06-16-2007, 05:24 AM
Y, esto es un resumen de APROXIMACIÓN AL TEMA DE LA VIRGO BELLATRIX EN LOS LIBROS DE CABALLERÍAS ESPAÑOLES, por María Carmen MARIN PINA (Universidad de Zaragoza).
El texto completo aquí:http://cvc.cervantes.es/obref/criticon/PDF/045/045_083.pdf
El tema de la virgo bellatrix ocupa un lugar importante en los libros de caballerías españoles del siglo XVI y cada vez son más los autores caballerescos que lo recogen en sus páginas. Aparece en dos variantes, la de la amazona y la de la doncella guerrera, prototipos que acaban mezclándose.
Antes de su aparición en la narrativa caballeresca española, el tema de la doncella guerrera encerraba una larga tradición, como han destacado los estudios dedicados a su presencia en romances y obras teatrales en los siglos XVI y XVII, donde su figura fue extraordinariamente fecunda. Fijar los antecedentes del tema es, sin embargo, tarea ardua y harto difícil tal y como ya advirtió Ashcom, pues existe tal multiplicidad de prototipos, de arquetipos temáticos, que hay que pensar en un proceso de poligénesis antes que en una fuente única.
Aunque los ecos de la leyenda amazónica se escuchan desde antaño, es en el siglo XII cuando la literatura francesa incorpora plenamente el mito amazónico, tema que recibe un tratamiento plenamente cortés que pasa por la humanización del mito. Los autores descargan al tipo de algunas de las costumbres que tradicionalmente lo han caracterizado (por ejemplo, el matrimonio de visita, la selección de sus descendientes en virtud del sexo, la cauterización del seno derecho para manejar el arco con mayor facilidad, etc.) y acentúan su feminidad.
Su espíritu varonil y sus inclinaciones guerreras no están reñidas con sus atributos femeninos, se pone igualmente en duda su tradicional invulnerabilidad ante el amor . Esta voluntad de afirmar la feminidad de las amazonas, de destacar sus belleza y su predisposición amorosa conduce, en opinión de Aimé Petit, a una modificación del viejo mito y a la constitución de un tipo femenino ejemplar y original, "el de la mujer caballero, que reúne heroicidad, belleza, virginidad y castidad.
Cualidades similares caracterizan a las amazonas que pueblan los textos españoles desde el siglo XIII. Talestris, Antíope, Oriçia, Manalipe, Hipólita o Pentiselea son algunas de las mujeres que al frente de un ejército femenino darán también vida en las letras medievales españolas al viejo mito amazónico. Su creciente popularidad la confirman no sólo la inclusión de algunas de ellas en los repertorios de ilustres y virtuosas mujeres, sino también las composiciones poéticas en ellas inspiradas.
El autor de los cinco primeros libros amadisianos es el primero en introducir el mito amazónico a través de Calafia, reina de la isla de California, topónimo con el que afios más tarde los conquistadores nombrarían la tierra descubierta. Calafia es la reina de las amazonas negras, mujeres de "valientes cuerpos, y esforçados y ardientes coraçones, y de grandes fuerças". Enterada del movimiento de tropas paganas contra los cristianos y "desseosa en su pensamiento de acabar grandes cosas, valiente en esfuerço y ardid del su brauo coracón", conmina a sus súbditas a participar en la guerra. Un deseo de fama mundana genuinamente caballeresco anima a esta hermosa mujer a movilizar todo su ejército femenino y a luchar contra los cristianos. Su destreza en el mundo de las armas queda de manifiesto en el combate individual librado con Norandel, y fundamentalmente en la batalla personal con el héroe, con Amadís, solicitada por carta de batalla, según exigían los cánones caballerescos. Sus armas no acaban, sin embargo, con el experimentado Amadís y sus fuerzas se doblegan ante la hermosura de Esplandián.
Si su comportamiento en el campo de batalla nada envidia al de cualquier otro caballero, sus sentimientos amorosos tampoco van a la zaga de los de cualquier otra heroína. Y es que Calafia conjuga en su persona cualidades propias de mujer y otras reservadas hasta entonces al mundo masculino. Sin renunciar ni ocultar nunca su condición femenina, Calafia pelea en el campo de batalla como cualquier otro caballero, porque su deseo de fama personal, sus inquietudes, su valentía y su destreza con la espada son idénticos aunque ella sea una mujer. Estas cualidades, ajenas por completo a las presentadas por la tradicional heroína artúrica, dotan a la amazona caballeresca de una autonomía dentro del relato de la que no había disfrutado hasta entonces la mujer en los libros de caballerías.
El mito se encuentra ya perfectamente adaptado a los esquemas propiamente corteses y no resulta por ello extraño que la joven amazona [Pantasilea] reciba la orden de caballería de manos de Amadís y, ante él, jure "defender a todos aquellos que vuestra ayuda ovieren menester, especialmente a dueñas y donzellas " o que ella misma la otorgue posteriormente a don Silves de la Selva, su futuro marido.
La otra variante es la doncella que por diversos motivos viste el hábito de caballero y practica normal o accidentalmente la caballería. Las cualidades masculinas connaturales a las amazonas resultan accidentales y pasajeras en muchas de estas doncellas guerreras que, a diferencia de aquellas, ocultan su propio sexo bajo el embozo del disfraz.
Gradafilea, hija de Grifilante, rey de la ínsula Giganteida, aun a sabiendas de los amores de Lisuarte con Onolaria, profesa desde el séptimo libro amadisiano hacia este rey un amor imposible; un amor resignado que le llevará, en este caso, a tomar las armas y a luchar al lado de su enamorado Lisuarte. En el capítulo XVII de la segunda parte de este noveno libro, se cuenta que "llegó a la puerta del campo un cavallero tan grande que poco para jayán le faltava, armado de unas armas todas bermejas" , dispuesto a hacer la batalla por Lisuarte. Como se descubrirá después de la misma, el caballero resulta ser Gradafilea que, al ver que su enamorado no tenía valedor, "con el atrevimiento y verdadero amor qu'ella tenía, // viéndose en sus fuerças y grandeza, se armó de las armas de Lisuarte" . Comparada su actuación con la de las grandes mujeres de la antigüedad, el rey alaba su intervención y la considera "la mayor hazaña que visto oviesse". A partir de este momento, Gradafilea se convierte en un fiel escudero de Lisuarte que sólo tomará las armas nuevamente por su señor. Gradafilea es una doncella guerrera por necesidad y no por naturaleza o educación.
El tema de la doncella guerrera aparece ampliamente desarrollado por doña Beatriz Bernai en su Cristalián de España (Valladolid, 1545) a través de la historia de Minerva, una hermosa doncella dedicada a la vida caballeresca como adelanta ya su nombre, que va cobrando cada vez más importancia a lo largo de la obra. Minerva puede considerarse una doncella guerrera por naturaleza, pues como ella misma confiesa a Cristalián en su primer encuentro : "Los dioses repartieron en mí tanta parte de buena ventura, que hasta hoy no he hallado caballero que contra mí mucho en batalla pudiese durar". Vencida en el combate, Minerva se convierte en servidora de Cristalián y Penamundi, "protagoniza una de las incidencias más dramáticas y mejor escritas de todo el libro, se destaca en la defensa de los imperios cristianos y, cuando por fin se adhiere a la fe cristiana, y se casa con el Rey de Pasamur, es quizás el personaje más completo de toda la obra". Su progresivo afianzamiento dentro del relato se confirma en la historia amorosa que mantiene involuntariamente a dos bandas con la doncella Duante y con su hermano el Duque de Fonteguerra (la primera enamorada de ella creyéndola caballero y el segundo considerándola doncella pese a su varonil figura). La belleza del Caballero de las Coronas, nombre con el que Minerva oculta su verdadera identidad como cualquier otro caballero que desea encubrirse, despierta el amor de Duante y las sospechas del Duque de Fonteguerra, que duda de la existencia de un caballero tan hermoso. Mientras éste se ocupa de descubrir más indicios que aclaren su confuso sexo, Duante confiesa a Minerva su amor y ésta se otorga como su caballero antes de descubrir el engaño. La historia amorosa de las dos mujeres, se complica a lo largo de los capítulos XCVI - CVI con las intenciones del Duque de descubrir el enigma del Caballero de las Coronas. Una serie de comprobaciones y pruebas, similares por otro lado a las practicadas por el príncipe del romance de la doncella guerrera, aclaran definitivamente su condición femenina y autorizan su amor.
El disfraz es el salvoconducto por el que estas mujeres, que en principio no son amazonas ni proceden de ninguna tribu pagana, sino que pertenecen al ámbito propiamente cortés, pueden moverse sin dificultad por un mundo masculino que originariamente les es ajeno por naturaleza y educación. El trasvestismo femenino supone en este sentido, por tanto, una ruptura con la condición de reclusión que sufre la mujer en el sistema de linajes agnáticos imperantes en la Europa occidental desde el siglo XIII y que la literatura artúrica en buena medida reflejó. El hábito de caballero, además de ocultar y a la vez reforzar su arriesgado atrevimiento, otorga a estas doncellas ante todo movilidad, cualidad de la que hasta ahora habían carecido. Gracias a esta libertad de movimiento adquieren mayor protagonismo y pueden franquear sin ser conocidas los muros de palacio y andar seguras por montañas y florestas, cosa que no conseguirían como simples "doncellas andantes". El disfraz de caballero les abre narrativamente un espacio que hasta el momento les había estado vedado en la literatura caballeresca y las pone en contacto directo con la aventura.
Como en otras ocasiones, también en ésta el disfraz posee, en la mayoría de los casos, una motivación afectiva y forma parte del sistema de representación de la locura amorosa. El disfraz resulta entonces una indecorosa transgresión de las normas y de los códigos morales por parte del que lo porta, que en ocasiones incluso se rebaja en su condición para alcanzar su amor. Este trasvestismo, inicialmente masculino, alcanza igualmente a las mujeres, que por amor no renuncian tampoco a tomar el hábito de peregrino, como Ricarda en el Primaleón, o el de caballero para reunirse con su enamorado. Es éste el segundo proceso de transexualización que sufre la mujer después del que había conocido en toda la teoría del amor cortés, en la que, al menos teóricamente, se había convertido en el señor de las vasalláticas relaciones amorosas. Los mismos esquemas corteses se invierten y son ahora las damas las que en hábito de caballero desempeñan la parte activa de las relaciones.
De este grupo de doncellas guerreras que por amor toman las armas como la Bradamante ariosteca o la Clorinda de Tasso, queda inicialmente excluida Minerva, el personaje creado por la autora vallisoletana. Por naturaleza y no por necesidad, Minerva manifiesta una especial inclinación por el mundo de las armas que la lleva a abandonar su reposada vida femenina y a ejercitar la caballería. Si sus atributos (hermosura, valentía y sabiduría) y espíritu son propios de una amazona, su fisonomía y comportamiento es el típico de una doncella guerrera.
El texto completo aquí:http://cvc.cervantes.es/obref/criticon/PDF/045/045_083.pdf
El tema de la virgo bellatrix ocupa un lugar importante en los libros de caballerías españoles del siglo XVI y cada vez son más los autores caballerescos que lo recogen en sus páginas. Aparece en dos variantes, la de la amazona y la de la doncella guerrera, prototipos que acaban mezclándose.
Antes de su aparición en la narrativa caballeresca española, el tema de la doncella guerrera encerraba una larga tradición, como han destacado los estudios dedicados a su presencia en romances y obras teatrales en los siglos XVI y XVII, donde su figura fue extraordinariamente fecunda. Fijar los antecedentes del tema es, sin embargo, tarea ardua y harto difícil tal y como ya advirtió Ashcom, pues existe tal multiplicidad de prototipos, de arquetipos temáticos, que hay que pensar en un proceso de poligénesis antes que en una fuente única.
Aunque los ecos de la leyenda amazónica se escuchan desde antaño, es en el siglo XII cuando la literatura francesa incorpora plenamente el mito amazónico, tema que recibe un tratamiento plenamente cortés que pasa por la humanización del mito. Los autores descargan al tipo de algunas de las costumbres que tradicionalmente lo han caracterizado (por ejemplo, el matrimonio de visita, la selección de sus descendientes en virtud del sexo, la cauterización del seno derecho para manejar el arco con mayor facilidad, etc.) y acentúan su feminidad.
Su espíritu varonil y sus inclinaciones guerreras no están reñidas con sus atributos femeninos, se pone igualmente en duda su tradicional invulnerabilidad ante el amor . Esta voluntad de afirmar la feminidad de las amazonas, de destacar sus belleza y su predisposición amorosa conduce, en opinión de Aimé Petit, a una modificación del viejo mito y a la constitución de un tipo femenino ejemplar y original, "el de la mujer caballero, que reúne heroicidad, belleza, virginidad y castidad.
Cualidades similares caracterizan a las amazonas que pueblan los textos españoles desde el siglo XIII. Talestris, Antíope, Oriçia, Manalipe, Hipólita o Pentiselea son algunas de las mujeres que al frente de un ejército femenino darán también vida en las letras medievales españolas al viejo mito amazónico. Su creciente popularidad la confirman no sólo la inclusión de algunas de ellas en los repertorios de ilustres y virtuosas mujeres, sino también las composiciones poéticas en ellas inspiradas.
El autor de los cinco primeros libros amadisianos es el primero en introducir el mito amazónico a través de Calafia, reina de la isla de California, topónimo con el que afios más tarde los conquistadores nombrarían la tierra descubierta. Calafia es la reina de las amazonas negras, mujeres de "valientes cuerpos, y esforçados y ardientes coraçones, y de grandes fuerças". Enterada del movimiento de tropas paganas contra los cristianos y "desseosa en su pensamiento de acabar grandes cosas, valiente en esfuerço y ardid del su brauo coracón", conmina a sus súbditas a participar en la guerra. Un deseo de fama mundana genuinamente caballeresco anima a esta hermosa mujer a movilizar todo su ejército femenino y a luchar contra los cristianos. Su destreza en el mundo de las armas queda de manifiesto en el combate individual librado con Norandel, y fundamentalmente en la batalla personal con el héroe, con Amadís, solicitada por carta de batalla, según exigían los cánones caballerescos. Sus armas no acaban, sin embargo, con el experimentado Amadís y sus fuerzas se doblegan ante la hermosura de Esplandián.
Si su comportamiento en el campo de batalla nada envidia al de cualquier otro caballero, sus sentimientos amorosos tampoco van a la zaga de los de cualquier otra heroína. Y es que Calafia conjuga en su persona cualidades propias de mujer y otras reservadas hasta entonces al mundo masculino. Sin renunciar ni ocultar nunca su condición femenina, Calafia pelea en el campo de batalla como cualquier otro caballero, porque su deseo de fama personal, sus inquietudes, su valentía y su destreza con la espada son idénticos aunque ella sea una mujer. Estas cualidades, ajenas por completo a las presentadas por la tradicional heroína artúrica, dotan a la amazona caballeresca de una autonomía dentro del relato de la que no había disfrutado hasta entonces la mujer en los libros de caballerías.
El mito se encuentra ya perfectamente adaptado a los esquemas propiamente corteses y no resulta por ello extraño que la joven amazona [Pantasilea] reciba la orden de caballería de manos de Amadís y, ante él, jure "defender a todos aquellos que vuestra ayuda ovieren menester, especialmente a dueñas y donzellas " o que ella misma la otorgue posteriormente a don Silves de la Selva, su futuro marido.
La otra variante es la doncella que por diversos motivos viste el hábito de caballero y practica normal o accidentalmente la caballería. Las cualidades masculinas connaturales a las amazonas resultan accidentales y pasajeras en muchas de estas doncellas guerreras que, a diferencia de aquellas, ocultan su propio sexo bajo el embozo del disfraz.
Gradafilea, hija de Grifilante, rey de la ínsula Giganteida, aun a sabiendas de los amores de Lisuarte con Onolaria, profesa desde el séptimo libro amadisiano hacia este rey un amor imposible; un amor resignado que le llevará, en este caso, a tomar las armas y a luchar al lado de su enamorado Lisuarte. En el capítulo XVII de la segunda parte de este noveno libro, se cuenta que "llegó a la puerta del campo un cavallero tan grande que poco para jayán le faltava, armado de unas armas todas bermejas" , dispuesto a hacer la batalla por Lisuarte. Como se descubrirá después de la misma, el caballero resulta ser Gradafilea que, al ver que su enamorado no tenía valedor, "con el atrevimiento y verdadero amor qu'ella tenía, // viéndose en sus fuerças y grandeza, se armó de las armas de Lisuarte" . Comparada su actuación con la de las grandes mujeres de la antigüedad, el rey alaba su intervención y la considera "la mayor hazaña que visto oviesse". A partir de este momento, Gradafilea se convierte en un fiel escudero de Lisuarte que sólo tomará las armas nuevamente por su señor. Gradafilea es una doncella guerrera por necesidad y no por naturaleza o educación.
El tema de la doncella guerrera aparece ampliamente desarrollado por doña Beatriz Bernai en su Cristalián de España (Valladolid, 1545) a través de la historia de Minerva, una hermosa doncella dedicada a la vida caballeresca como adelanta ya su nombre, que va cobrando cada vez más importancia a lo largo de la obra. Minerva puede considerarse una doncella guerrera por naturaleza, pues como ella misma confiesa a Cristalián en su primer encuentro : "Los dioses repartieron en mí tanta parte de buena ventura, que hasta hoy no he hallado caballero que contra mí mucho en batalla pudiese durar". Vencida en el combate, Minerva se convierte en servidora de Cristalián y Penamundi, "protagoniza una de las incidencias más dramáticas y mejor escritas de todo el libro, se destaca en la defensa de los imperios cristianos y, cuando por fin se adhiere a la fe cristiana, y se casa con el Rey de Pasamur, es quizás el personaje más completo de toda la obra". Su progresivo afianzamiento dentro del relato se confirma en la historia amorosa que mantiene involuntariamente a dos bandas con la doncella Duante y con su hermano el Duque de Fonteguerra (la primera enamorada de ella creyéndola caballero y el segundo considerándola doncella pese a su varonil figura). La belleza del Caballero de las Coronas, nombre con el que Minerva oculta su verdadera identidad como cualquier otro caballero que desea encubrirse, despierta el amor de Duante y las sospechas del Duque de Fonteguerra, que duda de la existencia de un caballero tan hermoso. Mientras éste se ocupa de descubrir más indicios que aclaren su confuso sexo, Duante confiesa a Minerva su amor y ésta se otorga como su caballero antes de descubrir el engaño. La historia amorosa de las dos mujeres, se complica a lo largo de los capítulos XCVI - CVI con las intenciones del Duque de descubrir el enigma del Caballero de las Coronas. Una serie de comprobaciones y pruebas, similares por otro lado a las practicadas por el príncipe del romance de la doncella guerrera, aclaran definitivamente su condición femenina y autorizan su amor.
El disfraz es el salvoconducto por el que estas mujeres, que en principio no son amazonas ni proceden de ninguna tribu pagana, sino que pertenecen al ámbito propiamente cortés, pueden moverse sin dificultad por un mundo masculino que originariamente les es ajeno por naturaleza y educación. El trasvestismo femenino supone en este sentido, por tanto, una ruptura con la condición de reclusión que sufre la mujer en el sistema de linajes agnáticos imperantes en la Europa occidental desde el siglo XIII y que la literatura artúrica en buena medida reflejó. El hábito de caballero, además de ocultar y a la vez reforzar su arriesgado atrevimiento, otorga a estas doncellas ante todo movilidad, cualidad de la que hasta ahora habían carecido. Gracias a esta libertad de movimiento adquieren mayor protagonismo y pueden franquear sin ser conocidas los muros de palacio y andar seguras por montañas y florestas, cosa que no conseguirían como simples "doncellas andantes". El disfraz de caballero les abre narrativamente un espacio que hasta el momento les había estado vedado en la literatura caballeresca y las pone en contacto directo con la aventura.
Como en otras ocasiones, también en ésta el disfraz posee, en la mayoría de los casos, una motivación afectiva y forma parte del sistema de representación de la locura amorosa. El disfraz resulta entonces una indecorosa transgresión de las normas y de los códigos morales por parte del que lo porta, que en ocasiones incluso se rebaja en su condición para alcanzar su amor. Este trasvestismo, inicialmente masculino, alcanza igualmente a las mujeres, que por amor no renuncian tampoco a tomar el hábito de peregrino, como Ricarda en el Primaleón, o el de caballero para reunirse con su enamorado. Es éste el segundo proceso de transexualización que sufre la mujer después del que había conocido en toda la teoría del amor cortés, en la que, al menos teóricamente, se había convertido en el señor de las vasalláticas relaciones amorosas. Los mismos esquemas corteses se invierten y son ahora las damas las que en hábito de caballero desempeñan la parte activa de las relaciones.
De este grupo de doncellas guerreras que por amor toman las armas como la Bradamante ariosteca o la Clorinda de Tasso, queda inicialmente excluida Minerva, el personaje creado por la autora vallisoletana. Por naturaleza y no por necesidad, Minerva manifiesta una especial inclinación por el mundo de las armas que la lleva a abandonar su reposada vida femenina y a ejercitar la caballería. Si sus atributos (hermosura, valentía y sabiduría) y espíritu son propios de una amazona, su fisonomía y comportamiento es el típico de una doncella guerrera.
El manzano nunca pregunta al haya cómo ha de crecer; ni el león al caballo cómo ha de atrapar su presa. (W. Blake)

