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dioses y ritos en la antigua España
#1

De: BrinanSaiwala  (Mensaje original) Enviado: 05/01/2005 15:37
un trabajo realizado por Jose Carlos Fernandez
DIOSES Y RITOS EN LA ANTIGUA ESPAÃ?A
Entre los griegos existía la creencia de que el mítico Hércules había tenido dos hijos llamados Celtus e Iber, de quienes descendían los iberos y los celtas. Este es un modo muy peculiar de expresar que:

1- Los celtas e iberos poblaron España. Tras cruentas y largas guerras llegaron a una convivencia pacífica.

2-Para los clásicos Heracles era el dios y señor de España.

No le debe resultar extraño al lector afirmación tal. Ya Hegel explicaba en sus cátedras, que así como existe un Espíritu o Idea que anima e impulsa a los seres humanos, existe una Idea Alma que promueve el devenir histórico de las naciones. El lo llamó Volkgheist (literalmente, «espíritu del pueblo»). Sin duda, el alma de España fue conceptuada como «aquello» que podemos asimilar tanto a Hércules como al dios de la guerra, Marte. También fue relacionada con el dios de la muerte, Dis o Plutón, por hallarse en el extremo occidental del mundo, donde muere el Sol.

Ulpiano señala una ley de Octavio Augusto en que nombra guardianes y protectores divinos en siete provincias de su Imperio, y da a Hércules el gobierno de España.

Se dice que el culto de Hércules fue introducido por los fenicios en España. Este Hércules era el nombre romano del dios Saturno o Baal-Melkart, regente del tiempo y las pruebas. Pero los mismos historiadores griegos y romanos hablan de una antigüedad para los iberos bastante mayor de la que ahora establecemos. Y es que hay problemas con la denominación de «iberos». Para algunos clásicos, los más, es un nombre genérico de los moradores de Iberia, la tierra occidental, y los identifican con las colonias que los primitivos atlantes establecieron en la Península. También con los tartésicos o turdetanos, y asimismo con los combatientes que finalmente se amalgamaron con la corriente celta procedente del Norte. A estos añadiremos a los ibero-egipcios, que debieron proceder de una provincia egipcia en el periodo de las primeras Dinastías, época protohistórica que queda reflejada en los autores clásicos que se refieren a Osiris como Rey de España.

Lo cierto es que para los clásicos los iberos fueron los más antiguos pobladores de Iberia y dieron nombre a la Iberia asiática, una de sus colonias en el Cáucaso. Que la Magna Iberia se extendía del Ródano a la desembocadura del Garona y las Columnas de Hércules. Que los Iberos pasaron al norte de África y la colonizaron aun antes de la llegada de los fenicios. Afirman que incluso conquistaron Italia y llegaron hasta Sicilia, donde sus descendientes tomaron el nombre de sículos. El historiador griego Eforo llega a afirmar- exagerando un poco, quizás- que fueron los primeros pobladores de Sicilia. Y que esta misma raíz ibérica es la que dio origen a oscos, etruscos y ausonios, que estuvieron presentes, incluso, en la fundación de Roma. Según estos mismos autores clásicos, los ligures, que encontramos asentados en Italia desde la protohistoria y a los que se atribuye la construcción de dólmenes, menhires y cromlechs, son de Iberia. La prueba es que el carbono 14 da la mayor antigüedad precisamente a los dólmenes y menhires de España y Portugal, 5.000 años a.C.

Poco sabemos de los dioses a que rendían culto los iberos: breves referencias de los clásicos comparándolos con sus propios panteones e inscripciones en caracteres latinos. Dioses como Melkarte, el Heracles fenicio, o Tanit, Venus guerrera, son pervivencias de cultos que se prolongarían hasta la época romana. Los egipcios, extendidos por toda la Península, encontraron gran auge en época romana, especialmente el de Isis. Los hallamos incluso en la etapa ibero-fenicia y quizás sean muy anteriores. Dioses celtas como Cernunno, el Sol- Ciervo, o el culto a las bifaces o dioses Hacha son comunes en toda la Celtiberia, pero no parecen originales iberos. Lo mismo se puede decir de la omnipresente svástica.

Importa destacar el culto a la Esfinge egipcia, representación de la Naturaleza que fija y prueba, y del «terror sagrado» del alma ante el Misterio. Aparece coronada con casco del Alto y del Bajo Egipto. En las representaciones aparece posada sobre las tumbas y parece ser la montura que lleva al difunto al más allá. Sobre el culto a los Grifos, los guerreros iberos se enfrentan a ellos traspasadas las puertas de la muerte. Aparecen grifos también para custodiar los recintos sagrados, así como representados entre lotos y tallos que rebrotan, como símbolo de la pureza y el vigor de la primavera.

El grifo guarda en sí el significado del fuego y del sol radiante. Es el águila en el cielo y el león en la tierra. Quizás en una clave psicológica represente la Voluntad o Yo- Destino del Guerrero, el que lleva a la realización de las pruebas. Es el protector y el guía, pero también el implacable juez que prueba.

Encontramos lotos que se abren y se cierran, como el latido de la vida, o como la encarnación y reencarnación del alma.

También aparecen leones a la manera hitita, flanqueando, como guardianes de piedra y fuego, los ángulos de los monumentos funerarios, como el de Pozo Moro en Albacete. O leones sobre palmetas, mirando hacia atrás (apotropaicos), deteniendo al que ose profanar el santuario.

Cuando los romanos llegaron a Hispania, el otrora Imperio Ibérico yacía desgarrado por luchas internas. Tribus contra tribus, hombres contra hombres, sin reyes poderosos que dieran firmeza y estabilidad a esta confederación de pueblos guerreros. Sin embargo, aún persistían los valores propios y su concepción de la vida: el culto al valor, culto a la guerra y a la muerte, un fuerte sentido de la aristocracia y la dignidad. Culto a las armas. Dicen los clásicos que de los Iberos nos vienen los nombres de espada, lanza y anillo, siendo la primera famosa por su buen temple. Para probarla se la ponían sobre la cabeza y sujetaban los extremos con ambas manos, encorvándola hasta que llegase a los hombros. Los romanos la adoptaron con el nombre de gladius hispaniensis aunque perdiesen la vinculación mágica que la unía a su dueño. Los guerreros iberos preferían la muerte a tener que entregar sus armas: Falcata y soliferrum eran incinerados junto con el difunto, para que pudiese seguir usándolas aún más allá de la vida. El significado de «Falcata» es el de «compañera» o «bienamada». Se han encontrado falcatas con inscripciones y grabados mágicos en plata. Una de ellas procede de Almedinilla (Córdoba), con un Ave en fibras de plata grabado en la punta. Muestra líneas curvas, eses, líneas quebradas y pequeños triángulos estampados. Es notable también la que se halla en el Museo de Prehistoria de Valencia doblada -quizás por tratarse de una ofrenda funeraria- y con una inscripción en ibérico. líneas onduladas, hiedras y corazones entrelazados y series de triángulos graban sobre su frío hierro ideas milenarias y profundas.

También aparece en aras y monumentos funerarios el jabalí, motivo que encontramos perpetuado hasta la Edad Media, por ejemplo en la sepultura de Andrade en la Iglesia de san Juan en Betanzos, el doble jabalí de Pozo Moro, la caza del jabalí en carros votivos y hasta representado en una cacería sobre la hoja de una falcata, símbolo quizás de la actividad ininterrumpida del alma que permite atravesar, sin daño, los umbrales de la muerte.

El culto al toro, símbolo de vigor, de energía vital y telúrica, es una reminiscencia atlante que hermana la Iberia legendaria con los reyes minoicos en Creta. Dice Plutarco que los romanos heredaron de los iberos el culto a neptuno, y es que a este dios del mar y de los movimientos de tierra se le veneraba en la Atlántida, como nos refiere Platón, con sacrificios de toros. Aún sobrevive en el folklore popular la memoria de viejos ritos y fiestas varias en relación con el toro, como el toreo caballeresco o el toro nupcial. Y es que cuando los escritores clásicos relacionan el trazado de España con la piel de toro, se refirieron tanto a las tierras como al alma. Desde los Toros de Guisando en Soria que miran ponerse el Sol en la montaña occidental, y con el antiquísimo símbolo del rayo sobre las aguas grabado en la piedra de su lomo izquierdo, hasta el toro de Azaila en Teruel, toro de bronce con flor abierta en su frente o las máscaras de toro en rituales de la Edad de Bronce o en las pinturas rupestres de Despeñaperros, o en las monumentales cabezas de toro de Castix (Baleares) en el interior de un templo rectangular, o los cuernos de bronce y de hierro en cuevas de Menorca y en poblados talayóticos. También se rinde culto al toro en lo alto de pilares-estela, como el de Monforte, de clara influencia egipcia por su cornisa de media caña y esquemas de falsas puertas. Toros con cabezas humanas, esculpidos en piedra o grabados en monedas, imagen de los primitivos reyes tartésicos y que originaron el mito de los arsentauros (Hombres-toro) que se convirtió finalmente en los Centauros.

El ardor guerrero y el culto a la Noche se dibujan en la presencia del lobo. Es el perfecto símbolo del guerrero y del guía en el más allá. Los iberos lo esculpen en el escudo o en el peto, para que el enemigo vea el verdadero rostro de quien les ataca. Es el «carnassier», la suma de fuerzas instintivas en la naturaleza que el audaz debe dominar, como en la vasija ibérica de «el joven y el lobo» de la Alcudia: el joven sujeta a un lobo descomunal por la lengua, y mientras la fiera se debate, le mira cara a cara: rosas sobre el joven, eses bordeando toda la vasija y espirales con brotes dicen de la tensión y belleza de este acto, posible representación de un rito iniciático.

También sobrecoge el lobo de «El Pajarillo», con orejas gachas y en el estado de vigilancia que precede al ataque. Estilizado y guardián, a la manera del Anubis egipcio. Para los estudiosos del simbolismo ibero el «carnassier»es «la divinización que expresa un principio masculino, invocado en el ajuar funerario»

También se representa a este dios aureolado por dientes de lobo, o en el collar espejo de una de las Damas Oferentes del cerro de los Santos. La piel de lobo debe ser el mayor distintivo del guerrero ibero: así aparece en la tapa del sarcófago ibero en Jaén, una imagen en piedra de una piel de lobo.

Con la eficacia y valor de los lobos se comportaban los iberos en la guerra. Como los lobos sirven a un jefe que ha demostrado su fuerza; servían los iberos a quien hubiese destacado en fuerza y valor. Los más destacados entre los guerreros se juramentaban a servirle en la vida y en la muerte, a cabalgar con él en las rutas visibles y en las ocultas en un sacrificio permanente de sí mismos, pero también en una fiesta del espíritu. Se convertían en solidurios, fraternidad místico-guerrera, unidos por juramentos ante los dioses infernales. La palabra en la que derivó solidaridad es una sombra del elevado concepto de entrega y dación de estos guerreros hermanos de la muerte. No es difícil ver sus rostros impávidos ante ella en el conjunto de las figuritas votivas de Despeñaperros, pero esto merece un estudio más detenido y profundo.


De las inscripciones y citas de los clásicos nos encontramos con:
ADA-EGINA, ATTACINA, ATAECINA: diosa de la Noche y de la «Luna que mata». Porta una rama de ciprés y aparece rodeada de cabras. diosa infernal es, como la Proserpina griega, señora de la Muerte.

ENDOVELICO: Entre los Lusitanos, dios de la Medicina. Cura a sus pacientes a través de sueños y oráculos en los templos- sanatorios donde se le rinde culto. Su nombre ha sido traducido como el NEGRO-NEGRO, dado su carácter infernal o como el MUY- BUENO. Se le representa por el jabalí, la paloma y la corona de laurel. También con una rama de pino y flanqueada por genios alados, uno de ellos con antorcha.

ANDERA: La diosa Hera, la Señora o Regente de la Tierra.

NETON: Que celebraban los iberos pronunciando grandes juramentos. Dice Estrabón que aparece como un Marte con rayos. El mismo nombre significa «lo que no tiene partes», «lo que es puro, perfecto», «lo que no se corrompe». En celta, «neto» significa «guerrero»

NOCTILUCA: diosa de la Luna o de la Luz Nocturna. Quizás la Divinidad Innominada a la que los celtíberos rendían culto en las noches de luna llena, con danzas que se prolongaban hasta el amanecer.  



De: Áuryn- Enviado: 06/01/2005 0:16
Apasionante... ¿tienes algo más al respecto?




De: BrinanSaiwala Enviado: 06/01/2005 21:32
Las últimas noticias sobre estos temas que me han llegado es que han descubierto en la localidad barcelonesa de Canovellas (Vallés oriental) se ha descubierto lo que probablemente sea la estatua votiva más antigua de España.Las recientes excavaciones realizadas,en concreto en la zona conocida como Ca L´Estrada,han dejado al descubierto una pieza única en Cataluña,y muy posiblemente en toda la península Ibérica.Se trata de una estatua antropomorfa,parecida a un menhir,cuya datación podría remontarse al IV milenio antes de nuestra era,y podría estar relacionada con un ancestral culto ritual a las aguas o alguna fuente(no confirmo nada porque no tengo demasiados datos,quizá alguien que resida por la zona sabría algo?)
La estatua fue esculpida en un enorme trozo de gres rojo del período triásico,probablemente original del cercano pueblo de Figaró.Se le ha asegurado la figuración de la cabeza,el torso,que está decorado con algunos pliegues y un brazo con sus correspondientes manos y dedos para evitar que se deteriore.En la parte superior de la estatua se puede apreciar lo que podría ser un cetro o corona,que podría ser la clave que ayude a identificar al personaje representado en la misma,aunque no descartan que sea una deidad prehistórica(lo cual da una idea de la importancia del descubrimiento)aún no se barajan nombres.En la península Ibérica se han encontrado algunas estatuas similares,aunque mucho más modernas,localizadas en Andalucía,Extremadura y Portugal.

La segunda noticia de interés que me ha llegado  es sobre el culto guanche a Canopo y Sirio.Las dos estrellas más brillantes del firmamento podrían haber ocupado un lugar privilegiado en la religiosidad guanche,según un estudio realizado por José Barrios García,matemático y doctor en historia por la universidad de la Laguna.Barrios,que ha profundizado en los hallazgos arqueoastronómicos realizados en la última década en las islas Canarias,asegura que el culto a Canopo se sincretizaría con la virgen negra de la Candelaria,coincidiendo las fases de la estrella con las tres festividades más importantes de Tenerife.Por su parte,Sirio habría jugado el mismo papel pero en la isla de Gran Canaria,donde las matemáticas y la astronomía habrían alcanzado un mayor grado de apogeo y desarrollo.Las investigaciones más recientes han permitido no sólo confirmar la religión astral de los aborígenes recogidas en las crónicas,sino descubrir que conocían perfectamente los ciclos lunares y solares,los eclipses y el movimiento de determinadas estrellas y constelaciones.De todo ello ha quedado constancia en numerosos emplazamientos rituales orientados astronómicamente con gran precisión.
Si me llegan más datos de interés procuraré ampliar la información,pero de momento es lo que tengo.Féarr gealach,féarr sogil


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#2



De: BrinanSaiwala Enviado: 06/01/2005 22:08
Dioses y ritos
Dice Estrabón que para "ciertos autores los galaicos (celtas que se asentaron en
lo que es la actual Galicia) son ateos; más no así los celtíberos y los otros
pueblos que lindan con ellos por el Norte, todos los cuales tienen cierta
divinidad innominada a la que, en las noches de luna llena, las familias rinden
culto danzando, hasta el amanecer, ante las puertas de sus casas". El Dr. Jimeno
Martínez, que es director del Plan Arqueológico de Numancia, nos dice: "Algunas
de estas danzas se han querido ver representadas en las cerámicas de Numancia e,
incluso, Taracena -que fuera director del hoy Museo Numantino- vio en las danzas
de carácter guerrero que se bailan en la zona de San Leonardo, Soria,
reminiscencias de esta costumbre ancestral.
Esta divinidad tradicionalmente identificada con la luna, puede relacionarse,
según Marco y Sopeña, con Dis Pater, dios ctónico o infernal, del que, como dice
César, todos los galos se proclaman descendientes. Por esta razón miden el
tiempo no por días sino por noches, es decir por lunas. La importancia de esta
deidad queda reflejada también en la representación de crecientes lunares en las
cerámicas y otros objetos. Era tan fuerte su influencia -dice el Dr. Jimeno
Martínez- que en alguna ocasión los vacceos (pueblos celtíberos del Duero medio)
detuvieron su ataque contra el romano Lépido al interpretar un eclipse de luna
como signo prohibitorio de tal acción por la divinidad.
Los ciclos de la luna y el sol eran altamente sugerentes de muerte y
resurrección e incluso la idea de que la noche daba luz al día.
El culto al fuego relacionado con el sol, como elemento de purificación, tenía
un lugar destacado. En el solsticio de verano se realizaban fiestas de
purificación con danzas, carreras, luchas y sacrificios fuera de la ciudad. Se
han considerado residuos de estos ancestrales ritos las fiestas del paso del
fuego en San Pedro Manrique, Soria, en la noche de San Juan y los numerosos
festejos en torno al fuego, que coincidiendo con el solsticio de verano siguen
reproduciéndose en esta zona y otras de España.
Los dioses Epona y Lug, que aparecen asimilados al caballo y al toro, ya que las
divinidades y sus cualidades más significativas eran representadas en aquellos
animales que las poseían. Horacio y Silo Itálico destacan la costumbre de los
cántabros (asentados en la cornisa cantábrica del norte de España) de beber
sangre de sus caballos para adquirir sus cualidades, haciendo alusión al
carácter vivificador de la sangre animal; por otro lado, los toros se
representan devorando peces, como mito de fecundación de la tierra.
Epona, Lug o Matres corresponden a las divinidades pancélticas. Epona también es
representado en un relieve procedente de Sigüenza, Guadalajara, montada de lado
sobre un caballo. A las diosas Matres, relacionadas con la idea de la fecundidad
y abundancia, se les dedican dos inscripciones en la provincia de Soria, una en
Ágreda y otra en Yanguas. Conocemos otras representaciones iconográficas de
estos dioses; así Lug aparece en el santuario de Peñalba de Villastar, Teruel,
bien estudiado por Marco, en forma de personaje masculino bifronte con los
brazos en cruz y la frente provista de cuernos o con la corona de hojas (similar
a varias representaciones centroeuropeas).
La dedicación a los Lugoves, que figura en una lápida de Uxama (Osma), mostraría
una manifestación del dios Lug, relacionada con la habilidad manual, lo que
queda demostrado al ser el Colegio Sutorum (colegio de zapateros) el que dedica
el ara.
Otros dioses son conocidos a través de la epigrafía latina o celtibérica y por
referencias iconográficas, a veces discutibles, como la representación, según
Blázquez, en perspectiva cenital, sobre un fragmento de cerámica numantina, de
un supuesto dios Cernunnos.
Otras representaciones iconográficas se han relacionado con Sucellus, divinidad
infernal y funeraria, a la que se asocian algunas cabezas humanas con piel de
lobo (animal asimilado a este dios), de las cerámicas de Numancia, o el hombre
revestido con piel de lobo de la estela cántabra de Zurita, que aparece junto a
un caballo y debajo de ellos una escena ritual de exposición de cadáveres en la
que un guerrero muerto es devorado por un buitre, en sintonía con lo que relatan
las fuentes, cuando indican que los nertobrigenses envían a Marcelo un heraldo
vestido con piel de lobo y que diferentes autores han relacionado con cofradías,
al decir de Almagro y Álvarez, serían los baños iniciáticos de purificación que
tendrían lugar en las saunas (vinculadas al significado ritual del agua),
halladas en los castros del Noroeste, conocidos por los gallegos como pedras
fermosas, o la denominada fragua de Ulaca, Ávila. 
Los celtíberos no encerraban a sus dioses en recintos construidos, ya que como
dice Tácito en relación a los germanos "creen que no es posible encerrar a los
dioses dentro de unas paredes ni que se les pueda representar con aspecto
humano, dada la grandeza de las cosas celestes". Desarrollaban sus cultos al
aire libre; así, el vocablo céltico que designa por antonomasia al santuario es
nemeton, en donde se produce la comunicación entre dioses y hombres, que
presenta modalidades diversas, ya que puede ser un claro en el bosque, la cima
de una montaña o un lugar elevado (Peñalba de Villastar, Panoias y Ulaca), las
fuentes, los ríos o una cueva.
En el santuario de Peñalba de Villastar, Teruel, existen inscripciones rupestres
de tipo votivo, que muestran onomástica céltica, ibérica o romana, lo que se
explica por ser un santuario de frontera, al que acudirían peregrinos tanto
ibéricos como celtíberos, así como de lugares distantes. En Calatayud, Zaragoza,
(antigua Bilbilis de los celtíberos), se habla del "sagrado encinar de Burado"
(se ha relacionado con Beratón), que aún recibía veneración en el siglo I; o del
Mons Caius (sagrada montaña conocida hoy como El Moncayo). También se conocen en
la Celtiberia santuarios en cueva, como La Griega, en la provincia de Segovia,
con un amplio numero de inscripciones, una dedicada a la diosa Nemedus Augustus
y, posiblemente, la cueva de San García, en Santo Domingo de Silos, con
inscripciones también indígenas.
Diversas fuentes hablan, de una manera poco clara, de sacrificios humanos, que
se han vinculado, a veces, a rituales de fundación de ciudades, aunque sobre
bases poco claras. No obstante, Estrabón menciona las hecatombes de hombres y
caballos a una deidad asimilada al Ares griego.
En la Península Ibérica existen evidencias sobre el ritual de las cabezas
cortadas de los vencidos que colgaban de sus caballos y exhibían como trofeos en
sus casas.
Algunos autores, como Taracena y Maluquer, consideran este rito céltico
relacionado con los sacrificios humanos, pero parece más adecuado interpretar
este ritual con un contenido apotopraico, pues se trata de una costumbre
guerrera relacionada con la creencia céltica de que en la cabeza reside el alma
humana; de ahí la importancia simbólica de este elemento, que puede en ocasiones
representar a la misma divinidad. A esto puede responder en gran parte la
omnipresencia de la cabeza en las diferentes manifestaciones artísticas en el
mundo celta (representación de máscaras y cabezas en relieve o pintadas de
Numancia y Uxama).
Otro rito a destacar es la amputación de manos, que aunque no está directamente
documentada entre los celtíberos (se documenta en las estelas del Palau de
Alcañiz y en el monumento de Binéfar, en el ámbito ibérico del valle del Ebro),
sí se alude indirectamente en alguno de los episodios del enfrentamiento entre
romanos y numantinos; así, cuando aquellos les piden a los de Numancia que
entreguen las armas, estos lo consideran como si les ordenasen cortarse las
manos.
Sacerdotes o druidas
No se conocen textos sobre la Celtiberia que hablen de sacerdotes o colegios
sacerdotales, como los referidos por César para la Galia y Britania. Pero si
debió existir un sacerdocio organizado y este sacerdocio tendría las
características del druídico.
Los textos antiguos nos transmiten algunos acontecimientos que pueden
interpretarse en este sentido -asegura el Dr. Jimeno Martínez-; así, el episodio
narrado en los textos antiguos sobre Olíndicos, al que se le cita como viros
veranos, que vaticina (misión de los druidas) la derrota de los romanos al
recibir una lanza del cielo. Por otro lado, la representación iconográfica de un
vaso de Arcobriga, en donde aparece un hombre con un árbol en la cabeza, permite
deducir su naturaleza sacerdotal, por la conocida relación que existe entre el
druida y el árbol. También la interpretación de algunos textos celtíberos, como
la cara B del Bronce de Botorrita, permite deducir de algunos tratamientos
(bintis) aplicados a diferentes personas, que se trata de druidas o sacerdotes
vinculados a diferentes funciones jurídicas o institucionales.
                      un trabajo de  Fernando Arroyo
            (Publicado en Anales 2000 del Instituto Campomanes de Estudios
            Medievales)



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