Haz lo que debes hacer
Inicio | Buscar | Quienes Somos | Reglas | Reuniones | Contacto | Aviso Privacidad | Usuarios
Editorial | La Realidad | Las AC | Sobre Proceso | Cambios al 2025


Encontrando al Otro. Hacia una Antropología de los animales.
#1

[color=#FFA500]Fuente: Cap. 7 de Noske, Barbara. Beyond Boundaries. Humans and Animals. Black Rose Books, Montréal, (1989) 1997, pp. 161-174. Trad. Ana Cristina Ramírez Barreto (anacrb@zeus.umich.mx).
Publicado con permiso de Black Rose Books. En Anima Naturalis. http://www.animanaturalis.org/modules.php?..._632&page=1
Se permite la reproducción de los contenidos siempre y cuando se cite la fuente incluyendo un enlace al sitio web de AnimaNaturalis


Encontrando al Otro. Hacia una Antropología de los animales 1/4


En uno de su viajes solitarios a través de lo que entonces era el inhóspito Sahara español, a principios de los años 60, Jean-Claude Armen (alias Auger) se encontró con un niño viviendo entre una manada de gacelas.

Los niños ferinos o niños lobo (clasificados por Linneo como Homo ferus) siempre han estado rodeados de una considerable controversia. Muchas personas se niegan a creer e incluso les horroriza pensar que los animales puedan adoptar niños y, lo que es peor, enseñarles a actuar (y pensar) como ellos. Encuentran difícil de digerir la idea de que los animales construyen culturalmente su propio mundo ¡no digamos la de que los animales puedan activamente marcar [imprint] a los humanos con su cultura! La mayoría de los niños hallados entre animales efectivamente desplegaban marcadas características animales: frecuentemente caminaban a cuatro patas, usaban signos comunicativos de animales, exhibían un comportamiento animal y no tenían lenguaje verbal.

Por ejemplo, se reportó que Amala y Kamala, dos niñas encontradas juntas en un cubil de lobo en la India en los años 20, huían a cuatro patas ante cualquier ser humano[1], y que tenían gruesas callosidades en sus codos, rodillas y en las eminencias tenares e hipotenares de sus manos, así como coyunturas inusualmente fuertes y gruesas en las muñecas, codos y rodillas.[2] Las niñas tenían un poderoso sentido auditivo y un agudo sentido del olfato.[3] Estaban particularmente alertas por la noche; después de medianoche nunca dormían, y permanecían en constante movimiento. El menor ruido llamaba su atención.[4] Emitían gruñidos, ladridos, gemidos y chirridos y aullaban para hacer contacto con sus antiguos compañeros, los lobeznos que habían sido capturados con ellas en el cubil.[5] Las niñas tenían apetito por la carne cruda y la carroña. Su captor, el Reverendo Singh, quedó atónito al descubrir que una de las niñas ahuyentó del cadáver de una vaca a unos buitres de una manera bien practicada y realizada, a pesar de que los buitres eran mucho más grandes que ella.[6]

Otros niños adoptados por animales también desarrollaron un comportamiento animal. Muchos podían olfatear y oír mejor que cualquier humano, y aparentar insensibilidad a los cambios de temperatura.[7] Todos los niños lobo olfatearon su comida y se olfatearon entre sí como lo hacen los perros.[8] Incluso después de haber sido capturados y reintroducidos en la sociedad humana, muchos de los niños ferinos continuaron mostrando al menos algún comportamiento de tipo animal y casi ninguno de ellos aprendió a hablar apropiadamente.[9]

Esto ha fomentado la creencia, incluso en alguien como Lévi-Strauss, de que por principio estos niños deben haber sido retardados mentales.[10] Se pensaba que por ser anormales o retrasados habían sido abandonados deliberadamente por sus padres humanos originales y que entonces un animal los había adoptado. Otros creen que estos niños eran normales al principio pero que quedaron frenados en su desarrollo a consecuencia del tiempo pasado entre animales.

Al examinar la literatura acerca de los niños ferinos, una queda pasmada por el patente tono de antropocentrismo (un humanocentrismo apuntalado por una noción preconcebida de humanidad). En primer lugar, los niños criados por animales frecuentemente son amontonados de manera descuidada con otros niños criados en completo aislamiento social y con niños criados en confinamiento severo. Los tres tipos se conocen con el nombre de niños-lobo o ferinos y caen bajo el encabezado de "privación social" o "frustración afectiva".[11] Lo que está tácitamente implicado es que esa sociabilidad y afecto deben ser características exclusivas del orden humano.[12]

En los últimos 600 años, cerca de 50 casos de adopción animal han sido registrados, la mayoría de ellos en Europa y Asia y algunos en África. Muchos de estos casos refieren a lobos como animales que adoptaron niños, otros a osos, leopardos, una pantera, un león, monos, ovejas, cerdos, ganado, varias especies de aves y hubo tres casos de adopción por gacelas.[13] La evidencia documental de estas adopciones y "aculturaciones" ha sido flaca y fragmentada a veces, sin duda como resultado de lo remoto de los lugares del descubrimiento y —en consecuencia— la relativa falta de testigos oculares.[14] Pero cierto número de casos ha sido bien documentado, por ejemplo, el caso antes mencionado de las dos niñas hindúes descubiertas en 1920 por un Reverendo Singh quien en aquel entonces tenía a su cargo un orfanato.[15]

Los aspectos de los niños adoptados por animales que principalmente interesaron a los científicos casi siempre estuvieron referidos al lado humano del asunto. Casi nadie se ha interesado en la parte jugada por los animales y en la emergencia del contacto inter-especies que debió haber acompañado las adopciones. Incluso Charles Maclean (un no-científico) quien extensivamente revisa el caso documentado de las dos niñas-lobo hindúes y profesa un interés por la sociedad lobuna y por la comunicación lobo-humano,[16] nota sin embargo:

"(...) la crianza de un niño por un lobo no es en sí mismo de mucho interés científico [!] pero el comportamiento observable y la personalidad de un niño capturado de entre lobos indudablemente sí lo es; y bajo condiciones ideales sin duda revela mucho de la formación y el desarrollo de la personalidad, los orígenes del lenguaje, la interrelación de cultura y biología y una multitud de otros imponderables".[17]

Si los animales mismos figuran en los debates, es sólo en las vigorosas negativas de algunos contendientes a que los animales sean capaces de aceptar a un ser humano entre ellos. La gente parece rehuir la idea de estar muy cerca o en identificación con animales.[18]

No sorprende (y las observaciones de Maclean dejan esto muy claro) que los niños criados por animales figuren prominentemente en los debates sobre naturaleza-cultura [nature-nurture]. Sus casos han sido puestos en avanzada para reforzar las opiniones de ambos lados. Por un lado simbolizan la extensión del continnum animal-humano: animales y humanos no pueden ser radicalmente diferentes si de hecho forman sociedades juntos. Además, los rasgos animales que los niños tienden a retener a través de sus vidas fueron usados para demostrar que los humanos, como los animales, también conocen periodos críticos en sus vidas, durante los cuales ciertas experiencias sociales tienen que ocurrir si es que van a ocurrir de cualquier manera. Aunque con el tiempo algunos niños aprendan a caminar bípedamente, a comprender y hablar algo del lenguaje verbal, su infancia animal nunca podría ser totalmente erradicada. Sin duda los condicionamientos sociales necesitan ocurrir en el momento adecuado.[19]

Por otro lado, estos niños fueron la prueba viviente del profundo y duradero impacto del entorno social,[20] apoyando la convicción humanista de que la humanidad necesita un contexto social (humano) para devenir humana (por lo cual el entorno animal tiende a ser tratado como un entorno en ningún modo social).[21]

Casi todos los niños criados por animales fueron estudiados en condiciones de cautiverio, i.e. después de que fueron apartados a la fuerza de su sociedad animal, en un proceso durante el cual, con más frecuencia que rareza, sus padres adoptivos animales y/o sus hermanos fueron brutalmente asesinados. Los niños fueron entonces reintroducidos en una sociedad humana y alentados a devenir "humanos". Sus captores nunca cuestionaron la sabiduría de esta acción, aunque algunos, como el Reverendo Singh, llegaron a albergar dudas acerca de ello (después de que había visto fracasar su misión humanizante).[22]

Efectivamente, después de su captura el niño era activamente desanimado de andarse asociando con animales, incluso a pesar de que estos fuesen los únicos seres con quienes se sentía como en casa.[23] Poco después de la captura, el Reverendo Singh vio una vez a la mayor de las niñas lobo, Kamala, ir con los perros del orfanato a la hora en que les echaban de comer, cuando suelen ser bastante feroces. Se sometió al olfateo de que fue objeto y luego se les unió a cenar carne cruda, desperdicios y huesos. Ella bajaba su cara al plato y sujetaba la comida al estilo perruno, dejando a Singh sumamente desconcertado por la manera en que los perros la habían reconocido como una de los suyos.[24]

Otros niños criados por animales también despliegan hábitos de éstos, como relata Armen en su libro.[25] En cautiverio, los niños fueron frustrados en estos hábitos y sus muchas veces asombrosas habilidades de tipo animal fueron apagadas. Así, Armen nos cuenta acerca de otro niño gacela encontrado en Siria, que como resultado de su "educación de gacela" podía realizar saltos gigantescos desde el primer piso de una casa y caer directamente en la calle. Sus "benefactores" humanos deliberadamente lo mutilaron cortándole los tendones.[26]

Los científicos se han concentrado generalmente en cuestiones antropocéntricas al discutir en torno a los niños criados por animales, cuestiones como: ¿cómo de humano es este niño y cómo podemos rehumanizarlo, i.e. des-animalizarlo?[27] A duras penas alguien ha expresado extrañeza por la existencia de sociedades mixtas animal-humano; dejadas de lado, estas sociedades han sido respetadas e incuestionadas.

El manzano nunca pregunta al haya cómo ha de crecer; ni el león al caballo cómo ha de atrapar su presa. (W. Blake)
Responder
#2

[color=#FFA500]Fuente: Cap. 7 de Noske, Barbara. Beyond Boundaries. Humans and Animals. Black Rose Books, Montréal, (1989) 1997, pp. 161-174. Trad. Ana Cristina Ramírez Barreto (anacrb@zeus.umich.mx).
Publicado con permiso de Black Rose Books. En Anima Naturalis. http://www.animanaturalis.org/modules.php?..._632&page=1
Se permite la reproducción de los contenidos siempre y cuando se cite la fuente incluyendo un enlace al sitio web de AnimaNaturalis


Encontrando al Otro. Hacia una Antropología de los animales 2/4

Jean-Claude Armen (alias Auger) parece haber sido el único que ha sentado las preguntas que inmediatamente habrían venido a mi mente también. ¿Cómo pudo el niño tener éxito en volverse animal con los animales? ¿Cómo dos especies aprendieron a comunicarse una con la otra y a comprender los significados de la otra, considerando que nacieron con diferentes medios de comunicación?

Armen es el único que de hecho atestiguó tal sociedad animal-humano y que no hizo un esfuerzo por "salvar" al niño gacela y traerlo de regreso a la humanidad. Más aún, Armen tuvo mucho cuidado de proteger y ocultar al niño y sus gacelas de los sensacionalistas ojos humanos, incluyendo aquellos de los científicos.[28]

Hasta donde sé, es incluso el único autor que aprecia el milagro de su sociedad mutuamente constituida y sus códigos de comunicación, códigos que él mismo tuvo que usar para ganarse la confianza de ambos, del niño y de las gacelas.

En el primer contacto, tanto los animales como el niño corrieron y desaparecieron tras percibir el olor de Armen. Infructuosamente, Armen trató de establecer contacto durante muchos días. Finalmente, empezó a tocar su flauta y el niño comenzó a perder el miedo. El primero que se dirigió hacia él fue un cervatillo que lo olfateó y lamió sus manos. De pronto a Armen se le ocurrió que éste podía ser algún tipo de código que significaba reconocimiento y que podía imitar el gesto en respuesta. Lamió el lomo del cervatillo, al estilo gacela, con movimientos rápidos y delicados de su lengua. Esto produjo resultados. Una gacela hembra de gran tamaño se aproximó y el niño se acercó más. El niño sólo perdió el miedo hasta que el líder de la manada, un macho, hubo reconocido a Armen en un intercambio similar de olfateo y lamidas. Todo ello parecía algún tipo de protocolo.

El niño fue entonces hacia él y lo saludó al estilo de las gacelas. Armen respondió de la misma manera, pensando por un instante en lo ridículo que resultaría para los seres humanos el saludarse lamiéndose entre sí, pero superando rápidamente sus inhibiciones.[29]

Durante el tiempo que pasó en esta sociedad mixta gacela-humano, Armen notó muchos casos de mutua confirmación afectiva. Las gacelas olfateaban el pelo del niño, avanzaban sus morros entre el cabello e incluso lo tironeaban con sus dientes, sacudiendo suavemente sus cabezas. Armen notaba cada vez más que entre los animales existían ciertos murmullos y rumores y otros signos hechos con la cabeza, las pezuñas, las orejas y la cola, todo ello formando parte de lo que —él discernía— era todo un nuevo universo de códigos a ser descifrado.[30]

Al atardecer veía al niño recostarse bajo el cuello de una gacela hembra, grande y vieja, la cual parecía tener una particular predilección por el niño: casi no cesaban de frotarse nariz y morro entre sí ¿Sería esta hembra su antigua nodriza y madre adoptiva?[31]

Al igual que otros niños adoptados por animales, este chico actuaba en muchos sentidos como las gacelas con las que convivía. Olfateaba el aire estirando el cuello, siendo obviamente capaz de captar información de esta manera. También olfateaba los costados de las gacelas, varios tipos de frutos y vegetación, así como bolas de estiércol y rastros de orina. Tenía el hábito de crispar sus orejas y cuero cabelludo ante el más leve ruido, incluso mientras dormía.[32] Armen estimaba que rondaría los diez años de edad. El chico estaba desnudo y aparentemente sin afecciones por los severos cambios de temperatura del Sahara; incluso tenía tobillos desproporcionadamente gruesos. Podía correr muy rápido y mantenerse con las gacelas, desplazándose tanto cuadrúpeda como bípedamente.

Armen atribuyó a un antecedente biológico [biological background] el que pudiera caminar erguido. Pensó que el niño debió venir originalmente de entre los Nemadis, una tribu de nómadas conocidos por su habilidad para correr rápido. En la sociedad Nemadi los infantes caminan a muy temprana edad pero disfrutan de un largo período de lactancia. El chico pudo haber caminado erguido antes de dejar la sociedad humana y entrar a la vida de gacelas. (Pudo caer de su canasta de viaje colocada a un costado de un camello y ser acogido por esta manada de gacelas emigrantes, particularmente por una hembra que pudo haber perdido a su cervato prematuramente).[33]

El niño comía vegetales sin usar sus manos; pastaba y era obviamente un herbívoro como sus compañeras gacelas.[34] Usaba bastante su lengua. Armen una vez lo vio soltarse de una rama —a diferencia de las gacelas, él podía trepar— y aterrizar sobre un arbusto espinoso que lo dejó con muchas heridas hondas. Inmediatamente empezó a lamérselas y luego se dirigió hacia un depósito de arcilla al pie de un acantilado, lamió la arcilla y la esparció sobre sus heridas;[35] una forma de comportamiento instrumental, sin duda.

El niño no podía realizar algunos de los signos emitidos por las gacelas porque no poseía el equipo "lingüístico" adecuado. Por falta de cola y tener sus orejas cubiertas por el pelo, imitaba las señales de oreja de las gacelas con sus músculos faciales y algunos signos de la cola con movimientos de sus dedos.[36] Las gacelas parecían no tener problema en decodificar estos signos, los cuales mostraban que el niño y las gacelas habían construido su propio discurso.

Asimismo, Maclean se había preguntado acerca de los niños lobo y su equipo comunicativo o la falta del mismo: sin cola, sin glándulas caudales para marcar el territorio. Maclean concluye que debieron hablar algún tipo de "lengua franca lobuna".[37]

Paulatinamente, Armen se percató de varios mensajes codificados que intercambiaban las gacelas. En ocasiones, una gacela exploradora podía ser enviada (Armen se preguntaba por quién) a buscar vegetación comestible y este animal (usualmente era un macho) regresaba y daba información. Armen empezó a notar incontables señales diferentes codificadas en los pisoteos de las pezuñas, contorsiones del cuello, movimientos de cabeza, cola, orejas, cornamenta, muñecas y dedos (en el caso del niño). Armen incluso descubrió que determinado número de pisotones denotaban cierta distancia respecto a la ubicación del alimento.[38] (¿Podría ser que estos animales también poseyeran un lenguaje no icónico con la propiedad de desplazamiento, y podrían tener una no-nombrada, no-etiquetada noción de número?).

Usualmente los mensajes se dirigían al líder y entonces descendían por la jerarquía existente en la manada. El que el niño raramente tomase la iniciativa en estas señales codificadas podría atribuirse a la baja posición que ocupaba en aquel entonces. Cuando Armen visitó la manada por segunda vez un par de años más tarde, la madre gacela del niño había desaparecido (¿muerto?) y él había escalado a un rango inmediatamente inferior al del líder.

Armen descubrió varios mensajes codificados como aquellos relativos a la comida, al peligro y los depredadores y a la migración. Poco a poco se dio cuenta de que Rousseau estaba equivocado al creer que los animales ni viven en sociedad ni tienen lazos sociales. Esta sociedad gacela estaba construida con patrones sociales a los cuales todos los miembros, incluyendo al niño, debían adherirse. Los individuos tenían obligaciones y tenían que obedecer reglas sociales.[39]

En opinión del autor, el niño gacela estaba lejos de ser retrasado: su respuesta a su "medio" estaba siendo adecuada.

Hacia el final del libro, Armen nos da un análisis comparativo de las adquisiciones culturales y sensoriales del chico, algunas de las cuales pueden rastrearse hasta las gacelas, otras hasta sus orígenes humanos (como el caminar erguido) y otras más debieron ser inventadas por su propia iniciativa.[40]

También Malson ha argumentado que el sobrevivir en condiciones tan difíciles es en sí mismo un signo de normalidad.[41] Los niños adoptados por animales deben ser capaces de adquirir conocimiento así como de interpretar e imitar el comportamiento animal.

Al devenir uno con los animales, cruzando virtualmente la frontera entre las especies, estos seres humanos no sólo han encontrado al Otro, sino que casi se han convertido en el Otro. Y, a su vez, al aceptar a este ser extraño en su entorno, los animales adoptivos encuentran al Otro. En verdad, los niños adoptados por animales ejemplifican una relación animal-humano más que una humano-animal.

El grado al que la humanidad actualmente invade los habitats animales hace extremadamente raro que cualquier ser humano llegue nuevamente a "perderse" entre animales. Nuestro mundo futuro amenaza con estar bajo el control humano en vez de tener forma animal, con cemento en vez de junglas y desiertos.

Y todavía algunas personas encuentran, para su sorpresa, que la aculturación animal pueda ocurrir incluso en situaciones en donde se pretendía la aculturación humana. En 1931 los Kelloggs adoptaron a una chimpancé hembra de siete y medio meses de edad, diez meses después de que su hijo Donald naciera. Pretendían criar a ambos como niños humanos, pero no estaban preparados para afrontar las consecuencias: la educación chimpancé de Donald. Gua (a quien no se le enseñó ASL**) no sólo influenció a Donald de muchas maneras, incluso socializó a Donald en el estilo chimpancé. Él empezó a imitar los ruidos que hacía Gua al pedir comida y su silencioso mundo gestual tuvo un efecto inhibitorio en su adquisición del lenguaje humano (su primer palabra, significativamente, fue Gua). A pesar de que Gua comprendía de manera excelente las palabras, nunca aprendió el lenguaje oral. Tras nueve meses el experimento terminó: Gua fue puesta de nuevo en una jaula y Donald se convirtió en humano.[42]

El manzano nunca pregunta al haya cómo ha de crecer; ni el león al caballo cómo ha de atrapar su presa. (W. Blake)
Responder
#3

[color=#FFA500]Fuente: Cap. 7 de Noske, Barbara. Beyond Boundaries. Humans and Animals. Black Rose Books, Montréal, (1989) 1997, pp. 161-174. Trad. Ana Cristina Ramírez Barreto (anacrb@zeus.umich.mx).
Publicado con permiso de Black Rose Books. En Anima Naturalis. http://www.animanaturalis.org/modules.php?..._632&page=1
Se permite la reproducción de los contenidos siempre y cuando se cite la fuente incluyendo un enlace al sitio web de AnimaNaturalis


Encontrando al Otro. Hacia una Antropología de los animales 3/4

A pesar de que podamos no tener éxito en devenir animal entre los animales, nosotros los humanos podemos hacer el esfuerzo por encontrar a los animales en su propio terreno en vez de esperar que sean ellos los que den pasos hacia nosotros y actúen de acuerdo a nuestros patrones de comportamiento. Algunas personas, no muchas de ellas científicos influyentes, han estado tratando de hacer eso, i.e. participar en las sociedades animales y comprender los significados que los animales otorgan al mundo. Para hacer esto uno debe tratar de empatizar con los animales, imaginar cómo es ser un lobo, un delfín, un caballo o un simio.

Roger Tarbor trató de ser aceptado en el mundo de los gatos ferinos de Londres utilizando el lenguaje gatuno (miradas, bostezos, manteniéndose a la distancia correcta), en lo que, teniendo en cuenta su dominio de su lenguaje, podría llamarse lengua franca gatuna.[43] Ve a los gatos y los humanos en situación doméstica como viviendo en su propio grupo familiar humano-gatuno y tiene razones para creer que ésta es la manera en que los gatos lo perciben también.[44] Henry Blake imita los mensajes táctiles con los que una yegua le da confianza a su potrillo, con miras a tranquilizar a un caballo. Exhorta a aquellas personas que tratan con caballos a que imiten lo mejor que puedan el lenguaje de los caballos con su cuerpo. Cuestiona porqué los caballos deben aprender nuestro lenguaje en vez de nosotros el suyo.[45]

En sus contactos con simios salvajes, Fossey y Goodall han tratado de hablar el lenguaje de los gorilas y chimpancés, respectivamente. Fossey se aproximó a los gorilas apoyando los nudillos en el suelo al caminar y teniendo cuidado de no erguirse para no aumentar la aprehensión de los gorilas. Ella y sus estudiantes aprendieron a imitar el golpeteo en el pecho dándose palmadas en los muslos; asimismo imitaron las vocalizaciones y posturas de los gorilas.[46]

Al hacer su primer contacto, Jane Goodall tenía la impresión de que los chimpancés la veían como un extraño simio blanco, en consecuencia, trataba de asemejarse más a un simio simulando mordisquear raíces, etc.[47]

Al tratar de empatizar con su perro rastreador, Vicki Hearne desarrolló una "conciencia del viento" [wind-awareness]. Declara que ya no cree en sus ojos de la manera en que antes lo hacía. Ni ella ni Belle, su pitbull, se han quedado ciegas, pero Vicki ahora sabe cuánto dejan de decirle sus ojos.[48]

Varios investigadores de lobos regularmente aúllan con ellos para establecer contacto al estilo lobuno.[49] Al introducirse en su territorio, estos científicos aúllan a los lobos (también con la intención de localizarlos), los lobos responden aullando y pueden proceder a investigar las huellas humanas en la nieve.[50]

Mowat decidió marcar su "territorio" al modo lobuno después de ver que los lobos marcaban el suyo una vez a la semana. Cuando él avanzó su tienda a diez yardas de distancia de uno de los principales trayectos usados por los lobos, puso bajo su mirada una propiedad reclamada para sí que incluía una sección de cien yardas de largo en el trayecto de los lobos. Mowat sólo podía marcar con orina después de beber grandes cantidades de té. Tan pronto como un lobo regresó por el camino se detuvo abruptamente en el punto en donde las dos propiedades se intersectaban. Mowat describe que el lobo tenía una expresión de aturdimiento en su rostro. Se sentó y miró directamente a la tienda de Mowat de tal manera que Mowat se preguntó si quizá él había transgredido alguna ley lobuna desconocida. Con el tiempo, el lobo colocó su marca olorosa sobre cada una de las marcas dejadas por Mowat, pero nunca ningún lobo traspasó los dominio de Mowat, como no fuera tan sólo para renovar las marcas limítrofes en su propio lado de la línea.[51]

Este libro [Beyond Boundaries] ha sido una crítica a la objetización animal y una lucha por su "re-subjetivación". Habiendo llegado al final quiero regresar a la disciplina en la que estoy originalmente entrenada: la antropología social o cultural. Tengo a mi disciplina como una gran ciencia pero desafortunadamente nunca me ha permitido acercarme a los animales como un antropólogo se acercaría a los humanos de otra cultura. No existe antropología de animales, sólo una (antropocéntrica) antropología de humanos en relación con animales.

Y eso que la antropología es la ciencia del Otro, tiene todos los elementos necesarios para llegar a ser una ciencia intersubjetiva, aun situada en un océano de ciencias que se orientan con el modelo sujeto-objeto. Posee un método pre-eminentemente intersubjetivo: la observación participante de la gente en otras sociedades y otras culturas. Además de ser intersubjetiva, también es holística en su aproximación al Otro. Una observadora participante no sólo trabaja con su mente como si observara a humanos en un montaje de laboratorio —ella tiene que sumergirse en cuerpo, mente y alma en la esfera del Otro, compartiendo la vida diaria de su gente, aprendiendo su lenguaje así como sus hábitos y puntos de vista.

Muy al contrario de los científicos de laboratorio que no necesitan (incluso no deben) involucrarse, la antropóloga se identifica al menos en parte con sus anfitriones. Una buena observación participante es básicamente un ejercicio de empatía al tiempo que una está consciente de la imposibilidad de un conocimiento y de una comprensión total. Al menos por lo que respecta a sujetos humanos, se supone que el antropólogo pisa sobre este suelo desconocido con respeto en vez de con desdén. Él o ella llega a un entendimiento, el cual, a pesar de que nunca es omnicomprensivo, está destinado a ir más hondo y a revelar otra verdad, otra respecto a las conclusiones alcanzadas durante las horas de trabajo en un laboratorio, donde los sentimientos pueden ser tabú porque interfieren con la objetividad científica.

Una antropóloga debe ser siempre más que un científico registrador durante su periodo de aprendizaje de otra cultura. No puede menos que cargar la totalidad de su persona con ella, y ella y sus anfitriones construirán alguna relación intersubjetiva entre ellos.

Curiosamente, algunos científicos, encarando los defectos de su propia ciencia orientada a la división sujeto-objeto, se han dado cuenta del potencial antropológico para el estudio de los animales mejor que los mismos antropólogos. Tanto Donna Haraway como Donald Griffin consideran un acercamiento antropológico a los animales.[52]

Con los ojos de su mente, Griffin ve a un antropólogo estableciendo un contacto inicial con un grupo de gente cuyo lenguaje le es completamente desconocido. Porque son humanos, el antropólogo asume que sus sonidos son una forma de habla y los alienta a enseñarle cómo hablar. Griffin se pregunta por qué los antropólogos han puesto tan poca atención a los primeros pasos que son necesarios para establecer contacto lingüístico entre gente que habla lenguajes mutuamente desconocidos.[53] Tal situación podría ser altamente relevante para el contacto interespecífico humano-animal.

Varios investigadores de delfines y ballenas también han demandado observación participante entre orcas y delfines.[54] Si la ciencia antropológica puede despojarse de su noción a priori de que los animales no valen un acercamiento antropológico y pudiera compartir sus hallazgos con etólogos críticos, podría desarrollarse una ciencia integrada de humanos y animales bajo el nombre de antropo-zoología o zoo-antropología.[55] De entre toda la gente, los antropólogos deberían saber que la Otredad nunca puede ser una excusa para la objetización y degradación, ni en la práctica ni en la teoría.

Barbara Noske

El manzano nunca pregunta al haya cómo ha de crecer; ni el león al caballo cómo ha de atrapar su presa. (W. Blake)
Responder
#4

[color=#FFA500]Fuente: Cap. 7 de Noske, Barbara. Beyond Boundaries. Humans and Animals. Black Rose Books, Montréal, (1989) 1997, pp. 161-174. Trad. Ana Cristina Ramírez Barreto (anacrb@zeus.umich.mx).
Publicado con permiso de Black Rose Books. En Anima Naturalis. http://www.animanaturalis.org/modules.php?..._632&page=1
Se permite la reproducción de los contenidos siempre y cuando se cite la fuente incluyendo un enlace al sitio web de AnimaNaturalis


Encontrando al Otro. Hacia una Antropología de los animales 4/4



[1] Ver Charles Maclean: The Wolf Children, Allen Lane, London, 1977, p. 83.

[2] Maclean, ibid., pp. 70, 82-3; cf. también Lucien Malson: The Wolf Children (presentados juntos en un volumen con Jean Itard: The Wild Boy of Aveyron), NLB, London, 1972 (título original: Les enfants sauvages), p. 52.

[3] Maclean, ibid., pp. 82, 116.

[4] Ibid., p. 115.

[5] Ibid., p. 72-167.

[6] Ibid., pp. 156-7.

[7] Cf. Malson, Wolf Children, pp. 48-49, 65-6.

[8] Malson, ibid., p. 53.

[9] Cf. Maclean, The Wolf Children, p. 119.

[10] Malson se refiere a "Las estructuras elementales del parentesco" de Lévi-Strauss, en Malson, Wolf Children, p. 55. Jean-Claude Armen: Gazelle-boy, A Child Brought up by Gazelles in the Sahara Desert (L'Enfant Sauvage du Grand Désert), Picador, London, 1976 (1971); la p. 55 refiere al mismo pasaje de Las estructuras elementales del parentesco de Lévi-Strauss, notablemente al primer capítulo "Naturaleza y Cultura". Ver Maclean, The Wolf Children, p. 267 para el punto de vista del psicólogo infantil Wayne Dennis; Maclean, ibid., p. 292 para las opiniones de Bruno Bettelheim quien creyó que estos niños eran autistas.

[11] Cf. Maclean, ibid., p. 1, Malson, Wolf Children, p. 10 y el antropólogo Robert Zigg, escriba del Reverendo Singh mecionado por Malean, ibid., passim.

[12] Armen, Gazelle-boy. Ver su nota sobre Merleau-Ponty, p. 126.

[13] Ver la lista en Malson, Wolf Children, pp. 37-47, 80-2 así como varias descripciones de Armen, ibid., pp. 98-110.

[14] Cf. Maclean, The Wolf Children, p. 246 y Malson, ibid., pp. 53-4.

[15] Maclean, ibid., passim y Malson, Wolf Children, pp. 68-71.

[16] Maclean, ibid., pp. 38-45, 167-8.

[17] Maclean, ibid., p. 292, y Douglas Keith Candland, Feral Children and Clever Animals: Reflections on Human Nature. Oxford University Press, Oxford/NY, 1993.

[18] Cf. Malson, Wolf Children, pp. 52-3 y Maclean, The Wolf Children, pp. 269-70 se discute con aquellos que ven la totalidad del fenómeno como un mito popular.

[19] Ver por ejemplo la teoría secuencial del desarrollo del niño de Arthur Gesell discutida por Maclean, ibid., pp. 256-7.

[20] Cf. Zingg discutido por Maclean, ibid., pp. 245, 267.

[21] Para este punto de vista ver Malson, Wolf Children, pp. 10-3.

[22] Maclean, The Wolf Children, p. 73.

[23] Ver Malson, Wolf Children, pp. 49, 70; Maclean, The Wolf Children, pp. 81-91, 137-9.

[24] Maclean, The Wolf Children, p. 79.

[25] Armen, Gazelle-boy, passim, ver también Malson, Wolf Children, pp. 48-9 y 65-6.

[26] Armen, ibid., p. 99.

[27] Por ejemplo Malson, Wolf Children, p. 61.

[28] Armen, Gazelle-boy, passim.

[29] Armen, ibid., pp. 30-5.

[30] Ibid., pp. 39, 43.

[31] Ibid., p. 44.

[32] Ibid., p. 46.

[33] Ibid., p. 53.

[34] Ibid., pp. 51-2.

[35] Ibid., p. 42.

[36] Ibid., p. 87.

[37] Maclean, The Wolf Children, p. 167.

[38] Armen, Gazelle-boy, pp. 66-7.

[39] Ibid., p. 85.

[40] Ibid., pp. 96, 97.

[41] Malson, Wolf Children, pp. 57-9.

** Siglas del American Sing Language, lenguaje diseñado para sordomudos que también se ha enseñado a varios simios en proyectos de investigación [N.T.]

[42] Adrian J. Desmond: The Ape's Reflection, The Dial Press/James Wade, New York, 1979, pp. 80-2 donde discute el experimento de los Kelloggs.

[43] Roger Tarbor: The Wildlife of the Domestic Cat, Arrow Books, London, 1983, pp. 48-50.

[44] Tarbor, ibid., pp. 67-8.

[45] Henry Blake: Talking with Horses. A study of Communication between Man and Horses, Souvenir Press, London, 1975, passim. Ver también Henry Blake: Thinking with Horses, Souvenir Press, London, 1977, p. 43.

[46] Dian Fossey: Gorillas in the Mist, Penguin Books, Harmondsworth, 1985 (1983), pp. 12-3, 54-5.

[47] Jane van Lawick-Goodall: In de schaduw van de mens, mijn leven met chimpnansees (the Shadow of man), Elsevier, Amsterdam/Brussels, 1975, pp. 60, 63.

[48] Vicki Hearne: Adam's Task, Calling Animals by Name, Heinemann, London, 1987 (1986), p. 98.

[49] Jan Hilco Frijlink: In her spoor van de wolf, Strengholt, Naarden, 1976, pp. 83, 149. Frijlink, no exactamente un científico alternativo sin embargo enfatiza la importancia de la empatía en los científicos de animales, p. 21.

[50] Frijlink, ibid., pp. 135-6.

[51] Farley Mowat: Never Cry Wolf, Bantam Books, Toronto, 1984 (1963), pp. 54-8.

[52] Donna Haraway: "Primatology is Politics by Other Means", en Feminist Approaches to Science, Ruth Bleier (ed.), Pergamon Press, New York, 1986, pp. 91-2; Donald Griffin: The Question of Animal Awareness, Evolutionary Continuity and Mental Experience, William Kaufmann, Los Altos, 1981 (1976), pp. 148-52.

[53] Griffin, ibid., pp. 149-50.

[54] Ver por ejemplo del cetólogo Paul Spong, Mind in the Waters, Joan McIntyre (comp.), Charles Scribner's Sons, New York, Sierra Club Books, San Francisco, 1974, pp. 170-85.

[55] Ver John Cunningham Lilly: Lilly on Dolphins, Humans of the Sea, Anchor Press/Doubledat, Garden City, New York, 1975, p. 109, en donde él usa estos términos para referirse a un posible estudio de la comunicación humano-delfín.

El manzano nunca pregunta al haya cómo ha de crecer; ni el león al caballo cómo ha de atrapar su presa. (W. Blake)
Responder
#5

Los perros sienten igual que las personas, incluso se enamoran
Tienen las mismas emociones que nosotros, pero las expresan de otro modo. Pero los animales se enamoran, se ponen felices, o muy tristes, o lamentan la pérdida de un ser querido, celebran un reencuentro... Incluso se disculpan "sí se muerden muy fuerte, por ejemplo, a través de su comportamiento expresan que lo sienten, que no era su intención y que mejor ser amigos; y perdonan también". Así lo afirma Marc Bekoff, doctor en etología y experto en conducta animal. Yo sólo puedo decir ¡guau!

www.canarias7.es/articulo.cfm?id=96887


Marco Antonio Arenas Chipola fue expulsado por insultar a mujeres y reclutador para sectas. Se confirma en el año 2009 que ha sido reclutado por la secta templo de la serpiente emplumada, y que realizó robo de un perro con pedigree hacia nuestra AC, además de despojo a su maestro de artes Marciales, Hoffner Long.
Responder


Salto de foro:


Usuarios navegando en este tema: 2 invitado(s)