Sin lugar para los debiles:Don Alejo Garza Tamez

Correcion de mi anterior mensaje. No fue contra 6 narcos contra quien peleo. Fue contra un comando completo de narcotraficantes de los cuales mato 4 hirio de gravedad 2, sin contar a los otros que pudo haber herido.

La historia del empresario neolonés Alejo Garza Tamez, quien se negó a entregar su rancho en Tamaulipas al narcotráfico y lo defendió hasta la muerte, ha conmovido e indignado a la población no sólo de Nuevo Léon, sino de todo el país.

El hombre, de 77 años de edad, murió la madrugada del domingo 14 de noviembre luego de pelear hasta el final en defensa de su propiedad contra un numeroso grupo de sicarios, que le habían dado un ultimátum para entregarles el predio.

Don Alejo no sólo dijo que no, sino que decidió enfrentarlos solo.

La noche del 13 de noviembre, colocó varias armas en las ventanas y puertas de su casa, y cuando llegaron sus verdugos, los recibió a balazos. El saldo final: cuatro sicarios muertos.

La inspección del rancho reveló que en todas las puertas y ventanas había armas y casquillos. Eso les permitió imaginar cómo se dio la batalla horas antes.

Los efectivos de la Marina buscaron más cuerpos en el interior de la vivienda, pero no hallaron más. Les parecía difícil creer que una sola persona hubiera causado tantas bajas a las atacantes con fusiles y pistolas de caza deportiva.

Decenas de cartuchos percutidos y el olor a pólvora evidenciaban la fiereza de quien peleó hasta el final en defensa de su propiedad.

Al final entendieron que aquel hombre había diseñado su propia estrategia de defensa para pelear solo, colocando armas en todas las puertas y ventanas.

La historia comenzó a escribirse la mañana del sábado 13 de noviembre, cuando un grupo de hombres armados y amenazantes fue a darle un ultimátum a don Alejo Garza Tamez, dueño del rancho: tenía 24 horas para entregarles el predio o se atendría a las consecuencias.

Con la diplomacia de sus casi ocho décadas de vida, don Alejo les dijo que no les entregaría su propiedad. Y ahí estaría esperándolos, les dijo con llaneza.

Después del incidente, reunió a sus trabajadores y con tono grave y enérgico les pidió que al día siguiente no se presentaran a trabajar, que lo dejaran solo.

Durante ese sábado se dedicó a hacer un recuento de sus armas y municiones y a preparar la estrategia de defensa de su casa como si fuera un cuartel militar.

Dispuso armas en los flancos más débiles: las puertas y las ventanas del rancho. La noche del sábado 13 fue larga y sin sueño, como en sus mejores épocas de caza, pero amaneció temprano. Poco después de las 4 de la mañana los motores de varias camionetas se oyeron lejos.

Los marinos que exploraron el rancho pudieron imaginar cómo fue aquella madrugada, con gatilleros armados, seguros de la impunidad, seguros de que pronto tendrían en su haber otra propiedad. Nadie, o casi nadie, se resiste a un contingente de pistoleros que portan armas largas. Sólo Don Alejo.

Las camionetas entraron al rancho y se apostaron frente a la finca. Sus ocupantes descendieron, lanzaron una ráfaga al aire y gritaron que venían a tomar posesión del rancho. Esperaban que la gente saliera aterrorizada y con las manos en alto.

Pero las cosas no salieron como esperaban. Don Alejo los recibió a balazos y pronto un ejército entero disparaba contra la vivienda principal de la finca. El ranchero parecía multiplicarse y los minutos debieron parecerles eternos a quienes habían visto en él una presa fácil. Cayeron varios forajidos y los demás, enojados y frustrados, arreciaron el ataque. De las armas largas, los sicarios pasaron a las granadas.

Cuando al fin llegó el silencio, el aire olía a pólvora. Los agujeros en los muros y ventanas de la estructura indicaban la violencia del ataque. Cuando entraron en busca de lo que suponían era un amplio contingente, les sorprendió hallar a uno solo. Don Alejo.

Los sicarios sobrevivientes hicieron un rápido reconocimiento del terreno y optaron por abandonar la plaza. No se apoderaron del rancho, porque pensaron que pronto llegarían los militares y prefirieron huir. Dejaron lo que creyeron eran seis cadáveres, pero dos pistoleros estaban heridos.

Poco después llegaron los infantes de Marina y, poco a poco, pacientemente, reconstruyeron los hechos. Un ranchero, un hombre que amaba su propiedad más que nada en el mundo la defendió literalmente hasta la muerte.

En la última cacería de su vida, don Alejo sorprendió al grupo de sicarios que quiso imponer en su rancho la ley de la selva, la misma que ni el poder del Estado ha podido controlar.

Los marinos presentes no olvidarán nunca el cuadro: un anciano de 77 años se llevó por delante a cuatro sicarios antes de morir peleando como el mejor soldado: con dignidad, honor y valentía.

Descanse en paz don Alejo Garza Tamez.

Hombre de palabra

• Don Alejo Garza Tamez era norteño de cepa. Nacido en 1933 en Allende, Nuevo León, su infancia transcurrió en una de las zonas más boscosas del estado.

• Allende, ubicado a 50 kilómetros al sur de Monterrey, es surcado por la carretera Nacional 85 que conduce a Ciudad Victoria, Tampico y Veracruz. Esa comunidad se encuentra al pie de la Sierra Madre Oriental.

• Su padre tenía un aserradero, y aprendió desde joven, junto con sus hermanos mayores, a trabajar, aserrar y vender madera. Impulsados por esta actividad, acabarían fundando en Monterrey la maderera El Salto, tomando el nombre del lugar donde compraban el producto.

• De joven le tocó viajar constantemente a Parral, Chihuahua, y a El Salto, Durango, para comprar la madera que vendían luego en Monterrey. Su familia tuvo éxito en este ramo y abrió sucursales en Allende, su tierra natal, y en Montemorelos.

• Desde niño don Alejo practicó la pesca y la cacería. Luego, de joven, comenzó a coleccionar armas. Entre sus allegados era conocido como buen tirador y, en compañía de sus amigos, cazaba venados, gansos y palomas.

• Don Alejo Garza Tamez fue uno de los socios fundadores del Club de Caza, Tiro y Pesca “Dr. Manuel María Silva”, ubicado en Allende, Nuevo León.

• El empresario maderero también fue promotor de la avicultura en su tierra natal. En alguna ocasión en que una helada quemó los sembradíos de naranja de su pueblo, animó a los agricultores afectados a que se iniciaran como productores de pollo y huevo.

• Junto con su hermano Rodolfo compraron en Tamaulipas el rancho San José, mismo que dividieron. Don Alejo se quedó con la parte que colinda con la presa Padilla y Rodolfo con el extremo situado junto al río Corona.

• Su charla amena era reconocida por sus amigos. Era cosa sabida que su palabra valía tanto como un contrato. (ver menos)

El corrido de Don Alejo Garza

Hombre bragado y valiente,
No le importo su dolor,
Nació norteño hasta el tope,
Como tal defendió su honor…

Salvo primero a sus hombres,
Por los matones guardo,
Llegaron a amedrentarlo,
a balazos les contesto

desde su noble trinchera,
4 adelante se echo,
Era su vida y su rancho, era
Cuestión de su honor
Por eso murió a balazos,
por eso nunca se incó

En la gloria esta Don Alejo,
El solito a su rancho salvo,
Y los guachos están sorprendidos,
Pues a ninguno necesito.

2 Commentsto Sin lugar para los debiles:Don Alejo Garza Tamez

  1. pabluende dice:

    “No te des por vencido ni aún vencido…”

    Eso es tener pelotas. Mis más sinceros respetos a Don Alejo.

  2. cuitlahuac dice:

    es destino del guerrero luchar por sus convicciones hasta el final sin autocompasiones y luchando sin piedad por lo que el cree,cuando sabes que tienes todo perdido luchas como nunca por que ya no tienes que perder,la vida del guerrero no vale nada y a la vez lo vale todo
    aun estando es desigualdad
    decia una tonada militar que conoci hace muchos años

    contare la historia de una batalla feroz
    del rugir de rayos y de balas del fusila
    una noche obcura que esperaba lo peor
    se hacerco mi sombra y me dijo con valor
    aunque sean quiniento o mil podremoa acabar con la mision
    mas de pronto un grito
    mi corazon desgarro
    hera de mi sombra que mi espalda protegio

    no recuerdo lo demas pero esos pequeños fragmentos siempre han estado en mi memorio