capacitados para establecer aseveraciones al respecto.

TKW: Una última objeción, ¿ n o es posible acaso que la noción de “ser uno con el espíritu” no sea más que un mecanismo de defensa regresivo para proteger a una persona contra el pánico ante la muerte y lo temporal ?
KW: La experiencia de unidad atemporal con el Espíritu no es una idea o un deseo; es una aprehensión directa. Y sólo podemos considerar esa experiencia directa de tres maneras diferentes: afirmar que se trata de una alucinación, a lo cual acabo de responder; asegurar que es un error, cosa que también he rebatido, o aceptarla como lo que dice ser: una experiencia directa de nuestro Ser Esp i ritual.

TKW: Por lo que dices, el misticismo genuino, a diferencia de la religión dogmática, es científico, porque se basa en la evidencia y en la comprobación experimental directa , ¿ no es cierto ?
KW: E fectivamente. Los místicos te piden que no creas absolutamente en nada y te ofrecen un conjunto de experimentos para que los verifiques en tu propia conciencia.

El laboratorio del místico es su propia mente y el experimento es la meditación.

Tú mismo puedes verificar y comparar los resultados de tu experiencia con los resultados de otros que también hayan llevado a cabo el mismo experimento.

A partir de ese conjunto de conocimiento experimental, consensualmente validado, llegas a ciertas leyes del espíritu, o a ciertas “verdades profundas” si prefieres llamarlas así.

TKW: Y esto nos lleva de nuevo a la filosofía perenne, a la filosofía mística y a sus siete grandes principios. El segundo principio era: el espíritu está dentro de ti.
KW: El espíritu está dentro de ti, hay todo un universo en tu interior. El asombroso mensaje de los místicos es que en el centro mismo de tu ser, tú vives la divinidad. Estrictamente hablando, Dios no está dentro ni fuera- ya que el Espíritu trasciende toda dualidad- pero uno lo descubre buscando fuertemente adentro, hasta que ese “adentro” termina convirtiéndose en “más allá”.

Mundo Interior

TKW: Pero , entonces ¿por qué no hay más gente que sea consciente de eso? Si el E spíritu está realmente en nuestro interior , ¿por qué no es evidente para todo el mundo?
KW: Muy bien. Entremos ahora en el tercer punto. Si realmente soy uno con Dios , ¿por qué no me doy cuenta? Algo me está separando del E spíritu ¿Por qué esta Caída? ¿Cuál ha sido el error?

Las diferentes tradiciones dan diferentes respuestas a este asunto, pero todas ellas concluyen fundamentalmente en lo siguiente: “no puedo percibir mi Verdadera Identidad, mi unión con el Espíritu, porque mi conciencia está obnubilada y obstruida por alguna actividad . A unque recibe muchos nombres diferentes, es simplemente la actividad de contraer y centrar la conciencia en mi yo individual, en mi ego personal. Mi conciencia no está abierta, relajada y centrada en Dios, sino cerrada, contraída y centrada en mí mismo. Y es precisamente la identificación con esa contracción en m í mismo y la consiguiente exclusión de todo lo demás lo que me impide encontrar o descubrir mi identidad interior , mi verdadera identidad con el Todo”.

TKW: Esta situación suele llamarse “dualismo” , ¿no es cierto ?
KW: Así es. Me divido a mí mismo en un “sujeto” separado del mundo de los “objetos” ubicados ahí fuera y, a partir de ese dualismo original, sigo dividiendo el mundo en todo tipo de opuestos en conflicto: placer y dolor, bien y mal, verdad y mentira, etc. Según la filosofía perenne, la conciencia dominada por el dualismo sujeto- objeto no puede percibir la realidad tal como es, la realidad en su totalidad, la realidad como Identidad Suprema. En otras palabras: el error es la contracción de uno mismo, la sensación de identidad separada, el ego. El error no descansa en algo que hace el pequeño yo, sino en algo que es. Como dijo Gautama el Buda: para poner fin al sufrimiento , debes abandonar al pequeño yo o ego; pues ambas cosas nacen y mueren al mismo tiempo.

TKW: Así que la trascendencia del “pequeño yo” conduce al descubrimiento del “gran Yo”.
KW: En efecto. En sánscrito, este “pequeño yo” o alma individual se denomina ahamkara , que significa “nudo” o “contracción”; y es este ahamkara, esta contracción dualista o egocéntrica de la conciencia, lo que constituye la raíz misma del estado de caída.

Llegamos así al cuarto gran principio de la filosofía perenne: hay una forma de superar la Caída, una forma de cambiar este estado de cosas, una forma de desatar el nudo de la ilusión y el error básico.

TKW: Botar a la basura al ego individualista.
KW: (risas). Así es. Rendirse o morir a esa sensación de ser una identidad separada, al pequeño yo, a la contracción sobre uno mismo. Si queremos descubrir nuestra identidad con el Todo , debemos abandonar nuestra identificación errónea con el ego aislado. Pero , esta Caída se puede revertir instantáneamente al comprender que, en realidad, nunca ha existido , ya que s ó lo existe Dios y, por consiguiente, el yo separado nunca ha sido más que una ilusión. Sin embargo, para la mayor parte de nosotros, esa situación debe ser superada gradualmente , paso a paso.

En otras palabras, el cuarto principio de la filosofía perenne afirma que existe un Camino y que, si lo seguimos hasta el final, terminará conduciéndonos desde el estado de caída hasta el estado de iluminación, desde el Samsara hasta el Nirvana, desde el Infierno hasta el Cielo.

El Camino del Conocimiento y el de la Devoción

TKW: ¿ Es la meditación ese Camino?
KW: Bien , p odríamos decir que hay diversos “caminos” que constituyen lo que estoy llamando genéricamente “ el Camino ” y nuevamente se trata de diferentes estructuras superficiales que comparten todas ellas la misma estructura profunda. En el hinduísmo, por ejemplo, se dice que hay cinco grandes caminos o yogas. Yoga significa sencillamente “unión”, la unión del alma con la Divinidad.

Pero quizá podamos simplificar todo esto diciendo que todos esos caminos, ya sean hinduístas o provenientes de cualquier otra tradición de sabiduría, se dividen en dos grandes caminos : el primero es una vía de conocimiento , mientras que el segundo , por el contrario, es una vía devocional. Un Jnani (sabio hindú) dice: “Yo soy Dios, la Verdad universal”. Un Devoto, por su parte, dice: “Yo no soy nada ¡Oh Dios! Tú lo eres todo”. En ambos casos , desaparece la sensación de identidad separada”.

La clave del asunto está también en que en cualquiera de estos dos casos el individuo que recorre el Camino trasciende o muere al pequeño yo y redescubre, o resucita, a su Identidad Suprema con el Espíritu universal. Y eso nos lleva al quinto gran principio de la filosofía perenne, es decir, el del Renacimiento, la Resurre c ción o la Iluminación. El pequeño yo debe morir , para que dentro de nuestro ser pueda resucitar el gran Yo.

Las distintas tradiciones describen esa muerte y nuevo renacimiento con nombres muy diversos.

Iluminación

TKW: ¿La iluminación se experimenta realmente como una muerte real o esto no es más que una metáfora?
KW: En realidad , esto se refiere a la muerte del ego individualista.

Los relatos de esa experiencia, que pueden ser muy dramáticos , pero también muy sencillos y nada espectaculares , afirman claramente que de repente te despiertas y descubres que, entre otras cosas, y por más extraño que pueda parecer, tu verdadero ser es todo lo que has estado mirando hasta ese momento. Descubres que literalmente eres uno con todo lo manifestado, uno con el universo y que, en realidad, no te vuelves uno con Dios y el todo, sino que entonces tomas conciencia de que eternamente has sido esa unidad sin haberte percatado antes de ello. Pero junto a ese sentimiento, junto al descubrimiento del Ser que todo lo impregna, se experimenta también la sensación muy concreta de que tu pequeño ego ha muerto, que ha muerto de verdad.

TKW: Al trascenderse el pequeño ego , ¿ se descubre la eternidad?
KW (Larga pausa). Sí, siempre que no consideremos que la eternidad es un tiempo que no acaba nunca , sino un momento sin tiempo, el presente eterno, el ahora atemporal.

El Espíritu, el Ser, está presente en el sentido de ser Pura Presencia, no en el de estar en un ahora interminable que es una noción más bien espantosa.

En cualquiera de los casos, el sexto gran principio fundamental de la filosofía perenne afirma que la iluminación o liberación pone fin al sufrimiento.

Lo que causa el sufrimiento es el apego y el deseo de nuestra identidad separada; y lo que pone fin al sufrimiento es el camino meditativo que trasciende al pequeño yo, al deseo y al apego. El sufrimiento es inherente a ese nudo o contracción llamado ego y la única forma de acabar con el sufrimiento es trascender el ego.

No se trata de que después de la iluminación, o después de la práctica espiritual en general, ya no sientas dolor, angustia, miedo o daño. Todavía sientes eso. Lo que simplemente ocurre es que esos sentimientos ya no amenazan tu existencia y, por lo tanto, dejan de constituir un problema para ti. Ya no te identificas con ellos, ya no los dramatizas, ya no tienen energía, ya no te resultan amenazadores. Por una parte, ya no hay ningún ego fragmentado que pueda sentirse amenazado y, por otra, nada puede amenazar a ese gran Yo del Ser original y auténtico, puesto que, siendo el Todo, no hay nada ajeno a él que pueda hacerle daño. Esta situación produce una profunda relajación y distensión del corazón. Por más sufrimiento que experimente ahora el individuo, su verdadero Yo no se siente amenazado. El sufrimiento puede presentarse y puede desaparecer, pero ahora la persona está firmemente asentada y segura en “la paz que sobrepasa el entendimiento”.

El sabio experimenta el sufrimiento, pero éste no le hace “daño”.

Y como es consciente del sufrimiento, se siente motivado por la compasión y el deseo de ayudar a quienes sufren y creen en la realidad del sufrimiento.

TKW: Lo cual nos lleva al séptimo punto, la motivación del iluminado.
KW: S í . Se dice que la verdadera iluminación deriva en una acción social inspirada por la misericordia y la compasión, en un intento de ayudar a todos los seres humanos a alcanzar la Liberación Suprema. La actividad iluminada no es más que un servicio desinteresado. Como todos somos uno en el mismo Ser, entonces, al servir a los demás estoy sirviendo a mi propio Ser.

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Textos de Gracia y Coraje . Gaia.

Zanoni

-Según parece, Señor Zanoni, no sois partidario de la revolución. ¿Quizá Detestáis á ese hombre porque no participáis de sus ideas ?

– ¿Qué ideas?

Glyndon se vio bastante embarazado al quererlas definir, hasta que al fin dijo:

– No quisiera ofenderos; pero vos, entre todos los hombres, sois el único que no podéis estar en contra de una doctrina que predica el mejoramiento indefinido de la especie humana.

-Tenéis razón; los pocos, en cada siglo, mejoran a los muchos; y ahora, los muchos deben saber tanto como supieron los pocos; pero ¿cuando se conseguirá esta mejora?

– Ya os comprendo, ¡no queréis convenir en la ley de igualdad universal¡

-¡La ley¡ Aun cuando todo el mundo se esforzase en entronizar la mentira, no conseguirían que fuese una ley. Nivelad todas las condiciones de hoy, y no haréis más que preparar el camino para la tiranía del mañana. Una nación que aspira á la igualdad, es incapaz de ser libre. En toda la creación, desde el arcángel al más humilde gusano, desde el olimpo al guijarro, desde el radiante planeta hasta la nube que cruza por nuestro horizonte, la primera ley de la naturaleza es la desigualdad.

-¿ las desigualdades de la vida física? Observo Zanoni.- En cuanto a estas debemos esperar que sí. ¡Pero las desigualdades de la vida moral é intelectual, nunca¡ ¡igualdad universal de inteligencia, de imaginación, de genio y virtud¡…. ¡Dejar el mundo sin un maestro, sin un hombre que sea mas sabio y mas bueno que los demás¡ Si esto no fuese una cosa imposible, ¡que perspectiva tan desgarradora para la humanidad¡ No mientras exista el mundo, el sol iluminara antes la cumbre de las montañas que la llanura. Difundid todos los conocimientos que contiene la tierra entre la humanidad de hoy, y mañana ya habrá hombres que aventajaran á los demás. Y esto no es una cosa dura, sino una ley benéfica: La verdadera ley del perfeccionamiento.¡Cuantos menos sabios cuente una generación tanto mas ilustrada será la multitud venidera¡

Pag. 130
Zanoni.
De Bulwer Lytton
Berbera Editores

Causas de la clandestinidad

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CAUSAS DE LA CLANDESTINIDAD

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Habitualmente se piensa en el delito como la única causa que explica la clandestinidad de las sectas, en nuestros tiempos de grandes libertades no parece existir otro motivo para la ocultación que las actividades ilegales. Esta sospecha popular ha llevado frecuentemente a las sectas a los tribunales, mas, cuando las denuncias se investigan, la mayoría de las veces se demuestra que esas personas no cometen otra infracción que la de pensar diferente de los demás. Y el porcentaje de delitos, de injusticias o de corrupciones, no excede de los que puedan tener otro tipo de grupos o comunidades de nuestra sociedad.

Una de las causas más importante de la clandestinidad de las sectas puede hallarse en nuestro comportamiento con ellas. Por mucho que presumamos de sociedades permisivas, todavía no sabemos acoger con naturalidad en nuestra sociedad al profundamente distinto que nos vino de afuera, o a quien era como nosotros y ahora ha decidido no serlo. Nuestra sociedad está acostumbrada a las diferencias en el pensamiento filosófico y político, pero no a las profundas diferencias en la forma de pensar y de vivir que se pueden alcanzar en el interior de caminos religiosos muy diferentes a los nuestros. Aunque la exótica persona religiosa no haga otra cosa hacer uso de las libertades que le otorga la constitución del país libre en el que resida, casi siempre tiene esa sensación de persona incomprendida y rechazada por sus semejantes.

A nuestra sociedad le cuesta acoger a quienes siempre han creado grandes conflictos sociales. No termina de desaparecer de la memoria del pueblo el dramático recuerdo histórico de las viejas contiendas sectarias, como tampoco desaparece de la persona sectaria el recuerdo de las persecuciones y de las masacres que sufrieron en el pasado los miembros de las sectas. Existe un temor recíproco ?soterrado en la actualidad en la mayoría de las ocasiones? entre quienes están dentro y los que están fuera de las sectas, entre quienes siempre fueron enemigos. Probablemente esa sea la causa más importante que justifica la clandestinidad.

No terminamos unos y otros de firmar una paz duradera: el mundo siempre ha sido y continúa siendo el gran enemigo de las sectas de carácter espiritual; y para el mundo, tras el ocultismo sectario, subyace el latente peligro de unas sociedades, que se rigen por patrones desconocidos, capaces de derrocar al sistema social vigente, como en tantas ocasiones sucedió en el pasado.

Resulta inevitable un cierto temor provocado por todo aquello que desconocemos. El estudio minucioso de las sectas es la única manera de superar ese miedo ancestral; cuando se conocen los peligros, los ataques indiscriminados provocados por el miedo ya no tienen razón de ser, y la prudencia sustituye al desasosiego ante lo desconocido.

Peor lo tiene el sectario para librarse de su condición de perseguido, el temible complejo de víctima lo padecen muchos de los viandantes de los diversos caminos espirituales que existen en el mundo, creyentes en que la santidad es sinónimo de martirio. Tragedia masoquista, deseada y temida, que inevitablemente ?según muchas doctrinas? habrán de padecer las personas que deseen conseguir las más altas gracias que les promete su religión.

Como vemos, existe más de un argumento para que los miembros de las sectas continúen escondiéndose. Y todavía nos quedan por nombrar las terribles luchas entre sectas, que siempre han sido de una virulencia espantosa entre las más radicales. En Occidente, en la actualidad, aunque la sangre no llega al río, se aprecia una notable violencia soterrada entre sectas o diferentes vías espirituales. Los ataques ya no se efectúan con el filo de la espada, como antiguamente, pero las actitudes agresivas entre ellas continúan siendo extremas: “El sectario del dios de la competencia no es una persona normal, es un demonio que atenta contra nuestra doctrina, contra nuestro dios, que por supuesto, es el verdadero”. Argumentos como éste abundan en las profundidades sectarias de nuestro mundo civilizado. Todavía se pretende descalificar a la competencia con insultos atroces que incitan a una agresividad malsana. La lucha por el poder en los territorios celestiales ha sido muy dura, y sigue siéndolo. La clandestinidad permite un atrincheramiento, un camuflaje entre las sombras de lo desconocido, muy eficaz para desenvolverse en el combate.

El espíritu de la guerra no termina de desaparecer del alma de los sectarios, espíritu de lucha que en ocasiones ni siquiera es consciente, no llega a reconocerse; son otros los argumentos que aducen para seguir escondidos en sus camuflados búnkeres manteniendo a buen recaudo los secretos. Muchos dicen que la profunda sabiduría esotérica resulta peligrosa en manos profanas, y que de poco le servirían esos conocimientos al ignorante pueblo, pues no está preparado para recibirlos, y se corre el riesgo de que sean mal interpretados. Argumento que podemos considerar válido, y al que podríamos añadir algún otro, como, por ejemplo, el mantener bien guardados sus secretos profesionales para evitar que la competencia haga uso de ellos.

La clandestinidad permite a las sectas ocultar parte de sus doctrinas, de sus actividades y de sus rituales, reservando ciertas enseñanzas exclusivamente para los iniciados. El ocultismo tiene su nombre más que justificado. Ya desde la antigüedad, los chamanes y los brujos de la tribu transferían sus conocimientos más profundos de forma oral a los elegidos. Y hoy en día apenas esto ha cambiado. Incluso en las sectas más pacíficas y más altruistas, formadas por personas muy normales, gustan de mantener a buen recaudo todas sus posesiones, en este caso posesiones intelectuales de carácter esotérico místico. Y, como todavía en los derechos de la propiedad intelectual no se incluyen a las iniciaciones esotéricas, la escuela ocultista en cuestión o el gurú de turno, protegen con el secreto sus habilidades didácticas.

Otra de las causas menores de la clandestinidad es el hecho de que las doctrinas sectarias predican elevados virtuosismos para sus miembros, y si muestran abiertamente que son personas muy normales, con sus defectos y sus virtudes, como todo hijo de vecino, su proselitismo podría verse afectado seriamente. Por lo que les resulta conveniente correr un tupido velo sobre algunos de los acontecimientos que suceden en su interior, ya que, como en toda asociación de personas normales, se cometen errores humanos, y, si se descubrieran, desvirtuarían su carisma divino de cara al público.

Otra importante causa de la clandestinidad es la mala prensa que tienen las sectas, tema al que le vamos a dedicar un capítulo aparte.

EL GRAN FRAUDE ESPIRITUAL

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EL GRAN FRAUDE ESPIRITUAL

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Cuando el hombre religioso inventó a los dioses infinitos, creó una trampa mortal para la espiritualidad. Mientras los dioses tuvieron sus poderes limitados, ejercieron sus funciones en una lógica competencia los unos con los otros; pero con la aparición de las religiones monoteístas, que siempre pretenden implantar el monopolio divino en el universo de las almas, ya no podía existir esa competencia, pues si existe un dios infinito creador de todas las cosas, no pueden existir otros semejantes. De esta forma comenzaron las sangrientas luchas por imponer rotundamente la potestad imaginada del dios totalitario, por intentar establecer en el mundo una sola religión que anulé a las demás, un sólo dios por encima de los demás, y una sola verdad ?imposible de demostrar? que también esté por encima de la de los demás.

Las religiones que se venden como las únicas y las verdaderas en este mundo, no son tales, al menos la mayoría, pues al haber muchas que se anuncian así, solamente una puede ser la verdadera; y, como quien lleve la única razón no es demostrable, el porcentaje de que una de ellas sea la portadora de la verdad es muy pequeño. Si hay en el mundo cien religiones monoteístas ?que hay muchas más?, tendríamos un uno por ciento de probabilidades de acertar si seguimos a una de ellas. Si hay en el mundo cien personas que se consideran la única representante de dios en la tierra ?que hay muchas más?, si seguimos a una de ellas, tenemos un noventa y nueve por ciento de posibilidades de equivocarnos de encarnación divina. Quienes ponen su alma en manos de una religión o creencia de estas características están sufriendo el gran fraude espiritual de los últimos siglos, están jugándose su vida espiritual en una extraña lotería divina, apostando por un número que les han garantizado va a ser el único premiado; cuando otras personas están en la misma situación pero apostando por otros números diferentes.

La libertad religiosa de las últimas décadas en los países desarrollados no ha venido a solucionar el problema de las ofertas fraudulentas de los monopolios de las religiones universales, incluso me temo que lo ha empeorado. En el ámbito del consumismo, la libre competencia siempre beneficia al consumidor, pues propicia la aparición de mejores productos y a mejor precio. Pero si recordamos los comienzos de nuestra sociedad consumista, cuando no existía regulación oficial alguna sobre la publicidad o el etiquetado, y no se exigía que lo que se anunciaba se correspondiera con las cualidades de lo que se vendía, recordaremos que las ventas fueron fraudulentas en muchas ocasiones; hasta que la legislación vigente terminó con ellas. Esto es algo que está sucediendo ahora en el mercadillo espiritual de nuestros días. Al no existir legislación que obligue a anunciar honradamente las auténticas propiedades de lo que se vende, las ofertas exageran fraudulentamente en su publicidad los beneficios de sus productos.

No vamos a negar que algunas producciones espirituales hayan mejorado en los últimos tiempos, pero la mayoría prometen ofertas tan fraudulentas como las que provocaron tantos desastres históricos causados por sus fanáticos ofrecimientos.

Y a ver quién es el guapo que ahora le pone el cascabel al gato y crea una legislación que regule las ofertas espirituales, su publicidad y su etiquetado. Gran parte de la sociedad demanda una legislación, en especial para regular las ofertas sectarias, pero los legisladores saben que si empiezan a aplicar rigurosas leyes a las sectas, pronto tendrían que hacerlo con las grandes multinacionales religiosas, lo que puede llegar a crearles grandes problemas. Si se atienden todas las denuncias contra las ofertas fraudulentas de las sectas, pronto las sectas podrían denunciar a las grandes religiones con los mismos argumentos que les están aplicando a ellas. Las sectas de hoy en día no son mudas, no hay nadie que les calle la boca como antiguamente, y muchas de ellas son imagen y semejanza de las grandes religiones pero en pequeño y con pequeñas diferencias. Enfrentarse el poder legislador a un dios sectario, poniendo la ley humana por encima de su ley divina, puede resultar llevadero si la secta no tiene muchos seguidores; pero, aplicar la ley de los hombres a la ley de los todopoderosos dioses de las grandes religiones, es una labor que muy pocos legisladores estarán dispuestos a llevar a cabo; todo un pueblo o toda una sociedad puede estar apoyando actividades espirituales susceptibles de ser denunciadas. Por lo tanto, por ahora no nos queda otro remedio que seguir tragando las actividades fraudulentas de los lanzamientos publicitarios espirituales. Informarnos adecuadamente y realizar análisis comparativos es nuestra única solución para evitar el fraude, algo que pretendemos hacer en este libro.

Cuando existía en el comercio espiritual de cada país un sólo elixir de salvación, porque sus creadores habían desterrado a toda competencia, no se apreciaba el gran fraude espiritual; evidentemente era un producto único, pues no había otro en el mercado. Cada región de la Tierra tenía su elixir particular, su dogma de fe que lo mantenía, y su ejército y su inquisición para defenderlo. No existía la permisividad que ahora existe, las religiones dominantes degollaban ?en el sentido estricto de la palabra? todo brote sectario que se atrevía a crecer en su país. Pero la libertad religiosa propició la aparición de una gran cantidad de elixires, lo que generó una feroz competencia entre ellos.

En la situación actual, una gran cantidad de elixires milagrosos se venden en los mercados del mundo como medicina para enfermedades incurables, en las etiquetas de cada uno de ellos se dice que es un producto único e inigualable, y que el resto de productos, que también se anuncian con las mismas propiedades, no son sino placebos.

Hoy vivimos tiempos de grandes libertades en los países desarrollados. Las sectas brotan como por arte de magia, y los elixires milagrosos se cuentan por miles. Y en la mayoría de estos tarros de espiritualidad condensada se continúa diciendo en su etiqueta la misma máxima de sublime producto único e inmejorable. La única diferencia con el pasado, que se aprecia en el etiquetado de estos modernos tarros, consiste en que en muchos de ellos el mensaje de autenticidad, que descalifica al resto de elixires del mercado calificándolos de placebos, lo ponen en una nota por la parte de atrás y en letra pequeña. Poco a poco se aprecia que van tomando conciencia las productoras de estos elixires de la gran estafa que están cometiendo con las gentes; y digo que van tomando conciencia porque en la mayoría de los casos el fraude se realiza inconscientemente. Las primeras personas engañadas son los vendedores de los elixires, pues son ellos los primeros que se creen poseedores del número premiado. Pero, como saben que existen miles de números que se anuncian así, su sentido del ridículo les obliga a poner en letra pequeña su convencimiento de que su número va a ser el agraciado con premio gordo del paraíso eterno.

Hay casos en que no ponen dicha nota, incluso en el prospecto anuncian el producto esotérico como compatible con cualquier otra creencia o religión. Se trata de un método para mejorar el bienestar espiritual?dicen?, de una energía benefactora. Utilizan estos argumentos o semejantes para intentar convencer a la persona que ya esté afiliada a otros elixires, incompatibles con los demás, a iniciar un cambio, o para convencernos a todos aquellos que no admitimos tomarnos nada que menosprecie a todo lo demás. Así resulta más fácil picar el anzuelo y acabar colgado de una opción totalitaria que precisamente queríamos evitar. La sorpresa de comprobar que nos han querido pescar nos la llevaremos más tarde, cuando llevemos tiempo probando el elixir y ya nos hayamos creado hábito, entonces nos comunicarán que en realidad no se trata de una sencilla pócima para mejorar el bienestar del alma, sino que lo que llevamos tiempo experimentando nos viene dado por la suprema gracia divina, patente exclusiva del método particular de realización espiritual que estemos siguiendo.

Estas miles de patentes de exclusividad, que nos dicen tener la mayoría de religiones u otras vías espirituales absolutistas, están avaladas por los certificados de autenticidad; por supuesto, tan fraudulentos como el hecho que pretenden demostrar. Todas estas vías espirituales disponen, según ellas, de la documentación necesaria que demuestra en cada caso estar en posesión de la verdad, al mismo tiempo que también demuestran, en cada documentación particular, que las otras opciones espirituales están en posesión de la mentira. Todos estos avales de autenticidad, que intentan demostrar que su dios es el verdadero, siguen unos patrones típicos y apenas difieren los unos de los otros.

Los documentos que en primer lugar se exhiben son las antiguas sagradas escrituras. Nunca han existido en la Tierra escritos que más interpretaciones se les haya dado, hayan sido más manipulados y utilizados con intereses partidistas, que las antiguas sagradas escrituras. Cada uno de estos libros sirve para apoyar a innumerables religiones o vías espirituales con doctrinas muy diferentes entre ellas. Todas afirman que en estos libros está escrita la palabra del auténtico dios, opinión que ninguna de ellas pone en duda porque cada una se apoya en aquellas partes de estos voluminosos libros que justifican y apoyan su doctrina o método de realización espiritual. De esta forma nos encontramos con doctrinas muy dispares apoyadas por un mismo libro, sagrado, claro está.

Otro tanto sucede con los mediadores más famosos, su prestigio es utilizado descaradamente para garantizar el éxito de las excursiones particulares por los mundos espirituales. Y así tenemos a Cristo, por ejemplo, erigido en guía de multitud de caminos espirituales que llevan a lugares muy diferentes.

Muchas de las religiones monoteístas, que se hicieron universales, presentan como su mejor aval de autenticidad el éxito de la propagación de su doctrina. Pero esto no es cierto, porque su éxito no hubiese sido posible sin el apoyo de los poderes políticos y militares que les ayudaron a implantarse en amplias extensiones del planeta. Se propagaron basándose en la fuerza bruta, cuando no terrorífica y asesina. Para comprobar cómo no son capaces de sobresalir sobre otras creencias por sí mismas, no tenemos nada más que observar en la actualidad cómo se ven obligadas a convivir en la India con multitud de creencias diferentes sin apenas sobresalir de entre ellas. Cuando no se hace uso de la fuerza, todas las formas de fe acaban a la misma altura, aunque cada una se pretenda erigir por encima de las demás. Muchas de estas religiones universales deberían de avergonzarse de los métodos que usaron para conseguir su supremacía en vez de presumir de ello.

Otro argumento expuesto, para convencer al incrédulo, y al creyente para que siga creyendo, es la vivencia de lo sagrado en el seno del particular círculo espiritual. Más si recordamos lo dicho en el capítulo de la percepción extrasensorial en hermandad, donde expusimos la enorme facilidad que existe para experimentar cualquier realidad espiritual en todo grupo que la invoque, nadie debiera de alardear de estar en posesión de la verdad por haber conseguido lo que la naturaleza humana y divina regala. Para obtener una experiencia de aproximación a lo sagrado no hace falta ningún ritual especifico, la atmósfera sagrada en muy fácil de provocar, cualquiera de los rituales que se practican en las innumerables religiones puede conseguirlo. Incluso individualmente el cielo se ha experimentado siempre bajo infinidad de doctrinas y de ideologías espirituales. Para los creyentes en un solo dios, no tengo noticia de que de existir el dios verdadero esté afiliado a alguna religión en especial o vía de realización espiritual determinada, más bien creo que está a disposición de darse a conocer a todo aquel que lo desee. Incluso existen creencias de que dios es una parte muy importante de nosotros mismos que sencillamente hemos olvidado. Sólo tenemos que sanar la amnesia que padecemos y recordar lo que realmente somos para volvernos a reencontrar con nuestra auténtica naturaleza divina.

Pero esta idea no está muy extendida. Son los viejos conceptos sobre la divinidad los que más continúan utilizándose por los caminos espirituales. Viejos dramas milenarios del ser humano, fraudes espirituales enraizados en nuestras viejas costumbres. Ya va siendo hora de realizar un cambio.

Si en la dimensión de los bienes materiales la justicia social ha llegado al pueblo en los países desarrollados, ¿no es ya hora de que también haya justicia en la dimensión de los bienes espirituales? ¿Por qué permanecemos impasibles ante los grandes fraudes espirituales, ante los grandes engaños del alma? ¿Acaso nos complacemos en pensar que son padecimientos típicos de los buscadores de dios? ¿No estamos comportándonos como los antiguos cuando pensaban que el hambre de los pobres era algo propio de ellos y que no tenía remedio? Si hemos llegado a demostrarnos que en la Tierra puede haber comida para todos los que la habitamos, ¿qué nos está impidiendo demostrarnos que en los cielos también hay alimento espiritual para todos? Si el gran dios es un concepto de abundancia infinita, de inagotables beneficios, ¿a quién le interesa su racionamiento? ¿A los estraperlistas? ¿Por qué cada buscador de las riquezas del alma está expuesto a sufrir tanto fraude y engaño? No hay derecho a cobrar los precios que se están cobrando por algo que, como el agua, nos pertenece por derecho propio. Los sedientos de dios están padeciendo una injusticia intolerable, pagando precios desorbitados por una gota de agua, engañados por los defraudadores del espíritu.

La magnitud del gran fraude espiritual puede alcanzar cotas increíbles, y los sistemas para llevarlo a efecto pueden llegar a ser sorprendentes.

En el anterior capítulo hicimos una exposición de los tipos de mediadores más habituales, pero en ocasiones estas categorías no se manifiestan tan definidas como las hemos mostrado. Existen mediadores que pertenecen exactamente a alguna de las categorías de las señaladas, pero en muchas ocasiones estas categorías se mezclan en un mismo personaje, incluso se pueden llegar a mezclar todas en un sólo individuo, en una persona que viviendo en este mundo asegura tener todas las facultades de los grandes mediadores que están en el otro. Entonces tenemos al mediador estrella, al hombre dios o a al dios hecho hombre. Las escrituras sagradas están llenas de estos personajes que en vida fueron mitad hombres mitad dioses, santos, sacerdotes y profetas, portadores del espíritu santo y predicadores de la palabra de dios. Fueron los salvadores de los pueblos en los que vivieron. Auténticos revolucionarios en su tiempo. Son los protagonistas principales de las historias sagradas, son Historia.

Pero para que sean Historia primero tuvieron que existir. Y, si existieron, ¿quién nos dice que no puedan existir ahora personas como ellos? Porque son cientos las personas que hoy en día se consideran enviadas por dios para salvar al mundo ¿Quién puede poner en duda a todo aquel que se anuncia como el nuevo salvador de la Humanidad? Si estudiamos la vida de los grandes mediadores, en sus comienzos, no eran sino dirigentes de unas sectas bastante mediocres y minoritarias. ¿Quién puede negar que un dirigente de una secta actual sea el nuevo salvador del mundo? Nadie. Pero lo que sí podemos negar es que cada uno de ellos sea el nuevo y “único” salvador del mundo, tal y como muchos se anuncian, porque eso es imposible. El único salvador podrá ser solamente uno de ellos, y en la actualidad, en el mundo, sin temor a equivocarme, habrá cientos de personas, que se anuncian como los únicos salvadores de la Humanidad, las únicas encarnaciones de dios o de grandes mediadores, los únicos canales divinos que el dios supremo ha escogido en este tiempo para salvarnos; los únicos elegidos en este tiempo para representar al gran dios en la Tierra. Multitud de sectas y religiones están dirigidas por estos personajes.

Como podemos ver, es el mismo fraude ya comentado, pero ahora, en vez de estar protagonizado por organizaciones espirituales y sus correspondientes realidades virtuales, está personificado en innumerables individuos concretos; lo que agrava y aumenta la magnitud del gran fraude espiritual.

Tengamos en cuenta que la persona religiosa establece una relación muy íntima con el mediador que ha escogido como guía de su caminar espiritual. Esta entidad espiritual es venerada con sumisa devoción. El mediador, para el creyente en él, es como el gran dios, en ocasiones más que dios, pues muy a menudo se le da tanta importancia y protagonismo en la realidad virtual espiritual que llega a nublar a la propia divinidad celestial, desviándose hacia él la adoración que por lógica debiera de dirigirse hacia dios.

Cuando el mediador ya ha desaparecido de nuestra realidad física, y pertenece a la realidad virtual de la religión o vía espiritual, es otro elemento más del escenario virtual espiritual, una entidad más del mundo místico, aparte de la realidad física; pero cuando se trata de una persona de carne y hueso, entonces no sólo asume las propiedades espirituales de la realidad virtual sino que, además, pretende encarnarlas e introducirlas en nuestra realidad, consiguiéndolo en muchas ocasiones, y generando un impacto emocional enorme en sus seguidores. Ya no es un objeto del altar el centro emisor del elixir sagrado, dios se ha encarnado en la persona divina; ella es el altar viviente; y, cuando ella no está, es su fotografía la que emana la santidad, colocada en el centro de todos los altares de sus seguidores. Su palabra es palabra de dios, ya no hacen falta las escrituras sagradas excepto para reafirmar lo que él dice. La salvación está asegurada, garantizada por el mediador. El gran premio de la lotería celestial caerá sin lugar a dudas en el único número que él reparte entre sus devotos, inconscientes del gran fraude, desconocedores de que hay otras personas que, como su maestro, están repartiendo otros números presumiblemente premiados con el gordo celestial.

No tendría nada de dramático apostar en esta lotería si lo que estuviera en juego no fuera la integridad física, psicológica y espiritual de la persona. La absoluta entrega de la persona que el gran fraude exige puede afectarnos muy directamente en todas las dimensiones de nuestro ser. En este dramático juego uno se juega la vida.

(La tan criticada magia negra o las vías de chamanismo son mucho menos fraudulentas al respecto, sus líderes no proclaman que en ellos se encarne un dios infinito, los dioses que se encarnan en sus rituales son de poderes limitados, y, aunque exageren, sus anuncios son menos fraudulentos que los de aquellos que afirman ser encarnación del supremo poder infinito).

Si el mediador es un sanador o sanadora, sus devotos seguidores harán muy bien en beneficiarse de ello. La dramática situación se produce cuando se tiene una fe ciega en esa persona, considerándola una infalible encarnación de la divinidad suprema, imposible de fallar en sus diagnósticos y curaciones; llegándose a vivir la ilusión de que uno está sano porque ella lo dice, cuando en realidad se está padeciendo una enfermedad, y se está viviendo la ilusión de que a uno le están curando cuando no es así o incluso se está empeorando.

Se han dado demasiados casos de personas que se han puesto en manos de estos milagreros, para ser curados de una enfermedad, y han vivido en la ilusión de estar curándose, hasta que sus familias tuvieron que ingresarlos urgentemente en hospitales porque se iban al otro mundo con el método terapéutico que le estaban administrando.

No estoy diciendo que sea siempre así. Toda atmósfera sagrada ejerce una función terapéutica. Lo que resulta inadmisible es que esta especie de curanderos, mitad divinos, mitad humanos, descalifiquen a todas las otras medicinas que no son la suya, cuando, con esta actitud están poniendo en peligro la vida de sus seguidores que padecen enfermedades que ellos no consiguen sanar. Su divinidad exclusiva llega a ser tan indiscutible que cuando alguno de sus seguidores enfermo se le va al otro mundo, cuando se hubiera podido curar en la medicina oficial, por ejemplo, ellos dicen que dios así lo quiso. Su dios, claro está, porque el dios de la mayoría de los creyentes no creo que así lo quisiera.

Y otro tanto sucede en los niveles emocionales y psicológico. Un gran porcentaje de creyentes padecen desequilibrios en estos niveles, esperando que un milagro les llegue del cielo a través de su mediador particular, cuando una buena terapia psicológica podría poner fin a sus males.

Las sectas digamos que son los hospitales de estos sanadores estrella, a ellas llegan las personas con dolencias físicas, mentales o espirituales. Y cierto es que casi siempre se experimenta un alivio de los males, incluso se viven curaciones milagrosas; pero no siempre. El milagro funciona de forma aleatoria. Vuelvo a repetir que la atmósfera sagrada tiene un gran poder terapéutico. La trampa se descubre cuando uno se da cuenta de qué ese hospital se ha convertido en una cárcel sin rejas, cuando hemos sido convencidos para que permanecer en él de por vida, persuadidos de que solamente a través de ese mundo sectario y de su líder en particular podremos vivir nuestra dimensión sagrada, cuando se nos han borrado de la mente todas las otras opciones de evolucionar espiritualmente. ¿Qué hace una persona, una vez curada o aliviada de sus males, permaneciendo de por vida en un hospital? Sólo la terrorífica y fraudulenta idea de que en el resto del mundo todo es enfermedad puede mantener a una persona en tan patética situación, entregando su vida por una causa que considera única, cuando en realidad hay muchas más.

Si usted, amable lector, no pertenece a ninguna secta y no se considera un convencido creyente de alguna de las religiones oficiales, ya siento la machaconería de la que estoy haciendo uso en torno al gran fraude espiritual. Consciente de que estoy corriendo el riesgo de resultar pesado, no desaprovecho oportunidad alguna para denunciar el gran engaño y las diversas formas y maneras en las que se manifiesta. Usted podría pensar que ya está suficientemente expuesta la cuestión, pero le puedo asegurar que aunque todo este libro fuera dedicado exclusivamente a la denuncia del gran fraude espiritual, y a todas las formas en las que se manifiesta, habría muchos creyentes de fe ciega que no se darían por aludidos. ¿Cómo podría ser posible que su religión salvadora o su amado maestro espiritual les estuvieran engañando? Para ellos es algo tan inconcebible que ni a cañonazos despertarían de su sueño virtual. Así que pido disculpas por ser tan reiterativo.

El gran fraude espiritual no se produce al dar mucho de uno mismo y no recibir nada a cambio, eso no es cierto. Antes de que la ideología religiosa se implante en la lógica del adepto, exceptuando a los creyentes que continúan siéndolo por tradición, habitualmente es necesaria una fase previa de experimentación, de sentir que es verdad lo que se está predicando, de experimentar lo sagrado, la presencia divina. Después será cuando el creyente acoja la ideología, en la mayoría de los casos fraudulenta, pues será convencido de que ha conocido en su totalidad al gran elefante sagrado y de que deberá de entregar toda su vida a él, cuando en realidad solamente ha percibido una pequeña parte del gran infinito divino.

Como se puede comprender, no hay nada malo en experimentar algún aspecto de la divinidad, el fraude se produce cuando se nos convence, o nos convencemos nosotros mismos, que es la totalidad del dios infinito aquello que estamos experimentando.

Por supuesto que cuanto más carencias tengamos, en todos los niveles, más propensos seremos a engancharnos con una determinada experiencia mística y a magnificarla. Karl Marx no afirmó de forma gratuita que la religión es el opio del pueblo. Muchos creyentes se comportan como auténticos drogadictos, enganchados a algo que en un tiempo les fascinó y que ya apenas les aporta nada y está acabando con su vida. Pero el mal no está en las drogas sino en la drogadicción. Las drogas bien utilizadas son medicinas. Y todavía menos malas son las drogas que genera nuestro propio organismo en los felices éxtasis que nos regala la vida, como puede ser en el éxtasis místico.

No hay nada dañino en la experiencia religiosa, el mal radica en la actitud que adoptemos ante ella. Incluso es de agradecer que un maestro espiritual nos enseñe a vivir la divinidad. Pero yo aconsejaría salir corriendo cuando se nos diga que ése es el verdadero maestro, el único camino, la verdadera y única experiencia de dios, la ideología o el método al que debemos de entregar nuestra vida.

Se dice de dios que está en todas las partes, por lo tanto será tan digno buscarlo en un burdel como en un templo.

Yo he llegado a experimentar a dios de tantas formas y maneras que puedo asegurar la inexistencia de una manera “única” de vivir la divinidad. Todas son válidas. Y todas son fraudulentas cuando nos exigen creer en que son las únicas válidas.

Por supuesto que cualquier método de realización espiritual necesita de tiempo para que podamos recoger sus frutos. No estoy diciendo que vayamos de una secta a otra como mariposas de flor en flor. Vivir la divinidad necesita de paciencia, siempre habremos de dar un voto de confianza a aquel método que nos parezca más adecuado para caminar espiritualmente. Todo necesita su tiempo, sobre todo los profundos cambios psicológicos que se producen siempre que modificamos las realidades virtuales espirituales en las que hemos depositado nuestra fe desde niños.

Existen caminos espirituales, que no siendo totalitarios, recomiendan dedicarse a ellos de por vida para conseguir algún éxito en la búsqueda de dios. Esto nos puede dar una idea de la lentitud, que se asegura necesaria muy a menudo, del proceso evolutivo espiritual; aunque también es cierto que muy a menudo se habla también de un rápido despertar. Por lo tanto, y como casi siempre, no tenemos referencias muy concretas para saber cuándo deberíamos de continuar un método espiritual o cuándo abandonarlo.

Sólo una gran dosis de sinceridad puede hacernos ver que estamos perdiendo el tiempo y la vida atrapados en el gran fraude espiritual. No somos tan tontos como para caer reiterativamente en el timo de la estampita. El bienestar interior es el mejor síntoma de nuestra riqueza del alma. Si nos están timando o nos estamos dejando timar, acabaremos en una pobreza espiritual que denunciará el robo del que estamos siendo víctimas. Pero repito que hemos de ser muy sinceros con nosotros mismos, muchas personas se consideran muy ricas espiritualmente no porque se sientan así sino porque creen ciegamente que están en el único camino correcto, y, cuando les pides te muestren sus riquezas, no ves otra cosa que una estampita, el billete que encabeza un fajo de recortes de periódicos. Lamentablemente sólo les queda la esperanza, el sueño de que dios proveerá, de que se les restituirá con creces todo lo que han perdido, casi siempre después de muertos.

Cuantas veces he sido testigo de la gran riqueza espiritual de muchas personas, que no teniendo relación directa con método alguno de crecimiento espiritual, ni siendo practicantes enfervorizados de ninguna religión, ni seguidores de ningún maestro, personas normales de la calle, llevan dentro de sí la divinidad con la misma naturalidad que la sangre corre por sus venas. Mucha más riqueza espiritual he apreciado en ellas que en aquellas otras que alardeando de estar en el camino correcto, de seguir al único maestro de este tiempo, y presumiendo de las iniciaciones que han recibido como si fueran medallas, han sido presas del gran fraude espiritual, del gran robo que les ha cambiado su gran riqueza interior por una estampita sin valor alguno.

Y esto no sucede exclusivamente a un nivel individual. El desarrollo de los acontecimientos históricos delata la existencia del gran fraude a un nivel social. Innumerables religiones que en un principio fueron inmensamente ricas espiritualmente, con el paso de los siglos fueron perdiendo toda su riqueza y alcanzaron las más altas cotas de la miseria humana, protagonizando auténticas barbaridades sociales.

El gran fraude espiritual ha hecho estragos en la Humanidad. Y mucho me temo que va ser necesario el esfuerzo de todos para erradicarlo del mundo. Su implantación milenaria en el costumbrismo religioso va a exigirnos un esfuerzo extraordinario para extirparlo de los senderos espirituales.

El mayor control que habremos de realizar habrá de ser en el nivel emocional. Las explosiones emocionales, que siempre acompañan a la experiencia mística, son la causa principal del gran fraude espiritual. Sus impulsos traicionan nuestra objetividad, y acabamos engañándonos, nos dejamos engañar y engañamos a los demás. El exacerbado entusiasmo que podemos llegar a sentir ante la felicidad prometida, o temporalmente experimentada, nos puede llegar a no desear otra cosa diferente aunque nuestro proceso evolutivo nos esté pidiendo lo contrario. La pasión ciega nuestros ojos mucho más a menudo que la luz mística nos los puede llegar a abrir. El grado de enamoramiento que las vivencias espirituales pueden provocarnos nos puede llegar a cegar, tal es su poder de seducción. Como cualquier enamorado siente que la persona que enciende su corazón es la persona más especial del mundo, aunque ésta sea muy corriente, podemos llegar a sentir que la religión o la vía espiritual escogida es la más especial de la Tierra y del Cielo, la única que puede hacernos felices a nosotros y a la Humanidad, aunque ésta sea una religión muy corriente, del montón.

Y ya no digamos si nuestra pasión emotiva se centra en un mediador. El ardor místico que puede llegar a sentir el devoto hacia su salvador es un tipo de furor pasional tan cegador que por si sólo convierte a la persona mítica en el único objeto de adoración. Y si se trata de un mediador vivo, en especial de algún gran gurú oriental… Mejor será que les dediquemos un capítulo aparte.

Sobre la estupidez de cobrar

Las ideas de porque no debe cobrarse, se basan en algunas premisas:

1 . La materia es finita.
2 . La vida de una persona es finita
3 . Las actividades que pueden hacerse en una vida humana, son finitas.
4 . El dinero honrado regular, es producto del trabajo.

Conclusión . La esclavitud, el robo, fraude etc, son formas menores de asesinato. Se està quitando un simbolo de trabajo, que se obtuvo en un tiempo de vida irremplazable.

Premisas Perceptivas:
1 El “valor” del dinero depende de una “percepción” proporcional. Para mi cinco mil pesos libres es mas o menos lo que saco en una semana de trabajo. Para otros es un mes de sueldo. Las proporciones dependen de la facilidad de una persona para generar ese trabajo.
2 Una silla es un conjunto de àtomos con mucho vacio dentro. La coherencia de un objeto físico, no sabsoluta, y es una percepción lo que nos hace pensar que es sólido.
3 Tenemos tiempo limitado para Pensar. Por lo tanto, la cantidad posible de pensamiento o vida interior de un sujeto, es FINITA. El libro el kybalión habla acerca de la posiilidad que todo sea mente.

Conclusión: Lo fisico o lo mental son cuestiones de percepción.

” Poder explicar porque lo “material” es concepto, y lo “intelectual” materia.”

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Una persona que tiene que cobrar en el camino esotérico, esta cambiando su vida, su posibilidad de trabajo, por algo material, por un concepto, por una percepción. No por una acción.

El que paga porque le enseñen algo esotérico, esta buscando una transmutación tipo llave mágica.

A veces e necesita ir a un lugar, o comprar un material. El escalón superior no tiene porque recibir dinero, porque [color=#00FF00]está posibilitado para hacer un trabajo en el mundo real. Si alguien no tiene los medios para ir a un viaje… que no vaya. Puede explicarsele como conseguir trabajo en el mundo real, o como hacer sus propios materiales, pero no se puede “ahorrar tiempo” de trabajo, con alguien que es incapaz de crear materia.

El que es incapaz de crear materia, menos puede crar conceptos. El que crea conceptos, pero no domina la materia, olvida el caracter finito de los conceptos. E ignora que su vida es no renovable.

El que ofrece su vida en sacrificio, por un trabajo esotérico, se convierte a la vez, en sacerdote, sacrificio y ofrenda. Si lo hace una vez es un héroe. Si lo hace toda su vida, es un arbol de leña. La mayor parte de los sacerdotes son comerciantes o arcboles de leña.

Puedes emitir o recibir , pero no a la vez. El que recibe materia (dinero), que emite ? No emite ni materia ni dinero.

El que paga por aprender, es un arbol o un animal que será cosechado.

El que cobra por aprender, està matando un arbol, una flor, y no en defensa propia sino por lucro.

Los que cobran, no tienen respeto ni por la vida propia ni por la ajena.

Los que pagan, no tienen respeto por la vida propia ni por la ajena.

Nadie puede comprar el tiempo de un escalón superior.

Nadie puede “tomar frutos” del escalón superior mas allá de un límite.

Defender lo material/dinero como lo valioso, quita el valor y la riqueza a las acciones, y a los sentimientos. Los sentimientos y las acciones son finitos, por lo mismo, son un tipo de materia.

Los sentimientos y las acciones no pueden estar en venta.

[color=#00FF00]\” Poder explicar porque lo \”material\” es concepto, y lo \”intelectual\” materia.\”

la libertad implica un no al comercio de lo sagrado, no a la compra de sentimientos, pero un si al trabajo real.

Pido Permiso

Pido permiso para publicar este tema  en nasdat y de paso usarlo para el grupo de Queretaro para poner varios “estate quieto”.

Como distinguir a los Inutiles para el trabajo real.

Y ponerlo en sendero en el foro de pueblos americanos.
Y de remate podria estar en chamanismo.org

Si ya se mucho pedir. =P

Como distinguir a los Inutiles para el trabajo real.

Uno de los temas pendientes de escribir de parte mia desde hace varios años, es el profundizar un poco más sobre los problemas que plantea Carlos Castaneda y su reclutamiento, contra los grupos de trabajo reales, que a su vez está ligado con el problema, secundario, del comercio.

Este es un tema Muy largo, algo pesado de comprender, y puede ser demasiado brutal, porque puede indicar que se estan moviendo sobre premisas equivocadas, asi que tratare de ser conciso, aunque corro el riesgo de dejar afuera algo importante.

El Camino del conocimiento debe ser:
1 Personal No puedes pagarle a nadie para que se se ponga fuerte por tí, o aprenda por tí. Puedes contratar un guardaespaldas o un asesor, pero eso no te cambia a ti.
2 Pràctico No valen recetas imposibles por edad , pais, o de requisitos imposibles.
3 Eficiente No vale la pena usar una moneda de 10 pesos, para algo de dos pesos. Ciertos procesos no regresan cambio.
4 Etico y Cortès Debes respetar las reglas y valores de la sociedad por la que te mueves.
5 Autosuficiencia Debe darte una forma de contestar preguntas sin “asesores”, drogas y sin libros o metodos de adivinacion.

En otro lugar ya comenté los requisitos para ser valor, de los que en estos momentos cabe mencionar dos:
1 Ser elegido libremente y entre varias alternativas.
2 No debe tener otro costo que el simbólico. (no puede ser valor el ir cada mes a las vegas o a una playa)

Requisitos del escalón superior (el que sigue en jerarquia):
1 Tener un modo de vida comprobable que no dependa de lo sagrado.
2 No tener problemas con el mundo.
3 No buscar ni necesitar aceptación
4 Entender que el maestro debe ser buscado, no ofrecerse el.
5 Podemos crear situaciones para que la gente se ayude, pero no ayudar.
6 Entender plenamente la diferencia entre riqueza y valor.
7 Poder explicar porque lo “material” es concepto, y lo “intelectual” materia.
8 Objetivo final, o valor a preservar de manera eficiente.

Desarrollo estos puntos en unas horas.