Pomona

Me temo que no tiene mucho que ver con el trabajo de Graves, pero por aproximación temática publico aquí. La primera vez que leí el nombre de Pomona fue en el título de un libro de Erik A. Karlfeldt, la segunda fue en la galería de los emplomados del castillo de Chapultepec, junto con las más conocidas Flora, Hebe, Diana y Ceres. Para la tercera vez, fue una especie de regalo de cumpleaños – a mí me gusta que me regalen historias, también -.

Pomona no es demasiado conocida, su culto se reduce al ámbito romano, e incluso dento de éste, fue algo bastante modesto; pero es la deidad de los frutos, diferenciada de aquellas de la floración; y del cultivo y cuidado de los árboles frutales y jardines, en oposición a lo espontáneo de lo salvaje o agreste. Y su mito principal, tardío y posiblemente más literario que religioso, es una historia de amor… pero más allá de eso me parece interesante una segunda lectura simbólica, la relación de afinidad entre fuerzas. Y es la siguiente;

Pomona, vivía aislada del mundo, cultivando sus jardines de árboles frutales. Tan concentrada estaba en su tarea, que no sentía interés alguno por el exterior, cerrando su jardín a los sátiros querían arrastrarla con ella a sus juegos, y a sus muchos otros pretendientes. Entre éstos se encontraba Vertumno, Dios de las estaciones, quien la amaba realmente, a pesar de la indiferencia de Pomona. Para llegar a ella Vertumno tomó la apariencia de una anciana, y se acercó a Pomona para alabar su trabajo, probando que conocía perfectamente los pormenores de la tarea, como un igual; ganándose su confianza le habló en favor del amor y de él mismo sobre los demás pretendientes. Mostrándole un olmo enlazado por una vid, le explicó cómo enlazándose con el olmo, la vid le daba frutos, y cómo el olmo la sostenía para que ésta no tuviera que arrastrarse por los suelos. Seguidamente, le relata la historia de amor de Anaxareta, una muchacha noble que fue transformada en piedra como castigo de Afrodita por la indiferencia que había mostrado ante la muerte de un pretendiente. Mientras Pomona estaba fascinada por el relato, Vertumno le mostró su verdadera apariencia, y Pomona lo aceptó.

El mito aparece en Las Metamorfosis de Ovidio;

(…)Bajo el rey tal Pomona vivió, que la cual, ninguna entre las latinas
Hamadríades ha honrado con más pericia los huertos
625ni hubo más estudiosa otra del fruto del árbol,
de donde posee el nombre. No los bosques ella ni caudales,
el campo ama y las ramas que felices frutos llevan.
Y no de la jabalina pesada va, sino de la corva hoz, su diestra,
con la que ora su exceso modera y, extendidos por todas partes,
630sus brazos contiene, ora en una hendida corteza una vara
injerta y sus jugos apresta para un prohijado ajeno,
y que sienta sed no tolera y las recurvas fibras
de la bebedora raíz riega con manantes aguas.
Éste su amor; éste su estudio, de Venus incluso ningún deseo tiene.
635La fuerza aun así de los hombres del campo temiendo, sus pomares cierra
por dentro y los accesos prohíbe y rehúye masculinos.
¿Qué no los Sátiros, para los bailes apta esa juventud,
hicieron, y enceñidos de pino en sus cuernos los Panes,
y Sileno, siempre más juvenil que sus propios años,
640y el dios que a los ladrones o con su hoz o con su entrepierna aterra,
para apoderarse de ella? Pero es así que los superaba amándola
a ellos incluso Vertumno, y no era más dichoso que ellos.
Oh cuántas veces, en el atavío de un duro segador, aristas
en una cesta le llevó, y de un verdadero segador fue la imagen.
645Sus sienes muchas veces llevando con heno reciente trenzadas,
la segada grama podía parecer que había volteado.
Muchas veces en su mano rigurosa aguijadas portaba, tal que él
jurarías que cansados acababa de desuncir sus novillos.
Una hoz dada, deshojador era y de la vid podador.
650Se vestía unas escalas: que iba a recoger frutos creerías.
Soldado era con una espada, pescador, la caña tomada.
Por fin, merced a esas muchas figuras acceso para sí muchas veces
encontró de modo que poseyera los goces de la contemplada hermosura.
Él incluso, coronadas sus sienes de una pintada mitra,
655apoyándose en un bastón, puestas por esas sienes canas,
se simuló una vieja, y entró en los cultivados huertos
y de los frutos se admiró y: “Tanto más poderosa”, dice,
y a la que un poco había alabado dio besos cuales nunca
verdadera hubiese dado una anciana, y en el terreno encorvada se sentó,
660mirando arriba, curvas, del peso de su otoño, las ramas.
Un olmo había enfrente, especioso por sus brillantes uvas.
El cual, después que al par, con su compañera vid, hubo aprobado:
“Mas si se alzara”, dice, “célibe sin el sarmiento su tronco,
nada, excepto sus frondas, por que se le buscara, tendría.
665Ésta también, la que unido se le ha, la vid descansa en el olmo.
Si casado no se hubiera, a la tierra inclinada, yacería.
Tú, aun así, con el ejemplo no te inmutas del árbol este,
y de los concúbitos huyes, ni de casarte curas.
Y ojalá quisieras. Helena no por más pretendientes
670se hubiese inquietado, ni la que de los Lápitas movió
a las batallas, ni la esposa del demasiado demorado Ulises.
Ahora también, aunque huyas y te apartes de los que te pretenden,
mil varones te desean, semidioses y dioses,
y cuantos númenes poseen los albanos montes.
675Pero tú si supieras, si unirte tú bien y a la anciana
esta oír quieres, que a ti más que todos esos,
más de lo que crees, te amo: rehúsa esas vulgares antorchas
y a Vertumno de tu lecho por compañero para ti elige, por el cual a mí también
como prenda tenme, pues para sí mismo más conocido él no es
680que para mí. Y no por doquier errante deambula por el orbe todo;
estos lugares grandes honra y no, cual parte grande de tus pretendientes,
a la que acaba de ver ama: tú el primer y el último ardor
para él serás y sola a ti ha consagrado sus años.
Añade que es joven, que natural tiene
685de la hermosura el regalo, y en las figuras aptamente se finge todas,
y que lo que hayas de ordenarle, aunque le ordenes cualquier cosa, será.
Qué de que amáis lo mismo, que los frutos que por ti honrados
él el primero tiene y sostiene tus regalos con diestra dichosa.
Pero ni ya sus crías anhela, del árbol arrancadas,
690ni, las que el huerto alimenta, con jugos tiernos las hierbas,
ni otra cosa que a ti: compadécete del que así arde y a él mismo,
quien te pide, en la boca mía, presente cree que te suplica,
y a los vengadores dioses y a la que los pechos duros aborrece,
a la Idalia, y la memorativa ira teme de la Ramnúside.
695Y para que más lo temas –y en efecto a mí muchas cosas mi vejez
saber me ha dado– te referiré, en todo Chipre muy conocidos,
unos hechos con que virar fácilmente y enternecerte puedas.

Ifis y Anaxárete

“Había visto, generosa de la sangre del viejo Teucro,
Ifis a Anaxárete, de humilde estirpe creado.
700La había visto y concibió en todos sus huesos un fervor;
y tras luchar mucho tiempo, después que con la razón su furor
vencer no pudo, suplicante a sus umbrales vino,
y ora a su nodriza confesándole su desgraciado amor,
que con él dura no fuera, por sus esperanzas en su ahijada, le pidió,
705y ora de entre sus muchas compañeras enterneciendo a cualquiera
con acongojada voz, pretendía su propenso favor.
A menudo para que las llevaran dio sus palabras a tiernas tablillas,
a veces, mojadas del rocío de sus lágrimas, coronas
a sus jambas tendió y puso en su umbral duro
710su tierno costado y, triste, a la cerradura insultos le gritó.
Más salvaje ella que el estrecho que se levanta al caer los Cabritos,
más dura también que el hierro que funde el fuego nórico,
y que la roca viva que todavía por su raíz se sostiene,
lo desprecia y de él se burla, y a sus actos despiadados añade
715palabras soberbias, feroz, y de su esperanza incluso priva a su amante.
No soportó, incapaz de sufrirlos, los tormentos de ese largo dolor
Ifis, y ante sus puertas estas palabras últimas dijo:
“Vences, Anaxárete, y no tendrás tú hastíos algunos al fin
que soportar de mí: alegres triunfos apresta
720y a Peán invita y cíñete de nítido laurel.
Pues vences, y muero con gusto: venga, férrea de ti, gózate.
Ciertamente a algo alabar de mi amor te verás obligada, en lo que a ti
te sea yo grato y el mérito confesarás nuestro.
No, aun así, antes mi anhelo por ti recuerda que me ha abandonado,
725que la vida, y de mi gemela al par luz me he visto privado.
Y no a ti la fama ha de venir, nuncia de mi muerte:
yo mismo, no lo dudes, llegaré y estar presente pareceré,
para que de mi cuerpo exánime tus crueles ojos apacientes.
Si aun así, oh altísimos, los hechos mortales veis,
730sed de mí memoriosos –nada más allá mi lengua suplicar
sostiene– y haced que de mí se cuente en una larga edad,
y, los que arrancasteis a mi vida, dad tiempos a mi fama.
Dijo, y a esas jambas, ornadas a menudo de sus coronas,
sus húmedos ojos y pálidos brazos levantando,
735al atar a lo más alto de las puertas las ataduras de un lazo:
“Estas guirnaldas a ti te placen, cruel y despiadada”, dijo,
e introdujo su cabeza, pero entonces también vuelto hacia ella,
y, peso infeliz, quebrada su garganta, se colgó.
Golpeada por el movimiento de sus pies, un sonido agitado y
740que abrir ordenaba pareció haber dado, y abierta la puerta, el hecho
revela: gritan los sirvientes y en vano levantándolo
–pues su padre había sucumbido– lo reportan hasta los umbrales de su madre.
Lo recibe ella en su seno y abrazada a los fríos miembros
del hijo suyo, después que las palabras de los desgraciados padres
745hubo expresado, y de las madres desgraciadas las operaciones concluyó,
los funerales guiaba, lacrimosa, por mitad de la ciudad,
y lívidos portaba sus miembros en el féretro que había de arder.
Por acaso, vecina su casa a la calle por la que, digna de llanto, iba
la pompa, estaba, y el sonido de los golpes de pecho, dura, a los oídos
750llega de Anaxárate, a la cual ya un dios vengador trataba.
Conmovida, aun así: “Veamos”, dice, “el desgraciado funeral”,
y, de anchas ventanas, va al piso alto
y no bien, impuesto sobre el lecho, contempló a Ifis,
rígidos quedaron sus ojos y cálida fuera de su cuerpo su sangre,
755sobrevenida a ella una palidez, huye, y al intentar
hacia atrás llevar sus pies, prendida estaba, y al intentar volver su rostro,
esto también no pudo, y poco a poco invade sus miembros,
la cual había estado ya hacía tiempo en su duro pecho, una roca.
Y para que esto fingido no creas, de su dueña con la imagen una estatua
760conserva todavía Salamina, y de Venus también un templo, con el nombre
de la Contemplante, tiene. De las cuales cosas consciente, oh querida mía, tus lentos
orgullos deja, te lo suplico, y a tu enamorado únete, mi ninfa:
así a ti ni un primaveral frío queme tus nacientes
frutos, ni los abatan florecientes, robadores, los vientos.”

765Ello una vez que para nada el dios, apto a la figura de vieja,
hubo expresado, al joven volvió, y los aparejos
se quitó de anciana, y tal se apareció a ella,
cual cuando a él opuestas, nitidísima del sol la imagen,
vence a las nubes y sin que ninguna lo impida reluce,
770y a la fuerza se dispone. Pero de fuerza no hay menester, y en la figura
del dios cautivada la ninfa fue, y mutuas heridas sintió.

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