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La Alicia de Tim Burton ya se asoma al otro lado del espejo

A ver cuando se estrena!!!!

La Alicia de Tim Burton ya se asoma al otro lado del espejo

Disney publica la primera imagen de la adaptación de la novela de Lewis Carroll que rueda el director de ‘Sweeney Todd’, junto a Depp y Bonham-Carter

Tim Burton está ultimando su adaptación de Alicia en el país de las maravillas, la inquietante novela de Lewis Carroll sobre una niña que se adentra en un mundo poblado por seres extravagantes y dominado por una lógica dislocada. El director de Sweeney Todd, que ha rodado desde el pasado septiembre en Plymouth (Inglaterra), ha contado con la actriz australiana Mia Wasikowska, de 18 años, para interpretar a la inquieta Alicia, y con su actor fetiche, Johnny Depp, que prestará su vis más histriónica al Sombrerero Loco.

El reparto se completa con Helena Bonham-Carter (que ya actuó a las órdenes de Burton junto a Depp en Sweeney Todd) y que interpretará a la Reina Roja, y con Anne Hathaway (El diablo se viste de Prada), que será la Reina Blanca. En cuanto al grupo de seres fantásticos surgidos de la mente de Carroll, Michael Sheen (The Queen) dará vida al Conejo Blanco, Stephen Fry (V de Vendetta) será el Gato de Chesire, Alan Rickman (Sweeney Todd será La Oruga y Christopher Lee prestará su siniestro semblante a Jabberwok.

El equipo de la película eligió Plymouth porque es un escenario idóneo para una historia ambientada en la Inglaterra victoriana. De hecho, la mansión en la que se ha rodado la historia, Saltram House, ya pudo verse en la película Sentido y sensibilidad (1995), de Ang Lee. Otras localizaciones son The Royal William Yard, fábrica y astilleros de la Royal Navy. La versión de Burton es una producción de Disney en formato 3-D que se estrenará en los cines en 2010.

[url=http://www.elpais.com/articulo/cultura/Alicia/Tim/Burton/asoma/lado/espejo/elpepucul/20090423elpepucul_4/Tes]http://www.elpais.com/articulo/cultura/Ali…elpepucul_4/Tes[/url]

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Hora del foro

Puedo tener el hoario del foro diferente?

Uruz, Feliz cumpleaños

Bueno que si no me he vuelto a adelantar de hora feliz cumpleaños

El postivismo

FUENTE: [url=http://www.mgar.net/docs/comte2.htm]http://www.mgar.net/docs/comte2.htm[/url]

En un sentido muy amplio puede llamarse positivismo a toda doctrina que se atiene a, o destaca la, importancia de lo positivo, esto es, de lo que muchos filósofos mantienen que se ocupan, y se ocupan sólo, de lo que es cierto, efectivo, verdadero, etc., habría que concluir que son positivistas -lo cual sería excesivo y, además, errado-. Ni siquiera es recomendable usar positivismo para designar doctrinas que, como la de Descartes, insisten en que se atienen únicamente a lo que es cierto, efectivo, verdadero, etc., después de haber puesto en duda todo lo que no ofrece estos rasgos. Es aún menos recomendable usar positivismo para calificar ciertos tipos de filosofía que han usado el término positivo -como la filosofía positiva de Schelling-. En Schelling, positivo se contrapone a negativo, de modo que su positivismo es oposición a negativismo. Se ha propuesto usar positivismo para designar doctrinas filosóficas que se fundan en hechos o realidades concretas o en realidades accesibles sólo a los órganos de los sentidos. Pero aun entonces el sentido de positivismo sigue siendo vago, pues habría que concluir que los filósofos que se adhieren al ‘sensualismo’ en teoría del conocimiento son positivistas. Algunos lo son pero otros no. Se ha propuesto asimismo usar positivismo para designar varias doctrinas filosóficas, como el utilitarismo, el materialismo, el naturalismo, el biologismo, el pragmatismo, etc. Aunque algunas tienen rasgos positivistas, otras pueden ser «poco positivistas»; en todo caso, pueden ser bastante especulativas, lo que no parece compadecerse con el positivismo.

El término ‘positivismo’ tiene su origen en Auguste Comte, el cual propuso, y desarrolló, una «filosofía positiva». Esta comprendía no sólo una doctrina acerca de la ciencia, sino también, y sobre todo, una doctrina sobre la sociedad y sobre las normas necesarias para reformar la sociedad, conduciéndola a su «etapa positiva». Los filósofos que siguieron a Comte, sea de un modo «ortodoxo», o bien «heterodoxo», fueron llamados «filósofos positivos» o «positivistas». También fueron considerados positivistas filósofos como John Stuart Mill, Spencer, Mach, Avenarius, Vaihinger, etc. Ello conlleva el peligro de extender más de la cuenta el alcance del significado de ‘positivismo’. Si todos los filósofos que manifiestan atenerse a lo «dado», especialmente a lo dado a los sentidos; que manifiestan hostilidad hacia el idealismo; o que estiman que deben tenerse en cuenta los métodos y resultados de las ciencias, son declarados «positivistas», habrá que incluir entre ellos a muchos que expresan simpatía por el fenomenismo, por el naturalismo, por el cientifismo, etc. Hay algunos usos de ‘positivismo’ que conviene conservar, porque, de hecho, este término ha sido empleado por varios filósofos (o comentaristas) muy distintos de cualesquiera de los mencionados en el párrafo anterior. Ejemplos de estos usos son:

El llamado «positivismo total» de autores com Husserl y Bergson, los cuales han estimado que si hay que ser positivista, hay que serlo «a fondo» y «radicalmente», no de un modo parcial, como el de Comte; en vez de negar ciertos aspectos de la experiencia, hay que admitirlos todos, esto es, hay que admitir lo dado tal como se da, sin prejuicios y conceptuaciones previas.
el llamado «positivismo espiritualista» de autores como Ravaisson, Lachelier y Boutroux.
el «positivismo absoluto» propugnado por Louis Weber, según el cual hay que proceder a una crítica del conocimiento que muestre la intervención real de la actividad espiritual en la constitución de las ciencias, de modo que se trata de un «positivismo absoluto a través del idealismo».
Sin embargo, estos tres usos deben mantenerse sólo por razones históricas, es decir, por el efectivo empleo del término ‘positivismo’ en los ejemplos indicados. Por otro lado, hay que subrayar en cada caso que se trata de un «positivismo» distinto del «normal», por lo que es recomendable usar siempre los adjetivos que lo cualifican: ‘total’, ‘espiritualista’, ‘absoluto’, etc. Aun cuando los autores indicados pueden coincidir con los positivistas del tipo de Comte en que preguntan ante todo «cómo», y no, o sólo posteriormente «qué», «por qué» y «para qué», y aunque todos ellos destacan el «primado de los hechos», entienden ‘hecho’ en un sentido distinto del que es asociado corrientemente con las tendencias positivistas a partir de Comte.

Propiamente, el positivismo tiene dos manifestaciones en la época moderna y contemporánea. Una es la ya citada de Comte y sus sucesores. La otra es el movimiento que ha recibido varios nombres: positivismo lógico (una expresión ya usada, aunque en distinto sentido por Vaihinger en Die Philosophie des Als Ob), empirismo lógico, neopositivismo. Lo característico de esta forma de positivismo, que incluye el círculo de Viena, y que está asimimo relacionado con el convencionalismo y con el operacionalismo, es el intento de unir el empirismo (especialmente en la tradición de Hume) con los recursos de la lógica formal simbólica; la tendencia antimetafísica, pero no por considerar las proposiciones metafísicas como falsas, sino por estimarlas carentes de significación y aun contrarias a las reglas de la sintaxis lógica, y el desarrollo de la tesis de la verificación. Según Moritz Schlick, este positivismo exhibe los rasgos siguientes:

Sumisión al principio de que la significación de cualquier enunciado está contenida enteramente en su verificación por medio de lo dado, con lo cual se hace necesaria una depuración lógica que requiere precisamente el instrumental lógico-matemático.
Reconocimiento de que el citado principio no implica que sólo lo dado sea real.
No negación de la existencia de un mundo exterior, y atención exclusiva a la significación empírica de la afirmación de la existencia.
Rechazo de toda doctrina del «como si» (Aihinger). El objeto de la física no son (contra lo que pensaba Mach) las sensaciones: son las leyes. Y los enunciados sobre los cuerpos pueden ser traducidos por proposiciones -que poseen la misma significación- sobre regularidades observadas en la intervención de las sensaciones.
No oposición al realismo, sino conformidad con el realismo empírico.
Oposición terminante a la metafísica, tanto idealista como realista. Así, únicamente la aclaración radical de la naturaleza de lo a priori lógico-analítico proporciona, según Schlick, la posibilidad de profesar un integral empirismo lógico que pueda ser calificado de auténtico positivismo.
En sus primeras formulaciones por lo menos, el positivismo lógico separa, pues, completamente, la forma lógica del contenido material de los enunciados, y rechaza la correspondencia ontológica entre proposición verdadera y realidad, así como la reducción de la verdad a la proposición a su simple coherencia formal con otras proposiciones verdaderas (lo cual no sería sino otra manifestación de la actitud racionalista). (Ferrater Mora)

[La reforma de la sociedad:]
[…] La ruta de su doctrina siguió un curso sensiblemente distinto al conocer a Clotilde de Vaux, quien, según propia manifestación, le inspiró su religión de la humanidad. Comte ha dado a su filosofía el nombre de positiva; sin embargo, el posterior positivismo, que cuenta a Comte como su fundador, no equivale exactamente a dicha filosofía. Procedente, en su parte afirmativa del saint-simonismo, y, en su parte negativa, de la aversión al espiritualismo metafísico, el positivismo de Comte constituye una doctrina orgánica, no sólo en el aspecto teórico, sino también y muy especialmente en el práctico. El propósito de Comte no es, por lo pronto, erigir una nueva filosofía o establecer las ciencias sobre nuevas bases; es proceder a una reforma de la sociedad. Pero la reforma de la sociedad implica necesariamente la reforma del saber y del método, pues lo que caracteriza a una sociedad es justamente para Comte la altura de su espíritu, el punto a que ha llegado en su desarrollo intelectual. De ahí que el sistema de Comte comprenda tres factores básicos: en primer lugar, una filosofía de la historia que ha de mostrar por qué la filosofía positiva es la que debe imperar en el próximo futuro; en segundo lugar, una fundamentación y clasificación de las ciencias asentadas en la filosofía positiva; por último, una sociología o doctrina de la sociedad que, al determinar la estructura esencial de la misma, permita pasar a la reforma religiosa, a la religión de la Humanidad. El significado de ‘positivo’ resalta inmediatamente de la filosofía de la historia de Comte, resumida en la ley de los tres estadios: el teológico, el metafísico y el positivo, que no son simplemente formas adoptadas por el conocimiento científico, sino actitudes totales asumidas por la humanidad en cada uno de sus períodos históricos fundamentales.

Influencia:
[…] La influencia de Comte ha seguido aproximadamente el mismo curso que el destino del positivismo, el cual, en su aspecto de reacción contra la especulación del idealismo romántico, ha recogido principalmente de Comte su posición antimetafísica. Aparte de la influencia perceptible de Comte en todas las direcciones positivas imperantes en la segunda mitad del siglo XIX y prescindiendo de la formación de numerosos grupos y asociaciones positivistas que se propagaron particularmente en la América del Sur (sobre todo en Brasil), donde el positivismo de procedencia europea se encontró con lo que Alejandro Korn ha llamado el «positivismo autóctono», el pensamiento de Comte ha influido de un modo más directo en Emile Littré, que rechazó, sin embargo, la religión de la Humanidad, y que en Pierre Laffite, que acentuó justamente su adhesión a esta última fase de la filosofía comtiana. En Inglaterra propagaron la doctrina de Comte, además de John Stuart Mill, G.H.Lewes, Harriet Martineau (1802-1876), que tradujo, resumió y comentó el Curso de filosofía y, sobre todo, Richard Congreve (1918-1899), que formó a su vez varios discípulos entusiastas del comtismo en Wadham; entre ellos se distinguieron Frederic Harrison (1831-1923), autor entre otros libros de Creed of a Layman (1907), The Philosophy of Common Sense (1907), The Positive Evolution of Religion (1913) y sus Autobiographic Memoirs (1911); John Henry Bridges (1832-1906), que en su The Unity of Comte’s Life and Doctrine (1866) combatió la usual escisión entre el positivismo científico y la religión de la Humanidad, y en su Five Discourses on Positive Religion (1882) insistió en la importancia de esta última; y Edward Spencer Beesly (1831-1915), autor de Comte as a Moral Type (1885). El grupo de Wadham fundó en 1867 la «London Positivist Society», y afiliada a la organización positivista que tenía su sede en Francia. La escisión aquí producida entre Lafitte y Littré repercutió también en la Sociedad inglesa, que se adhirió casi íntegramente al primero. The Positivist Review, que se transformó en Humanity (1923) y desapareció en 1925, fue fundada en 1893. (Ferrater Mora)

Comte, Feuerbach y Marx:
En 1835, el poeta alemán Heinrich Heine, escribiendo para franceses, profetizaba sardónicamente: “Me da la impresión de que un pueblo metódico como nosotros tenía que empezar por la Reforma, podía luego ocuparse de la filosofía, y, sólo consumada ésta, podía pasar a la revolución política… El pensamiento precede a la acción como el rayo al trueno. El trueno alemán es, naturalmente, alemán, lo que quiere decir que no es muy ágil y tarda en llegar; pero llegará”. Lo que no preveía Heine es que Alemania seguiría tan fiel a su vocación abstracta que produciría, sí, al gran pesador revolucionario, pero no la revolución misma, la cual ocurriría en lugares tan poco previsibles lógicamente como Rusia, China, Cuba… Ese gran pensador revolucionario lo tendría muy pronto a mano Heine y llegaría a ser su amigo en el exilio parisiense: Karl Marx. Pero antes de abordar su propio pensamiento nos conviene, por completar el hilo histórico, y sin olvidar además la rápida alusión que ya hicimos a los socialistas utópicos, elegir otras dos referencias previas entre el abigarrado contexto de la aparición de Marx, una por contraste, y otra como antecedente inmediato: Comte y Feuerbach.

[…] Aquí nos interesa Comte para contrastar con él a Marx, estableciendo algo que conviene recordar hoy día: la atención teórica a la sociedad y a su evolución histórica, y la exigencia de positividad, no implican necesariamente una actitud progresista, ni mucho menos revolucionaria, sino que pueden resultar ser instrumentos reaccionarios,por más que formalmente puestos al día.

Comte, en cierto modo, es expresión del espíritu francés asustado y escarmentado por la Revolución, pero que, sin volverse hacia atrás, prefiere consolidar el avance burgués viéndolo como un nuevo orden, ya definitivo y equilibrado, capaz incluso de asumir, terrenalmente y en un presunto humanismo, los sentimientos de la religión. Brevemente: Comte establece, ante todo, la ley fundamental de la historia y del progreso, con tres estadios -el teológico, el metafísico y el positivo, este último introducido por el propio Comte en el mundo de una vez para todas-. Hay aquí algo de hegelismo de vía estrecha -y no sólo en la estructura tripartita-, pero en el final no reina el Espíritu Absoluto, sino el cientifismo y la organización racional del mundo. La mentalidad burguesa parece que quisiera aquí detener el momento, como el Fausto goethiano, olvidando su propia dinamicidad, mediante el código de lo válido científicamente, los hechos positivos -facts, pedía por entonces mister Grandgrind, el personaje dickensiano de Tiempos duros, caricatura del positivismo-. Pero Comte no se atiene a los hechos propiamente tales, que serían los singulares -como señalará luego el atomismo lógico de Russell-, sino que busca los hechos generales, leyes científicas establecidas a partir de los hechos singulares, y, por tanto, con cierto margen de selección, formalización e interpretación. Comte ve la ciencia positiva como algo práctico: “Ciencia, de donde previsión; previsión, de donde acción”. La mente comtiana, pues, trasciende lo que rigurosamente sería observación positiva, y puede lanzarse a la utopía de la sociedad feliz, y ya inmóvil, donde el impulso que movió la historia se sublima en dotar a la humanidad de un aura, haciéndola objeto de autoadoración, no sin personajes privilegiados, como Clotilde de Vaux, la difunta amada de Comte, en cuyo nombre actúan todavía “obispos” en ciertas repúblicas suramericanas. (José María Valverde)

Lenguaje Politicamente correcto

Fuente: [url=http://correctores.iespana.es/correcto.htm]http://correctores.iespana.es/correcto.htm[/url]

“Por hipocresía llaman al negro moreno; trato a la usura; a la putería casa; al barbero sastre de barbas y al mozo de mulas gentilhombre del camino” (Quevedo).

El llamado “lenguaje políticamente correcto” (LPC) es ya un fenómeno lo suficientemente complejo como para exigir de quien lo trate una actitud más profunda que simplemente estar a favor o en contra. Es cierto que se presta para el cachondeo (y voy a caer en ello, por qué no), pero implica muchas otras cosas de cierta importancia, que trataré de abarcar también, en la breve medida que este artículo me permita.
Suele atribuirse el origen de este fenómeno político-lingüístico (el orden de los factores es para discutir) a la llamada “izquierda radical norteamericana”. Paso por alto esta ambigua denominación para ir al punto. Es cierto que el ordenamiento político-jurídico estadounidense, con toda la influencia que a su vez pudo tener en el resto del orbe, vía medios masivos de comunicación y universidades, parece ser el ámbito inicial en el que se desarrolló esta suerte de “nomenclatura compasiva” que es el LPC. Con lo cual se unirían las buenas intenciones originales, aun supuestas, con los correspondientes resguardos judiciales (es fama que en EE. UU. se puede llegar a la corte por, literalmente, “cualquier cosa”, con todo lo bueno y lo malo que esto tiene). Difícil apostar a cuál sería en este caso la “ganancia secundaria”.
Lo cierto es que el LPC invadió los libros de estilo de las más variadas instituciones y medios. Y con ello apareció una “nueva policía lingüística” (la expresión es de Rafael Sábat), siempre dispuesta a perseguir, atrapar in fraganti y, por lo tanto, condenar a los infractores, voluntarios o no.
¿Qué es, entonces, si se puede saber, el LPC? No se busquen, en lo que sigue, respuestas fáciles o unívocas.
Quizás este léxico sea un pariente cercano del eufemismo (entre otros, Jaime Bedoya lo propone así). El eufemismo es, según el Diccionario de la Real Academia, una “manifestación suave o decorosa cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante”; y, según el diccionario digital Estrada, una “palabra o frase con que se suaviza una idea o concepto”. Llama la atención la idea de “suave”, de “suavizar”; y el hecho de que se oponga a, por un lado, lo duro o “malsonante”, pero también, por otro, a la expresión “recta y franca”. Sin embargo, siempre queda claro que lo que se suaviza es la “idea o concepto”… no la realidad. (Volveré sobre esto.)
No todo lo que se considera eufemismo tiene el mismo valor. Por ejemplo, remplazar “ciego” por “no vidente” es una estupidez lisa y llana o, para decirlo más suavemente, algo inútil, ya que las dos expresiones son equivalentes; en cambio, remplazar “inválido” por “minusválido” o “discapacitado” tiene la innegable ventaja de una mayor precisión y, por qué no, cierta justicia intrínseca. Si eso es lo que se busca, bienvenido sea.
Pero el LPC va mucho más allá de esto. Lo que parece pretender es validar, autentificar, legitimar al enunciador (persona física o jurídica, pero siempre “imaginaria”, como todo sujeto de la enunciación) en tanto titular de una actitud antidiscriminatoria en todos los sentidos y alcances de este término.
Vale decir: el que enuncia “afroamericano” en lugar de “negro” se pone en un lugar enunciativo especial. Y esto puede ser tan imprescindible en una institución como dudoso en un individuo concreto, en la medida en que nada dice sobre la “realidad”, incluyendo los sentimientos “reales” de ese individuo. Hasta acá, sin embargo, y dejando de lado los abusos que siempre aparecen (aunque quizás en este caso sean intrínsecos al LPC), la cuestión no carece de justificaciones. Las instituciones (y algunas personas, sobre todo si las representan) deben “dar el ejemplo”, lo que implica una “imagen” determinada y, mejor aún, una cierta conducta.
Pero aquí entramos al terreno álgido del LPC: la conducta.
Decía Michel Foucault algo así como que el orden del discurso es independiente pero no autónomo del orden de lo real. Quería decir que el lenguaje sigue sus propias reglas, que no son las de una correspondencia unívoca (reflejo, espejo, filtro) con la “realidad”, pero a su vez ésta tiene formas de determinar al lenguaje y de ser determinada por él. El famoso “giro lingüístico” de la filosofía contemporánea (me refiero al siglo XX) ha tenido la innegable ventaja de llamar la atención —diría: para siempre— sobre la relevancia esencial del lenguaje para relacionarse con la realidad, y para que la realidad se relacione con nosotros. Por cierto: como lo quería la escuela de Oxford, decir es hacer, o una forma particular de hacer.
De ahí que el LPC sea también un síntoma de la llamada “posmodernidad” con todo lo malo y, por qué no, lo bueno que ella implica: fin de las certidumbres autocráticas, por ejemplo. No en vano ciertos autores relacionan el LPC con el pecado del “relativismo” cultural; que, con todos los cuestionamientos que puede y debe suscitar, tiene la ventaja de ponerle los pelos de punta a más de un reaccionario, como se ve en este caso. Por ejemplo, José Basaburua, en un desopilante artículo de la revista en línea ARBIL, núm. 45, parangona el LPC con la masonería (!?): “El lenguaje ‘políticamente correcto’ y su contenido ético de los valores comunes cívicos mínimos, son un calco de los principios propugnados por la masonería de todo signo: relativismo vital, liberalismo político y personal, subjetivismo moral, imposición de una ética civil ajena y opuesta al cristianismo, etc.”
Y otros (Aleix Vidal-Quadras) dan como ejemplo de LPC, entre otros similares, llamar “lucha armada” al “terrorismo”; sin advertir que esto no es, necesariamente, una cuestión de mero LPC sino de posiciones ideológicas. ¿O acaso “terrorismo” será siempre lo que los Estados Unidos y sus admiradores quieren que sea? (Como “democracia” puede ser cualquier cosa, menos Cuba…)
Vuelvo a lo anterior: decir es hacer, pero una forma particular de hacer. Si digo “obeso” en lugar de “gordo”, mi actitud antidiscriminatoria queda confinada al terreno del lenguaje, con toda su importancia (la ofensa estaría circunscrita al lenguaje, y no a mi intención); no va, no puede ir más allá. Si digo “A Coruña” o “Lleida”, en lugar de “La Coruña” o “Lérida”, estoy manifestando una especie de buena voluntad política para con gallegos, catalanes o quienes sean; nada más (especialmente, si lo hago obligado…). Como dice Santiago Arellano Hernández, director general de Educación de la Comunidad Foral de Navarra, respecto de ciertas leyes educativas españolas: “No debemos olvidar que la propuesta prescrita… no tiene otro amparo que lo que se entiende por ‘lenguaje políticamente correcto’. El trasfondo, sin embargo, no es tan halagüeño. Las solas palabras, por correctas que parezcan, no tienen la magia de convertir los objetivos o medidas en viables o inviables, posibles o imposibles.” ¿Cambiamos el lenguaje para cambiar la realidad o para evitar cambiar la realidad? Porque, mientras los españoles (ya que hablamos de ellos) se preocupan de no decir “moros” sino “magrebíes”, se cuidan mucho de la “invasión de magrebíes” hambreados que quieren cruzar el Mediterráneo a como dé lugar; y ocasionalmente los internan en campos de concentración ad hoc. Perdón, en “centros para extranjeros”. Y quizás eviten decir “gitanos”, pero se cuiden mucho al enviar a sus hijos a una escuela “intercultural”…
Esto se da en numerosos ámbitos, que nos llevaría mucho más espacio desarrollar. Baste recordar la cuestión del lenguaje sexista. Mucho se ha afirmado acerca de que el castellano es un lenguaje sexista, pero con esto no siempre se dice la misma cosa. Es cierto que es particularmente molesto para las mujeres que, si hay treinta de ellas y un varón, deban decir “nosotros”. Pero esto es una cuestión de género (no de sexo) no marcado, es decir que se da por supuesto y funciona como neutro; y no digo que las convenciones sean inocentes, lo que digo es que una actitud discriminatoria inherente a un idioma es algo más bien difícil de probar. Es cierto que los hispanohablantes tendemos a ser machistas, pero ¿los ingleses no? Es que volvemos a lo anterior: lo sexista está en la actitud del hablante, no en su habla.
Por eso es francamente mucho más molesto tener que recurrir a sintagmas como “las niñas y los niños”, “los profesores y las profesoras”, “los padres y las madres”. Y casi ridículo (aunque más creativo, quizás) remplazar la infamante “o”, supuestamente masculina, por el signo más de moda: la omnipresente arroba: “niñ@s” incluiría a “niñas y niños”… Propuesta que se hace con seriedad (yo, como editor, ya la he visto en originales de respetables autores), aunque sea más apta para chistes. Pero parece que al LPC una de las cosas que más tirria le dan es el humor.
¿Alguna conclusión? Sólo para seguir pensando.
Me atrevería a proponer que el LPC no sirve porque:
1. El lenguaje no cambia la actitud (la realidad, la acción, etc.): nominalismo mal digerido.
2. No se pueden controlar todas las connotaciones: “compañero animal”, “méxico-americano” (mucho menos, en una traducción).
3. El sintagma influye sobre el signo aislado: “a ese barrio no se puede ir porque está lleno de afroamericanos…”, “esos talibán de m…”.
4. Elementos de la enunciación legitiman (o deslegitiman) el enunciado: un chiste judío significa distinto si es contado por un judío, por un no judío, por un nazi, etc.

* Publicado en la revista Idiomas y comunicación, núm. 6, Buenos Aires, mayo de 2002.

Feliz cumpleaños TATANKA y , Citlalquiahuitl

Pues eso Feliz Cumpleaños

CONCEPTO DE HISTORIA

FUENTE: [url=http://hispanidad.info/conceptoha.htm]http://hispanidad.info/conceptoha.htm[/url]

La Historia es el estudio o la ciencia que estudia los hechos o fenómenos (de todo tipo y de toda duración) trascendentes de la vida de la humanidad, en todas sus conexiones, tanto sincrónicas (con hechos de la misma época), como diacrónicas (con sus antecedentes y causas, y con sus consecuencias).
Diacrónico significa de épocas diferentes: anteriores o posteriores.
Sincrónico significa que es de la misma época, simultáneo.

Fenómenos históricos según su duración:

de corta duración: acontecimientos. Son los que se producen en unas horas o días. (El crack del 29)
de media duración: coyunturales. Se desarrollan en pocos años. (La I Internacional)
de larga duración: estructurales. Se desarrollan en siglos. (La romanización, la Reconquista).
Profundización y ampliación de la definición de historia

La historia es la ciencia que estudia la interconexión sincrónica y diacrónica de los fenómenos importantes, proyectivos, de la vida de la humanidad que transcurre en el tiempo; los fenómenos, por tanto, que tienen la suficiente importancia para proyectarse en las épocas siguientes, en el futuro a través del presente; fenómenos de todo tipo -económico, social, político, cultural, artístico, religioso- y de toda duración -larga, media o corta-.
Son procesos, pero no hay inconveniente en llamarlos hechos pese al malentendido positivista. El problema del positivismo no es que potencie demasiado los hechos, sino que no quiere considerar todos los hechos, sino sólo los cuantificables, medibles y, sobre todo, compatibles con su creencia de lo que es científico; y descarta los que los pueden valorar y dar sentido, precisamente los más vitales.

Hay hechos trascendentes y hechos que se agotan en su puro pasar, como dice Millán Puelles. Los primeros, por influir en el curso del acontecer humano ulterior y dar a éste una orientación, entran en la historia; los otros, como cerrados y estériles, quedan fuera de ella. Aquello a lo que compete ser histórico es actual en tanto que presente considerado de manera formal, no material; lo histórico se define únicamente por su permanencia. En este sentido, toda historia es historia contemporánea. Cada situación histórica presenta una interconexión sincrónica de elementos de todo tipo, pero además tiene -según el mismo autor- un doble contexto previo y posterior, una dirección proyectiva, además de una dimensión retrospectiva. Lo que hace ser histórico a un fenómeno es la virtualidad por la que trasciende. Historiar, por tanto, es conocer la virtualidad de los fenómenos. De ahí el carácter formalmente conectivo de todo conocimiento histórico. Establecer la conexión es el conocimiento histórico. Lo demás lo es sólo indirectamente, materialmente, si sólo es preparar los materiales. La forma del conocimiento histórico es la síntesis dinámica y conectiva de la continuidad de los fenómenos o procesos. Analizar objetos históricos aislados no es tarea histórica. Pero sí insertar en su contexto histórico ese análisis, que puede tomar del economista, sociólogo, filósofo, etc., o hacerlo él en cuanto economista, sociólogo, filósofo. Esto es combinar lo lógico con lo cronológico adecuadamente. Establecer el sentido general correcto y, en él insertar los datos trascendentes que lo indican verificados concienzudamente.

Todos estos planteamientos enlazan y se aplican a la metodología didáctica. Como trabajar la cronología más que como memorización de fechas, como búsqueda de las fechas de fenómenos históricos significativos, exponiendo su significado. Así se ayuda a evitar la cuantofrenia (Gurvicht). En el conocer histórico, el entendimiento lleva a unidad conectiva los elementos plurales coimplicados y verificados. Su única norma es la verdad. Así se puede superar la visión burocrática de la historia y también la manipulación histórica de signo contrario.

Todo ello utilizando el lenguaje común, llano, sencillo, sobrio que, por otra parte, es el más apropiado en historia, no la pedantería, que es inapropiada en todo. La historia nunca ha sentido la necesidad de usar tecnicismos, llega a decir F. Suárez; y Braudel recomienda taxativamente usar las palabras vivas del lenguaje vulgar. Lo cual no quita, sino que, al contrario, exige aclarar a los alumnos los tecnicismos y terminologías tópicas de las escuelas de moda para que les pierdan el miedo y para que sepan manejarse con soltura ante las realidades más allá de la barrera de las apariencias.

Libertad y verdad en la historia

Las ciencias humanas o sociales no son deterministas. No pueden conseguir establecer leyes deterministas que permitan conocer el futuro humano en términos matemáticos a partir de datos empíricos naturales. Hay que tener en cuenta la personalidad libre de cada individuo en la multitud de las sociedades humanas. No obstante, hay una parte condicionada en la libertad de los actos humanos. Hay que contar con lo condicionando, con lo que el hombre decide y con lo que no decide.

Es evidente que el hombre como animal racional que es, según la expresión aristotélica, es un ser por una parte biológico, sometido como tal a las leyes de la bioquímica. Y entra en los esquemas de la caracteriología por la interacción psicosomática. Además está inmerso en la naturaleza. Asimismo es evidente, por otra parte, que, como ser racional y social por naturaleza -también según el mismo Aristóteles-, tiene tendencia siempre a la afirmación y realización de valores tales como verdad, justicia, bondad, fraternidad, solidaridad, laboriosidad, creatividad… Y que tiene pasiones que someter para que impulsen en el mismo sentido, porque si no, frustran esos valores sometiéndole y convirtiéndole en un mal para sí mismo y para los demás.

Por su parte, la Sociología nos indica que además de los factores de la naturaleza, existen los factores sociales y económicos y que también influyen en el quehacer humano: factores geográficos y demográficos; las condiciones económicas tan ligadas a su vez a las geográficas y a las demográficas, además de a los factores culturales; sociales (idiosincrasia nacional o regional, costumbres, tradiciones, propaganda y publicidad, presión social, control social); políticos (coacciones, presiones, interiorización ideológica, terrorismo)… Todo esto es verdad que condiciona los actos humanos, sobre todo considerados a escala social. Y que hay muchos actos reflejos e instintivos, pasionales, influidos y coaccionados por la propaganda y otras presiones y no tan puramente voluntarios, incluso y sobre todo en los que dicen hacer lo que les da la gana. Pero todo esto no elimina la voluntad libre: una cosa es que la voluntad pueda o no y otra muy distinta que en lo que pueda, poco o mucho, sea libre, como dice Ferrán. Y el papel de la libre voluntad humana es la afirmación y realización de aquellos valores a través de los condicionamientos materiales y sociales y sirviéndose de ellos incluso. La libertad es la liberación de las coacciones del mal precisamente, el poder liberarse, o en realidad ser liberado de las coacciones nocivas, no tener siempre que obrar mal forzadamente, coaccionados interna o externamente, sino poder obrar bien.

La verdad

No obstante, se les puede llamar ciencias a las sociales en el sentido de que buscan un conocimiento demostrativo con pruebas de la verdad de sus conclusiones. Y lo buscan con métodos que pueden ser de alta especialización, utilizando a veces la tecnología más moderna para obtener información de sus fuentes y procedimientos matemáticos en el tratamiento de sus datos. El objeto de la Ciencia es la verdad o, lo que es lo mismo, lo que busca la ciencia es el conocimiento de la realidad. No subjetivismos, que son fuente de enfrentamiento, sino la verdad, en la cual todos podemos coincidir. Como decía Machado (Proverbios y cantares, LXXXV):

“¿Tu verdad? No, la Verdad, y ven conmigo a buscarla. La tuya, guárdatela”.

Y también, en lo que se puede aplicar para rechazar el concepto burocrático de la historia, como lo expresaba Einstein en carta al ministro de Educación de Mussolini antes de 1932:

“El deseo de alcanzar la verdad debe anteponerse a todos los demás. Fue este principio el que permitió a nuestra civilización iniciar su desarrollo… la búsqueda de la verdad científica, al margen de los intereses prácticos de la vida cotidiana, es algo que todo gobierno debería considerar sagrado, y, en interés de todos, debería dejarse trabajar en paz a los honrados servidores de la verdad”.

La Geografía y la Historia vienen integrando desde hace muchísimo tiempo todo un conjunto de elementos materiales de las otras ciencias sociales, además de otros de las ciencias naturales y de algunos operativos matemáticos y, por supuesto, son informadas por las concepciones filosóficas subyacentes o explícitas, pero siempre decisivas para comprender y, por tanto, para expresar los conocimientos históricos: “La verdad de la historia está en función de la verdad de la filosofía que el historiador pone en juego” (H.I. Marrou).

De hecho, los profesores de Geografía e Historia conocemos por lo general las otras ciencias sociales a través de esta integración y utilización de sus conocimientos en nuestras disciplinas habituales, pero desde el punto de vista, u objeto formal, geográfico o histórico. El objeto material puede ser y es el mismo que el de otras ciencias, pero el objeto formal, lo que hacen con esos materiales, las define como ciencias diferentes esencialmente. Cada ciencia recibe sus principios de su ciencia superior. El concepto de lo que son las cosas y de lo que es el hombre y de todo lo humano lo reciben la Historia y la Geografía de la Filosofía. Cuando el geógrafo y el historiador, para hacer su Geografía y su Historia, conocen y definen esencialmente lo que es el hombre y todo lo humano, para explicar cómo ha llegado a ser lo que es y cómo se distribuye por la superficie del planeta, lo conocen y definen haciendo filosofía. Aunque sea partiendo de lo que diga el filósofo, es el geógrafo y es el historiador quienes lo tienen que comprender y expresar ellos. Y así lo hacen, sea buena filosofía, o falsa filosofía, como acontece.

Tecnicas para la concentracion

Pues si sabéis algo para mejora la concetracion.

Cambiar de enfoque.

Como se cambia de enfoque?. Se realiza teniendo objetivos claros?.

Apartado sobre historia

Se me ha ocurrido que puede ser útil una apartado sobre las visione historicas que ha habido a lo largo del tiempo. a la hora de leer a un autor a veces saber en que contexto teórico se movió o mueve puede ayudar a valora mejor su obra.