04-05-2008, 01:14 AM 
		
	
	
		Fuente: http://club.telepolis.com/meugenia1/desfile_muertos.htm
El desfile de los muertos
Mascaradas animales
Extracto del libro de Carlo Ginzburg "Historia nocturna". Ediciones Península. Barcelona 2003
Bajo la presión de obispos, predicadores e inquisidores, las creencias sobre las bandas de los muertos, ya consideradas supersticiones más o menos inocuas, fueron incorporadas por la fuerza al estereotipo del aquelarre. A partir de la segunda mitad del siglo XVII todas estas creencias fueron tratadas con mayor objetividad.
a). Las rondas de cuestación.
Los testimonios más antiguos de la procesión de las ánimas se remontan al periodo en que el cristianismo, mal introducido en el sur de Alemania, empezó a corromperse. Hilscher en De exercitu furioso (1688) menciona una costumbre arraigada en Frankfurt en las que cada año se pagaba a algunos jóvenes para que al atardecer llevaran de puerta en puerta un gran carro cubierto de ramaje (¿el carro del Heno?) con acompañamiento de canciones y vaticinios. El vulgo, concluía Hilscher, decía que de este modo se celebraba el recuerdo del ejército de Eckart, es decir, reconocían una representación del ejército furioso, de la compañía de los muertos. Nos podemos preguntar si esto se debió a un reencuentro o a una reinvención de la tradición, o fueron ancianos o eruditos que la intentaban resucitar.
En aquellos años los eruditos entrevieron la relación entre las costumbres navideñas o carnavalescas y las antiguas festividades paganas. En el libro de M. Lipen Integra strenarum civilium historia publicado en 1670, narra la condena que hizo del obispo Asterio (400 d.C.) a la costumbre de la gente del pueblo que iba de puerta en puerta, entre gritos y aplausos, augurando prosperidad a los habitantes de la casa, exigiendo a cambio dinero; el asedio sólo se levantaba cuando, por agotamiento, se satisfacían los requerimientos de quienes importunaban. En el mismo libro se narra la costumbre de las tropas romanas de la Mesia inferior y Capadocia de nombrar a un rey en el periodo de las Calendas de enero, al cual paseaban en un carro con soldados disfrazados de mujeres, mientras el soberano era objeto de escarnios y burlas. ¿No podría ser el carro cubierto de ramaje una alusión al que transportaba el rey de las Saturnales? Si así fuera, esto confirmaría la hipótesis erudita, pero si el vulgo era capaz de descifrar el significado de la ceremonia, como hemos visto, significaba que el carero era el de Holda, el de la procesión de los muertos.
En un área vastísima de Europa las rondas de cuestación (capta) continuaron con turbas de niños y niñas durante los doce días de Navidad a Epifanía, que iban de casa en casa disfrazados de animales, cantando letanías y mendigando dulces y pequeñas sumas de dinero. Prodigaban toda clase de improperios y maldiciones si recibían negativas, pero auguraban buenos deseos si recibían el regalo. En esta turba se reconoce una representación de la compañía de los muertos, ejemplo viviente en la noche de Halloween de los anglosajones.
B). Las Calendas de enero
Desde los primeros siglos de la era cristiana, la fiesta de las Calendas de enero iba acompañada de ceremonias como la atestiguada por Asterio de soldados travestidos de mujeres. Los ritos referidos a una atmósfera de brujería festiva, sin embargo, presentaban divergencias sustanciales. En el ámbito céltico-germánico encontramos la costumbre de disfrazarse de animales y de dejar ofrendas nocturnas para seres femeninos invisibles. En Oriente encontramos, en primer lugar, rondas de cuestación de niños y jóvenes; en segundo lugar, la entronización (quizá de origen sirio-fenicio) del efímero rey de las Saturnales.
Cesáreo de Arles, sobre el 520, narra la costumbre de los campesinos de preparar, las noches de las Calendas, mesas llenas de comida para tener un año próspero. Buscardo de Works, sobre el 1020, condenaba esta costumbre, precisando que en las mesas se ponían tres cuchillos para las Parcas. Es decir, la Matronae celtas, veneradas como buenas señoras, guiadas por la diosa de la prosperidad y de los muertos. Estas figuras, asociadas a los éxtasis nocturnos, recibían de sus seguidoras ofrendas en forma de alimento y bebida.
Así pues, hemos ligado los ritos de las Calendas de enero con los ritos extáticos de las buenas señoras. En los disfraces de animales (transformaciones zoomórficas), vemos una correlación ritual de las metamorfosis en animales vividas en éxtasis, o una variante de las cabalgatas extáticas sobre animales. Así pues, tanto en Occidente como en Oriente, durante las Calendas de enero, se representaban diversos modos de entrar en relación con los muertos dispensadores de prosperidad- en el periodo crucial en que el año viejo termina y se inicia el nuevo.
c) Grupos juveniles de tipo iniciático.
Desde la Península Balcánica hasta Ucrania encontramos unos grupos juveniles que representan rasgos parecidos, como los ceàta de los Cárpatos, los eskari de la Bulgaria macedónica, los surovaskari del este de Bulgaria, los koledari de Serbia, los regös de Hungria y los koljadanti de Ucrania. Estos grupos están formados por hombres jóvenes que se reúnen en Navidad, dirigidos por un jefe, y se dedican a dar vueltas por los pueblos disfrazados y cantando (¿Fiesta de los Locos?). Ante las casas donde ha muerto alguien durante el año entonan cantos fúnebres y dan noticias del difunto. Auguran riqueza y prosperidad. Son recompensados con alimentos y a veces con dinero. Unos presentan sus peticiones amablemente y otros amenazadoramente. Suelen hacer representaciones obscenas. Los koledari eslovenos y, sobre todo, los eskari de Bulgaria macedónica estaban animados por una fortísima hostilidad hacia sus colegas procedentes de los pueblos vecinos. Cuando se encontraban dos grupos estallaban riñas sangrientas, en ocasiones mortales; pero si tenían lugar el 1 de enero gozaban de una impunidad total.
El comportamiento de los jóvenes de estas sociedades está rodeado de un aura mortuoria asociada a formas de violencia ritual y organizaciones guerreras. Así vemos que los charivari (¿Francia?) eran grupos de jóvenes dedicados a controlar las costumbres sexuales del pueblo, los cuales tumultuosamente y disfrazados vagaban por el pueblo., La gente los identificaba con la compañía de los muertos, guíada en este caso por Hennequin, Tenían derecho a cometer excesos y hurtos, como se les reconocía a los Schurtendiebe del Löschental suizo, llamados ladrones con sayas cortas que durante el Carnaval salían del bosque hacía el pueblo para saquear con el rostro enmascarado, el cuerpo envuelto en pieles de zorra y la cintura adornada con cencerros de vaca.
Esta violencia nos recuerda a los hurtos y homicidios de extranjeros (ilotas) encontrados al azar, que cometían el grupo iniciático espartano llamado kryptia, después de afrontar un periodo de aislamiento en el bosque. Batallas entre vecinos se daban con los focenses que marchaban de noche contra los tesalios, con el rostro y las armas cubiertas de yeso. Los arios, a quienes Tácito comparaba con un ejército de muertos, porque entraban en combate con los escudos y el rostro tiznados de negro para producir terror en sus enemigos. En Islandia tenemos el grupo llamado berserkir, literalmente saya de oso, que se manifestaban con un gran furor guerrero y metamorfoseados en animales feroces, se convertían en una encarnación viviente de la compañía de los muertos guiados por su jefe Odín. Hemos hablado de ellos al tratar a los licántropos. Nos hallamos lejos, en apariencia, de la violencias jocosa de las cuestaciones infantiles, aunque la matriz mítica es la misma.
Los desfiles suceden durante los doce días de Navidad o durante el Pentecostés (23 de mayo), reencarnación cristiana de la antigua Rosalia. Todas estas figuras pueden ser definidas como representaciones de los muertos y mediadores con el más allá.
1. Caluçari contra rusalii.
En Rumanía habian mujeres que caían de forma habitual en éxtasis durante el Pentecostés, se llamaban Rasaliile, cuando volvían en sí, afirmaban que habían hablado con Dios y los muertos. En el ámbito eslavo los rusalii son los espíritus de los muertos, identificados con divinidades acuáticas femeninas. Lo mismo sucedía en un pueblo de Macedonia llamado Velvendos, donde unas mujeres llamadas angeloudia o angeloudes (ángeles) daban informaciones sobre los muertos; sus éxtasis ocurrían en lugares secretos. También en Rumania tenemos los ritos de los caluçari, grupos de jóvenes que danzan, desfilan con espadas y banderas, realizan curaciones, todo ello bajo la protección de una emperatriz mítica (Irodeasa, Arada o Doamna Zînelor), llamada la señora de las hadas, a la que rinden homenaje. Los caluçari rumanos eran grupos de once o menos jóvenes que se disfrazaban de mujeres y fingían voz femenina. Se tapaban el rostro con vendas blancas, saltaban como si volasen, con las espaldas desnudas. Se creía que tenían poderes para curar a los enfermos. Los caluçari salen la noche de Pentecostés para atacar a unos seres espirituales llamados rusalii, utilizando como armas el ajenjo y el ajo. Estos rusalii son las ánimas de los muertos. La diosa que preside los ritos de los caluçari  Irodeasa, Arada, Doamna Zìmelor- era una diosa de los muertos. Son los mismos nombres con los que los obispos e inquisidores habían designado a la divinidad nocturna que en Occidente guiaba a la compañía de los difuntos (Herodíades y Diana). Estos términos indican que la romanización que hizo el clero del nombre de las diosas nocturnas, acabó siendo adoptado por los laicos, hasta el punto de olvidarse de los nombres de la divinidad local. En cambio, la ofensiva de la iglesia ortodoxa contra las supersticiones fue más débil que la lanzada en Occidente, lo que explica la prolongada vitalidad de estos ritos en Oriente.
Si comparamos los caluçari con los benandanti veremos que son especialistas en los maleficios de rusalii y brujas, respectivamente. Ambos están obligados durante la juventud a participar en ritos colectivos mantenidos en secreto. Las sociedades son de tipo iniciático, organizadas de forma militar y guiadas por un jefe, provistos de banderas, instrumentos musicales y de armas vegetales: ajo, ajenjo y haces de hinojos. Los caluçari perseguían a los espíritus de los muertos en forma de rusaldii, rusalii o sântoaderi que aparecían durante la semana de Carnaval, con la forma de caballeros provistos de cola y cascos de caballo, que vagaban amenazadores por las noches arrastrando cadenas y tocando el tambor. Caluçari y benandanti buscaban identificarse con sus propios adversarios, transformándose en espíritus, con lo que pasaban a ser, de modo temporal, muertos. A la misma conclusión habíamos llegado al examinar otros grupos sectarios como licántropos o táltos.
En todos estos casos lo que hace posible la identificación con los muertos es una iniciación, por que la iniciación es siempre, simbólicamente, la muerte.
d). Otros ritos asociados al bienestar material de la comunidad.
1. Encantadores de Moldavia
A mediados del siglo XVII el fraile Marco Bandini describe las proezas de los encantadores y encantadoras de Moldavia, conocido comos tchangö a los que se dirige la gente para conocer su futuro, para curarse o encontrar objetos perdidos. La ceremonia empieza con el balbuceo de los encantadores, tuercen la cabeza, abren desmesuradamente lo ojos y la boca, gesticulan, al tiempo que les tiembla todo el cuerpo. A continuación, caen al suelo con las manos y los pies como descoyuntados y permanecen inmóviles, como muertos, durante una hora o más. Cuando vuelven e sí, el espectáculo es horrendo: sus miembros se retuercen y explican sus sueños como si fueran oráculos.
2. Las kralijce serbo-croatas
En Duboka (Serbia) los éxtasis eran públicos durante el Pentecostés, en el que un grupo de mujeres, rodeadas de hombres, caían en éxtasis y bailaban una danza frenética; su jefe, armado con un cuchillo cuyo mango estaba adornado con plantas medicinales, arrojaba a la cara de las mujeres agua mezclada con jugos de plantas trituradas. Las mujeres evocaban a las personas que habían muerto hacía poco, mostrando regalos a ellas destinados y haciendo sonar su música favorita El grupo de mujeres estaba encabezado por tres reinas llamadas krlijce. En Moldavia aparecen grupos de jóvenes varones disfrazados de mujeres, los caluczenii. Las kralijce serbo-croatas son mujeres, en grupo par, vestidas de hombres que aparecen en Pentecostés.
3. Los punchiadurs grisones.
En el siglo XVI, en los valles alpinos grisones el erudito suizo Gilg Tschulli publicó en Basilea (1538) una descripción de una ceremonia practicada en las localidades de Ilanz y Lugnitz, en la que grupos de hombres disfrazados llamados stopfer (punzadores), armados de gruesos bastones, rondaban de un pueblo al otro dando saltos enormes y embistiendo violentamente. Los punchiadurs (en lengua romance) tenían como objetivo procurar una cosecha de trigo más abundante.
4. Las mesultane de Georgia.
Una analogía específica con los ritos de fertilidad practicados por los punchiadurs lo hallamos en las batallas por la fertilidad celebradas en éxtasis por los benandanti del Friul (vertiente opuesta de los Alpes), los kresniki balcánicos, los táltos húngaros, los licántropos bálticos y los burkidzäutä del Cáucaso iraní. En Georgia encontramos a los mesultane, mujeres o niños de más de nueve años que se trasladan en espíritu al más allá, tras haber caído en un letargo roto por gemidos y murmullos, se despiertan y describen el viaje realizado y comunican las demandas de los muertos a las personas o a la comunidad. En Georgia los contendientes se dirigen al campo, cubiertos de pieles de animales, con el rostro tiznado de hollín y representando pantomimas eróticas. La gente cree que los vencedores obtendrán una buena cosecha. Recordemos que los burkudzäutä de los osetas dicen que pelean en los prados del más allá para quitar a los muertos las semillas de trigo.
En el Cáucaso, entre los osetas, los pschiavos y los chevsuri encontramos grupos de ladrones nocturnos que se cuelan a escondidas en las casas y beben un poco de licor y pican trocitos de carne. En estos ladrones nocturnos simbólicos reconocemos a los muertos del Ariège, a los benandanti del Friul, a los brujos de Valais Su secta, sus incursiones en espíritu a las bodegas nos referían ritos antiguos sobre las compañías de ánimas y sobre las batallas por la fertilidad, además de hacer referencia a la proverbial sed de los difuntos. Carlo Ginzbur, en su Historia oscura, dice que las ofrendas de alimento y bebida a las Matronae, la presencia de Irodeasa al frente de los caluçari, las batallas alpinas y caucásicas por la fertilidad, han proporcionado pruebas de un isomorfismo entre mitos revividos en el éxtasis y ritos relacionados habitualmente con el ciclo de los doce días o del Pentecostés. Oculto tras los relatos, las cuestaciones, las riñas y los disfraces, hemos descifrado un contenido común: la identificación simbólica, en la inmovilidad del éxtasis o en el frenesí del rito, con los muertos.
En su libro mencionado, Carlo Ginzbur ha intentado demostrar que la pervivencia de fenómenos, como los descritos por Bandini entre una población rumana de origen magiar étnica y culturalmente ligada a las estepas de Asia-; los ritos de los tchangö de los Cárpatos moldavos, que caían en éxtasis públicos e intentaban hablar con los muertos o recuperar objetos perdidos (como los chamanes lapones o siberianos) , conocidos como los encantadores y encantadoras de Moldavia; lo mismo que en el pueblo serbio de Duboka, hace pocos decenios, grupos de mujeres caían públicamente en éxtasis durante el Pentecostés , todos ellos revelan la persistencia de la huella dejada por los rituales chamánicos en el ámbito europeo.
5. La fiesta china del Ta No.
A finales de año y comienzo del siguiente, en un periodo consagrado a los espíritus de los muertos, aparece un personaje vestido mitad de rojo y mitad de negro, envuelto en una piel de oso con cuatro ojos de metal amarillo, el cual guía a un grupo de ciento veinte niños que lanzan flechas de espino albar con arcos de madera de melocotonero con el fin de expulsar del recinto del palacio imperial las pestilencias del año viejo. En la ceremonia participan brujas y brujos provistos de escobas de juncos. La fisonomía chamánica del personaje disfrazado de oso, que encabeza la banda de niños (cuestadores europeos), es clara. También lo es la afinidad entre exorcistas y exorcizados, es decir, el disfrazarse para parecer un ánima de un muerto. Se ha relacionado esta ceremonia china con los ritos, extáticos o no, en que comparecen bandas contrapuestas, pero íntimamente similares, en lucha por la fertilidad.
Este es un rito de trastorno del orden tradicional, que simboliza la irrupción periódica de un caos primordial, seguida de una regeneración temporal o refundación cósmica. El tema lo estudió Mircea Eliade en El Mito del eterno retorno. Esta anulación ritual recurrente de la historia, según unos procede de un periodo extremadamente arcaico (M. Eliade); según otros tiene un origen reciente en el ámbito de las sociedades agrícolas (V. Lanternari La grande festa, Bari, 1976), que además critica la perspectiva ahistórica y mitificadota de M. Eliade.
6. Rastros de batallas rituales.
A. En una inscripción hitita de 1200 a.C. vemos el enfrentamiento de una banda con armas de bronce contra otra dotada de armas de caña.
B. No sabemos porque fecha del calendario (en la época de San Agustín) grupos de personas pertenecientes a la misma ciudad, o incluso a la misma familia (hermanos, padres e hijos) combatían ferozmente a pedradas (arca valenciana) durante días enteros, buscando matarse unos a otros.
C. En Roma, a mediados de octubre, se disputaban dos bandas (catervae) llamadas Via Sacra y Suburra, la cabeza de un caballo sacrificial.
D. La Lupercalia (15 de febrero) era una festividad de la fertilidad. Dos bandos de jóvenes, denominados lupercos, corrían alrededor del Palatino golpeando a las matronas, para hacerlas fecundas, con correas de piel de cabra. Esta época, para el calendario romano, es la de los muertos vagabundos que se comen los alimentos que los vivos habían preparado para ellos.
	
	
El desfile de los muertos
Mascaradas animales
Extracto del libro de Carlo Ginzburg "Historia nocturna". Ediciones Península. Barcelona 2003
Bajo la presión de obispos, predicadores e inquisidores, las creencias sobre las bandas de los muertos, ya consideradas supersticiones más o menos inocuas, fueron incorporadas por la fuerza al estereotipo del aquelarre. A partir de la segunda mitad del siglo XVII todas estas creencias fueron tratadas con mayor objetividad.
a). Las rondas de cuestación.
Los testimonios más antiguos de la procesión de las ánimas se remontan al periodo en que el cristianismo, mal introducido en el sur de Alemania, empezó a corromperse. Hilscher en De exercitu furioso (1688) menciona una costumbre arraigada en Frankfurt en las que cada año se pagaba a algunos jóvenes para que al atardecer llevaran de puerta en puerta un gran carro cubierto de ramaje (¿el carro del Heno?) con acompañamiento de canciones y vaticinios. El vulgo, concluía Hilscher, decía que de este modo se celebraba el recuerdo del ejército de Eckart, es decir, reconocían una representación del ejército furioso, de la compañía de los muertos. Nos podemos preguntar si esto se debió a un reencuentro o a una reinvención de la tradición, o fueron ancianos o eruditos que la intentaban resucitar.
En aquellos años los eruditos entrevieron la relación entre las costumbres navideñas o carnavalescas y las antiguas festividades paganas. En el libro de M. Lipen Integra strenarum civilium historia publicado en 1670, narra la condena que hizo del obispo Asterio (400 d.C.) a la costumbre de la gente del pueblo que iba de puerta en puerta, entre gritos y aplausos, augurando prosperidad a los habitantes de la casa, exigiendo a cambio dinero; el asedio sólo se levantaba cuando, por agotamiento, se satisfacían los requerimientos de quienes importunaban. En el mismo libro se narra la costumbre de las tropas romanas de la Mesia inferior y Capadocia de nombrar a un rey en el periodo de las Calendas de enero, al cual paseaban en un carro con soldados disfrazados de mujeres, mientras el soberano era objeto de escarnios y burlas. ¿No podría ser el carro cubierto de ramaje una alusión al que transportaba el rey de las Saturnales? Si así fuera, esto confirmaría la hipótesis erudita, pero si el vulgo era capaz de descifrar el significado de la ceremonia, como hemos visto, significaba que el carero era el de Holda, el de la procesión de los muertos.
En un área vastísima de Europa las rondas de cuestación (capta) continuaron con turbas de niños y niñas durante los doce días de Navidad a Epifanía, que iban de casa en casa disfrazados de animales, cantando letanías y mendigando dulces y pequeñas sumas de dinero. Prodigaban toda clase de improperios y maldiciones si recibían negativas, pero auguraban buenos deseos si recibían el regalo. En esta turba se reconoce una representación de la compañía de los muertos, ejemplo viviente en la noche de Halloween de los anglosajones.
B). Las Calendas de enero
Desde los primeros siglos de la era cristiana, la fiesta de las Calendas de enero iba acompañada de ceremonias como la atestiguada por Asterio de soldados travestidos de mujeres. Los ritos referidos a una atmósfera de brujería festiva, sin embargo, presentaban divergencias sustanciales. En el ámbito céltico-germánico encontramos la costumbre de disfrazarse de animales y de dejar ofrendas nocturnas para seres femeninos invisibles. En Oriente encontramos, en primer lugar, rondas de cuestación de niños y jóvenes; en segundo lugar, la entronización (quizá de origen sirio-fenicio) del efímero rey de las Saturnales.
Cesáreo de Arles, sobre el 520, narra la costumbre de los campesinos de preparar, las noches de las Calendas, mesas llenas de comida para tener un año próspero. Buscardo de Works, sobre el 1020, condenaba esta costumbre, precisando que en las mesas se ponían tres cuchillos para las Parcas. Es decir, la Matronae celtas, veneradas como buenas señoras, guiadas por la diosa de la prosperidad y de los muertos. Estas figuras, asociadas a los éxtasis nocturnos, recibían de sus seguidoras ofrendas en forma de alimento y bebida.
Así pues, hemos ligado los ritos de las Calendas de enero con los ritos extáticos de las buenas señoras. En los disfraces de animales (transformaciones zoomórficas), vemos una correlación ritual de las metamorfosis en animales vividas en éxtasis, o una variante de las cabalgatas extáticas sobre animales. Así pues, tanto en Occidente como en Oriente, durante las Calendas de enero, se representaban diversos modos de entrar en relación con los muertos dispensadores de prosperidad- en el periodo crucial en que el año viejo termina y se inicia el nuevo.
c) Grupos juveniles de tipo iniciático.
Desde la Península Balcánica hasta Ucrania encontramos unos grupos juveniles que representan rasgos parecidos, como los ceàta de los Cárpatos, los eskari de la Bulgaria macedónica, los surovaskari del este de Bulgaria, los koledari de Serbia, los regös de Hungria y los koljadanti de Ucrania. Estos grupos están formados por hombres jóvenes que se reúnen en Navidad, dirigidos por un jefe, y se dedican a dar vueltas por los pueblos disfrazados y cantando (¿Fiesta de los Locos?). Ante las casas donde ha muerto alguien durante el año entonan cantos fúnebres y dan noticias del difunto. Auguran riqueza y prosperidad. Son recompensados con alimentos y a veces con dinero. Unos presentan sus peticiones amablemente y otros amenazadoramente. Suelen hacer representaciones obscenas. Los koledari eslovenos y, sobre todo, los eskari de Bulgaria macedónica estaban animados por una fortísima hostilidad hacia sus colegas procedentes de los pueblos vecinos. Cuando se encontraban dos grupos estallaban riñas sangrientas, en ocasiones mortales; pero si tenían lugar el 1 de enero gozaban de una impunidad total.
El comportamiento de los jóvenes de estas sociedades está rodeado de un aura mortuoria asociada a formas de violencia ritual y organizaciones guerreras. Así vemos que los charivari (¿Francia?) eran grupos de jóvenes dedicados a controlar las costumbres sexuales del pueblo, los cuales tumultuosamente y disfrazados vagaban por el pueblo., La gente los identificaba con la compañía de los muertos, guíada en este caso por Hennequin, Tenían derecho a cometer excesos y hurtos, como se les reconocía a los Schurtendiebe del Löschental suizo, llamados ladrones con sayas cortas que durante el Carnaval salían del bosque hacía el pueblo para saquear con el rostro enmascarado, el cuerpo envuelto en pieles de zorra y la cintura adornada con cencerros de vaca.
Esta violencia nos recuerda a los hurtos y homicidios de extranjeros (ilotas) encontrados al azar, que cometían el grupo iniciático espartano llamado kryptia, después de afrontar un periodo de aislamiento en el bosque. Batallas entre vecinos se daban con los focenses que marchaban de noche contra los tesalios, con el rostro y las armas cubiertas de yeso. Los arios, a quienes Tácito comparaba con un ejército de muertos, porque entraban en combate con los escudos y el rostro tiznados de negro para producir terror en sus enemigos. En Islandia tenemos el grupo llamado berserkir, literalmente saya de oso, que se manifestaban con un gran furor guerrero y metamorfoseados en animales feroces, se convertían en una encarnación viviente de la compañía de los muertos guiados por su jefe Odín. Hemos hablado de ellos al tratar a los licántropos. Nos hallamos lejos, en apariencia, de la violencias jocosa de las cuestaciones infantiles, aunque la matriz mítica es la misma.
Los desfiles suceden durante los doce días de Navidad o durante el Pentecostés (23 de mayo), reencarnación cristiana de la antigua Rosalia. Todas estas figuras pueden ser definidas como representaciones de los muertos y mediadores con el más allá.
1. Caluçari contra rusalii.
En Rumanía habian mujeres que caían de forma habitual en éxtasis durante el Pentecostés, se llamaban Rasaliile, cuando volvían en sí, afirmaban que habían hablado con Dios y los muertos. En el ámbito eslavo los rusalii son los espíritus de los muertos, identificados con divinidades acuáticas femeninas. Lo mismo sucedía en un pueblo de Macedonia llamado Velvendos, donde unas mujeres llamadas angeloudia o angeloudes (ángeles) daban informaciones sobre los muertos; sus éxtasis ocurrían en lugares secretos. También en Rumania tenemos los ritos de los caluçari, grupos de jóvenes que danzan, desfilan con espadas y banderas, realizan curaciones, todo ello bajo la protección de una emperatriz mítica (Irodeasa, Arada o Doamna Zînelor), llamada la señora de las hadas, a la que rinden homenaje. Los caluçari rumanos eran grupos de once o menos jóvenes que se disfrazaban de mujeres y fingían voz femenina. Se tapaban el rostro con vendas blancas, saltaban como si volasen, con las espaldas desnudas. Se creía que tenían poderes para curar a los enfermos. Los caluçari salen la noche de Pentecostés para atacar a unos seres espirituales llamados rusalii, utilizando como armas el ajenjo y el ajo. Estos rusalii son las ánimas de los muertos. La diosa que preside los ritos de los caluçari  Irodeasa, Arada, Doamna Zìmelor- era una diosa de los muertos. Son los mismos nombres con los que los obispos e inquisidores habían designado a la divinidad nocturna que en Occidente guiaba a la compañía de los difuntos (Herodíades y Diana). Estos términos indican que la romanización que hizo el clero del nombre de las diosas nocturnas, acabó siendo adoptado por los laicos, hasta el punto de olvidarse de los nombres de la divinidad local. En cambio, la ofensiva de la iglesia ortodoxa contra las supersticiones fue más débil que la lanzada en Occidente, lo que explica la prolongada vitalidad de estos ritos en Oriente.
Si comparamos los caluçari con los benandanti veremos que son especialistas en los maleficios de rusalii y brujas, respectivamente. Ambos están obligados durante la juventud a participar en ritos colectivos mantenidos en secreto. Las sociedades son de tipo iniciático, organizadas de forma militar y guiadas por un jefe, provistos de banderas, instrumentos musicales y de armas vegetales: ajo, ajenjo y haces de hinojos. Los caluçari perseguían a los espíritus de los muertos en forma de rusaldii, rusalii o sântoaderi que aparecían durante la semana de Carnaval, con la forma de caballeros provistos de cola y cascos de caballo, que vagaban amenazadores por las noches arrastrando cadenas y tocando el tambor. Caluçari y benandanti buscaban identificarse con sus propios adversarios, transformándose en espíritus, con lo que pasaban a ser, de modo temporal, muertos. A la misma conclusión habíamos llegado al examinar otros grupos sectarios como licántropos o táltos.
En todos estos casos lo que hace posible la identificación con los muertos es una iniciación, por que la iniciación es siempre, simbólicamente, la muerte.
d). Otros ritos asociados al bienestar material de la comunidad.
1. Encantadores de Moldavia
A mediados del siglo XVII el fraile Marco Bandini describe las proezas de los encantadores y encantadoras de Moldavia, conocido comos tchangö a los que se dirige la gente para conocer su futuro, para curarse o encontrar objetos perdidos. La ceremonia empieza con el balbuceo de los encantadores, tuercen la cabeza, abren desmesuradamente lo ojos y la boca, gesticulan, al tiempo que les tiembla todo el cuerpo. A continuación, caen al suelo con las manos y los pies como descoyuntados y permanecen inmóviles, como muertos, durante una hora o más. Cuando vuelven e sí, el espectáculo es horrendo: sus miembros se retuercen y explican sus sueños como si fueran oráculos.
2. Las kralijce serbo-croatas
En Duboka (Serbia) los éxtasis eran públicos durante el Pentecostés, en el que un grupo de mujeres, rodeadas de hombres, caían en éxtasis y bailaban una danza frenética; su jefe, armado con un cuchillo cuyo mango estaba adornado con plantas medicinales, arrojaba a la cara de las mujeres agua mezclada con jugos de plantas trituradas. Las mujeres evocaban a las personas que habían muerto hacía poco, mostrando regalos a ellas destinados y haciendo sonar su música favorita El grupo de mujeres estaba encabezado por tres reinas llamadas krlijce. En Moldavia aparecen grupos de jóvenes varones disfrazados de mujeres, los caluczenii. Las kralijce serbo-croatas son mujeres, en grupo par, vestidas de hombres que aparecen en Pentecostés.
3. Los punchiadurs grisones.
En el siglo XVI, en los valles alpinos grisones el erudito suizo Gilg Tschulli publicó en Basilea (1538) una descripción de una ceremonia practicada en las localidades de Ilanz y Lugnitz, en la que grupos de hombres disfrazados llamados stopfer (punzadores), armados de gruesos bastones, rondaban de un pueblo al otro dando saltos enormes y embistiendo violentamente. Los punchiadurs (en lengua romance) tenían como objetivo procurar una cosecha de trigo más abundante.
4. Las mesultane de Georgia.
Una analogía específica con los ritos de fertilidad practicados por los punchiadurs lo hallamos en las batallas por la fertilidad celebradas en éxtasis por los benandanti del Friul (vertiente opuesta de los Alpes), los kresniki balcánicos, los táltos húngaros, los licántropos bálticos y los burkidzäutä del Cáucaso iraní. En Georgia encontramos a los mesultane, mujeres o niños de más de nueve años que se trasladan en espíritu al más allá, tras haber caído en un letargo roto por gemidos y murmullos, se despiertan y describen el viaje realizado y comunican las demandas de los muertos a las personas o a la comunidad. En Georgia los contendientes se dirigen al campo, cubiertos de pieles de animales, con el rostro tiznado de hollín y representando pantomimas eróticas. La gente cree que los vencedores obtendrán una buena cosecha. Recordemos que los burkudzäutä de los osetas dicen que pelean en los prados del más allá para quitar a los muertos las semillas de trigo.
En el Cáucaso, entre los osetas, los pschiavos y los chevsuri encontramos grupos de ladrones nocturnos que se cuelan a escondidas en las casas y beben un poco de licor y pican trocitos de carne. En estos ladrones nocturnos simbólicos reconocemos a los muertos del Ariège, a los benandanti del Friul, a los brujos de Valais Su secta, sus incursiones en espíritu a las bodegas nos referían ritos antiguos sobre las compañías de ánimas y sobre las batallas por la fertilidad, además de hacer referencia a la proverbial sed de los difuntos. Carlo Ginzbur, en su Historia oscura, dice que las ofrendas de alimento y bebida a las Matronae, la presencia de Irodeasa al frente de los caluçari, las batallas alpinas y caucásicas por la fertilidad, han proporcionado pruebas de un isomorfismo entre mitos revividos en el éxtasis y ritos relacionados habitualmente con el ciclo de los doce días o del Pentecostés. Oculto tras los relatos, las cuestaciones, las riñas y los disfraces, hemos descifrado un contenido común: la identificación simbólica, en la inmovilidad del éxtasis o en el frenesí del rito, con los muertos.
En su libro mencionado, Carlo Ginzbur ha intentado demostrar que la pervivencia de fenómenos, como los descritos por Bandini entre una población rumana de origen magiar étnica y culturalmente ligada a las estepas de Asia-; los ritos de los tchangö de los Cárpatos moldavos, que caían en éxtasis públicos e intentaban hablar con los muertos o recuperar objetos perdidos (como los chamanes lapones o siberianos) , conocidos como los encantadores y encantadoras de Moldavia; lo mismo que en el pueblo serbio de Duboka, hace pocos decenios, grupos de mujeres caían públicamente en éxtasis durante el Pentecostés , todos ellos revelan la persistencia de la huella dejada por los rituales chamánicos en el ámbito europeo.
5. La fiesta china del Ta No.
A finales de año y comienzo del siguiente, en un periodo consagrado a los espíritus de los muertos, aparece un personaje vestido mitad de rojo y mitad de negro, envuelto en una piel de oso con cuatro ojos de metal amarillo, el cual guía a un grupo de ciento veinte niños que lanzan flechas de espino albar con arcos de madera de melocotonero con el fin de expulsar del recinto del palacio imperial las pestilencias del año viejo. En la ceremonia participan brujas y brujos provistos de escobas de juncos. La fisonomía chamánica del personaje disfrazado de oso, que encabeza la banda de niños (cuestadores europeos), es clara. También lo es la afinidad entre exorcistas y exorcizados, es decir, el disfrazarse para parecer un ánima de un muerto. Se ha relacionado esta ceremonia china con los ritos, extáticos o no, en que comparecen bandas contrapuestas, pero íntimamente similares, en lucha por la fertilidad.
Este es un rito de trastorno del orden tradicional, que simboliza la irrupción periódica de un caos primordial, seguida de una regeneración temporal o refundación cósmica. El tema lo estudió Mircea Eliade en El Mito del eterno retorno. Esta anulación ritual recurrente de la historia, según unos procede de un periodo extremadamente arcaico (M. Eliade); según otros tiene un origen reciente en el ámbito de las sociedades agrícolas (V. Lanternari La grande festa, Bari, 1976), que además critica la perspectiva ahistórica y mitificadota de M. Eliade.
6. Rastros de batallas rituales.
A. En una inscripción hitita de 1200 a.C. vemos el enfrentamiento de una banda con armas de bronce contra otra dotada de armas de caña.
B. No sabemos porque fecha del calendario (en la época de San Agustín) grupos de personas pertenecientes a la misma ciudad, o incluso a la misma familia (hermanos, padres e hijos) combatían ferozmente a pedradas (arca valenciana) durante días enteros, buscando matarse unos a otros.
C. En Roma, a mediados de octubre, se disputaban dos bandas (catervae) llamadas Via Sacra y Suburra, la cabeza de un caballo sacrificial.
D. La Lupercalia (15 de febrero) era una festividad de la fertilidad. Dos bandos de jóvenes, denominados lupercos, corrían alrededor del Palatino golpeando a las matronas, para hacerlas fecundas, con correas de piel de cabra. Esta época, para el calendario romano, es la de los muertos vagabundos que se comen los alimentos que los vivos habían preparado para ellos.
El manzano nunca pregunta al haya cómo ha de crecer; ni el león al caballo cómo ha de atrapar su presa. (W. Blake)

     