10-28-2007, 04:00 AM
La importancia del lobo en los ecosistemas
Por Redacción
En el medio natural, la presencia o ausencia de las denominadas especies clave, como los grandes depredadores, puede generar cambios notables en la diversidad, e incluso, en el buen funcionamiento de los ecosistemas. Parece que si somos capaces de mantener poblaciones saludables de lobos, podremos mejorar, en términos ecológicos, el conjunto de elementos naturales que con ellos coexisten. Y España no tiene por qué ser una excepción, aunque faltan estudios que lo demuestren.
Aunque el lobo desarrolla importantes funciones ecológicas que repasaremos a continuación, en nuestro país apenas son valoradas y aceptadas, y con regularidad, se está orientando su gestión a parámetros sociales, como los daños a la ganadería o la conflictividad generada. Es importante divulgar entre todos los sectores vinculados de una u otra forma al lobo conservacionistas, técnicos, gestores y cazadores algunos de los conocimientos que ya existen sobre la importancia de este superdepredador en la naturaleza.
Aunque la inmensa mayoría de los estudios que se citan a continuación se han desarrollado fuera del solar ibérico, los podemos extrapolar, con las necesarias reservas, a nuestros ecosistemas, al menos a los menos humanizados, aquellos que salvaguardan la mayoría de sus elementos y comunidades integrantes originales. El lobo como especie clave. En el Parque Nacional de Yellowstone, al noroeste de los EE.UU, el último lobo fue capturado en 1920; un cambio de actitud social hacia la especie desembocó en su reintroducción en 1995 y 1996.
Aunque son necesarias mayores escalas temporales para comprender la importancia de estos depredadores, tras la vuelta de los lobos se han manifestado complejos e importantes efectos ecológicos encadenados, las denominadas cascadas tróficas. En Yellowstone, la depredación del lobo ha reducido notablemente la sobredimensionada población de ciervos Cervus canadensis que había alcanzado máximos históricos en los casi 150 años de existencia del parque y que además estaba ejerciendo notables impactos en los ecosistemas. Según Ripple y Beschta, investigadores de la Universidad del Estado de Oregón, la sobrecarga de herbívoros ejercía un intenso efecto negativo sobre las comunidades vegetales de zonas húmedas, pastizales y arbolado caducifolio abedulares, saucedas, etcétera.; se manifestaban además fenómenos de intensa erosión por la falta de cobertura vegetal. La llegada de los lobos ha traído consigo la recuperación de la vegetación, un aumento en la heterogeneidad de los hábitats y una mejora de los ecotonos: zonas de transición entre ecosistemas, muy diversas en especies. De esta forma, ha aumentado la extensión de los biotopos disponibles y de las condiciones necesarias para determinadas comunidades de insectos, aves, mamíferos como los castores, anfibios e incluso peces; todo ello ha redundado en un aumento de la biodiversidad.
En relación a la influencia directa de los ungulados en la vegetación, otro estudio realizado en Norteamérica Crete y otros, 2001 demostró que el efecto conjunto de los alces, caribúes y ciervos de cola blanca, produce efectos negativos en dos centenares de especies de plantas y positivos tan sólo en veinticuatro. Por otro lado, los lobos tienden a excluir, e incluso a matar, a otras especies de carnívoros generalistas que compiten por los mismos recursos tróficos en sus áreas de campeo. De nuevo en Yellowstone se han podido comprobar estos efectos sobre los depredadores menores los llamados mesopredadores, como los coyotes; éstos han visto reducidos sus efectivos hasta en un 50 por ciento desde la reintroducción de los lobos. Como consecuencia, se ha producido un incremento en las poblaciones de algunos ungulados silvestres, como los berrendos Antilocapra americana, que han aumentado las tasas de supervivencia de sus crías, según ha comprobado otro grupo de investigadores Clark y colaboradores 1999).
Otra importante ventaja de esta especie clave es que su depredación genera también un aumento de recursos alimenticios para otras muchas especies animales. En el bosque de Bialowieza (Polonia), un total de 25 especies de mamíferos y aves se benefician de las carroñas de los lobos. El aumento de carroñas de ungulados disponibles durante todo el año, ha generado efectos positivos sobre determinadas especies amenazadas de Yellowstone, como los osos pardos. Pero este aspecto no se ve limitado a la macro-fauna: se han descrito más de 400 especies de escarabajos asociados a las carroñas de los herbívoros capturados por los lobos en este parque.
Relaciones entre lobos y presas. El estudio de las interacciones entre predadores y presas es muy complejo. Y podemos encontrar multitud de modelos que explican estas relaciones. Quizá uno de los más simples, pero que mejor nos permite comprender estas conexiones, es el modelo de Lotka-Volterra que simplifica los elementos a dos componentes: las poblaciones de predadores y presas están acopladas y evolucionan de forma conjunta con un ligero desfase temporal. Así, ambos grupos están sometidos a oscilaciones en las que los predadores aumentan cuando existe un alto número de presas; este incremento de la predación provocaría en el tiempo un mayor consumo de presas y, por tanto, una disminución en la abundancia de las mismas. De nuevo el descenso de las presas provocará una disminución de la población de predadores, permitiendo la recuperación de las presas e iniciando de nuevo el ciclo.
El lobo es un carnívoro que ha coevolucionado durante decenas de miles de años con sus presas; se han depurado y definido por un lado unos patrones de depredación del carnívoro y por otro, otras tantas estrategias anti-depredatorias. Pero es importante aclarar que el lobo no es un especialista en la captura de herbívoros, más bien se podría afirmar que tiene una baja tasa de capturas exitosas. Aunque depende de muchas circunstancias, el éxito en la caza puede variar entre el 1 y el 56 por ciento de los intentos, según se recoge de 16 estudios realizados en Norteamérica. En el Parque Nacional de Isla Real (Michigan), con una proporción de treinta alces por cada lobo, se observó como una manada que interaccionó con 131 alces capturó tan solo 6 individuos y todos los alces que hicieron frente a los depredadores se libraron de ser depredados. En nuestras latitudes se ha comprobado que al menos fracasan siete de cada ocho ataques del lobo sobre los corzos (Markina 2005).
El lobo como regulador sanitario. El lobo es un especialista en conseguir el máximo rendimiento energético con el mínimo coste de captura. Su depredación, dirigida con intensidad a las presas con peor condición física bien adquirida por factores ambientales adversos o implícita genéticamente, realiza un efecto sanitario en poblaciones de herbívoros, manteniendo poblaciones sanas y vigorosas. El primer estudio sobre las relaciones entre el lobo y sus presas fue desarrollado por Adolph Murie en el ahora P.N. de Denali (Alaska) y publicado en 1944 en Los lobos del Monte McKinley. Uno de los postulados de este trabajo es que el lobo intensifica la predación sobre los herbívoros de peor condición física. En otro trabajo más completo realizado por D. Mech y colaboradores entre 1986 y 1994 y publicado en Los lobos de Denali, se ofrecen interesantes conclusiones sobre los patrones de selección de las presas. Tras examinar con minuciosidad numerosos restos de alces cazados por el lobo, se pudo concluir que más de un tercio presentaban necrosis mandibular y al menos otro tercio manifestaba procesos de artritis. Estas anormalidades esqueléticas predisponen a los individuos a ser depredados, por estar en desventaja con respecto a los congéneres en plenitud de facultades. Otros tantos trabajos desarrollados en Norteamérica han definido algunas condiciones que hacen a las presas más vulnerables a la depredación del lobo: animales parasitados por quistes hidatídicos, tenias o garrapatas, con composición sanguínea anormal, heridos, accidentados, seniles, malnutridos, etcétera. En Isla Real se ha observado que los lobos muestran una preferencia por las presas mayores de 9 años disminuidos en sus facultades y las crías, especialmente las de partos dobles (Vucetich y Peterson 2004). (...)
Fuente: http://www.trofeocaza.com/noticia.asp?ref=1703
Por Redacción
En el medio natural, la presencia o ausencia de las denominadas especies clave, como los grandes depredadores, puede generar cambios notables en la diversidad, e incluso, en el buen funcionamiento de los ecosistemas. Parece que si somos capaces de mantener poblaciones saludables de lobos, podremos mejorar, en términos ecológicos, el conjunto de elementos naturales que con ellos coexisten. Y España no tiene por qué ser una excepción, aunque faltan estudios que lo demuestren.
Aunque el lobo desarrolla importantes funciones ecológicas que repasaremos a continuación, en nuestro país apenas son valoradas y aceptadas, y con regularidad, se está orientando su gestión a parámetros sociales, como los daños a la ganadería o la conflictividad generada. Es importante divulgar entre todos los sectores vinculados de una u otra forma al lobo conservacionistas, técnicos, gestores y cazadores algunos de los conocimientos que ya existen sobre la importancia de este superdepredador en la naturaleza.
Aunque la inmensa mayoría de los estudios que se citan a continuación se han desarrollado fuera del solar ibérico, los podemos extrapolar, con las necesarias reservas, a nuestros ecosistemas, al menos a los menos humanizados, aquellos que salvaguardan la mayoría de sus elementos y comunidades integrantes originales. El lobo como especie clave. En el Parque Nacional de Yellowstone, al noroeste de los EE.UU, el último lobo fue capturado en 1920; un cambio de actitud social hacia la especie desembocó en su reintroducción en 1995 y 1996.
Aunque son necesarias mayores escalas temporales para comprender la importancia de estos depredadores, tras la vuelta de los lobos se han manifestado complejos e importantes efectos ecológicos encadenados, las denominadas cascadas tróficas. En Yellowstone, la depredación del lobo ha reducido notablemente la sobredimensionada población de ciervos Cervus canadensis que había alcanzado máximos históricos en los casi 150 años de existencia del parque y que además estaba ejerciendo notables impactos en los ecosistemas. Según Ripple y Beschta, investigadores de la Universidad del Estado de Oregón, la sobrecarga de herbívoros ejercía un intenso efecto negativo sobre las comunidades vegetales de zonas húmedas, pastizales y arbolado caducifolio abedulares, saucedas, etcétera.; se manifestaban además fenómenos de intensa erosión por la falta de cobertura vegetal. La llegada de los lobos ha traído consigo la recuperación de la vegetación, un aumento en la heterogeneidad de los hábitats y una mejora de los ecotonos: zonas de transición entre ecosistemas, muy diversas en especies. De esta forma, ha aumentado la extensión de los biotopos disponibles y de las condiciones necesarias para determinadas comunidades de insectos, aves, mamíferos como los castores, anfibios e incluso peces; todo ello ha redundado en un aumento de la biodiversidad.
En relación a la influencia directa de los ungulados en la vegetación, otro estudio realizado en Norteamérica Crete y otros, 2001 demostró que el efecto conjunto de los alces, caribúes y ciervos de cola blanca, produce efectos negativos en dos centenares de especies de plantas y positivos tan sólo en veinticuatro. Por otro lado, los lobos tienden a excluir, e incluso a matar, a otras especies de carnívoros generalistas que compiten por los mismos recursos tróficos en sus áreas de campeo. De nuevo en Yellowstone se han podido comprobar estos efectos sobre los depredadores menores los llamados mesopredadores, como los coyotes; éstos han visto reducidos sus efectivos hasta en un 50 por ciento desde la reintroducción de los lobos. Como consecuencia, se ha producido un incremento en las poblaciones de algunos ungulados silvestres, como los berrendos Antilocapra americana, que han aumentado las tasas de supervivencia de sus crías, según ha comprobado otro grupo de investigadores Clark y colaboradores 1999).
Otra importante ventaja de esta especie clave es que su depredación genera también un aumento de recursos alimenticios para otras muchas especies animales. En el bosque de Bialowieza (Polonia), un total de 25 especies de mamíferos y aves se benefician de las carroñas de los lobos. El aumento de carroñas de ungulados disponibles durante todo el año, ha generado efectos positivos sobre determinadas especies amenazadas de Yellowstone, como los osos pardos. Pero este aspecto no se ve limitado a la macro-fauna: se han descrito más de 400 especies de escarabajos asociados a las carroñas de los herbívoros capturados por los lobos en este parque.
Relaciones entre lobos y presas. El estudio de las interacciones entre predadores y presas es muy complejo. Y podemos encontrar multitud de modelos que explican estas relaciones. Quizá uno de los más simples, pero que mejor nos permite comprender estas conexiones, es el modelo de Lotka-Volterra que simplifica los elementos a dos componentes: las poblaciones de predadores y presas están acopladas y evolucionan de forma conjunta con un ligero desfase temporal. Así, ambos grupos están sometidos a oscilaciones en las que los predadores aumentan cuando existe un alto número de presas; este incremento de la predación provocaría en el tiempo un mayor consumo de presas y, por tanto, una disminución en la abundancia de las mismas. De nuevo el descenso de las presas provocará una disminución de la población de predadores, permitiendo la recuperación de las presas e iniciando de nuevo el ciclo.
El lobo es un carnívoro que ha coevolucionado durante decenas de miles de años con sus presas; se han depurado y definido por un lado unos patrones de depredación del carnívoro y por otro, otras tantas estrategias anti-depredatorias. Pero es importante aclarar que el lobo no es un especialista en la captura de herbívoros, más bien se podría afirmar que tiene una baja tasa de capturas exitosas. Aunque depende de muchas circunstancias, el éxito en la caza puede variar entre el 1 y el 56 por ciento de los intentos, según se recoge de 16 estudios realizados en Norteamérica. En el Parque Nacional de Isla Real (Michigan), con una proporción de treinta alces por cada lobo, se observó como una manada que interaccionó con 131 alces capturó tan solo 6 individuos y todos los alces que hicieron frente a los depredadores se libraron de ser depredados. En nuestras latitudes se ha comprobado que al menos fracasan siete de cada ocho ataques del lobo sobre los corzos (Markina 2005).
El lobo como regulador sanitario. El lobo es un especialista en conseguir el máximo rendimiento energético con el mínimo coste de captura. Su depredación, dirigida con intensidad a las presas con peor condición física bien adquirida por factores ambientales adversos o implícita genéticamente, realiza un efecto sanitario en poblaciones de herbívoros, manteniendo poblaciones sanas y vigorosas. El primer estudio sobre las relaciones entre el lobo y sus presas fue desarrollado por Adolph Murie en el ahora P.N. de Denali (Alaska) y publicado en 1944 en Los lobos del Monte McKinley. Uno de los postulados de este trabajo es que el lobo intensifica la predación sobre los herbívoros de peor condición física. En otro trabajo más completo realizado por D. Mech y colaboradores entre 1986 y 1994 y publicado en Los lobos de Denali, se ofrecen interesantes conclusiones sobre los patrones de selección de las presas. Tras examinar con minuciosidad numerosos restos de alces cazados por el lobo, se pudo concluir que más de un tercio presentaban necrosis mandibular y al menos otro tercio manifestaba procesos de artritis. Estas anormalidades esqueléticas predisponen a los individuos a ser depredados, por estar en desventaja con respecto a los congéneres en plenitud de facultades. Otros tantos trabajos desarrollados en Norteamérica han definido algunas condiciones que hacen a las presas más vulnerables a la depredación del lobo: animales parasitados por quistes hidatídicos, tenias o garrapatas, con composición sanguínea anormal, heridos, accidentados, seniles, malnutridos, etcétera. En Isla Real se ha observado que los lobos muestran una preferencia por las presas mayores de 9 años disminuidos en sus facultades y las crías, especialmente las de partos dobles (Vucetich y Peterson 2004). (...)
Fuente: http://www.trofeocaza.com/noticia.asp?ref=1703
El manzano nunca pregunta al haya cómo ha de crecer; ni el león al caballo cómo ha de atrapar su presa. (W. Blake)

