Biografías

Biografias.

I. Aarón el helenista

Vivió en tiempos del emperador Miguel Commeno. Asegúrase que tenía sometidas a sus órdenes algunas legiones d demonios, por medio de las Clavículas de Salomón. También se dedicaba a la nigromancia, confirmando esta opinión el haber encontrado en su aposento, tapizado de negro, donde se dedicaba a sus operaciones, el cadáver de un hombre, con los pies encadenados y el corazón atravesado por un clavo. Por éste y otros crímenes fue desollado vivo, después de haberle cortado la lengua. Es autor de un volumen curiosísimo titulado La magia roja; crema de las ciencias ocultas, naturales o adivinatorias.

II. Abam o Aponio (Pedro de)

Insigne astrólogo, filósofo y médico, nacido el año de 1250. Dicen que era el más hábil mágico de su época; adquirió el conocimiento de las siete artes liberales por medio de siete espíritus familiares que guardaba encerrados en una redoma de cristal y ainda mais, tenía la maña de hacer volver a su bolsillo todo el dinero que había gastado. Perseguido como hereje y hechicero, es muy probable que, si hubiese vivido hasta el día del proceso, hubiera perecido quemado vivo, como lo fue en estatua después de su muerte, que ocurrió a los sesenta años de su edad. Tradujo al francés Las obras mágicas de Agripa.

III. Adalberto Cabalista

que pretendía adivinar el porvenir y conocer los más ocultos pensamientos sólo con mirar a la gente. Aseguraba haber recibido una carta de Nuestro Señor Jesucristo, que le había entregado San Miguel, concebida en los siguientes términos: “En nombre de Dios: Aquí comienza la carta de Nuestro Señor Jesucristo, que cayó en Jerusalén y fue hallada por el arcángel San Miguel, y leída y copiada por mano de un sacerdote llamado Juan, quien la envió a la villa de Jeremías a otro sacerdote llamado Talasio, y éste la envió a la Arabia a otro sacerdote llamado Leoban, que la envió a la villa de Betsamia, donde fue recibida por el sacerdote Macario, quien la envió a la montaña del Santo Arcángel Miguel, y por mediación de un ángel, la carta llegó a la villa de Roma, al sepulcro de San Pedro, donde están las llaves del reino de los cielos, y los doce sacerdotes que están en Roma han velado tres días ayunando y rezando noche y día.. . “. A sus adeptos les enseñaba la siguiente oración: “Se flor mío Todopoderoso, Padre Nuestro Señor Jesucristo, Alfa y Omega, que estáis en el trono soberano y reináis sobre los querubines y serafines y sobre el ángel Uriel, el ángel Raquel, el ángel Gabriel, el ángel Miguel, el ángel Ignias, el ángel Tahiras, el ángel Sumel y el ángel Saboath, os ruego y os conjuro que me concedáis. . . “. Adalberto acabó sus días en una prisión.

IV. Agripa (Enrique Cornelio)

Médico y filósofo, uno de los sabios de su tiempo. Nació en Colonia, en 1486 y murió en 1583, después de una existencia sumamente azarosa, en casa del receptor general de Grenoble. Su talento fue origen de su desgracia; era demasiado instruido para su época; acusáronle de brujería y más de una vez se vio precisado a huir para sustraerse al furor de una plebe ignorante, que le atribuía un sinnúmero de absurdos. Los demonomaníacos dicen que no se le puede representar sino de noche, como un búho, a causa de la fealdad mágica, y no pocos historiadores aseguran que en sus viajes pagaba a sus huéspedes con moneda muy fuerte y buena al parecer, pero que a los pocos días se trocaba en pedazos de cuernos, de concha o de cuero.

Mientras enseñaba en Louvain, refiérese que uno de sus discípulos, leyendo un libro de conjuraciones, fue ahogado por el espíritu maligno, y temiendo Agripa que se sospechase ser él quien le había dado muerte, ordenó al diablo que entrase en el cuerpo del difunto y diese siete u ocho vueltas por la plaza pública antes de dejarle. Obedeció el maligno y el joven cayó sin vida ante la multitud y su muerte pasó por una defunción repentina. Era tan diestro Agripa, que con sus manos gotosas y corvas asía tesoros que muchos valientes capitanes. No podían ganar con el ruido de sus armas y el furor de los combates. Compuso una obra de filosofía oculta que le mereció la animadversión de los necios, algunos de los cuales, sujetos de eminente rango, consiguieron expulsarle de Flandes, donde no pudo jamás volver a entrar. Después de recorrer Italia, fuese a Dobe y, finalmente, a Lyon, donde, sin poder alguno, empleó todos los medios posibles para vivir, meneando lo mejor que podía la punta de su bastón, pero ganaba tan poco que murió, por último, recogido de limosna en Grenoble, aborrecido de todo el mundo y detestado como un mago maldito, porque aseguran que llevaba continuamente en su compañía al diablo en forma de perro negro.

V. Alberto el Grande Llamado también Alberto el teutónico, Alberto de Colonia, Alberto de Ratisbona, Albertus Grotus,

sabio dominico, puesto en el número de los bienaventurados por los dominicos, obispo de Ratisbona, etcétera. Nació en la Suavia de Lawingen, sobre el Danubio, el año 1205, y dicen que fue el hombre más curioso de su siglo. De un talento muy parco en su juventud, llegó a ser uno de los mayores doctores de su tiempo y, al envejecer, volvió a su antigua estupidez, lo cual dio margen a decir: “que fue transformado de asno en filósofo y de filósofo el asno”. Añádese que, desalentado en sus primeros estudios por lo duro de su ingenio vio en sueños a la Santa Virgen, que le abrió los ojos, después de lo cual se hizo un águila y supo cuanto saber se podía: ac totum scibile scivit. Murió en Colonia a la edad de ochenta y siete arios y sus obras se imprimieron en veintiún tomos en folio, publieándolos en 1651 el dominico Pedro Jammi. Atribúyesele un libro de Secretos maravillosos. Según algunos, trabajó en la piedra filosofal. Mayer dice que Santo Domingo la descubrió y que aquellos a quienes la habían dejado la comunicaron a Alberto el Grande, que con este medio pagó sus deudas y dio el secreto a su discípulo, Santo Tomás de Aquino. Alberto poseía una piedra en la que estaba marcada una serpiente, a la que concedían virtud de que si se la colgaba en un lugar frecuentado de serpientes, las atraía a todas. Insigne mago y hábil astrólogo, hizo Alberto el Gran de un autómata dotado de palabra que le servía de oráculo y resolvía todas las cuestiones que se proponían. Empleó treinta años en construirlo con metales selectos y bajo la influencia de los astros. Llamóse a este autómata: Androide de Alberto el Grande, y lo aniquiló Santo Tomás de Aquino, su discípulo, rompiéndolo a palos por creer que era una obra o un agente del diablo.

VI. Apolonio de Tianes

Filósofo pitagórico nacido en Tianes de Capadocia, poco tiempo después de J. C. La madre de Apolonio supo su preñez por medio de un demonio, pues ie concibió sin comercio de hombre, habiendo sido su padre, según los cabalistas, una de las principales salamandras. Los cisnes cantaron cuando vino al mundo y cayó del cielo un rayo. Su vida fue una serie de milagros; resucitaba muertos, libertaba presos, hacía oráculos, veía fantasmas y se aparecía a sus amigos lejanos, saludábale el diablo en figura de un olmo, viajaba por los aires llevado por los ángeles y comprendía perfectamente el canto de los pájaros. Leloyer piensa que Simón fue quien le enseñó la magia negra y Amiano Marcelino se conforma con colocarle en el número de los hombres a quienes ha asistido un demonio familiar, como a Sócrates y Numa. Muy poco se sabe de lo último de la vida de Apolonio. Asegúrase que a la edad de cien años se lo llevó el diablo, aunque Hierocles haya sostenido que fue llevado al cielo.

VII. Arnoldo de Villanueva

Médico, astrólogo, hereje, alquimista y brujo. Nació en Montpellier en el siglo XII y murió en un naufragio en 1314. La química le debe muchos descubrimientos y a pesar de que verdaderamente sólo buscaba la piedra filosofal y pensaba en hacer otra, encontró los tres ácidos: Sulfúrico, muriático y nítrico. Se le acusó de mago. Pegna dice que todos sus conocimientos en la alquimia los debía a un demonio, y el padre Mariana le reprochaba el haber intentado formar un hombre con esperma, mezclado en ciertas drogas y puesto en una calabaza. La Inquisición de Tarragona hizo quemar sus libros tres años después de su muerte, y lo que jamás se le perdonó fue el haber dicho, en un momento de exaltación, que todos los frailes serían condenados. Búscase en Arnoldo de Villanueva un pequeño Tratado de la explicación de los sueños, y se le atribuyen muchas obras de alquimia y magia, entre ellas el Libro de las ligaduras físicas y el de Los talismanes de los doce signos del Zodíaco.

VIII. Artificio

Célebre filósofo hermético del siglo XII, que vivió más de mil años por medio de los secretos de la alquimia. Atribúyensele muchos libros curiosos, de los que citaremos el Arte de prolongar la vida, el que, según dice en su prólogo, compuso a la edad de 1025 años; la Llave de la sabiduría suprema, un Tratado sobre los caracteres de los planetas, El canto de los pájaros, Las cosas pasadas y futuras y La piedra filosofal.

IX. Avicena

Famoso médico árabe, muerto a mediados del siglo XI, célebre por el gran número y extensión de sus obras y de su vida aventurera. Los árabes creyeron que era dueño de los espíritus y que los hacía servir por genios y, como buscaba la piedra filosofal, en algunas comarcas de Arabia se dic que no ha muerto aún y que gracias al elixir de larga vida y al oro potable, vive todavía en un retiro ignorado y con sumo poder.

X. Beker (Baltasar)

Autor del libro titulado Befooverde weerld: El mundo encantado, nacido en 1634 en Amsterdam. Su célebre obra niega las penas eternas y sólo admite las limitadas; búrlase de los que creen en la potencia de los demonios. Su incredulidad le hizo perder la plaza que ocupaba en Amsterdam de ministro del culto reformado.

XI. Berdiguier (de Carpentras)

Autor contemporáneo, que en 1821 publicó una obra titulada Les farfadets, ou touts les démon ne son duns l’autre monde: Los duendes, o no todos los diablos están en el otro mundo. Tres tomos en 8°, ornados con ocho litografías y el retrato del autor, rodeado de emblemas.

XII. Berlino

Famoso mago que nos ha dejado una colección de secretos, que el autor de la Magia roja transcribe en su libro. Entre dichos secretos son de notar los siguientes: El anillo de Gyges para destruir el efecto de los sortilegios; para hacer que un marido sea fiel; para salir con bien en las empresas; para hacerse amar de las mujeres; para conocer el porvenir; la verdadera oración de salamandras, etcétera.

XIII. Bodin (Juan)

Sabio jurisconsulto y filósofo angevino que murió a causa de la epidemia de la peste del ano 1596. Escribió una obra célebre entre los demonólogos, con el título de Demonomanía de los brujos, la cual vio por primera vez la luz en París, en 1581, sucediéndose posteriormente muchas ediciones de la misma.

XIV. Cagliostro (José Bálsamo)

Célebre aventurero del siglo XVIII, conocido con el nombre de Alejandro, conde de Cagliostro. Nacido en Palermo, en junio de 1743, de oscuros padres, aunque algunos pretenden que fue hijo de un gran maestro de Malta y de las principales de Trebizonda y otros afirman que era un vástago de la raza de los reyes francos y descendiente en línea recta de Carlos Martel. Cagliostro está colocado en el número tic los favorecidos del infierno, por las milagrosas curas que obró en Estrasburgo. Después de haber viajado con un sabio alquimista llamado Alhota (al cual ha pintado como al hombre más docto) por la Grecia, Egipto, Arabia. Persia, Rodas, Malta (donde murió este último), Inglaterra y Francia, etc., viviendo ya de truhanerías, ya comerciando con los encantos de la belleza, Lorenza Feliciani, su esposa; luego volvió a Estrasburgo, donde se le recibió con una verdadera ovación, en 1780. Se jactaba de conversar con los ángeles y dícese que hacía oír voces que venían del cielo. Instituyó una especie de cábala egipcia.

Jóvenes y niñas que él llamaba sus pupilas o palomas, se colocaban en estado de inocencia ante una gran redoma de cristal y allí, resguardadas con una especie de mampara, obtenían, por las manos del gran cophto, la facultad de comunicar con los espíritus y veían en la redoma cuanto querían. No se limitaban aquí los hechos de estas palomas; Cagliostro las adiestraba en descubrir las cosas ocultas, el porvenir y ciertas curiosas materias generalmente reñidas con el pudor. Se vanagloriaba de haber asistido a las bodas de Canaán y algunos suponen que había nacido antes del diluvio. Finalmente, en 1787, fue preso en Roma y condenado a muerte, aunque se le conmutó la pena en prisión perpetua, donde acabó sus días en 1790.

XV. Cardan (Jerónimo)

Médico, astrólogo y visionario, nacido en el año 1576. Conquistó muchos enemigos por su mal carácter y sus costumbres, pero en cambio fue uno de los hombres más sabios de su época. Adelantó mucho en las matemáticas y en la medicina. Cuando la Naturaleza no le hacía ningún dolor, se lo procuraba él mismo, mordiéndose los labios o estirándose los dedos hasta que lloraba; porque si le sucedía no sentir dolor alguno, experimentaba arranques e ímpetus tan violentos, que le eran más insoportables que el mismo dolor. Además, le gustaba el mal físico por el placer que le causaba al cesar éste. Tenía grande afición a la alquimia y decía estar dotado de dos almas, una que le conducía al bien y a la ciencia y otra que le arrastraba al mal y al embrutecimiento. Pretendía tener, como Sócrates, un demonio familiar, al que colocaba entre los seres humanos y la naturaleza divina. Se comunicaba con él por medio de sueños. Sus obras forman dos tomos en folio, distinguiéndose principalmente los libros de la Variedad de las cosas y el Tratado de los sueños.

XVI. Delancre (Pedro)

Uno de los más célebres demonógrafos del siglo XVI. Nació en Burdeos. Estuvo encargado de instruir los procesos de una infinidad de desgraciados acusados de sortilegio: su crédulo entendimiento se convenció de la realidad del “sábado” y de la existencia de los brujos. Murió en París en el año 1630. Las dos obras que han establecido su reputación son: La incredulidad del sortilegio plenamente convencida y Cuadro de la inconstancia de los demonios y de los ángeles malos.

XVII. Delrío (Martín Antonio)

Nacido en Amberes en el año 1551. Sabio jesuita, autor de una obra célebre titulada: Disquisiciones magicarum: Investigaciones mágicas. dividida en seis libros, en que se trata extensamente de las artes curiosas y de las supersticiones.

XVIII. Diódoro de Catania

Brujo y mago, cuyo recuerdo perpetúa el pueblo de Catania. Fue, según se dice, el mayor mago que haya existido en su siglo. Fascinaba de tal modo a las personas que se persuadían, sin lugar a ninguna duda, de que serían transformadas en animales. Hacía observar a los curiosos, en unos cuantos momentos, todo lo que estaba ocurriendo en los más distantes países. Habiéndole hecho preso por brujo, se hizo transportar por el diablo de Catania a Constantinopla y de Constantinopla a Catania en un solo día, lo que le granjeó de repente, entre el pueblo, una admirable reputación de santidad; pero el obispo de Catania le hizo arrestar y arrojar a una ardiente hoguera, donde fue reducido a cenizas.

XIX. Eleazar

Famoso mago judío que tocaba la nariz de los poseídos con un anillo en que estaba engarzada una amatista de la que se servía Salomón. Apenas el diablo la olía, arrojaba por tierra al energúmeno y le abandonaba. Entonces el mago recitaba algunas oraciones que había dejado escritas Salomón y en nombre de este príncipe prohibía al demonio entrar (le nuevo en el mismo cuerpo, hecho lo cual, llenaba una cuba de agua y le ordenaba que la derramase. Obedecía el diablo y esta prueba era señal de que había abandonado su lugar.

XX. Flamel (Nicolás)

Célebre alquimista del siglo XIV, de quien se ignoran el lugar y la época de su nacimiento, porque no es verdad que naciese en París o en Pontoise, como muchos afirman; pero sí se conoce positivamente la fecha de su muerte, que ocurrió el día 22 de marzo de 1418 en París. Comenzó siendo sucesivamente escritor público, librero, jurado, poeta, pintor, matemático, arquitecto y, por fin, de la suma pobreza a que se hallaba reducido, se elevó de repente a la mayor opulencia por haber tenido la suerte de encontrar la piedra filosofal. No bien se vio en posesión de tan codiciado secreto, cuando quiso que monumentos públicos diesen testimonio de su piedad y su riqueza. No se olvidó de hacer colocar por todas partes su retrato y su estatua esculpidos, acompañados de un escudo o de una mano, con un escritorio en forma de armario. Fue enterrado en la iglesia de Saint-Jacques-La Bou-cherie.

XXI. Hermes Trimegistos

Insigne filósofo egipcio, que florecía por los años 1000 antes de J.C. Las maravillosas obras que escribió comprendían tratados de todas las ciencias cuyo estudio estaba reservado a la casta sacerdotal. Los egiptólogos han encontrado algunos fragmentos de ellas, escritos en papirus en caracteres hieráticos. En la época alejandrina fueron traducidos a la lengua griega.

XXII. Jamblico

Célebre filósofo platónico del siglo IV, nacido en Siria bajo el reinado de Constantino el Grande. Admitía la existencia de una clase de demonios o espíritus de un orden inferior, mediadores entre Dios y el hombre. Se ocupaba de adivinaciones. Estando un día en la ciudad de Gándara, para demostrar su habilidad mágica, hizo salir en presencia del pueblo, de una fuente, dos genios o demonios a quienes llamaba Amor y Contra-Amor; el primero tenía los cabellos dorados, trenzados y ondulantes sobre la espalda, pareciendo brillantes como los rayos del sol; en el segundo eran menos brillantes, lo cual admiró a todo el populacho. Se busca de Jamblico el Tratado de los misterios de los egipcios, de los caldeos .y de los asirios. Se ignora dónde, cuándo y cómo murió, aunque Bodin afirma que se envenené para evitar el suplicio que Valerio preparaba a los mágicos.

XXIII. Laensberg (Mateo) Liejense

célebre, tenido por el mayor matemático, astrólogo y profeta de los tiempos modernos. Ha compuesto almanaques que se conceptúan aún, entre el pueblo francés, por ios mejores. XXIV. Lebrun (el padre Pedro) del oratorio Nació en Brignolles en 1661 y murió en París en el año 1729. Dejó varias obras, entre las que se distinguen: Cartas que descubren la ilusión de los filósofos, acerca de la varilla, y que destruyen sus sistemas, año 1693, en 12v; e Historia crítica de las prácticas supersticiosas que han alucinado a los pueblos y embarazado a los sabios, año 1722; tres tomos en 12°, con un suplemento impreso en 12

XXV. Le Boyer (Pedro)

Señor de la Brosse, consejero del rey en la silla presidencial de Angers y famoso demonógrafo, nacido en Anjou en 1550. Autor de una obra célebre titulada Discurso e historia de los espectros, visiones y apariciones de espíritus, ángeles, demonios y almas, mostrándose visibles a los’ hombres; dividido en ocho libros, en los cuales, por medio de las visiones maravillosas y apariciones prodigiosas acaecidas en todos los siglos, sacadas y recogidas de los mejores autores sagrados y profanos, queda manifiesta la certeza de los espectros y visiones de espíritus.

XXVI. Lenormand (María Ana) Sibila,

contemporánea famosísima, nacida en Alenzo en 1772 y fallecida en París en 1834. Su madre había sido una de las mujeres más hermosas de Francia. Su esposo la llevó a París poco tiempo después de su matrimonio y cuando apareció en las Tullerías, los admiradores la rodearon con una tan lisonjera importancia, que se vio obligada a eludir tantos homenajes, retirándose anticipadamente del gran mundo. En Versalles, en la comida pública del rey, fijó su atención Luis XV en la hermosa alenzonesa y se informó de quién era. Los satélites del monarca se apresuraron a decir al señor LenorMand: “El rey se ha dignado fijarse en vuestra esposa; vuestra fortuna está asegurada”. El honrado marido sabía a qué precio debía comprarla y al día siguiente los dos esposos, huyendo de las cortesanas seducciones, volvieron a tomar el camino de Normandía. Educada en la abadía real de las damas benedictinas de Alenzon, María Ana Lenormand hizo rápidos progresos en las lenguas muertas y vivas, el dibujo, la pintura, la música, etcétera. Desde la edad de, siete años daba ya pruebas de una singular aptitud en adivinar los futuros acontecimientos. En el ínterin, la abadesa del convento de benedictinas fue destituida por su mala conducta y encerrada en una casa de corrección. Gran rumor entre las hermanas y pensionistas del sagrado asilo: ¿a quién se confiaría la dirección del casto rebano? Mientras se deliberaba sobre tan gran cuestión, la pequeña Lenormand predijo que la elección del rey recaería sobre la señóra Lavardiet y la profecía se realizó dieciochó meses después. Hacía entonces seis meses que la señorita Lenormand había dejado el convento de las benedictinas por el de Santa María.

La nueva abadesa la envió a buscar, la confió un cargo honorífico para la función de la consagración y la presentó al arzobispo Grimaldi como una joven de la que podía esperarse mucho A los diecisiete años, a principios de 1789, la seño rita Lenormand anunció la caída del trono, los cambios en la constitución del clero y la supresión de los conventos. En 1790 se trasladó a París y fue colocada en calidad de lectora en casa de una sexagenaria, el señor d’Armeval de la Sansotte, cuya casa, sita en la calle Honor-Chevalier, número 19, designaba Murat en EF amigo del pueblo, como punto de reunión de los realistas. La señorita Lenórmand se dio a conocer, desde luego, como adivina y no tardó en obtener inmensa boga en la alta sociedad de París. Cuando María Antonieta resultó aprehendida, María Ana Lenormand, realista ferviente, no se limitó a echar las cartas, sino que se propuso coadyuvar personalmente a su evasión. Disfrazada de recadero y con un cesto lleno de frutas, fue introducida en la conserjería por la señora Richard, mujer del conserje, y Minchonis, administrador de cárceles. Encontró a la reina, abatida, desesperada, sorda a toda oferta de salvación. La destitución del administrador puso término a las tentativas de la libertadora sibila. Sibila, tal era la cualidad que se arrogaba entonces, porque había dejado su empleo de lectora para abrir un gabinete de adivinación en el número 153 de la calle Tournon. A sus primeros clientes se unieron hombres que, engolfados en la revolución, venían en conocimiento o, sin miedo para sí y para sus proyectos, de sus aleatorios desórdenes. En el mes de Floreal, año II (mayo, 1794), recibió la visita de Robespierre, de Saint-Just y de La Force, administrador de la Oficina Central de Seguridad Pública. “Seréis, les dijo, condenados y ejecutados antes de concluir el año”. Poco tiempo después, la sibila era conducida a la Petit-Force en concepto de contrarrevolucionaria, por haber hecho predicciones encaminadas a turbar la tranquilidad de los ciudadanos y provocar la guerra civil.

En su prisión fue la providencia de las damas no bies, a las que dejó presentir una próxima libertad. La señora Montansier, ex directora de los teatros de Corte, iba a ser transferida a la conserjería cuando la señorita Lenormand le dijo: “Quedáos en cama, fingíos enferma, pero sabréis evitarla y viviréis todavía largos años”. En efecto, las personas transferidas fueron enviadas a la guillotina y la señora Montansier salvada por el o de Thermidor. En la Petit.Force entabló relaciones María Ana Lenormand con Josefina de Beauharmais, la futura emperatriz, relaciones que en gran parte le valieron una inmensa popularidad. Supersticiosa como todas las criollas, Josefina la envió nota desde Luxemburgo, dónde estaba detenida, rogándole que le predijera su porvenir y el de su marido. “El general Beauharnais, respondió al oráculo, será víctima de la revolución. Su viuda se casará con un joven oficial, llamado por su estrella a desempeñar altos destinos”. Libre por la cesación del terror, María Ana Lenormand volvió a dedicarse a sus sesiones proféticas. Consultada en 1795 por Bonaparte, que pensaba ir &alistarse en las filas del sultán, le dijo: “No obtendréis pasaporte; estais llamado a desempeñar un gran destino en Francia; una dama viuda os hará feliz y ‘liégaréis con su influjo a un grado muy elevado; guardaos, empero, de ser ingrato con ella, pues quizá zozobrarían vuestra felicidad y la suya”. Baja el consulado, el 2 de mayo de 1801, fue llamada la sibilina a la Malmoison por Josefina y le presagió nuevas grandezas. Habiendo anunciado, cuando la formación del campamento de Bolonia, que el primer cónsul se estrellaría si intentaba desembarcar en Inglaterra, fue conducida alas Madelonnetes, donde permaneció arrestada desde el 15 de diciembre de 1803 hasta el 1 de enero de 1804. Sufrió una nueva detención en 1808, por haber predicho que el emperador quería enseñorearse de los estados romanos y que la guerra de España le resultaría funesta. Esta última persecución le inspiró un abultado volumen, en 18° intitulado Recuerdos proféticos de una sibila sobre las causas secretas de su arresto del 11 de diciembre de 1809. Después, como para desafiar la crítica, se puso a publicar, tomo tras tomo, el Aniversario de la muerte de la emperatriz Josefina, en 8°; 1815; Los oráculos sibilinos, en 8°, en 1817; La sibilina n el congreso de Aix-la-Chapelle, en 8°, 1819; y Memorias históricas y secretos de la emperatriz Josefina, los volúmenes en 1820. Todas estas obras están escritas en un estilo destacado y difuso. María Ana Lenormand había adoptado un ceremonial uniforme para todos cuantos acudían a consultarla. Un anciano criado, vestido de negro, introducía al consultante en la antecámara, diciendo: “La señorita está ocupada; tened la bondad de esperar un momento”. Al cabo de diez minutos el anciano servidor introducía al consultante en un gabinete oblongo, a cuya extremidad se hallaba sentada la sacerdotisa, ceñida la frente por un turbante.

La sibila dirigía al recién venido las siete preguntas siguientes:

1) ¿Cuál es el mes y día de vuestro nacimiento?

2) ¿Qué edad tenéis?

3) ¿Cuáles son las iniciales de vuestro nombre y apellido y del lugar de vuestra naturaleza?

4) ¿Qué color os gusta más?

5) ¿Qué animal preferís?

6) ¿Qué flor es más grata?

7) ¿Queréis el gran oráculo o el pequeño oráculo?

En seguida daba comienzo a sus operaciones quirománticas, cartománticas, captrománticas y cafeománticas. XX VII. Naude (Gabriel) Famoso bibliógrafo y uno de los sabios más esclarecidos de su tiempo, nacido en París en el año 1600 y muerto en Abbeville en 1655. Dejó una Instrucción a Francia sobre la verdad de la historia de los hermanos empíricos y una Apología de los grandes hombres sospechados de magia.

XXVIII. Nostradamus (Miguel)

Célebre médico y astrólogo, nacido en 1503, en SaintRemy, de una familia judía. Estudió la medicina en Montpellier y después se estableció en Agen, donde se casó. Pocos años después perdió a su mujer y dos hijos que había tenido de ella. Para disipar su melancolía recorrió la Guinea y el Languedoc, viajó por Italia; después de doce años de ausencia regresó á su patria, contrayendo nuevas nupcias y fijando su residencia en Salón. Sus triunfos en Aix y en Lyon durante una epidemia que él combatía con remedios secretos, le atrajeron la envidia de los demás médicos, llegando éstos a fastidiarle tanto que, por último, se decidió a expatriarse, a romper con la sociedad y a vivir en el retiro. Entonces comenzó a escribir sus famosos almanaques y en breve compuso sus celebradas Predicciones en forma de cuartetas, de las que publicó siete Centurias en 1555, en Lyon. Obtuvieron un éxito extraordinario y entonces, alentado Nostradamus por esta primera sonrisa de la fortuna, publicó sucesivamente tres nuevas Centurias y las dedicó a Enrique II y a Catalina de Médicis, a quienes fue a presentarlas personalmente.

La Corte le acogió con señaladas muestras (la distinción: se le pidió que sacase el horóscopo de los príncipes, accedió a ello y comunicó sus conjeturas a Catalina de Médicis, quien jamás quiso revelar en qué consistían, pareciendo, empero, muy satisfecha de ellas y protestando siempre de que había acertado en sus pronósticos. Nostradamus se apresuró a regresar a Salon antes de la muerte de Enrique II que, según dicen, había previsto, como también los disturbios que la siguieron. Vivió aún algunos años en Salon y tuvo la honra de recibir la visita de algunos soberanos, entre otros, Carlos IX. Murió en 1566.

XXIX. Paracelso

Médico célebre, nacido el año 1493, en Zurich. Pasaba por reformador de la medicina y pretendió arrancar el cetro a Hipócrates y a Galeno, cuyos principios y métodos quiso criticar. Se le debe el descubrimiento del opio y del mercurio, cuyo uso enseñó. Es Paracelso el héroe de los que creen en la piedra filosofal y le atribuyen la ventaja de haberla poseído apoyándose en su propia autoridad Decían que tenía un demonio familiar encerrado en el puño de su espada; aseguraba que Dios le había revelado el secreto de hacer oro y se alababa de poder, ya por medio d la piedra filosofal, ya en virtud de sus remedios, conservan por años la vida de los hombres. Murió a la edad de cuarenta y ocho años, en 1541, en Salzburgo.

XXX. Pitágoras

Hijo de un escultor de Samos, viajó para recibir instrucción. Los sacerdotes de Egipto le iniciaron en sus misterios, los magos caldeos le comunicaron sus ciencias y los sabios de Creta sus luces. Llevó a Samos todo cuanto los pueblos más instruidos poseían de sabiduría y conocimientos útiles; pero encontrando a su patria bajo el yugo del tirano Polícrates, fuese a Crotona, donde erigió una cátedra de filosofía en casa del afamado atleta Milón. Acontecía esto en la época de Tarquino el Soberbio. Enseñó la moral, la aritmética, la geometría y la música y se le hace inventor de la metempsicosis. Su elocuencia debía ser poderosísima, puesto que sus exhortaciones indujeron a los habitantes de Crotona, villa sumida en el libertinaje, a renunciar a sus disolutas costumbres y a vivir según las reglas de la virtud. Hasta obtuvo de las damas que desechasen sus bellos trajes y atavíos, para vestirse con ejemplar sencillez. Lograba de sus discípulos las cosas más difíciles de practicar, pues les sometía a un noviciado de silencio que por lo menos duraba dos años, y que prolongaba hasta cinco a los individuos que reconocía más dispuestos a hablar. Uno de sus principales cuidados fue el corregir los abusos que en su tiempo se cometían en el matrimonio. Parece que para dilatar el imperio que ejercía en los ánimos no desdeñó acudir al empleo de los prestigios, para una mayor ventaja de sus conocimientos y luces. Porfirio y Jamblico le atribuyeron milagros, que se hacía escuchar y hasta obedecer de las más temibles fieras. Finalmente, se asegura que predecía el porvenir, apaciguaba las tempestades, disipaba la peste y curaba las enfermedades con una palabra y con sólo un simple tacto.

XXXI. Porta (1. B.)

Gentil hombre napolitano, célebre físico, nacido en 1881, muy conocido por su aplicación a las bellas letras y a las ciencias. Celebraba en su casa asambleas de eruditos, en las que se trataba de todas las singularidades de la física experimental. A los quince años de edad compuso los primeros libros de su Magia natural. Porta creía en la astrología judiciaria y en el poder de los espíritus. Murió en 1751, a la edad de setenta años.

XXXII. Salomón

Los filósofos, los botánicos y los astrólogos orientales tienen a Salomón por su patrono. Le llaman Soliman. Según ellos, Dios le dotó de sabiduría, comunicándole al mismo tiempo todos los secretos naturales y sobrenaturales, y entre estos últimos, la ciencia más sublime y la más útil: la de evocar los espíritus y los genios, y mandarlos. Salomón, según dicen, tenía un anillo con un talismán que le daba un poder absoluto sobre estos intermedios entre Dios y los hombres. Este anillo existe aún y el que lo logre poseer será el dueño del mundo; pero se ignora dónde está y sólo quedan fórmulas, prácticas, figuras, por las que se puede adquirir, aunque de una manera imperfecta, una parte del poder que Salomón ejercía sobre los espíritus. Tan preciosos secretos se han conservado en los libros que nos quedan de este príncipe y, especialmente, en su inestimable Clavícula.

XXXII. Zoroastro

El más antiguo de los cabalistas. Los persas le honraban como su gran profeta. Se le atribuía la composición de los libros sagrados de que los persas sólo han conservado algunos fragmentos en el Avesta. Según aseguran algunos historiadores, fue el inventor de la magia. Contemporáneo de Nino. rey de Asiria, ocupó también Zoroastro un trono: el de Bactriana.

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