“Durante doce años te has estado preguntando: ¿Quién es John Galt? Yo soy John Galt. Soy el hombre que ama a su vida. Soy el hombre que no sacrifica su vida ni sus valores. Soy el hombre que te ha arrebatado tus víctimas y de esa manera ha destruido tu mundo. Y si quieres saber por qué estás agonizando -tú que tanto le temes al conocimiento-, soy el hombre que ahora te lo va a decir.”
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“Has oído decir que ésta es una época de crisis moral. Tú mismo lo has dicho, con temor y a la vez con la esperanza de que esas palabras no tuvieran un significado real. Te has quejado de que los pecados del hombre están destruyendo al mundo y has llegado a maldecir a la naturaleza humana por negarse a practicar las virtudes que le exigías. Como para ti la virtud consiste en el sacrificio, has exigido más sacrificios ante cada sucesivo desastre. En el nombre de la vuelta a la moralidad, has sacrificado todo aquello que creías era la causa de tus sufrimientos. Has sacrificado a la justicia por la misericordia. Has sacrificado a la independencia por la unidad. Has sacrificado a la razón por la fe. Has sacrificado a la riqueza por la necesidad. Has sacrificado a la autoestima por la negación de ti mismo. Has sacrificado a la felicidad por el deber.
“Has destruido todo lo que considerabas malo y obtenido todo lo que considerabas bueno. ¿Por qué, entonces, retrocedes horrorizado al ver el mundo que te rodea? Ese mundo no es el producto de tus pecados, sino el producto y la imagen de tus virtudes. Es tu ideal moral hecho realidad en su absoluta y total perfección. Has luchado por é1, lo has soñado, lo has deseado, y yo... yo soy quien te he concedido ese deseo.
“Tu ideal tenía un enemigo implacable y tu código moral fue diseñado para destruirlo. Yo he eliminado a ese enemigo. Te lo he quitado de en medio y lo he puesto fuera de tu alcance. He eliminado la fuente de todos esos ‘males’ que estabas sacrificando uno a uno. He puesto fin a tu batalla. He detenido tu motor. He quitado de tu mundo la razón humana.
“¿Dices que el hombre no vive gracias a su mente? Me he llevado a los que sí lo hacen. ¿Dices que la mente es impotente? Me he llevado a las personas cuya mente no lo es. ¿Dices que hay valores más elevados que la razón? Me he llevado a aquellos para quienes no los hay.
“Mientras arrastrabas hasta tus altares de sacrificio a los hombres capaces de vivir con justicia, independencia, razón, riqueza y autoestima, yo te gané la mano: los alcancé primero. Les expliqué la naturaleza de tu juego y la de tu código moral, que ellos en su generosa inocencia no habían sido capaces de captar. Les enseñé cómo vivir según otra moral: la mía. Y fue la mía la que decidieron seguir.
“Soy yo quien te ha arrebatado a todos aquellos que se han evaporado, los hombres y mujeres a los que odiabas, pero temías perder. No intentes encontrarnos. No queremos ser encontrados. No protestes diciendo que es nuestro deber servirte. No reconocemos ese deber. No clames diciendo que nos necesitas. No consideramos que la necesidad sea un derecho. No digas que te pertenecemos. No es así. No nos supliques que regresemos. Nosotros, los hombres de razón, nos declaramos en huelga.
“Nos declaramos en huelga contra la auto inmolación, contra la doctrina de las recompensas no merecidas y de los deberes no recompensados, contra el dogma de que la búsqueda de la felicidad es pecado, contra la doctrina de que la vida es culpa.
“Hay una diferencia entre nuestra huelga y todas las que has llevado a cabo durante siglos: nuestra huelga no consiste en plantear exigencias, sino en concederlas. Somos malvados según tu moralidad: hemos decidido no lastimarte más. Somos inútiles según tu economía: hemos elegido no explotarte más. Según tu política somos peligrosos y deberíamos estar encadenados: hemos decidido no ponerte en peligro, ni continuar usando las cadenas. Según tu filosofía, sólo somos una ilusión: hemos decidido no engañar más tus sentidos y te hemos dejado libre para que enfrentes la realidad, la realidad que anhelabas, el mundo que ves ahora: un mundo sin razón.
“Te hemos concedido todo lo que nos exigías, nosotros que siempre hemos dado, sólo que recién lo hemos comprendido. No tenemos ninguna exigencia para hacerte, ninguna condición sobre la cual negociar, ningún compromiso que alcanzar. No tienes nada para ofrecemos. No te necesitamos.
“¿Ahora te lamentas de que no es esto lo que querías? ¿Que un mundo insensato, en ruinas no era tu objetivo? ¿No querías que te abandonáramos? ¡Eres un caníbal que siempre has sabido lo que buscabas! Pero se te terminó el juego, porque ahora también nosotros lo conocemos.
“A lo largo de siglos de calamidades y desastres, causados por tu código moral, te has quejado de que ese código había sido violado, de que las calamidades eran castigos por haberlo transgredido, de que los hombres eran demasiado débiles y egoístas para derramar toda la sangre necesaria. Maldijiste al hombre, maldijiste la existencia, maldijiste a esta Tierra, pero nunca te atreviste a cuestionar tu código. Tus víctimas aceptaron la culpa y siguieron luchando, recibiendo tus insultos como premio por su martirio, mientras seguías sosteniendo que tu código es noble, pero la naturaleza humana no es lo suficientemente buena como para practicarlo. Y nadie se puso de pie para hacer la pregunta: ‘¿Buena? ¿Según qué estándar?’.
“Querías conocer la identidad de John Galt: soy el hombre que ha formulado esa pregunta.
“Sí, ésta es una época de crisis moral. Sí, estás siendo castigado por tus maldades. Pero esta vez no es el hombre el que está siendo juzgado y no es la naturaleza humana la que cargará con la culpa. Es tu código moral el que ahora se acaba. Tu código moral ha alcanzado su clímax, el callejón sin salida al final de su camino. Y si deseas seguir viviendo, lo que ahora necesitas no es volver a la moral -tú que nunca la has conocido- sino descubrirla.
“Nunca has escuchado otros conceptos morales que no sean los místicos o los sociales. Te han enseñado que la moral es un código de comportamiento impuesto sobre ti por capricho, el capricho de un poder sobrenatural o el capricho de la sociedad, para servir el propósito de Dios o el bienestar del prójimo, para complacer a una autoridad de ultratumba o de la casa de al lado; pero no para servir a tu propia vida o tu placer. Te han enseñado que tu placer personal sólo se encontrará en la inmoralidad, tu interés personal sólo se podrá obtener mediante el mal, y que todo código moral debe estar diseñado no para ti, sino contra ti, no para enriquecer la vida, sino para empobrecerla.
“Durante siglos, la batalla moral fue librada entre quienes sostenían que sus vidas le pertenecen a Dios y quienes sostenían que les pertenecen a sus vecinos; entre aquellos que predicaban que el bien es el auto sacrificio en beneficio de fantasmas en el paraíso, y aquellos que predicaban que el bien es el auto sacrificio en provecho de los incompetentes de la Tierra. Y nadie te ha dicho que tu vida te pertenece y que el bien reside en vivirla plenamente.
“Ambos bandos acordaron que la moral exige la renuncia al propio interés y a la razón, que lo moral y lo práctico son opuestos, que la moral no pertenece al dominio de la razón, sino al dominio de la fe y de la fuerza. Ambos bandos convinieron en que una moral racional no es posible, que en la razón no existe verdad o error; que en la razón no existe razón para ser moral.
“Cualesquiera fuesen sus desavenencias, tus moralistas han permanecido unidos contra la mente humana. Todos sus sistemas y tramoyas están diseñados para expoliar y destruir la razón. Ahora, debes elegir entre perecer o aprender que ser antimente es ser antivida.
“La mente humana es la herramienta básica para la supervivencia. Al hombre le es dada la vida, no la supervivencia. Le es dado su cuerpo, no así su sustento. Le es dada su mente, no su contenido. Para mantenerse con vida, el ser humano debe actuar, y para hacerlo debe conocer la naturaleza y el propósito de sus acciones. El hombre no puede alimentarse sin conocer el alimento y la forma de obtenerlo. No puede cavar una zanja ni construir un ciclotrón sin conocer su utilidad ni los medios para lograrlo. Para mantenerse vivo, el hombre debe pensar.
“Pero pensar es un acto selectivo. La clave de lo que irresponsablemente llamáis ‘naturaleza humana’, el secreto a voces con el que convives, y sin embargo temes mencionar, es el hecho de que el hombre es un ser de conciencia volitiva. La razón no funciona en forma automática; pensar no es un proceso mecánico; las conexiones 1ógicas no se hacen por instinto.
“El funcionamiento de tu estómago, tus pulmones o tu corazón es automático; el funcionamiento de tu mente, no. A toda hora de tu vida, puedes elegir pensar o evitarte ese esfuerzo, pero no eres libre de escapar a tu naturaleza, del hecho de que la razón es tu medio de supervivencia de manera que para ti, que eres un ser humano, la pregunta ‘¿ser o no ser?’ es lo mismo que ‘¿pensar o no pensar?’. “Un ser de conciencia volitiva no tiene un comportamiento automático. Necesita un código de valores que guíe sus actos. ‘Valor’ es algo que uno debe obtener y conservar; ‘virtud’ es la acción mediante la cual uno lo obtiene y conserva. El concepto de ‘valor’ implica una respuesta a la pregunta: ¿de valor para quién o para qué? Todo ‘valor’ presupone un criterio, un propósito y la necesidad de actuar frente a alternativas. Donde no hay alternativas, no son posibles los valores.
“Hay sólo una alternativa fundamental en el universo: existencia o no existencia; y le pertenece a una sola clase de entidades: los organismos vivientes. La existencia de la materia inanimada es incondicional; la existencia de la vida, no; depende de un curso de acción específico. La materia es indestructible, cambia sus formas, pero no puede dejar de existir. Só1o un organismo vivo enfrenta la constante alternativa: la cuestión de la vida o la muerte. La vida es un proceso de acción autosostenida y autogenerada. Si un organismo fracasa en esa acción, muere; sus elementos químicos perduran, pero su vida termina. Só1o el concepto de ‘vida’ hace posible el concepto de ‘valor’. Só1o para un ser viviente las cosas pueden ser buenas o malas.
“Una planta debe alimentarse para vivir; la luz solar, el agua, los elementos químicos que necesita son los valores que su naturaleza determinó que persiguiera; su vida es el parámetro de valor que dirige sus acciones. Pero una planta no tiene alternativas de acción; hay alternativas en las condiciones con las que se enfrenta, pero no en su función: ella actúa automáticamente para extender su vida, no puede actuar en pos de su propia destrucción.
“Un animal está programado para mantener su vida; sus sentidos le proveen un código de acción automático, un conocimiento automático de lo que es bueno y malo para é1. No tiene poder para ampliar su conocimiento ni para evadirlo. En situaciones en las que su programación resulta inadecuada, muere. Pero mientras vive, actúa en base a su programa, con seguridad automática y sin poder de elección. El animal es incapaz de ignorar su propio bien y de decidir escoger el mal y actuar como su propio destructor.
“El ser humano no tiene un código automático de supervivencia. Su diferencia con las demos especies vivientes es la necesidad de actuar frente a alternativas mediante la elección volitiva. El hombre no tiene conocimiento automático de lo que es bueno o malo para é1, de qué valores sustentan su vida, ni de los cursos de acción que su existencia requiere. ¿Osas balbucear respecto al instinto de autoconservación? El instinto de autoconservación es precisamente lo que el hombre no posee. Un ‘instinto’ es una forma de conocimiento inequívoca y automática. Un deseo no es un instinto. El deseo de vivir no le da a uno el conocimiento necesario para la vida, e incluso el deseo de vivir del humano no es automático: tu horrible secreto es que ése es el deseo que tú no posees. Tu miedo a la muerte no es amor a la vida, y no te dará el conocimiento necesario para conservarla. El hombre debe obtener su conocimiento y elegir sus acciones mediante un proceso de razonamiento, proceso que la naturaleza no lo obliga a realizar. El hombre tiene el poder para actuar como su propio destructor, y ésa es la forma en la que ha venido actuando durante casi toda su historia.
“Un ser vivo que considera depravados a sus medios de supervivencia, no puede sobrevivir. Una planta que luchara por mutilar sus raíces, o un pájaro que quisiera quebrar sus alas no existiría por mucho tiempo. Sin embargo, la historia humana ha sido una lucha por negar y destruir la mente.
“El hombre ha sido denominado como un ser racional, pero la racionalidad es una cuestión de elección, y la alternativa que, su naturaleza le ofrece es: actuar como un ser racional o como un animal suicida. El hombre debe ser hombre por elección; debe considerar su vida como un valor, por elección; debe aprender a mantenerla, por elección; debe descubrir los valores que esto requiere y practicar sus virtudes, por elección.
“Un código de valores aceptado por elección es un código moral.
“Dondequiera que estés, a ti que me estas escuchando, le hablo a lo que pudiera quedar como remanente vivo e incorrupto en tu interior, al remanente humano, a tu mente, y le digo: existe una moral de la razón, una moral propia del humano, y la vida humana es su fundamento y su medida de valor.
“Todo lo que es conveniente para la vida de un ser racional es bueno; todo lo que la destruye es malo.
“La vida del hombre, tal como lo requiere su naturaleza, no es la vida de una bestia sin mente, de un bandido saqueador o de un místico vagabundo, sino la vida de un ser pensante; no es la vida por medio de la fuerza o el fraude, sino la vida por medio del logro; no es la supervivencia a cualquier precio, ya que sólo hay un precio que pagar por la supervivencia humana: la razón.
“La vida del hombre es el parámetro de la moral, pero la propia vida es su propósito. Si tu objetivo es la existencia en la Tierra, debes elegir tus acciones y valores según los parámetros humanos, a fin de preservar, realizar y disfrutar el valor irremplazable que es tu vida.
“Dado que la vida requiere de un curso de acción específico, cualquier otro la destruirá. Un ser que no tenga a su propia vida como el motivo y meta de sus acciones, está actuando según los motivos y criterios de la muerte. Un ser así es una monstruosidad metafísica, que luchando por oponerse, negar y contradecir el hecho de su propia existencia, corriendo ciega y desenfrenadamente hacia su destrucción, sólo es capaz de generar dolor.
“La felicidad es el estado exitoso de la vida, el sufrimiento es el agente de la muerte. La felicidad es el estado de conciencia que proviene del logro de los propios valores. Una moral que se atreva a decirte que encuentres la felicidad en la renuncia a tu propia felicidad, que valores la pérdida de tus propios valores, es una insolente negación de la moral. Una doctrina que te proponga como ideal el papel de un animal expiatorio que sólo quiere ser inmolado en los altares de otros, te está dando a la muerte como parámetro. Por gracia de la realidad y de la naturaleza de la vida, el ser humano es un fin en sí mismo, existe para sí mismo, y el logro de su propia felicidad es su más alto propósito moral.
“Pero ni la vida ni la felicidad pueden lograrse mediante la persecución de caprichos irracionales. El hombre es libre de intentar sobrevivir de cualquier manera, pero perecerá a menos que viva de acuerdo con su naturaleza. Igualmente, el hombre es libre de buscar su felicidad en cualquier fraude insensato, pero todo lo que encontrará será tortura y frustración a menos que busque la felicidad apropiada para é1. El propósito de la moral es enseñarnos, no a sufrir y morir, sino a disfrutar y vivir.
“Barre a un lado a esos parásitos de academia subsidiados, que viven de las ganancias de la mente de otros y proclaman que el hombre no necesita moral, ni valores, ni código de conducta. Esos, que se consideran científicos y aseguran que el hombre es sólo un animal, al que no conceden en el mapa de la existencia el lugar que le han concedido al más insignificante de los insectos.
“Esos imbéciles reconocen que cada especie viviente tiene una forma de supervivencia determinada por su naturaleza, no opinan que un pez pueda vivir fuera del agua o que un perro pueda vivir sin su sentido del olfato; pero el hombre, aseguran, el más complejo de los seres, puede sobrevivir de cualquier manera, no tiene identidad ni naturaleza, y no hay una razón práctica para que no pueda vivir con su fuente de supervivencia destruida, con su mente estrangulada y puesta a disposición de cualquier orden que ellos decidan instituir.
“Barre a un lado a esos místicos corrompidos por el odio, que se presentan como amigos de la humanidad y predican que la más alta virtud que un hombre puede practicar es considerar que su propia vida carece de valor. ¿Te dicen que el propósito de la moral es reprimir el instinto de autopreservación del hombre? Es justamente por el propósito de la autopreservación que el hombre necesita un código moral. El único hombre que desea ser moral es aquel que desea vivir.
“No, no estás obligado a vivir; hacerlo o no es la elección básica. Pero si eliges vivir, debes hacerlo como ser humano: a través del trabajo y del juicio de tu mente. “No, no estás obligado a vivir como un hombre; hacerlo o no es una elección moral. Pero no puedes vivir como otra cosa: la alternativa es ese estado de muerte en vida, cada vez más habitual para ti y los que te rodean, el estado de ineptitud para la existencia, que ya no es humano y es menos que animal, una cosa que no conoce más que el dolor y se arrastra durante años en la agonía de la autodestrucción involuntaria.
“No, no estas obligado a pensar; pensar es también un acto de elección moral. Pero alguien debió pensar para mantenerte con vida; si eliges no hacerlo, estafas a la existencia y le pasas el déficit a algún hombre moral, esperando que é1 sacrifique su propio bien para permitirte sobrevivir con tu maldad.
“No, no tienes por qué ser hombre; pero aquellos que lo son, ya no están aquí. Te he quitado tu fuente de supervivencia: tus víctimas.
“Si deseas saber cómo lo hice y qué les dije para hacerlos renunciar, lo estas oyendo ahora. Les di, en esencia, el mismo discurso que hoy te estoy dando a ti. Eran hombres y mujeres que habían vivido según mi código, pero sin conciencia de cuan grande era la virtud que eso representaba. Se los hice ver. Les ofrecí no una reevaluación, sino una identificación de sus valores.
“Nosotros, los hombres de razón, estamos ahora en huelga contra ti en nombre de un único axioma que es la raíz de nuestro código moral, de la misma forma que la raíz del tuyo es el deseo de huirle: el axioma de que la existencia existe.
“La existencia existe, y el acto de captar esa afirmación implica otros dos corolarios: que algo existe, que uno lo percibe y que uno existe poseyendo conciencia, siendo la conciencia la facultad de percibir lo que existe.
”Si nada existe, no puede haber conciencia: una conciencia sin nada de qué ser consciente es una contradicción. Una conciencia consciente de nada más que de sí misma es una contradicción: antes de poder identificarse a sí misma como conciencia, debió ser consciente de algo. Si eso que dices percibir no existe, lo que posees no es conciencia.
“Cualquiera sea el grado de tu conocimiento, estos dos principios, existencia y conciencia, son axiomas de los cuales no puedes escapar. Son principios irreductibles implicados en cualquier acción que emprendas, en cada parte de tu conocimiento y en su suma, desde el primer rayo de luz que puedas percibir al comienzo de tu vida hasta la más amplia erudición que puedas alcanzar al final. Sea que conozcas la forma de una piedra o la estructura del sistema solar, los axiomas son los mismos: que eso existe y que tú lo sabes.
“Existir es ser algo, por oposición a la nada de la no existencia, es ser una entidad con una naturaleza específica compuesta por atributos específicos. Siglos atrás, quien fue -independientemente de sus errores- el más grande de los filósofos, planteó la fórmula que define el concepto de existencia y la regla de todo conocimiento: ‘A es A’: una cosa es sí misma. Nunca has comprendido el significado de esta aseveración. Estoy aquí para completarla: la Existencia es Identidad, la Conciencia es Identificación.
“Sin que importe lo que se está considerando, sea un objeto, un atributo o una acción, la ley de la identidad se mantiene. Una hoja de un árbol no puede ser una piedra al mismo tiempo, no puede ser toda roja y toda verde al mismo tiempo, no puede congelarse y quemarse al mismo tiempo. A es A. O, si lo quieres en un lenguaje más sencillo: no puedes conservar la torta y al mismo tiempo comerla.
“¿Quieres saber qué está mal en el mundo? Todos los desastres que han asolado al mundo provinieron del intento de los líderes de ignorar el hecho de que A es A. Toda la maldad secreta que te espanta encarar en tu interior y todo el dolor que has debido soportar, provienen de tu propio intento de ignorar el hecho de que A es A. El propósito de quienes te enseñaron a ignorarlo fue lograr que olvidaras que el Hombre es el Hombre.
“El hombre no puede sobrevivir excepto mediante la adquisición de conocimiento, y la razón es su única manera de obtenerlo. La razón es la facultad que percibe, identifica e integra el material provisto por los sentidos. La tarea de los sentidos es darle la evidencia de la existencia, pero la tarea de identificarla pertenece a la razón; sus sentidos le dicen sólo que algo es, pero qué es, debe ser aprendido por su mente. “Todo pensamiento es un proceso de identificación e integración. El hombre percibe una mancha de color; integrando la evidencia de su vista y su tacto, aprende a identificarla como un objeto sólido; aprende a identificar al objeto como una mesa; aprende que la mesa está hecha de madera; aprende que la madera esta compuesta por células, y que las células están compuestas por moléculas, y que las moléculas están compuestas por átomos. En todo este proceso, el trabajo de su mente consiste en responder a una sola pregunta: ‘¿Qué es?’. Su forma de establecer la veracidad de sus respuestas es la 1ógica, y la 1ógica se basa en el axioma de que la existencia existe. La 1ógica es el arte de la identificación no contradictoria. Una contradicción no puede existir. Un átomo es sí mismo, y también lo es el universo; ninguno puede contradecir su propia existencia, ni puede una parte contradecir al todo. Ningún concepto creado por el hombre es válido, a menos que se integre sin contradicción a la suma total de su conocimiento. Llegar a una contradicción es confesar un error en el pensamiento; mantener una contradicción es abdicar a la propia mente y sustraerse del reino de la realidad.
“La realidad es aquello que existe; lo irreal no existe; lo irreal es meramente esa negación de la existencia que ocupa una conciencia humana cuando intenta abandonar la razón.
“La verdad es el reconocimiento de la realidad; la razón, el único instrumento de conocimiento del hombre, es su único parámetro de verdad.
“La frase más depravada que podrías pronunciar es preguntar: ‘¿La razón de quién?’. La respuesta es: ‘La tuya’. No importa cuan vasto sea tu conocimiento, o cuan modesto, es tu propia mente la que debe adquirirlo. Só1o se puede actuar en base al conocimiento propio. Es sólo tu propio conocimiento el que puedes afirmar poseer, o pedir a otros que consideren. Tu mente es tu único juez de la verdad... y si otros disienten de tu veredicto, la realidad es la última corte de apelación. Nada salvo la mente humana puede realizar ese complejo, delicado y crucial proceso de identificación que es pensar. Nada puede guiar al proceso salvo tu propio juicio. Nada puede guiar tu juicio salvo tu integridad moral.
“A ti, que hablas de ‘instinto moral’ como si fuera un atributo separado opuesto a la razón, te digo: la razón del hombre es su facultad moral. Un proceso de razonamiento es un proceso constante de elección en respuesta a la pregunta: ‘¿Verdadero o falso?’. Se debe plantar una semilla en la tierra para que crezca: ¿verdadero o falso? Se deben desinfectar las heridas para salvar la vida: ¿verdadero o falso? La electricidad atmosférica puede convertirse en fuerza cinética: ¿verdadero o falso? Las respuestas a estas preguntas te han dado todo cuanto posees, y esas respuestas surgieron de la mente de algún hombre, intransigentemente devoto de lo correcto.
“Un proceso racional es un proceso moral. Puedes cometer un error en cualquier paso, sin nada que te proteja excepto tu propio rigor, o puedes tratar de hacer trampa, de falsear la evidencia y evadir el esfuerzo de la búsqueda; pero si la devoción hacia la verdad es la marca de la moral, entonces no existe una forma de devoción más grande, noble y heroica que el acto de un hombre que asume la responsabilidad de pensar.
“Eso que llamas ‘alma’ o ‘espíritu’ es tu conciencia, y eso que llamas ‘libre albedrío’ es la libertad de tu mente para pensar o no pensar, el único albedrío que tienes, tu única libertad, la elección que controla todas las demás elecciones que haces y determina tu vida y tu carácter.
“La única virtud básica del hombre es el pensamiento: de ella proceden todas las demás. Y tu vicio básico, la fuente de todos tus males, es ese acto innombrable que algunos practican pero que no desean admitir: el acto de dejar la mente en blanco, la voluntaria suspensión de la propia conciencia, la negación a pensar; no la ceguera, sino el rechazo a ver; no la ignorancia, sino el rechazo a saber. Es el acto de desenfocar la mente y provocar una niebla interna para evadir la responsabilidad de juzgar, en base a la premisa nunca formulada de que una cosa no existirá si nos negamos a identificarla, que A no será A mientras no pronunciemos el veredicto: ‘Lo es’. No pensar es un acto de aniquilación, un deseo de negar la existencia, un intento, de borrar la realidad. Pero la existencia existe; la realidad no se puede borrar, simplemente borrará al borrador. Al negarte a decir ‘Esto es’, te estás negando a decir ‘Yo soy’. Al suspender tu juicio, niegas tu persona. Cuando un hombre declara: ‘¿Quién soy yo para saber?’ está diciendo: ‘¿Quién soy yo para vivir?’.
“Eso, a cada hora y en cada asunto, es tu elección moral básica: pensar o no pensar, existir o no existir, A o no A, entidad o cero.
“En la medida en que un hombre es racional, la vida es la premisa que dirige sus acciones. En la medida en que un hombre es irracional, la premisa que guía sus acciones es la muerte.
“A ti, que farfullas, que la moral es social y que el hombre no necesitaría ninguna moral en una isla desierta, te digo que es en una isla desierta donde más la necesitaría. Sólo déjalo pretender, cuando no haya víctimas para pagar el precio, que una roca es una casa, que la arena es ropa, que la comida caerá en su boca sin causa ni esfuerzo, que podrá recoger la cosecha mañana si devora las semillas hoy, y la realidad lo barrerá, tal como se lo merece; la realidad le demostrará que la vida es un valor que debe comprarse y que el pensamiento es la única moneda lo suficientemente noble para pagarla.
“Si yo hablara tu tipo de lenguaje, diría que el único mandamiento moral para el hombre es: ‘Debes pensar’. Pero la frase ‘mandamiento moral’ es una contradicción. Lo moral es lo elegido, no lo obligado; lo comprendido, no lo obedecido. Lo moral es lo racional, y la razón no acepta mandamientos.
“Mi moral, la moral de la razón, está contenida en un solo axioma: la existencia existe; y en una única elección: vivir. El resto deriva de ella. Para vivir, el hombre debe considerar tres cosas como los valores supremos que rigen su vida: razón, propósito y autoestima. La Razón, como su única herramienta para el conocimiento. El Propósito, como su elección de la felicidad que esa herramienta procederá a lograr. Autoestima, como la inviolable certeza de que su mente es competente para pensar y de que su persona es digna de ser feliz, lo cual significa que es digna de vivir. Estos tres valores implican y requieren de todas las virtudes humanas, y todas ellas pertenecen a la relación entre la existencia y la conciencia: racionalidad, independencia, integridad, honestidad, justicia, productividad, orgullo.
“Racionalidad es el reconocimiento del hecho de que la existencia existe, de que nada puede alterar la verdad y que nada puede ser más importante que el acto de percibirla, o sea pensar; de que la mente es el único juez de valores y la única guía de acción; de que la razón es un absoluto que no admite compromiso; de que una concesión a la irracionalidad invalida la propia conciencia y cambia su tarea de percibir por la tarea de falsificar la realidad; de que el pretendido atajo hacia el conocimiento, la fe, es sólo una simplificación que destruye la mente; de que la aceptación de una invención mística equivale al deseo de aniquilar la existencia y, como consecuencia, aniquila la conciencia.
“La independencia es el reconocimiento del hecho de que la responsabilidad de juzgar es de uno y nada puede ayudar a eludirla; de que ningún sustituto puede pensar por uno, como ningún suplente puede vivir nuestra vida; que la forma más vil de autodegradación y autodestrucción es la subordinación de nuestra mente a la mente de otro, la aceptación de sus aseveraciones como hechos, sus dichos como verdad, sus edictos como intermediarios entre nuestra conciencia y nuestra existencia.
”Integridad es el reconocimiento de que no se puede falsificar la propia conciencia, así como la honestidad es el reconocimiento de que no se puede falsificar la existencia; de que el hombre es una entidad indivisible, una unidad integrada de dos atributos: materia y conciencia, y que no puede permitir brecha alguna entre cuerpo y mente, entre acción y pensamiento, entre vida y convicciones; de que, como un juez impermeable a la opinión pública, uno no puede sacrificar sus certidumbres a los deseos de otros, aunque toda la humanidad se lo suplique o lo amenace; de que el coraje y la confianza son necesidades prácticas, y el coraje, la forma práctica de ser fiel a la existencia, de ser fiel a la propia conciencia.
“Honestidad es el reconocimiento de que lo irreal es irreal y no puede tener ningún valor, de que ni el amor ni la fama ni el dinero pueden tener valor si se obtienen mediante fraude; de que un intento por obtener un valor engañando la mente de otros es equivalente a elevar a las víctimas por encima de la realidad, de que uno se convierte en un peón de su ceguera, un esclavo de su no-pensamiento y sus evasiones, mientras que su inteligencia, su racionalidad y sus percepciones se convierten en los enemigos a los que hay que temer y de los cuales hay que huir; es el reconocimiento de que uno no quiere vivir como dependiente, y mucho menos como dependiente de la estupidez de otros, o como un necio cuya fuente de valor son los necios a los que puede embaucar; de que la honestidad no es un deber social, no es un sacrificio por los demás, sino la virtud más profundamente egoísta que un hombre pueda practicar: su negación a sacrificar la realidad de su propia existencia a la confundida conciencia de los demás.
“Justicia es el reconocimiento de que no se puede falsificar el carácter del hombre así como no se puede falsificar el carácter de la naturaleza; de que se debe juzgar a los hombres con tanto cuidado como a los objetos inanimados, con el mismo respeto por la verdad, con la misma visión incorruptible, mediante un proceso de identificación igualmente puro y racional; de que cada hombre debe ser juzgado por lo que es, y tratado en consecuencia; de que, así como uno no paga un precio más alto por un pedazo herrumbrado de chatarra que por una pieza de metal precioso, no puede valorizarse a un corrupto más que a un héroe; de que la valuación moral es la moneda con que se paga a los hombres por sus virtudes o por sus vicios, y ese pago nos exige un honor tan escrupuloso como el que se utiliza en las transacciones financieras; de que negar el desprecio hacia los vicios es un acto de falsificación moral, así como negar la admiración por las virtudes es un acto de defraudación moral; de que colocar cualquier otra consideración por encima de la justicia es devaluar el circulante moral y defraudar al bien en favor del mal, dado que con la falta de justicia sólo los buenos pueden perder y sólo los malos pueden beneficiarse; y de que el fondo del pozo al final de ese camino, el último acto de bancarrota moral, es castigar a los hombres por sus virtudes y premiarlos por sus vicios; de que ése es el colapso y la rendición a la completa depravación, la Misa Negra de adoración a la muerte, la dedicación de nuestra conciencia a la destrucción de la existencia.
“Productividad es nuestra aceptación de la moral, nuestro reconocimiento de que elegimos vivir; de que el trabajo productivo es el proceso mediante el cual nuestra conciencia controla nuestra existencia, un proceso constante de adquisición de conocimiento y modelación de la materia para servir a nuestros propósitos, de traducir una idea en una forma física, de rehacer la Tierra a imagen de nuestros valores; de que todo trabajo es creativo si es realizado por una mente pensante, y de que ningún trabajo es creativo si lo realiza un vacío que repite en acrítico estupor una rutina que ha aprendido de otros; de que tú debes elegir tu trabajo, y de que tus opciones están en relación con tu capacidad, ya que nada mayor a ella es posible para ti, y de que nada menor es humano; de que hacer trampa para obtener un trabajo que supere la capacidad de tu mente es convertirte en un primate aterrorizado que funciona con movimientos prestados en tiempo prestado; y de que conformarse con un trabajo que requiere menos que la plena capacidad de tu mente es apagar tu motor y sentenciarte a la decadencia; de que nuestro trabajo es el proceso de alcanzar nuestros valores, y de que perder nuestra ambición por los valores es perder nuestra ambición de vivir; de que nuestro cuerpo es una máquina, pero nuestra mente es su conductor, y se debe conducir tan lejos como nos lleve nuestra mente, con la autorrealización como objetivo de nuestro camino; de que el hombre que no tiene propósito es una máquina que rueda cuesta abajo a merced de cualquier piedra que lo desbarranque; de que el hombre que suprime a su mente es una máquina detenida que se oxida lentamente; de que el hombre que permite que un líder le indique el rumbo no es más que chatarra remolcada hacia una pila de chatarra, y de que el hombre que convierte a otro hombre en su meta es una persona que pide que la trasladen y a quien ningún conductor deberá llevar; de que nuestro trabajo es el propósito de nuestra vida, y de que debemos arrollar a cualquier asesino que se crea con el derecho de detenernos; de que cualquier valor que encontremos fuera de nuestro trabajo, cualquier otra lealtad o amor, son sólo viajeros con quienes elegimos compartir el trayecto, pero deben ser viajeros capaces de viajar por sí mismos en nuestra misma dirección.
“Orgullo es el reconocimiento de que uno es su mayor valor y que, como todos los valores del hombre, debe ser ganado; que de todos los logros alcanzables, el que hace posibles a todos los demás es la creación de nuestro propio carácter; de que nuestro carácter, nuestras acciones, nuestros deseos, nuestras emociones son producto de las premisas sostenidas por nuestra mente; de que así como un hombre debe producir los valores físicos que necesita para mantener su vida, también debe adquirir los valores de carácter que hacen que su vida valga la pena; de que así como el hombre es un ser que genera su riqueza, también es un ser que genera su alma; de que vivir requiere un sentido de autoestima, Pero el hombre, así como no tiene valores automáticos, tampoco tiene una sensación automática de autoestima y debe ganársela moldeando su alma a imagen de su ideal moral, a imagen del Hombre, el ser racional que nació capacitado para crear, pero que debe crear por propia elección; de que la primera condición para la autoestima es ese radiante egoísmo del alma que desea lo mejor de todas las cosas, en valores materiales y espirituales, un alma que busca por encima de todas las cosas alcanzar su propia perfección moral, no atribuyendo a nada un valor por encima de ella misma; y que la prueba de una verdadera autoestima es el estremecimiento de desprecio y rebelión de tu alma en contra de asumir el papel de animal expiatorio, en contra de la vil impertinencia de cualquier credo que proponga inmolar el valor irreemplazable que es nuestra conciencia y la gloria incomparable que es nuestra existencia, a favor de las evasiones ciegas y el estancamiento decadente de los otros.
“¿Comienzas a entender quién es John Galt? Soy el hombre que ha ganado aquello por lo que tú no has luchado, a lo que has renunciado, traicionado, corrompido y sin embargo no has podido destruir completamente y que hoy escondes como un secreto culposo, malgastando tu vida en disculpas ante cada caníbal profesional, no vaya a ser descubierto que muy dentro de ti aún quisieras decir lo que ahora le estoy diciendo a toda la humanidad: ‘Estoy orgulloso de mi propio valor y de mi deseo de vivir’.
“Este deseo -que compartes, y sin embargo ahogas como si fuera maligno- es el único realmente bueno que te queda, pero es un deseo que debes aprender a merecer. El único propósito moral del hombre es su felicidad, pero sólo se puede alcanzar mediante la propia virtud. La virtud no es un fin en sí misma. La virtud no es su recompensa personal ni forraje de sacrificio para premiar el mal. La Vida es la recompensa de la virtud, y la felicidad es el objetivo y la recompense de la vida.
“Así como el cuerpo experimenta dos sensaciones fundamentales, placer y dolor, como señales de su bienestar o su malestar, como un barómetro de su alternativa básica, vida o muerte, así también la conciencia tiene dos emociones fundamentales, alegría y sufrimiento, en respuesta a la misma alternativa. Las emociones son estimaciones de aquello que extiende la vida o la amenaza, rapidísimas calculadoras que nos dan la suma de las ganancias o las pérdidas.
“No tienes elección sobre tu capacidad de sentir que algo es bueno o malo para ti, pero qué considerarás bueno o malo, qué te dará alegría o dolor, qué amarás u odiarás, desearás o temerás, depende de tu código de valores. Las emociones son inherentes a la naturaleza humana, pero su contenido le es dado por la mente. La capacidad emocional es un motor vacío, y los valores son el combustible con el que la mente lo llena. Si eliges una mezcla de contradicciones, se obstruirá el motor, se corroerá la transmisión, y te hará naufragar en tu primer intento por movilizarte en una máquina que tú, el conductor, has corrompido.
“Si colocas a lo irracional como medida de valor y a lo imposible como concepto del bien, si aspiras a recompensas que no has ganado, a una fortuna, o un amor que no mereces, a encontrar un atajo a la ley de causalidad, a que una A se convierta en no-A por tu mero capricho, si deseas el opuesto a la existencia, precisamente eso es lo que tendrás. Y cuando lo alcances, no digas que la vida es frustración y que la felicidad es imposible para el hombre; verifica tu combustible: es el que te ha llevado adonde quisiste ir.
“La felicidad no se alcanza por orden de caprichos emocionales. La felicidad no es la satisfacción de cualquier deseo irracional con que ciegamente intentes consentirte. La felicidad es un estado de alegría no contradictoria, una alegría sin pena ni culpa, una alegría que no choca con ninguno de tus valores y que no te lleva a tu propia destrucción; no es la alegría de escapar de tu mente, sino la de usar su poder total; no es la alegría de disimular la realidad, sino la de alcanzar valores reales; no es la alegría de un borracho, sino la de un productor. La felicidad es sólo posible para el hombre racional, el que no desea más que objetivos racionales, que no busca más que valores racionales y no encuentra su alegría sino en acciones racionales.
“Así como no mantengo mi vida mediante el robo o la limosna, sino mediante mi propio esfuerzo, tampoco busco obtener mi felicidad por el daño o el favor de otros, sino por mis propios logros. Así como no considero el placer de los demás como el objetivo de mi vida, tampoco considero que mis placeres deban ser el fin de la vida de otros. Así como no hay contradicciones en mis valores ni conflictos entre mis deseos, tampoco hay víctimas ni conflictos de interés entre hombres racionales, hombres que no desean lo no ganado, y no ven a otro con apetitos caníbales, hombres que no hacen sacrificios ni los aceptan.
“El símbolo de todas las relaciones entre esos hombres, el símbolo moral del respeto por los seres humanos, es el comerciante. Nosotros, los que vivimos según valores, no saqueos, somos comerciantes, tanto en lo material como en lo espiritual. Un comerciante es alguien que gana lo que obtiene y no da ni toma lo inmerecido. Un comerciante no pretende que se le pague por sus fracasos, ni que se lo ame por sus defectos. Un comerciante no despilfarra su cuerpo como si fuera forraje, ni su alma como si fuera limosna. Así como no entrega su trabajo excepto a cambio de valores materiales, tampoco entrega los valores de su espíritu -su amor, su amistad, su estima- como no sea en pago por virtudes humanas, en pago por su propio placer egoísta, que é1 recibe de hombres a los que puede respetar. Los parásitos místicos que a través de las épocas han denigrado a los comerciantes y los han mantenido en el oprobio, al tiempo que brindaban honores a los pordioseros y saqueadores, siempre tuvieron claro el secreto motivo de sus burlas: un comerciante es la entidad a la que temen -un hombre justo.
“¿Te preguntas qué obligación moral tengo hacia mis semejantes? Ninguna. Só1o tengo obligación hacia mí mismo, hacia los objetos materiales y hacia todo lo que existe: la racionalidad. Trato con los hombres como lo requiere mi naturaleza y la de ellos: por medio de la razón. No busco ni deseo nada de ellos, excepto aquellas relaciones que ellos quieren iniciar por su propia y voluntaria elección. Só1o puedo tratar con su mente y sólo por mi propio interés, cuando compruebo que mi interés coincide con el suyo. Si ellos no lo ven así, no entro en la relación; dejo que quienes no estén de acuerdo conmigo sigan su camino y yo no me aparto del mío. Para ganar no uso más que la 1ógica, y no me hundo ante nada más que ella. No entrego mi razón ni trato con gente que entrega la suya. No tengo nada que ganar de tontos ni de cobardes; no busco obtener beneficio de los vicios humanos: de la estupidez, la deshonestidad o el temor. El único valor que se me puede ofrecer es el trabajo de la mente. Cuando estoy en desacuerdo con un hombre racional, dejo que la realidad sea nuestro árbitro final; si yo estoy en lo cierto, é1 aprenderá; si estoy equivocado, seré yo quien aprenda; uno de los dos ganará, pero los dos nos beneficiaremos.
“Hay un acto maligno que no está abierto a ninguna controversia, el acto que nadie puede cometer contra otros y ningún hombre puede admitir o perdonar. Mientras los hombres deseen vivir en conjunto, ningún hombre puede iniciar -¿me escuchas?- ...ningún hombre puede iniciar el uso de la fuerza física contra otros.
“Interponer la amenaza de destrucción física entre un hombre y su percepción de la realidad es negar y paralizar sus medios de supervivencia; forzarlo a actuar contra su propio juicio, es como forzarlo a actuar contra su propio sentido de la visión. Quienquiera que, por cualquier causa o finalidad, inicie el uso de la fuerza, es un asesino que actúa bajo una premisa de muerte más amplia que el asesinato: la premisa de destruir la capacidad humana para la vida.
“No abras tu boca para decirme que tu mente te ha convencido de tu derecho a forzar mi mente. Fuerza y mente son opuestos: la moral termina donde comienza un revolver. Cuando declaras que los hombres son animales irracionales y propones tratarlos como tales, defines tu propio carácter y quedas inhabilitado para reclamar la confirmación de la razón, tal como no la puede reclamar ningún defensor de contradicciones. No puede haber ‘derecho’ para destruir la fuente de los derechos, la única vía para juzgar lo correcto y lo equivocado: la mente.
“Forzar a un hombre a renunciar a su mente y aceptar tu voluntad como sustituto, con un revólver en lugar de un razonamiento, con el terror en lugar de la demostración, y la muerte como el argumento final, es intentar existir desafiando a la realidad. La realidad exige que el hombre actúe por su propio interés racional; tu pistola le exige actuar contra él. La realidad amenaza al hombre con la muerte si no actúa de acuerdo con su juicio racional: Tú lo amenazas con la muerte si lo hace. Tú lo pones en un mundo en el que el precio por su vida es la renuncia a todas las virtudes requeridas para la vida, y la muerte mediante un proceso de destrucción gradual es todo lo que tú y tu sistema obtendrán, cuando la muerte se convierta en el poder reinante, el argumento ganador en una sociedad humana.
“Ya sea un asaltante de caminos que enfrenta a un viajero con el ultimátum: ‘La bolsa o la vida’, o un político que enfrenta a un país con el ultimátum: ‘La educación de tus hijos o tu vida’, el verdadero significado de la intimación es: ‘tu mente o tu vida’, pero para el hombre no es posible una sin la otra.
“Si el mal tiene grados, es difícil decir quién es peor: el bruto que asume el derecho de forzar la mente de otros, o el degenerado moral que les permite a otros el derecho de forzar su mente. Ése es el absoluto moral que no está abierto a debate. No considero razonables a hombres que se proponen privarme de mi razón. No entro en discusiones con vecinos que piensan que pueden prohibirme pensar. No apruebo al asesino que desea matarme. Cuando alguien pretende tratar conmigo por la fuerza, le contesto con la fuerza.
“La fuerza puede usarse sólo como represalia y sólo contra quien comienza a usarla. No, no comparto su maldad ni me hundo en su concepto de moralidad: simplemente le concedo su voluntad de destrucción, la única destrucción que tiene derecho a elegir: la suya. Él utiliza la fuerza para obtener un valor; yo sólo la uso para destruir la destrucción. Un ladrón busca obtener riqueza matándome; yo no me vuelvo más rico matando a un ladrón. Yo no busco ningún valor a través del mal, ni rindo a él los míos.
“En nombre de todos los productores que te han mantenido con vida y sólo han recibido como pago tu ultimátum de muerte, ahora respondo con un ultimátum de mi parte: ‘Nuestro trabajo o tus armas’. Puedes elegir uno de ellos; no puedes tener ambos. Nosotros no iniciamos el uso de la fuerza contra otros ni nos sometemos a su fuerza. Si deseas volver a vivir en una sociedad industrial, será en nuestros términos morales. Nuestras condiciones y nuestros motivos son la antítesis de los tuyos. Has estado usando el temor como arma y le has estado trayendo la muerte al hombre como castigo por rechazar tu moral. Nosotros te ofrecemos la vida como recompensa por aceptar la nuestra.
“Tú, adorador del cero, nunca has llegado a descubrir que vivir no equivale a evitar la muerte; que alegría no es ausencia de dolor, inteligencia no es ausencia de estupidez, luz no es ausencia de oscuridad, y una entidad no es ausencia de no-entidad.
“No se logra construir absteniéndose de demoler; siglos de espera en tal abstinencia no levantarán ni una sola columna que evitas demoler. No puedes decirme a mi, el constructor: ‘Produce, y aliméntame a cambio de que no destruyamos tu producción’. Yo te contesto en nombre de todas tus víctimas: perece en tu propio vacío. La existencia no es una negación de negativas. El mal, no el valor, es una ausencia y una negación; el mal es impotente y no tiene más poder que el que permitimos que nos extraiga. Perece, porque hemos aprendido que el cero no puede hipotecar la vida.
“Tú buscas escapar del dolor. Nosotros buscamos lograr la felicidad. Tu finalidad es evitar el castigo. La nuestra, ganar recompensas. Las amenazas no nos hacen funcionar; el miedo no nos incentiva. No deseamos evitar la muerte: deseamos vivir la vida.
“Tú, que has perdido el concepto de la diferencia, que sostienes que miedo y alegría son incentivos de igual poder -y en secreto agregas que el miedo es más ‘práctico’-, no deseas vivir, y sólo el temor a la muerte te une a la existencia que has maldecido. Te lanzas lleno de pánico a través de la trampa de tus días, buscando la salida que tú mismo has cerrado, huyendo de un perseguidor al que no te animas a nombrar, hacia un terror que temes reconocer, y cuanto mayor es el terror mayor es tu miedo al único acto que podría salvarte: pensar. El propósito de tu lucha es no saber, no captar, ni nombrar, ni oír lo que ahora te diré: la tuya es la Moral de la Muerte.
“La muerte es la escala de tus valores, la muerte es la meta que has elegido; debes seguir corriendo, ya que no tienes posibilidad de huir del perseguidor que quiere destruirte, ni del reconocimiento de que ese perseguidor eres tú mismo. Detente, por una vez; no hay escapatoria; quédate desnudo, como te aterroriza hacerlo, pero como yo te veo, y mira lo que te has atrevido a llamar ‘código moral’.
“El punto de partida de tu moral es la maldición, y la destrucción es su propósito, medio y fin. Tu código comienza maldiciendo al hombre, y luego le exige que practique un bien que define como imposible de practicar. Exige, como primera prueba de su virtud, que acepte su propia depravación sin pruebas. Exige que comience, no con un parámetro de valor, sino con un parámetro del mal, que es é1 mismo, y por medio del cual a continuación debe definir el bien: el bien es aquello que é1 no es.
“No importa entonces quién se aproveche de la gloria a la que ha renunciado y de su alma atormentada: un Dios místico con un designio incomprensible, o cualquier transeúnte cuyas llagas infectas se constituyen en un inexplicable derecho sobre é1; no importa, no se supone que el hombre comprenda el bien; su deber es arrastrarse a través de años de castigo, expiando la culpa de su existencia con cualquier cobrador de deudas incomprensibles. Su único concepto de valor es el cero: lo bueno es aquello que es no-humano.
“El nombre de este monstruoso absurdo es Pecado Original.
“Un pecado sin elección es una bofetada a la moral y una insolente contradicción: algo que está fuera de la posibilidad de elección, está fuera del territorio de la moral. Si el hombre es malvado de nacimiento, no tiene voluntad ni poder para cambiar; y, si no tiene voluntad, no puede ser bueno ni malo: los robots son amorales.
“Considerar como pecado del hombre un hecho que no esta bajo su control es una burla a la moral. Considerar la naturaleza del hombre como su pecado es una burla a la naturaleza. Castigarlo por un crimen que cometió antes de nacer es una burla a la justicia. Considerarlo culpable en una cuestión en la que no existe la inocencia es una burla a la razón. Destruir la moral, la naturaleza, la justicia y la razón por medio de un cínico concepto es una hazaña del mal difícil de igualar. Sin embargo, ésa es la raíz de tu código.
“No te escondas detrás de la cobarde evasiva acerca de que el hombre nace con libre albedrío, pero con ‘tendencia’ al mal. El libre albedrío teñido con una tendencia es como un juego con dados cargados: obliga al hombre a esforzarse para jugar; asumir responsabilidades y pagar por el juego; pero la decisión esta desbalanceada en favor de una opción que no puede evitar. Si esta ‘tendencia’ es por su elección, no puede poseerla al nacer; si no la ha elegido, su albedrío no es libre.
‘¿Cuál es la naturaleza de esa culpa que tus maestros llaman el Pecado Original? ¿Cuáles son los males que el hombre adquirió cuando cayó del estado que ellos consideran de perfección? Su mito declara que é1 comió el fruto del árbol del conocimiento, adquirió una mente y se convirtió en un ser racional. El conocimiento del bien y del mal lo convirtió en un ser moral. Fue sentenciado a ganarse el pan con el sudor de su frente: se convirtió en un ser productivo. Fue sentenciado a experimentar el deseo: adquirió la capacidad del goce sexual. Los males por los cuales se lo condena son la razón, la moral, la creatividad, la alegría; es decir, todos los valores cardinales de su existencia. No son sus vicios los que el mito de la caída del hombre explica y condena; no son sus errores los que se exhiben como su culpa, sino la esencia de su naturaleza humana. Fuera lo que fuese, ese robot que existía sin mente, sin valores, sin trabajo y sin amor en el Jardín del Edén, no era un hombre.
“La caída del hombre, según tus maestros, consistió en adquirir las virtudes necesarias para vivir. Esas virtudes, según tu criterio son su pecado. Su mal, afirmas, es ser hombre. Su culpa, acusas, es vivir. A esto lo llamas ‘doctrina de piedad y de amor por el hombre’.
“Dices: ‘No predico que el hombre es malvado, el mal es sólo ese objeto extraño: su cuerpo’. Dices: ‘No pretendo matarlo, sólo privarlo de su cuerpo’. Dices: ‘Quiero ayudarlo, contra su dolor y señalas hacia el potro de tormento al que lo has atado, el potro de tormento con dos grandes ruedas que tiran de é1 en direcciones opuestas, el potro de tormento de la doctrina que separa su alma de su cuerpo.
“Has cortado al hombre en dos, y enfrentado una mitad a la otra. Le has enseñado que su cuerpo y su conciencia son enemigos enzarzados en una lucha mortal, dos antagonistas de naturalezas opuestas, reclamos contradictorios, necesidades incompatibles; que beneficiar a uno es perjudicar al otro; que su alma pertenece a un reino sobrenatural, pero su cuerpo es una prisión del mal que lo mantiene en cautiverio en esta Tierra; y que lo bueno es vencer al cuerpo, minarlo durante años de paciente lucha, cavando un camino hacia esa gloriosa salida que conduce a la libertad de la tumba.
“Le han enseñado al hombre que es un inadaptado sin esperanzas compuesto por dos elementos, ambos símbolos de la muerte. Un cuerpo sin un alma es un cadáver, un alma sin un cuerpo es un fantasma; sin embargo ésa es tu imagen de la naturaleza humana: el campo de batalla de un conflicto entre un cadáver y un fantasma, un cadáver agraciado con una especie de maligna libertad de elección y un fantasma agraciado con el conocimiento de que todo lo conocido por el hombre es inexistente, que sólo existe lo no cognoscible.
¿Te das cuenta de cuál es la facultad humana que dicha doctrina fue diseñada para negar? Fue la mente la que tuvo que ser negada para hacer pedazos al hombre. Una vez que rindió su razón, fue dejado a merced de dos monstruos que no podía calibrar ni controlar: un cuerpo movido por instintos irresponsables y un alma movida por revelaciones místicas; fue dejado como la pasiva víctima de una batalla entre un robot y un dictáfono.
“Y ahora se arrastra entre las ruinas, tanteando ciegamente en busca de sustento; tus maestros le ofrecen la ayuda de una moral que proclama que no encontrará solución y que no debe buscar logros en la Tierra. La existencia real, le dicen, es la que no puede percibir, la verdadera conciencia es la facultad de percibir lo no existente; y si no es capaz de entenderlo, ésa justamente es la prueba de que su existencia es malvada y su conciencia, impotente.
“Como producto de la división del hombre entre alma y cuerpo, hay dos clases de maestros de la Moral de la Muerte: los místicos del espíritu y los místicos del músculo, a los que llamas espiritualistas y materialistas; los que creen en la conciencia sin existencia y los que creen en la existencia sin conciencia. Ambos exigen la rendición de la mente, uno frente a su revelación, el otro frente a sus reflejos. Por más que vociferen ser irreconciliables antagonistas, sus códigos morales son iguales, así como sus objetivos: en lo material la esclavización del cuerpo; en el espíritu, la destrucción de su mente.
“El bien, dicen los místicos del espíritu, es Dios, un ser cuya única definición es que está más allá de los poderes de comprensión del hombre; tal definición invalida la conciencia humana y anula sus conceptos de existencia. El bien, dicen los místicos del músculo, es la Sociedad, una cosa a la que definen como un organismo que no posee forma física, un súper ser no corporizado en nadie en particular y en todos en general, excepto tú. La mente del hombre, dicen los místicos del espíritu, debe estar subordinada a la voluntad de Dios. La mente del hombre, dicen los místicos del músculo, debe ser subordinada a la voluntad de la Sociedad. La medida del valor del hombre, dicen los místicos del espíritu, es la gloria de Dios, cuyos parámetros están por encima del poder de comprensión humano y deben ser aceptados por la fe. La medida del valor del hombre, dicen los místicos del músculo, es el placer de la Sociedad, cuyos parámetros están por encima del derecho de juicio humano y deben ser obedecidos como principios absolutos. El propósito de la vida del hombre, dicen ambos, es convertirse en un zombi abyecto al servicio de una intención que no conoce, por razones que no debe cuestionar. Su recompensa, dicen los místicos del espíritu, le será dada más allá de la tumba. Su recompense, dicen los místicos del músculo, se le dará en la Tierra... a sus tataranietos.
“El egoísmo—dicen ambos- es el mal del hombre. El bien del hombre -dicen ambos- es renunciar a sus deseos personales, negarse a sí mismo, rendirse; el bien del hombre es negar la vida que vive. El sacrificio -sostienen los dos- es la esencia de la moral, la mayor virtud que el hombre puede alcanzar.
“Si eres víctima, no victimario: te estoy hablando frente al lecho de muerte de tu mente, al borde de esas tinieblas en las que te estás ahogando. Si aún queda dentro de ti el poder para intentar aferrarte a esos débiles chispazos que restan de lo que alguna vez has sido, úsalo ahora. La palabra que te ha destruido es ‘sacrificio’. Usa tus últimas fuerzas para comprender su significado. Aún estás vivo. Aún te queda una oportunidad.
“’Sacrificio’ no significa el rechazo de lo vil, sino de lo precioso. ‘Sacrificio’ no significa el rechazo del mal por el bien, sino el rechazo del bien por el mal. ‘Sacrificio’ es la renuncia a lo que uno valora en favor de lo que desprecia. “Si cambiamos un centavo por un dólar, no es un sacrificio; si cambiamos un dólar por un centavo, sí. Si aprendemos una profesión, luego de años de lucha, no es un sacrificio; si luego renunciarnos a ella en favor de otra que nos resulta menos satisfactoria, sí lo es. Si poseemos una botella de leche y se la damos a nuestro hijo hambriento, no es un sacrificio; si se la damos al hijo del vecino y dejamos que el nuestro muera, sí lo es. Si damos dinero para ayudar a un amigo, no es un sacrificio; si se lo damos a un desconocido que no nos importa, sí lo es. Si le damos a un amigo una suma de dinero que podemos afrontar, no es un sacrificio; si le damos más dinero del que podemos, afectando nuestra posición, es, de acuerdo con esta especie perversa de código moral, sólo una virtud parcial; si le damos dinero causando un desastre para nosotros mismos, es la virtud del sacrificio pleno.
“Si renunciamos a todo deseo personal y dedicamos nuestras vidas a aquellos que amamos, no alcanzamos la virtud plena: aún retenemos el valor de nuestro amor. Si dedicamos nuestra vida a desconocidos al azar, ése es un acto de mayor virtud. Si dedicamos la vida a servir a personas que odiamos, ésa es la mayor de las virtudes que podamos practicar.
“Un sacrificio es la renuncia a un valor. El sacrificio total es la renuncia total a todos los valores. Si queremos alcanzar la virtud plena, no debemos esperar gratitud a cambio de nuestro sacrificio, ni elogios, ni amor, ni admiración, ni autoestima, ni siquiera el orgullo de ser virtuoso; la más mínima huella de beneficio diluye nuestra virtud. Si seguimos un curso de acción que no contamina nuestra vida con ninguna alegría, que no nos aporta ningún valor en especie, ni en espíritu, ninguna ganancia, ninguna recompensa... si alcanzamos ese estado de cero absoluto, habremos alcanzado el ideal de perfección moral según el código del sacrificio.
“Te han dicho que la perfección moral es imposible para el hombre y, según tus parámetros, así es. No se puede alcanzar mientras estés vivo, Pero el valor de tu vida y tu persona se mide según cuanto logres aproximarte al cero ideal que es la muerte.
“Sin embargo, si comienzas como un vacío sin pasiones, como un vegetal que busca ser comido, sin valores que rechazar y ningún deseo al cual renunciar, no ganarás la corona del sacrificio. No es un sacrificio renunciar a lo que no se quiere. No es un sacrificio dar la vida por los demás, si la muerte es lo que se desea.
“Para alcanzar la virtud del sacrificio, debes querer vivir; debes amar la vida; debes arder con pasión por esta Tierra y por todo el esplendor que pueda darte; debes sentir el impacto de cada cuchillo que lastima tus deseos y drena el amor de tu cuerpo. El ideal que la moral del sacrificio te presenta no es la mera muerte, sino la muerte lenta por tortura.
“No me digas que todo esto se refiere únicamente a esta vida en la Tierra. No me interesa ninguna otra. Y a ti tampoco.
“Si quieres salvar lo último de tu dignidad, no llames ‘sacrificio’ a tus mejores acciones: esa designación te convierte en un inmoral. Si una madre compra comida para su hijo hambriento antes que un sombrero para ella, eso no es un sacrificio: ella valora al hijo más que al sombrero; pero si es un sacrificio para el tipo de madre para quien el sombrero vale tanto, que preferiría que su hijo padeciese hambre y lo alimenta sólo por sentido del deber. Si un hombre muere peleando por su propia libertad, eso no es un sacrificio: no esta dispuesto a vivir como esclavo; pero si es un sacrificio para el tipo de hombre que está dispuesto a ser esclavo. Si un hombre se niega a vender sus convicciones, eso no es un sacrificio, a menos que sea el tipo de hombre que no tiene convicciones.
“El sacrificio es apropiado para quienes no tienen nada que sacrificar, ni valores, ni reglas, ni juicios, aquéllos cuyos deseos son caprichos irracionales, ciegamente concebidos y fácilmente abandonados. Para una persona de estatura moral, cuyos deseos nacen de valores racionales, el sacrificio es la rendición de lo correcto a lo equivocado, de lo bueno a lo malo.
“El credo del sacrificio es una moral para el inmoral, una moral que declara su propia bancarrota al confesar que no puede infundir ningún interés personal al desarrollo de virtudes y valores; dado que su alma es una cloaca de depravación, debe ser entrenado para sacrificarse. Por su propia confesión, esta moral es impotente para enseñarle a ser bueno y sólo puede someterlo a un constante castigo. ¿Piensas, sumido en un nebuloso estupor, que son sólo valores materiales los que tu moral te exige sacrificar? ¿Y qué crees que son los valores materiales? La materia carece de valor excepto como medio para la satisfacción de los deseos humanos. La materia es sólo una herramienta de los valores humanos. ¿A servicio de qué se te pide que apliques las herramientas materiales que ha producido tu virtud? Al servicio de aquello que tú mismo consideras malo: a un principio que no compartes, a una persona que no respetas, al logro de un propósito opuesto al tuyo... de otra forma, tu ofrenda no es un sacrificio.
“Tu moral te dice que renuncies al mundo material y que divorcies tus valores de la materia. Un hombre cuyos valores no se expresan en forma material, cuya existencia no tiene relación con sus ideales, cuyas acciones contradicen sus convicciones es un hipócrita despreciable... sin embargo, ése es el modelo que obedece a tu moral y separa sus valores de la materia. El hombre que ama a una mujer, pero duerme con otra; el que admira el talento de un trabajador, pero contrata a otro; el que considera que una causa es justa, pero dona su dinero para financiar otra; el que tiene altos parámetros de calidad, pero dedica su esfuerzo a la producción de basura; ésos son los que han renunciado a lo material los que creen que los valores de su espíritu no pueden ser plasmados en la realidad material.
“¿Dices que esos hombres han renunciado al espíritu? Sí, por supuesto. No se puede tener uno sin el otro. Somos entidades indivisibles de materia y conciencia. Renuncia a tu conciencia y te transformarás en un bruto. Renuncia a tu cuerpo y te transformarás en una farsa. Renuncia al mundo material y se lo estarás entregando al mal. “Y ése es precisamente el objetivo de tu moral, el deber que tu código exige. Bríndate a lo que no disfrutas; sirve a lo que no admiras; sométete a lo que consideras malo; rinde el mundo a los valores de otros; niega, rechaza, renuncia a tu yo. Tu yo es tu mente: renuncia a ella, y te convertirás en un pedazo de carne, listo para ser devorado por cualquier caníbal.

“Es tu mente lo que quieren que entregues todos los que predican el credo del sacrificio, cualquiera sea su denominación o motivos, tanto si lo exigen por el bien de tu espíritu o de tu cuerpo, tanto si te prometen otra vida en el paraíso o la panza llena en esta Tierra. Los que empiezan diciendo: ‘Es egoísta perseguir tus propios deseos, debes sacrificarlos por los deseos de otros’, terminan: ‘Es egoísta sostener tus propias convicciones, debes sacrificarlas por las convicciones de otros’.
“Lo cierto es que lo más egoísta que existe es la mente independiente que no reconoce autoridad alguna por encima de sí misma, ni valor mayor que su propio juicio de verdad. Se te pide que sacrifiques tu integridad intelectual, tu 1ógica, tu razón, tu concepción de verdad... para convertirte en una prostituta cuyo ideal es el mayor bien para el mayor número.
“Si apelas a su código para que te guíe en la pregunta: ‘¿Qué es el bien?’, la única respuesta que encontrarás será: ‘El bien de los demás’. El bien es cualquier deseo de los otros, cualquier cosa que creas que ellos desean, o cualquier cosa que creas que deberían desear.
“’El bien de los demás’ es una fórmula mágica que transforma cualquier cosa en oro, una fórmula que debe ser recitada como garantía de gloria moral y como justificativa de cualquier acción, incluso la masacre de un continente. Tu paradigma de virtud no es un objeto, ni una acción, ni un principio, sino una intención. Tú no necesitas pruebas, ni razones, ni éxito; no necesitas alcanzar en los hechos el bien de los demás: todo lo que necesitas es saber que el motivo fue el bien de los demás, no el propio. Tu única definición del bien es una negación: el bien es el ‘no bien para mí’.
“Tu código -que se jacta de sostener valores morales eternos, absolutos, objetivos, y que desprecia lo condicional, lo relativo, lo subjetivo- formula, como su versión de lo absoluto, la siguiente regla de conducta moral: si deseas algo, eso es malo; si otros lo desean, es bueno; si el motivo de tu acción es tu propio bienestar, no lo hagas; si el motivo es el bienestar de otros, entonces todo vale.
“De la misma manera que esta moral de doble sentido y dobles valores te separa en dos, también separa a la humanidad en dos campos enemigos: uno eres tú, el otro es el resto de la humanidad. Tú eres el único para quien no tienes derecho a querer vivir. Tú eres el único sirviente; los demás son los amos; tú eres el único que da, los demás son los que reciben; tú eres el eterno deudor; los demás son los acreedores a quienes nunca será posible satisfacer. No debes cuestionar su derecho a tu sacrificio, ni la naturaleza de sus deseos y sus necesidades: su derecho les ha sido conferido por una negación, por el hecho de que ellos son ‘no-tú’.
“Si te haces preguntas, tu código te brinda un premio consuelo, y a la vez una trampa: es por tu propia felicidad, dice, que debes servir a la felicidad de otros; la única forma de alcanzar tu dicha es cedérsela a otros; la única forma de alcanzar tu prosperidad es entregar tu fortuna a otros; la única forma de proteger tu vida es proteger a todos excepto a ti mismo... y si no encuentras felicidad en este proceder, es tu culpa y prueba de tu maldad; si fueras bueno, encontrarías felicidad brindando un banquete a los otros, y tu dignidad subsistiendo gracias a las migajas que ellos te arrojen. “Pero tú, que no tienes escala de autoestima, aceptas la culpa y no te atreves a hacer preguntas. Conoces la respuesta implícita, aunque rehúsas admitir lo que ves: la premisa oculta que mueve tu mundo. Lo sabes, no como una declaración honesta, sino como una oscura incomodidad interior, mientras vacilas torpemente entre el engaño culposo y la práctica a regañadientes de un principio demasiado vil para ser nombrado.
“Yo, que no acepto lo no ganado, ni en valores ni en culpa, estoy aquí para hacer las preguntas que evades: ¿Por qué es moral servir a la felicidad ajena, pero no a la propia? Si el goce es un valor, ¿por qué es moral cuando lo experimentan otros e inmoral cuando lo experimentas tú mismo? Si la sensación de comer un pastel es un valor, ¿por qué es inmoral en tu estómago, pero moral en el estómago de otros? ¿Por qué es inmoral para ti desear, pero moral si lo hacen otros? ¿Por qué es inmoral producir un valor y conservarlo, pero es moral regalarlo? Y si no es moral que conserves ese valor, ¿por qué es moral que otros lo acepten? Si uno es generoso y virtuoso al darlo, ¿no son ellos egoístas y viciosos al aceptarlo? ¿Acaso la virtud consiste en servir al vicio? ¿La autoinmolación en beneficio de los malvados es el propósito moral de los buenos?
“La respuesta que eludes, la respuesta monstruosa es: no, los que reciben no son malvados, siempre y cuando no hayan ganado el valor que les das. No es inmoral para ellos aceptarlo, siempre y cuando sean incapaces de producirlo, incapaces de merecerlo, incapaces de darte ningún valor a cambio. No es inmoral para ellos disfrutarlo, siempre y cuando no lo obtengan por derecho.
“Ése es el núcleo secreto de tu credo, la otra mitad de tu doble escala: es inmoral vivir por tu propio esfuerzo, pero es moral vivir por el esfuerzo de otros; es inmoral consumir tu propio producto, pero es moral consumir el producto de otros; es inmoral ganar, pero es moral vivir a costa de los demás; los parásitos son la justificación moral para la existencia de los productores, pero la existencia de los parásitos es un fin en sí misma; es malo obtener ganancias mediante logros, pero es bueno beneficiarse del sacrificio ajeno; es malo construir la propia felicidad, pero es bueno disfrutarla al precio de la sangre ajena.
“Tu código divide a la humanidad en dos castas y te ordena vivir según reglas opuestas: aquellos que pueden desearlo todo y aquellos que no pueden desear nada, los elegidos y los condenados, los pasajeros y los conductores, los que comen y los que son comidos. ¿Qué parámetro determine tu casta? ¿Qué clave te permite el ingreso a la elite moral? La clave es la ausencia de valor. Sea cual fuere el valor de que se trate, es su falta lo que te otorga un derecho sobre los que lo tienen. Es tu necesidad lo que te da derecho a reclamar recompensas. Si eres capaz de satisfacer tu necesidad, tu habilidad anula tu derecho a satisfacerla. Pero una necesidad que eres incapaz de satisfacer te da un derecho fundamental sobre las vidas de otros.
“Si tienes éxito, algún fracasado será tu dueño; si fracasas, algún triunfador será tu siervo. Tanto si tu fracaso es justo como si no lo es, tanto si tus deseos son racionales como si no lo son, tanto si tu infortunio es inmerecido como si es el resultado de tus vicios, es justamente este infortunio lo que te da derecho a recompensas. Es el sufrimiento, independientemente de su naturaleza o causa, el sufrimiento como axioma absoluto, lo que te da una hipoteca sobre todo lo que existe.
“Si curas tu sufrimiento mediante tu propio esfuerzo, no recibirás ningún crédito moral: tu código lo desprecia como un acto de egoísmo. Cualquiera sea el valor que pretendes adquirir -sea riqueza, comida, amor, o derechos-, si lo adquieres por medio de tu virtud, tu código no lo considera un acto moral: no le habrás ocasionado una pérdida a nadie, es comercio, no una limosna; un pago, no un sacrificio. Lo merecido pertenece al mundo egoísta y comercial del beneficio mutuo; sólo lo inmerecido implica esa transacción moral que consiste en la ganancia para uno a costa del desastre para otro. Exigir recompensas por tu virtud es egoísta e inmoral; es la falta de virtud lo que transforma esa exigencia en un derecho moral.
“Una moral que considera la necesidad como fuente de derecho, coloca al vacío, a la no-existencia, como su parámetro de valor; recompensa una ausencia, una derrota: debilidad, ineptitud e incompetencia, sufrimiento, enfermedad, desastre, falta, error, defecto... cero.
¿Quién debe satisfacer esas exigencias? Aquellos que son condenados por no ser un cero, cada uno según la distancia a ese ideal. Como todos los valores son producto de virtudes, el grado de tu virtud es la medida de tu castigo; el grado de tus defectos es la medida de tu recompensa. Tu código declara que el hombre racional debe sacrificarse al irracional, el independiente al parásito, el honesto al deshonesto, el justo al injusto, el productivo al ladrón y el holgazán, el íntegro al oportunista descarado, y el que se autoestima, al neurótico llorón. ¿Te extraña la maldad en el alma de los que te rodean? El hombre que alcance esas virtudes no aceptará tu código moral; el que acepte tu código moral no alcanzará esas virtudes.
“Bajo una moral de sacrificio, el primer valor que sacrificas es la moralidad; el siguiente es la autoestima. Cuando la medida es la necesidad, toda persona es a la vez víctima y parásito. Como victima, debe trabajar para satisfacer las necesidades de otros, quedando luego como parásito, cuyas necesidades deben ser satisfechas por los demás. No puede relacionarse con su prójimo excepto representando uno de estos dos papeles desgraciados: el de mendigo o el de imbécil sanguijuela.
“Temes al hombre que tiene un dólar menos que tú, porque ese dólar es suyo por derecho y é1 te hace sentir como un estafador moral. Odias al hombre que tiene un dólar más que tú, porque ese dólar es tuyo por derecho y te hace sentir moralmente estafado. El hombre que está por debajo es la fuente de tu culpa; el hombre que está por arriba es la fuente de tu frustración.
“No sabes qué ceder y qué exigir, cuándo dar y cuándo tomar, qué placeres de la vida te corresponden por derecho y qué deuda tienes con los otros; luchas por escapar, calificando como ‘teoría’ al conocimiento de que, por el parámetro moral que has aceptado, serás culpable en cada instante de tu vida, no habrá pan que te lleves a la boca que no sea necesitado por otra persona en alguna parte de la Tierra; entonces desestimas el problema en un resentimiento ciego y concluyes que la perfección moral no puede ser alcanzada ni deseada, que te arrastrarás por la vida como puedas, evitando los ojos de los jóvenes, que te miran como si la autoestima fuera posible y esperan que tú la poseas. Culpa es todo lo que retienes en tu alma, al igual que todo hombre que al pasar cerca de ti evita tu mirada. ¿Te preguntas por qué tu moral no ha traído la hermandad a la Tierra o la buena voluntad del hombre hacia el hombre?
“La justificación del sacrificio que tu moral propone es más corrupta que la corrupción que intenta justificar. El motivo de tu sacrificio, te dice, debe ser el amor, el amor indiscriminado que debes sentir por todas y cada una de las personas. La misma moral que profesa que los valores del espíritu son más preciosos que la material que te enseña a despreciar a una prostituta que entrega su cuerpo indiscriminadamente a todos los hombres, te exige que entregues tu alma a un amor promiscuo con cualquiera.
“Así como no puede haber riqueza sin causa, tampoco puede haber amor sin causa o cualquier clase de emoción sin causa. Una emoción es una respuesta a un hecho de la realidad, una estimación dictada por tus parámetros. Amar es valorar. Quien diga que es posible valorar sin valores, amar a quienes consideramos despreciables, también sostendrá que es posible hacerse rico consumiendo sin producir y que el papel moneda es tan valioso como el oro.
“Observa que ese hombre no espera que sientas un miedo sin causa. Cuando los de su calaña obtienen el poder, se vuelven expertos en la elaboración de métodos de terror, en darte buenos motivos para someterte al temor mediante el cual te gobiernan. Pero cuando se trata de amor, la más elevada de las emociones, les permites que te acusen a los gritos de delincuente moral por ser incapaz de sentir amor sin causa. Cuando un hombre injustificadamente tiene miedo lo llevas a un psiquiatra; pero no tienes tanto cuidado cuando se trata de proteger el significado, la naturaleza y la dignidad del amor.
“El amor es la expresión de los propios valores, la mayor recompense que podemos ganar por las cualidades morales que hemos cultivado en nuestra persona y en nuestro carácter, el precio emocional que pagarnos por el placer que recibimos de las virtudes de otros seres humanos. Tu moral te exige que divorcies el amor de los valores y que se lo des a cualquier vagabundo, no como contrapartida de su valor, sino como contrapartida de su necesidad; no como recompensa, sino como limosna; no como pago por sus virtudes, sino como un cheque en blanco para sus vicios. Tu moral afirma que el propósito del amor es liberarte de las obligaciones de la moral, que el amor es superior al juicio moral; que el verdadero amor trasciende, perdona y sobrevive cualquier tipo de maldad, y cuanto mayor es el amor, mayor es la depravación que permite al amado.
“Amar a alguien por sus virtudes es mezquino y humano, te dicen; amarlo por sus errores es divino. Amar a quienes lo merecen es egoísta; amar a quienes no lo merecen es sacrificio. Les debes tu amor a aquellos que no lo merecen, y cuanto menos lo merecen, más amor les debes; cuanto más despreciable es el objeto, más noble es tu amor; cuanto menos exigente sea tu amor, mayor será tu virtud; y si puedes hacer de tu alma un depósito de basura que acoja cualquier cosa por igual, si puedes dejar de estimar los valores morales, entonces habrás alcanzado el estado de perfección moral.
“Tal es tu moral del sacrificio y tales son los ideales que ofrece: hacer del cuerpo un chiquero y del espíritu un albañal.
”Ése era tu objetivo... y lo has alcanzado. ¿Por qué lloriqueas ahora, quejándote de la impotencia del hombre y de la futilidad de las aspiraciones humanas? ¿Quizás porque fuiste incapaz de tener éxito buscando la destrucción? ¿Quizás porque no pudiste encontrar felicidad adorando al dolor? ¿0 quizás porque no pudiste vivir con la muerte como paradigma de valor?
“Tu habilidad para vivir fue el grado de tu habilidad para violar tu código moral; sin embargo crees que aquellos que lo predican son los amigos de la humanidad, te maldices y no te atreves a cuestionar sus motivos o metas. Míralos ahora, al enfrentar tu última elección; y si eliges perecer, hazlo con el total conocimiento de la facilidad con que un enemigo tan pequeño se ha apropiado de tu vida.
“Los místicos de ambas escuelas, que predican el credo del sacrificio, son gérmenes que atacan a través de una única herida: tu temor a confiar en la mente. Te dicen que poseen un medio de conocimiento superior a la mente, un modo de conciencia superior a la razón, como si tuvieran un contacto especial con algún burócrata del universo que les diera información secreta. Los místicos del espíritu declaran poseer un sentido extra, del que careces: este sexto sentido especial consiste en contradecir la totalidad del conocimiento brindado por los otros cinco. Los místicos del músculo no gastan esfuerzo en proponer ninguna percepción extrasensorial: simplemente declaran que tus sentidos no son válidos, y que su sabiduría consiste en percibir tu ceguera de alguna manera no especificada. Ambos exigen que invalides tu conciencia y te entregues a su poder. Te ofrecen, como prueba de su conocimiento superior, el hecho de que sostienen lo contrario a todo lo que conoces, y como prueba de su habilidad superior para manejar la existencia, el hecho de que te conducen a la miseria, al autosacrificio, la inanición, y la destrucción.
“Ellos aseguran que perciben un modo de ser superior a tu existencia en este mundo. Los místicos del espíritu lo llaman ‘otra dimensión’, que consiste en la negación de las dimensiones. Los místicos del músculo lo llaman ‘el futuro’, que consiste en la negación del presente. Existir es poseer identidad. ¿Qué identidad le pueden dar a su reino superior? Siempre hablan de lo que no es, pero nunca de lo que es. Todas sus identificaciones consisten en negar: Dios es aquello que ninguna mente humana puede conocer, dicen, y pretenden que tú llames ‘conocimiento’ a eso. Dios es no-hombre, el paraíso es no-mundo, el alma es no-cuerpo, la virtud es no-lucro. A es no-A, la percepción es no-sensorial, el conocimiento es no-razón. Sus definiciones no son actos de definir, sino de eliminar.
“Só1o la metafísica de una sanguijuela se aferrará a la idea de un universo donde un cero es el modelo de identificación. Una sanguijuela que quisiera escapar de la necesidad de dar nombre a su naturaleza, escapar de la necesidad de saber que la sustancia con la que construye su universo privado es sangre. ¿Cuál es la índole de ese mundo superior al cual sacrificas el mundo existente? Los místicos del espíritu maldicen a la materia, los místicos del músculo maldicen al lucro. Los primeros desean que los hombres obtengan beneficios renunciando a la Tierra, los otros desean que los hombres hereden la Tierra renunciando a todo beneficio. Sus mundos inmateriales y sin lucro son reinos con ríos plenos de leche y café, donde el vino brota de las rocas a su antojo, donde los pasteles caen sobre ellos desde las nubes al único precio de abrir la boca. En este mundo material de persecución de lucro, se requiere una enorme inversión de virtud: de inteligencia, integridad, energía y habilidad para construir un ferrocarril que nos transporte tan sólo un kilómetro; en su mundo inmaterial y sin lucro, viajan de planeta en planeta con sólo desearlo. Si una persona honesta les pregunta: ‘¿Cómo?’, ellos contestarán con desdén que el ‘cómo’ es un concepto de un vulgar materialista; el concepto para espíritus superiores es: ‘De alguna manera’. En este mundo, restringido por la materia y el lucro, las recompensas se logran mediante el pensamiento; en un mundo libre de este tipo de restricciones, las recompensas se alcanzan con sólo desearlas.
“Ése es su vil secreto. El secreto de todas sus filosofías esotéricas, de todas sus dialécticas y suprasentidos, de sus miradas evasivas y sus palabras enredadas; el secreto por el cual destruyeron civilización, lenguaje, industrias y vidas; el secreto por el cual perforan sus ojos y tímpanos, pulverizan sus sentidos, ponen sus mentes en blanco. El propósito por el cual disuelven los absolutos de la razón, la 1ógica, la materia la existencia, la realidad... es erigir sobre ese velo de plástico un único absoluto sagrado: su Deseo.
“La restricción de la que buscan escapar es la ley de identidad. La libertad que buscan es liberarse del hecho de que A continuará siendo A, sin que importen sus lagrimas o sus berrinches; que un río no les traerá leche, no importa cuánta sea su hambre; que el agua no correrá cuesta arriba a pesar de lo bueno que resultaría si lo hiciera, y si la quieren subir a la azotea de un rascacielos, deben hacerlo mediante un proceso de pensamiento y trabajo en el cual importa la naturaleza de un centímetro de cañería, pero no importan sus sentimientos: sus sentimientos son impotentes para alterar el curso de una simple partícula de polvo en el aire, o la naturaleza de cualquier acción que hayan cometido.
“Aquellos que te dicen que el hombre es incapaz de percibir una realidad no distorsionada por sus sentidos, quieren decirte que no desean percibir una realidad no distorsionada por sus sentimientos. ‘Las cosas como son’ son las cosas percibidas por tu mente; divórcialas de la razón, y se convertirán en cosas percibidas por tus deseos.
“No es posible una rebelión honesta contra la razón, y cuando aceptas cualquier parte de su credo, tu motivo es lograr algo que la razón no te permitiría alcanzar. La libertad que buscas es libertad del hecho de que si tu riqueza la hiciste robando, eres un ladrón, no importa cuánto dones a la caridad o cuántas plegarias recites; que si te acuestas con prostitutas, no eres un marido digno, no importa cuán ansiosamente sientas amar a tu mujer a la mañana siguiente; que eres una entidad, no una serie de pedazos al azar dispersos en un universo en el que nada te une y nada te compromete, el universo de una pesadilla infantil donde las identidades cambian sin cesar, donde el malvado y el héroe son reversibles en forma arbitraria; de que eres un hombre, de que eres un individuo, de que eres. “No importa con cuánto ímpetu declares que la meta de tus deseos místicos es una forma superior de vida, la rebelión contra la identidad es el deseo de la no existencia. El deseo de ser nada es el deseo de no ser.
“Tus maestros, los místicos de las dos escuelas, han revertido la causalidad en sus conciencias, y ahora luchan por revertirla en la existencia. Interpretan sus emociones como una causa, y su mente como un efecto pasivo. Convierten sus emociones en herramientas para percibir la realidad. Fijan sus deseos como principios irreductibles, como un hecho que invalida a todos los hechos. Un hombre honesto no desea hasta que ha identificado al objeto de sus deseos. Dice: ‘Es, entonces lo deseo’. Ellos dicen: ‘Lo deseo, por lo tanto es’.
“Tratan de falsear el axioma de la existencia y la conciencia, quieren que su conciencia no sea un instrumento de percepción sino de creación de la existencia, y que la existencia no sea el objeto sino el sujeto de su conciencia; quieren ser ese Dios que crearon a su imagen y semejanza, que funda un universo de la nada mediante un capricho. Pero la realidad no se puede falsificar: lo que obtienen es lo opuesto a lo que desean. Quieren poder absoluto sobre su existencia; en lugar de ello, pierden el poder de su conciencia. Al rechazar el conocimiento, se condenan al horror de la ignorancia perpetua.
“Esos deseos irracionales que te llevaron a su credo, esas emociones que adoras como a un ídolo, en cuyo altar sacrificas a la Tierra, esa oscura pasión incoherente dentro de ti, que interpretas como la voz de Dios o de tus glándulas, no es más que el cadáver de tu mente. Una emoción que choca con tu razón; una emoción que no puedes explicar ni controlar es sólo la carroña de esa manera de pensar trasnochada que prohibiste a tu mente revisar.
“Cuando cometiste la maldad de negarte a pensar y ver; de eximir del absoluto de la realidad algún minúsculo deseo tuyo; cuando elegiste decir: ‘Permítanme quitar del juicio de la razón a esas galletitas que he robado o la existencia de Dios; déjenme tener mi pequeño capricho irracional y seré razonable respecto a todo lo demás’, subvertiste tu conciencia, y corrompiste tu mente. Tu mente entonces se transformó en un jurado sobornado que recibe órdenes de un submundo secreto, cuyo veredicto distorsiona la evidencia, para que se ajuste a un absoluto que no se atreve a tocar. El resultado es una realidad censurada, una realidad fracturada, donde los fragmentos que escogiste ver flotan en el vacío de todo aquello que preferiste ignorar, sostenidos por ese fluido embalsamador de la mente: la emoción exenta de pensamiento.
“Los lazos que intentas destruir son conexiones causales. El enemigo al que tratas de derrotar es la ley de la causalidad: la que no permite milagros. La ley de la causalidad es la ley de identidad aplicada a la acción. Todas las acciones son causadas por entidades. La naturaleza de una acción es causada y determinada por la naturaleza de las entidades que actúan; una cosa no puede actuar en contradicción con su naturaleza. Una acción no causada por una entidad seria causada por la nada, lo que significaría que la nada podría controlar a algo: una no-entidad controlando a una entidad, la no-existencia controlando lo existente; o sea el universo deseado por tus maestros; la causa de tus doctrinas de acción sin causa, la razón de tu revolución contra la razón, la meta de la moral que predicas, tu política, tu economía, el ideal por el que has luchado: el reinado del cero.
“La ley de identidad no te permite tener el pastel y comértelo. La ley de causalidad no te permite comer el pastel antes de tenerlo. Pero si ahogas ambas leyes en el vacío de tu mente, si finges ante ti mismo y ante los demás que no ves, entonces puedes intentar proclamar tu derecho a comer tu pastel hoy, y el mío mañana; puedes predicar que la forma de tener un pastel es comérselo primero, antes de hornearlo; que la forma de producir es comenzar por consumir; que todos los que desean tienen el mismo derecho a todas las cosas, ya que nada es causado por nada. El corolario de lo no ganado en lo material, es lo no ganado en lo espiritual.
“Siempre que te rebelas contra la causalidad, tu motivo es el deseo fraudulento, no de huir de ella, sino peor: de revertirla. Quieres amor no ganado, como si el amor -el efecto- te pudiera dar valor personal -la causa-; quieres admiración no ganada, como si la admiración -el efecto- te pudiera dar virtud -la causa-; quieres riqueza no ganada, como si la riqueza -el efecto- te pudiera dar habilidad -la causa-; imploras por misericordia, misericordia, no justicia, como si un perdón no ganado pudiera borrar la causa de tu súplica. Y para que funcionen tus farsas mezquinas y lamentables, apoyas las doctrinas de tus maestros, que andan por todos lados proclamando que gastar -el efecto- crea riqueza -la causa-; que la maquinaria -el efecto- crea inteligencia -la causa-; que tus deseos sexuales -el efecto- crean tus valores filosóficos -la causa-. ¿Quién paga por la orgía? ¿Quién causa lo que no tiene causa? ¿Quiénes son las victimas condenadas a quedarse sin reconocimiento y a perecer en silencio, no sea que su agonía perturbe tu pretensión de que no existen? Somos nosotros, nosotros, los hombres de mente.
“Nosotros somos la causa de todos los valores que codicias, nosotros, que realizamos el proceso de pensar, que es el proceso de definir la identidad y descubrir las conexiones causales. Nosotros te enseñamos a conocer, a hablar, a producir, a desear, a amar. Tú, que abandonas la razón, si no fuera por nosotros que la preservamos, no serías capaz de satisfacer, ni siquiera de concebir, tus deseos. No serías capaz de desear la ropa que no hubiera sido confeccionada, el automóvil que no hubiera sido inventado, el dinero que no hubiera sido ideado como intercambio por bienes que no hubieran existido, la admiración que no hubiera sido experimentada por hombres sin logros, el amor que pertenece y corresponde sólo a aquellos que preservan su capacidad de pensar, de elegir, de valorar.
“Tú que saltas como un salvaje desde la jungla de los sentimientos a la Quinta Avenida de nuestra Nueva York, y proclamas que quieres mantener la luz eléctrica, pero quieres destruir los generadores, utilizas nuestra riqueza mientras nos destruyes; son nuestros valores los que utilizas mientras nos maldices; es nuestro lenguaje el que usas, mientras niegas la mente.
“Del mismo modo que tus místicos del espíritu inventaron su paraíso a imagen de nuestra Tierra, omitiendo nuestra existencia, y te prometieron recompensas creadas por milagro a partir de la no-materia, tus modernos místicos del músculo omiten nuestra existencia y te prometen un paraíso en el que la materia se forma a sí misma por su propia voluntad sin causa, para conformar todas las recompensas deseadas por tu no-mente.
“Durante siglos los místicos del espíritu existieron gracias a un negocio de protección mafiosa: haciendo insoportable la vida en la Tierra, y luego cobrando por consolarte y aliviarte; prohibiendo todas las virtudes que hacen posible la existencia, para cabalgar sobre los hombros de tu culpa; declarando que la producción y la alegría son pecados, y luego recolectando las extorsiones a los pecadores. Nosotros, los hombres de la mente, fuimos las víctimas anónimas de su credo; nosotros, que quisimos romper su código moral y estuvimos dispuestos a llevar a cuestas la maldición por el pecado de la razón; nosotros, que pensamos y actuamos, mientras ellos deseaban y rezaban; nosotros, que fuimos parias morales; nosotros, los propulsores de la vida cuando la vida se consideraba un crimen, mientras se regodeaban en la gloria moral por la virtud de superar la codicia material y distribuir en desprendida caridad los bienes materiales producidos por... la nada.
“Ahora estamos encadenados y obligados a producir por salvajes que ni siquiera nos conceden la identificación de pecadores; por salvajes que proclaman que no existimos, y luego amenazan con quitarnos la vida que no poseemos, si no les proveemos de los bienes que no producimos. Ahora se espera que continuemos operando los ferrocarriles y que sepamos con exactitud el minuto en que un tren va a llegar luego de cruzar todo un continente; se espera que continuemos operando las fundiciones de acero y que conozcamos la estructura molecular de cada partícula de metal en los cables de tus puentes y en el fuselaje de los aviones que te llevan por el aire, mientras las tribus de tus pequeños y grotescos místicos del músculo pelean por la carroña del cadáver de nuestro mundo, mascullando en sonidos de no-lenguaje que no hay principios, ni absolutos, ni conocimiento, ni mente.
“Cayendo por debajo del nivel de un salvaje que cree que las palabras mágicas que pronuncia tienen el poder de alterar la realidad, ellos creen que la realidad puede ser alterada por el poder de las palabras que no pronuncian; su herramienta mágica es el vacío, la pretensión de que nada puede tener existencia en contra del hechizo de su rechazo a identificarlo.
“Tal como alimentan sus cuerpos con riqueza robada, así alimentan su mente con conceptos robados, y proclaman que la honestidad consiste en negarse a saber que están robando. Así como utilizan los efectos mientras niegan las causas, utilizan también nuestros conceptos, negando su raíz y su existencia. Así como buscan no construir, sino apropiarse de las instalaciones industriales construidas por otros, también buscan no pensar, sino apropiarse del pensamiento de otros. “Así como proclaman que el único requerimiento para operar una fábrica es la habilidad para mover las palancas de las máquinas, e ignoran la cuestión de quién creó la fábrica, también proclaman que no hay entidades, que nada existe salvo el movimiento, e ignoran el hecho de que el movimiento presupone la cosa que se mueve, que sin el concepto de entidad, no puede haber un concepto tal como ‘movimiento’. Así como proclaman su derecho a consumir lo no ganado, e ignoran la cuestión de quién lo produjo, así proclaman que no hay ninguna ley de identidad, que nada existe salvo el cambio, e ignoran el hecho de que cambio presupone un concepto estable acerca de qué cosa es la que cambia, qué cosa es la que cambia de lo que es en principio a lo que termina siendo al fin, de que sin la ley de identidad no es posible el concepto de ‘cambio’.
“Así como roban a un industrial al negarle su valor, así buscan apropiarse de toda la existencia mientras niegan que la existencia existe.
“Pregonan: ‘Sabemos que no sabemos nada’, oscureciendo el hecho de que están postulando conocimiento; ‘No hay absolutos’, pregonan, ignorando el hecho de que están expresando un absoluto; ‘Uno no puede probar que existe o que es consciente’, pregonan, ignorando el hecho de que prueba presupone existencia, conciencia y una complicada cadena de conocimiento: la existencia de algo que conocer, de una conciencia capaz de conocerlo, y de un conocimiento que ha aprendido a distinguir entre conceptos tales como lo probado y lo no probado.
“Cuando un salvaje que no ha aprendido a hablar declara que la existencia debe ser probada, está pidiendo que se le demuestre mediante la no-existencia; cuando declara que su conciencia debe ser probada, está pidiendo que ésta se le demuestre mediante la inconciencia. El salvaje pide que entremos en un vacío fuera de la existencia y la conciencia para darle prueba de ambos; pide que nos convirtamos en un cero para adquirir conocimiento sobre el cero.
“Cuando declara que un axioma es una cuestión de elección arbitraria y elige no aceptar el axioma de que é1 existe, ignora el hecho de que ha aceptado su existencia al formular esa misma frase, que la única forma de rechazar su existencia es cerrando la boca, no proponiendo ninguna teoría y muriendo.
“Un axioma es una afirmación que identifica la base del conocimiento y de cualquier otra sucesiva afirmación relacionada con ese conocimiento, una afirmación necesariamente contenida en todas las demás, tanto si un interlocutor particular decide identificarlo como si no lo hace. Un axioma es una proposición que derrota a sus oponentes mediante el hecho de que ellos deben aceptarlo y utilizarlo en el proceso de intentar negarlo. Só1o deja que el cavernícola que no quiere aceptar el axioma de identidad intente presentar su teoría sin utilizar el concepto de identidad o cualquier otro concepto derivado de é1; deja que el antropoide que no quiere aceptar la existencia de sustantivos, intente inventar un lenguaje sin sustantivos, adjetivos o verbos; deja que el médico brujo que no quiere aceptar la validez de la percepción sensorial, intente demostrar su invalidez sin utilizar los datos que obtiene mediante sus sentidos; deja que el cazador de cabezas que no quiere aceptar la validez de la 1ógica, intente demostrarlo sin utilizar 1ógica; deja que el pigmeo que proclama que un rascacielos no necesita cimientos después que alcanzó la altura de cincuenta pisos, arranque los cimientos de su edificio, no del nuestro; deja que al caníbal gruña que la libertad de la mente humana fue necesaria para crear una civilización industrial, pero no es necesaria para mantenerla, déjalo con arco y flechas y una piel de oso, pero no con una cátedra de economía en la universidad.
“¿Crees que ellos te llevan a épocas oscuras del pasado? Te están llevando a tiempos más oscuros que ninguno en tu historia. Su meta no es la era previa a la ciencia, sino la previa al lenguaje. Su propósito es privarte del concepto del que dependen la mente, la vida y la cultura del hombre: el concepto de una realidad objetiva. Identifica el desarrollo de una conciencia humana, y conocerás el propósito de su credo.
“Un salvaje es un ser que no ha comprendido que A es A y que la realidad es real. Ha detenido su mente en el nivel de un bebé, en el estado en el que una conciencia adquiere la percepción sensorial inicial y aún no ha aprendido a distinguir objetos sólidos. Para un bebé el mundo es una mancha en movimiento, sin cosas que se muevan, y el nacimiento de su mente ocurre el día en que se da cuenta de que esa mancha que se mueve ante é1 es su madre, y que aquella otra detrás de la madre es una cortina, que las dos son entidades sólidas y que ninguna de ellas puede convertirse en la otra, que son lo que son, que existen. El día en que comprende que la materia no tiene voluntad propia es el día en que entiende que él sí la tiene, y ése es su nacimiento como ser humano. El día en que comprende que el reflejo que ve en un espejo no es un engaño, que es real, pero no es é1; que el espejismo que ve en un desierto no es un engaño, que el aire y los rayos de luz que lo causan son reales, pero no es una ciudad, sino un reflejo que parece una ciudad; el día en que comprende que é1 no es un receptor pasivo de las sensaciones de cualquier momento dado, que sus sentidos no lo proveen de conocimiento automático en fragmentos separados e independientes del contexto, sino que solamente le brindan el material de conocimiento que su mente debe aprender a integrar; el día en que entiende que sus sentidos no pueden engañarlo, que los objetos físicos no pueden actuar sin causas, que sus órganos de percepción son físicos y no tienen volición, ni poder para inventar o distorsionar, que la evidencia que le brindan es un absoluto, pero su mente debe aprender a entenderla, descubrir la naturaleza, las causas, el contexto completo de su material sensorial, identificar las cosas que percibe, ése es el día de su nacimiento como pensador y científico.
“Nosotros hemos alcanzado ese día; tú has elegido alcanzarlo parcialmente; un salvaje nunca lo alcanza.
“Para un salvaje, el mundo es un lugar de milagros ininteligibles donde para la materia inanimada todo es posible y nada es posible para él. Su mundo no es lo desconocido, sino ese horror irracional: lo incognoscible. Cree que los objetos físicos poseen una voluntad misteriosa, y son movidos por caprichos impredecibles y sin causa, mientras que él es un peón indefenso a merced de fuerzas fuera de su control.
“El salvaje cree que la naturaleza está regida por demonios omnipotentes para quienes la realidad es un juguete, que pueden transformar su cazuela de comida en una víbora, y a su esposa en un escarabajo en cualquier momento; que el mundo es un lugar donde la A que nunca ha descubierto puede ser cualquier no-A que ellos quieran, donde el único conocimiento que posee es que no debe intentar conocer. No puede contar con nada, sólo puede desear, y se pasa la vida deseando, suplicando a sus demonios que le otorguen sus deseos por el poder arbitrario de su voluntad, dándoles el crédito cuando logra lo que quiere y considerándose culpable cuando no, ofreciéndoles sacrificios de gratitud y sacrificios de culpa, arrastrándose con temor y adoración hacia el Sol, la Luna, el viento, la lluvia y hacia cualquier sinvergüenza que se declare a sí mismo su vocero, siempre que sus palabras sean incomprensibles y su máscara suficientemente aterradora; é1 desea, suplica, se arrastra, y muere, dejándonos como prueba de su visión de la vida la monstruosidad distorsionada de sus ídolos, parte hombre, parte animal, parte insecto: la materialización del mundo de no-A.
“El estado intelectual de este salvaje es el de tus maestros modernos, y su mundo es el mundo al cual ellos quieren llevarte.
“Si te preguntas de qué manera piensan hacerlo, entra en cualquier aula y escucharás a los profesores enseñándole a tus hijos que el hombre no puede estar seguro de nada, que su conciencia no tiene validez alguna, que no puede aprender los hechos ni las leyes de la existencia, que es incapaz de conocer una realidad objetiva. ¿Cuál es, entonces, su modelo de conocimiento y verdad? Cualquier cosa que crean los demás, será su respuesta. No hay conocimiento, enseñan, sólo hay fe: el conocimiento de que existimos es solamente un acto de fe, tan válido como la fe de cualquiera en su derecho a matarte; los axiomas de la ciencia son un acto de fe, no más legítimos que la fe de un místico en la revelación; la creencia de que la luz eléctrica puede ser producida por un generador es un acto de fe, igual de válido que la creencia de que puede ser producida por una pata de conejo besada debajo de una escalera en una noche de cuarto menguante; la verdad es lo que la gente quiere que sea, y la gente son todos menos tú; la realidad es lo que la gente decide que es, no hay hechos objetivos, sólo hay deseos arbitrarios de la gente: un hombre que busca el conocimiento en un laboratorio mediante tubos de ensayo y 1ógica es un tonto supersticioso y obsoleto; un verdadero científico es un hombre que anda por ahí realizando encuestas públicas y, si no fuera por la codicia egoísta de los fabricantes de vigas de acero que tienen un claro interés en obstruir el progreso de la ciencia, se sabría que la ciudad de Nueva York no existe, porque una encuesta a toda la población mundial revelaría, por abrumadora mayoría, que sus creencias prohíben su existencia.
“Durante siglos, los místicos del espíritu han proclamado que la fe es superior a la razón, pero no se han atrevido a negar la existencia de la razón. Sus herederos y su producto, los místicos del músculo, han completado su trabajo y alcanzado su sueño: proclaman que todo es fe, y lo llaman una revolución contra la credulidad. Como revolución contra afirmaciones sin demostración, proclaman que nada puede ser demostrado; como revolución contra el conocimiento sobrenatural, proclaman que ningún conocimiento es posible; como revolución contra los enemigos de la ciencia, proclaman que la ciencia es superstición; como revolución contra la esclavitud de la mente, proclaman que la mente no existe.
“Si renuncias a tu capacidad de percibir, si aceptas el cambio de tu paradigma de lo objetivo hacia lo colectivo y esperas que la humanidad te indique qué pensar, verás que hay otro cambio que también ocurre delante de los ojos al que has renunciado: verás que tus maestros se convierten en los gobernantes de lo colectivo, y si te niegas a obedecerlos, argumentando que ellos no son la totalidad de la humanidad, te responderán: ‘¿Por qué medio sabes que no lo somos? ¿Qué es eso de ser, hermano? ¿De dónde has sacado ese término arcaico?’.
“Si dudas de que ése es su propósito, observa con cuánta pasión los místicos del músculo luchan para que olvides que el concepto de ‘mente’ ha existido. Observa las contorsiones de verborragia indefinida; las palabras con significado ambiguo; los términos que quedan flotando y mediante los cuales intentan evadir el reconocimiento del concepto ‘pensar’. Tu conciencia, te dicen, consiste en ‘reflejos’, ‘reacciones’, ‘experiencias’, ‘estímulos’ y ‘tendencias’; y se niegan a identificar el modo en que ellos han adquirido ese conocimiento, rehúsan identificar el acto que están realizando cuando te lo comunican, o el acto que realizas cuando los escuchas. Las palabras tienen el poder de ‘condicionarte’, dicen, y se niegan a identificar la razón por la cual las palabras tienen el poder de alterar tú... nada. Un estudiante que lee un libro lo entiende por el proceso de... nada. Un científico que trabaja sobre un invento esta comprometido en la actividad de... nada. Un psicólogo que ayuda a un neurótico a resolver un problema y a desenmarañar un conflicto, lo hace por medio de... nada. Un industrial... es nada, no existe tal persona. Una fábrica es un ‘recurso natural’, como un árbol, una piedra o un lodazal.
“El problema de la producción, te dicen, ha sido resuelto y no merece estudio ni preocupación; el único problema que queda para que resuelvan tus ‘reflejos’ es el de la distribución. ¿Quién resolvió el problema de la producción? La humanidad, responden. ¿Cuál fue la solución? Los bienes están aquí. ¿Cómo llegaron hasta aquí? De alguna manera. ¿Qué lo causó? Nada tiene causas.
“Ellos proclaman que cada ser nace con el derecho a existir sin trabajar y, sin que importen las leyes de la realidad que indican lo contrario, tiene derecho a recibir su ‘sustento mínimo’ -su comida, su vestimenta, su techo- sin ningún esfuerzo de su parte, como su derecho de nacimiento. ¿Recibirlo de quién? No hay respuesta. Todo hombre, anuncian, es dueño de una misma porción de los beneficios tecnológicos creados en el mundo. ¿Creados por quién? No hay respuesta. Frenéticos cobardes que se postulan como defensores de los industriales, definen ahora el propósito de la economía como ‘un ajuste entre los deseos ilimitados de la gente y la limitada provisión de productos’. ¿Provistos por quién? No hay respuesta. Rufianes intelectuales que se presentan como profesores, desprecian a los pensadores del pasado, declarando que sus teorías sociales estaban basadas en la suposición poco práctica de que el hombre es un ser racional, pero como los hombres no son racionales, declaran, debería establecerse un sistema que hiciera posible existir siendo irracional, o sea: desafiando a la realidad. ¿Quién lo hará posible? No hay respuesta. Cualquier mediocridad extraviada acapara los titulares de los periódicos con planes para controlar la producción de la humanidad, y sin que importe quién está de acuerdo o en desacuerdo con sus estadísticas, nadie cuestiona su derecho a imponer sus planes por medio de un arma. ¿Imponer a quién? No hay respuesta.
“Mujeres con ingresos sin causa revolotean en viajes alrededor del mundo y regresan con el mensaje de que los pueblos atrasados de la Tierra demandan un mayor nivel de vida. ¿Lo demandan a quién? No hay respuesta.
“Y para evitar cualquier pregunta sobre la causa de la diferencia entre una aldea en la selva y la ciudad de Nueva York, recurren a la obscenidad absoluta de explicar el progreso industrial -rascacielos, puentes colgantes, motores, trenes- sosteniendo que el hombre es un animal que posee el ‘instinto de fabricar herramientas’.
“¿Te has preguntado qué está mal en el mundo? Lo que hoy estas viendo es el clímax del credo de lo no-causado y lo no-ganado. Todas tus bandas de místicos del espíritu y del músculo se están peleando entre ellas por el poder de gobernarte a ti, que has aceptado no tener mente, y gruñen que el amor es la solución para todos los problemas de tu espíritu y que un látigo es la solución para todos los problemas de tu cuerpo. Otorgando al hombre menos dignidad de la que otorgan al ganado, ignorando lo que les podría decir cualquier adiestrador de animales -que ningún animal puede ser entrenado mediante el temor, que un elefante torturado aplastará a su torturador, pero no aceptará trabajar para é1 ni transportar sus cargas- esperan que el hombre continué produciendo tubos electrónicos, aviones supersónicos, usinas atómicas y telescopios interestelares, con una ración de comida como recompensa y un latigazo en la espalda como incentivo.
“No te equivoques sobre la naturaleza de los místicos. Su cínico propósito a lo largo de los siglos ha sido eliminar tu conciencia. Y el poder, el poder de regirte por la fuerza, siempre ha sido su único deseo.
“Desde los ritos de los brujos de la selva, que distorsionaron la realidad en absurdos grotescos y paralizaron la mente de sus víctimas en perpetuo terror hacia lo sobrenatural durante siglos de atraso, hasta las doctrinas sobrenaturales de la Edad Media, que mantuvieron a los hombres encogidos en el suelo de barro de sus chozas, aterrorizados de que el diablo se robara la sopa que habían conseguido con dieciocho horas de trabajo, hasta el zaparrastroso y sonriente profesor que te asegura que tu cerebro carece de capacidad para pensar, que no tienes medios de percepción y que debes obedecer ciegamente la voluntad omnipotente de esa fuerza sobrenatural que es la Sociedad, todos representaron la misma comedia con un mismo y único fin: reducirte a una masa que ha renunciado a la validez de su conciencia.
“Pero nada de eso se te puede hacer sin tu consentimiento. Si lo has permitido, lo mereces.
“Cuando escuchas la arenga de un místico sobre la impotencia de la mente humana, comienzas a dudar de tu conciencia, no de la de é1; cuando permites que tu precario estado de semirracionalidad sea sacudido por cualquier afirmación y decides que es más seguro confiar en su certeza y conocimiento superiores, engañáis los dos: tu aceptación es la única fuente de certeza que é1 tiene. El poder sobrenatural al que un místico teme, el espíritu incognoscible que adora, la conciencia que considera omnipotente es... la tuya.
“Un místico es un hombre que ha rendido su mente en el primer encuentro con la mente de otros. En algún lejano momento de su infancia, cuando su comprensión de la realidad chocó con las afirmaciones de otros, con sus órdenes arbitrarias y exigencias contradictorias, se entregó al temor a la independencia y renunció a sus facultades racionales.
“Ante la elección entre ‘Yo sé’ y ‘Ellos dicen’, optó por la autoridad de los otros, escogió someterse antes que comprender, creer en lugar de pensar. La fe en lo sobrenatural comienza con la fe en la superioridad de otros. Su rendición tomó la forma del sentimiento de que é1 debía esconder su falta de comprensión, de que los demás poseían una especie de conocimiento misterioso del que solamente é1 estaba privado, de que la realidad era lo que ellos pretendían que fuera, a través de métodos que le estarían negados por siempre.
“Desde entonces, temeroso de pensar, quedó a merced de sentimientos inidentificables. Sus sentimientos se convirtieron en su única guía, su único resabio de identidad personal; se aferró a ellos con un feroz apego, y dedicó sus fuerzas a ocultarse a sí mismo que la naturaleza de sus sentimientos era el terror.
“Cuando un místico declara que siente la existencia de un poder superior a la razón, es cierto que lo siente, pero ese poder no es un espíritu omnisciente del universo, sino la mente de cualquier otra persona ante quien se ha rendido. Un místico está impulsado por la necesidad de impresionar, hacer trampa, engañar, adular, forzar esa conciencia omnipotente de los demás. ‘Ellos’ son su única llave hacia la realidad, y é1 siente que no puede existir salvo domando el misterioso poder de los otros y obteniendo su obediencia incondicional. ‘Ellos’ son su único medio de percepción y, como un ciego que depende de la vista de un perro, siente que debe ponerse la correa para poder vivir. Controlar la conciencia de los demás se convierte en su única pasión; la ambición de poder es una maleza que crece sólo en los terrenos baldíos de una mente abandonada.
“Todo dictador es un místico, y todo místico es un dictador en potencia. El místico anhela la obediencia de los hombres, no su acuerdo. Quiere que entreguen sus conciencias a sus afirmaciones, sus edictos, sus deseos, sus caprichos, al igual que é1 entrega su conciencia a la de ellos. Quiere relacionarse con los hombres mediante la fe y la fuerza; no encuentra satisfacción en su acuerdo si debe ganárselo mediante hechos y razón. La razón es el enemigo al que teme y, al mismo tiempo, considera precario: la razón, para é1, es un medio de engaño; siente que los hombres poseen algún poder más potente que la razón, y solo su creencia sin causa o su obediencia forzada le puede dar una sensación de seguridad, como prueba de que ha obtenido el control sobre ese don místico del que carecía. Su anhelo es mandar, no convencer: la convicción requiere un acto de independencia y de confianza en lo absoluto de la realidad objetiva. Lo que el místico busca es poder sobre la realidad y sobre los medios de los hombres para percibirla: su mente; busca el poder de interponer su voluntad entre la existencia y la conciencia, como si, al aceptar falsear la realidad tal como é1 les ordena que la falseen, los hombres pudieran, de hecho, crearla.
“Así como el místico es un parasito en esencia, que expropia la riqueza creada por otros, así también es un parásito en espíritu quien se apodera de las ideas creadas por otros y cae aun por debajo del nivel de un lunático que crea su propia distorsión de la realidad; así termina convirtiéndose en un lunático parásito que aspira a apoderarse de una distorsión creada por otros.
“Hay un solo estado que satisface el anhelo del místico por la infinitud, la no-causalidad, la no-identidad: la muerte. No importa qué causas ininteligibles él les asigne a sus oscuros sentimientos, quien rechaza la realidad rechaza la existencia, y los sentimientos que lo mueven en adelante son el odio hacia todos los valores de la vida humana, y la lujuria por todos los males que la destruyen. Un místico goza ante el espectáculo del sufrimiento, la pobreza, la sumisión y el terror, porque le da un sentimiento de triunfo, una prueba de la derrota de la realidad racional. Pero no existe otra realidad.
“No importa de quién sea el bienestar que profese servir, ya sea el de Dios o el de la gárgola sin cuerpo a la que llama ‘el Pueblo’; no importa qué ideal proclame en términos de alguna dimensión sobrenatural -en los hechos, en la realidad, en la Tierra-, su ideal es la muerte, su anhelo es matar, su única satisfacción es la tortura.
“La destrucción es la única meta que el credo de los místicos ha logrado alcanzar, como lo es el único final que están alcanzando ahora, y si las calamidades provocadas por sus actos no los han hecho cuestionar sus doctrinas, si juran estar motivados por amor, y sin embargo no se disuaden ante las pilas de cadáveres humanos, es porque la verdad acerca de sus almas es peor que la obscena excusa que tú les has aceptado: la excusa de que el fin justifica los medios y que los horrores que practican son medios para fines más nobles. La verdad es que esos horrores son sus fines.
“Tú, que eres lo suficientemente depravado como para creer que puedes adaptarte a la dictadura de un místico y complacerlo obedeciendo sus órdenes, debes saber que no hay forma de complacerlo; cuando obedezcas, cambiará sus instrucciones; é1 busca la obediencia en aras de la obediencia y la destrucción en aras de la destrucción. Tú, que eres lo suficientemente pusilánime como para creer que puedes llegar a un acuerdo con un místico cediendo a sus extorsiones, debes saber que no hay manera de satisfacerlo: el pago que pretende es tu vida, tan lenta o rápidamente como estás dispuesto a entregarla, y el monstruo al que busca sobornar es el vacío oculto en su propia mente, que lo lleva a matar para no darse cuenta de que la muerte que quiere es la suya.
“Tú, que eres lo suficientemente inocente como para creer que las fuerzas desatadas hoy en tu mundo están movidas por la codicia, por el saqueo material, debes saber que el revuelo podrido de los místicos es sólo una pantalla para esconder de su mente la naturaleza de los motivos que lo impulsan. La riqueza es un medio de vida humano, y los místicos claman por ella a imitación de los seres vivos, pretendiendo ante sí mismos que desean vivir. Pero su puerco consentimiento hacia el lujo arrebatado a otros no es placer, es fuga. No quieren adueñarse de tu fortuna; quieren que tú la pierdas; no quieren triunfar, quieren que tú fracases; no quieren vivir, quieren que tú mueras; no quieren nada; odian la existencia y continúan escapando, cada uno tratando de ignorar que el objeto de su odio es é1 mismo.
“Tú, que nunca comprendiste la naturaleza del mal; tú, que los describes como ‘idealistas desencaminados’ -¡que el Dios que inventaste te perdone!-, debes saber que ellos son la esencia del mal, ellos, esos antivida que procuran, devorando al mundo, llenar el cero deshumanizado de su alma. No es tu riqueza lo que buscan. La suya es una conspiración contra la mente, lo que significa contra la vida y el ser humano.
“Es una conspiración sin líder ni dirección, y los rufianes del momento que se aprovechan de la agonía de una nación o de otra son basura oportunista que nada en el torrente del dique roto de las cloacas de los siglos, de las reservas de odio hacia la razón, la 1ógica, la habilidad, los logros, la felicidad, almacenadas por cada infeliz antihumano que alguna vez haya predicado la superioridad del corazón sobre la mente.
“Es una conspiración de todos los que buscan, no vivir, sino subsistir, los que tratan de engañar a la realidad y se sienten atraídos sentimentalmente hacia todos los que están ocupados haciendo lo mismo; una conspiración que une en la evasión a todos los que persiguen al cero como valor: el profesor que, incapaz de pensar, encuentra placer arruinando las mentes de sus alumnos; el hombre de negocios que, para proteger su estancamiento, encuentra placer encadenando la habilidad de sus competidores; el neurótico que, para defender su autoodio, encuentra placer en quebrantar a los capaces de autoestima; el incompetente que encuentra placer derrotando al logro, el mediocre que encuentra placer demoliendo la grandeza; el eunuco que encuentra placer castrando todos los placeres, y todos sus proveedores de municiones intelectuales, todos aquellos que predican que la inmolación de la virtud transformando los vicios en virtudes. La muerte es la premisa que yace en la raíz de sus teorías, la muerte es el objetivo de sus acciones en la práctica y tú eres la víctima final.
“Nosotros, que somos los amortiguadores vivientes entre tú y la naturaleza de tu credo, ya no estamos allí para salvarte de los efectos de las creencias que has elegido. Ya no estamos dispuestos a pagar con nuestras vidas las deudas en las que incurriste en la tuya o el déficit moral acumulado por todas las generaciones anteriores a ti. Has estado viviendo a crédito, y te reclamo el pago del préstamo. “Yo soy el hombre cuya existencia tu amnesia apuntaba a ignorar. Yo soy el hombre que tú no querías que viviera ni que muriera. No querías que viviera, porque temías saber que yo cargaba con la responsabilidad que evadiste y que tu vida dependía de mí; no querías que muriera, porque lo sabías.
“Hace doce años, cuando trabaja en tu mundo, yo era inventor. Ejercía una profesión que apareció en la última fase de la historia de la humanidad y que será la primera en desaparecer en el camino de regreso hacia lo subhumano. Un inventor es un hombre que pregunta ‘¿Por qué?’ al universo, y no permite que nada se interponga entre la respuesta y su mente.
“Como el que descubrió el uso del vapor o el que descubrió el uso del petróleo, yo descubrí una fuente de energía que estaba disponible desde el nacimiento del planeta, pero que los hombres no habían sabido utilizar salvo como objeto de culto, de terror y de leyendas sobre un Dios estruendoso. Completé el modelo experimental de un motor que hubiera valido una fortuna para mí y para quienes me habían contratado, un motor que habría elevado la eficiencia de toda actividad humana que requiriera fuerza motriz y habría aumentado la productividad a cada hora que los hombres destinaran a ganarse la vida.
“Entonces, una noche en una reunión de trabajo, escuché cómo era sentenciado a muerte debido al logro. Escuché a tres parásitos decir que mi cerebro y vida les pertenecían, que mi derecho a la vida era condicional y dependía de la satisfacción de sus deseos. El propósito de la habilidad, decían, era servir las necesidades de los menos capaces. Yo no tenía derecho a vivir, decían, debido a mi competencia para la vida: su derecho a la vida era incondicional, debido a su incompetencia.
“Comprendí entonces qué estaba mal en el mundo, comprendí qué destruía a personas y naciones, y dónde había que dar la batalla por la vida. Comprendí que el enemigo era una moral invertida, y que mi consentimiento era su único poder. Comprendí que el mal es impotente; que residía en lo irracional, en la ceguera, en lo antirreal... y que la cínica arma de su triunfo era la voluntad de los buenos para servirlo. Así como los parásitos a mi alrededor proclamaban su inevitable dependencia de mi mente y esperaban que yo voluntariamente aceptara la esclavitud que no tenían ningún poder para imponerme, así como contaban con mi autoinmolación para proveerse de los medios para su plan, así, a través del mundo y de la historia humana, en cada versión y forma, desde las extorsiones de parientes holgazanes hasta las atrocidades de los países colectivistas, son los buenos, los capaces, los hombres de razón quienes actúan como sus propios destructores, que dan al mal transfusiones de la sangre de su virtud y dejan que les transmita el veneno de la destrucción; de esa manera le brindan al mal el poder de la supervivencia, y a sus propios valores... la impotencia de la muerte. Comprendí que llega un punto, en la derrota de todo ser virtuoso, en que su consentimiento es necesario para que el mal triunfe... y que ningún tipo de daño que le hagan los demos puede tener éxito Si é1 decide negar su consentimiento. Comprendí que podía poner fin a sus atropellos pronunciando una simple palabra en mi mente. La pronuncié. La palabra es: ‘No’.
“Renuncié a esa fábrica. Renuncié a tu mundo. Me asigné el trabajo de prevenir a tus víctimas y darles el método y el arma para luchar contra ti. El método fue protegerlas de las consecuencias de sus propias acciones. La arena fue la justicia.
“Si quieres saber qué perdiste cuando renuncié y cuando mis huelguistas abandonaron tu mundo, ubícate en el espacio desierto de cualquier paraje inexplorado, pregúntate qué forma de supervivencia podrías lograr y cuánto tiempo durarías Si te negaras a pensar, sin nadie cerca que te enseñe qué hacer, o, si decidieras pensar, cuánto sería capaz de descubrir tu mente; pregúntate a cuántas conclusiones independientes has arribado en el curso de tu vida y cuánto tiempo has dedicado a repetir las acciones que aprendiste de otros... pregúntate si serías capaz de descubrir cómo arar la tierra y cultivar tu alimento, si serías capaz de inventar una rueda, una palanca, una bobina de inducción, un generador o un tubo electrónico... y entonces decide si los hombres capaces son explotadores que viven del fruto de tu trabajo y te roban la riqueza que tú produces, y si te atreves a creer que tienes el poder para esclavizarlos. Deja que tu mujer eche un vistazo a una hembra de la jungla de rostro marchito y senos caídos, mientras sentada machaca cereal, hora tras hora, siglo tras siglo... y que se pregunte si su ‘instinto para fabricar herramientas’ le proporcionará refrigeradores, lavadoras y aspiradoras, y, si no es así, si está dispuesta a destruir a todos aquellos que fabricaron estos artefactos, mas no ‘por instinto’.
“Mira a tu alrededor, tú, salvaje que tartamudeas que las ideas son creadas por los medios de producción, que una máquina no es producto del pensamiento humano, sino de un poder místico que genera el pensamiento humano. No has descubierto la era industrial y te aferras a la moral de las eras bárbaras en las que una forma miserable de subsistencia era producida por el trabajo físico de los esclavos. Todo místico siempre ha añorado que los esclavos lo protejan de la realidad material a la que temen. Pero tú, tú, grotesco y místico amigo de lo atávico, fijas ciegamente tú vista en los rascacielos y las chimeneas que hay a tú alrededor y sueñas con esclavizar a tus proveedores materiales: los científicos, los inventores y los industriales. Cuando clamas por la propiedad pública de los medios de producción, estás clamando por la propiedad pública de la mente. Les he enseñado a mis huelguistas que la respuesta que te mereces es simplemente: ‘Trata de tomarla’.
“Te declaras incapaz de dominar las fuerzas de la materia inanimada, sin embargo propones dominar las mentes de los hombres que son capaces de hazañas que tú no puedes igualar. Proclamas que no puedes sobrevivir sin nosotros, sin embargo propones dictar los términos de nuestra supervivencia. Proclamas que nos necesitas, sin embargo caes en la impertinencia de afirmar tu derecho a gobernarnos por la fuerza... y esperas que nosotros, que no tenemos miedo a esa naturaleza física que te llena de terror, nos acobardemos a la vista del primer patán que te convenció de que lo votes dándole la oportunidad de comandamos.
“Propones establecer un orden social basado en los siguientes principios: que eres incompetente para manejar tu propia vida, pero competente para manejar las vidas de los demás; que eres inadecuado para vivir en libertad, pero adecuado para convertirte en gobernante omnipotente; que eres incapaz de ganarte la vida mediante el uso de tu inteligencia, pero eres capaz de juzgar a los políticos y elegirlos para puestos de poder absoluto sobre artes que nunca han visto, sobre ciencias que nunca han estudiado, sobre logros que no conocen, sobre las industrias gigantescas donde tú, por confesa definición de tus capacidades, no serías capaz de cubrir exitosamente el cargo de asistente de engrasador.
“Este ídolo de tu culto de adoración del cero, ese símbolo de la impotencia, el dependiente congénito, es tu imagen del hombre y tu paradigma de valor, a cuyo modelo te ajustas para darle una nueva forma a tu alma. ‘Es algo humano’, lloriqueas en defensa de cualquier depravación, alcanzando el nivel de autodegradación; intentas hacer que el concepto de ‘humano’ represente lo débil, lo insensato, lo corrompido, lo falso, lo fracasado, lo cobarde, lo fraudulento, y exiliar de la raza humana al héroe, al pensador, al productor, al inventor, al fuerte, al persistente, al puro, como si sentir fuese humano, pero pensar no; como si fracasar fuese humano, pero tener éxito no; como si la corrupción fuese humana, pero la virtud no; como si la premisa de la muerte fuese propicia al hombre, pero la premisa de la vida no.
“Con el fin de quitamos el honor, y luego también nuestra riqueza, siempre nos has visto como esclavos que no merecen ningún reconocimiento moral. Alabas cualquier emprendimiento que asegure no tener ‘fines de lucro’ y maldices a quienes lograron el lucro para hacer posible ese emprendimiento. Consideras ‘de interés público’ a cualquier proyecto que sirva a quienes no pagan; no es de interés público brindar servicio a quienes pagan.
“Crees que ‘beneficio público’ es cualquier cosa que se da como limosna; dedicarse al comercio es perjudicar al público. ‘Bienestar público’ es el bienestar de quienes no se lo han ganado; los que sí se lo han ganado, no tienen derecho a ningún bienestar. ‘El público’, para ti, es cualquiera que no haya podido alcanzar virtud o valor alguno; quienquiera que lo logre, quienquiera que pueda proveer los bienes que necesitas para sobrevivir, deja de ser visto como parte del público o parte de la raza humana.
‘¿Qué clase de locura te permitió soñar que podías salir victorioso con esta maraña de contradicciones y planearla como una sociedad ideal, cuando el simple ‘No’ de tus víctimas es suficiente para demoler toda tu estructura? ¿Qué permite a un mendigo insolente