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Sobre el engaño
#2

Cuando no hay nada detrás de la máscara.


Después de escribir la nota acerca de la empresa dedicada al suministro de coartadas previo pago (...)

Recordé aquellos que no necesitan ninguna empresa que los respalde en su proceder. En todas aquellas personas que diseñan sus propias coartadas, que entregan sus energías a la confección de un plan de evasión que los ayude a fugarse del mundo que ellos mismos han creado, y a regresar después como si nada hubiera sucedido... Aquellos cuyas primeras víctimas son ellos mismos.

En ocasiones decimos de las personas que llevan esta clase de vida, que tarde o temprano se tendrán que mirar en el espejo, y que se romperán de dolor al comprender, y que pagarán el precio que han tratado de eludir, de una sola vez. Y así es.

Pero no es lo peor.

Hay quienes pasan años enredándose en su propia telaraña, anudando el laberinto, para no llega nunca al centro; mientras tallan con los mismos cuchillos con los que hieren a su paso, una o varias máscaras que les sirvan de rostro.
Pues estos no se reflejan en el espejo, como se dice de los vampiros; porque sencillamente, como ellos, carecen de alma y no existe de ellos más que la huella trágica de los crímenes cometidos.

Cualquiera puede convertirse en uno de ellos, por el sencillo proceso de negar compulsivamente la responsabilidad sobre los propios actos y la realidad de los mismos. Negar la conciencia y moldear con pasión y entrega la memoria hasta acondicionarla al momento.

Estas personas empiezan por adornar motivos, falsearlos o inventarlos, no sólo para explicarse a los demás, sino ante todo a sí mismos. Más tarde ya no se trata de motivos, sino de excusas. Al final, niegan que nada haya sucedido o haya hecho. Y llega el momento en el que no hay vuelta atrás; son incapaces de ver por ellos mismos lo que son o lo que hacen más allá de sus necesidades inmediatas.

Tarde o temprano, algún inocente se acerca a ellos y les pregunta por pura necesidad, ¿porqué hicieron esto o aquello? Y ellos responden que no fueron ellos, o que ni siquiera estuvieron allí. Les preguntan porqué hicieron promesas de amor que no pudieron cumplir , y responden “no te conozco”, porqué abandonaron a sus hijos, y responden “los alejaron de mí”; porqué dañaron a sus padres, porque traicionaron a sus hermanos, porqué estafaron a los vecinos, porqué dejaron en la estacada a aquellos que confiaban en ellos ... pero ellos no recuerdan. Ellos no estaban allí. Ellos no han hecho nada malo. No han hecho nada... “Mira mi Máscara, yo soy esto, no lo que dices; porqué me acusas, mira mi Máscara, yo siempre he sido así”.

Y entonces te das cuenta de que lo que algún día vivió tras la máscara está perdido ya por siempre, y no quedan lágrimas por derramar. Entonces están perdidos, como golems abandonados a su suerte. Pueden funcionar, pero no ser. Tal vez incluso no mueran, sólo se acaben. Su vida no es más que los restos de la Vida, un manojo de nervios palpitantes... a los que sólo el corazón negro de la tierra podría conceder otra oportunidad.

Aunque su imagen se desvanezca de los espejos, siempre existirá un Testigo de los actos. No siempre será una persona. La Tierra no olvida; el Cielo no olvida.

Testigo está allí dónde es preciso, sin importar lo secreto o remoto; una entidad inocente que, tocando el punto adecuado, derrumbe toda la arquitectura de pretextos y mentiras.

Y en ocasiones, Testigo es también la vía a la salvación, al reencuentro con el propio ser, a través de la conciencia. Su toque duele; no es agradable, ver de golpe la mierda que hemos sido; todo aquello en lo que pudimos ayudar, y no ayudamos, por egoísmo... todo aquello que pudimos evitar, y no evitamos, por cobardía. Detenerse en cada estación de nuestros errores. Ver las consecuencias de nuestros actos, el daño que hemos podido causar, a menudo, a aquellos que más nos han querido. Sufrir un acceso de empatía y vivir en nuestras carnes las torturas a las que sometimos a otros. Desear morir de culpa, y al mismo tiempo suplicar una oportunidad.

Nos sentiremos enfermar, nos acosaran las pesadillas. Testigo desencadena terribles tormentas en nosotros, despertando la conciencia por largo tiempo dormida, que se agita como una bestia enloquecida, liberándose de las cadenas impuestas.

Hay que soportar sus sacudidas o morir en el intento, hasta que aceptemos que no fue nadie más que nosotros quien cometió los actos de los que nos acusa, y asumamos que aquello que ya hemos hecho no tiene vuelta atrás.

Pero, si en algo apreciamos nuestra alma, hay que abrazar a Testigo, nuestra última oportunidad. Ver en el espejo el monstruo negado, ganar el necesario dolor de la conciencia; aceptar la responsabilidad es tomar el poder sobre la propia existencia, y abrazar la posibilidad de cambio real.

El manzano nunca pregunta al haya cómo ha de crecer; ni el león al caballo cómo ha de atrapar su presa. (W. Blake)
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Mensajes en este tema
Sobre el engaño - por Vaelia - 08-24-2006, 10:56 PM
Sobre el engaño - por Vaelia - 08-24-2006, 10:58 PM

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