El Espíritu del Zen

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Volviendo a lo Básico: Chan y el Camino Óctuplo

Volviendo a lo Básico: Chan y el Camino Óctuplo
Título original: The Healing Breath Revisited
por el Rv. Chuan Zhi Shakya, OHY
Final del Documento – Traducido por
Facundo Larosa desde Argentina
(estudiante de la Rev. Yin Zhi Shakya del ‘Curso de Budismo en Acción’)

“La fuente de la belleza es el corazón. Si la virtud acompaña a la belleza, es el paraíso del corazón, si el vicio se asocia con ella, es el purgatorio del alma. Es es la fogata del sabio y el horno del tonto”. — Quarles, Francis (1592-1644)

Chan, o Zen, en un sentido estricto, es una transliteración del vocablo sánscrito “Dhyana”, el cual significa simplemente meditación.

Nosotros decimos “Budismo Chan” y asumimos que todo lo que queremos decir es una forma específica de meditar y que si meditamos de esa forma en un marco budista, somos Budistas Chan.

Pero, la escuela Chan del Budismo Mahayana, tal como fue fundada en el sur de China, trataba menos de meditación que del camino a la trascendencia, un camino capaz de guiar a la persona fuera del mundo de dolor y agitación hacia la paz, tranquilidad y alegría del Refugio de Buda.

La meditación, sin embargo, sin una amplia base en ética y espiritualidad no es más que un ejercicio mental. Si alguien tiene éxito en meditación ¿Qué es lo que verdaderamente ha logrado? Tal vez, ha encontrado un medio para calmarse cuando se encuentra agitado, o ha adquirido la habilidad de tolerar cierta gente o eventos de sus alrededores. Pero, hay una diferencia entre tolerar y aceptar, tanto como entre calmarnos y no agitarnos desde un principio. Y esa diferencia yace, no en el miembro Chan de la ecuación, sino en el Budista.

La meditación es el último paso del Camino Óctuplo, uno al que no podemos arribar saltando por encima de los siete pasos anteriores.

A fines de prepararnos para la meditación, debemos en primer lugar, comenzar por poner en orden nuestras vidas, y actuar de acuerdo con lo que es correcto y beneficioso para nosotros y los otros. No es una tarea fácil puesto que requiere que actuemos de forma solidaria, en lugar de egoísta.

Lo que hacemos no es tan importante como las motivaciones subyacentes tras lo que hacemos. No es lo que pensamos sino el por qué de lo que pensamos lo que necesita ser explorado.

No es lo que hacemos para ganar un salario, sino la actitud que tomamos hacia nuestro trabajo y responsabilidades lo que tiene mayor importancia.

En breve, los siete primeros pasos del Camino Óctuplo requieren que escrutemos profundamente las cosas en vez de actuar y reaccionar de un modo egoísta y negligente.

Estos pasos fueron presentados por el Buda en un orden específico: Correcto Entendimiento, Correcto Pensamiento, Correcta Habla, Correcta Conducta, Correcto Modo de Vida, Correcto Esfuerzo y Correcta Atención.

Estos no fueron formulados como herramientas para juzgar a otras personas, sino como herramientas para ajustar nuestras propias vidas, de la misma forma que usamos instrumentos para arreglar un desagüe tapado o un auto que no arranca.

Demos pues, un breve vistazo a cada paso del Camino Óctuplo y veamos como emplearlos para ayudarnos a lo largo de nuestra travesía espiritual.

Correcto Entendimiento

“Es lo mismo con el entendimiento que con los ojos, para un cierto tamaño y hechura, sólo cierta cantidad de luz es necesaria, y no más. Cualquier cosa más allá trae oscuridad y confusión”.
— Anthony Ashley Cooper Shaftesbury (1671-1713)

Comenzamos con el Correcto Entendimiento, pero… ¿Qué es lo que necesita ser comprendido correctamente?

Recientemente, un miembro de nuestra sangha me llamó para discutir un problema que estaba teniendo con sus suegros, con los que había estado viviendo por unos meses.

Conociendo que era Budista, ellos disfrutaban haciendo alarde de su Cristiandad para molestarlo, me dijo.

Cada fiesta cristiana les ofrecía una oportunidad para ello. En Navidad, decoraciones excesivas adornaban las paredes y techos y miles de luces colgaban de los árboles del exterior. En Pascuas, era similar, con conejitos pendiendo de los techos y numerosos afiches y ornamentos religiosos reemplazando los adornos cotidianos. El explicó que ellos eran inconscientes respecto de las fiestas budistas, pero cada vez que llegaba una fiesta cristiana, entrar en la casa era como caminar por el decorado de un escenario: era una realidad alterada.

Esta era una oportunidad perfecta para discutir el Correcto Entendimiento. Su problema no era realmente con sus suegros sino con la forma en que él respondía a sus acciones. “Cada día es una fiesta para un budista”. Le dije. “Cada día es un día para celebrar la vida. Y cualquier celebración de la vida es maravillosa, sin importar a que religión esté asociada”. Le dije que tenía una oportunidad maravillosa de aprender acerca de estas fiestas y de demostrar la calidad de su propia religión mostrando comprensión y aceptación amorosa hacia ellos.

El Correcto Entendimiento significa que trabajamos para comprender las cosas desde la perspectiva de otros.

Nosotros no juzgamos o formamos una opinión rápidamente hasta haber observado desde tantas perspectivas como podamos. Este proceso de investigación, rápidamente descubrimos, nos deja con la comprensión de que existen a menudo muchas formas de ver las cosas y que posiblemente no podemos conocer todas ellas, así que las opiniones que formamos pueden fácilmente estar equivocadas porque hemos ignorado algún aspecto.

Correcto Pensamiento o Propósito

“Si un hombre habla o actúa con un pensamiento puro, la felicidad le sigue como la sombra que nunca le abandona” El Buda

No había oído de una mujer a la que le había dado los preceptos budistas hace algunos años, sino hasta hace poco. Ella parecía un poco avergonzada de no haberse mantenido en contacto, pero me dijo que necesitaba mi ayuda.

“Tengo cuatro hijos y un marido que trabaja todo el día para ganar suficiente dinero para todos nosotros. Mi hijo menor tiene dos años y el mayor, trece. He tratado de ser una buena budista, pero siento que mi vida no me pertenece. Soy más un robot que un ser humano… alimentar a los chicos, cambiar los pañales del bebé, llevarlos a la escuela, limpiar sus cuartos, lavar la ropa, limpiar la cocina…

Cada día es así, y estoy exhausta cuando termina. No parece que tenga tiempo para el Chan. Me digo a mi misma que cuando los chicos hayan crecido y dejado el hogar, tendré tiempo para mi labor espiritual nuevamente, pero para ese momento… ¡Tendré más de sesenta años!

Estoy ‘en el filo’ todo el tiempo por toda esta responsabilidad y enojada porque no puedo tener de vuelta mi vida anterior.

Cuando mi esposo está en casa peleamos, y cuando están los chicos nos gritamos unos a otros. Simplemente no sé que hacer. Alguien tiene que ceder”

Se encontraba cerca de las lágrimas cuando me contó esto, yo sabía que ella quería cambiar las cosas, pero no sabía como. Ella quería una solución budista.

“El segundo paso en el Camino Óctuplo”, le dije, “es Correcto Pensamiento o Propósito. Esto significa que mantenemos en vista nuestro objetivo espiritual incluso en las actividades de nuestra vida diaria, sin importar cuan agitadas sean.

Nuestro deber es cuidar de las necesidades de nuestros hijos, y tratar a otros con respeto y amabilidad. Cuando perdemos de vista nuestro propósito espiritual se hace casi imposible mantener el nivel de conciencia necesario para lograrlo, porque hemos olvidado que somos seres espirituales. El resultado de esto es que negamos nuestra propia humanidad, así como la de aquellos que nos rodean.

Nos volvemos infelices, tenemos ‘stress’, y nos desplomamos en las profundidades del sámsara”.

Continué explicándole que no necesitamos ir a algún lado en especial para practicar Chan. La práctica está en nosotros, en medio de cualquier cosa que hacemos. El problema surge cuando olvidamos esto.

Un chico gritando distrae nuestra atención o la chicharra de un lavarropas nos sobresalta, y a continuación olvidamos retornar a nuestro objetivo espiritual, el cual es, la Iluminación.

Le expliqué que se hallaba en una situación perfecta para practicar Chan. Llevar adelante una casa y cuidar a los niños ofrece una oportunidad maravillosa de practicar.

“¿Cuánto de tu tiempo pasas haciendo tareas repetitivas?” Le pregunté.

Ella pensó por un momento y me contestó que la mayoría de las cosas que hacía durante el día eran repetitivas: cocinar, limpiar, manejar, cambiar pañales…

“Entonces convierte cada una de esas actividades en una práctica Chan. Mantén ese ‘ojo interno’ abierto todo el tiempo y cuando te distraes de algo, como un pensamiento, o un grito de tus hijos, atiende la necesidad y luego vuelve tu atención a tu práctica Chan. Después de un tiempo, lo estarás haciendo automáticamente, serás mucho más feliz y las cosas no te molestarán demasiado.”

Le di esa antigua práctica que desasocia el ego de nuestras percepciones sensoriales y pronto nos permite alcanzar una clara conciencia de nuestra Naturaleza Búdica. “¡Neti Neti!” ¡No esto! ¡No esto! Mantenemos esta interpretación yuxtapuesta a nuestras experiencias sensoriales en nuestra mente noche y día, cortando estos lazos con el mundo material mientras existimos en él.

Mientras lavamos los platos, nos repetimos a nosotros mismos: ¡No esto! ¡No esto! Mientras lavamos nuestras manos: ¡No esto! ¡No esto! Mientras salimos de la ducha: ¡No esto! ¡No esto!

No lo hacemos en el sentido de la frustración o la ira (o humor), sino en el sentido de negarnos a nosotros mismos un nivel de realidad a la acción o evento. Eventualmente, nuestro hacer se vuelve sólo lo que es por sí mismo. Nos acercamos a la naturaleza de nuestras acciones más que a nuestras respuestas mentales o emocionales hacia ellas.

Pronto todas las cosas que nos han hecho infelices anteriormente, se vuelven intrascendentes en lo que respecta a nuestra felicidad, como motas de polvo flotando a través del aire.

Correcta Habla

“Nada es más tonto que el placer que cierta gente encuentra en ‘dejar hablar a sus mentes’. Un hombre así dirá una grosería, por el mero placer de decirla, cuando una conducta opuesta, llena de inocencia, pueda haber salvado a su amigo, o haber hecho su fortuna”.
— Sir Richard Steele (1672-1729)

Para aquellos de nosotros que interactuamos a menudo con gente, la Correcta Habla nos ofrece una excelente oportunidad de profundizar nuestro desarrollo espiritual. La mejor forma de recordarnos el atender este importante paso es evocar el principio budista “No dañar” y recordar que hablar es lo mismo que tocar una campana: lo que decimos no puede ser desdicho así como no podemos evitar que siga sonando la campana.

El habla no es unidireccional tampoco. Las palabras con las que hablamos son sólo símbolos para significados. Las palabras, en sí mismas, no tienen significados; son los símbolos que surgen de ellas en nuestra mente las que nos transmiten significaciones. Debido a esto, nuestra propia comprensión de estas acepciones puede (y probablemente lo hará) diferir de la comprensión de alguien más; por ejemplo, otros pueden interpretar lo que decimos de forma diferente a como nosotros quisiéramos que fuese interpretado.

De todos los pasos del Camino Óctuplo, la Correcta Habla es uno de los más difíciles de dominar, y esto es porque algunas veces los maestros Chan le indican a sus estudiantes ‘encoger sus lenguas’ hasta que su práctica se haya desarrollado adecuadamente.

Hay mucho que decir al respecto de la Correcta Habla, sin embargo, un aspecto a menudo ignorado es el motivo que subyace detrás de lo que decimos. Más que las palabras que hablamos, es nuestra motivación la que determina si estamos respetando propiamente la Correcta Habla.

Existe una historia de un hombre que era muy respetado en su círculo de amigos y colegas en una famosa universidad. Él había recibido muchas distinciones y era respetado como un experto en su área. También había leído muchos libros acerca del Budismo y estaba altamente interesado en él, pero sentía que necesitaba un profesor para proseguir su instrucción.

Sólo el ‘mejor de los mejores’ podría hacerlo, el consideró. Así que hizo reservaciones en un vuelo trasatlántico y unos pocos días después estaba parado en frente de un remoto monasterio Chan, enclavado en la falda de una montaña al sur de China.

La puerta estaba cerrada así que golpeó mientras gritaba en el mejor chino que pudo: “He venido para aprender acerca del Dharma ¡Abran la puerta!”.

Como no había respuesta, trató nuevamente: “He volado hasta aquí a través de miles de kilómetros para aprender de ustedes acerca del Dharma ¡Déjenme entrar!”.

Aún no había respuesta. Así que esperó por un tiempo y luego intentó de nuevo: “He escrito muchos libros y viene gente de todo el mundo para aprender de mí ¡Ahora quiero aprender de ustedes!”.

Nadie respondió.

El lo intentó una y otra vez utilizando diferentes tácticas. Finalmente la puerta se abrió y un monje caminó hacia fuera llevando un balde. Para la sorpresa del hombre, el monje lo ignoró completamente mientras cumplía con su recado de transportar agua. Al retornar al templo, el sacerdote abrió la puerta y se introdujo sin más que brindar una mirada de reojo al extraño que miraba incrédula y silenciosamente desde la entrada.

Él había pensado que tal vez nadie lo había oído, pero ahora parecía que el estaba siendo deliberadamente ignorado. Con rabia gritó: “¡Cómo se atreven a tratarme así! ¿Así tratan a la gente que intenta aprender acerca de sus formas sagradas?”.

Gritó por un rato más y paseó arriba y abajo del camino que conducía al gran templo. Había venido desde muy lejos, así que regresar no era una opción. De esta forma, se quedó fuera, cerca de la entrada, esperando.

Los días pasaron mientras miraba consternado como los monjes salían a hacer sus quehaceres para luego volver a entrar, ignorándolo durante todo el trayecto. Se había dado por vencido de intentar ganar la entrada. Eventualmente, su suministro de víveres estaba llegando a su fin, y sabía que tarde o temprano debería descender de las montañas y regresar a casa. Para este momento, él había tenido mucho tiempo de reconsiderar su situación. Habíase también vuelto débil y huraño.

Luego de mucha introspección y contemplación, se levantó del suelo, afirmó sus pensamientos, y salió a través del angosto camino que conducía a la base de la montaña. Tras recorrer una corta distancia, escuchó pisadas veloces y al darse la vuelta vio un joven monje corriendo hacia él. Éste se acercó y ciñó sus brazos en torno a sus hombros mientras guardaba silencio.

Ambos hombres regresaron al templo donde otros tres monjes esperaban con la puerta abierta. Durante el trayecto, el hombre del Oeste no había dicho una palabra. Su entrada no había sido ganada por las palabras, sino por sacrificar su propio sentido de importancia.

Las palabras habían servido para expresar la fortaleza de su ego y no el estar listo para recibir el Dharma.

Tanto como estamos preocupados por ‘auto-servirnos’, éste motivo estará detrás de nuestra habla. Podemos decirle a la gente que queremos una cosa, mientras que quizás inconscientemente, sólo queremos satisfacer nuestro ego.

Reprimiremos a otros para sentirnos superiores, inventaremos chistes a fines de maximizar nuestra propia importancia, aun a costa de otros, mentiremos si nos ayuda a obtener lo que queremos, o usaremos nuestros aciertos del pasado para impresionar a otros con nuestra valía.

Cuando el ego está al timón, la Correcta Habla es casi imposible de mantener, pero cuando hemos alcanzado la habilidad de ver las cosas desde la perspectiva de otros (Correcto Entendimiento) y cuando hemos comenzado la dura disciplina de mantener en vista nuestros objetivos espirituales (Correcto Pensamiento o Propósito), podemos comenzar a observar y corregir nuestra habla.

Podemos investigar acerca de las motivaciones tras lo que decimos, podemos mirar si nuestros pensamientos o palabras son ego-centrados o no. En vez de hablar impulsivamente, podemos comenzar a hablar cuidadosa y solidariamente.

Así es como descubrimos que no tenemos tanto que decir como una vez tuvimos.

Correcta Conducta

“Hacer es una gran cosa. Porque si las personas, se proponen hacer lo que es correcto, después de un rato, les llega a gustar lo que están haciendo.”
— John Rushkin (1818-1900)

Hace algunos años, estaba caminando por una ciudad inmensamente poblada. Había montones de turistas y trabajadores yendo y viniendo: haciendo entregas o tratando de ganar unos pesos limpiando ventanas o repartiendo volantes.

Me sucedió que al mirar al otro lado de la calle vi que dos jóvenes desaliñados acosaban a una persona mayor. Éste estaba bien vestido y agitaba sus brazos en derredor pidiendo ayuda. Los otros dos hombres lo golpeaban con palos y pronto el anciano se encontró tirado en la acera mientras sus pedidos de ayuda continuaban.

Todo esto sucedía a plena luz del día con mucha gente caminando alrededor, pero esto no era tan chocante como el hecho de que nadie se detuvo a ayudar. Durante el tiempo que me tomó darme cuenta del incidente y cruzar la atestada calle, los dos jóvenes habían desaparecido y el anciano yacía sangrando en el suelo. Los transeúntes pasaban a ambos lados sin siquiera dedicarle una mirada.

“Les di mi billetera”, me dijo, “pero no pareció importarles, ellos sólo seguían golpeándome una y otra vez”.

Estaba contento de que siguiera consciente y permanecí a su lado hasta que la ayuda arribó y fue transportado al hospital.

Cada día, somos encarados por situaciones que requieren un curso decisivo de acción: estar esperando para que la luz del semáforo cambie de rojo a verde para manejar a través de la calle, o esperar que la cajera en la verdulería nos diga cuanto debemos por nuestra compra para poder pagar. Sin embargo, estas acciones son triviales y sólo necesitan un poco de atención de nuestra parte, no hay cuestionamiento acerca de si son buenas o malas: son, simplemente, de sentido común.

Pero, cuando algo nuevo e inesperado es arrojado en nuestro camino, a menudo nos encontramos en una situación precaria tratando de determinar el curso de acción correcto.

Cuando hay reglas establecidas para seguir, es fácil, sabemos que todo lo que tenemos que hacer es seguir dichas reglas y que nuestra acción, al menos, será aceptada por nuestros pares y por la sociedad. Por el contrario, cuando no hay reglas o guías fijadas de antemano, estamos solos.

En el incidente que presencié anteriormente, los peatones tomaron la decisión de no involucrarse, quizás pensaron que si no tomaban ninguna acción serían exonerados del asunto. Tal vez ellos no querían arriesgar su propia seguridad o manchar sus ropas. No lo sé, pero ellos fallaron al observar la Correcta Conducta porque estaban pensando en sí mismos en primer lugar.

A la vez que la Correcta Conducta implica que debemos ajustar nuestra conducta de acuerdo con los cinco preceptos (las normas éticas del Budismo), también significa que debemos actuar en concordancia con nuestros objetivos espirituales trascendentes. Lo cual incluye reconocer a las demás personas como seres espirituales, como nuestros hermanos y hermanas.

Evitar las malas acciones sobreviene naturalmente cuando estamos atentos a las buenas acciones. La Correcta Conducta fortalece nuestra resolución de seguir el camino espiritual hacia la Iluminación. A medida que trabajamos para volvernos más conscientes de nuestras acciones e inacciones, así como sus consecuencias sobre nuestras vidas y la de los demás, podemos comportarnos más sabiamente, con comprensión de las consecuencias que nuestra conducta provoca.

Esto sucede cuando somos capaces de ajustar nuestro comportamiento en concordancia con el cuarto paso del Camino Óctuplo.

Cuando aplicamos toda nuestra atención a nuestros actos, rápidamente descubrimos que cuando hacemos algo que causa daño (viola los preceptos) se produce un efecto negativo sobre nuestra conciencia, y que ese efecto tiende a detener nuestro progreso espiritual.

Podemos deprimirnos, malhumorarnos, enojarnos… Podemos entrar en un círculo vicioso al violar los preceptos: hundiéndonos en el alcohol o a las drogas para obtener un alivio temporal o volviendo nuestra atención al trabajo, como una fuente de felicidad, mientras negligentemente olvidamos a nuestras familias y compromisos con nuestra práctica espiritual. Incluso podemos invitar a otros a unírsenos en las profundidades de nuestra miseria.

De forma opuesta, cuando realizamos una acción relacionada con hacer el bien desinteresadamente descubrimos que da un empujón a nuestro progreso espiritual y nos libera del pantano. Podemos detener nuestro automóvil para dejar pasar a un peatón y recibir una onda y una sonrisa de gratitud. Podemos llevar comida a un hogar (un refugio de aquellos que no tienen casa) sabiendo que hará que unas pocas personas se sientan más felices y saludables. Podemos hablar bien de otra gente incluso aunque ella no hable bien de nosotros. Podríamos también ayudar a otros que se encuentran en necesidad incluso si pone en riesgo nuestra propia seguridad.

Cuando dejamos que el corazón guíe nuestras acciones y removemos los designios y deseos del ego detrás de los motivos de nuestras actuaciones, los cinco preceptos no sólo son seguidos naturalmente sino que se vuelven de sentido común.

Cultivar una mirada altruista nutre la práctica de los preceptos y nuestros esfuerzos se hacen cada vez menos duros.

Correcto Modo de Vida

“Si un hombre ama su labor, independientemente de cualquier preocupación por el éxito o la fama, los Dioses lo han llamado” — Robert Louis Stevenson

Existe una gran cantidad de malentendidos acerca del Correcto Modo de Vida. Todas las sociedades dependen de una amplia diversidad de trabajos. Los recolectores de basura son tan importantes para la salud de una sociedad como los doctores y los bomberos o como los maestros y los artistas.

Cuando hablamos acerca del Correcto Modo de Vida, no estamos debatiendo acerca de elegir el mejor trabajo o carrera para nosotros, el de elegir el más ético o moral, sino acerca de cómo nos aproximamos al trabajo que hemos elegido, o que nos ha elegido a nosotros.

Una mujer que conocí en el autobús, no hace mucho tiempo, me contó acerca de cómo amaba su trabajo en la planta de procesamiento de carne que se encontraba al otro lado de la ciudad.

“He sido vegetariana por más de cuarenta años”, me dijo, “la idea de comer carne solamente no se me ocurrió nunca más, pero me encanta levantarme por la mañana e ir a trabajar. Paso las piezas de carne desde la cinta trasportadora hasta una zona de envasado. Cuando encuentro un problema…como algo que anda mal con la carne, o que alguien ha dejado caer carne al suelo y luego la ha vuelto a poner nuevamente para procesar (lo cual me aseguró que sucede), me involucro en el asunto y si hay algo que no puedo solucionar por mi misma llamo a mi jefe, quien arregla el problema”.

Le pregunte porqué pensaba que le gustaba tanto su trabajo, especialmente dado que ella no comía carne.

“No lo sé… Supongo que sólo ‘encajo’. Sé que es necesario hacer, y trato de hacer un buen trabajo. Puede sonar gracioso, pero la rutina puede ser relajante y placentera. Sé que otra gente comerá la carne y la disfrutará, y eso me gusta… Me gusta hacer mi parte para que reciban comida de buena calidad”.

Mi primer pensamiento fue que esta mujer entendía lo que el Buda quiso decir por Correcto Modo de Vida. En vez de enorgullecerse de ser vegetariana, ella aceptó el hecho de que mucha gente es feliz comiendo carne. En vez de quejarse de la monotonía de su trabajo ella la abrazó, aceptando que la monotonía puede ser placentera. Parecía que no tenía deseos de alcanzar un rango de mayor importancia en la compañía. Tampoco chismorreaba acerca de la gente que trabajaba junto a ella. No había ningún conflicto, porque estaba personalmente desapegada de su trabajo.

El Correcto Modo de Vida implica que no importa que trabajo llevemos a cabo, nos esforzamos para desapegar nuestro ego de él. Simplemente intentamos hacer el mejor trabajo posible, sin preocuparnos por la recompensa.

No importa si somos peluqueros, jardineros, políticos o ejecutivos, si nos acercamos a nuestras tareas de esta forma, encontramos que una gran cantidad de nuestras ansiedades y preocupaciones súbitamente desaparecen.

Correcto Esfuerzo

“Las personas que no aprecian el esfuerzo al escalar, carecen del entendimiento de dónde han estado, el conocimiento de quién son, y la determinación para continuar subiendo. Por eso nunca logran realizar el Dharma.”

“Las personas siempre están buscando el camino fácil. El camino duro, aquel que aprendemos con experiencias difíciles y logros dolorosos, no les interesa. Quieren un atajo. Los verdaderos buscadores del Dharma temen a los atajos. Saben más que eso. Saben que sin esfuerzo, no hay sentimiento de logro. Esto los mantiene caminando hacia adelante.” — Maestro Han Shan (1546-1623)

No hay lazo más fuerte para cortar que aquel que une la mente y el ego. Esta es la simple razón de porqué el camino Chan es tan difícil.

Nos toma cada gramo de esfuerzo reunir fuerzas para liberarnos de los componentes más caprichosos de nuestra psique. No es hasta que reconocemos el Yo que existe aparte de quién nosotros pensamos que somos que podemos conocer la mente Chan.

El conocimiento del Yo solo puede ser encontrado una vez que dejamos de identificarnos con nuestras profesiones, nuestras familias, nuestros gustos y aversiones, nuestras opiniones, etc. Ya que todos ellos son constituyentes básicos del ego.

El proceso de desapego no sólo es difícil, sino que a menudo es doloroso, y transitar a través de él requiere de un gran coraje y la fe de que triunfaremos.

Recientemente un joven me consultó acerca de mi aprobación a su decisión de asistir a un retiro de dos semanas en un ‘zendo’. Le pregunte quien era su maestro, a lo que él mencionó algunos libros populares que había leído recientemente. Cuando le pregunté porqué quería asistir al retiro que me había descrito, comenzó a contarme. Me dijo que su vida estaba en ruinas: había perdido su trabajo, su esposa le había pedido el divorcio… la misma historia que había oído incontables veces.

Esto nos sucede a muchos en algún momento de nuestras vidas. ‘Tocamos el fondo’ y recién ahí empezamos a buscar una solución espiritual. El error de este hombre fue pensar que sentarse en un almohadón por varias horas al día, con un corto sueño de noche, por dos semanas, iba a darle la solución espiritual que tanto anhelaba.

“Tienes un problema serio”, le dije, “pero estás buscando un camino fácil para salir: anotarse en un ‘zendo’, esperar un par de semanas y… ¡listo! Todos los problemas solucionados. El Chan no funciona así”.

Le explique que si bien existe un momento en la vida de un practicante Chan para los retiros de meditación, estos retiros son mejor atendidos, una vez que hemos alcanzado cierta habilidad para liberarnos de nuestro ego y entrar en el estado meditativo.

De lo contrario, estos largos períodos de inacción pueden realmente ser psicológicamente dañinos y retrasarnos más que ayudarnos. Le expliqué que el Chan comienza con el Camino Óctuplo, cuyo último paso es la meditación, y es por ello que el Buda puso esos pasos juntos en una secuencia específica, intencionalmente.

“Imagina”, le dije,”que te encuentras en alta mar, en un barco que se está hundiendo. Hay un palo, un alto mástil, en el barco así que te aferras a él y comienzas a escalar hasta que llegas a la cima. Al mirar hacia abajo ves el agua aproximándose. Sabes que alguien tendrá que ceder, que tendrás que tomar una decisión: ¿Continúas aferrándote al único objeto a la vista o lo dejas ir y permites al destino tomar las riendas?”.

La entrada al Chan es muy parecida. Nosotros nos encontramos en un barco que se hunde (nuestra vida, y nuestro sentido de control sobre ella) y sentimos un profundo pánico, a medida que pensamos que no podemos seguir viviendo de la misma forma que veníamos haciéndolo. Sabemos que no podemos seguir aferrándonos al mástil porque nos llevará hasta el fondo, pero tampoco sabemos que pasará si lo dejamos ir. El mástil hundiéndose es el único sentido de seguridad que teníamos hasta el momento, así que debemos tener la fe y el coraje de permitirle irse y tomar nuestras chances con lo desconocido. Nuestra situación es cuestión de vida o muerte.

A menos que hayamos llegado a este punto en nuestras vidas, la liberación espiritual sigue siendo una débil hipótesis, pero una vez que tenemos el coraje de dejar ir el mástil, se vuelve muy real.

Cualquiera perteneciente a cualquier religión que haya experimentado la liberación comprende esto. El supremo esfuerzo que toma dejar los apegos que imaginamos que son nuestro yo es el esfuerzo que toma el soltarnos de la seguridad del mástil y entrar en lo desconocido de una experiencia sin ego.

Correcta Atención

“Los actos son pequeños; el Principio es grande. Los actos son varios; el Principio es uno. Aquéllos que viven el Principio, que permiten que su significado fluya a través de su mismísimo torrente sanguíneo, nunca actúan en disonancia con él. En cualquier cosa que hagan, cumplen el Principio. Ya sea ocupados o relajados nunca son engañosos, nunca manipuladores. No tienen ningún motivo oculto y no necesitan de ninguno.” – Maestro Han Shan (1546-1623)

Pocas historias Chan expresan la naturaleza de la Correcta Atención mejor que ésta contada muy a menudo por el maestro Hsu Yun: Había una vez un hombre Chan que estaba caminando por la saliente de un camino de alta montaña cuando súbitamente un tigre vino a su encuentro. Para escapar, se aferró a un arbusto y descendió al filo del precipicio.

Mientras colgaba allí, con la rugiente boca del tigre por sobre su cabeza, y la base del abismo bajo sus pies, sintió las raíces del arbusto desgarrarse lentamente. No pudo encontrar donde apoyar sus pies o nada a lo cual agarrarse. Pero mientras se balanceaba, imaginando que haría a continuación, se dio cuenta de una frutilla que crecía en una hendidura en la roca. Soltándose, la tomó y se la comió, asombrándose, de que considerando la época del año estaba particularmente dulce.

En el estado iluminado la mente no tiene sentido de una individualidad separada, por lo cual es libre de experimentar y actuar sin los estorbos que representa la ‘persona’ (Nota: El arquetipo persona).

Una mente clara es una mente vacía del yo. Es una mente que puede observar incluso el más pequeño detalle en medio de la situación más adversa. Este no es un estado fácil de alcanzar y mucha labor espiritual debe venir antes de que tengamos siquiera la esperanza de alcanzar este grado de ecuanimidad.

Pero podemos hacer humildes pasos en su consecución prestando atención a nuestras acciones y pensamientos; estar atentos de nuestras vidas en todo sentido y evitar los actos innecesarios que solamente sirven para pagar tributo a nuestro ego.

Con la paz y la tranquilidad que surgen de la práctica de la Correcta Atención, estamos finalmente listos para embarcarnos en la travesía final del Chan: la meditación.

Correcta Concentración o Meditación

“Existen tres clases de silencio. El silencio de las palabras es bueno, porque hablar excesivamente tiende a la maldad. Silencio, o descanso, de los deseos y pasiones es aún mejor, porque promueve la quietud del espíritu. Pero el mejor de todos, es el silencio de los innecesarios pensamientos errantes, porque es esencial para el recogimiento interno, y porque forma los cimientos de una adecuada reputación y de los silencios en otros respectos”.
— Madam Guyon (1648-1717), Mística cristiana francesa

La meditación es común a las religiones de todo el mundo y existen literalmente cientos, si no miles de técnicas de meditación que han sido transmitidas a lo largo de los siglos.

Sin embargo, todas las formas de meditación comienzan con silenciar la mente, el cese de los pensamientos aleatorios que interfieren con la habilidad de la mente para concentrarse.

Las prácticas de meditación más básicas son siempre ‘con semilla’, esto es, con un tema para la concentración. Éste puede ser una cosa, como un cordón de zapatos, una vela, o una idea, un pensamiento, un sonido, o una sensación física como el pulso o la respiración, pero el ingrediente clave es siempre concentración.

La traducción literal del octavo paso del sánscrito es realmente “Correcta Concentración”. La meditación surge naturalmente cuando la Correcta Concentración es alcanzada. La concentración es algo que debemos aprender a través de dedicada práctica mientras que meditación es algo que simplemente nos ocurre cuando nuestra mente está adecuadamente enfocada en la concentración.

La primera vez que intentamos enfocarnos ‘en la semilla’, esto parece ser imposible. La mente merodea en todas direcciones y nos encontramos en dificultades al intentar ponerla bajo control.

Así, podemos dar nuestro primer vistazo a la ‘mente de mono’ y sobresaltarnos de que la ‘mente de mono’ se ha convertido en nuestro modo normal de ser. Pero no debemos desilusionarnos. Con una firme práctica podemos progresar rápidamente. Nos ‘enganchamos’ a medida que descubrimos que la meditación nos ha conducido a una vastedad de nuevas esferas de la existencia y entendimiento y que enriquece nuestras vidas de formas que nunca antes hubiésemos imaginado posible.

A través de práctica diligente, y siguiendo el simple e irónicamente difícil Camino Óctuplo, nos liberamos a nosotros mismos de el reino samsárico de la ego-consciencia y entramos en el glorioso estado nirvánico de la sabiduría de Buda.

Y entonces comprendemos, que ésta, todo el tiempo y desde el principio, fue la intención de Buda cuando presentó ‘Su Camino Óctuplo’.

Una Conversación sobre el Zen y Dios

Una Conversación sobre el Zen y Dios
Título original: A Conversation on Zen and God
por el Rv. Chuan Zhi Shakya, OHY
Traducido desde el Inglés por Shi Chuan Fa
Edición en Español revisada por la Rev. Yin Zhi Shakya, OHY

La conocía desde que era una niña pequeña pero no la había visto en muchos años. Ahora estaba entre los veinte y los treinta, llena de vida y de energía, y bastante ansiosa por hablar. Se proclamaba ateísta y quería conocer algo sobre el Zen porque, como remarcó: “Los budistas no creen en Dios.” Hablamos durante casi una hora.

– ¿Por qué crees que no hay dios? – Le pregunté.

– ¿Por qué debería creer que hay un dios cuando no hay evidencia de ninguno? ¿Dónde hay un dios que pueda ver, tocar, escuchar, o sentir de cualquier otra forma? Creer en Dios es creer en una ilusión.

– ¿Así que quieres decir que como no puedes percibir a Dios con tus sentidos Dios no existe? – Le pregunté.

– ¡Soy una persona racional! – Enfatizó – racional.

– ¿Y qué sucedería si alguien pudiera percibir a Dios? – Le pregunté.

– Entonces se están engañando a sí mismos.

– ¿Cómo lo sabes? – Seguí con el razonamiento. – ¿Qué pasaría si sus conocimientos les permitieran percibir a dios y los tuyos no?

– Bueno, creo que si hubiera un dios sería capaz de percibirlo. ¿Qué conocimiento podría alguien tener que yo no tengo?

– ¿Recuerdas cuando eras una niña pequeña – le pregunté – cuando el mundo parecía confuso y tal vez un poco terrible?

– Sí, – dijo mientras me miraba un tanto extrañada por cambiar de tema, después continuó la conversación. – Recuerdo cuando estaba asustada en mi habitación. Imaginaba que debajo de la cama vivían perros guardianes que me protegerían de noche.

– ¿Sigues teniendo perros guardianes bajo la cama durante la noche?

– Se rió.

– Bueno, entonces estarás de acuerdo en que la comprensión y el conocimiento pueden cambiar a medida que crecemos, ¿no?

– Sí, – balbuceó, quizás imaginando adónde estaba hiendo con mi razonamiento.

– Entonces, ¿por qué quieres creer que no hay dios, cuando, de hecho, puede ser posible experimentar a dios? ¿Podría ser que hubiera alguna satisfacción, tal vez alivio, en la `incredulidad’ en dios?

Dijo que no estaba segura a dónde quería dirigirse.

– La mente es algo divertido – comencé. – A no ser que se encuentre en un modo receptivo, parece que no se permite aprender o conocer cosas nuevas (un modo de no-negación). Cuando toma una opinión sobre algo, niega la posibilidad de cualquier nuevo conocimiento que descanse fuera de su compresión actual. Hay muchos ejemplos de esto en la historia de la raza humana, ejemplos que la mayoría de nosotros conocemos; por ejemplo, fue décadas después de que los científicos y exploradores mostraran que el mundo no era plano cuando la gente lo creyó. A la mente no le gusta desprenderse de sus creencias. Incluso hoy en día hay algunos pocos que se niegan a creer que el hombre haya puesto un pie sobre la luna. Pueden ser una pequeña minoría, pero insistirán en que alguien que crea en esas cosas estará entregándose a vuelos de fantasía. ¿Deberíamos creerles?

– Los grandes descubrimientos ocurren cuando la mente se amplía y crece más allá de los límites del conocimiento existente. La teoría de las fuerzas de Isaac Newton, la teoría de Einstein de la relatividad especial, la teoría de los quarks de Gell-Mann, o sea, sus contribuciones a la ciencia pueden estar fuera de duda hoy en día, pero pasaron muchos años antes de que sus pensamientos fueran considerados explicaciones plausibles de la naturaleza, incluso por sus colegas. Ninguno de estos hombres sabía adónde les llevarían sus incursiones en los terrenos no explorados de la mente. Sus descubrimientos estaban tan alejados de la mente científica colectiva de su tiempo, que incluso tuvieron que inventar nuevas matemáticas para describir y explicar, sus de otra forma, increíbles descubrimientos.

– ¿Pero cómo puedo no creer en dios sin creer en dios? – Preguntó, ‘Hay creencia y hay incredulidad’, uno cree en algo o no cree.

– ¿Crees que Einstein ‘creía’ en la relatividad especial antes de descubrirla? – Le pregunté. – ¿Sabías que confesó que no creyó en ella incluso después de descubrirla? Pero eso no hizo que desapareciera; no afectó el hecho de la relatividad especial. Lo que creía no provocó ningún tipo de diferencia. Así es la realidad. Está ahí la creas o no.

Se quedó mirándome en silencio durante unos momentos. – La realidad es independiente de lo que creamos… – musitó para sí.

– Cuando quieres ir a la tienda coges las llaves y vas a tu coche. ¿Necesitas creer en tu coche para conducir hasta la tienda?

– Dos pasos de distancia separan a la creencia de la realidad de lo que se cree. Cuando hablamos de creencias hablamos solo de creencias, no de otra cosa; las creencias crean su propia realidad. La creencia es la respuesta dualista de la mente a una idea o percepción. La realidad solo puede percibirse directamente, antes de que la mente la filtre. Una vez que el cerebro interpreta la realidad, la nueva realidad es solamente la interpretación. Este es el primer paso de distanciamiento. Cuando la mente finaliza su interpretación, la comprueba para ver cómo encaja con el resto de las experiencias que ha procesado a través de los años. Dado que la mente en inherentemente dualista, es decir, que categoriza las cosas como verdaderas o falsas, buenas o malas, correctas o erróneas, coloca la opinión sobre la interpretación. Este es el segundo paso de distanciamiento. Una vez que hemos llegado aquí, tendemos a perder cualquier contacto que pudiéramos haber tenido con la realidad que dio origen al episodio entero. En vez de ver una pila de latas usadas y montones de vasos de plástico en una esquina de la calle, vemos un “montón de basura”; en vez de simplemente ver a un hombre caminando por la calle vemos a un “infeliz vagabundo”.

– ¿Estás diciendo entonces que no deberíamos creer en nada? – Insistió. – ¿No enseñamos a nuestros hijos qué creer y qué no creer para que puedan sobrevivir en el mundo cuando sean adultos?

– Cuando enseñamos nuestras creencias a los niños, ¿no nos limitamos a enseñar nuestras creencias? ¿No son las creencias abstracciones de lo que es real? Les leemos a nuestros hijos una historia sobre animales de granja y aprenden algo de ello. Después les llevamos a una granja y ven y sienten un cerdo o un caballo. De eso aprenden algo más. Cuando se hacen mayores tal vez los montamos en un caballo y les dejamos cabalgarlo, o les dejamos que alimenten a los cerdos y a los patos. Ellos aprenden más aún sobre los animales de estas experiencias. Ahora bien, si les quitamos todas estas experiencias a medida que crecen y solo les contamos historias sobre animales de granja, solo los conocerían por abstracciones de las historias. ¿Hay diferencia entre estos dos tipos de conocimiento? Realmente no, pero hay una diferencia en lo que se conoce. ¿No tendrán fe los niños que únicamente han crecido con historias en que estas están basadas en una realidad subyacente; en que efectivamente hay en el mundo animales de granja aunque nunca los hayan visto, tocado, olido o alimentado?

– La fe, sin creencia, nos prepara psicológicamente para encontrar lo real que aún no ha sido vislumbrado. Por esta razón en muchas religiones se enseña la fe en Dios como un medio de prepararnos para un encuentro con Dios. Una vez que se encuentra lo real, la fe y la creencia desaparecen como el capullo de una mariposa. El escudo protector de la fe ya no es necesario. El niño que crece solamente leyendo sobre animales de granja adquiere fe en su existencia, pero más tarde, tal vez después de vivir en un granja durante unos años, simplemente conoce sobre los animales de granja. La fe no está implicada. Para él, la idea de tener fe en la existencia de una vaca es ridícula.

– Algunos budistas pueden decir que creen en Dios, otros pueden decir lo contrario, pero la realidad de Dios es independiente de cualquier cosa que cualquiera pueda creer o no creer. Las religiones del mundo dan testimonio del deseo universal que tiene nuestra mente para realizar lo que es mayor que ella. ¿Cómo describimos algo que no guarda relación o semejanza con nada? ¿Lo llamamos Dios, Naturaleza Búdica, Alá, Jehová, Nuestro Padre Celestial, o le atribuimos a esa misteriosa esencia de la que hablamos un sonido como “Om”? En realidad, solo son formas de referirse a algo que desafía a todas las formas de referencia.

– Dijo que ella no había pensado antes en las cosas de esta manera, y después preguntó cómo encajaba el Zen con todo esto.

– En Zen meditamos para ser capaces de mirar profundamente en nuestra propia naturaleza – para trascender el limitado ego. Los pensamientos, cuando son filtrados a través del ego, conducen al argumento, y el argumento trae el conflicto y la confusión. La contemplación conduce al entendimiento y en última instancia a la sabiduría. No importa lo que la gente nos diga, o lo que podamos pensar sobre esto o aquello. No podemos esperar realizar a Dios con nuestros pensamientos o por medio de una creencia ciega. Pero cuando podemos volvernos vacíos del ‘yo’, la cuestión de Dios desaparece por completo. Llamamos a esto Unión Divina o Samadhi.”

Dejé de hablar y permanecimos en silencio durante un breve tiempo. De repente pareció muy cansada.

– Dejar ir las ideas que tenemos sobre lo cierto y lo falso del mundo en el que vivimos es difícil, incluso doloroso. Aquellos que hemos recorrido este camino lo comprendemos como una muerte: la muerte del ego, el fallecimiento de nuestro sentido de existencia como una entidad independiente, separada de todo. El Buda realizó que es debido a nuestro sentido de separación que nosotros, los seres humanos, sufrimos. Él, al igual que muchos otros después de él, fue capaz de trascender su alienada existencia samsárica. El Nirvana, explicó, se encuentra vaciando nuestra mente de su equipaje; sus apegos. El esfuerzo es por completo interno. Requiere perseverancia y una fe constante de que el esfuerzo rendirá frutos.

– Y eso es cierto.

– Hablamos durante un poco más, después terminó la conversación y me agradeció las explicaciones. Habíamos cubierto mucho terreno en un corto tiempo. Me dijo que quería volver a hablar en alguna ocasión pero que quería digerir las cosas. Le deseé lo mejor.

Entender el hinduismo

Ya hace un buen tiempo que se habló de Arjuna y Karna, de las diferencias entre éstos y Gautama Buda. Desde entonces dándole vueltas y vueltas al tema, para entender cosas que no me cuadraban, hasta caer en la cuenta de que budismo e hinduismo están relacionados, pero los contextos de los personajes de Arjuna y Gautama son distintos. Buda es más reciente, y supongo que el budismo que se inició con él es una rama “más joven” del hinduismo, que engloba tendencias muy diversas desde una antigüedad remota. De todos modos tengo que seguir buscando, pero encontré un texto que me parece clarificador a la hora de entender el hinduismo.

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Entender el hinduismo
Álvaro Enterría
Director de la editorial Indica Books, Benares

Es imposible comprender una civilización sin entender antes su “religión” (en el sentido más amplio de la palabra): su visión del mundo y el papel del hombre en él. No podemos pensar en comprender el antiguo Egipto sin captar mínimamente su religión, China sin intuir el sentido del confucianismo y el taoísmo, la civilización árabe sin tener en cuenta el motor del islam, la Edad Media europea sin imbuirse de la visión cristiana, el mundo moderno pasando por alto la mentalidad producida por los cambios científicos y tecnológicos. Esta filosofía básica de la vida, en torno a la cual se organizan casi todas las actividades humanas, distinta en cada pueblo, época y lugar, es la que define principalmente lo que es una civilización o cultura por oposición a las otras.

Hindú, hinduismo (así como India) no son palabras indias. Son palabras persas provenientes de “Sindhu”, el nombre del río Indo. Los indios llaman a su religión “sanátana dharma”, lo que se podría traducir aproximadamente por “ley eterna”, la naturaleza perenne del hombre y el universo. En tanto que “naturaleza”, abarca (o abarcaba antiguamente) todos los aspectos de la vida, todas las actividades del hombre, intentando encauzarlas poco a poco hacia el conocimiento espiritual, considerado como el fin último del hombre.

El hinduismo no es una religión en el sentido semítico del término. No tiene fundador, no tiene iglesia ni autoridad central, no tiene un libro único, ni siquiera tiene dogmas ni unidad de creencias o prácticas. En la India moderna, cuando se quiere hablar de “religión” en el sentido occidental del término, se usa a menudo la palabra urdu de origen árabe “mazhab”. Pues “dharma” no es una serie de creencias y reglas impuestas desde el exterior, sino la naturaleza profunda del hombre y las cosas. El dharma del fuego es quemar, el dharma del viento es soplar, el dharma del hombre es la humanidad. El sanátana dharma consiste así en la conducta y el camino para poner al hombre en armonía con su naturaleza profunda, con su ser interior, de los que su naturaleza superficial le aliena. Por eso, muchas veces se dice en la India: “el hinduismo no es una religión, es una forma de vida”. Según la escritora Rudrani Fakir [1]: ” ‘Religión’ es una terrible palabra, que en el mundo occidental ha divorciado a mucha gente de su propia religiosidad, al especializarse para designar los grandes sistemas religiosos y su maquinaria. La ‘religión’ india es el mucho más amplio dharma, el orden cósmico, natural y social que penetra hasta la más pequeña partícula de una totalidad armónica, incluyendo lo ‘profano’.” Según el estudioso español Raimon Panikkar, el hinduismo es antes una ortopraxis, una acción correcta, que una ortodoxia, una creencia correcta.

En palabras de Durga Das Basu [2]: “Si alguna religión del mundo ha sido muy mal comprendida, ésa es el hinduismo: no porque sea inexplicable, no porque sea irracional o ilógica, sino porque es tan inmensa. No prescribe ningún conjunto de dogmas o fórmulas para el ascenso espiritual, sino que ofrece un código de principios universales con múltiples deducciones a las que se ha llegado desde diferentes puntos de vista. Es como un enorme árbol baniano con miles de ramas y tallos, de manera que hay que recordar a incluso sus seguidores que una rama o tallo concretos no son el árbol.” Como el judaísmo y el islam, pero a diferencia del cristianismo y el budismo, los cuales se encontraron con una sociedad ya constituida, el hinduismo ha tenido que crear también toda la organización social sobre la que se estructura la comunidad, por lo que es inseparable del resto de la cultura o civilización.

* * *

El hinduismo se ha formado por el desarrollo de una tradición primordial (el Veda) que ha ido asimilando y anexionándose diversos elementos exteriores. No funciona por oposición y exclusión de otras creencias, rituales y prácticas, sino por inclusión, digiriéndolas, adaptándolas e integrándolas en su inmenso vientre. Según el estudioso del tantra Mark Dyczkowski [3]: “Para intentar comprender la cantidad inmensa de datos de que disponen al estudiar la historia y la situación presente de las religiones de Asia del Sur, los estudiosos la analizan en términos de una influencia recíproca entre dos tradiciones. Estas han sido definidas de varias maneras, como por ejemplo ‘aria’ y ‘no-aria’, ‘sánscrita’ y ‘no-sánscrita’, ‘védica’ y ‘no-védica’, ‘brahmánica’ y ‘shramánica’, ‘urbana’ y ‘rural’, ‘erudita’ y ‘popular’, ‘escritural’ y ‘oral’. Se podrían añadir muchos más términos a esta lista de polaridades supuestas, lo cual ya en sí mismo testifica elocuentemente sobre la incertidumbre en que están envueltas.” En palabras de Agustín Pániker [4] “Las etiquetas ‘budismo’, ‘hinduismo’, ‘taoísmo’ y otros ‘ismos’ han sido fundamentalmente impuestas por vecinos y conquistadores. El proceso de cosificación de las tradiciones Indicas es un fenómeno reciente, indisociable de la islamización del sur de Asia (siglos XIII-XVIII) y, en especial, de la colonización europea (siglos XVIII-XX) y el desarrollo de los nacionalismos asiáticos (siglos XIX-XXI).”

Podríamos decir que el hinduismo forma una estructura y visión del mundo básica que integra en su seno a muchas religiones, filosofías, cultos y formas de vida, dándoles un sentido metafísico y una unidad, a la manera de un gran tronco del que surgen innumerables ramas. Al no poseer dogmas rígidos, es capaz de absorberlo todo. Acepta todos los caminos hacia la Divinidad, válidos cada uno en su nivel respectivo. Como dice la Bhagavad Guita (1V-11): “De cualquier manera en que los hombres Me amen, de esa misma manera encuentran Mi amor, porque muchos son los caminos de los hombres, pero todos vienen al final a Mí.” Esto explica la gran tolerancia religiosa que ha predominado en la India, y lo poco comunes que han sido el fanatismo y la intolerancia religiosa, ambiente éste que duró hasta la llegada del islam.

El hinduismo integra desde el culto más elemental hasta la más alta metafísica, y entre estos dos extremos no hay solución de continuidad. El santo o el filósofo no desprecian los niveles inferiores, pues saben que todo el mundo no puede tener la misma comprensión. La creencia en la transmigración y el sistema social de las castas hacen que no se exija ni espere lo mismo de todo el mundo.

Occidente tiende a ver como contradictorios a distintos sistemas de pensamiento o culto que dicen aparentemente cosas diferentes, pues está acostumbrado a pensar en términos excluyentes de acuerdo al principio de no-contradicción. Pero para el pensamiento hindú todas las ideas son a lo sumo aproximaciones a la verdad, y ninguna idea, ningún concepto ni símbolo pueden encerrar o limitar a la última realidad. Esta es necesariamente inexpresable, y sólo “conocible” por identificación, por experiencia directa. La mente india no se satisface con una única respuesta. Lo que es cierto a un nivel desde un punto de vista deja de serlo al contemplar las cosas desde otro punto de vista más elevado: toda enunciación depende del punto de vista. Así, parecen coexistir en el hinduismo el politeísmo, el monoteísmo, el panteísmo, el ateísmo, el dualismo y el no-dualismo, que no son aquí categorías excluyentes, sino visiones distintas de una misma realidad, dedos que señalan a la luna desde distintos lugares. “Así como los sentidos, por ser múltiples, disciernen diversos aspectos de un solo objeto, de la misma manera las diversas escrituras presentan múltiples aspectos del Supremo, que es Uno”, dice el Bhagavata Purana.

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La visión hindú de la vida es lo que se llamaría hoy “holística”. Considera que todo lo que hay constituye un todo inseparable, donde cada parte refleja a las demás. El universo no es la creación de un Dios exterior, sino la manifestación de lo inmanifestado, la Realidad Última expresándose por medio de innumerables formas, en una tragicomedia (lila) donde todas las posibilidades o potencialidades se manifiestan en innumerables universos. Detrás y más allá de todo lo que hay está pues la Divinidad, no como algo exterior, sino como la esencia más profunda, el ser real de todo lo existente, dirigiendo el universo desde dentro. Por este fuerte sentido de inmanencia, de la presencia divina en todo lo que existe, en la India todo, desde una piedra hasta un hombre, puede ser divinizado y recibir culto, pues a través suyo se intuye el espíritu eterno.

En el hinduismo se otorga una gran importancia a la experiencia espiritual. Una tradición espiritual muy desarrollada, que hunde sus raíces en una antigüedad muy remota, se ha venido transmitiendo de maestro a discípulo. Mientras que en Europa los místicos han tenido que ir a menudo a contracorriente para ser más tarde aceptados a regañadientes y santificados, en la India los místicos (las personas con experiencia espiritual) son la base misma de la tradición, y la amplitud y maleabilidad del hinduismo les han ofrecido un gran campo de acción, aunque ocasionalmente se han enfrentado a la ortodoxia sacerdotal. El santo constituye en la India la cumbre de la pirámide social.

El fin último del hombre según la visión hindú es moksha o mukti, la liberación de todas las ataduras y limitaciones de la existencia condicionada (en este mundo o en mundos celestiales) mediante la unión con la Divinidad, o mejor dicho mediante una iluminación o toma de conciencia inmediata y directa de que uno siempre ha estado unido a la Divinidad. Sin embargo, este es un ideal muy remoto para las masas hindúes, que aspiran únicamente a ascender a un mundo celestial tras la muerte o conseguir una encarnación mejor en su próximo nacimiento, y a que sus rituales y oraciones sean contestados por beneficios concretos en este mundo. Pero el pueblo indio es sinceramente religioso y posee una gran devoción. En la India da la impresión de que de alguna manera los dioses están presentes entre los humanos. Lo sagrado, ya casi totalmente desaparecido en Occidente, aún está muy presente en la vida de los indios. Pero, al contrario que en Occidente donde se separa lo sagrado de lo profano, esta división apenas existe en la India. La espiritualidad y la mundanidad, la vida diaria y lo sagrado se mezclan continuamente, lo que a menudo choca al visitante.

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En la religión hindú se pueden distinguir tres corrientes. Una es la teológico-filosófica, la ortodoxia brahmánica preservada por los pándits o brahmanes eruditos que estudian y transmiten las escrituras; esta corriente está muy debilitada hoy en día, al carecer los pándits en la sociedad moderna del prestigio del que gozaban hace una generaciones y de medios de vida dignos. La segunda está básicamente formada por los sadhus y saniasis (monjes errantes) que atesoran las enseñanzas más secretas e interiores y las transmiten por iniciación de maestro a discípulo. Ellos son quienes han conservado y conservan los conocimientos más espirituales, a pesar de que en su mundo se den también con cierta frecuencia el desvarío, el comportamiento estrafalario y el parasitismo. Y a estas dos corrientes hay que añadir el hinduismo popular, mezcla compleja donde se juntan miles de ritos, cultos, creencias y supersticiones junto con una cierta forma de vida.

La mayor fuerza del hinduismo, lo que le ha permitido perdurar y readaptarse a circunstancias muy distintas a lo largo de los siglos, es su flexibilidad y descentralización. En la India ha habido siempre una gran tolerancia en cuanto a las ideas, mientras que se exige de cada uno el comportamiento adecuado. Al contrario que en Occidente, la sociedad es bastante cerrada, mientras que siempre ha habido una gran libertad intelectual.

Apenas nunca ha habido persecuciones religiosas ni quema de libros o herejes en la India, y siempre ha existido una gran libertad de pensamiento. Los filósofos y pensadores exponían sus ideas libremente, y las únicas peleas eran dialécticas. Buddha predicó libremente su doctrina heterodoxa hasta su vejez sin que nadie se lo impidiera. En Kerala han existido desde hace siglos comunidades cristianas, judías y musulmanas a las que se dejaba total libertad de practicar su culto y seguir sus costumbres. Bajo el reinado de Shivaji, el líder maratha que luchó contra el fanatismo y la intolerancia del emperador musulmán Aurangzeb, había una iglesia cristiana y muchas mezquitas en Puna, la capital, y los creyentes de estas religiones no eran molestados en lo más mínimo.

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© 2006 Alvaro Enterría
Capítulo: “El hinduismo – Introducción”. Extracto del libro “La India por dentro. Una guía cultural para el viajero”. Editado por J.J. Olañeta e Indica Books- 2006

Libros de Álvaro Enterría: en venta en indicalibros.com

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[1] Rudrani Fakir: The Goddess and the Slave. The Fakir, tlw Mother and Maldevelopment. Indica Books, Varanasi, 2006.
[2] Durga Das Basu: The Essence of Hinduism, Orient Longman.
[3] Mark S. G. Dyczkowski: A Journey in the World of the Tantras. Indica Books, Varanasi, 2004.
[4] Agustín Pániker: Las tradiciones índicas. Dinámicas del hinduismo, el budismo y el jainismo hasta el periodo colonial. En Arte sagrado de las tradiciones índicas. Hinduismo, budismo, jainismo. Casa Asia, Barcelona, 2005.

Sadhana

Sadhana (Sanskrit s?dhanam) is a term for “a means of accomplishing something”[1] or more specifically “spiritual practice”.[2] It includes a variety of disciplines from Hindu and Buddhist traditions that are followed in order to achieve various spiritual or ritual objectives. The word is also used in the same connection within Sikhism.

The historian N. Bhattacharyya provides a working definition of the benefits of sadhana as follows:

“… religious s?dhan?, which both prevents an excess of worldliness and moulds the mind and disposition (bh?va) into a form which develops the knowledge of dispassion and non-attachment. S?dhan? is a means whereby bondage become liberation.

The term sadhana means spiritual exertion towards an intended goal. A person undertaking such a practice is known as a sadhu or a sadhaka. The goal of sadhana is to attain some level of spiritual realization, which can be either enlightenment, pure love of God (prema), liberation (moksha) from the cycle of birth and death (Samsara), or a particular goal such as the blessings of a deity as in the Bhakti traditions.

Sadhana can involve meditation, chanting of mantra (sometimes with the help of a japa mala), puja to a deity, yajna, and in very rare cases mortification of the flesh or tantric practices such as performing one’s particular sadhana within a cremation ground.

Anthony de Mello, a Jesuit, wrote a book of Christian meditations with the title Sadhana: A way to God.

Traditionally in some Hindu and Buddhist traditions in order to embark on a specific path of sadhana, firstly a guru may be required to give the necessary instructions. This approach is typified by some Tantric traditions, in which initiation by a guru is sometimes identified as a specific stage of sadhana.[4] On the other hand, individual renunciates may develop their own spiritual practice without participating in organized groups

los 5 preceptos

Cinco Preceptos

A diferencia de una regla impuesta por una autoridad, un precepto se usa como base para la ética personal. Todo budista, sea monje o laico, adopta los siguientes cinco preceptos básicos como guías de actuación y ayuda, los cuales son:
Tomo el precepto de respetar la vida.
Tomo el precepto de no tomar lo que no me es dado.
Tomo el precepto de tener una conducta sexual correcta (que no sea dañina con otros o conmigo mismo).
Tomo el precepto de no hablar de manera dañina (mentir, rudeza, ostentación, cotilleo, charla vana).
Tomo el precepto de no tomar intoxicantes (que alteren la mente y me pongan en riesgo de romper los otros preceptos).

Algo de Zen

Miro el Sol
Ojos de Aguila

Halcón_Peregrino

Abrazos fraternos