12-08-2009, 01:38 AM
http://www.larioja.com/prensa/20091206/opi...l-20091206.html
06.12.2009 -
BERNARDO SÁNCHEZ
El hombre-lobo se extingue. Han fallecido casi seguidos -como si la muerte del uno hubiera sido contraseña para la del otro- los dos mejores ejemplares de esta especie autóctona: José Luis López Vázquez y Jacinto Molina. Es decir: el lobis home gallego Benito Freire y el noble polaco Waldemar Daninksky. La naturaleza del alobamiento de estos dos hombres, a diferencia de la sintomatología de un Lon Chaney Jr. (que no nos incumbe), nos resulta familiar. Podemos entender bien sus malos días y sus metamorfosis. Ambos pertenecían, además, a la misma camada del 70, un momento en que estaban cambiando las fases lunares de la historia de este país. Véase Freire, el licántropo de la película El bosque del lobo. López Vázquez hacía un hombre-lobo de romancero popular, el monstruo del bosque de Ancines: pobre, buhonero, epiléptico y asesino poeta (se inventaba las cartas que los emigrantes enviaban a sus parientes desde América). Era una especie de bandido Fendetestas que acababa tirándose al cuello de sus víctimas. Un desgraciado. En cuanto a la bestia de Walpurgis, el de la marca del hombre-lobo: nació en la Calle Postas, Madrid castizo, y cambió su nombre de pila Jacinto por el de Paul en homenaje a Paul (VI), y su apellido Molina por el de Naschy en homenaje a un campeón mundial húngaro de peso gallo que era amigo suyo (Molina se debatió entre la halterofilia y la licantropía, pero al final optó por la alterofilia: convertirse en otro). También fue amigo del 'Jarabo', un hombre-lobo que mataba a prestamistas. «Jarabo era también un depredador, pero mucho más peligroso que el lobo, porque era humano», dice de él Molina en sus Memorias de Naschy, que en muchas ocasiones tratan de cómo el hombre es el lobo del hombre. Molina es un niño del 34 y en la guerra vio cadáveres atroces y sangre reales, no como los de cine. De hecho, los del cine le ayudaron a quitarse aquellos de la cabeza. De ahí parte de la rabia contenida de este alobado polaco. Bueno, polaco: La noche de Walpurgis se rueda en Navacerrada, San Martín de Valdeiglesias y El Cercón. Estos hombres-lobos son de los nuestros. Había un precedente: en 1960, el realizador británico Terence Fisher rueda La maldición del hombre-lobo, que es Oliver Reed, pero que deambula por la España del XIX, se llama León Carrido y acaba trabajando en las 'Bodegas Gómez', donde un tal José le resume en una frase la clave del oficio: «Ahí está el vino. Aquí el tinto y aquí el blanco. Las botellas y las etiquetas. El vino dentro y las etiquetas fuera». Todos los miedos, todos los monstruos tienen una primera noche. La del niño Molina fue la noche en que escuchó cómo su padre regresaba del frente: «Era noche cerrada cuando aquel vasco alto y fuerte llegó a la casa solariega. Armado hasta los dientes, con barba de muchos días y el uniforme sucio, resultando un ser inquietante y amenazador. El endurecido tanguista traspasó la puerta del dormitorio, abrazándose emocionado a su mujer. El niño, por el contrario. Lanzó un grito de terror y fue a refugiarse bajo la cama». Palabra de hombre-lobo.
06.12.2009 -
BERNARDO SÁNCHEZ
El hombre-lobo se extingue. Han fallecido casi seguidos -como si la muerte del uno hubiera sido contraseña para la del otro- los dos mejores ejemplares de esta especie autóctona: José Luis López Vázquez y Jacinto Molina. Es decir: el lobis home gallego Benito Freire y el noble polaco Waldemar Daninksky. La naturaleza del alobamiento de estos dos hombres, a diferencia de la sintomatología de un Lon Chaney Jr. (que no nos incumbe), nos resulta familiar. Podemos entender bien sus malos días y sus metamorfosis. Ambos pertenecían, además, a la misma camada del 70, un momento en que estaban cambiando las fases lunares de la historia de este país. Véase Freire, el licántropo de la película El bosque del lobo. López Vázquez hacía un hombre-lobo de romancero popular, el monstruo del bosque de Ancines: pobre, buhonero, epiléptico y asesino poeta (se inventaba las cartas que los emigrantes enviaban a sus parientes desde América). Era una especie de bandido Fendetestas que acababa tirándose al cuello de sus víctimas. Un desgraciado. En cuanto a la bestia de Walpurgis, el de la marca del hombre-lobo: nació en la Calle Postas, Madrid castizo, y cambió su nombre de pila Jacinto por el de Paul en homenaje a Paul (VI), y su apellido Molina por el de Naschy en homenaje a un campeón mundial húngaro de peso gallo que era amigo suyo (Molina se debatió entre la halterofilia y la licantropía, pero al final optó por la alterofilia: convertirse en otro). También fue amigo del 'Jarabo', un hombre-lobo que mataba a prestamistas. «Jarabo era también un depredador, pero mucho más peligroso que el lobo, porque era humano», dice de él Molina en sus Memorias de Naschy, que en muchas ocasiones tratan de cómo el hombre es el lobo del hombre. Molina es un niño del 34 y en la guerra vio cadáveres atroces y sangre reales, no como los de cine. De hecho, los del cine le ayudaron a quitarse aquellos de la cabeza. De ahí parte de la rabia contenida de este alobado polaco. Bueno, polaco: La noche de Walpurgis se rueda en Navacerrada, San Martín de Valdeiglesias y El Cercón. Estos hombres-lobos son de los nuestros. Había un precedente: en 1960, el realizador británico Terence Fisher rueda La maldición del hombre-lobo, que es Oliver Reed, pero que deambula por la España del XIX, se llama León Carrido y acaba trabajando en las 'Bodegas Gómez', donde un tal José le resume en una frase la clave del oficio: «Ahí está el vino. Aquí el tinto y aquí el blanco. Las botellas y las etiquetas. El vino dentro y las etiquetas fuera». Todos los miedos, todos los monstruos tienen una primera noche. La del niño Molina fue la noche en que escuchó cómo su padre regresaba del frente: «Era noche cerrada cuando aquel vasco alto y fuerte llegó a la casa solariega. Armado hasta los dientes, con barba de muchos días y el uniforme sucio, resultando un ser inquietante y amenazador. El endurecido tanguista traspasó la puerta del dormitorio, abrazándose emocionado a su mujer. El niño, por el contrario. Lanzó un grito de terror y fue a refugiarse bajo la cama». Palabra de hombre-lobo.
El manzano nunca pregunta al haya cómo ha de crecer; ni el león al caballo cómo ha de atrapar su presa. (W. Blake)

