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La Llamada de lo Salvaje
#1

La Llamada de lo Salvaje es una novela escrita por Jack London en 1903. Es, en ciertos aspectos, la historia inversa de Colmillo Blanco, obra del mismo autor.

La reseña y comentarios que siguen contienen spoiler;

Buck es un gran perro de vida cómoda que, raptado por uno de los empleados de su dueño y vendido como perro de trabajo a los buscadores de oro en Alaska. Pasando de unos a otros dueños, Buck se ve obligado a aprender rápido las nuevas leyes que rigen su existencia, desde los conflictos con sus diferentes dueños, hasta los internos de su grupo de trabajo (los perros que tiran con él del trineo). Finalmente, conocerá a un solo humano que se gane su respeto y afecto, pero la relación no durará por siempre; dado que este aprendizaje de supervivencia ha despertado en él instintos atávicos que lo llevarán a acercarse progresivamente a la naturaleza salvaje, a la que finalmente logrará reintegrarse a través del contacto, no extento de conflictos, de una manada de lobos.

.........


http://lecturasylibros.blogspot.com/

(...) Colmillo Blanco realiza el camino inverso al de Buck, el orgulloso perro casero que deviene salvaje. El llamado de la naturaleza se contrapone a lo que London llama, en la segunda novela, “el llamado de la especie”, el llamado de milenios de domesticación, de cercanía con el hombre y aceptación de su ley a cambio de calor y comida.

El llamado de la naturaleza tiene menos de cien páginas y apareció primero por entregas en el Saturday Evening Post. London recibió dos mil dólares –una pequeña fortuna en aquel tiempo- por su novela, y de ahí en adelante pudo vivir holgadamente de sus ingresos como escritor. Es una novela redonda, que administra perfectamente la economía de medios, que atrapa y conmueve; una historia de profunda humanidad, aunque la protagonice un perro. Colmillo Blanco es, en cambio, mucho más larga, de estilo farragoso y abundantísimas repeticiones, que sólo hacia el final se desprende de una escritura que parece programática, la demostración de una tesis, y enlaza con lo que mejor sabe hacer London, situar en el mismo plano narrativo la aventura y la emoción.

El manzano nunca pregunta al haya cómo ha de crecer; ni el león al caballo cómo ha de atrapar su presa. (W. Blake)
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#2

El texto completo se puede encontrar en castellano aquí: http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/i...don/llamado.htm

Yo tal vez caiga en la tentación de publicar algunos fragmentos

El manzano nunca pregunta al haya cómo ha de crecer; ni el león al caballo cómo ha de atrapar su presa. (W. Blake)
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#3

" Hay un éxtasis que señala la cúspide de la vida, más allá de la cual la vida no puede elevarse. Pero la paradoja de la vida es tal que ese éxtasis se presenta cuando uno está vivo, y se presenta como un olvido total de que se está vivo. Ese éxtasis, ese olvido de la existencia, alcanza al artista, convirtiéndolo en una llama de pasión. Alcanza al soldado, que en el ardor de la batalla ni pide ni da tregua, y alcanzó a Buck que corría al frente de la jauría lanzando el atávico grito de los lobos y pugnando por atrapar la presa que huía a la luz de la luna. Estaba surcando los abismos de su especie y de las generaciones más remotas, estaba retornando al seno del Tiempo. Estaba dominado por el puro éxtasis de la vida, por la oleada de la existencia, por el goce perfecto de cada músculo, de cada articulación, de cada nervio, y todo era alborozo y delirio, expresión en sí misma del movimiento que lo hacía correr triunfante bajo la luz de las estrellas y sobre la materia inerte y helada. "

http://www.epdlp.com/escritor.php?id=1951

El manzano nunca pregunta al haya cómo ha de crecer; ni el león al caballo cómo ha de atrapar su presa. (W. Blake)
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#4

me acaban de dar ganas de correr jeje =P

Nostalgias inmemoriales de nomadismo brotan
debilitando la esclavitud del hábito;
de su sueño invernal despierta otra vez,
feroz, la tensión salvaje.



Por el Honor, por el Deber, por la Humanidad y por la Ley.
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#5

Su evolución (o regresión) fue rápida. Sus músculos adquirieron la dureza del hierro y se hizo insensible a todas las penalidades comunes. Desarrolló una economía interna igual que la externa. Era capaz de comer cualquier cosa, por repugnante o indigesta que fuera y, una vez ingerida, los jugos de su estómago extraían de ella hasta la última partícula nutritiva que la sangre llevaba hasta los lugares más recónditos de su cuerpo, donde se convertía en tejido orgánico más fuerte y resistente. La vista y el olfato se le aguzaron notablemente, mientras su oído se volvía tan fino que, aun estando dormido, era capaz de percibir el más leve sonido y saber si era un presagio de paz o de peligro.


Y no sólo aprendía por la experiencia, sino que en él revivían instintos hacía tiempo desaparecidos. Se despojó de la domesticidad de generaciones. Vagos recuerdos ancestrales de los orígenes de la raza, de la época en que las manadas de perros salvajes deambulaban por los bosques primitivos y devoraban sus presas según les daban caza. No le costó aprender a pelear causando un corte profundo con un súbito mordisco de lobo. Así lo habían hecho sus olvidados antepasados. Fueron ellos los que aceleraron en su interior el despertar de hábitos ancestrales, y los viejos ardides que habían impreso en la herencia genética de la raza se convirtieron en los suyos. Los incorporó sin esfuerzo ni asombro, como si hubieran sido suyos desde siempre. Y cuando en las noches frías y serenas apuntaba con el hocico a una estrella y aullaba como un lobo, eran sus antepasados, muertos y convertidos en polvo, los que lo hacían desde los siglos pasados y a través de él. Y las cadencias con que Buck manifestaba su sufrimiento eran las suyas, como suyo era el significado que para ellos tenían la quietud, el frío y la oscuridad de la noche. Como demostración de que la vida es un juego de marionetas, el canto ancestral lo invadió por entero y Buck recobró su ser original....

Por el Honor, por el Deber, por la Humanidad y por la Ley.
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#6

La bestia dominante primitiva era poderosa en Buck y, bajo las rudas condiciones de aquella vida, fue creciendo sin parar.


....Buck lo supo al instante. Había llegado el momento. Iba a ser a muerte. Mientras giraban en círculos, gruñendo, con las orejas gachas, intensamente atentos a una posible ventaja, Buck tuvo la sensación de que la escena le era conocida. Le pareció que lo recordaba todo: los blancos bosques y el terreno, el resplandor de la luna y la excitación del combate inminente. Sobre la blancura y el silencio pendía una calma irreal. No soplaba la menor brisa, nada se movía, no temblaba una hoja, el aliento de los perros se elevaba morosamente por el aire helado. Aquellos perros que no eran sino lobos apenas domesticados habían dado cuenta del conejo y ahora formaban un círculo expectante. También ellos participaban del silencio y sólo eran perceptibles el destello de los ojos y el aliento disperso que ascendía con lentitud. A Buck aquella escena ancestral no le resultó nueva ni extraña. Como si siempre hubiera existido, como si fuera normal y consuetudinaria...


...Pero Buck tenía una cualidad que suplía la corpulencia, y era la imaginación. Luchaba por instinto, pero también era capaz de pelear con raciocinio...

...Ya no había esperanza para él. La misericordia era algo reservado a climas más benignos....

...Buck observaba la escena de pie. Era el orgulloso vencedor, la primitiva bestia dominante que ha descubierto la satisfacción en la destrucción de su presa.





Por el Honor, por el Deber, por la Humanidad y por la Ley.
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#7

...Los recuerdos de las tierras soleadas eran difusos y distantes y no le influían. Mucho más poderosa era la memoria hereditaria, que teñía de aparente familiaridad cosas nunca vistas antes; los instintos (que no eran sino los recuerdos de sus antepasados convertidos en hábito) debilitados por el paso de los años que despertaban y revivían en él.


A veces, en su ensoñación, tumbado y pestañeando, tenía la impresión de que las llamas eran de otro fuego y de que junto a él veía a un individuo distinto del cocinero mestizo que tenía delante. Este otro hombre tenía las piernas más cortas y los brazos más largos, músculos fibrosos y nudosos en lugar de redondeados y prominentes. El cabello de este hombre era largo y enmarañado y, bajo él, su cráneo retrocedía hacia atrás a partir de los ojos. Emitía unos sonidos extraños y parecía tenerle pavor a la oscuridad, que escudriñaba continuamente aferrando en la mano, suspendida a medio camino entre la rodilla y el pie, un garrote con una pesada piedra en el extremo. Estaba casi desnudo, y una andrajosa piel chamuscada le colgaba de la espalda, pero un vello espeso le cubría el cuerpo. En algunas zonas, como el pecho y los hombros, y por la parte exterior de los brazos y los muslos, el vello estaba tan apelmazado que más parecía una piel gruesa. No tenía el tronco erguido, sino que desde las caderas se inclinaba hacia adelante sobre unas piernas que se doblaban por las rodillas. Había en aquel cuerpo una agilidad, o elasticidad, casi felina, y tenía la actitud alerta de quien vive en constante temor y sobresalto por lo que ve y lo que no ve.


Otras veces, aquel hombre velludo se quedaba en cuclillas junto al fuego con la cabeza entre las piernas y se dormía con los codos apoyados en las rodillas y las manos entrelazadas sobre la cabeza, como si quisiera protegerse de la lluvia con los brazos velludos. Y al otro lado de aquel fuego, en la oscuridad circundante, veía Buck ascuas relucientes, por pares, siempre de dos en dos, en las que reconocía los ojos de grandes fieras carniceras. Y oía el ruido de sus cuerpos al desplazarse por la maleza y los sonidos que emitían en la noche. Y allí, soñando a orillas del Yukón, parpadeando ante el fuego con ojos adormilados, aquellos sonidos y visiones de otro mundo le erizaban el pelo del lomo y del cuello...

Por el Honor, por el Deber, por la Humanidad y por la Ley.
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