Ciclo del Héroe

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Miyamoto Musashi

Miyamoto Musashi

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Miyamoto Musashi es una figura histórica japonesa. Nació en el siglo XVII y es conocido actualmente por dos hazañas: estableció su fama ganando más de sesenta duelos y matando a un distinguido samurai, Sasaki Kojiro; es el autor de uno de los más grandes trabajos sobre la estrategia japonesa, el “Manuscrito de los cinco anillos” o Gorin No Sho. Fue excepcional en varios niveles.

Miyamoto Musashi fue un esgrimista que nunca reconoció tener un maestro. Era, sin embargo, el beneficiario de la maestría de su padre, que incluía, entre otras cosas, el conocimiento del Jitte. Pero se ha dicho que criticó el arte de su padre, Miyamoto Munisaï, ya desde muy pronto. Adquirió su conocimiento viajando (desde los 18 años) a través de Japón y en los duelos a muerte midió y colectó las enseñanzas de otras escuelas. En Japón, donde las técnicas se dirigen a matar lo más rápidamente posible y los secretos están escondidos, la única manera de aprender era desafiar al experto de una escuela. Fueron necesarios para Musashi sesenta enfrentamientos para mejorar su arte.

A pesar del calibre de sus capacidades, Miyamoto Musashi no conoció señor al servicio del cual pudiera verter su conocimiento de la espada y la estrategia. Viajó y se aproximó al Shogun y a varios señores. Participó en varias batallas en las que pudo verificar sus perspectivas en el arte de la guerra. Al final se estableció en el sur de Japón, en la isla de Kyûshu, llamada Kimamoto y Kokura. Su hijo adoptado Iori se convirtió en vasallo del Señor Hosokawa de Kokura y sus descendientes todavía viven en la zona. La escuela Hyôho Niten Ichi Ryu está establecida actualmente en Kokura y está representada por Iwami Toshio.

Miyamoto Musashi es uno de los pocos en haber dejado un trabajo escrito: “El espejo de la vía de la estrategia”, Hyôdôkyô, en 1605 a la edad de 21 años; “Treinta y cinco instrucciones sobre la estrategia”, Hyôhô sanjû-go-kajô, en 1641 a los 57 años; y los “Manuscritos sobre los cinco elementos”, Gorin no Sho, en 1645 a la edad de 61 años. Su visión –podemos decir – , su concepción del mundo, no separa las diferentes caras de la actividad humana, porqué para él, su eficiencia reside en la unidad de su uso. Experto marcial, la maestría en la estrategia y la perfección espiritual se funden en su búsqueda, de las cuales procede el ideograma Hyôhô, vía de la estrategia y el estudio espiritual.

Las diesisiete etapas del monomito del ciclo del heroe

La Diecisiete Etapas del Monomito

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Salida (o separación)

El Llamado a la Aventura

La aventura comienza cuando el héroe recibe una llamada a la acción, como una amenaza para la paz de la comunidad, o simplemente el héroe se encuentra inesperadamente en la mitad d eun problema. La llamada es a menudo anunciada al héroe por otro personaje que actúa como un “heraldo”. El heraldo, muchas veces representado como oscuro y aterrador o mal juzgado por el mundo, puede llamar al héroe a la aventura simplemente por la crisis que significa su aparición.

Ejemplos clásicos:
-Señor de los Anillos: heroe, Frodo, llamada, devolver el anillo, heraldo, Bilbo
-Ironman: heroe, Tony Stark, llamada, escapar de los terroristas, heraldo, es raptado por los terroristas
-Dragon Ball Z: heroe, Goku, llamada, salvar a la tierra de la amenaza saiyajin, heraldo, Raditz
-Green Lantern: heroe, Hal Jordan, llamada, reemplazar a abin sur en los Corps, heraldo, la muerte de Abin y su legado en el anillo

Rechazo de la convocatoria

En algunos relatos, el héroe se niega inicialmente a la llamada a la aventura. Cuando esto sucede, el héroe puede sufrir de alguna manera, y llegado el caso, puede optar por responder, o puede continuar ignorando la llamada.

Ejemplos clásicos: La mitología está plagada de ejemplos de lo que ocurre con aquellos que niegan la convocatoria por demasiado tiempo o no lo toma en serio. Una ciudad persa se convirtió en piedra junto a sus habitantes por denegar la llamada de Alá. En Beowulf, el rey desconoce su responsabilidad por demasiado tiempo, trayendo desgracia al poblado con Grendel.

Ayuda sobrenatural

Después de que el héroe ha aceptado la llamada, se encuentra con una figura de protección (a menudo personas mayores) que proporciona herramientas especiales y el asesoramiento para la aventura por delante, como un amuleto o un arma.

Ejemplo clásico: En la mitología griega, Ariadna da una pelota de cuerda y una espada a Teseo antes de que entre en el laberinto para enfrentar al Minotauro.

El cruce del primer umbral

El héroe debe cruzar el umbral entre el mundo con el que está familiarizado y el que no conoce. A menudo esto implica enfrentarse a un “guardián del umbral”, una entidad que trabaja para mantener a todos dentro de los confines de protección del mundo, pero que debe ser encontrada para entrar en la nueva zona de experiencia.

Renacimiento

El héroe, más que pasar por un umbral, pasa a una nueva zona por medio de un renacimiento. Aparecer muerto al ser tragado o ser su cuerpo destrozado, el héroe se transforma y pasa a estar listo para la aventura que tenemos por delante. Esto no solo es de forma físoca, ùede ser una destrucción sicologica o espiritual, incluso económica.

Ejemplo clasico: En la historia de Dionisio, Hera envía a los hambrientos titanes a devorar el infante Dioniso. Los titanes destrozan al niño y consumen su carne. Sin embargo, el corazón de Dionisio se salva de Hestia, la diosa del hogar, lo que permite a Dioniso a renacer como un dios.

Iniciación

El Camino de las Pruebas

Una vez pasado el umbral, el héroe encuentra un paisaje nuevo que parece de ensueño y ambiguas formas fluidas. El héroe tiene ante sí el reto de sobrevivir una sucesión de obstáculos y, al hacerlo, amplía su conciencia. El héroe sobrevive gracias la ayuda sobrenatural o puede descubrir un poder benigno de apoyo a su paso.

Ejemplo: Hal Jordan se encuentra con el resto de los Corps.

Matrimonio

El último juicio es a menudo representado como un matrimonio entre el héroe y una reina, o la madre como figura. Esto representa el dominio sobre la vida (representada por el lado femenino), así como la totalidad de lo que pueda ser conocido. Cuando el héroe es una mujer, esto se convierte en una figura masculina.

Ejemplo: Edipo se casa con su madre y logra ser Rey de Tebas.

La mujer como tentadora

Con su conciencia ampliada, el héroe puede fijarse en la desunión entre la verdad y su perspectiva subjetiva, de por sí viciada por la carne. Esto es a menudo representado con repulsión o rechazo de una figura femenina.

Ejemplo: Beowulf es seducido por la madre de Grendel.

Expiación con el Padre

El héroe se reconcilia con los aspectos tiranos y misericordiosos del padre como figura de autoridad para entenderse a sí mismo como figura similar.

Ejemplo: Van Fanel entiende el por que de las acciones de su hermano mayor Folken, en Escaflowne

Apoteosis

El ego del héroe del ego se desintegra en una expansión clave de conciencia. Con bastante frecuencia la idea del héroe de la realidad cambia, puede encontrar una habilidad para hacer cosas nuevas o para ver un distinto punto de vista, lo que permite al héroe a sacrificarse a sí mismo.

Ejemplo: V descubre que es un ser especial con una misión y escapa del campo Larkhill para comenzar su vendetta.

El don

El héroe está ahora listo para obtener lo que él ha perseguido, un objeto o una nueva conciencia de que, una vez que regrese, en principio, beneficiará a la sociedad que ha dejado atrás.

Ejemplo: Paul Atreides logra hacerse uno con la especia y luego de convertirse en Muhad’dib vuelve a liberar Arrakis

El Regreso

Negación del retorno

Después de haber encontrado la iluminación y gozo en el otro mundo, el héroe puede no querer volver al mundo ordinario para otorgar la bendición a sus pares.

Ejemplo: En “Las siete espadas”, uno de los sabios prefirió quedarse en la montaña en vez de volver a ayudar a los campesinos.

La huida mágica

Pûede darse que el héroe tenga que huir para poder volver a su punto de partida.

Ejemplo: Sasuke debe luchar contra Orochimaru para evitar ser usado en sus planes en vez de cumplir sus propios objetivos.

Rescate desde la nada

El héroe puede tener que ser rescatado por las fuerzas del mundo ordinario. Esto puede ser debido a que el héroe se ha negado a volver o porque está impedido de regresar con el don. El héroe pierde su ego.

Ejemplo: Los reyes Pevensie son atraidos por el ciervo blanco hacia las espesuras del bosque, en donde vuelven a cruzar las puertas del armario.

El Cruce del Umbral del Regreso

El héroe regresa al mundo común que debe aceptar como real.

Ejemplo: Adam Strange vuelve a Rann luego de 52 y debe lidiar con una vida normal.

Amo de Dos Mundos

Debido al don o a su experiencia, el héroe ahora puede percibir tanto lo divino como lo humano.

Ejemplo: Ichigo de Bleach al volver de la Soul Society puede reconocer sin problema los ataques de Hollows.

Libertad para vivir

El héroe otorga el don a su prójimo.

Ejemplo: Batman, luego de entrenar para ser el guardian de Gotham, se dedica a protegerla a toda costa.

las tres edades del heroe

Las tres edades del Héroe
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La mediología es una fuente de estudio que introdujo el filósofo y escritor francés Régis Debray, que cuestiona cómo las tecnologías han determinado la visión y el destino mismo de la sociedad. Este cuestionamiento permite encontrar el estado puro de cualquier objeto a analizar, ya que nos lleva a sus raíces, el contexto y las razones por las que fue creado.

Debray, divide este recorrido de metamorfosis tecnológico en tres momentos o eras:la primera es la Logosfera, introducida por la invención de la escritura pero era en la cual cual la palabra, la oralidad, sigue siendo el principal medio de comunicación y transmisión. La segunda era es la Grafosfera y nace con la invención de la imprenta y termina alrededor de los años 1960 Y finalmente, la tercera era es la Videosfera, y cuestiona como la tecnología audiovisual y del instante ha trasformado la sociedad.

Teniendo en cuenta que el objeto de estudio es el concepto de “Héroe”, haré un recorrido mediológico, a través de las tres eras que propone Debray y , así llegar a la respuesta del por qué el hombre necesita en la actualidad de héroes reales.

La logosfera: el héroe ídolo vs. el héroe icono

El primer concepto de héroe, es un concepto pagano, que rinde tributo a mortales que por su capacidades y logros sobrehumanos, que se creían haber nacido del coito entre un dios o una diosa y un ser humano. Ejemplos de ello son Hércules, Aquiles, Eneas.

En efecto, los primeros héroes son ídolos,( Ídolo del griego Eidolon es decir imagen. )

El Ídolo retrata el periodo pagano anterior o opuesto al Cristianismo. Es un periodo mágico, religioso , donde las imágenes ú objetos, hace referencia a múltiples divinidades sustancialmente visibles, externas, efímeras. El ídolo es la imagen de un dios que no existe (ver dioses del Olimpo)

Durante el periodo de la Grecia Homérica, el ideal educativo tenía como fin supremo, que los alumnos se asemejaran lo más posible a los dioses, que en aquel entonces eran seres antropomórficos y con poderes sobrenaturales. Estas creaciones paganas, y modelos sociales eran el resultado de la necesidad de tener un patrón que los motivara y les diera seguridad en el periodo de guerra en el que vivían. Estos dioses o semidioses, eran ejemplo de valentía, fortaleza, coraje, honor y posteriormente victoria. Siguiendo estas cualidades, se podía alcanzar la inmortalidad, que era un ideal griego por excelencia. Usualmente era un honor morir en combate, para así ser recordado por las sucesivas generaciones (ver Aquiles)

Por otro lado, en la Grecia Clásica se desarrolla el concepto del “Héroe Espartano”, que es aquel guerrero que a diferencia del Homérico es libre e independiente, y busca la gloria personal; el Espartano, por su parte, se sacrifica y dispone su vida al servicio de la “Patria”.

Otro ejemplo de Héroe ídolo es aquel que Carlyle autor de On heroes, hero-worshipand the heroic in history (1841), denominó “El Héroe rey”( ver emperadores romanos o gobernantes europeos medievales), que son dirigentes que se caracterizan por su sobresaliente la inteligencia y el valor, así como el cultivo del disimulo de intenciones y pasiones, la destreza, el lucimiento y la treta.

Al llegar la Cristiandad, surge el héroe icono, que le rinde culto a Jesús y los creyentes que se sacrifican por mantener vivas sus enseñanzas ( apóstoles, múltiples mártires y cruzados , incluso el mismo Papa y Reyes como Clovis). Y se convierten de inmediato en antagónicos del héroe ídolo ( ver la lucha de los apóstoles contra el imperio romano, la caída misma del imperio en manos de la Cristiandad)

Y estos apóstoles, mártires y cruzados que paradójicamente defendieron su visión espiritual en una guerra, entran para Carlyle en la categoría de “Héroe Sacerdote”, es decir aquel con un alma grande capaz de comprender el divino significado de la vida, y cuyo objetivo es hablara cerca de ese significado, contarlo, luchar y trabajar por él con grandeza, eficacia y tenacidad. Éste preside el culto del pueblo, es el vinculo entre el pueblo y Dios.

Sin embargo, el héroe ídolo como el héroe icono, no son tan antagónicos. Los dos conceptos son creaciones que alcanzan la inmortalidad a través del mito. Y al atravesar la estructura de la construcción mítica, son casi idénticos.

Ver:

[url=http://heroesreales.blogspot.es/img/Mitodelnacimientodelheroe.doc]http://heroesreales.blogspot.es/img/Mitode…ntodelheroe.doc[/url]

[url=http://heroesreales.blogspot.es/img/JesusyHercules.doc]http://heroesreales.blogspot.es/img/JesusyHercules.doc[/url]

[url=http://heroesreales.blogspot.es/img/StarWars.doc]http://heroesreales.blogspot.es/img/StarWars.doc[/url]

La Grafosfera: La era del Héroe Político vs el Superhéroe

La invención de la imprenta permitió la apertura del conocimiento y con ello el desarrollo de la burguesía. Esta nueva clase social, empieza a cuestionarse los modelos que rigen la sociedad, y con el juicio que la verdad del conocimiento les otorga la critica arduamente, ávida de cambio.

Un primer ejemplo de ello, es la obra de Miguel de Cervantes “El Quijote”,que a través de un torpe y anciano burgués que se aventura a volverse caballero, inspirado por la lectura de aventuras caballerescas, desmitifica y cuestiona arduamente los ideales que la era de la Caballería había impuesto.

La Fe y la credibilidad en Héroes Rey como el Cid, fueron criticadas y puestas en tela de juicio con el humor negro, de una obra aparentemente de aventuras, pero con un cuestionamiento político e ideológico de grandes dimensiones.

En una época de tiranía y llena de excesos de las monarquías, surgen idealistas que con ideales llevados a la práctica y a la lucha pretenden crear sociedades utópicas que son la raíz de los actuales Estado Nación. Carlyle denominó estos idealistas “ Gran hombre” ya que su visión de mundo supera el ideal al ponerlo en práctica, cambiando la vida de una sociedad.

En una época de tiranía y llena de excesos de las monarquías, surgen idealistas que con ideales llevados a la práctica y a la lucha pretenden crear sociedades utópicas que son la raíz de los actuales Estado Nación. Carlyle denominó estos idealistas “ Gran hombre” ya que su visión de mundo supera el ideal al ponerlo en práctica, cambiando la vida de una sociedad.

Tanto George Washington, como Simón Bolívar, Carl Marx ,Stalin , Lenin, Roosvelt, incluso el mismo Hitler son o fueron en algún momento Héroes Políticos.

Todos ellos explotaron un soporte característico de su época: Washington y Bolívar se enfrentaron a las monarquías española y británica a través de la escritura, su batalla fue ante todo ideológica. De igual manera, Carl Marx vendió la idea del socialismo a través de la palabra escrita.

En un segundo momento, y finalizando la grafosfera, la palabra escrita se volvió imagen y sonido, a través del cine y la radio. Roosvelt, se convirtió en presidente de los Estados Unidos gracias a sus carismáticos discursos que vendían la idea de prosperidad y el fin de la crisis económica. Por otro lado, Hitler intentó exponer sin éxito sus pensamientos a través de la escritura, con su obra “Mein Kampf”, y no fue hasta que explotó el arte de la retórica y la tecnología de la radio que pudo llegar al poder.

Stalin por otro lado, utilizó las películas nacionalistas para impulsar su idea de cohesión rusa, que finalmente terminaron con la creación de la URSS.

El caos, la ansiedad, el conflicto que empapó la década de los años treinta fueron el caldo de cultivo tanto del héroe político como del superhéroe.

A diferencia del héroe político, el superhéroe es un personaje puramente de ficción cuyas características superan las del héroe clásico, generalmente por poseer poderes sobrehumanos que le permiten defender e imponer en la sociedad ideales totalmente utópicos. El superhéroe es tal vez el rechazo al héroe político, que al llegar al poder, se volvió en tirano. En efecto, los superhéroes surgieron de la mano del comic ( al principio como anexos en los periódicos y luego como tiradas independientes, ver DC Comics o Marvel) como evasión a la crisis tanto política, económica y social que atravesaban los Estados Unidos al empezar la década de los años treinta. Personajes como Superman, o el Capitán América fueron ante todo, desde sus inicios, personajes patrióticos, que gracias a sus superpoderes terminaban salvando al mundo de una catástrofe mayor o la hecatombe de su destrucción final.

Estas aventuras sobrehumanas, hicieron volar la imaginación del colectivo, al vender un modelo, alguien en quien creer, por más irreal que fuera. Tal vez la idea, de la famosa secreta identidad, que le permitía a cada héroe esconderse entre el común, hizo fantasear más a los lectores, que pudieron llegar a creer sus superhéroes escondidos en el anonimato podrían estar a la vuelta de la esquina. En efecto, la secreta identidad humanizaba a los superhéroes y aun despierta la idea en cada uno de nosotros de que algún día, podremos desarrollar superpoderes y salvar al mundo.

La Videosfera: El Neo-Ídolo vs el Héroe Real

Con el advenimiento del cine y posteriormente de la televisión, explotó un bombardeo de historias de héroes que posteriormente saturaron al espectador. Estas nuevas tecnologías, pudieron llevar la fantasía concretada en papel o en dibujo, a imágenes en movimiento, música y paisajes idílicos.

Las fantasías de héroes tenían ya un rostro que no había que imaginar o que incluso superaba nuestras imágenes mentales. James Bond se podía asociar con Sean Connery o Roger Moore, la Mujer Maravilla con Linda Carter, Kojak con Telly Savalas, Superman con Christopher Reeve, El hombre Increíble con Lou Ferigno…la lista es interminable. De esta manera, había surgido, según Carlyle, El héroe actor, y así el Neo-Idolo.

En efecto, el hecho de ser el héroe, o más precisamente el protagonista de una película o de un programa de televisión, desató toda una idolatría a estos actores. Los personajes que interpretaban o las enseñanzas que sus películas tenían, quedaban en un segundo plano. Lo verdaderamente importante era que estos actores, que un primer momento fueron personas del común, y que al aparecer en cine o en tv, lograron el sueño de nuestro imaginario colectivo que es ser héroe. Héroes que tenían como recompensa belleza, fama y fortuna.

Por ejemplo, James Dean, a pesar de ser un buen actor, pasó a la inmortalidad por ser un niño bonito y rebelde, que de casualidad también sabía actuar. Tal vez, el fue uno de los primeros ídolos Pop (populares) que impusieron modelos de rebeldía y belleza que la adolescencia intentaba emular. Otro ídolo Pop similar es Marilyn Monroe, que a

diferencia de Dean no era buena actriz, pero su belleza despampanante cautivó a todos los hombres del mundo que pagaban por ver sus películas por más malas que fueran.

Tanto Dean como Monroe, tuvieron una muerte trágica en la plenitud de sus carreras, lo cual los inmortalizó y dejó una huella eterna para la posteridad.

Sin embargo estos Neo-Ídolos no se limitaban al cine o la televisión, también abarcaron la música e incluso la política. Tanto Elvis y Los Beatles , y posteriormente Madonna explotaron el camino abierto que dejó Dean: el público adolescente. Y con su rebeldía y sus visiones de mundo que expresaban a través de la música, impusieron modelos de conducta.

Finalmente en el campo de la Política, se encuentra John F Kennedy que pasó a la inmortalidad por su carisma más que por sus logros en la política, y finalmente por su asesinato que lo inmortalizó.

La idolatría se fue convirtiendo cada vez más banal. Nuestro interés se enfocaba más y más en sus vestidos y las marcas , la dieta, su forma de vida llena de excesos y problemas de drogas, que por alguna absurda razón, nos cautivaba. En efecto, hoy alabamos la estupidez y el escándalo. Un ejemplo de ello es el voyeurismo que ha desatado la vida personal de neo-ídolos como Paris Hilton, Britney Spears o Lindsay Lohan, que por sí mismas son personajes vacíos que tuvieron suerte de tener fortuna y así un poder, un poder que explotan haciéndose visibles a través del escándalo.

Y son estos modelos vacíos los que han generado hoy en día un rechazo. El público ha empezado a exigir héroes reales, modelos más limpios honestos y puros.

Es un hecho, que el mundo actual vive en una crisis profunda tanto a nivel económico, social y moral. El miedo a un conflicto mayor está latente. La muerte está en cada esquina. Y la idea de encontrar alguien que sobreviva al caos del día a día, a los peligros y vicios que la cotidianidad impone nos ha hecho valorar la acción sobrehumana de salir vivos al llegar a casa. Por otro lado, en un mundo tan banal y tan egoísta e individualista, las personas que se sacrifican por los demás son efecto, los Héroes reales.

Y este nuevo modelo de heroísmo lo podemos encontrar ya sea en la publicidad, la televisión o las series de tv.

Crisis en la imagen del heroe

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CRISIS DE LA IMAGEN DEL HÉROE

Un Concepto en constante movimiento

La palabra “héroe” procede del griego, de una raíz que significa «proteger y servir» (que casualmente coincide con el lema del departamento de policía de Los Ángeles).

Christopher Vogler, en su obra “ El viaje del escritor: las estructuras míticas para escritores y guionistas, dramaturgos y novelistas”, parte de esta raíz y define al héroe como “alguien capaz de sacrificar sus propias necesidades en beneficio de los demás, como un pastor que se sacrifica para proteger y servir a su rebaño. En consecuencia, el significado de la palabra héroe está directamente emparentado con la idea del sacrificio personal”.

Y es este sacrificio y entrega desmedida, los factores que convierten a un héroe en un símbolo. En efecto, los héroes son símbolos del alma en transformación, del viaje lleno de retos y conflictos que cada persona se enfrenta y recorre a lo largo de su vida.

En efecto, los héroes poseen cualidades con las que todos podemos identificarnos y que bien podemos reconocer en nosotros mismos. Estas características responden a unas motivaciones universales inteligibles para todos: el deseo de ser comprendido y amado, de tener éxito, sobrevivir, ser libre e incluso el deseo de venganza.

La historia del hombre, ha demostrado que una persona del común puede alcanzar el status de héroe y vivir inmortalizada en la mente de las personas. Son líderes, patriarcas de grandes naciones o imperios, o protagonistas de nuevos ideales los que han marcado el paso y el cambio mismo de la historia. Y de ahí, de esta ruptura, se genera la mitificación de sus acciones. La anécdota se convierte en mito, y sus proezas terminan y atribuidas a poderes sobrenaturales a los de los mortales corrientes.

Los héroes son así, modelos de conducta, de superación y de sacrificio personal. Modelos, que en épocas de confusión, guerra o conflicto, sirven de guía a la sociedad y superar sus problemas.

Hoy en día, en el apogeo de una civilización de consumo y del instante, el mito del héroe ha pasado de ser referencia histórica o un modelo de conducta, para ser más un culto de entretención, enfocado más a la celebridad que lo interpreta o que lo ha creado, que por sus mismas acciones, proezas o mensajes plasmados en el papel o en la pantalla grande.

Para muchos potenciales espectadores o lectores estos personajes son creaciones inverosímiles, protagonistas de películas o comics de ficción y por ende alejados de la realidad. Son seres banales, interpretados por seres aun más artificiales que responden a modelos frustrados narcisistas de belleza y liderazgo del común, el cual vive en su mayoría en el anonimato.

Y es que la verosimilitud de sus aventuras, sumado a un exceso de poderes y a un exceso de personajes, así como al agotamiento de historias, ha sofocado al espectador. Un espectador que en esta época de confusión social, necesita nuevos modelos y por ende la personificación de nuevos ideales.

En efecto, somos y estamos rodeados de ciudadanos comunes y corrientes cuyas proezas han sido borradas de los anales la historia. En efecto, el mundo actual ha generado el estereotipo de héroe, que no responde a las capacidades ni perfiles que cada uno llevamos dentro. Es así como nuestros actos heroicos pasan a ser narraciones anecdóticas que pronto se olvidan.

Sin embargo, recientemente el hombre se ha desprendido de la banalidad que rodea el concepto de héroe. Y así, estos seres olvidados en la penumbra del anonimato, estos verdaderos héroes, pasan a reclamar su reconocido homenaje. La sociedad ha recobrado un interés por la esencia del verdadero héroe, ese personaje más ligado al concepto de Vogler, el personaje anónimo que pierde su individualismo y se entrega por el bienestar de los demás.

En efecto, desde sus inicios, El concepto de “Héroe” ha estado en constante mutación y se ha adaptado a las necesidades y visiones de mundo de cada época. A través de un análisis mediológico, atravesaré por las diferentes dimensiones que el concepto ha tenido a través de las tres edades de la mirada, y así profundizar en la necesidad actual por los Héroes reales.

Los ciclos heróicos: las doctrinas de las 4 edades y de la regresión de las castas en Evola

Los ciclos heróicos: las doctrinas de las 4 edades y de la regresión de las castas en Evola
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De entre los autores que pueden ser considerados sin reparos como Tradicionalistas pensamos que es Julius Evola quien mejor ha sabido captar la quintaesencia o el espíritu de muchas de las enseñanzas pilares de esta corriente existencial y de pensamiento. Lo decimos así pues somos del opinar de que muchos de entre los Tradicionalistas nos han legado determinadas doctrinas presentándonoslas de forma un tanto estática y rígida. Penetrar en el espíritu de la letra de la Tradición no lo consideramos como tarea sencilla. Sin duda se hace más asequible si se han llegado a experimentar y vivenciar algunas de las metas que a corto o a largo plazo expone la Tradición como posibles de conquistar para determinado Hombre con ciertas potencialidades descondicionadoras. Sin duda, también, determinadas cualidades de ciertas personas les facilitan la posibilidad de descubrir qué modos y actitudes son los más propicios para emprender determinadas vías de transformación interior.

Pensamos, continuando con estas percepciones nuestras, que la adhesión que Evola -por vocación consustancial a su misma naturaleza- demostró siempre hacia la vía de la acción le facilitó mucho el entender cuáles son los caminos y los métodos idóneos para emprender, con ciertas garantías de éxito, los recorridos que pasan por el descondicionamiento del hombre con respecto a todo aquello que lo mediatiza y por las etapas que pueden llevarlo hacia el Conocimiento de lo Trascendente incondicionado y hacia la identificación ontológica con dicha Trascendencia.

Es acción interior lo que se precisa a lo largo de todos estos procesos conocidos con el nombre de Iniciación. El ascesis no es otra cosa que ejercicio interno. La necesaria e imprescindible práctica interior es, en definitiva, acción. Y es por todo esto por lo que la vía más apropiada para completar el arduo y metódico proceso iniciático es aquella conocida como ´vía de la acción´ o vía del guerrero o ´shatriya´.

Evola tenía la certeza de que, a pesar de los tiempos por los que se transita, siempre es viable la total Restauración de la Unidad Primordial de la que gozó el Hombre en sus orígenes (durante la Edad de Oro o Satya o Krta-yuga) y de que igualmente es viable el retorno de las agrupaciones humanas e instituciones al orden Tradicional.

Resulta, pues, lógico, que nuestro autor defendiera la idea de que la casta guerrera es la más apta para aspirar a estos procesos restauradores.

El maestro italiano mostró esa especial y añadida dosis de ´sensibilidad´ y de poder de interpretación que le posibilitaron el no estancarse en una visión rígida de los diferentes textos Sapienciales y Sagrados del mundo de la Tradición cuando éstos nos hablan de la doctrina de Las Cuatro Edades, pues el proceso de decadencia que ésta nos expone no es irreversible ni –tal como diversos autores tradicionalistas han entendido- está impregnado de un fatalismo contra el que nada pueda oponer el Hombre.

Evola le dio una especial relevancia a la idea de que la involución –con respecto a lo espiritual e imperecedero- podía ser frenada e incluso eliminada antes del final de un ciclo cósmico, humanidad o manvantara; esto es, antes del ocaso del kali-yuga. Y sostuvo firme y ocurrentemente esta idea porque creía en la libertad absoluta del Hombre. Porque creía que el Hombre, así en mayúscula, aparte de tener la clara potestad necesaria para conseguir su total transustanciación o metanoia también tenía en sus manos la posibilidad de devolver a sus escindidas y desacralizadas comunidades los atributos y la esencia que siempre fueron propios del Mundo Tradicional. Porque Evola creía, en definitiva, en el Hombre Superior o Absoluto, Señor de sí mismo.

Quizás su adhesión e identificación con la vía de la acción se halla en el origen de esta su convicción en la posibilidad restauradora de la sacralidad perdida. La acción abre las puertas a esta posibilidad. O quizás debemos de plantear la direccionalidad de esta causa-efecto en sentido inverso y pensar, así, que pudiera ser que su convencimiento en la viabilidad de esta posibilidad reintegradora de la unidad perdida sea la razón por la que optó por la vía de la acción frente a la vía contemplativa y que dicha elección la ejerciera al convencerse de que ésta era la única vía posible para aspirar al retorno de la Tradición.

Parece que el primer planteamiento es el atinado, ya que en su autobibliografía (más que autobiografía) titulada “El camino del cinabrio” (1) el gran intérprete italiano de la Tradición afirmaba que desde temprana edad la identificación con la acción (junto a su vocación hacia lo Trascendente) constituyó parte de su “ecuación personal”.

Sin duda es esta tendencia casi, diríamos, innata hacia la vía del shatriya la que le otorga a Evola ese plus que le coloca por encima de la mayoría de autores Tradicionalistas a la hora de mostrar esa clarividencia hacia el convencimiento de que es posible, aun en períodos de máxima involución, recuperar la sacralidad perdida. Nadie como nuestro autor romano creyó en los Ciclos Heroicos.

Nadie como el gran Tradicionalista romano defendió el principio de la Libertad del Hombre. El Hombre Reintegrado no es esclavo ante nada. No es esclavo de sí mismo: no es un títere manejado a antojo por sus pasiones, pulsiones, bajos instintos o por sus sentimientos engordados. No está sujeto irremediablemente a sus circunstancias. No se halla determinado ni por presuntas dinámicas históricas (el determinismo característico del historicismo, basado en el materialismo dialéctico, que postula que la historia se hace a sí misma: tesis+antítesis=tesis; o, lo que es lo mismo, igual a cambios históricos) ni se encuentra mediatizado por condicionantes sociales ni por ningún tipo de dios omnipotente que haga y deshaga a antojo sin la posibilidad de que uno pueda trazar su propio rumbo y sin que el ser humano pueda llegar a ser tratado como algo más que una simple criaturilla que no pueda albergar en su seno la semilla de la eternidad sino que tenga que resignarse bovinamente a postrarse devocionalmente antes su “creador”. El Hombre Superior no se encuentra tampoco cercenado en sus potencialidades por ninguna especie de determinismo ambiental-educativo. Ni tampoco por otros de orden cósmico en la forma de un “Destino” cuya fatalidad lo tenga irremisiblemente programado de antemano.

A este Hombre al que el budismo denominaría El Despertado o El Iluminado se llega, en épocas deletéreas, a través de la ´vía heroica´ que tuvo sus más claras y arquetípicas plasmaciones en los conocidos como Ciclos Heroicos, concretados en algunas de las más conocidas sagas del mundo antiguo y del alto medievo.

Para dejar bien diáfana la idea de cuán adversas, desde el punto de vista existencial, eran las etapas del devenir histórico de la humanidad en las cuales irrumpieron algunos de los más ejemplares y patentes Ciclos Heroicos se nos hace más que recomendable recordar cuáles son la esencia y la dinámica de la doctrina Tradicional de las Cuatro Edades y qué estrecha relación guarda ésta con la también doctrina Tradicional de la Regresión de las Castas.

Y de esta guisa empezaríamos por recordar cómo en los orígenes de la actual humanidad, ciclo cósmico o manvantara los diferentes textos Tradicionales nos hablan de cómo el Hombre vivía en una Edad de Oro (Hesíodo), Satya-yuga o Krta-yuga (textos sapienciales del hinduismo), en la que la Realidad Trascendente –y por ende la Eternidad- le era consustancial. Estos textos nos hablan también de cómo se produjo una primera caída que se tradujo en la pérdida de esa inmortalidad y de cómo algunas personas poseedoras de una especial potencialidad interior y de una firme voluntad pudieron recobrar lo Inmortal e Imperecedero e identificarse ontológicamente con Ello gracias a que supieron despertar la semilla aletargada de lo Absoluto que anida en el interior del hombre. Estas personas –esta élite-, como Hombres Superiores que eran, se erigieron en guías y en Luz para los demás y acabaron no sólo por detentar la autoridad espiritual sino asimismo por ejercer la autoridad temporal. Ambos principios, pues, el espiritual y el temporal se hallaron unidos en los mismos representantes, por lo que las actividades humanas se encontraron en todo momento impregnadas por lo Sacro. Así hallamos, pues, a la realeza sacra y a la aristocracia sagrada en la cúspide de la pirámide social en esta segunda etapa –tras la primera caída señalada- de la Edad de Oro.

Pero, desgraciadamente, acaeció una segunda caída o involución y hubo –paralela y emblemáticamente- de abandonarse la morada geográfica de la Edad De Oro. Aquella morada que las diferentes Tradiciones sapienciales sitúan en las inmediaciones y más al norte del círculo polar ártico y a la que le asignan nombres como el de Thule, Hiperbórea, la Isla Blanca o el Monte Meru. Hay textos que nos dicen de que el traslado se hizo hacia una isla-continente situada en medio del océano (…Atlántico) que podría coincidir con la Atlántida de Platón.

Esta segunda caída o involución espiritual supuso un mayor alejamiento del hombre con respecto a lo Trascendente y vino aparejada con la separación entre los principios espiritual y temporal y, en consecuencia, entre la autoridad espiritual y la temporal o política. Desaparecieron, pues, la realeza y la aristocracia sacras y de la separación de los atributos espirituales y los temporales aparecieron dos castas autónomas: la sacerdotal (1ª casta) y la regio-aristocrático-guerrera (2ª casta). Ésta aristocrático-guerrera quedó desacralizada y la sacerdotal, a su vez, renunció a la vía activa propia del guerrero y perdió, de esta manera, no sólo la vocación hacia la acción exterior sino también la vocación hacia una acción interna que es la única capaz de hacer factible el acometer cualquier intento de transustanciación interior. Renunció, pues, la casta sacerdotal a la Iniciación y, consecuentemente, a la Visión y Conocimiento de lo Absoluto.

La casta sacerdotal o bramánica pasó a ocupar la cima de la pirámide social y el poder político quedó delegado en una casta aristocrático-guerrera desacralizada que quedó subordinada a aquélla. Estamos hablando ya de la Edad de Plata o treta-yuga; hablando, pues, de la 2ª Edad.

En la 1ª Edad –la de Oro- el metal que la representaba rememoraba al Sol como astro con luz propia, pues luz o espiritualidad propia es lo que había desarrollado en su interior el Hombre Reencontrado propio de aquellas élites o aristocracias sacras que se erigieron en rectoras con respecto al resto de hombres de las comunidades de las que formaban parte..

Por contra, ahora, la Edad de Plata reivindica a la plateada Luna que no posee luz propia y cuya luz –“espiritualidad”- tan sólo es un reflejo de la auténtica Luz que emana del Sol. Es por esto por lo que el hombre, al no poder poseer esa Luz en su interior, se tiene que conformar con creer en ella, con tener fe en ella, con erigirse en un mero y pío devoto de la misma. Esto es a lo máximo a lo que, en el terreno “espiritual”, puede aspirar el bramán o sacerdote y es, al mismo tiempo, a lo que condena al guerrero (o a la aristocracia-guerrera): a que ignore la posibilidad de emprender una acción transmutadora interior y a que, acto seguido, se pliegue a la visión devocional que el sacerdocio tiene de lo divino y le rinda pleitesía a dicho sacerdote, reconociéndole al mismo tiempo una superior autoridad “moral”.

En el seno de esta Edad de Plata se puede observar cómo con el tiempo se produce un gradual deslizamiento desde este tipo de cosmovisión lunar hacia otra de naturaleza bastante similar como lo es la demétrica o pelásgica –también de corte sacerdotal- en la que la Madre Tierra se convierte en el principal objeto de adoración. Se sacraliza, así, a lo que no contiene en su esencia divinidad. Se venera a la Tierra como a una diosa, cayéndose, por tanto, en el panteísmo. Las únicas fuerzas a las que los ritos religiosos intentan hacer operar son aquéllas que recorren las entrañas de la Tierra, son aquéllas de naturaleza ctonia o telúrica que en lugar de ayudar al proceso de descondicionamiento y liberación del hombre lo atan aún más a lo bajo: a lo instintivo, a lo impulsivo, a lo pulsional, a lo sensual, a lo concupiscente, a lo libidinoso,…

Y de lo libidinoso, el desenfreno, lo lujurioso y del enseñoramiento del erotismo emergen los llamados cultos afrodisíacos o dionisíacos (2) que suponen una vuelta más de tuerca en estos procesos involutivos propios de la Edad de Plata.

Si en la Edad de Oro la diferencia ontológica que existía entre la aristocracia Iniciada y el resto de los miembros de la comunidad obligaba a considerar la existencia de una verdadera jerarquía, ahora en la Edad de Plata la inexistencia, en el seno de ningún grupo social, de seres Superiores o Renacidos a la Esencia divina provoca una tal nivelación interior entre los individuos que se debe hablar de sociedades igualitaristas, y niveladas por lo bajo, en las que ya no impera una auténtica y legítima jerarquía. Ya ha desaparecido la diferencia esencial que existía, en la Edad de Oro, entre aquella minoría compuesta por los que eran capaces de gobernarse a sí mismos (de -utilizando una expresión taoísta- ser ´señores de sí mismos´) y la mayoría de los que eran incapaces de autogobernarse (incapaces de no ser marionetas de sus convulsiones emocionales y de no ser más que hombrecillos limitados por sus mediatizaciones).

La Tierra, con la consideración por la cual es investida como madre de sus criaturas los hombres, valorará a éstos como a iguales entre sí, tal como una madre hace con sus hijos. Todos han salido de su seno y todos volverán, tras la muerte, a sus entrañas (3) y por este motivo no existen para ella diferencias sustanciales entre sus vástagos. No hay rangos, categorías ni jerarquías. Se impone, por un motivo más, el carácter homogeneizador y antijerárquico de estos cultos lunares, demétricos y telúricos. La Edad de Plata aplasta las diferencias y convierte al hombre en individuo-átomo indiferenciado.

Inmerso en la vorágine de degradación el hombre acabará, incluso, dándole la espalda a todos estos cultos decadentes propios de la Edad de Plata. Cualquier tipo de forma religiosa (lunar, demétrica, telúrica, afrodisíaca,…), propia de dicha Edad, quedará relegada prácticamente al olvido. La casta sacerdotal perderá todo el peso social que ostentaba y, por esta razón, cualquier atisbo de hegemonía. Así verá cómo deberá postrarse ante una casta regio-guerrera que, tal como acontecía en la Edad de Plata, estaba desprovista de cualquier atributo y aspiración espirituales; se hallaba totalmente desacralizada. Sólo le interesaba el ejercicio del poder y lo ejecutaba por la aplicación de la fuerza y no por ningún tipo de Superioridad ontológica que le otorgara prestigio a los ojos del resto de castas.

El hombre avanzaba, así, en su proceso de materialización y embrutecimiento y entraba de pleno ya en la 3ª Edad: la de Bronce o Dwapara-yuga. La doctrina de la Regresión de las Castas nos recuerda cómo ahora es la casta guerrera (la 2ª) y no la sacerdotal (la 1ª) la que se ha encaramado a la cúspide de la pirámide social.

El fin de la Edad de Plata se asocia con la inundación y desaparición, bajos las aguas, de la quasi mítica Atlàntica y con la huida de sus supervivientes hacia occidente y hacia oriente. La mitología griega nos habla, de manera más o menos simbólica, de cómo los titanes (como símbolo de la casta guerrera) y otros seres monstruosos se enfrentan a los dioses con el afán de destronarlos. Lo hacen contra las divinidades preponderantes en la anterior Edad de Plata (de corte matriarcal) y también contra las que, relegadas a lo largo de la 2ª Edad, habían sido las hegemónicas en la Edad de Oro (de signo patriarcal y solar). La mitología nórdico-germánica nos explica cómo en esta lid acontece finalmente el Gottedamerung u ´ocaso de los dioses´, puesto que éstos son derrotados por los gigantes y por los monstruos y la fuerza bruta se hace hegemónica.

Parece que las dinámicas cósmicas marcan fatal e inexorablemente el destino de los hombres sin que éstos puedan hacer nada para frenar o invertir el proceso de decadencia que tan diáfanamente nos explica la doctrina de las Cuatro Edades y la de la Regresión de las Castas. Parece que el hombre no sea libre para decidir su destino. Parece que la vía iniciática que conduce a la Gran Liberación hubiese quedado hace mucho extinguida. Parece que ya resultase quimérico cualquier intento de restauración de la Tradición. Pere hete aquí que los diferentes mitos nos narran el cómo unos seres de naturaleza bastante similar a la de los titanes o gigantes (con un progenitor divino y el otro humano) se empeñan en superar su naturaleza perecedera (que tiene su origen en su parte de sangre humana) y en conquistar la inmortalidad. En ello se afanan, en el mito, por medio de todo tipo gestas y pruebas y finalmente conquistan la eternidad y acabarán siendo admitidos en las moradas divinas. Estamos hablando de los héroes de los Ciclos Heroicos de los que con tanta relevancia nos hablan mitologías como la griega (Heracles, Aquiles, Ulises, Perseo,…). Estamos, en definitiva, hablando de cómo miembros de la casta guerrera se enfrentan a su naturaleza materializada y escindida y en un acto prolongado de heroísmo se liberan de sus condicionamientos, cadenas y ataduras y acaban transmutándose en el Hombre Integral y Restaurado. Acaban demostrando cómo en última instancia el hombre puede llegar a erigirse en amo, dueño y señor de su destino. Acaban demostrando cómo el hombre puede llegar a ser un ser auténticamente Libre. Cómo la Libertad puede conquistarse tras una larga, ardua y metódica travesía que conocemos con el nombre de Iniciación. Acaban demostrando cómo el hombre puede superar –si en ello se empeña y si posee determinadas aptitudes innatas- cualquier condicionamiento, cualquier determinismo, cualquier fatalismo y cualquier corriente cósmica en contra.

Estamos hablando de cómo algunos de estos héroes (casta guerrera) restauran en sus respectivos dominios (Teseo como rey-sacro de Atenas, Ulises como rey-sacro de Ítaca,…) el Orden Tradicional perdido. Y lo consiguen en una época tan poco propicia como esta de la Edad de Bronce en estado ya muy avanzado. El guerrero se ha, pues, sacralizado y ha vuelto a unificar en su persona los principios sacro y político. La Autoridad espiritual y la temporal son ejercidas por la misma persona y por la misma élite, tal como sucedía en la Edad de Oro. Este guerrero se ha reconvertido en realeza sacra y en aristocracia sagrada y se ha, así, posicionado por encima y fuera del sistema de castas.

Sin duda estos Ciclos Heroicos que han hecho posible restaurar la Tradición han tenido como sus hacedores y triunfantes protagonistas a los guerreros porque éstos son los que llevan intrínsecamente asociada la ´vía de la acción´. Y ésta puede revestirse de una vertiente externa (combate material, lucha territorial o lid física) y/o también –si así algunos se lo proponen firmemente- de una vertiente interna que es la que les puede conducir a la Gnosis del Principio Supremo que se halla en el origen del mundo manifestado y es, asimismo, la que les puede, paralelamente, hacer viable su Identificación, en el plano del ser, con dicho Principio Eterno.

Sólo la casta guerrera podía protagonizar este logro y esta Restauración, pues la casta sacerdotal únicamente conoce de la pasiva ´vía de la contemplación´ y, obviamente, a través de ésta se hacen inviables los procesos internos palingenésicos o transustanciadores.

Desgraciadamente estos Ciclos Heroicos no pudieron prolongar ad aeternum el tipo de Espiritualidad Solar propio de la Tradición y, por ello, sistemas políticos como los que Platón denominó ´tiranías´ supusieron el retorno hegemónico de las castas guerreras desacralizadas.

La caída existencial no daba tregua, hasta el punto de darse por sellada la Edad de Bronce y por iniciada la 4ª Edad: La Edad de Hierro, Kali-yuga o –para la mitología nórdica- Edad del Lobo.

Aunque el sino de la Edad de Hierro fuera el de la hegemonía social y política de las castas 3ª (viaishas o comerciantes) y 4ª (sudras o “mano de obra”), antes de que esto aconteciera a raíz, básicamente, de los hechos subversivos propios de la Revolución Francesa, sucederá que el resto de Edades (de Oro, Plata y Bronce) ya finiquitadas se irán manifestando en forma de subedades como si de recreaciones de aquéllas se tratase. Esto siempre había acontecido de similar manera en el transcurso de cada Edad: la/s anterior/es periclitada/s reaparecía/n como reflujo de lo que fue y se perdió.

Es por ello por lo que antes de que la burguesía (3ª casta) y el proletariado (4ª casta) se encaramen al poder el kali-yuga verá cómo diversos Ciclos Heroicos reverberarán, o intentarán reverberar, las esencias de la Edad de Oro. Esto sucede en la Antigua Roma durante el período republicano, en el que la dirigencia senato-patricial es la que ostenta, en muchos de sus miembros, los cargos que los habilitan para oficiar los ritos operativos correspondientes a las principales deidades. Se trata, además, de gente que ha sido iniciada en los misterios de esas divinidades. Y de gente que había pasado anteriormente por la milicia. Por ello esta élite o aristocracia guerrera unifica las funciones y/o autoridades espiritual y político-temporal, tal como fue propio de la Edad de Oro.

En los prolegómenos del período imperial romano hallamos a un Julio César que también responde a estos mismos patrones, pues no hay que olvidar sus funciones como flamen dialis u oficiante de Júpiter. Y ya durante la etapa del Imperio emperadores como Octavio Augusto, Tiberio, Marco Aurelio o Juliano han recibido la iniciación en ritos y misterios diversos: de Eleusis, de Mitra,…

Pero no sólo en la Antigua Roma sino que también posteriormente otros Ciclos Heroicos irrumpen a lo largo de esta deletérea Edad de Hierro con el firme propósito de revertir los procesos de involución. El Ciclo del Grial se erige en hilo conductor de varios de estos Ciclos Heroicos, como lo son el de la saga artúrica o, ya en pleno Medievo, el del Sacro Imperio Romano Germánico (4). Diversas órdenes aúnan lo guerrero y lo espiritual y muchos de sus miembros practican ritos iniciáticos que transmutan sus naturalezas internas. Como paradigma de estas órdenes se halla la del Temple. Igualmente algunas de estas órdenes acaban, significativamente, convirtiéndose en la médula vertebradora de un Sacro Imperio Romano Germánico en el que el Emperador también se reviste de la máxima autoridad espiritual en el seno de la Cristiandad y por encima de la misma Iglesia. (5).

Como señalamos párrafos más arriba éstos que unen en sus personas lo espiritual (de forma operativa y no devocional) y lo político-militar-temporal se hallan por encima, y afuera, del sistema de castas.

Nuevas demostraciones han sido éstas de que el hombre puede hacer valer su libertad ante cualquier contrariedad y determinismo siempre que sea capaz de superar su condición meramente humana para convertirse en un ´más que hombre´.

Pero como no había de ser de otra manera en un período tan descendente de la humanidad, el kali-yuga asiste a cómo tras estos períodos heroico-solares se suceden otros en los que la 1ª casta –sacerdotal- escala a la cúspide de la pirámide social.

En tal orden de cosas asistimos, durante la Roma Imperial, a la asunción del cristianismo como religión oficial del Estado. Ello sucede con Teodosio ´el Grande´. La figura del emperador ya no se reviste de dignidad divina; entre otros motivos porque ya no la encarnan Hombres Superiores y transfigurados a través de determinadas prácticas y ritos iniciáticos, sino que se trata tan sólo de simples humanos que reconocen en la Iglesia una superior autoridad moral. Así pues, la casta sacerdotal vuelve a hacerse hegemónica.

Y también volverá a hacerse hegemónica cuando bien avanzada la Edad Media el güelfismo que se organiza entorno a los Estados Pontificios derrote al gibelinismo que se articula alrededor del Sacro Imperio Romano Germánico. La victoria de los que propugnan la superior autoridad “espiritual” de la Iglesia sobre aquéllos que defienden la de la figura del Emperador significará la victoria de los bramanes sobre el principio regio-aristocrático-sacro.

La Edad de Hierro contempla asimismo cómo también la 2ª casta –la guerrera- se encarama, en determinados períodos, a lo más alto del entramado político-social. Ciertos emperadores romanos son buen ejemplo de ello, ya que provienen de las legiones e imponen su poder por la fuerza, además de carecer de dignidad sacral. Sus mandatos coinciden con períodos más o menos convulsos de la historia de Roma en los que los viejos ritos forman parte del recuerdo o, cuanto menos, se han vaciado de contenido y de operatividad.

Esta casta shatriya también es la que dirige sus respectivos Estados en el período en el que las llamadas ciencias históricas han definido como ´edad moderna´ y que se sitúa, cronológicamente, entre la ´edad media´ y la ´edad contemporánea´. Es la época de las monarquías autoritarias y de las absolutistas, en las que los reyes se suelen apoyar, las más de las veces, en una nobleza de origen guerrero que al igual que ellos no conoce de vías interiores que conduzcan al Despertar.

Napoleón Bonoparte podría, muy bien, ser considerado como un paradigma altamente significativo de la transición entre el dominio sociopolítico que hasta el final de la ´época moderna´ venía ejerciendo la 2ª casta (la guerrera) y el que desde el inicio de la ´época contemporánea´ empezará a monopolizar la 3ª casta: la de los mercaderes o viaishas. En Napoleón Bonaparte vemos al miembro de la casta guerrera (su padre pertenecía a la nobleza corsa) que actúa movido por la ideología del liberalismo triunfante gracias a la Revolución Francesa y que no es otra que la propia de la casta de los mercaderes; esto es, de la burguesía que ve en el liberalismo económico la posibilidad de dar rienda suelta a sus aspiraciones comerciales y/o económicas.

A partir de entonces y a lo largo de esta ´edad contemporánea´ la 3ª casta se adueñará del poder, salvo en los períodos en los que la 4ª casta (sudras) –la de la ´mano de obra´- dirija (por lo menos aparentemente) los regímenes políticos comunistas e imponga el llamado Cuarto Estado. Bien es cierto que, tras la caída del comunismo en la Europa Oriental a fines de la década de los ´80 del siglo pasado, hay quien ha considerado, acertadamente, que el clásico mundo del liberal-capitalismo burgués (Tercer Estado impuesto por la 3ª casta) ha sido sustituido por un tipo de vida aún más colectivista, gregaria, amorfa, uniformizada y desarraigada que la impuesta por el marxismo y en la que ya cualquier referente ideológico ha sido enterrado. El único impulso, y referente, que actúa es el económico y las actividades que, avasalladoramente, se imponen son la producción y el consumo desaforados. Mundo sin referentes al igual que sucedía, en la India Tradicional, con aquellos individuos que se hallaban fuera y por debajo del sistema de castas (los ´sin casta´ o parias) y que le habían dado la espalda a cualquier norma formadora y a cualquier tipo de raigambre: los ´sin tradición´ y ´sin linaje´. Individuos que por sus disolventes o deshonrosas conductas habían sido expulsados de sus respectivas castas: ´los desterrados´. Evola predijo de manera magistral este devenir y al tipo de sociedad que del mismo se derivara la definió como la de la hegemonía del Quinto Estado; y que, sin duda, corresponde al actual modelo planetario de globalización y de homogeneización alienante y desenraizadora.

Pero en medio de tantos procesos disolventes y de tanta corriente en contra ¡¿quién nos dice que no sea todavía posible que algunos hombres consigan mantenerse en pie entre las ruinas, alcancen una Superior dignidad interior e inauguren un nuevo Ciclo Heroico?!
………………………………………………..

(1) De esta obra existe publicación en castellano a cargo de “Ediciones Heracles” y que data de 1.998.

(2) Para este tipo de etapas en las que lo afrodítico o dionisíaco irrumpe con especial ímpetu (tal como sucede en la actual era crepuscular de la Edad de Hierro) Evola planteó la posibilidad de que aquellos hombres diferenciados que quisiesen alcanzar elevadas cotas de perfección interna pudiesen servirse de variados tipos de sustancias (alcohol, drogas,…) o de la fuerza del eros -que resultarían corrosivos para el hombre común- para superar el estado de conciencia ordinario y adentrarse en otros estados de conciencia superiores. (Estas ideas las desarrollamos en su día en un escrito que llevaba por título “Cabalgar el tigre” y que pretendía resumir los puntos esenciales desarrollados en el magnífico libro de idéntico título escrito por Evola y del que hay diversas ediciones en lengua castellana: la una de Nuevo Arte Thor y la otra de Ediciones Heracles.)

(3) De ahí que en la Edad de Plata se inhumen o entierren los cadáveres como signo del retorno a la Madre Tierra de sus hijos, mientras que, por contra, en la Edad de Oro los cadáveres eran incinerados para –al desintegrarse el cuerpo entre las llamas- facilitar el ascenso hacia el Sol (como símbolo de lo Alto) del alma Superior o alma Espiritualizada.

(4) Se puede consultar nuestro trabajo “El Imperium a la luz de la Tradición” para completar lo que se ha venido explicando en torno a ciertos períodos e instituciones de la Antigua Roma y del Medievo.

(5) Es de destacar cómo en los períodos del Medioevo en los que la autoridad espiritual del Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico fue reconocida por encima de la del Papa, el Emperador incluso designaba a obispos y abades y los investía con los signos de sus respectivas dignidades: cruz, báculo y anillo. Tampoco está de más recordar que todo Papa que acababa de ser elegido como tal debía, antes de ser consagrado, jurar fidelidad al Emperador. Además, en el hecho de que el Papa ungiese y coronase al Emperador se hallaba un reconocimiento implícito de la superior autoridad no sólo política sino también Espiritual de éste. Hubo emperadores que retrasaron en años su unción y coronación por parte del Papa por no considerar relevante la intervención papal en el reconocimiento de sus dignidades imperiales.

© EDUARD ALCÁNTARA – SEPTENTRIONIS LUX

06/02/2009 09:46 Autor: juliusevola. #. Tema: Artículos sobre Evola.

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Camino de transformacion

Camino de transformación
[url=http://www.concienciasinfronteras.com/PAGINAS/CONCIENCIA/caminotrans.html]http://www.concienciasinfronteras.com/PAGI…aminotrans.html[/url]
¿Alguna vez os ha sucedido? En medio de la corriente de actividad cotidiana, en el torrente de pensamientos, parar un momento y sentir: ¿Qué significado tiene todo esto? No lo que tengo delante, sino lo que estoy viviendo. Mi vida, una sucesión de actividades aparentemente aleatorias… ¿Tiene una razón? Si esto es así, bienvenidos a la condición humana. Quiere el destino que el ser humano no sólo viva, sino que busque un sentido a su vida. Un hilo que una como una sucesión de perlas los acontecimientos de nuestra vida, dándoles una visión de conjunto, de forma que cada pequeño gesto tenga un marco que le dé coherencia, cada paso una dirección que lo guíe, cada fragmento de nuestra vida una totalidad a la cual pertenezca.
El hombre neurótico del siglo XXI vive fragmentado en pequeñas metas placenteras mientras ahorra para disfrutar de su jubilación. Duerme el sueño del consumo en un recodo del camino de la autorrealización. Y claro está, sufre, porque no se encuentra a sí mismo en su mundo confortable y sobreestimulado. Conecta la tele en busca de una nueva quimera y se dice que tal vez mañana se ponga en marcha.

¿Cuándo nuestra vida dejó de ser una aventura? Quizás tengamos que retroceder mucho para contestar. Aventurarse es arriesgarse en terreno incierto. Se dice que en el mundo de hoy ya no es posible la aventura porque todo está descubierto. Cuando Copérnico demostró a sus contemporáneos que su mundo no era el centro del uníverso, fue como si diese el pistoletazo de salida para una carrera hacia el descubrimiento.

El hombre de la Edad Media, psicológicamente instalado en el centro de universo, no tenía necesidad de buscar más allá de sí mismo. El mundo era un misterio donde la magia era posible. El hombre del renacimiento, en busca de ese centro externo, inicia una carrera hacia ninguna parte dejando en su camino una civilización inquieta.

Cuatro siglos después el mundo se había terminado, las expediciones más audaces llegaban a los confines de la Tierra a poner sus banderas. Y justo en ese momento, a caballo entre el siglo XIX y el XX, Sigmund Freud sacude de nuevo las conciencias y cual Copérnico revivido nos dice que, no sólo nuestro mundo no es el centro del universo, sino que nosotros mismos no somos el centro de nosotros mismos. En nuestro centro hay una zona en sombras, pero intensamente activa, que es la que en realidad manda sobre nuestras acciones. El inconsciente, como un continente inexplorado se ofrece al aventurero de la consciencia. Como América, siempre estuvo ahí pero alguien tenía que mostrar el camino. Freud concibió el inconsciente como el producto de la represión de nuestros instintos e ideó un método para hacer conscientes nuestras verdaderas motivaciones. Señalar la fuente de nuestros conflictos no fue suficiente, si tenemos en cuenta que durante el siglo XX los seres humanos fueron dominados por las pasiones más crueles y destructivas, dejando pequeñas las atrocidades del resto de historia. Sin embargo, una vez señalado el camino ya no se puede ignorar, sólo explorarlo.

Poco tiempo después, Carl Gustav Jung, más familiarizado con lo esotérico, amplió la visión de Freud. Para Jung el inconsciente personal deriva en gran medida del inconsciente colectivo, un mundo de imágenes suprapersonal e intemporal, formado por reliquias de funciones de percepción y adaptación filogenéticas de la especie humana. El corazón del aventurero se conmueve, el nuevo mundo no sólo ofrece el conocimiento de uno mismo, en nosotros se actualiza la herencia de toda la humanidad. Cada imagen del inconsciente colectivo, llamada arquetipo, funciona como un modelo o estructura de comportamiento, como las ideas en Platón. Esta imagen eterna primitiva, funciona como una señal o estímulo que activa en nosotros mecanismos heredados en nuestro sistema nervioso central, que a su vez, desencadenan comportamientos o emociones que volcamos en nuestro entorno.

No nos podemos extrañar si una hoguera en el campo o un fuego en el hogar nos fascina, si tenemos en cuenta que, durante miles de años, el fuego ha sido para el hombre salvación y seguridad ante sus depredadores. Cuántas noches ha pasado la humanidad protegida por el fuego y escuchando los ruidos amenazantes de la naturaleza. Cuántas veces el tener fuego o no ha sido la diferencia entre vivir o morir. El Sol y la Luna hace muy poco que son astros, cuerpos celestes despersonalizados. En nuestra herencia humana son dioses dotados de magia y de poderes, fuerzas activas que nos conmueven. Mira la Luna en un lugar silencioso, su magnetismo te atrapa como atrapó a miles de nuestros antepasados, esa emoción nos conecta con nuestra herencia humana.

Las aves migratorias observan las señales y emprenden el vuelo hacia sus lejanos destinos sin vacilar. Los seres humanos podemos observar y actualizar nuestros arquetipos para iniciar nuestros viajes, son como señales en nuestro camino en busca de nosotros mismos. El camino es el mismo para todos los seres humanos, pero nuevo y único para cada uno, pues aunque pertenezca a la esencia de la humanidad, para aquel que lo inicia, es algo inexplorado. La mujer o el hombre que inician su camino se aventuran en lo desconocido, dejan la seguridad de la rutina, la protección del rebaño y se adentran en el misterio. En ese momento se convierten en héroes. El arquetipo heroico hace referencia a la capacidad para individuarse, para elegir un proceso singular. Jung llamó proceso de individuación a esta búsqueda de la autorrealización en la psique y en el mundo.

Y una vez en el camino, ¿no deberíamos encontrar pistas de antiguos viajeros? Si la aventura es común, ¿dónde están esas pistas? La tradición las ha puesto al alcance de todos. La sabiduría ancestral se muestra a aquellos que saben mirar y ver. De generación en generación el viaje mítico del héroe se ha trasmitido a través de los cuentos y leyendas, fábulas universales que resuenan en nuestro inconsciente, porque hablan de nosotros, de nuestro Yo más profundo. Durante miles de años los niños han escuchado y vivido los cuentos que sus mayores les explican, cuentos que no se cansan de oír una y otra vez porque de ellos aprenden la esencia de la vida. Y qué trasmiten los cuentos de hadas, las leyendas míticas, las historias ancestrales? Básicamente una historia siempre muy parecida: El héroe o la heroína, como consecuencia de un desarreglo en su mundo, se impone una tarea o misión, en su camino encuentra adversidades y adversarios, y también ayuda. Logra su propósito (encontrar la fórmula mágica, vencer a su oponente, rescatar a la princesa) y regresa a su casa donde se produce una boda o una ascensión al trono. El héroe lo es porque mientras que los demás padecen la desgracia, él se lanza a la aventura. Al principio, la tarea parece demasiado para él, pero aún así, inicia su propio proceso de individuación. El sentido de la historia, lo que está en los relatos de una manera velada, es que el héroe o la heroína en el proceso de su aventura queda marcado. Se transforma interiormente, no es el mismo el que sale a buscar que el que vuelve. En el camino, como consecuencia de sus actos y peripecias, algo que había dentro de él, sólo en estado
latente, se pone de manifiesto. Por eso cuando vuelve sucede una boda, el encuentro con el ánima, o una ascensión al trono, reconocimiento de un cambio en el nivel de consciencia.

En su camino el héroe actualiza diversos arquetipos. En un principio, antes de la catástrofe, el héroe encarna el arquetipo del inocente. En este arquetipo el mundo existe para servirnos, vivimos en un paraíso intachable. Es el estado natural de los niños donde papá y mamá deben ser perfectos y cubrir todas las necesidades. En todas las culturas existen leyendas sobre los paraísos perdidos, mundos perfectos y felices, úteros protectores donde no existe distancia entre el deseo y la satisfacción.

Después se produce la caída, el abandono del paraíso, de ese estado idílico. Descubrimos la realidad que no siempre gusta. El mundo tiene su ley y es ajena a nosotros. De golpe estamos en contacto con el sufrimiento y surge la pregunta más angustiosa: ¿Por qué? Toda cultura que se precie empieza por responder a esta pregunta. En nuestra cultura occidental-cristiana, la caída es el resultado de los pecados humanos, el pecado es más culpa de la mujer que del hombre (la visión patriarcal necesita justificar lo injustificable de algún modo) y como consecuencia, el castigo por el pecado es el sufrimiento. Leyendas de diluvios, catástrofes, pecados originales, responden al por qué. Pero saber el por qué no nos ayuda demasiado, la pregunta correcta es ¿qué hago con mi sufrimiento?

La primera respuesta se encarna en el arquetipo del huérfano. Los inocentes se convierten en huérfanos cuando descubren que Dios ha muerto, o es indiferente, el gobierno no es bueno o las leyes no son justas… En resumen, el mundo no es como nos habían dicho que debía ser. El huérfano vive la desesperación porque espera un salvador. Busca refugio en el sufrimiento y se aflige. En los cuentos, es el pueblo que vive con su miedo al dragón y se oculta en sus casas. El huérfano entrega su confianza a alguien que lo salve, el médico, el terapeuta, el líder, alguien que lo rescate, alguien con dinero y poder que le dé seguridad. Es la historia romántica tradicional donde la heroína es rescatada por el príncipe azul de sus penalidades. El huérfano está al borde del camino, instalado en la queja, esperando que alguien haga algo, refugiado en su mundo anestesiado, siempre temiendo lo peor.

Nuestro camino heroico empieza cuando nos damos cuenta de esta situación. Vivimos cautivos de nuestro sufrimiento, cuando tomamos consciencia del cautiverio, actualizamos el arquetipo del vagabundo. El vagabundo emprende un viaje, huye del sufrimiento, se opone a las normas conformistas que lo mantienen prisionero y escapa. El héroe inicia su búsqueda, debe haber algo más, la vida se convierte en una aventura. Es el momento de probar cosas, de descubrir formas de pensar y actuar nuevas. Las leyendas referentes a los caballeros andantes, a exploradores y llaneros solitarios cristalizan este arquetipo necesario en la evolución. Si bien buscar no es sinónimo de encontrar, y el vagabundo debe dejar de huir del sufrimiento para enfrentarse a él.

Cuando esto sucede actualizamos el arquetipo del guerrero. El guerrero se queda y combate para cambiar el mundo. La vida se convierte en un reto, un desafío que debe ser superado. Como guerreros perseguimos el poder, y el poder tiene dos caras, en la primera dominamos a los demás y es estéril, en la segunda dominamos y encauzamos nuestros instintos y prisiones y eso nos hace libres. El mundo clásico entronizó el arquetipo del guerrero como imagen heroica, pero un enfrentamiento no puede ser el final de un camino.

El héroe puede aceptar el sufrimiento, superar el enfrentamiento y asumirlo, porque el sufrimiento trae consigo la redención. Sin esta entrega no es posible la verdadera transformación. El sacrificio y la muerte, presentes en todos los antiguos rituales de todas las religiones de fertilidad, es el paso previo al renacimiento. El arquetipo del mártir, tan presente en la religión cristiana, hace referencia a la entrega total, a la renuncia al ego como paso previo a la transformación. El descenso a los infiernos del héroe, la noche oscura del alma, escenifican este arquetipo, pero, es quizás en el libro de Job donde podemos encontrar un ejemplo más conmovedor. El silencio de Job es la respuesta más hermosa que un ser humano puede dar ante un Dios cruel y despiadado.

Como vagabundos iniciamos un camino de búsqueda, como guerreros nos enfrentamos a nuestro destino y como mártires nos dejamos transformar. Ahora estamos preparados para transcender el sufrimiento, ir más allá. El arquetipo del mago nos enseña que el universo se está creando continuamente. Lo creamos nosotros con nuestra percepción. Es la magia que crea nuestra realidad. El mago sabe que está íntimamente ligado al mundo, que forma parte de él en un proceso creativo continuo. Aprende a ver para sentir que no está separado de todo lo que existe. Yo soy todo y todo está en mí. Después de haber sido huérfano, vagabundo, guerrero y mártir, el mago que hay en nosotros, regresa al inocente que fuimos, uniendo así principio y fin, como el héroe regresa a casa al final de su misión. El que regresa no es el mismo que se fue, de hecho, los méritos y las hazañas ya no son tan importantes, él mismo carece de importancia, porque andando su camino, ha aprendido a vivir.

“Soy yo y mi cirrcunstancia, si no la salvo a ella, no me salvo yo”.

“Soy yo y mi cirrcunstancia, si no la salvo a ella, no me salvo yo”.
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Estimado lector,

En este duro camino que ni siquiera tenemos el honor de haber elegido, sólo quedan ya un puñado de cosas que nos sirvan de consuelo y nos mantengan en pie. La más importante es saber que estás ahí con tu oreja abierta a nuestros cánticos existenciales. Dispuesto a aportar tu granito de arena allá donde sea requerido. Como dice nuestro común amigo Ortega, a quien buscabas cuando las impredecibles olas de la vida te arrastraron hasta esta nuestra orilla:

‘Cuando hemos llegado hasta los barrios bajos del pesimismo y no hallamos nada en el universo que nos parezca una afirmación capaz de salvarnos, se vuelven los ojos hacia las menudas cosas del vivir cotidiano – como los moribundos recuerdan al punto de la muerte toda suerte de nimiedades que les acaecieron -. Vemos, entonces que no son las grandes cosas, los grandes placeres ni las grandes ambiciones que nos retienen sobre el haz de la vida, sino este minuto de bienestar junto a un hogar en invierno, esta grata sensación de una copa de licor que bebemos, aquella manera de pisar el suelo, cuando camina, de una moza gentil, que no amamos ni conocemos, tal ingeniosidad que el amigo ingenioso nos dice con su buena voz de costumbre. Me parece muy humano el suceso de quien, desesperado, fue a ahorcarse a un árbol, y cuando se echaba la cuerda al cuello, sintió el aroma de una rosa que abría al pie del tronco, y no se ahorcó’.

J. Ortega y Gasset, ‘Meditaciones del Quijote’

Sin llegar a esos extremos, bien es cierto que un hálito de desesperación acompaña nuestro cansino avance por las en ocasiones demasiado estrechas callejuelas de la vida, y es la búsqueda de un aire menos respirado el que nos a traído hasta estos parajes. Aquello que con gran esfuerzo va descubriendo uno por la vía autodidacta y de la experiencia, resulta no ser más que la penúltima función de un ciclo que lleva repitiéndose desde la noche de los tiempos. Ningún lugar existe ya que no haya sido explorado. Hasta el último rincón de nuestro ‘yo’ más íntimo parece haber sido saqueado hace ya siglos por alguna mente preclara. Pero precisamente por ello, podemos sentirnos acompañados por los más fuertes de aquellos que estuvieron en el lugar en que nosotros nos perdemos cada día. Guiados y empujados en nuestro camino por aquellos que no se perdieron entre las nieblas del conformismo y la mediocridad, y asumieron con valentía su condición de pioneros.

‘Hay quien sabe vivir como un sonámbulo. Yo no he logrado aprender este cómodo estilo de existencia’.

J. Ortega y Gasset, ‘España Invertebrada’

Probablemente a estas alturas te estarás preguntando ya, ‘¿Qué camino es ese? ¿A qué tanto temor y tanto andar de puntillas por la vida? ¿A qué tanta lucha interna, tanta inquietud, miedo y desesperación?’

Es el miedo y la desesperación de los condenados a recorrer el camino del héroe.

‘Existen hombres decididos a no contentarse con la realidad. Aspiran los tales que las cosas lleven un curso distinto: se niegan a repetir los gestos que la costumbre, la tradición, y en resumen, los instintos biológicos les fuerzan a hacer. Estos hombres llamamos héroes. Porque ser héroe consiste en ser uno, uno mismo. Si nos resistimos a que la herencia, a que lo circunstante nos impongan unas acciones determinadas, es que buscamos asentar en nosotros, y sólo en nosotros, el origen de nuestros actos. Cuando el héroe quiere, no son los antepasados en él o los usos del presente quienes quieren, sino él mismo. Y este querer ser él mismo es la heroicidad. No creo que exista especie de originalidad más profunda que esta originalidad ‘práctica’, activa del héroe. Su vida es una perpetua resistencia a lo habitual y consueto. Cada movimiento que hace ha necesitado primero vencer a la costumbre e inventar una nueva manera de gesto. Una vida así es un perenne dolor, un constante desgarrarse de aquella parte de sí mismo rendida al hábito, prisionera de la materia’.

J. Ortega y Gasset, ‘Meditaciones del Quijote’

¿Te sientes tú también empujado a caminar el camino del héroe? ¿Sientes tú también el dolor y el desgarro de tener que inventarte a ti mismo cada mañana? ¿Sientes acaso también que te faltan las fuerzas, que dudas de si posees realmente la esencia necesaria para resistir este constante padecimiento?

¿Sientes cada vez más a menudo la tentación de dejarte caer sobre el confortable y mullido colchón de las nieblas del tiempo y del olvido? ¿Tratas con todas tus fuerzas de acallar la voz interior que te empuja a caminar el sendero más difícil y solitario?

Si recorrer el camino del héroe resulta ya un perenne dolor, ¿cómo hacerlo cuando todo a nuestro alrededor parece oponerse a cualquier tipo de iniciativa individual? ¿Cómo superar la barrera del ‘tu debes’ impuesto por quienes nos rodean?

‘¿Puede hoy un hombre de veinte años formarse un proyecto de vida que tenga figura individual y que por lo tanto necesitaría realizarse mediante sus iniciativas independientes, mediante sus esfuerzos particulares? Al intentar el despliegue de esta imagen en su fantasía ¿no notará que es, si no imposible, casi improbable, porque no hay a su disposición espacio en que poder arrojarla y en que poder moverse según su propio dictamen?…El desánimo le llevará, con la facilidad de adaptación propia de su edad, a renunciar no sólo a todo acto, sino hasta a todo deseo personal, y buscará para sí una vida estándar, compuesta de desiderata comunes a todos,…’

J.Ortega y Gasset, ‘La rebelión de las masas’

¿No es acaso por ello que tendemos a refugiarnos en la calma cobarde de asesinar al héroe que habita en nuestro interior convirtiéndonos únicamente en aquello que nuestro entorno desea, que decidimos sin resistencia tirar las armas y renunciar a nuestro ‘yo’ para volvernos títeres de nuestra circunstancia?

Pero…

‘Yo soy yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella no me salvo yo’

J.Ortega y Gasset, ‘Meditaciones del Quijote’

No vale más esconderse, pues…

‘…es falso decir que en la vida ‘deciden las circunstancias’. Al contrario: las circunstancias son el dilema, siempre nuevo, ante el cual tenemos que decidirnos. Pero el que decide es nuestro carácter.’

J. Ortega y Gasset, ‘La Rebelón de las Masas’

Circunstancia es la pecera en la que debo nadar mi breve y condicionada existencia. ¿Acaba tu heroico camino constantemente chocando con la traidora e invisible pared de cristal? ¿Como sería tu camino si lograses escapar de la pecera de tu circunstancia? ¿A donde te llevaría? ¿Y si llevase a un inmenso mar azul poblado por las más bellas criaturas? Tal vez necesites soñar tu camino en voz alta para saberte capaz de escapar. Tal vez el rumor de tus pasos acompañando al de cientos de otros héroes como tú, sea la ayuda necesaria para no rendirte y hallar las fuerzas necesarias para dar un paso más en la dirección adecuada. Tal vez tu camino soñado sirva de inspiración a los héroes dormidos que esperan a que una voz amiga los despierte.

De circunstancia parten los caminos de muchos héroes anónimos y de otros que dejarán pronto de serlo.

El camino del héroe

El camino del héroe Marzo 15, 2008
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Todos somos el héroe, recorremos el mismo camino y nos aparecen en él los mismos arquetipos. Joseph Campbell, en su libro “El héroe de las mil caras” profundiza con sabiduría en ello y en él se basa una obra más reciente, “El viaje del héroe”, de Christopher Vogler. Las etapas del viaje del héroe son las nuestras y los arquetipos también:

1. Mundo ordinario – El mundo normal del héroe antes de que la historia comience.
2. El llamado de la aventura – Al héroe se le presenta un problema, desafío o aventura.
3. Reticencia del héroe o rechazo del llamado – El héroe rechaza el desafío o aventura, generalmente porque tiene miedo.
4. Encuentro con el mentor o ayuda sobrenatural – El héroe encuentra un mentor que lo hace aceptar el llamado y lo informa y entrena para su aventura.
5. Cruce del primer umbral – El héroe abandona el mundo ordinario para entrar en el mundo especial o mágico.
6. Pruebas, aliados y enemigos o La panza de la ballena – El héroe enfrenta pruebas, encuentra aliados y confronta enemigos, de forma que aprende las reglas del mundo especial.
7. Acercamiento – El héroe tiene éxitos durante las pruebas
8. Prueba difícil o traumática – La crisis más grande de la aventura, de vida o muerte.
9. Recompensa – El héroe ha enfrentado a la muerte, se sobrepone a su miedo y ahora gana una recompensa.
10. El camino de vuelta – El héroe debe volver al mundo ordinario.
11. Resurrección del héroe – Otra prueba donde el héroe enfrenta la muerte, y debe usar todo lo aprendido.
12. Regreso con el elíxir – El héroe regresa a casa con el “elíxir”, y lo usa para ayudar a todos en el mundo ordinario.

Arquetipos:

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Héroe: el personaje que más se sacrifica.
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Mentor: figura positiva que ayuda al héroe o lo entrena.
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Guardian del umbral: el que no permite al héroe acercarse a su meta, puede ser antagonista o enemigo.
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Heraldo: el que le anuncia al héroe que debe iniciar su lucha.
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Camaleón: un personaje que no tiene carga estable puede ser negativo o positivo dependiendo.
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La Sombra: es todo lo negativo o contrario al héroe.
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Aliados: figuras positivas parte de la personalidad del héroe.
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El bufón o truhan (tramposo, chistoso): puede ser positivo o negativo, es el responsable de alivianar el ambiente cuando se pone pesado.

El camino del Heroe – Monomito

El camino del Heroe – Monomito

Alguna vez te has preguntado, ¿qué tienen en común Luke Skywalker, Jesús, Neo, Siddhartha, Goku, Eragon, Moises, Naruto, etc… ? ¿Por qué sus historias son éxitos de taquilla en todo el mundo, independiente de la cultura o la época en las que hayan sido narradas?

Joseph Campbell[1904-1987] dedicó su vida al estudio a las mitologías de diversas culturas, y una de sus principales obras corresponde a El Héroe de las mil caras. En esta obra, Campbell plantea la existencia de un único mito: El Monomito.

Según Campbell, El Monomito toma distintas formas para adaptarse a la cultura, pero en el fondo mantiene una estructura única. Esta estructura esta definida por el subconsciente humano, y ha cumplido un rol fundamental en guiar a las personas en sus vidas.

El Monomito se puede descomponer en tres etapas (lo que explicaría el boom de las trilogías): La Partida (o Separación), La Iniciación, y El Regreso. Cada etapa esta compuesta por varias partes, que pueden estar presentes o no, y pueden variar su orden dependiendo de la encarnación del monomito.

La wikipedia explica las tres etapas:

La Partida

La llamada a la aventura. La historia comienza con el héroe recibiendo una llamada a la aventura. Esta llamada puede perturbar la vida cotidiana del héroe. Ademas, puede haber un heraldo que comunica la llamada. En el caso de StarWars los heraldos corresponden a los androides, y la llamada es el mensaje que traen de la princesa.
El rechazo a la llamada. El héroe puede decidir rechazar la llamada. Esto generalmente trae sufrimiento para el héroe, que finalmente lo convence a aceptar la llamada. En StarWars Luke rechaza la llamada y como resultado la familia de su tío son asesinados. Algo similar le sucede también a BraveHeart.
Ayuda sobrenatural. Para poder emprender su aventura, en ocasiones el héroe puede requerir de ayuda sobrenatural. En el caso de StarWars corresponde a Obi-Wan Kenobi, y en Matrix a Morfeo. En Alicia y el país de las maravillas es el conejo que Alicia persigue.
El Cruce del Umbral. El umbral marca la división entre el mundo familiar y desconocido para el héroe En el caso de SW el corresponde al puerto espacial Mos Esiley. En Matrix es la sala donde Neo debe decidir entre la pastilla azul o roja.
El renacimiento. En ocasiones el héroe debe morir para pasar el umbral. En el caso de Matrix Neo muere en la matriz y renace en el mundo físico

La Iniciación

El camino de las pruebas. Una vez que el héroe se encuentra en el mundo desconocido, debe superar una serie de pruebas que lo ayudaran a aumentar su nivel de conciencia.El camino de las pruebas. Esto corresponde a la clásica escena de entrenamiento. En StarWars sucede cuando Luke entrena con Yoda, en Matrix Neo con Morfeo.
El matrimonio. La ultima prueba puede representarse como el matrimonio con una figura femenina. Esto representa el dominio del héroe sobre la vida (por eso el símbolo femenino) En el caso de Matrix corresponde al vinculo entre Neo y el Oráculo
La mujer como tentatris. Una vez que el héroe ha expandido su nivel de conciencia, existe una desigualdad entre la verdad y su apariencia exterior que puede ser seducida por las tentaciones carnales. Como resultado el héroe puede presentar un rechazo hacia alguna figura femenina En el caso de Starwars esto se manifiesta en la tensión entre Luke y Hans por la princesa Leia. En el caso de Matrix ocurre cuando Persephone intenta seducir a Neo.
Expiación con el Padre. El héroe se reconcilia con la figura tirana y piadosa del padre, lo que le permite a la vez comprenderse a si mismo. En StarWars esto ocurre, probablemente en una de las escenas mas famosas del cine, cuando Darth Vader le dice a Luke que el es su padre. En Matrix ocurre cuando el Oráculo le informa a Neo que ella y el arquitecto trabajan juntos para hacer funcionar la matriz.
El Apoteosis. El ego del héroe “yo” se desintegra. Esto transporta al héroe a un nuevo nivel de conciencia, que permite al héroe sacrificarse.
La bendición final. El héroe finalmente esta listo para recibir aquello para lo cual emprendió su aventura. En el caso de StarWars es la fuerza que Luke logra utilizar. En el caso de Matrix el poder de modificar la matriz.

El Regreso

El rechazo del regreso. Una vez que el héroe a logrado la iluminación, puede existir la duda o el rechazo a volver al mundo normal.
El vuelo mágico En ocasiones el héroe regresa con la bendición final escapando de algún mal.
El rescate desde el mundo normal. Para poder volver al mundo normal el héroe puede necesitar que alguien del mundo normal lo ayude. En StarWars Luke es rescatado por el Millennium Falcon cuando queda colgando de una antena de la ciudad en las nubes.
El cruce del umbral. El héroe regresa al mundo normal y lo acepta como real.
Maestro de dos mundos. Gracias a la bendición final, el héroe ahora es el maestro de los dos mundos. Esto ocurre con Luke quien se convierte en Jedi. En Matrix Neo puede destruir a un centinela en el mundo real solamente con su mente.
Libertad para vivir. Finalmente el héroe entrega la bendición final a la humanidad. En StarWars Luke destruye al imperio y le entrega la paz y victoria a sus camaradas. En Matrix Neo se sacrifica para que maquinas y humanos puedan vivir juntos.

Fuente: [url=http://sushiknights.org/2007/02/el_monomito.html]http://sushiknights.org/2007/02/el_monomito.html[/url]