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La Historia Interminable
#11

Gmork explica a Atreyu qué pasa cuándo los habitantes de Fantasía cruzan al mundo humano, tras ser engullidos por la Nada.

-Bueno... pues cuando entráis en ella se apodera de vosotros, quiero decir la Nada. Sois como una enfermedad contagiosa que hace ciegos a los hombres, de forma que no pueden distinguir ya entre apariencia y realidad. ¿Sabéis cómo os llaman allí?

-No -susurró Atreyu.

-¡Mentiras! -ladró Gmork.
(...)

-¿Me preguntas qué serás allí? ¿Y qué eres aquí? ¿Qué sois los seres de Fantasía? ¡Sueños, invenciones del reino de la poesía, personajes de una Historia Interminable! ¿Crees que eres real, hijito? Bueno, aquí, en tu mundo, lo eres. Pero, si atraviesas la Nada, no existirás ya. Habrás quedado desfigurado. Estarás en otro mundo. Allí no tenéis ningún parecido con vosotros mismos. Lleváis la ilusión y la ofuscación al mundo de los hombres. ¿Sabes, hijito, lo que pasará con todos los habitantes de la Ciudad de los Espectros que han saltado a la Nada?

-No -tartamudeó Atreyu.

-Se convertirán en desvaríos de la mente humana, imágenes del miedo cuando, en realidad, no hay nada que temer, deseos de cosas que enferman a los hombres, imágenes
de la desesperación donde no hay razón para desesperar...

-¿Todos seremos así? -preguntó Atreyu espantado.

-No -replicó Gmork-, hay muchas clases de locura y ofuscación; según lo que sois aquí, hermosos o feos, tontos o listos, seréis allí mentiras hermosas o feas, tontas o inteligentes.

(...)

Sólo si creen que no existe Fantasía no se les ocurrirá visitaros. Y de eso depende todo, porque únicamente cuando no os conocen en vuestro verdadero aspecto puede hacerse con ellos cualquier cosa.

-Hacer con ellos... ¿qué?

-Todo lo que se quiere. Se tiene poder sobre ellos. Y nada da un poder mayor sobre los hombres que las mentiras. Porque esos hombres, hijito, viven de ideas. Y éstas se pueden dirigir. Ese poder es el único que cuenta.(...)
En cuanto te llegue el turno de saltar a la Nada, serás también un servidor del poder, desfigurado y sin voluntad. Quién sabe para qué les servirás. Quizá, con tu ayuda, harán que los hombres compren lo que no necesitan, odien lo que no conocen, crean lo que los hace sumisos o duden de lo que podría salvarlos. Con vosotros, pequeños fantasios, se harán grandes negocios en el mundo de los hombres, se declararán guerras, se fundarán imperios mundiales...
(...) También hay una multitud de pobres zoquetes, los cuales, naturalmente, se consideran a sí mismos muy inteligentes y creen estar al servicio de la verdad, que nada hacen con más celo que intentar disuadir hasta a los niños de que existe Fantasía. Quizá tú les seas útil precisamente a ellos.

El manzano nunca pregunta al haya cómo ha de crecer; ni el león al caballo cómo ha de atrapar su presa. (W. Blake)
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#12

II. Parte. http://es.wikipedia.org/wiki/La_historia_i...)#Segunda_parte

A decir verdad, sí el libro no diferencia una primera y una segunda parte, pero el giro en la trama es notable. Bastian entra en la Historia Interminable, cuando ya no queda nada de Fantasía y todo debe volver a empezar, ahora él es el protagonista, y recibe el Auryn, aunque las funciones del amuleto son diferentes de las que tenía para Atreyu.

Así, en el punto dónde la película termina con un final feliz, en la obra empieza un largo periplo para Bastian, en el que se sigue la detallada historia de su decadencia y extravío a causa del mal uso del poder que le ha sido confiado, por no estar consciente del precio que se paga por su uso, así como las escasas posibilidades de salir del pozo donde se mete por su propio pie, y que va perdiendo a medida que insiste en sus errores.

Lo cierto es que no me vienen demasiadas obras a la cabeza que traten de este tema... y al leerlo me parece que la idea de una metáfora sobre la creación literaria, que apuntaba el articulista de la Wikipedia, se quedaría corta.
Por otro lado, hay muchos mensajes que quedan a parte de las tramas principales, La Historia Interminable está pensada como una especie de "meta-libro", por lo que van soltando historias y comentarios que no tienen porqué tener relación con la historia principal, y ahí quedan, llegando al lector a través de la observación de los protagonistas, y ya.

Se hace difícil, sin embargo, seleccionar fragmentos, tengo la sensación de que la obra está escrita de manera que el mensaje está en las escenas, en las situaciones, en el paisaje, más que en lo que pueda decir uno u otro personaje, o en los nombres que reciban. Sin pensar en que Ende tuvo mayores pretensiones, porque no estoy por la labor de hablar de nada parecido al "mensaje oculto en el libro", sí parece que en la obra fue enlazando metáforas muy personales de ideas en su cabeza, que al quedar expuestas de un modo tan sutil, dan vía libre a la interpretación.

El manzano nunca pregunta al haya cómo ha de crecer; ni el león al caballo cómo ha de atrapar su presa. (W. Blake)
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#13

En aquel momento Bastián tuvo una experiencia importante: se puede estar convencido de querer algo -quizá durante años-, si se sabe que el deseo es irrealizable. Pero si de pronto se encuentra uno ante la posibilidad de que ese deseo ideal se convierta en realidad, sólo se desea una cosa: no haberlo deseado.

Al menos así le ocurrió a Bastián.

Ahora, cuando todo se hacía irremisiblemente serio, le hubiera gustado huir. Pero en aquel caso no había ya «huida». Y por eso hizo algo que, evidentemente, no podía servirle de nada. Se quedó como un escarabajo echado de espaldas.

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#14

(...) Bastián miró largo tiempo las dos serpientes, clara y oscura, que se mordían mutuamente la cola formando un óvalo. Luego volvió el medallón y, con gran sorpresa por su parte, encontró en el reverso una inscripción. Eran cuatro palabras breves, escritas con unas letras peculiarmente entrelazadas:

Haz
Lo Que
Quieras

De aquello no se había hablado hasta entonces en la Historia Interminable

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#15

Creo que éste es mi fragmento preferido


Un día, después de haber estado alborotando, Bastián se sentó, un poco sin aliento, y preguntó:

-¿No podría quedarme siempre contigo?

El león sacudió la melena.

-No, señor.

-¿Por qué no?

-Aquí sólo hay vida y muerte, sólo Perelín y Goab, pero no hay historias. Y tú tienes que vivir tu propia historia. No debes quedarte aquí.

-Pero, ¡si no puedo marcharme! -dijo Bastián-. El desierto es demasiado grande para que nadie pueda salir de él. Y tú no puedes llevarme, porque llevas el desierto contigo.

-Los caminos de Fantasia -dijo Graógraman- sólo puedes encontrarlos con tus deseos. Y sólo puedes ir de un deseo a otro. Lo que no deseas te resulta inalcanzable. Eso es lo que significan aquí las palabras «cerca» y «lejos». Y tampoco basta con querer marcharse de un lugar. Tienes que querer ir a otro. Tienes que dejarte llevar por tus deseos.

-Pero si yo no deseo marcharme... -respondió Bastián.

-Tendrás que encontrar tu próximo deseo -contestó Graógraman casi serio.

-Y si lo encuentro -preguntó Bastián-, ¿cómo podré marcharme de aquí?

-Escucha, señor -dijo en voz baja Graógraman-: hay en Fantasía un lugar que conduce a todas partes y al que puede llegarse desde todas. Ese lugar se llama el Templo de las Mil Puertas. Nadie lo ha visto nunca por fuera, porque no tiene exterior. Su interior sin embargo, está formado por un laberinto de puertas. El que quiera conocerlo, tiene que atreverse a entrar.

-¿Cómo es posible, si uno no puede acercarse por fuera?

-Cada puerta -prosiguió el león-, cada puerta de Fantasía entera, hasta una puerta completamente corriente de establo o de cocina, incluso la puerta de un armario, puede ser, en un momento determinado, la puerta de entrada al Templo de las Mil Puertas. Si el momento pasa, la puerta vuelve a ser lo que era. Por eso nadie puede entrar una segunda vez por la misma puerta. Y ninguna de las mil puertas conduce otra vez al lugar de dónde se vino. No hay vuelta atrás.

-Pero, cuando se está dentro, ¿se puede salir otra vez a alguna parte?

-Sí -respondió el león-, pero no es tan fácil como en las casas corrientes. Porque a través del laberinto de las mil puertas sólo puede guiarte un deseo auténtico. Quien no lo tiene ha de vagar por el laberinto hasta que sabe lo que desea. Y a veces hace falta mucho tiempo para eso.

-¿Y cómo se puede encontrar la puerta de entrada?

-Hay que desearlo.

Bastián meditó largo tiempo y dijo luego:

-Es extraño que no se pueda desear simplemente lo que se quiere. ¿De dónde vienen realmente los deseos? ¿Y qué es eso, un deseo?

Graógraman miró al muchacho con los ojos muy abiertos, pero no respondió.

Unos días más tarde, tuvieron otra vez una conversación muy importante.

Bastián le enseñó al león la inscripción del reverso de la Alhaja.

-¿Qué significa? -preguntó-. «HAZ LO QUE QUIERAS.» Eso quiere decir que puedo hacer lo que me dé la gana, ¿no crees?

El rostro de Graógraman pareció de pronto terriblemente serio y sus ojos comenzaron a arder.

-No -dijo con voz profunda y retumbante-. Quiere decir que debes hacer tu Verdadera Voluntad. Y no hay nada más difícil.

-¿Mi Verdadera Voluntad? -repitió Bastián impresionado-. ¿Qué es eso?

-Es tu secreto más profundo, que no conoces.

-¿Cómo puedo descubrirlo entonces?

-Siguiendo el camino de los deseos, de uno a otro, hasta llegar al último. Ese camino te conducirá a tu Verdadera Voluntad.

-No me parece muy difícil -opinó Bastián.

-Es el más peligroso de todos los caminos -dijo el león.

-¿Por qué? -preguntó Bastián-. Yo no tengo miedo.

-No se trata de eso -retumbó Graógraman-. Ese camino exige la mayor autenticidad y atención, porque en ningún otro es tan fácil perderse para siempre.

-¿Quieres decir que no siempre son buenos los deseos que se tienen? -trató de averiguar Bastián.

El león azotó con la cola la arena en que estaba echado. Agachó las orejas, frunció el hocico y sus ojos despidieron fuego. Bastián se agachó involuntariamente cuando Graógraman, con una voz que hizo vibrar nuevamente el suelo, dijo:

-¡Qué sabes tú lo que son deseos! ¡Qué sabes tú lo que es o no es bueno!

Bastián pensó mucho al día siguiente en todo lo que la Muerte Multicolor le había dicho. Sin embargo, muchas cosas no se pueden averiguar pensando: hay que vivirlas. Y por eso sólo mucho más tarde, cuando había vivido mucho, recordó las palabras de Graógraman y empezó a comprenderlas.


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#16

Yicha, es la montura de Bastian y uno de mis personajes preferidos.

Ya la primera noche, Bastián había buscado un rincón especial para Yicha, porque a la mula le gustaba estar de vez en cuando sola sumida en sus pensamientos. La compañía de los caballos, que no hablaban entre ellos más que de sus respectivos orígenes distinguidos y de sus nobles árboles genealógicos, le molestaba. Cuando Bastián, esa noche, llevó a la mula a su sitio, ella le dijo:

-Señor, yo sé por qué no adelantamos.

-¿Cómo vas a saberlo, Yicha?

-Porque te llevo, señor. Cuando sólo se es burra a medias, una se da cuenta de todo lo imaginable.

-¿Y cuál es el motivo, según tú?

-Que no deseas continuar, señor. Has dejado de desear algo.

Bastián la miró sorprendido.

-Realmente eres un animal muy sabio, Yicha.

La mula balanceó confundida sus largas orejas.

-Sabes en qué dirección nos hemos movido realmente?

-No -dijo Bastián-, ¿lo sabes tú?

Yicha asintió.

(...)

-No puede ser -dijo Bastián dudoso-, Atreyu lo hubiera notado y Fújur con mayor razón. Y ninguno de los dos lo sabe.

-Las mulas -dijo Yicha- somos criaturas sencillas y, desde luego, no podemos compararnos con los dragones de la suerte. Pero hay algunas cosas que sí sabemos hacer, señor. Y una de ellas es orientarnos. Es algo innato en nosotras. Nunca nos equivocamos.



-¡Gracias, señor! -contestó Yicha a su estilo simple, y se fue.

Bastián se quedó mirando largo tiempo cómo se iba trotando, sin sentirse demasiado contento de haberse deshecho de ella. (...) Una y otra vez se dijo que había satisfecho el mayor deseo de Yicha. Pero aquello no disipó su humor sombrío. Importa mucho el cuándo y el cómo se hace algo por alguien.

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#17

La Ciudad de los Antiguos Emperadores

-¿Te agradaría hacer una pequeña visita a la ciudad, señor? Digamos... ¿un primer contacto con tu futuro lugar de residencia?

-No -dijo Bastián-. ¿Qué diablos estás diciendo?

El monito saltó a los hombros de Bastián.

-¡Vamos! -cuchicheó-. No cuesta nada. Has pagado ya lo que te da derecho a la entrada.

Bastián comenzó a andar aunque, en realidad, hubiera preferido irse de la ciudad. Se sentía incómodo y esa sensación aumentaba a cada paso. Observó a la gente y se dio cuenta de que tampoco hablaban entre sí. No se preocupaban en absoluto unos de otros; en realidad, ni siquiera parecían darse cuenta de su mutua presencia.

-¿Qué les pasa? -preguntó Bastián-. ¿Por qué se comportan de una forma tan rara?

-No tiene nada de rara -se rió ahogadamente Árgax en su oído-. Se podría decir que son tus iguales o, mejor, que lo fueron en su tiempo..
(...)

-Bueno, en todos los tiempos ha habido seres humanos que no han vuelto a su mundo -explicó Árgax-. Al principio no querían y ahora... digamos... no pueden ya. (...) Tienen que desearlo. Pero ya no desean nada. Han gastado su último deseo en alguna otra cosa. (...) Sólo puedes desear cosas mientras te acuerdes de tu mundo. (...)¡Míralos! ¿Podrías creer que muchos de ellos llevan aquí mil años e incluso más? Pero se quedan como son. Para ellos no puede cambiar nada, porque ellos mismos no pueden ya cambiar.


-Dime, Árgax, ¿qué puedo hacer?

-Encontrar un deseo que te devuelva a tu mundo.

Bastián calló otra vez largo tiempo y luego preguntó:

-Árgax, ¿Puedes decirme cuántos deseos me quedan aún?

-No muchos ya. En mi opinión, tres o cuatro todo lo más. Y con eso difícilmente podrás arreglártelas. Empiezas un poco tarde y el camino de vuelta no es fácil. Tendrás que atravesar el Mar de Niebla. Sólo eso te costará uno. Lo que viene después no lo sé. Nadie sabe en Fantasía dónde está para vosotros el camino de vuestro mundo. Quizá encuentres el Minroud de Yor, la última salvación para muchos como tú. Aunque me temo que para ti queda... digamos... demasiado lejos. De la Ciudad de los Antiguos Emperadores, por esta vez, podrás salir.


Bastián permaneció un rato aún sin moverse. Lo que había sabido lo confundía y desconcertaba tanto que no podía tomar ninguna decisión. Todos sus objetivos y planes anteriores se habían derrumbado de golpe. Le parecía como si, en su interior, todo hubiera sido puesto cabeza abajo... Lo mismo que en aquella pirámide que tenía ante los ojos, la parte de arriba había quedado abajo y la parte de atrás delante. Lo que había esperado resultaba ser su perdición y lo que había odiado su salvación.

Ante todo, una cosa le resultaba evidente: ¡tenía que salir de aquella ciudad de locos! ¡Y no quería volver jamás a ella!

Se puso a andar entre la confusión de edificios sin sentido, y pronto se dio cuenta de que el camino de entrada había sido mucho más fácil que el de salida. Una y otra vez pudo comprobar que había perdido el rumbo y se dirigía otra vez rápidamente al centro de la ciudad. Necesitó toda la tarde para llegar al terraplén. Luego salió a la campiña y no dejó de andar hasta que la noche -tan oscura como la anterior- lo forzó a hacer un alto.

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#18

El Mar de Niebla.


Pero los deseos no se pueden provocar ni reprimir a placer. Surgen en nosotros de profundidades más profundas que todas las intenciones, sean buenas o malas. Y surgen inadvertidos.

Sin que Bastián se diera cuenta de ello, se estaba formando en él un nuevo deseo que, poco a poco, iba tomando forma concreta.

La soledad en que caminaba desde hacía muchos días y noches hizo que deseara pertenecer a alguna comunidad, ser adoptado por algún grupo, no como señor o vencedor ni como alguien especial, sino sólo como uno más, quizá el más pequeño o el menos importante, pero como alguien que perteneciera a ese grupo naturalmente y participara en la comunidad.

Y Bastián aprendió las enseñanzas de los navegantes de la niebla y supo el secreto de su solidaridad: el baile y la canción sin palabras.

Poco a poco, durante la larga travesía, se convirtió en uno de ellos. Era una sensación peculiar e indescriptible de olvido de sí mismo y de armonía la que sentía cuando, durante el baile, su propia imaginación se fundía con la de los otros, haciéndose un todo. Se sentía realmente aceptado en su comunidad y parte de ella... y al mismo tiempo desapareció de su memoria el recuerdo de que, en el mundo del que había venido y cuyo camino de regreso buscaba, había hombres, hombres que tenían todos sus propias imaginaciones y opiniones. Lo único que podía recordar aún, oscuramente, eran su casa y sus padres.

Sin embargo, en lo más profundo de su corazón había aún otro deseo distinto del de no estar solo nunca más. Y ese otro deseo comenzó a agitarse suavemente.

Eso ocurrió el día en que, por primera vez, observó que los yskálnari no lograban su solidaridad armonizando formas de imaginar totalmente distintas, sino porque se parecían tanto entre sí que no les costaba ningún esfuerzo sentirse una comunidad. Al contrario, no tenían la posibilidad de discutir o de no estar de acuerdo entre sí, porque ninguno de ellos se sentía un individuo. No tenían que vencer ninguna oposición para encontrar la armonía y precisamente esa facilidad le pareció a Bastián, poco a poco, insatisfactoria. Su dulzura le resultó sosa y la melodía siempre igual de sus canciones, monótona. Sentía que le faltaba algo, que anhelaba algo, pero no podía decir qué.

Eso sólo le resultó claro cuando, algún tiempo después, divisaron en el cielo una gigantesca corneja de la niebla. Todos los yskálnari tuvieron miedo y se escondieron bajo cubierta tan aprisa como pudieron. Uno, sin embargo, no lo logró a tiempo, y la monstruosa ave se precipitó sobre él con un grito, cogió al desgraciado y se lo llevó en el pico.

Cuando el peligro había pasado, los yskálnari salieron de nuevo y continuaron el viaje con su canto y su baile, como si nada hubiera pasado. Su armonía no se había visto afectada, y no se lamentaron ni se quejaron, ni dedicaron una sola palabra a comentar el hecho.

-No -dijo uno cuando Bastián lo interrogó al respecto-: no nos falta nadie. ¿Por qué tendríamos que lamentarnos?

El individuo no contaba para ellos. Y, como no se distinguían entre sí, ninguno era irremplazable.

Sin embargo, Bastián quería ser un individuo, alguien, no sólo uno como los demás. Quería que lo quisieran precisamente por ser como era. En aquella comunidad de los yskálnari había armonía pero no amor.

Bastián no quería ser ya el más grande, el más fuerte o el más inteligente. Todo eso lo había superado. Deseaba ser querido como era, bueno o malo, hermoso o feo, listo o tonto, con todos sus defectos... o precisamente por ellos.

Pero ¿cómo era él?

Ya no lo sabía. Había recibido tantas cosas en Fantasía que ahora, entre todos aquellos dones y poderes, no se sabía encontrar a sí mismo.

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#19

La Casa del Cambio

Apenas era ya un ser humano, sino casi un fantasio. Y seguía sin conocer su Verdadera Voluntad. Corría el peligro de agotar también sus últimos recuerdos sin conseguir su objetivo. Y eso hubiera significado que nunca podría volver a su mundo. Finalmente, sus pasos lo llevaron a la Casa del Cambio, a fin de que permaneciera en ella el tiempo que fuera necesario hasta encontrar su Verdadera Voluntad. Porque la Casa del Cambio no se llama así sólo porque se cambie a sí misma, sino porque cambia también a quien habita en ella. Y eso era muy importante para el niño, que hasta entonces había querido ser siempre otro, pero no cambiar.

(...)Por las noches sostenían con frecuencia largas conversaciones. Él le hablaba de todo lo que le había ocurrido en Fantasia, de Perelín y Graógraman, de Xayide y de Atreyu, al que él había herido gravemente y quizá matado.

-Lo hice todo mal -dijo- y lo entendí todo al revés. La Hija de la Luna me dio muchas cosas pero, con ellas, sólo traje la desgracia sobre mí y sobre Fantasia.

Doña Aiuola lo miró largo tiempo.

-No -respondió-, eso no lo creo. Seguiste el camino de los deseos y ese camino nunca es derecho. Diste un gran rodeo, pero era tu camino. ¿Y sabes por qué? Tú eres uno de esos que sólo pueden regresar cuando encuentran la fuente de donde brota el Agua de la Vida. Y ése es el lugar más secreto de toda Fantasia. Para llegar hasta él no hay camino fácil.

Y tras un breve silencio añadió:

-Cualquier camino que conduzca allí es en definitiva el verdadero.

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#20

La Mina de Yor

-Yo, en tu lugar -susurró-, entraría en el Pozo Minroud y cavaría sobre el terreno.

-Pero yo no tengo tus ojos -dijo Bastián-. No puedo ver en la oscuridad.

-¿No te han dado ninguna luz en tus largos viajes? -preguntó Yor mirando otra vez a través de Bastián-. ¿Ninguna piedra luminosa, nada que te pueda servir ahora?

-Sí -respondió Bastián tristemente-, pero utilicé a Al-Tsahir para otro fin.

-Mala cosa -repitió Yor con rostro de piedra.

-¿Qué me aconsejas? -quiso saber Bastián.

El minero calló otra vez largo tiempo, antes de replicar:

-Tendrás que trabajar en la oscuridad.

(...)

En ese primer día y también en los siguientes el minero lo instruyó en silencio, llevándole de la mano, en el arte de separar entre sí las capas finas y sutiles de piedra especular, desprendiéndolas cuidadosamente. Para ello había herramientas que parecían al tacto espátulas de madera o de cuerno, aunque Bastián nunca pudo verlas porque se quedaban allí al terminar el trabajo del día.

Poco a poco aprendió a orientarse allí abajo, en la oscuridad total. Reconocía los corredores y galerías con un nuevo sentido que no hubiera sabido explicar. Y un día Yor le indicó sin palabras, tocándolo únicamente con las manos, que a partir de entonces trabajaría solo en una galería baja, en la que sólo se podía entrar arrastrándose. Bastián obedeció. El lugar era muy estrecho y sobre él estaba la montaña entera de roca primitiva.

Encogido como un niño no nacido en el vientre de su madre, Bastián yacía en las oscuras profundidades de los cimientos de Fantasia, buscando pacientemente un sueño olvidado, una imagen que pudiera conducirlo hasta el Agua de la Vida.

Como no podía ver en aquella noche eterna de las entrañas de la tierra, no podía elegir nada ni tomar decisión alguna. Tenía que confiar en que la casualidad o un destino misericorde le permitieran hacer alguna vez el descubrimiento necesario. Tarde tras tarde llevaba arriba, a la luz del día que se extinguía, lo que había podido desprender en las profundidades del Pozo Minroud. Y tarde tras tarde su trabajo se revelaba inútil. Sin embargo, Bastián no se lamentaba ni se rebelaba. Había perdido toda compasión de sí mismo. Se había vuelto paciente y silencioso. Aunque sus fuerzas eran inagotables, a menudo se sentía muy cansado.

No se puede decir cuánto tiempo duró aquel áspero trabajo, porque esa clase de trabajos no pueden medirse en días o meses. En cualquier caso, sucedió una tarde que trajo una imagen que, sobre el terreno mismo, lo excitó tanto que tuvo que contenerse para no lanzar un grito de sorpresa que pudiera destruirla.

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